EXPOSICION DEL PRESIDENTE DEL PODER JUDICIAL, DOCTOR HUGO SIVINA HURTADO, EN EL ALMUERZO MENSUAL DE LA “CAMARA DE COMERCIO PERUANO AMERICANA” (AM - CHAM PERU) (Lima, martes 30 de setiembre de 2003) Quiero agradecer la invitación de la Cámara de Comercio Peruano-Americana (AMCHAM-PERU) para asistir como expositor en uno de sus ya tradicionales almuerzos mensuales, y brindar algunas ideas sobre el proceso de “refundación” del Poder Judicial y su repercusión en las tareas del empresariado del Perú. No sólo porque este evento constituye una magnífica oportunidad para intercambiar puntos de vista en torno a temas de la actualidad nacional, sino porque es la primera vez –hasta donde llega mi memoria- que el Presidente del Poder Judicial se dirige a esta comunidad de negocios para hablar de la empresa y de la importancia que tiene para el desarrollo del país. En reuniones anteriores de seguro, han sabido escuchar a economistas y empresarios nacionales y extranjeros. También a Ministros de Estado. Igualmente al Presidente del Poder Legislativo y, tengo entendido el mes pasado, al señor Presidente de la República. Sólo faltaba a mi parecer al que representa a este Poder del Estado que es el que habla en este momento. Estoy seguro que en aquellas reuniones se abordaron diversos aspectos sobre economía, su desarrollo sobre las inversiones, la competitividad, el clima de negocios y otros temas que son de particular interés para todos ustedes. Por ello se preguntarán ¿Qué es lo que puede decir el Presidente del Poder Judicial sobre estos asuntos? ¿Qué cosa tiene en común el Poder Judicial con el empresariado? Pues resulta que tenemos más en común de lo que se evidencia a primera vista. Antiguamente, la palabra “empresario” tuvo un significado ligeramente distinto. Las grandes “empresas” eran monumentales viajes y portentosas travesías. Por “empresarios” se entendía a los valientes y aventureros exploradores que descubrían nuevas tierras y abrían nuevas rutas comerciales. Los fenicios, Marco Polo y Colón, fueron los grandes “empresarios” de nuestro pasado. Ellos dejaron huella en la historia por los retos que enfrentaron y por la admirable audacia y tenacidad que supieron demostrar. Actualmente, las circunstancias han variado, pero la esencia del empresario sigue siendo la misma. En un mundo de cambios vertiginosos, los empresarios del presente desarrollan industrias, descubren mercados y afrontan inimaginables retos comerciales, aportando con ello innovación, crecimiento y desarrollo. Como en los tiempos de los fenicios, de Marco Polo y de Colón, hoy en día sólo triunfan los más ingeniosos y los que no se amilanan con la adversidad. En ese sentido, puedo decirles ambos tenemos algo en común. Tengo enfrente un reto enorme: la refundación de uno de los pilares de la democracia y del desarrollo económico, que es el Poder Judicial. Al igual que ustedes en el diario quehacer, tengo la responsabilidad de liderar una gran empresa, que únicamente podrá tener éxito si se lleva a cabo con la tenacidad, ingenio y creatividad que, es lo que caracteriza a toda actividad emprendedora. De allí que tenemos tanto en común y tanto que aprender los aquí presentes. Por ello, es que he venido a compartir con ustedes lo que pienso sobre la relación entre el Poder Judicial y el empresariado. Debemos partir de la premisa que vivimos en un mundo globalizado. La globalización consiste en la paulatina desaparición de fronteras en lo cultural, lo ideológico, así como en el desmantelamiento de las barreras al comercio. Ella brinda a los empresarios la posibilidad de invertir y hacer negocios; y a los ciudadanos les permite mejorar sus niveles de vida. Las oportunidades de desarrollo se multiplican, teniendo como límite principal la capacidad de inventiva de los empresarios. Comprenderán que en este momento no es necesario pronunciarnos sobre si estamos o no de acuerdo con la globalización. El hecho concreto es que vivimos inmersos en ella y que debemos aprovechar las oportunidades que nos ofrece para nuestro desarrollo integral como seres humanos. A pesar de ello, las oportunidades que brinda la globalización distan mucho de ser ilimitadas. Éstas serán aprovechadas sólo por los países que ofrezcan ventajas competitivas a los empresarios que deseen invertir en ellos. Y, sin duda alguna, la ventaja competitiva que prefieren los empresarios, y ustedes lo saben perfectamente, consiste en que exista un clima de seguridad jurídica y de reglas de juego claras en materia económica, que no sólo la conforman las normas que se promulguen sino, principalmente, la manera en que éstas son interpretadas en casos concretos. Lamentablemente, ello no ha sido la regla en América Latina. Los Poderes Ejecutivos se han caracterizado por la inestabilidad que acompaña a los golpes de Estado. Los Poderes Legislativos, por su parte, tienden a ser impredecibles y, en ocasiones, estar preocupados por el corto plazo o la política de nivel partidario. El gran error de nuestros países ha consistido en no haber sabido capitalizar el principal mecanismo de seguridad jurídica que, históricamente, ha atemperado los vaivenes políticos de dichos Poderes. No se ha entendido que la construcción de un Poder Judicial sólido, predecible e independiente constituye una pieza clave en el desarrollo de las naciones. Como ustedes saben, todo negocio supone riesgos. Muchos de ellos son aleatorios y escapan de nuestro control. Otros, sin embargo, dependen del funcionamiento de las instituciones y de la voluntad de los individuos. Por ejemplo, el riesgo de que una de las partes incumpla un contrato, o el riesgo de que quienes detentan el poder afecten cualesquier derecho ciudadanos, incluyendo el de propiedad. Estos riesgos encarecen las actividades de comercio. En esa medida, no son más que costos de transacción para los agentes económicos; costos que espantan las inversiones y la contratación, reduciendo así la actividad económica y, en consecuencia, el desarrollo y el bienestar de nuestro país. Hay algunos ejemplos de incidencia de estos costos de transacción desde la óptica del sistema de justicia : Cuando una hipoteca o cualquier otra garantía se ejecuta de manera razonablemente rápida y, en general, cuando el costo y el tiempo para cobrar una deuda cualquiera es expeditivo, predecible y eficiente, el sistema de crédito funciona mejor. Por lo tanto, habrá más empresas dispuestas a conceder créditos y a menores tasas de interés. Ello generará un aumento en el flujo de capital y beneficiará el crecimiento de los mercados. Cuando los costos y los tiempos que toma demandar judicialmente al responsable de un siniestro son razonablemente reducidos, el costo de los seguros será menor, además de que tendrá efectos positivos en el manejo de inventarios, en el costo de transporte de mercancías y en la adquisición de cualquier activo. En suma, se reducirán los costos de la actividad económica. Cuando existe un sistema de administración de justicia eficiente, los incentivos para cumplir los contratos son mayores, en la medida que el incumplimiento será sancionado rápidamente, y el costo del proceso lo asumirá quien incumple. Si notamos que casi todos los compromisos de negocios y comerciales son de alguna manera un "contrato", basados en la confianza de los agentes económicos entre sí, la eventual intervención del Poder Judicial bajo este signo de confianza los hace más dinámicos y fluidos. El factor confianza en los negocios, como todos los empresarios lo saben, es, como pocos, un factor capaz de generar crecimientos exponenciales en la economía. Una administración de justicia eficiente también coadyuva a la reducción de los índices de delincuencia y al aumento de la seguridad ciudadana. También permite disminuir drásticamente distorsiones económicas derivadas de la comisión de delitos, como el contrabando, la falsificación, la piratería, y otras formas de afectación de la propiedad. No quiero dejar de referirme a la importancia de los grandes temas del sistema económico de libre mercado con función social que se enmarcan dentro del principio de la libre iniciativa privada que consagra nuestra Constitución Política. En efecto, la propiedad intelectual, la libre y leal competencia, la protección de los consumidores, los temas tributarios, los temas regulatorios en materia de telecomunicaciones, energía y transportes, son aspectos que, en algún momento, pueden ser objeto de una controversia judicial. En todos estos casos, debemos contar con un Poder Judicial capacitado para enfrentar con solvencia moral y técnica estas controversias, puesto que las consecuencias de una buena o mala decisión judicial repercutirá en la sociedad en su conjunto. Como pueden apreciar, tenemos una gran responsabilidad. En los países desarrollados el Poder Judicial cumple también una función de reductor de riesgos y costos empresariales. Un Poder Judicial predecible y eficiente garantiza la estabilidad en las reglas de juego constitucionales, defiende al inversionista de las eventuales arbitrariedades del gobierno, y actúa protagónicamente por el efectivo cumplimiento de los contratos. Convertir al Poder Judicial en este generador de predictibilidad y seguridad jurídica es la enorme empresa que nos hemos impuesto desde el mismo día en que asumí la Presidencia. És una empresa que esperamos hacerla exitosa, aprendiendo de la audacia y tenacidad que caracteriza a todos los buenos emprendedores, como ustedes. Empero, como todo buen empresario, en este reto también hay que ser cautos y realistas. Hay que tener en cuenta que necesitamos de medidas provisionales y pasajeras sólo en la medida que sirvan para iniciar el cambio; pero luego necesitamos implementar el cambio radical e integral: que hemos denominado “refundación” del Poder Judicial. Hace unos meses con ocasión del Día del Juez hice alusión a los tres principios que orientan el proceso de refundación con el que estamos comprometidos. Estos son: Independencia.- por el cual enfatizamos nuestra posición inquebrantable de salvaguardar la autonomía institucional e independencia de los jueces en el ejercicio de la función jurisdiccional; Eficiencia.- principio por el cual, particularmente en la inminente jurisdicción comercial, nos encaminarnos hacia la modernización administrativa y del despacho judicial, logrando los objetivos institucionales propuestos, dentro de un costo razonable en su implementación. Transparencia.- que nos compromete a la lucha contra la corrupción judicial, cuya preocupante dimensión es una responsabilidad compartida entre los agentes particulares y la judicatura. Como es ampliamente conocido, en una primera etapa, el cambio se inició a través de la creación e instalación de la Comisión de Magistrados para la Reestructuración de este Poder del Estado, que tuvo como misión implícita iniciar este proceso de reestructuración. Dentro de los muchos temas trabajados por la Comisión, me parece que es de especial relevancia el desarrollo de los juzgados y sala superior en materia comercial, y la corresponsabilidad de los funcionarios judiciales y los empresarios, éstos últimos como parte de la sociedad civil, en tolerar la corrupción y en afinar políticas anticorrupción. Es en el marco del Acuerdo Nacional por la Justicia, movimiento destinado a impulsar una coalición nacional que genere consenso de todos los sectores en pro de una justicia legítima, eficiente y democrática, y en donde participarán representantes de la CONFIEP y de la Sociedad Nacional de Industrias, donde será factible planificar e impulsar de manera coordinada este proceso de cambio de la impartición de justicia. Esta refundación, no obstante, requiere de recursos con los que no contamos y por un tiempo que no es breve. Por eso, sabiendo ello es que debemos caminar con pasos cortos y seguros, y nos hemos trazado metas precisas, concentrándonos en la reforma de los aspectos cuyo impacto social y económico sea considerable. Así es que el impulso de la justicia comercial y la promoción de la seguridad jurídica son dos de los principales objetivos de este cambio estructural. Su puesta en marcha enfrentará una serie de problemas, quizá uno de los más importantes consista en la dificultad de distinguir entre las materias civiles y comerciales. Empero, somos conscientes que en materia comercial debemos marginar la morosidad en la tramitación y las articulaciones dilatorias, la poca predictibilidad y el carácter contradictorio de los fallos judiciales, y la poca preparación de la judicatura en los temas jurídico-económicos, particularmente en los nuevos temas de la agenda comercial internacional. Sobre este último tema, basta pensar en los retos jurídico-económicos que surgirán como consecuencia del afianzamiento de los procesos de integración, los acuerdos bilaterales de comercio, la Oganización Mundial de Comercio y, dentro de muy poco tiempo, del Área de Libre Comercio de las Américas. Por otro lado, cabe destacar que si tomamos como referencia el hecho de que los juzgados civiles de Lima tramitan anualmente alrededor de 30,000 procedimientos vinculados a la materia comercial, se podrán imaginar la envergadura del reto que enfrentamos. Por ello, resulta indispensable abordar este tema de manera inmediata. En este sentido, una de las actividades que pretendemos desarrollar al más breve plazo, es el de la mejora de la justicia comercial, que tiene su origen en la toma de conciencia que las decisiones judiciales tienen efectos en la seguridad jurídica e inciden sobre el riesgo país. Me complace anunciarles que la Sala Plena de la Corte Suprema de Justicia ha aprobado la propuesta, emanada de la Comisión de Reestructuración, de creación de juzgados comerciales, disponiendo la elaboración de los estudios correspondientes por parte del Consejo Ejecutivo del Poder Judicial. Al respecto, mi despacho cuenta con un proyecto para poner en marcha un módulo de juzgados comerciales por el que se pretende organizar el despacho, y así permitir un adecuado nivel de gestión; priorizar la vigencia de los principios procesales de inmediación y concentración; sistematizar y publicar las resoluciones judiciales sobre la materia con el fin de orientar las decisiones judiciales. Del mismo modo, haremos propuestas orientadas a mejorar la normativa vigente, simplificando los procedimientos, en especial para la ejecución de las sentencias; buscaremos capacitar y motivar al personal auxiliar y, finalmente, impulsar el funcionamiento adecuado de los servicios de recepción y distribución de los casos, archivo, notificaciones y atención adecuada e información al usuario. Debo expresarles, también, que la cooperación internacional nos ha ofrecido su apoyo e impulso. Concretamente hemos gestionado la asistencia de USAID y del BID, y estamos a la espera que el Poder Ejecutivo entienda la importancia de esta iniciativa y nos confiera los recursos presupuestales que requerimos y que venimos solicitando desde hace meses para poner este cambio estructural en marcha. Necesitamos como un primer elemento, con suma urgencia, locales apropiados y ubicados de manera que sean de fácil acceso a los usuarios, para instalar juzgados especializados, salas superiores de apelación, y servicios auxiliares, con un enfoque modelo de servicios judiciales y de atención al usuario. No podemos rediseñar el despacho judicial, ni instalar un sistema automatizado de seguimiento de casos que permita el monitoreo de los procesos, ni contar con los últimos sistemas de control de los expedientes en un archivo que facilite su rápida ubicación, si no contamos con un mínimo de infraestructura y recursos. Estamos haciendo esfuerzos hacia esquemas de uso racional de los recursos y de reporte transparente del gasto en función de indicadores de calidad y de resultados, de manera que esté clara la relación de la inversión en los recursos con el servicio que se busca brindar en atención a la demanda de la ciudadanía. Esta iniciativa, como ustedes podrán imaginarse, también beneficiará la actividad económica que ustedes lideran y las oportunidades de empleo digno para la población. Por todo lo expuesto, resulta indispensable contar con la participación del empresariado. Si bien la refundación debe ser liderada por el Poder Judicial para así garantizar la autonomía e independencia necesarias, no es posible llevarla a cabo sin la presencia de los “usuarios” del sistema. En primer lugar, porque son ustedes, junto al resto de la sociedad civil, los que validarán, legitimarán y se beneficiarán de los resultados. En segundo lugar, porque el Poder Judicial no es patrimonio de los jueces, sino de toda la ciudadanía, que es la principal interesada en el gran cambio que estamos proponiendo. Quiero, finalmente, invitarlos a participar activamente en este proceso de cambio. Quiero que sepan que sus aportes serán tomados en cuenta. Que las puertas de mi despacho estarán siempre abiertas a cualquier propuesta que tenga por objeto el progreso del país, la seguridad jurídica, la reducción del riesgo país y la promoción de un clima de negocios adecuado. Por todo lo expuesto, quiero convocarlos para que se unan a este esfuerzo y para que me acompañen a dar los primeros pasos de esta gran empresa, confiando en que juntos convertiremos al Poder Judicial en sinónimo de estabilidad, confianza, seguridad y predictibilidad. Todo ello, por supuesto, teniendo claro que en un país de cordilleras, luego de escalar una montaña, siempre habrá otra cima que se convierta en una nueva empresa que remontar. Muchas gracias.