Retírate en tí mismo y contempla. Y si no te encuentras hermoso, imita al creador de una estatua, que la esculpe para que lo sea; aquí mutila, allí pule; ilumina este línea, sutiliza aquella otra, hasta que la estatua aparece bella. Hazlo tú también; despréndete de lo excesivo; endereza lo torcido; ilumina lo sombrío; trabaja para imflamarla de belleza y no ceses de cincelar tu estatua hasta que sobre ti brille el divino esplendor de la virtud, hasta que percibas la bondad final que mora seguramente en el tabernáculo sin mácula. Plotino, sobre la Belleza. El autor desea expresar su gratitud a la Dra. Annie Besant, que fue la primera que le descubrió el verdadero lugar de la meditación en la vida espiritual y le instruyó en su parte científica, así como a la Sra. María Russak por su continua inspiración y numerosas insinuaciones de gran valía en su aplicación detallada. 2 I LA MEDITACIÓN Dedico especialmente a los teósofos estos apuntes, aunque también serán útiles a quienes no hayan aceptado la filosofía de la vida sintetizada con el nombre de Teosofía. Obra el autor en esta forma deliberadamente, porque cree de poca utilidad el emprender seriamente la práctica de la meditación mientras el neófito no haya asimilado las enseñanzas concernientes al dominio y manejo del pensamiento y emoción contenidas en los libros teosóficos; hasta que el aspirante trascienda el estado de aficionado al ocultismo. En espera de que esto llegue, será provechosa la reflexión serena sobre los libros convencionales o las primeras prácticas sistematizadas de cualquiera de las religiones exotéricas. No escribo estas líneas para los estudiantes más adelantados que siguen otros métodos de estudios. ¿QUÉ ES LA MEDITACIÓN? Meditar es dirigir la conciencia vigílica, esto es, la mente en su estado normal de actividad, hacia la percepción de una conciencia superior; es abrir por el poder de la aspiración el canal a través del cual derive hacia la personalidad inferior la influencia del Principio divino o espiritual: el hombre verdadero; es la expansión de la mente y de los sentimientos hacia un ideal; es abrir las puertas que aprisionan la conciencia inferior a la influencia de este ideal. “La Meditación, dice H.P. Blavatsky, es la indescriptible y ardiente aspiración del hombre interno hacia lo infinito”. El ideal que se escoja puede ser abstracto: una virtud, como por ejemplo la simpatía o la justicia; puede ser la ideación de la Ley interna, esa Esencia Divina que es la más íntima realidad de la naturaleza humana; puede consistir simplemente en la percepción vaga y oscura de lo más elevado que existe en nosotros. Puede también personificar el ideal a un Maestro o a un Instructor divino; puede hasta encarnarse en un ser cualquiera que creamos digno de nuestro respeto y admiración. El sujeto o tipo de meditación diferirá considerablemente según el temperamento y el ‘rayo’ del individuo, pero en 3 todo caso lo esencial es la elevación del alma hacia su divino origen, el deseo del yo personal de unirse con el Yo universal. LOS PRIMEROS PASOS El primer paso de la meditación es cultivar la idea, hasta asimilarla, de que el cuerpo físico es un instrumento del espíritu. El neófito en el ideal teosófico encontrará difícil, al principio, cambiar su punto de vista: el alma y el espíritu le parecen irreales. Para recordar los planos y cuerpos de que hablan los escritores teosóficos, cuando desea exponer con claridad e iluminar con precisión científica los misterios de la existencia del hombre, se vale de los términos del diagrama, y sus nombres reviven mediante un esfuerzo de memoria; pero la realidad más tangible para él es el cuerpo físico; el superfísico es vago, nebuloso, una simple ideación intelectual. Después, gradual y casi imperceptiblemente, este sentimiento se borra y lo substituye el reconocimiento de lo superfísico que impregna el cerebro físico y vivifica de este modo lo que antes era simple teoría intelectiva. La explicación de esto es fácil de encontrar. Por la lectura de los libros teosóficos nos ponemos en contacto con las estimulantes fuerzas del mundo de los arquetipos mentales, y cuando nuestra atención se concentra en los cuerpos superiores, al despertar en ellos tendremos la conciencia del Yo. Si el neófito se interesa por el plano astral o emocional y lo estudia, ‘despierta’ en este plano durante su sueño físico. Se estimula también el crecimiento de los cuerpos superiores viviendo en el aura de personas evolucionadas superfísicamente. Como resultado natural, la expansión de esta naturaleza interna modifica la conciencia vigílica. El conocimiento del Hombre Superior penetra lentamente en el cerebro físico, y el estudiante se da cuenta de que sufre un gran cambio su percepción de la vida. Su conciencia se amplía. Ante él se extienden nuevos matices del pensamiento y del sentimiento; el medio vital, a medida que despierta en ellos, se le muestra con nuevo significado y las verdades teosóficas se transforman de teorías intelectuales en experiencia espiritual. Tal es, brevemente expuesto, el análisis razonado de la expansión gradual de la conciencia. Forman las primeras experiencias de la mayoría de los teósofos que consideran este asunto seriamente. Este proceso de expansión y despertar es posible acelerarlo. ‘La Voz del Silencio’ dice: ‘Ayuda a la naturaleza y trabaja con ella; la naturaleza te 4 considera como uno de sus creadores y te prestará obediencia’. Un científico moderno ha repetido esta misma verdad con las siguientes palabras: ‘La naturaleza se conquista por la obediencia’. Sólo debemos conocer las leyes naturales para que, rectamente seleccionadas y aplicadas, se conviertan en nuestros obedientes servidores. De nosotros depende el que este conocimiento, adquirido lenta y gradualmente en el curso ordinario del tiempo, se acelere por el esfuerzo inteligente y bien dirigido. Por lo tanto, en el primer ejercicio de meditación, el estudiante ha de tener muy presente que su objetivo es encarnar el Hombre superior. El autor de estas líneas empleó con gran éxito la práctica siguiente hasta el momento en que no le fue precisa. MEDITACIÓN SOBRE LOS CUERPOS Piense primero en el cuerpo físico; después intente dominarlo y dirigirlo. A este fin sepárese de él por medio del pensamiento considerándolo como un vehículo. Imagínese, por breves instantes, que vive en el cuerpo emocional. Concentre su mente en el dominio de sus emociones y deseos. Aléjese del cuerpo emocional y esfuércese en asimilar la idea de que usted no es ese cuerpo de pasiones, deseos y emociones que le agitan y resisten. Acto seguido imagínese que vive en el cuerpo mental y piense que puede gobernar sus pensamientos, que tiene la facultad de fijar la mente sobre un objeto escogido. De nuevo esfuércese en asimilar la idea de que usted no es el cuerpo mental. Remóntese ahora hasta la libre atmósfera del espíritu, atmósfera de eterna paz; repose en ella y procure asimilar la idea de que Aquello es el Yo real. Descienda y lleve la paz del espíritu a través de los diferentes cuerpos. Imagínese el aura del cuerpo mental irradiando a su alrededor y satúrela de paz. Al mismo tiempo afírmese en la idea de que es el Yo que utiliza el cuerpo mental como instrumento a su servicio. Continúe su descenso al cuerpo astral. Procure también que la paz irradie a través de esta aura, confirmándose en que las emociones son sus servidores. Retorne finalmente a su cuerpo físico, reconociéndolo como un vehículo y un centro de la Divina Paz, cualquiera que sea el lugar que ocupe en el mundo. Al principio este ejercicio parecerá extravagante e infructuoso porque el cuerpo físico es la gran realidad para nosotros; todavía nos inclinamos a considerar el pensamiento y el sentimiento como manifestaciones del cerebro físico. El 5 neófito no debe olvidar que pretende eliminar un hábito mental vivido durante muchos años y que no debe impacientarse por obtener resultados inmediatos. Es muy posible que transcurra largo tiempo antes de que intuitivamente tenga la infalible seguridad de que dentro de sí existe un Poder superior que guía sus actos y traza el curso de su vida. Es natural que tema la posibilidad de una autohipnosis; la idea de que lenta y gradualmente se engañe a sí mismo en pos de fantásticas creencias sin fundamento real. Para una mente equilibrada los primeros pasos son muy difíciles, pues existe en ella la natural prevención al aventurarse en lo desconocido y tenderá a batirse en retirada ante un peligro presentido. Sin embargo es razonable ensayar el sistema que nos han indicado los más insignes pensadores de la antigüedad, que han prescrito todas las grandes religiones, y del que dan testimonio en el presente personas eminentemente sinceras y de sano juicio. Por tal razón, si lo practicamos con firmeza y perseverancia, obtendremos resultados. Sin embargo, debo advertir que estos resultados y la rapidez conque se produzcan, dependen del temperamento, perseverancia y posibilidades de cada individuo. Un ejercicio más complejo que el precedente. A medida que el estudiante se familiarice con la meditación que acabamos de reseñar, puede complementarla según su temperamento. Sirva de ejemplo el símil de un piano y un pianista. Del mismo modo que el piano produce sonidos y música ordenada, así el cerebro y el cuerpo físico expresan pensamientos, sentimientos y actividad ordenados. Pero así como el pianista se manifiesta por medio de instrumentos, así también el cuerpo físico vibra al impulso del Hombre Superior con sus voluntarias actividades. Sepárese el neófito mentalmente del cuerpo físico y examínelo serenamente. Esfuércese en comprender que es solamente un vehículo, un instrumento, un vestido de carne, y que para que la conciencia, que es una manifestación del espíritu, se relacione con el mundo físico, debe morar en un tabernáculo de materia física, su amigo y aliado en este mundo, pues solamente un vehículo físico de conciencia puede establecer un parentesco vibratorio con la materia física. El espíritu actualizará sus fuerzas latentes por medio de la multiplicidad de experiencias que se obtienen en el mundo físico, y por la modelación gradual del instrumento físico que ha de responder a ellas. Considere entonces en qué forma es posible dominarlo y dirigirlo, en qué estado vibra a los mandatos del Yo, su inteligencia gobernante. Sepárese así de él e imagínese, por algunos momentos, que vive en el cuerpo emocional. 6 Piense en seguida que este cuerpo no es el Yo real que puede dominar sus emociones y deseos y regular sus sentimientos. Las emociones sólo representan un aspecto de su conciencia activa y se hallan limitadas por el cuerpo emocional, el cual es una morada construida con materiales del plano emocional, y con el que la conciencia interna ha de relacionarse. El Yo real no este cuerpo de luchas, emociones, pasiones y deseos. En los momentos de calma percibe que es superior a la oleada emotiva. Las manifestaciones de pasión, celos, temor, egoísmo y odio, no son él, sino diversos matices de la emoción que huye de su dominio como un galgo escapa de la correa que lo retiene. En lo más hondo de su corazón percibe cuánto dominio ha logrado, y que, a fuerza de paciente perseverancia y de constante esfuerzo, logrará la maestría sobre sus emociones totalmente. Permaneciendo así más allá de sus emociones y contemplando por debajo de sí la esfera de su actividad, imagínese el neófito que vive en su cuerpo mental. No le es muy difícil separarse de sus cuerpos físico y emocional, porque la práctica de la moralidad corriente le ha enseñado a refrenar las acciones y sentimientos violentos. En lo que nunca se ha adiestrado es en el dominio del pensamiento y esto al principio constituye una dificultad. Sin embargo, tiene el poder de fijar su mente en los asuntos que le plazcan, y con constancia mantenerla en ellos; pero ha de lograr un dominio tal que sea capaz de rechazar cualquier pensamiento indeseable. De este modo, pasando por todos los estados, el neófito se elevará hasta la contemplación de Aquello que es superior a toda palabra, lo inefablemente real y sagrado; llegará hasta el sagrario de su propio ser. Cuando el estudiante, por la meditación y el pensamiento repetido en el curso del día, se considere el Hombre interno que trabaja en el exterior, el mundo, por medio de su cuerpo físico, podrá pasar a formas de meditación más complejas. Empezará su trabajo con mayor comprensión de los diferentes grados y detalles de la meditación, considerándola a la vez como un medio de restauración espiritual y de crecimiento, y como la ciencia de la lucha contra la veleidad de la mente y de los sentidos. CONCENTRACIÓN 7 La meditación se divide generalmente en tres grados: Concentración, Meditación y Contemplación. Puede subdividirse más, pero no es necesario en el presente caso. Además, el principiante debe pensar que la meditación es la ciencia de toda su vida, y no ha de esperar alcanzar el estado de pura contemplación en sus primeros esfuerzos. La concentración es el enfoque de la mente en una idea. Patanjali, autor de los aforismos que llevan su nombre, joya clásica de la literatura de India, define el yoga como ‘la inhibición de las modificaciones de la mente’. Aunque esta definición es aplicable a la concentración, Patanjali probablemente va más lejos con ella, e incluye la cesación de la facultad mental creadora de imágenes y expresiones concretas, pasando así de la concentración simple al estado de contemplación. Para concentrarse es necesario adquirir el dominio de la mente y la capacidad de reducir, por una disciplina gradual, el campo de actividad, hasta que el pensamiento se fije en un solo punto. A este fin se escoge una idea o un objeto. En primer lugar, hay que cerrar la mente a todo lo que no se refiera a ello; hay que excluir la oleada de pensamientos extraños que se nos presenten. Es cierto que al principio el trabajo del estudiante es una exclusión reiterada de pensamientos extraños, pero ejercitarse en esto es un excelente y necesario entrenamiento. Hay otro método aún mejor para llegar a la concentración: consiste en absorberse plenamente en un objeto, de manera tal que automáticamente queden excluidos los pensamientos ajenos al mismo. Esto lo hacemos a diario, sin darnos cuenta, por la fuerza de la costumbre. Por ejemplo, cuando escribimos una carta, hacemos cuentas, tomamos decisiones de importancia o pensamos en problemas difíciles, la mente está de tal suerte absorta en lo que se ocupa que llega a un estado de concentración más o menos profundo. El estudiante ha de llegar a realizar la concentración voluntariamente, y el camino del éxito es cultivar el poder y la costumbre de observar con atención los objetos que lo rodean. Escoja el estudiante cualquier objeto: un lápiz, una hoja de papel, la hoja de un árbol, una flor, fijándose en los más pequeños detalles, generalmente inadvertidos, de su aspecto y composición. Clasifique una por una sus propiedades y no tardará en encontrar en este ejercicio un interés absorbente. Si conoce además su fabricación o naturaleza, aumentará el interés. Nada 8 existe en la naturaleza verdaderamente inerte o desprovisto de interés; es más bien la indiferencia lo que nos incapacita para apreciar la belleza y las maravillas de las cosas creadas. Al principio es útil en la concentración repetir en voz alta las ideas que se presenten ante la mente. Por ejemplo: ‘este lapicero es negro, en su superficie se refleja la luz de la ventana, su longitud es de diez centímetros, su forma es cilíndrica, etc.’ Así el estudiante aprende a excluir el gran mundo que le rodea y a encerrarse en el pequeño mundo que ha escogido. Cuando se tiene éxito en esto, y aunque distintos pensamientos relacionados con el objeto elegido pasen por la mente, podemos afirmar que se ha dado un paso hacia la concentración. El hablar en voz alta ayuda a dominar la avalancha de pensamientos diversos y a impedir el extravío de la mente. Con la práctica se aprende gradualmente a reducir y a estrechar el círculo del pensamiento hasta el momento en que se fije sobre un solo punto. Lo que se ha descrito anteriormente es de naturaleza parecida a la de un ejercicio gimnástico. Exige una aplicación rigurosa y puede parecer muy fría al estudiante porque despierta poca emoción. Como complemento puede emprender otro ejercicio al mismo tiempo, pero es bueno advertir, antes de su descripción, que todo neófito ha de manejar con maestría el primer ejercicio. Su dominio es indispensable si quiere lograr la visualización imaginativa, es decir, el poder de reproducir mentalmente y con toda clase de detalles, un objeto cualquiera, prescindiendo de los sentidos. La visualización exacta ha de ser la característica de la mayoría de los trabajos que realicen los estudiantes entrenados en los métodos ocultos, tales como la construcción deliberada de formas de pensamiento y la creación mental de símbolos para el ceremonial. Por consiguiente, los que sean verdaderamente aplicados, no descuidarán este aspecto bajo pretexto de que es difícil y de que exige constancia, y se entregarán a la visualización observando y escudriñando cuidadosamente un objeto; después, con los ojos cerrados, se esforzarán en reproducirlo mentalmente. El segundo método al que nos hemos referido es la concentración en una idea en vez de un objeto material. Si se escoge una virtud, el estudiante tiene la ventaja de que despierta su entusiasmo y devoción hacia ella. Esto tiene gran importancia en las primeras fases del ejercicio, pues entonces se ponen a prueba la perseverancia y la firmeza. Además se mejora el carácter por el esfuerzo en construir la virtud escogida. En este caso la concentración es más 9 cuestión de sentimiento que proceso mental. Supongamos que el estudiante trabaja para desarrollar determinada virtud, por ejemplo la simpatía. Debe dirigir su atención sobre ella, procurando mantenerse firme por el poder de la voluntad. Si persevera saldrá victorioso en el empeño de establecer en su vida este sentimiento. Es más fácil concentrarse en un sentimiento que en una idea, pues, en general, ésta es más sutil y activa; pero, si sobre un sentimiento se consigue una concentración intensa, la mente sentirá, hasta cierto punto, su influencia. MEDITACIÓN Estudiada la concentración, pasemos a la segunda y más importante fase de nuestro asunto: la meditación. La meditación es el arte de considerar o examinar mentalmente un objeto en todos sus aspectos y desde todos los puntos de vista. Propiamente hablando, la meditación no sigue de inmediato a la concentración mental en la forma expuesta anteriormente, sino a una concentración relativa en la que se destierra toda idea extraña al asunto sometido a nuestra consideración. Esto no significa que podamos prescindir de una concentración más eficiente en una determinada meditación. No es necesario extendernos en nuevas definiciones sobre la meditación; es mejor que entremos en la práctica de ciertos esquemas que nos ilustrarán sobre su naturaleza y método con más claridad que todas las disertaciones teóricas. Anteriormente escogimos el sentimiento de simpatía y nos serviremos del mismo como objeto de meditación. MEDITACIÓN SOBRE LA SIMPATÍA. Pensemos que la simpatía, como las demás virtudes, es un atributo de la Conciencia Divina. Intentemos conocer su naturaleza y su misión en el mundo. Consideremos que es el poderoso enlace que une a los yoes particularizados. Comparémosla con el amor: la simpatía implica la comprensión de otro ser y el poder que tenemos de ‘ponernos en su lugar’. El amor no necesita esta comprensión; es solamente el intenso deseo de darse a otro, aunque la unión es más perfecta si la acompaña el sentimiento de simpatía. La completa expresión de la simpatía requiere un poderoso móvil interno que sólo el amor puede proporcionar. Representémosnos la simpatía Divina fluyendo sobre el mundo por medio del Hombre Ideal, el Cristo o el Maestro, hasta abarcar nuestro yo individual. 10 Si en este momento el estudiante tiene una aspiración vigorosa y activa, se sumergirá en la corriente de esta inefable influencia que irradia el Maestro y entonces podrá alcanzar el objeto de su devoción. (Así puede lograrse el estado contemplativo). Enseguida piense en la realización de esta virtud en su vida diaria con sus amigos y parientes y todos aquellos con quienes le sea necesaria una comprensión más perfecta. Imagíneselos uno a uno y satúrelos de la influencia que vierte por ellos. Estudiaremos ahora una meditación más compleja para uso de los que se sientan incapaces de fijar la atención en una idea durante cierto tiempo. MEDITACIÓN PARA EXPANDIR LA CONCIENCIA. El estudiante elevará su conciencia y contemplará la inmensidad del universo. El espectáculo de los cielos estrellados, la dulce placidez de la hora crepuscular, la idea del cosmos encerrado en el átomo infinitesimal. Todo esto ayudará a una expansión consciente y, si lo desea, podrá practicar el método que hemos descrito anteriormente sobre el desenvolvimiento de los cuerpos. Dirija después su pensamiento, mediante elevada aspiración, hacia el Logos de nuestro sistema solar, y represéntese este sistema contenido dentro de los límites de Su conciencia. Recuerde la conocida frase: ‘En Él vivimos, nos movemos y tenemos nuestro ser’. Puede entonces seguir la corriente de su pensamiento en la forma que lo trata la Dra. Besant en su folleto ‘Sobre las Emociones’, a saber, que no es cierto, aunque así lo parezca, que nos hallemos distanciados de los Grandes Seres de la Jerarquía, ni que estos moren más allá de la meta de nuestra pobre aspiración, pues, por el contrario, estamos en íntimo contacto con la conciencia del Logos que todo lo abarca. El estudiante simplificará su trabajo pensando que el aura aumenta a medida que se opera el desenvolvimiento espiritual. Se detendrá en la del hombre ordinario, en las de los discípulos e iniciados, en el aura del Maestro, y en la íntima relación de conciencia que une al Maestro con sus discípulos y las personas a quien Él ayuda. Pensará en el aura del señor Buddha que, según la tradición, se extiende a una distancia de cinco kilómetros alrededor de su persona. 11 Elevando de este modo su pensamiento, el neófito podrá concebir un Ser cuya aura o radio de conciencia abarque nuestro planeta, e imaginarse otro mayor que contenga el sistema a que pertenecemos. Literalmente hablando, toda acción, sentimiento y pensamiento que exteriorizamos, son parte de Él, y nuestra memoria es parte de Su memoria, porque todo recuerdo no es más que el poder de relacionarse con los registros akásicos de la naturaleza, expresión del Logos. Piense después el estudiante en algunas cualidades que, como la justicia, la belleza o el amor, pueden asociarse a la manifestación de Dios en su mundo. Piense que la Justicia del Supremo se revela en las inmutables leyes de la naturaleza, tales como la ley de la conservación de la energía; el postulado de Newton según el cual la reacción es igual y contraria a la acción; la ley de retribución kármica, que da a cada hombre la justa recompensa de sus actos. Piense en lo que significa la creencia en el karma, a saber, que la mano que descarga un golpe terrible no es otra que nuestro propio pasado que revive. Estas reflexiones le llevarán a aceptar con agrado lo que el presente le ofrezca o lo que el porvenir le reserve. Piense también en las innumerables relaciones que por esta Ley se establecen entre los hombres; de qué manera entreteje Dios su plan en el universo; y vea en estas complejas relaciones la ley inmutable de una justicia perfecta. Deténgase acto seguido en el aspecto de la belleza y estudie el admirable plan del gran Arquitecto y Geómetra del Universo; y al observar con atención la naturaleza creada, percibirá fácilmente la universalidad de este aspecto del Supremo que se manifiesta en belleza y armonía. Pasando de la belleza natural a la belleza artística, podrá remontarse en alas de la imaginación para contemplar las obras maestras del arte humano que frisan con el reino divino, pues los materiales en mano del artista son los divinos poderes de la naturaleza. Así, en música, las potentes combinaciones del sonido reflejan en múltiples matices las arquetípicas fuerzas de la naturaleza, que dimanan de las flamígeras huestes de los Gandharvas, para revelar al hombre el poder de la Palabra oculta y elevarlo una vez más al reino de su divina herencia. Toda humana relación de amor y ternura tiene su fuente en el compasivo Amor del Supremo. A los ojos del espíritu, la belleza de la mujer no despierta deseos carnales, sino más bien causa respeto como hija de Dios y manifestación de Su 12 Belleza suprema. En verdad, sólo existe en el universo un amor, dado por el divino Padre en custodia a Sus criaturas. Es la fuerza primaria, que en su elemental aspecto creador produce multiplicidad de formas, y en su aspecto superior atrae recíprocamente a las almas a la unidad de Vida. CONTEMPLACIÓN. El neófito que se dedique a las meditaciones que hemos descrito, las considerará al principio como simples ejercicios intelectuales más o menos interesantes según su temperamento y capaces de despertarle cierto grado de emotividad. Pero a medida que persevere en sus esfuerzos y perciba más definidamente la belleza de los altos conceptos que considere, adquirirá poco a poco aquella experiencia espiritual que salva el abismo entre el erudito y el sabio. Entonces disfrutará, en cierto grado, la interna paz y exaltación del alma de que habla San Alfonso de Ligorio cuando define la meditación diciendo que es ‘La hoguera bendita en donde las almas se inflaman de amor divino’. Porque la meditación armoniza los cuerpos en los cuales actuamos y permite que la luz del espíritu brille e ilumine los sombríos repliegues de nuestra conciencia vigílica. Calma la inquietud de nuestra personalidad (el ánimo, las emociones y la incesante actividad cerebral); y, por la vibración sincrónica de los cuerpos inferiores con los superiores, consigue que el Ego influya en la personalidad. A medida que se acrecienta la experiencia espiritual del estudiante, percibe en su interior nuevos estados de conciencia. Firme por la aspiración en su ideal, muy luego advertirá la influencia de este ideal que sobre él irradia, y si entonces hace un supremo esfuerzo para alcanzar el objeto de su devoción, se abrirán ante él, por breve momento, las compuertas del cielo y se sentirá identificado con el ideal y henchida su alma con la gloria de su realización. Estos son los grados de la contemplación y de la unión. La contemplación nos eleva cuando trascendemos las imágenes formales de la mente. La unión es el logro de aquel éxtasis espiritual cuando se han cerrado los límites de la personalidad y se ha desvanecido toda separatividad en la unión perfecta del objeto con el sujeto que anhelaba lograrlo. Sería vano detenernos en describir con más pormenores esta clase de experiencias porque trascienden al léxico humano. Las palabras son simplemente mojones que señalan el camino de inefable gloria para que el peregrino sepa hacia dónde dirigir sus pasos. 13 II EN BUSCA DEL MAESTRO Las meditaciones que acabamos de bosquejar serán una base sólida para el neófito, y si prosigue en ellas concienzudamente, le prometen muy buenos resultados, cuyo valor dependerá naturalmente del individuo. Cabe acelerar el incremento de la vida interna, de la experiencia espiritual, aprovechando ciertas oportunidades que se le presentan al teósofo. Ningún estudiante sincero podrá ser por mucho tiempo miembro de la sociedad Teosófica sin comprender que la piedra angular de nuestro edificio espiritual son los Maestros, y que Su poder es realmente la sangre viva de la Sociedad. Se nos ha dicho que los Hermanos de la gran Logia Blanca fundaron la Sociedad Teosófica para que, en cierto modo, fuese Su instrumento en el mundo. Si esto es así, las oportunidades que se ofrezcan al miembro de la S.T. han de ser trascendentalmente maravillosas. Al neófito le incumbe convencerse de ello por sí mismo, como otros se convencieron antes que él. Según la doctora Besant, un Maestro ha dicho que la persona que ingresa en la S.T. se une a los Maestros por un tenue hilo de vida que es la línea de relación magnética con el Maestro; y con su vehemente esfuerzo, devoción y abnegado 14 servicio, puede el estudiante fortalecerlo hasta que se convierta en rayo de vívida luz. Los Maestros aceptan como discípulos a los individuos que reúnen las cualidades necesarias; pero no ha de desanimarse el estudiante fervoroso si solamente unos pocos obtienen este excepcional privilegio, porque el Maestro se interesa por muchos que aún distan del grado de discípulo, y les ayuda, en algunas ocasiones, ya sea de una manera general o con atención particular. Podemos afirmar que la fuerza de los Maestros ejerce una presión constante sobre la S.T., de suerte que los miembros anhelosos de abrirse a ella puedan llegar a ser canales por los que fluya esta fuerza, capacitándolos para realizar en Su Nombre obras superiores a las que les cupiera cumplir individualmente. El miembro sincero de la S.T., que se halle bien compenetrado de lo precedente, probablemente deseará alcanzar al Maestro como el más alto ideal que pueda concebir con su aspiración espiritual. ¿Cómo emprenderá esta carrera? Se requiere ante todo un servicio fidelísimo, tanto en su vida diaria como en la Sociedad, la cual es instrumento físico de los Maestros. Admitido esto (volveremos después sobre este asunto), ¿cómo actuará? El paso siguiente depende de su temperamento. Cuando medite, puede imaginar al Hombre Ideal, y sintetizar en él las cualidades que desea establecer en su naturaleza, procurando cumplir todas las acciones en Su Nombre y por amor a la humanidad. Otros pueden escoger un método más concreto y tratar de elevarse hasta los grandes Seres por mediación de sus discípulos en el mundo externo. Escoger, por ejemplo, a quienes aparecen como los jefes reconocidos universalmente del movimiento teosófico, y que para muchos representan a los Maestros que amparan a la Sociedad y son para ella los canales por donde derraman Su poderosa influencia. Es cierto que a algunos les repugna la devoción y culto a las personas. Tal repugnancia proviene, con demasiada frecuencia, de esperanzas frustradas en el pasado y, en otros casos, procede del temperamento del individuo. En general, el instrumento humano adolece de muchas imperfecciones y el estudiante no debe ciertamente emularlas ni tampoco permitir que lo alteren, porque ¿no reverencia en cada hombre lo que en él existe de ideal? “¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros? (Corintios 6:19). 15 Las características que admiramos en un hombre son reflejo de la luz divina que brilla por su medio, y este sentimiento de admiración es la íntima correspondencia con el ideal percibido en otro ser. Por lo tanto debemos esforzarnos en no prestar atención a los defectos de los demás, y, sin incurrir en la exageración ridícula de alzarlos sobre un pedestal, agradecer las vislumbres de la luz divina que nos revelan. La ventaja de este método para llegar hasta el Maestro consiste en que presenta al estudiante un ideal definido y tangible, siempre a su alcance. Muchos son los que sienten repercutir en su vida el grito de Lamartine sobre la necesidad de un Dios personal que esté a su vera; de un Dios cuyos brazos abarquen la humanidad doliente y cuyos pies puedan besar los pecadores arrepentidos. El mismo pensamiento, aunque en distinto sentido, expresa el conocido texto, “Pues el que no ama a su hermano a quien ha visto, ¿cómo podrá amar a Dios a quien no ha visto”. (I Juan, 4:20). El discípulo aceptado y, más aún, el vencedor que franquea el portal de la iniciación, es un canal de la influencia del Maestro. Por su medio podemos alcanzarle. El Maestro asume una definida responsabilidad con respecto a su discípulo, quien es en el mundo un jalón de Su obra, y, por tanto, todo servicio que el discípulo preste, lo presta asimismo al Maestro, aunque no trascienda los límites de la sencillez y facilidad de su tarea o procure su comodidad material, dejando aparte cosas de mayor importancia. El estudiante de corazón resuelto que seriamente dirige su atención hacia el fin que persigue, comprenderá el alcance de estas palabras. Hay mil maneras, por ejemplo, de ponerse en contacto directo con la Presidenta de la S.T. Puede hacer vibrar su mente sincrónicamente con la de ella por medio de sus libros, escritos o conferencias. Su fotografía será muy útil para llegar hasta ella en su meditación. Convendrá que cada día reproduzca mentalmente su imagen a intervalos regulares, y que le mande pensamientos de amor, devoción, gratitud y fortaleza. En dos puntos ha de proceder con escrupulosa precaución: 1) En mantener su mente pura y elevada, y evitar, cuando se dirija a la Presidenta, todo pensamiento mundano. A este objeto consagrará algunos minutos a un trabajo preliminar de ‘armonización’ o de purificación. 2) En no abrigar en su corazón ningún deseo egoísta de ayuda, beneficio o favor como recompensa. Esta actitud es de gran importancia en la meditación, 16 pues el que tiende a aproximarse a su ideal con algún sentimiento de posesión, con la esperanza semiconsciente de gratificación personal, con anhelo de poderío o cualquier otro fin egoísta, no verá nunca coronados sus esfuerzos con el éxito. Es indispensable un acto de pura y desinteresada aspiración, el anhelo de ascender sin otro propósito que el de entregarse al objeto de su adoración. El pensamiento del estudiante no puede obrar en un plano más elevado ni abrir su ser a la luz de una influencia superior, hasta que se despoje de toda sombra de egoísmo personal. Los esfuerzos realizados en este sentido conducen al éxito, pues la ley es infalible, y si cuanto más cerca nos hallamos del ideal más intenso es el entusiasmo, también el resultado será proporcionalmente mayor. Si el estudiante mantiene con toda pureza su propósito y no aparta de la mente el pensamiento en el Maestro, llegará el día en que le parezca que la influencia recibida no emana directamente de la persona que encarna su ideal, sino que por conducto de ella la recibe, y así podrá elevarse gradualmente hasta percibir por sí mismo la presencia del Maestro. Puede suceder que en una conferencia o en una reunión devocional o en una ceremonia, perciba una Presencia superior a la del cuerpo físico, porque los Maestros se complacen a menudo en bendecir personalmente las reuniones de miembros fervorosos. El estudiante se dará cuenta entonces de que si al principio los Maestros eran para él tan sólo un concepto intelectual, una necesidad lógica en su sistema filosófico, gradualmente y en la medida que sus cuerpos se hagan más sensibles a las influencias superiores, los Maestros serán una vívida realidad reconocida por el entendimiento y sentida por el corazón. CONSTRUCCIÓN DEL CARÁCTER Dedicaremos pocas palabras a esta fase de la meditación, porque ya queda incluida en lo expuesto hasta aquí. La meditación sobre una virtud conduce gradualmente al hombre a poseerla. Por medio de la meditación se condicionan deliberadamente los cuerpos para vibrar en respuesta al pensamiento en la virtud escogida y contraer el hábito de correspondencia, porque cada vez que se repite un pensamiento es más fácil reiterarlo. Una escritura hinduista dice muy 17 bellamente: “El hombre se convierte en lo que piensa; por tanto pensad en lo Eterno”. Debe utilizarse especialmente la imaginación acompañada de vigorosos esfuerzos en la práctica de la virtud deseada. Si un estudiante se encuentra, por ejemplo, falto de valor, ha de imaginarse colocado en circunstancias que requieran el despliegue de dicha virtud e imaginar un desenlace exitoso. Y como la vida ordinaria le deparará muchas ocasiones de mostrar una actitud valerosa, el sentimiento del valor arraigará prontamente en su ánimo y, con un leve esfuerzo en la práctica, remediará muy pronto el defecto original. Conviene que el estudiante escoja distintas virtudes como objeto de meditación, a fin de que el ejercicio de la mente y el poder de la facultad imaginativa le capaciten para sentirlas a voluntad. En la lucha que sostenga consigo mismo para desarraigar sus defectos, le será muy útil al estudiante la autosugestión. El hábito de estar pensando siempre en los propios defectos es muy nocivo para la mente, porque intensifica la morbosidad y el abatimiento, lo cual constituye una especie de muro que intercepta las influencias espirituales. Desde el punto de vista práctico es mejor inhibirse, en cuanto sea posible, de pensar en los defectos del carácter, y concentrar la aspiración única en dirigir los esfuerzos hacia la obtención de las virtudes opuestas. El conocido escritor y predicador Wilberforce ha expuesto vigorosamente esta verdad: “Recordad que no podéis ver al mismo tiempo el anverso y el reverso de una moneda”. Cuando estés abatido por las excitaciones de la naturaleza animal y profundamente disgustado contigo mismo, el más noble ejercicio para tu facultad mental es el de obligarte a invertir la moneda de tu ser y pensar intensamente en el lado opuesto. Di entonces: “Yo soy del Señor... Mi verdadero Ego es Su Espíritu divino”. El buen éxito de la vida espiritual se logra más fácilmente por el conocimiento y apreciación de las cosas superiores que por la lucha con la naturaleza inferior. Cuando hayamos sentido la felicidad y alegría de la vida superior, palidecerán por contraste y perderán su atractivo los deseos inferiores. Un insigne instructor dijo que el más eficaz arrepentimiento después de una caída es mirar hacia adelante con valor y esperanza y el firme propósito de no reincidir en la transgresión. 18 III AUXILIOS FÍSICOS EN LA MEDITACIÓN Aunque lo más importante en la meditación es dirigir la voluntad, el pensamiento y el sentimiento, no podemos prescindir del cuerpo físico denso, y, por este motivo, no estarán de más algunas indicaciones relativas a la actuación en el plano físico, pues le son indispensables al estudiante que ya versado en la teoría, emprende la práctica de la meditación. POSICIÓN Así como los pensamientos y emociones se manifiestan por actos y movimientos especiales del cuerpo, así también ciertas actitudes del cuerpo tienden a inducir determinados estados mentales y emotivos y ayudan al estudiante a establecerlos. Es cuestión de armonizar el cuerpo físico con los 19 cuerpos superiores y con la actuación en él de las fuerzas exteriores de la naturaleza. Al empezar la meditación el estudiante escogerá entre las dos siguientes posiciones, recomendadas por personas competentes en este asunto: 1. Sentarse con el busto erguido en una silla cómoda cuyo respaldo no se incline hacia atrás. Las manos reposarán cruzadas o sin cruzar sobre el regazo, ligeramente apoyadas en las rodillas; los pies estarán juntos o el derecho cruzará sobre el izquierdo. La posición ha de ser natural. La cabeza no se apoyará sobre el pecho, sino se mantendrá derecha. Los ojos y la boca cerrados y la columna vertebral, de la que se escapa gran fluido magnético, en posición vertical. 2. La segunda posición es la denominada ‘flor de loto’ en Hatha Yoga. Consiste en sentarse en el suelo o sobre una silla con las piernas cruzadas al estilo oriental. Los expertos en la meditación recomiendan que se junten las extremidades del cuerpo a fin de impedir que el magnetismo, fenómeno natural, se escape por las puntas de los dedos de las manos y de los pies. Esta posición es muy incómoda para la mayoría de los occidentales, pero en Oriente es la manera más natural de sentarse. De Oriente proviene la enseñanza del yoga. La escritora A. Ames ha dicho que “las dificultades iniciales son muchas y las aumentan considerablemente los que creen necesario adoptar las fantásticas posiciones orientales, que atormentan al cuerpo no acostumbrado, el cual ha de reposar en un estado de comodidad y quietud con el fin de ignorar hasta su existencia.” La posición que no debe adoptarse, salvo en casos excepcionales, porque provoca sueño, es la acostada. Además, si la circulación de la sangre es lenta, el cerebro no responde simpáticamente a las elevadas vibraciones de los cuerpos superfísicos, y, por este motivo, se recomienda una ducha fría o un paseo rápido antes de la práctica matinal. LA RESPIRACIÓN Y OTROS PORMENORES Las posiciones que se acaban de recomendar no solamente permiten sino que provocan la respiración abdominal completa, tal como la practican los cantantes entrenados. Existe una relación íntima entre la meditación profunda y la respiración. Con este ejercicio vemos que a medida que el cuerpo se armoniza 20 por medio de la meditación, la respiración es más regular, profunda y rítmica, hasta que adquiere gradualmente una lentitud y una calma que la hacen casi imperceptible. En el Hatha Yoga se ha invertido el proceso, pues por medio de la respiración se procura primero armonizar metódicamente las funciones del cuerpo, y después la actividad de la mente. Sin embargo, el estudiante ha de precaverse contra la práctica excesiva de estos ejercicios respiratorios, ampliamente preconizados en las actuales publicaciones sobre Yoga. Conviene advertir que en la cultura síquica siempre es más peligroso actuar de ‘abajo’ a ‘arriba’, o sea, juguetear con el cuerpo físico, que asimilar la profunda enseñanza de H.P.B. en ‘La Voz del Silencio’ que dice: “La mente es el gran destructor de lo real; destruya el discípulo al destructor.” Aconsejamos al estudiante que se ejercite en el dominio del pensamiento según las enseñanzas del Raja Yoga, dejando que los esfuerzos realizados en la meditación surtan los efectos naturales en el desenvolvimiento de su cuerpo físico y de sus órganos síquicos. Algunos de estos ejercicios respiratorios son en extremo peligrosos y acarrean resultados desastrosos. Sin embargo nada se opone a la simple respiración profunda si el corazón y los pulmones no se fatigan y si no se concentra el pensamiento en los diferentes centros del cuerpo. El estudiante facilitará su trabajo quemando un poco de incienso que purifica la ‘atmósfera’ desde el punto de vista oculto. Rodéese de cuadros hermosos, flores y otras cosas que eleven su mente y sus sentimientos. Conviene que observe ciertas restricciones dietéticas compatibles con su salud, hasta la supresión total del alcohol y de la carne. El alcohol ingerido cuando se practica la meditación intensa, puede provocar inflamaciones en el cerebro. Esta cuestión está ampliamente tratada en la literatura teosófica. LAS HORAS ELEGIDAS No podemos descuidar tampoco la cuestión del tiempo. Es conveniente, aunque no indispensable, mantener con regularidad las horas elegidas. Muchas de las dificultades iniciales provienen de la conciencia automática de los cuerpos (llamada a veces ‘elementales’ de los cuerpos). Este automatismo ciego, pero a menudo muy poderoso, se opone instintivamente a todos los Ver ‘El Hombre y sus Cuerpos’ de Annie Besant, ‘Vislumbres de Ocultismo’ de C.W. Leadbeater, y ‘El Cuerpo Astral’ de A. Powell. 21 intentos realizados para adquirir nuevas costumbres. Los tres períodos del día, que la Masonería considera simbólicos, en los que verdaderamente existe gran magnetismo, son el alba, el cenit y el ocaso. Estas fueron las horas predilectas de los antiguos místicos, aunque en la actualidad deberían adaptase a las condiciones de la vida ‘civilizada’ moderna. Además es útil que durante el día la mente se concentre en la idea de que somos el Ser espiritual. Esta práctica conduce a lo que en la teología mística cristiana se llama ‘entrar en sí mismo’, y éste es justamente el objetivo del estudiante: acostumbrar a la mente a emitir de manera automática pensamientos espirituales. No conviene meditar inmediatamente después de las comidas o en altas horas de la noche. En el primer caso, el proceso mental aleja la sangre de las funciones digestivas; en el segundo, los cuerpos se hallan fatigados, el doble etéreo se desplaza fácilmente, y se halla en actividad la influencia negativa de la luna, todo lo cual nos expone a resultados desagradables. DESENVOLVIMIENTO SÍQUICO POSITIVO El sistema de meditación que acabamos de exponer tiene por fin el desenvolvimiento espiritual, mental y ético, así como el dominio de la mente y de las emociones. No es nuestra intención ayudar al crecimiento de las facultades síquicas de ‘abajo’ a ‘arriba’, pero su resultado natural puede ser el despertar de la intuición en las personas suficientemente sensitivas, que se manifestará por el aumento de la sensibilidad a la influencia de personas y lugares; por el recuerdo fragmentario de lo experimentado en el plano astral o emocional durante el sueño; por una mayor susceptibilidad en percibir la dirección del ego; por el poder de notar la influencia de los Maestros y de personas de alta espiritualidad, etc. El estudiante que adopte los métodos bosquejados aquí debe evitar cuidadosamente el desenvolvimiento de la mediumnidad pasiva bajo la supuesta guía de los espíritus por medio de procedimientos negativos de meditación, pues, cualesquiera que sean los méritos del espiritismo, los dos sistemas son incompatibles. Por ejemplo, algunos libros de Occidente que se ocupan de yoga le dicen al estudiante que empiece la meditación entornando los ojos hacia arriba y conservándolos así fijamente. El efecto es la restricción del mecanismo visual, con lo que se afecta algún tanto el cerebro; de esto proviene el estado negativo de autohipnosis, e incluso puede sobrevenir un semiéxtasis 22 acompañado de algunas manifestaciones síquicas. obtienen con el uso de un cristal. Resultados análogos se Algunos autores desorientan al estudiante cuando dicen que se abra a las influencias espirituales y al mismo tiempo que sea positivo. Esta dificultad dimana de la confusión de grados o etapas. El esfuerzo positivo es necesario como preliminar; la pasividad viene después. La intensidad positiva del esfuerzo eleva la conciencia hasta permitirle manifestarse en el nivel superior de sus vehículos, o, dicho de otro modo, armonizarlos en relación sincrónica para que la influencia superior obre sobre ellos. Solamente entonces puede disminuir el esfuerzo de realizar la paz así obtenida. Sin embargo, la frase ‘abrirse a las influencias espirituales’, no significa aquí otra cosa que el mantenerse en verdadera quietud en un elevado nivel espiritual. El autor de estas líneas ha oído hablar de un símil muy bien ilustrado por Monseñor Robert Hugh Benson. Es la imagen de una gaviota que lucha contra la galerna. A los ojos del espectador el pájaro parece pasivo e inmóvil, y sin embargo está realizando un poderoso esfuerzo que mantiene sin decaimiento con sus alas y pecho. Huelga decir que median años de lucha persistente entre este sosiego y la actitud de ciertos individuos que creen hollar elevadas cimas permaneciendo en una cama tibia y blanda o en un baño atemperado. Estas personas confunden la meditación con una simple atenuación cerebral durante la cual el pensamiento vaga sobre un objeto agradable y consolador. ¡Así no se conquista por la fuerza el reino de los cielos! La verdadera meditación se logra con arduo esfuerzo, no con la sensación de un bienestar resultante de la semisomnolencia del confort corporal. Es natural que quienes dejen vagar sus pensamientos no encuentren dificultad en consagrar a ellos impunemente tanto tiempo como les plazca; pero el individuo que pretende una verdadera concentración, al principio no podrá excederse, so pena de una fatiga cerebral, de cinco a diez minutos. Gradualmente aumentará este intervalo a quince, veinte o treinta minutos. REPOSO El estudiante hará muy bien en recordar que el objetivo de la concentración de la mente no es producir tensión en los músculos corporales. La costumbre de fruncir el entrecejo es prueba de este automatismo corporal. La tensión de los 23 músculos, además de ocasionar gran fatiga, es un obstáculo para recibir las fuerzas espirituales. Así, pues, el estudiante, periódicamente en su meditación y durante su vida diaria, debe dirigir la atención hacia su cuerpo y ‘dejarlo’ deliberadamente en reposo. Los individuos de temperamento fuerte encuentran a veces gran dificultad en expresarse verbalmente o por escrito debido a la costumbre de producir en el cerebro una presión excesiva y súbita. Deben aprender a que se ‘cargue’ gradualmente, como diría un electricista. Unos momentos de completo reposo les libraría de esta dificultad. En caso parecido se encuentra el conferenciante que sufre de fatiga cerebral y de pronto pierde la ilación de sus ideas o no encuentra la palabra precisa. Es mejor ‘tranquilizarse’ y descansar momentáneamente que esforzarse en recordar, porque este esfuerzo acrecienta la tensión del cerebro. El estudiante no ha de olvidar que la concentración no es un esfuerzo físico. Cuando la mente está atenta en un pensamiento se concentra en él. Es difícil expresar en palabras, lo que después de todo ha de comprenderse por propia observación, que la concentración no consiste tanto en obligar a la mente a que persista en determinada idea como conseguir que permanezca tranquilamente en ella, en perfecto silencio y quietud. Además, ha de tener presente, y esto es muy importante, que no es el cerebro sino el cuerpo mental la morada del pensamiento, y que, a pesar de que en las etapas iniciales el esfuerzo parece encaminarse a calmar el cerebro, la concentración concierne realmente al cuerpo mental. EL SENDERO DEL SERVICIO El estudiante de Teosofía ha de tener muy presente que el ‘recto motivo’ es de importancia primordial en todo lo que se proponga realizar, y que tan solo con una finalidad altruista y un sincero deseo de beneficiar a sus semejantes podrá llegar hasta los Maestros. No es necesario que desde las primeras etapas esté inflamado por un intenso amor a la humanidad en conjunto; basta que busque la acción altruista con respecto a los que le rodean, pues si persevera en esta actitud no tardará en ser más sensible al grito de la humanidad doliente en su aspecto colectivo. 24 No obstante conviene que el estudiante de Teosofía que despierta a la vida espiritual comprenda que la meditación y el servicio son complementarios, y que, combinándolos, obtendrá mejores resultados. No pertenecemos a la Sociedad Teosófica únicamente por el beneficio que de ella podemos obtener, sino porque las enseñanzas de la Sabiduría eterna han penetrado en lo más hondo de nuestros corazones y modelan de nuevo nuestras vidas. El objetivo del hombre espiritual es darse incondicionalmente a los demás, en lugar de pedir para sí mismo; sólo en esto se halla la verdadera felicidad. En consecuencia debiéramos estar preguntándonos siempre, ¿qué puedo hacer para ayudar? El recién ingresado a la S.T. debe tener en cuenta que la vida le depara innumerables oportunidades de servicio, y que su progreso depende del uso que hace de ellas de acuerdo con sus aptitudes. Los menudos servicios cumplidos con esmero reportan mejores resultados que ambiciosas empresas realizadas descuidadamente. El estudiante que se halla en vía de progreso es el que se dedica con fervor a trabajos humildes; el que está dispuesto a limpiar las ventanas, encender el fuego en el local de la logia, a cumplir con los ínfimos deberes en las reuniones; el que asiste a ellas regular y puntualmente; el que cumple a cabalidad cualesquiera otras tareas a que se haya comprometido para adiestrarse para servir; el que se prepara para ser conferenciante y difundir así las ideas teosóficas. No es necesario insistir sobre este particular; una simple insinuación será suficiente para el estudiante sincero. La parábola de los talentos se aplica particularmente a la obra teosófica. A lo largo de estos senderos de servicio se descubrirá la vía que conduce a los Maestros. El servicio, llevado a cabo alegremente, debe ser el santo y seña del aspirante, porque en el goce de satisfacer las necesidades de los demás aprende a olvidarse de sí mismo y de su propio progreso. El estudiante debe procurar cumplir todo acto de servicio en nombre del Maestro; debe trabajar con perseverancia y asiduidad hasta el día en que conozca al Maestro cara a cara, y en lo más íntimo de su alma, ofrecerse en grata renuncia a su Señor. Nadie imagine que la relación entre el Maestro y el candidato tiene un carácter coercitivo o que la individualidad de éste ha de doblegarse a la poderosa individualidad de Aquel; por el contrario, la influencia del Maestro no procede de una fuerza hipnótica externa, sino de una inefable y maravillosa iluminación interna, tanto más irresistible porque nace en las profundidades del ser y vibra en perfecto acorde con la más elevada aspiración del discípulo y como 25 revelación de su propia naturaleza espiritual. El Maestro es, en colmada medida, un canal de la Vida Divina que, al efundirse, pone en acción la simiente de la Divinidad que mora en el discípulo. El estudiante que se inspire en los estudios científicos, descubrirá una sugestiva analogía en los fenómenos eléctricos de inducción, porque es, en efecto, a causa de la identidad de la naturaleza entre el Maestro y el candidato, que el primero estimula en sumo grado las más bellas y nobles cualidades del segundo. El amor del Maestro por el discípulo puede compararse al rayo de sol que, con la brisa fresca de la mañana, abre la flor del loto, y podemos asegurar que una simple sonrisa del Maestro suscita inmediatamente, en retorno, una tan viva efusión de amor por parte del discípulo que, de otro modo, para lograrla, se necesitarían meses de meditación filosófica sobre la virtud del Amor. Ojalá que estas leves sugerencias sobre la meditación conduzcan al conocimiento de los grandes Instructores y encaminen hacia el servicio de la humanidad en Su nombre. ¡Que el Señor avive en nosotros el fuego de Su amor y la llama de sempiterna caridad! Ob.Wedgwood Meditación Para Principiantes 26 Sociedad Teosófica en Colombia 27 Sociedad Teosófica en Colombia Carrera 6 No.56-40, Bogotá, Colombia Teléfono 310 45 19, FAX 235 66 35