Pinocho

Anuncio
PINOCHO: LITERATURA Y FORMACIÓN1
Abstrac
Literature serves as a plane of expression slogans subjectification processes that
produce moral subjcts like the pedagogical practices or educating children in school. In
particular we relieve that through the literature on identity markers define what is to be
a child, as well as the social place and roles that apply to institutions such as school or
in front of people as the teacher. This article has three parts: first, we will place the
concepts of collective statement and slogan of the philosophers Guilles Deleuze and
Felix Guattari from The Adventures of Pinocchio as an example of moral undertone that
weaves together the literature in a positive nature for the formation of the
child. The second part aims to realize the role of literature in the formation of the
child, and its use fulness in the social order todefine places and roles that apply to
the school and, finally, we arrive at some conclusions about the related literature training in the pedagogical practices of the school.
Key words
Literature, training, education, child, moral, slogans, Pinocchio.
Resumen
La literatura sirve como un plano de expresión de consignas en procesos de
subjetivación que producen sujetos morales, como las prácticas pedagógicas de
formación de los niños en la escuela. En particular, consideramos que a través de la
literatura se definen marcadores de identidad respecto de lo que es ser un niño, así como
el lugar social y los roles que le corresponden frente a instituciones como la escuela o
frente a personas como el maestro. Este artículo consta de tres partes: en la primera,
situaremos los conceptos de agenciamiento colectivo de enunciación y de consigna de
los filósofos Gilles Deleuze y Félix Guattari a partir de Las aventuras de Pinocho como
ejemplo del transfondo moral que entreteje la literatura en su carácter positivo para la
formación del niño. La segunda parte, tiene como propósito dar cuenta del papel de la
literatura en la formación del niño, así como su utilidad en el aparato social para definir
lugares y roles que le corresponden en la escuela; por último, se arriba a algunas
conclusiones sobre la relación literatura – formación en las prácticas pedagógicas de la
escuela.
Palabras Clave
Literatura, formación, pedagogía, niño, moral, consignas, Pinocho.
1
Elaborada por Juan Diego Galindo Olaya, Licenciado en psicología y pedagogía, estudiantes de la
Maestría en Filosofía de la Universidad del Rosario. Investigador Grupo de investigación Estudios en
Educación, Pedagogía y Nuevas Tecnologías. Colciencias categoría D.
Este artículo tiene como propósito aproximarse a la relación literatura –
formación, cuando ésta se plantea como un medio para la formación moral de los niños.
Para ello, partimos de aceptar que la literatura tiene un papel formativo en el sujeto, es
decir, que el contacto con ella, por precario que sea, efectúa una intervención en la
manera como percibimos y actuamos en el mundo. Se trata de pensar el contacto con la
literatura como algo que nos constituye o que pone en cuestión lo que somos. Así, el
papel que tiene la literatura en la formación de la moral, puede entenderse de forma
negativa o de forma positiva. De un lado, el papel negativo de la literatura corresponde
a la situación en la que se considera ésta como capaz de controvertir el orden moral de
una sociedad, y por tanto, se establece un control pedagógico en el acceso y uso de
ciertas obras literarias para los niños. Como lo afirma Platón, el efecto negativo de la
literatura sobre los lectores se debe a que: “[…] todas esas obras parecen causar
estragos en el alma de cuantos las oyen, cuando no poseen como contraveneno el
conocimiento acerca de su verdadera índole” (La República, X, 595). Según esta
consideración, el control pedagógico sobre las obras literarias no implica valorarlas
entre buenas y malas para la moral, sino que remite a una relación de jerarquía de unas
sobre otras que, según un determinado orden de saber, le permita al lector adquirir un
conocimiento moral para enfrentar los efectos negativos de la literatura. Según Claudio
Magris en el artículo ¿Hay que expulsar a los poetas de la República? (2001), para
Platón la literatura es nociva para la formación del individuo en tanto:
Lejos de ofrecer modelos de vida que eduquen al hombre en la virtud, el arte puede
resultar cómplice de la injusticia y la violencia que reinan en el mundo. El arte no es
solamente mímesis ficticia, réplica de esa engañosa e imperfecta realidad sensible que
para Platón es a su vez sólo una réplica de la Idea, única verdadera realidad. En el arte el
individuo da voz a sus propios sentimientos; pero de este modo acaba a menudo por
coquetear con su propio egoísmo, por imitar complacido las miserias, las
contradicciones y a veces las banalidades de su estado de ánimo, por transigir con sus
propias debilidades y encerrarse en su propio narcisismo. (Pág. 24)
Al parecer, la idea de la pedagogía es regular el acceso de los niños a la
literatura, para que ésta sirva como instrumento de formación de reglas de conducta que
normalizan la vida social de los individuos. De ahí que, se considera que el contacto del
niño con la literatura puede dotarlo de defensas suficientes para no ser afectado por la
nocividad de ésta, o por el contrario, que el contacto puede pervertirlo de tal forma que
no logre aprender a vivir en sociedad. Un ejemplo del control en el acceso a la
literatura, cuando ésta es considerada como negativa para el individuo, la presenta
Umberto Eco en la novela El nombre de la rosa, cuando relata cómo el monje ciego
cubre con veneno las páginas de un libro que, según él, contenían signos mortales para
la moral.
De otro lado, la literatura en su papel positivo para la formación de los niños, es
considerada como aliada para inculcar principios morales propios de una determinada
época y sociedad. Por ejemplo, en la obra del italiano Carlo Collodi, Las aventuras de
Pinocho, se presentan una serie de personajes en situaciones y conversaciones que
ejemplifican ideas e imágenes propias del sentido que le otorgamos al respeto por los
demás, así como imágenes que afirman la noción de lo que es una vida plena. Por
ejemplo, cuando en uno de los sueños de Pinocho se aparece el Hada de cabellos azules
y le dice:
¡Muy bien, Pinocho! Gracias a tu buen corazón te perdono todas las trastadas que has
hecho hasta hoy. Los niños que ayudan amorosamente a sus padres en la miseria y en la
enfermedad merecen siempre alabanzas y cariño, aunque no puedan ser citados como
modelos de obediencia y buena conducta. Ten juicio en lo sucesivo y serás feliz. (2010,
Pág. 359)
La literatura considerada como positiva en la formación moral de los niños, se
encuentra cargada de afirmaciones propias del marco de referencia a partir del cual se
llena de significado la idea de lo que es ser un niño. Lo que afirmamos, es que la
literatura sirve como un plano de expresión de consignas en procesos de subjetivación
que producen sujetos morales, como las prácticas pedagógicas de formación de los
niños en la escuela. En particular, consideramos que a través de la literatura se definen
marcadores de identidad respecto de lo que es ser un niño, así como el lugar social y los
roles que le corresponden frente a instituciones como la escuela o frente a personas
como el maestro. De ahí que, Las aventuras de Pinocho del italiano Collodi parecen un
ejemplo paradigmático, el cual presenta obligaciones morales que se constituyen como
marco de referencia determinante para la sociedad moderna; construyendo situaciones
como en la que Pinocho es culpable del encarcelamiento de Gepetto, a partir de la cual
debe aprender el valor de la obediencia y a reconocer la necesidad de ir a la escuela para
aprender a leer, a escribir y a contar.
Este artículo consta de tres partes. En la primera, situaremos los conceptos de
agenciamiento colectivo de enunciación y de consigna de los filósofos Gilles Deleuze y
Félix Guattari a partir de Las aventuras de Pinocho como ejemplo del transfondo moral
que entreteje la literatura en su carácter positivo para la formación del niño. La segunda
parte, tiene como propósito dar cuenta del papel de la literatura en la formación del
niño, así como su utilidad en el aparato social para definir lugares y roles que le
corresponden en la escuela; por último, se arriba a algunas conclusiones sobre la
relación literatura – formación en las prácticas pedagógicas de la escuela.
1. Pinocho, un niño de verdad
La historia de Pinocho fue publicada en dos partes divididas por un corte de
cuatro meses entre la primera, que finaliza en octubre de 1881 y la segunda, que inicia
en febrero de 1882; corte que determinó el carácter final de la obra en general. En un
principio, bajo el nombre Storia di un burattino, se publicaron los capítulos I a XIV que
relataban la vida de un muñeco desobediente que muere ahorcado en un árbol. Luego de
ello, se publica una segunda parte bajo el nombre de Le avventure di Pinocchio,
volviendo a la vida dicho personaje bajo la promesa de convertirlo en un niño de
verdad. En el último capítulo de esta segunda parte, el muñeco se acuesta a dormir y al
despertar, se da cuenta que se ha convertido en lo que le había sido prometido por el
Hada de cabellos azules, a saber, ser como todos los demás niños. Lleno de alegría por
lo que le sucedió esa noche, Pinocho se acerca a su padre, Geppetto, y nota en uno de
los costados de la habitación la presencia de un muñeco de madera. Fernando Molina
Castro presenta la interpretación hecha a dicho capítulo por parte de Fernando Tempesti
en el texto Pinocchio fra i burattini, en la cual comenta una suerte de suicidio por parte
de Pinocho al efectuar una serie de actos que confluyen en la sumisión a la norma
social, en acceder a los mandatos que le imponen los demás como: colaborar a los
adultos, trabajar para ayudar en la casa y estudiar para no ser un burro. Lo que plantea
es una pérdida de la autenticidad de Pinocho, quien era un protagonista desobediente,
solitario y maltratado.
La anterior interpretación, señala una transformación en el personaje de Pinocho
asociada a la muerte como cambio radical de estado en la existencia, por efecto de la
intervención en el personaje de afirmaciones sobre el deber ser de un niño de verdad,
que no sólo hace referencia a la composición orgánica de su cuerpo, sino que
corresponde a la aceptación de un marco de referencia en el cual se inscriben los niños
de la época. La declaración de Pinocho: “[…] qué contento estoy ahora de haberme
convertido en un muchacho como es debido!...” (2010, Pág. 360) no sólo es una
expresión, sino que constituye una transformación incorporal efectuada por la
intervención de consignas sobre el deber y la verdad de lo que es ser un hijo, un niño,
un ciudadano. Es decir, la transformación de Pinocho puede ser entendida como la
intervención de un conjunto de consignas que ordenan lo que él debía ser para
considerarse un niño de verdad, por lo que su cambio de estado puede ser atribuido a
una serie de consignas que circulan por todo el texto a manera de enseñanzas que se
insertaron en su conciencia para regular sus acciones y pasiones a partir de coordenadas
morales que fundan las bases duales de lo bueno y lo malo. La promesa que hace el
Hada de cabellos azules a Pinocho de convertirlo en un niño como todos los demás, se
funda en dicha base dual. De fondo, la promesa se condiciona a la obligación de que
Pinocho pase de ser un niño malo, caracterizado por la desobediencia hacia los mayores
y caprichoso frente a sus deseos, a ser un niño bueno, obediente y capaz de ceder a sus
propios intereses por el beneficio del otro. Dicha imagen del niño se materializa en la
siguiente conversación que tienen el Hada y Pinocho:
-¡Oh! ¡Estoy arto de ser un muñeco! – gritó Pinocho dándose un coscorrón-. ¡Ya es hora
de que sea yo también un hombre como los demás!
- Y lo serás, si sabes merecértelo…
- ¿De veras? ¿y qué puedo hacer para merecerlo?
- Una cosa facilísima: acostúmbrate a ser un niño bueno.
- ¿Es que no lo soy?
- ¡Que vas a serlo! Los niños buenos son obedientes y tú…
- Yo no obedezco nunca
- Los niños buenos tienen amor al estudio y al trabajo y tú…
- Y yo hago el holgazán y el vagabundo todo el año.
- Los niños buenos dicen siempre la verdad…
- Y yo siempre mentiras.
- Los niños buenos van de buen Agrado a la escuela…
- Y a mi la escuela me pone enfermo. Pero de hoy en adelante quiero cambiar de vida.
(2010, Pág. 267)
Las necesidades de ser bueno, obediente, decir la verdad, ir a la escuela y
trabajar configuran una serie de cualidades de la imagen del niño, a partir de las cuales
es posible, tanto para ellos como para los adultos, hablar y juzgar sobre su existencia,
así como disponer las condiciones sociales necesarias para reconocerlos y asignarles
roles y funciones. Siguiendo a Deleuze y Guattari, podríamos decir que las consignas
mediante las cuales se crean imágenes como la del niño o la infancia, son producto de la
relación entre una expresión como: “Hoy (¡demasiado tarde!) me he persuadido de que,
para reunir honradamente algún dinero, hay que saberlo ganar con el trabajo de las
manos o con el ingenio de la cabeza” (2010, Pág. 235) y el acto inmanente al lenguaje
que ésta conlleva, a saber, la promesa que implica para Pinocho trabajar como
obligación para conseguir dinero. Los enunciados ordenan, para el caso de Pinocho, lo
bueno y lo malo que constituyen lo que es ser un niño, es decir, está mal robar, está bien
trabajar, los niños no deben robar, los niños deben trabajar para conseguir dinero. Pero
cometeríamos un error al considerar que consignas como las anteriores tienen un origen
en la obra de Collodi; por el contrario, no hay tal origen en la obra, sino una
intervención en la novela de dichos enunciados propios de la época, una intervención en
la manera de pensar y de vivir del siglo XIX que se manifiesta en los diálogos, en las
diferentes situaciones de los personajes que se enmarcan en la Italia del siglo XIX. Por
ejemplo, cuando Pinocho se encuentra con el grillo, quien lo corrige por ser un niño
malo; las marionetas del circo con quienes está a punto de morir; la zorra y el gato,
quienes lo cuelgan del árbol para robarle unas monedas; el Hada de cabellos azules
quien lo compromete para ser un niño de verdad; y con su propio padre Geppetto, con
quien adquiere una deuda y termina por pagarla hasta el final de la historia (¿? El
párrafo esta incompleto).
Mas allá de la transformación corporal que sufre Pinocho en el último capítulo
de la novela, él adquiere cualidades no corporales, es decir, que no se manifiestan como
signos visibles, sino como reglas de conciencia que determinan la forma de conducirse
en la vida, en palabras de Deleuze y Guattari: “Las consignas o los agenciamientos de
enunciación en una sociedad determinada, […] designa esa relación instantánea de los
enunciados con las transformaciones incorporales o atributos no corporales que ellos
expresan” (2006, Pág. 86). Las transformaciones incorporales, las consignas y las
acciones – pasiones son elementos de lo que Deleuze y Guattari han llamado como
agenciamientos colectivos de enunciación, que corresponden a las relaciones que estos
elementos establecen como parte de una forma de pensamiento determinada. Dichos
elementos del agenciamiento son organizados en dos segmentos: un primer segmento
referido a las acciones y las pasiones de los cuerpos, denominado agenciamiento
maquínico; el segundo segmento referido a las consignas y las transformaciones
incorporales que se atribuyen a los cuerpos. Así las cosas, en el primer segmento
podemos ubicar la relación de alianza que se establece entre padres (Geppetto) e hijos
(Pinocho) y sus relaciones con la familia, con la escuela, con el Estado que definen la
época moderna. En el segundo segmento, ubicamos los enunciados que los producen en
tanto padres e hijos y que circulan en la relación que establecen entre ellos y los otros
como obligaciones, compromisos o identificaciones. Para Deleuze y Guattari: “El
agenciamiento remite a una mezcla de cuerpos en una sociedad, que incluye todas las
atracciones y repulsiones, las simpatías y las antipatías, las alteraciones, las alianzas, las
penetraciones y expansiones que afectan a todo tipo de cuerpos relacionados entre si”
(2006, Pág. 94). Todo agenciamiento maquínico es inseparable de herramientas que lo
definen, que son inseparables, a la vez, de las relaciones que se establecen entre los
cuerpos. En la relación niño-escuela, las publicaciones en papel contienen una nueva
simbiosis, que entraña a su vez la escritura y la lectura como herramientas que son
inculcadas a los niños y que hacen parte de este agenciamiento maquínicos. Siguiendo a
Deleuze y Guattari: “[…] a los niños les damos, lenguaje, plumas y cuadernos, como se
dan palas y picos a los obreros” (2006, Pág. 82) Nos equivocaríamos al considerar la
publicación impresa de las aventuras de Pinocho como un agenciamiento en sí mismo,
sino que, dicha publicación es una herramienta en el agenciamiento, que sólo existe en
relación con las mezclas de cuerpos y los enunciados que conforman la totalidad del
agenciamiento.
2. Los niños buenos tienen que ir a la escuela
Hasta el momento, Las Aventuras de Pinocho nos ha servido para mostrar cómo
las consignas cargan de contenido las relaciones entre los sujetos e implican
designaciones sobre condiciones de existencia de lo que es ser un niño en el siglo XIX.
En este sentido, la literatura no comunica informaciones, sino que es un plano en el que
se expresan marcadores de identidad según un conjunto de consignas que llenan de
significado los sujetos, en tanto niños o adultos, y las relaciones que pueden establecer a
partir del lugar que a cada uno le corresponde socialmente. La consiga: “los niños
buenos tienen amor al estudio y al trabajo”, recae sobre cada individuo que se considere
niño, ya sea por el estado de su desarrollo biológico, o por otras cualidades que se le
definan como identificaciones de un marco de referencia moral.
Las consignas que presenta Collodi son propias de una época en que la
educación se posiciona como un imperativo, toda vez que hace parte de un trasfondo
social y cultural en el que la obra sirve como medio para la apropiación de dichas
consignas por parte del lector. Lo anterior nos devuelve a pensar el carácter formativo
de la literatura, así como su papel negativo o positivo, que para el caso de Las aventuras
de Pinocho corresponde al segundo papel. Tal como lo afirmamos al comienzo,
aceptamos que la literatura nos permite poner en juego nuestra forma de ser, de vivir y
de actuar; según Jorge Larrosa “[…] la experiencia de la literatura: […] pone en
cuestión lo que somos, lo diluye, lo saca de sí. Es en ese sentido que la literatura es una
experiencia de trans-formación” (2003; Pág.208). De lo que se está hablando, es del
carácter intrusivo de la literatura en la interioridad del lector, dada la posibilidad que
ésta tiene de acceder directamente al principio de identidad o de individuación, es decir,
en el sentido de Taylor, acceder a cuestiones que ponen en discusión el valor de la vida,
por ejemplo: “¿cómo voy a vivir mi vida?, ¿qué clase de vida merece ser vivida?, ¿qué
clase de vida satisfará mejor la promesa implícita en mis particulares talentos, o
demandas que alguien pudiera hacer con respecto a mis cualidades? y ¿qué es lo que
constituye una vida rica y significativa?” (Taylor, 1996; Pág. 29)
La posibilidad que tiene la literatura de acceder a la interioridad del lector, es
considerada como favorable o peligrosa para la formación moral de los sujetos. Según
sea el caso, bajo un criterio de control moral que recae sobre la literatura, se vigila el
acceso y publicación de ciertas obras, dado que su contacto con el lector, o bien, puede
ser constructivo y favorable para fines morales, cognitivos o estéticos de una sociedad;
o bien, poner en riesgo el orden moral establecido. El caso de Pinocho nos habla de una
finalidad moral, que puesta en las manos de los niños o los adultos a través del
periódico en el que fue publicado o las reimpresiones a nivel mundial después de su
primera publicación, pretende consolidar una lógica propia de la época, en la que se
define la relación de los niños con los adultos y el lugar que ambos ocupan en la
sociedad.
Entendido el niño como bueno, en tanto es estudioso y trabajador, emerge para
él una nueva manera de relacionarse con los otros, de hablar de sí mismo y de valorar
sus actuaciones en el mundo; lo anterior según un conjunto de cualidades que se le ha
designado como referencia. En ese sentido, algunas de las transformaciones de la época
se refieren, por ejemplo, a que los niños pasan a ser responsabilidad de los padres,
quienes están en la obligación de velar por ellos; mientras que los hijos están en la
obligación de respetar a sus padres y aceptar el criterio que estos ejercen sobre ellos
para la vida futura. De ahí que, actos como el abandono de los hijos, la embriaguez de
los padres o la promiscuidad entre los miembros de la familia, son juzgados como algo
negativo, que se debe combatir. Señala Jacques Donzelot en el libro La policía de las
familias, que la constitución de la familia en la modernidad, respondía a la instauración
de una figura social que obligara a que los hombres salieran de los bares y trabajaran
para sostener a su esposa e hijos, así como que las mujeres vigilaran la permanencia de
su esposo en el hogar y velaran por el bienestar de ambos. Con dicha organización de
los cuerpos se buscaba garantizar algunas condiciones mínimas de supervivencia que,
proyectadas a futuro, permitieran contar con un mayor número de trabajadores y
mejores mecanismos de regulación y control de las actividades en las ciudades.
La finalidad moral, a partir de la cual se pretende librar del riesgo que puede
generar la literatura en los niños, implica definir un control pedagógico sobre ella, de tal
forma, que garantice que las implicaciones sobre la interioridad de los niños, se
encuentren controladas a partir de una limitación y canalización en el acceso a la
literatura. Dicho control pedagógico, trata de conjurar la posibilidad que tiene la
literatura para poner en cuestión nuestra identidad mediante una especie de intervención
de consignas que nos hablan de lo que somos o lo que debemos ser o que, en ocasiones,
generan en nosotros transformaciones incorporales como las de Pinocho. Siguiendo el
trabajo de Larrosa sobre la relación literatura – formación, encontramos que:
El control pedagógico-moral de la literatura se parece entonces al control de los
expertos, de los médicos, sobre los fármacos y su uso legítimo. Y uno sólo puede
entregarse a la poesía – fármaco sin peligro o bien bajo la tutela de un pedagogía –
médico, o bien si uno mismo es ya lo suficientemente médico como para automedicarse
sin riesgo (2003; Pág.215) no se desarrola la cita
Hasta este punto hemos abordado la literatura a partir de su papel positivo como
aliada en la formación de principios morales en los niños. Sin embargo, el segundo
papel de la literatura nunca deja de estar presente en ella, pareciera que aunque ésta se
limite bajo un criterio de regulación y control, hay una especie de salvajismo
incontrolable que ella presenta, una libertad en el acto de intrusión en el lector, que
ningún mecanismo de control de la pedagogía puede regular. Es decir, no se pueden
controlar los efectos que la literatura tiene en la interioridad de los niños. Si siguiéramos
ciertas de las recomendaciones de Platón en La República, podríamos inferir que
algunas de las características por las cuales es considerada negativa la literatura, es
porque ésta muestra modelos que no son dignos de imitación, no presenta virtudes que
sean dignas y agradables; por el contrario, se encuentra invadida por imágenes de vicio.
Y es aquí donde se manifiesta lo indomable de la literatura, si volvemos sobre Las
aventuras de Pinocho, el personaje principal comporta el conjunto de características que
acabamos de enunciar; es decir, los comportamientos de Pinocho no son modelos
dignos de imitación, por el contrario, sus decisiones a lo largo de la historia se
encuentran asociadas a inclinaciones por satisfacer sus gustos y placeres, sin importar
las consecuencias o las recriminaciones que los demás luego le hacen, ya que para
matizar este parte de la historia, los pasajes son adornados con enseñanzas que
recriminan esa condición en Pinocho. Por ejemplo, el muñeco de madera se ve tentado
por un amigo a viajar a otra ciudad en la que no hay obligaciones con la escuela, aunque
al final, ambos son castigados transformándose en burros:
¡Te equivocas, Pinocho! Créeme, te arrepentirás si no vienes. ¿Dónde vas a encontrar
un país más saludable para nosotros los niños? Allí no hay escuelas, allí no hay
maestros, allí no hay libros. En ese bendito país no se estudia nunca. El jueves no se
va a la escuela; y las semanas se componen de seis jueves y un domingo. Figúrate que
las vacaciones de otoño empiezan el primero de enero y acaban el último día de
diciembre. ¡Por fin encontré un país que me gusta realmente! ¡Así deberían ser todas
las naciones civilizadas! (2010, Pág. 300)
Lo que parece propiciar el control pedagógico de la literatura, es un mecanismo
de “adaptación” y “legitimación” de un orden social. No es que la literatura controle la
moral de los niños, sino que los adoctrina de acuerdo con valores sociales vigentes,
frente a lo cual, queremos afirmar, que pese al control pedagógico no es posible
calcular los efectos que la literatura tiene en los niños cuando experimentan la lectura
del texto. Sin lugar a dudas, Pinocho tiene un propósito moral, una finalidad clara en su
enunciación, pero a la vez, el personaje principal pese a sus desgracias, muestra, por
ejemplo, como la escuela es un lugar nefasto, en tanto los niños no son felices y se ven
sujetos a la obligatoriedad de las tareas que otros imponen, sin que éstas sean
interesantes y además, en muchos casos, contrariando la naturaleza misma de los niños2.
3. Conclusiones
El contacto de los niños con la literatura en la escuela se ve mediado por un
criterio de control pedagógico que ejerce el maestro sobre lo que se debe o no leer en la
escuela, a partir de las ventajas que se le adjudican a unos saberes sobre otros, en la
búsqueda de definir un proceso de formación moral para los niños, en el que ellos
aprendan las reglas que regulan la conducta y se conduzcan en la vida bajo estos
referentes. De ahí que, Las aventuras de Pinocho en sus distintas versiones, partiendo
de la publicación de Carlos Collodi en 1881 hasta la versión animada de Disney, han
sido utilizadas como instrumentos de formación de un discurso moral en los años
iniciales del niño, afirmando la relación causal entre la infracción a la regla y el castigo,
bajo la idea que cuando una regla de conducta como decir siempre la verdad, es
2
En ese sentido, partimos de la concepción de Rousseau, quien concibe al niño como un ser natural que
es sometido a una educación que doblega, desfigura y aparta mediante la autoridad al niño de sí mismo.
infringida, dicho acto puede ser catalogado como inmoral y traer como consecuencia un
castigo.
Desde la perspectiva del maestro, muchas veces el uso de la literatura con los
niños para fines moralizantes, se hace mediante la formulación de una analogía entre las
conversaciones y situaciones en las que se ven inmiscuidos los personajes de las obras,
y las conversaciones y situaciones de la vida cotidiana de los niños, con el propósito de
que ellos, en un primer momento conducidos por el maestro y luego por sí mismos,
logren interpretar la vida cotidiana con los sucesos relatados en la literatura. Lo que se
pretende es que el niño no sólo aprenda reglas para conducirse en el mundo, sino
también, que aprenda criterios para realizar juicios morales sobre el este. En este
sentido, no basta con que aprenda que Pinocho recibió castigos por su mal
comportamiento, como por ejemplo que le creciera la nariz por decir mentiras; también
debe aprender con precisión que causales existen para que un niño sea castigado, y de
esta forma pueda evitarlas, como por ejemplo, decir mentiras, ausentarse de la escuela o
irrespetar a los padres o adultos. Dicho aprendizaje en los niños se inscribe en un plan
de formación para volverlos hombres de verdad, de manera análoga a la promesa hecha
a Pinocho de dejar de ser un muñeco de madera para convertirse en un niño como todos
los demás.
Sin embargo, desde la perspectiva del niño en tanto lector que experimenta el
mundo para conocer su funcionamiento y encontrar un lugar que el ocupa como hijo,
estudiante o miembro de una sociedad, pone a prueba la relación causal entre la mentira
y el castigo, reconociendo de inmediato que a través del instrumento el debe aprender
que el castigo por mentir en la vida cotidiana no es el mismo que sufre Pinocho, por lo
que existen situaciones precisas en las que el decir mentiras o no traen distintas
consecuencias. Así, el efecto moralizante que se pretende con la literatura presenta un
punto de fuga que corresponde a la indomabilidad de la literatura. Aunque Las
aventuras de Pinocho se proponga como libro para la formación de la moral, en realidad
el niño puede utilizar las afirmaciones que él comporta como para experimentar y
comprende rápidamente que la literatura presenta el funcionamiento de las relaciones
entre las personas y que utiliza un toque de fantasía que lo distancia de la realidad. De
nuevo se plantea la situación de si habría que rechazar la “literatura infantil” por sus
efectos moralizantes o por el contrario, rechazarla por sus efectos contraventores del
orden moral. En ambos casos se parte de un hecho: la literatura pone en evidencia
aquello que el individuo puede, ya sea lo más bello o lo más aberrante, la literatura
presenta entonces la esencia de la vida, en palabras de Caludio Magris: “[…] recuerda
que la totalidad del mundo se ha resquebrajado y que ninguna restauración puede fingir
la reconstrucción de una imagen armoniosa y unitaria de la realidad, que sería falsa”
(2001; 29). La idea no es afirmar que la literatura es recomendable sólo si funciona para
alcanzar fines de formación como la bondad y la verdad, como una especie de facilidad
para acceder al bien, puesto que eso sería desconocer la potencia que la literatura
comporta para mostrar la vida según condiciones cotidianas y básicas como el dolor, la
felicidad, la bondad, la justicia, los celos, la envidia, la venganza, la violencia, el error,
la belleza, lo bueno, lo verdadero, el egoísmo, la miseria, la banalidad, la contradicción,
la esperanza, el miedo, el deseo, los sueños, las pasiones, la melancolía, el sabotaje, etc.
Lo anterior no puede ser canalizado, ni limitado; la literatura contiene en si misma cierta
libertad y salvajismo que ocasiona que aunque se intente reducirla a fines morales, ésta
no se reduce a ellos.
Bibliografía:
Collodi, Carlo. (2010) Las aventuras de Pinocho. Edición de: Molina Castillo
Fernando. Madrid: Ediciones Cátedra.
Deleuze, Gilles & Claire Parnet. (2004) Diálogos. España: Pre-textos.
Deleuze, Gilles & Guattari, Felix. (1990) Kafka por una literatura menor. México:
Ediciones Era.
Deleuze, Gilles & Guattari, Felix. (2006) Mil Mesetas Capitalismo y esquizofrenia.
España: Pre-textos.
Doncelot Jacques. (1998) La policía de las familias. Editorial Pre-textos. España.
Larrosa, Jorge. (2003) La experiencia de la lectura estudios sobre literatura y
formación. México: Fondo de Cultura Económica.
Manguel, Alberto. (2006) Cómo Pinocho aprendió a leer, en: Nuevo Elogio a la
Locura. Buenos Aires: Editorial Emecé. Páginas 45 – 60.
Taylor Charles. (1996) Fuentes del Yo. La Construcción de la identidad moderna.
Barcelona: Paidós.
Claudio Magris, “¿Hay que expulsar a los poetas de la República?”, Utopía y
desencanto, Barcelona: Anagrama, 2001, 23-34.
Descargar