Don Juan Tenorio, de José Zorrilla

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Don Juan Tenorio, de José Zorrilla.
Introducción: apuntes biográficos.
José Zorrilla y Moral nació en Valladolid en 1817.
Era hijo de una familia acomodada; su padre, don Diego, lo obligó a
estudiar Derecho, pero lo dejó pronto para dedicarse a la literatura, su
pasión de siempre.
Sentía predilección por los temas medievales y por las leyendas
españolas, llenas de valerosos héroes. Así lo pone de manifiesto en
toda su obra, tanto en prosa como en verso.
A los veinte años publicó su primer libro, titulado Poesías. Y
pocos meses más tarde, estrenó con gran éxito una obra de teatro que
había escrito en colaboración con un amigo.
Su producción literaria fue abundante y de gran calidad. Sin
embargo, la que le dio fama universal fue el drama Don Juan Tenorio,
inspirada en dos obras de Tirso de Molina, autor teatral español del
siglo XVII. El don Juan de éste es condenado al infierno a causa de
sus
fechorías;
en
cambio,
el
de
Zorrilla
se
salva
gracias
al amor de doña Inés.
Don Quijote y don Juan, muy distantes en el tiempo, son, no
obstante, los héroes literarios españoles más conocidos en todo el
mundo. Y ambos han sido fuente de inspiración de escritores y artistas
a lo largo de los siglos.
José Zorrilla, a pesar de tanto éxito, tuvo problemas económicos
que lo llevaron a probar fortuna en México y en Roma. A su regreso a
España, fijó su residencia en Madrid, donde falleció en 1893. Su
entierro fue la última manifestación de la admiración que sentía por él
todo el país.
Desde su estreno en 1844, Don Juan Tenorio es una de las obras
de teatro más populares en España.
PERSONAJES
 Don Juan.
 Don Diego, padre del anterior.
 Marcos Ciutti, criado de don Juan.
 Doña Inés de Ulloa, joven novicia seducida por don Juan.
 Don Gonzalo de Ulloa, padre de doña Inés, comendador de
Calatrava.
 Brígida, sirvienta de doña Inés.
 Cristófano Buttarelli, dueño del Hostal El Laurel, donde se
hospeda don Juan.
 Centellas, capitán del ejército, amigo de don Juan.
 Don Rafael de Avellaneda, compañero del anterior y, como él,
amigo de don Juan.
 Don Luis Mejía, prometido de doña Ana Pantoja y enemigo de
don Juan.
 Doña Ana de Pantoja, prometida
engañosamente por don Juan.
del
anterior,
seducida
 Miguel, sirviente de Buttarelli.
 Pascual, sirviente de don Gil de Pantoja, padre de doña Ana.
 Lucía, sirviente de doña Ana de Pantoja.
 Abadesa del convento de doña Inés.
 Escultor.
 Sombra de doña Inés.
 Estatua de don Gonzalo.
RESUMEN POR ESCENAS
ACTO PRIMERO: “Libertinaje y escándalo”









Don Juan, con antifaz, en la hostería de
Butarelli.
Llegada de don Gonzalo de Ulloa y don Diego
Tenorio.
Centellas y Avellaneda.
En qué consiste la apuesta.
Don Juan gana la apuesta.
Nuevo desafío: una novicia y doña Ana.
Cólera de don Gonzalo.
Consternación de don Diego
La justicia detiene a don Juan y a don Luis.
ESCENA I
Don Juan es un personaje extrovertido, seductor y mujeriego.
Dotado de un gran talento y simpatía, tiene un don especial para atraer
la admiración de los demás, sobre todo de las mujeres.
Es carnaval y la gente, disfrazada, celebra la fiesta con gran
alboroto callejero.
Don Juan se hospeda en el hostal de Buttarelli; está dentro,
lleva puesto un antifaz y escribe una carta. Como le molestan los gritos
de la muchedumbre, piensa salir a poner orden cuando termine.
-¡Cuánto gritan esos hombres! ¡Ya me encargaré yo de hacer que
se callen cuando acabe esta carta! -se dice a sí mismo.
Mientras, Ciutti, su criado, permanece cerca, por si su señor
necesita algo. El dueño del hostal no reconoce a don Juan debido al
antifaz y le pregunta a Ciutti si está al servicio de tan noble señor, a lo
que aquél responde:
-Sí, ya llevo un año a su servicio.
-¿Y estás contento? -añadió Buttarelli.
-Desde luego. Tengo más de lo que necesito:
comida, dinero, tiempo libre y mujeres.
En ese instante, don Juan introduce la carta en un sobre y,
después de cerrarlo, lo pone entre las hojas de un libro. Entonces, le
dice a su criado:
-He metido una carta dentro de este libro; le debe
llegar a doña Inés.
-Sí, señor, al instante. ¿Y espero respuesta? preguntó el sirviente.
-Su sirvienta, que conoce mis intenciones, te dará una
llave, unas señas y la hora concreta a la que debemos
encontramos. ¡Ah!, y regresa enseguida -contestó don Juan.
Ciutti sale entonces deprisa a cumplir el encargo de su
señor.
ESCENA ll
Don Juan llama a Buttarelli y le pregunta:
-¿Sabes, acaso, si ha venido hoy don Luis Mejía?
-No, señor. No está en Sevilla; pero esta noche
hace un año de la apuesta entre don Juan y él.
-¿Y sabes qué apostaron? -añadió don Juan-.
Quién de los dos haría más daño en el plazo de un año.
Sorprendido, Buttarelli pregunta:
-¿Conocéis acaso la historia?
Don Juan, sin inmutarse, contesta:
-Entera. Por eso te pregunto por Mejía. ¿Y no tienes
confianza en que don Luis acuda a esta cita?
Buttarelli responde:
-No, no creo. El fin del plazo de aproxima y estoy seguro
que ninguno se acuerda ya de la apuesta. Y vos, ¿de alguno
de ellos sabéis algo?
Don Juan, que no quiere dar muchas explicaciones al
hostelero, le dice:
-Quizás sepa algo. Al menos uno sí que vendrá; pero,
por si acaso los dos finalmente llegan, prepara una mesa para
ellos y tus dos mejores botellas.
Aunque Buttarelli quería seguir interrogando al forastero,
don Juan le interrumpe y, sin más comentario, se despide y
sale.
ESCENA III
Reflexionando sobre todo lo que le acaba de contar don Juan,
Buttarelli comprende que, efectivamente, los dos rivales están en
Sevilla y que el forastero con el que acaba de hablar, sin duda, está
bien
informado.
En
ese momento, oye un gran alboroto fuera: el forastero está riñendo en
la plaza con un gran número de personas, a las que se enfrenta y
hace huir. Entonces, llama a su sirviente:
-Miguel, ven aquí, rápido.
ESCENA IV
El joven criado de Buttarelli se presenta y pregunta a su señor
qué desea. Éste le dice:
-Prepara una mesa y trae dos botellas de nuestro mejor vino,
date prisa.
ESCENA V
Don Gonzalo, padre de doña Inés, entra en el hostal y
pregunta al dueño si conoce a don Juan Tenorio, a lo que éste
responde afirmativamente. Luego trata de saber si ha concertado allí
una cita esa noche.
-Cierto -responde Buttarelli-. Preparé esta mesa para don Luis y
para él. ¿Vais a acompañarles?
-No compartiré la cena -dijo don Gonzalo-, pero quisiera
presenciar el encuentro.
El hostelero, deseoso de satisfacer los deseos de tan noble
cliente, le contesta:
-Como gustéis. Os puedo preparar esta mesa que está junto a
la que les he reservado a ellos. ¡Oh, qué escena nos espera!, escuchar
la disputa entre los dos jóvenes más gentiles de España.
-Sí -exclamó don Gonzalo-, y los más viles también. Por
cierto, preferiría ocultarme y poder verlos sin que la gente me pudiera
reconocer.
-Haré lo que proceda para complacerle. Como estamos en
carnaval, no es ningún deshonor, ni siquiera para los nobles señores,
ponerse un antifaz. Le traeré uno y, así, nadie lo reconocerá.
ESCENA VI
Don Gonzalo, esperando su mesa, está pensando se dice a sí
mismo:
-No puedo imaginar que exista un hombre como
éste y no
quiero cometer una injusticia. Yo mismo prefiero averiguar la verdad,
pero, de ser cierta la apuesta, antes prefiero muerta a mi hija que
casada con Tenorio. Sería una boda muy beneficiosa, pero no quiero
que mi hija pueda sufrir por culpa de un hombre así.
ESCENA VII
Buttarelli le trae un antifaz a don Gonzalo, que le pregunta si falta
mucho para la cita. El hostelero responde:
-No estoy muy seguro de que acudan a la cita, pero, si tanto os
importa, la hora convenida está ya próxima.
Don Gonzalo, entonces, se puso el antifaz y se sentó en una
mesa cercana. Dijo para sí mismo:
-¡Qué un hombre como yo tenga que esperar aquí y hacer frente
a una situación como ésta! En fin, todo sea por la paz de mi casa y por
la felicidad de una hija sencilla y pura.
ESCENA VIII
Don Diego, padre de don Juan, entra, también enmascarado, en
el hostal y pregunta a Buttarelli si es cierto que Tenorio tiene allí una
cita, a lo que éste contesta que sí. Don Diego se sienta a una mesa, en
el lado opuesto a don Gonzalo, y dice:
- Entonces esperaré. ¡Qué un hombre de mi linaje entre en tan
ruin mansión! Pero por mi hijo soporto cualquier humillación. Esta
noche quiero ver si es verdad o mentira lo que se dice de él.
Mientras, Buttarelli, desde el fondo del local, observa a los dos
hombres, que permanecen enmascarados y en silencio. Y se dice:
-¡Vaya un par de hombres silenciosos! Estos no necesitan mis
servicios, pero pagan bien el gasto que no hacen. Así se prospera en la
vida.
ESCENA IX
Hacen acto de presencia en el hostal el capitán Centellas, dos
caballeros y Avellaneda, que vienen también para presenciar el
encuentro entre don Juan y don Luis Mejía.
Buttarelli saluda a los recién llegados:
-Señor capitán Centellas, ¿cómo es que estáis por aquí?
Éste responde:
-Las guerras del Emperador me llevaron a Túnez, pero gracias a
mi riqueza he podido volver a Sevilla y, según me cuentan, llego a
tiempo para renovar viejas amistades. ¡Tráenos unas cuantas botellas de
vino y cuéntanos cosas de la disputa sobre la cual hay controversia!
El hostelero contesta:
-Sí, sí, pero, antes, dejadme ir a la bodega.
ESCENA X
Los anteriores, sentados a otra mesa, hacen apuestas acerca del
triunfador. Y mientras Centellas se inclina por don Juan, de quien dice
que no hay otro como él sobre la Tierra, Avellaneda pronostica el éxito
de Mejía, que es buen amigo suyo.
ESCENA XI
Buttarelli entra con las bebidas y los citados anteriormente le
piden información sobre la apuesta y sobre el encuentro que debe tener
lugar en breve. Aquél les relata todo lo ocurrido hasta ese momento.
Cuando están haciendo suposiciones sobre la identidad del hombre
enmascarado que había escrito la carta y encargado preparar la mesa
para los dos '-protagonistas de la apuesta, el reloj da las ocho, la hora
convenida para la cita. Varias personas entran y se sitúan por todo el
local. Entonces, entra don Juan, con antifaz, y se dirige a la mesa
preparada para él y don Luis, dispuesto a ocupar una de las sillas; a
continuación, entra don Luis, también con antifaz, que hace lo mismo.
ESCENA XII
Al tratar de sentarse don Luis en una de las sillas de la mesa
reservada, su contrincante le dice:
-Esa silla está ocupada.
A lo que Mejía responde:
-Lo mismo digo, para un amigo la tengo yo reservada.
La reacción de Tenorio no se hace esperar:
-Entonces... sois don Luis Mejía.
-Y vos don Juan Tenorio.
Habiéndose ya presentado y quitado los antifaces, se sientan en el
lugar reservado. Rodeados de gente, recuerdan el motivo del encuentro:
una apuesta. Don Luis afirmó un día que en España no había nadie capaz
de hacer lo que él hacía; a esto había contestado su rival:
-Nadie ha de hacer lo que haría don Juan Tenorio.
Ante tal desafío, una cuestión de honor: ver quién es el triunfador y quién
el vencido. No sería un duelo de armas, sino de hechos. Lo realizado por
cada uno
de ellos viene resumido en varias hojas que sacan en ese momento.
Interviene en primer lugar don Juan:
-Pues yo, buscando sitios nuevos para realizar mis hazañas,
llegué a Italia, un paraíso donde abundan los placeres, pendencias,
amores y desafíos. Perseguido, salí de allí disfrazado y me incorporé al
ejército español. Tras cinco o seis desafíos, lo abandoné y me fui a
Nápoles; en medio año que allí estuve, no hay escándalo ni engaño en
que no estuviera metido. Por donde quiera que fui, la razón atropellé, me
reí de la virtud, a la justicia burlé y a las mujeres engañé. En todos los
sitios donde estuve guardan un mal recuerdo de mí; no respeté ni nada
ni a nadie. Todo lo que conseguí está escrito en este papel. Pero antes
de leerlo, quiero oír vuestras aventuras.
Don Luis toma la palabra y empieza a contar su historia:
-Llegué a Flandes, donde tuve muy mala suerte, pues, en el
primer mes viviendo allí, perdí toda mi fortuna. Y puesto que estaba sin
dinero, me uní a unos bandoleros, con los que cometí numerosos
desmanes y a los que, al final, acabé robando. Después me fui a
Alemania y, de ahí, a Francia ¡buen país! Y, como vos, en medio año
que
allí
estuve,
no
hay
escándalo
ni
engaño
en que no estuviera metido. Por donde quiera que fui, la razón atropellé,
me reí de la virtud, a la justicia burlé y a las mujeres engañé. Lo
conseguido por mí está escrito en este papel. Contad.
Comienzan, entonces, a leer y contar el número de fechorías de
cada uno de ellos: don Juan había matado treinta y dos hombres y
conquistado a setenta y dos mujeres. Por su parte, don Luis tenía
constancia de veintitrés muertos y cincuenta y seis conquistas. Ganaba,
pues, el primero.
Don Juan, viéndose el vencedor, presume que conquistó mujeres
de condición social muy diversa:
-Desde
una
princesa
real
a
la
hija
de
un
pescador;
he conquistado a mujeres de todas las escalas sociales.
No obstante, don Luis indica a su rival que, aunque esto es cierto,
todavía le falta una por conquistar: una novicia. Y a esto respondió don
Juan:
-Pues yo os complaceré doblemente, porque, además de la
novicia, conquistaré a la novia de algún amigo que esté próxima a
contraer matrimonio. Y, como vos vais a casaros, mañana pienso
quitaros a vuestra novia, doña Ana de Pantoja.
Esto provoca la indignación de Mejía, que apuesta su vida a
que evitará que eso suceda.
Antes de que don Juan abandone el local, don Gonzalo se
levanta de su silla, se quita el antifaz y se dirige a él, diciéndole:
-Antes de salir, don Juan, debéis oír lo que tengo que deciros.
Hace tiempo, vuestro buen padre, don Diego, y yo acordamos que os
casaríais con mi hija; antes de que fuera demasiado tarde, quise por mí
mismo saber cómo erais y por eso vine hoy aquí al anochecer. Me
avergüenzo de vos; y no penséis más en doña Inés, porque, antes de
consentir que se case con vos, la mato.
Don Juan, con gesto altanero y desafiante contestó:
-Me hacéis reír, don Gonzalo, pues venir a provocarme es como
ir a amenazar a un león con un palo.
Y puesto que hablamos de esto, yo os quiero advertir que, o me
dais a vuestra hija, o iré a quitárosla. Lo siento, pero sólo una mujer
como ésta falta para mi apuesta, y apostada está ya.
En ese instante es don Diego quien se levanta y confiesa a don
Juan su asombro ante lo que acaba de oír.
-¡Ah! No podía creer lo que me decían de ti. Pensaba que
mentían y por eso te vine a ver.
Tenorio, sin saber todavía quién le hablaba con tanta dureza, le
arranca el antifaz y descubre, atónito, que se trata de su padre. Don
Diego, avergonzado e indignado por tanta infamia cometida por su hijo,
renuncia a su condición de padre y abandona el lugar en compañía de
don Gonzalo.
ACTO SEGUNDO: “Destreza”

Don Luis vigila la casa de su dama.

Don Juan tiende una trampa a don Luis.

Soborno de una criada de doña Ana.
ESCENA I
Don Luis se encuentra en e1 exterior de la casa de su prometida,
doña Ana de Pantoja. Quiere avisarla de lo que está pasando en Sevilla
y del peligro que corre, aunque no sabe cómo. Está pensando cómo
actuar, cuando oye que alguien llega.
ESCENA ll
Quien llega es Pascual, sirviente de don Gil, padre de doña Ana.
Don Luis le saluda y le cuenta lo que pasa:
-Hace tiempo, dominados por una gran locura, don Juan y yo
decidimos apostar cuál de los dos sabría obrar peor; ambos nos hemos
portado malvadamente y hemos cometido infinitas fecharías. Pero él es
un demonio y por fin me ha aventajado. Le puse no sé qué objeción,
nos dijimos no sé qué, y el hecho fue que él, altanero, me dijo: "y si
esto no es suficiente para vos, puesto que mañana os casáis con doña
Ana, os apuesto a que antes de que os caséis os la quito yo. Ahora,
me tiene muy preocupado, porque lo conozco bien y sospecho que
esta noche va a intentar cumplir su amenaza. Así que, la única solución
que se me ocurre es que pase yo esta noche dentro de la casa, para
poder proteger a doña Ana».
Aunque a Pascual no le gustaba la idea, al final, cedió y
respondió:
-Está bien, escuchad, mi cuarto es suficientemente grande y
cabremos los dos; podéis permanecer dentro de él, pero debéis estar
callado. Hasta mañana, los dos permaneceremos en vela para
proteger a doña Ana. Pero no podéis entrar todavía; no, hasta que no
se acueste mi señor, don Gil, y todo quede en silencio. En esa calleja
estrecha hay una ventana con una reja; llamad a las diez y os abriré.
Ambos se despiden y don Luis promete volver a la hora
convenida.
ESCENA Ill
Don Luis Mejía, pese a la ayuda prometida de Pascual, sigue
muy preocupado. Se dice a sí mismo:
-Jamás tuve tal desasosiego, tengo un mal presentimiento... De
don Juan temo, más que su valor, su suerte; parece que le ayuda
Satanás en todo cuanto intenta
.
Es un hombre infernal y estoy seguro que, si me aparto de aquí, me
acabará burlando .Debo entrar ahora.
Llama a la ventana de la casa de doña Ana que le había indicado
Pascual.
ESCENA IV
A las llamadas de don Luis responde, no Pascual como esperaba, sino
doña Ana. Sorprendida de ver allí a su prometido, le pregunta a qué se
debe la visita. Aquel responde:
-Vengo a avisaros de un hombre al que temo.
Vos estáis tranquila, porque no conocéis ni su nombre ni su suerte. Pero
yo lo conozco bien... Dios es testigo que nada temo mientras tenga mi
espada y ese hombre venga de frente contra ti; pero es audaz como el
león,
y astuto como la serpiente.
Ella, no obstante, lo tranquiliza y le dice:
- ¿Y qué temes de él si eres tú el dueño de mi corazón? No te
preocupes y duerme en paz, que nada conseguirá de mí.
Pese a ello, Mejía, conocedor del poder de seducción de don
Juan, no está tranquilo y pide a Ana que le haga un favor.
ESCENA V
Don Luis y su prometida, doña Ana, continúan hablando a través
de una de las ventanas de la casa de ésta. Lo hacen en voz muy baja,
ya que es de noche y, además, no quieren que nadie pueda oírles.
Don Juan y su criado también han llegado a casa de doña Ana;
ven como habla con don Luis y se ocultan tras una esquina para no ser
vistos. Mientras, Tenorio explica a su sirviente cuál es su plan:
-Mira Ciutti: tú te escondes en esa calle con algunos de mis
hombres y capturáis por sorpresa a Mejía.
Así, ella ignorante y con él preso, nada impedirá que realice mis
planes.
ESCENA VI
Don Luis pide permiso a su prometida para entrar en su casa y
así poder cuidarla y protegerla mejor de don Juan. Queda con ella en
volver más tarde:
-Volveré, pues, a eso de las 10; espérame, que seré puntual. Una
vez dentro de tu casa, ya puede venir Tenorio, que yo le haré frente.
Pero, cuando se estaban despidiendo, oyen ruidos en la calle.
ESCENA VII
Mejía pregunta quién anda por ahí y aparece don Juan, que dice:
-Doña Ana está entre los dos, pero vos estáis acorralado, así
que me la quedo yo.
Don Luis se dispone a sacar su espada para enfrentarse a su
enemigo, cuando Ciutti y otros hombres al servicio de Tenorio lo
apresan a traición. Don Juan les ordena:
-Encerradlo hasta mañana.
ESCENA VIII
Mientras, don Juan se regocija imaginando ya próximo su
triunfo sobre don Luis. Se dice a sí mismo:
-¡Qué bien ha salido todo. Estas son las aventuras que dan
fama: mientras le quito a su novia, él estará rabioso encerrado en mi
bodega. ¿Y ella? Cuando crea estar con él... Ja! Ja! Pero... por allí veo
algo negro que se acerca, creo que es la sombra de una mujer. ¿Otra
aventura? Me alegro.
ESCENA IX
Se trataba de Brígida, la criada de doña Inés, que estaba de
acuerdo con Tenorio para facilitarle la conquista de su señora a
cambio de dinero. Como éste parecía desconfiar de que se
hubieran cumplido sus órdenes, la mujer le dice:
-La bolsa y el papel que me entregó vuestra criada ya se lo di a
doña Inés; en este momento lo estará leyendo. Ella es muy joven e
inexperta en las cuestiones del amor y, como le he hablado muy bien de
vos, os seguirá como una dócil cordera. Le dije también que erais el
hombre que su padre había elegido para casarse con ella y que estabais
muerto de amor, desesperado por ella. En fin, le he hablado de tal
manera que ahora también os ama y no piensa más que en vos.
Tenorio responde:
-Lo que empezó como una apuesta y un pasatiempo se ha
convertido en deseo y en verdadero amor por doña Inés.
Entonces, como Brígida ve que don Juan está decidido y tiene
intención de seguir adelante con sus planes, le indica cómo llegar esa
noche hasta su señora:
-Cuando las campanas toquen, saltad al huerto con cuidado; por
allí entraréis al convento con la llave que os he dado. Veréis un camino
largo y estrecho; seguidlo y, al final, llegaréis sin dificultad al cuarto de
doña Inés.
Él responde:
-Muy bien; si consigo mi propósito, te recompensaré con una
gran cantidad de oro.
Tras este breve diálogo se despiden y quedan en verse a la hora
convenida.
ESCENA X
Tenorio sigue cerca de la casa de doña Ana. Está satisfecho de
cómo le va saliendo todo y se dice a sí mismo:
-Sí, señor, gran jugada. Muchas he hecho hasta ahora, pero la
de hoy es de las que te dan fama universal.
Entonces, ve a su criado, lo llama y le pregunta qué ha sido de
don Luis. Ciutti responde:
-Por hoy os habéis librado de él.
Ya sin nadie que pueda obstaculizar sus planes, se dirige a casa
de los Pantoja y le dice a su sirviente que llame a la ventana con la
señal que tenía convenida con Lucía, una de las criadas de doña Ana.
Lucía se asoma.
ESCENA XI
Tenorio explica a la joven quién es y que desea que lo deje entrar
para estar con su señora, doña Ana.
Lucía, al principio, se niega; pero, cuando don Juan le ofrece a cambio
de sus servicios una gran cantidad de oro, accede a abrirle la puerta.
Quedan a las diez de la noche.
Lucía cierra la ventana y Ciutti se acerca a don Juan a una señal
de éste.
ESCENA XII
Don Juan, riéndose, le dice a su criado:
-Con oro no hay nada que falle. Ya sabes mis planes: a las
nueve en el convento y a las diez en esta calle.
ACTO TERCERO: “Profanación”

Doña Inés ha de profesar en el convento.

La carta de don Juan.

Rapto de doña Inés.

Don Gonzalo de Ulloa en el convento.
ESCENA I
Doña Inés tiene en las manos el libro y la carta que le ha enviado
Tenorio, pero duda si leerla. En esto, interviene Brígida, que para
convencer a su señora le dice:
-Si no cogéis ese libro y leéis la carta, le vais a dar tal disgusto
que seguro va a enfermar; lo estoy viendo.
Doña Inés finalmente accede y comienza a leer la carta de don
Juan. En ésta, le confiesa que la ama con locura y le miente sobre el
acuerdo de sus padres en su matrimonio. Le dice:
"Doña Inés de mi alma, de donde el sol toma su luz, hermosísima
paloma sin libertad, nuestros padres han hablado y han planeado
nuestra boda; desde entonces estoy contento y sólo vivo con la
esperanza de que nos encontremos. Recuerda que, al pie de esos
muros que te guardan, te esperan mis brazos para salvarte. Acuérdate
de
quien
llora
bajo
tu
ventana,
de
quien
vive
sólo por ti, y de quien correría a ti si se lo pidieras. Adiós, Inés de mi
alma, y no dudes en llamarme si deseas salir de la tristeza de ese
convento, que a todo me atreveré por ti."
Doña Inés está todavía emocionada por lo que acaba de leer,
cuando ambas mujeres oyen ruidos; son pasos que se acercan. Don
Juan se aproxima.
ESCENA II
Doña Inés no sale de su asombro e impresionada por ver a don
Juan se desmaya. Para Tenorio esto no supone un problema; por el
contrario, dice:
-Mejor: gracias al desmayo me será más fácil sacarla del
convento. Vamos, no perdamos más tiempo en mirarla y contemplarla.
Brígida, sorprendida por las prisas de don Juan, pregunta:
-Pero, ¿vais a sacarla así?
Él responde:
-Tonta, ¿piensas que entré en el convento para dejármela aquí?
Mi gente me espera abajo: Sígueme.
ESCENA Ill
Don Gonzalo, padre de doña Inés, llega al convento donde se
encuentra su hija y solicita hablar con la abadesa. Cuando está ante
ella, le dice:
-Perdonad, madre abadesa, que os moleste a estas horas, pero
para mí este es un asunto que afecta a mi honra y a mi vida. Acabo de
ser informado que han visto hoy a Brígida, la sirvienta de mi hija, hablar
con
el
criado de don Juan Tenorio, hombre audaz y malvado. Hace tiempo
pensé casar a Inés con él, pero poco después, al descubrir cómo era
realmente y negársela, me juro robármela. Que se han puesto de
acuerdo con la sirviente no puedo dudarlo ya y debo actuar deprisa si
no quiero ver manchado mi honor. Por tanto, os agradecería que
hicierais venir a ambas a mi presencia.
La abadesa, en principio, no puede creer que los argumentos y
las prisas del comendador sean justificados. Le responde:
-Sois padre, y vuestra preocupación es muy justa, comendador,
pero ved que vuestras sospechas me ofenden. Aunque pintéis tan malo
a ese hombre, os puedo asegurar que, mientras Inés esté aquí, estará
segura.
No obstante, la abadesa ordena a otra religiosa que vaya a
buscar a doña Inés y a su sirvienta.
ESCENA IV
La religiosa que había sido enviada a buscar a doña Inés regresa
sofocada e informa que no están en sus habitaciones y que un hombre
ha sido visto saltar por las tapias de la huerta. En esto, encuentran
también la carta de amor escrita por Tenorio y que le había caído a
doña Inés. Su padre, muy alterado, dice a la abadesa:
-Lo veis, mientras que vos rogáis por ella a Dios, viene el diablo y os la
quita. ¡Ay de mí! Corramos tras ellos.
ACTO CUARTO: “El diablo a las puertas del cielo”

Turbación de doña Inés.

Don Juan declara a doña Inés su amor.

Don Juan se transforma por el amor de doña
Inés.

Don Luis y don Gonzalo en el palacio.

Don Juan da muerte a don Luis y a don
Gonzalo.
ESCENA I
Doña Inés ha sido llevada, todavía inconsciente, al domicilio de
don Juan, sobre el río Guadalquivir, cerca de Sevilla. Él se ha quedado
en la ciudad para arreglar unos asuntos. Cuando doña Inés despierta,
Brígida se queda a solas con su señora para poder hablar con ella.
ESCENA ll
Doña Inés recobra el conocimiento, pero no sabe ni dónde
está ni por qué o cómo ha llegado allí.
Pregunta a su sirvienta:
-Pero, ¿qué es esto? ¡Ay de mí! ¿Quién me trajo hasta aquí?
Brígida le dice que está en casa de don Juan y le miente acerca
del modo y el motivo por el que llegaron allí:
-Estabais en el convento, leyendo con mucho interés la carta de
don Juan, cuando, de repente, estalló un gran incendio. Casi no
podíamos respirar y el fuego se extendía rápidamente; don Juan pasaba
por allí por casualidad y, como os ama, al ver el fuego, entró para
salvaros. Vos, al verle llegar, os desmayasteis. Como vos estabais
desmayada y yo casi ahogada, él decidió alojarnos en su casa hasta
hoy.
Doña Inés, entonces, muestra su preocupación por estar en la
casa de Tenorio, pues una joven soltera y de buena familia como ella no
podía estar en la casa de un hombre mujeriego y de mala fama sin
poner en riesgo su honor:
-Brígida, estoy confundida; soy noble y tengo honor, y sé muy
bien que la casa de don Juan no es sitio para una mujer honrada. Ven,
salgamos.
Cuando oyen que alguien se acerca por el río, intentan huir, pero
no lo consiguen y se encuentran de frente con don Juan y su criado.
ESCENA Ill
Como doña Inés está decidida a irse, Brígida hace un
comentario para que Tenorio comprenda la mentira que le ha contado a
su señora:
-Señor, el comendador seguro que está impaciente por su hija,
puesto que, a estas horas, ya sabrá lo del fuego. ¡Qué accidente!
Don Juan entiende la situación y, con el fin de tranquilizar a doña
Inés y conseguir que no se marche, también le miente:
- ¡El fuego! ¡Ah, es verdad! Pero no os preocupéis más, porque
vuestro padre duerme tranquilo. Le he enviado un mensaje, diciéndole
que estabais en mi casa segura y muy tranquila.
Entonces, don Juan aprovecha que la joven se ha tranquilizado
y, de manera apasionada, comienza a declararle su amor; ella,
inocente e inexperta, se deja llevar por la pasión del momento y le
confiesa también que lo ama. Él, realmente enamorado y emocionado,
le dice:
-Este amor que hoy siento en mi corazón no es amor carnal,
como el que siempre he sentido hasta ahora. Sí, iré a hablar con el
comendador: o consiente en nuestra boda o me tendrá que matar.
En esto oyen que se acerca una barca por el río y don Juan
sale un momento para ver de qué se trata.
ESCENA IV
Don Juan ve que quien se acerca en barca a su casa es un
hombre enmascarado. Entonces, pregunta:
-¿A qué venís a esta hora y con tanta prisa?
El desconocido responde:
-Soy don Luis y vengo a mataros: me habéis maniatado y
habéis asaltado la casa de doña Ana, usurpando mi puesto con ella.
Yo la amaba, pero, puesto que la habéis deshonrado, imposible la
habéis dejado para vos y para mí.
Don Juan pregunta:
-Si tanto os importaba, ¿por qué hicisteis la apuesta conmigo?
-Porque nunca pensé que lo pudierais lograr -contesta don
Luis-, y vamos a luchar ya, que me impaciento.
Cuando se disponen a batirse, oyen un ruido y esperan a ver
quién llega.
ESCENA V
Ciutti, el criado de don Juan, le advierte que llega el
comendador, don Gonzalo Ulloa, acompañado de gente armada, y le
pide que huya para salvar la vida. En vez de eso, Tenorio le ordena:
-Déjale libre la entrada, pero sólo a él.
ESCENA VI
Para poder hablar con el comendador, don Juan pide a don
Luis, que había llegado primero y con el que se disponía a
enfrentarse, que le conceda unos minutos.
Como éste no se fía, Tenorio le dice:
-Entrad aquí, desde ahí ved y escuchad; libre tenéis esa puerta
para salir y actuar si veis que mi conducta no os gusta.
ESCENA VII
Entra don Gonzalo, indignado y furioso, dispuesto a vengar el
honor de su hija. Cuando ve a Tenorio le grita:
-Miserable, tú has robado a doña Inés. Y aquí estoy para matarte
y recuperar mi honor.
Don Juan, en vez de hacerle frente, lo recibe de rodillas y, con
humildad, le suplica perdón y el consentimiento para casarse con doña
Inés:
-Jamás he suplicado, ni a mi padre ni a mi rey. Pero
escuchadme, yo adoro a doña Inés, su amor me transforma en otro
hombre y ella puede hacer un ángel de quien fue un demonio. Si me
dejáis, yo seré el esclavo de vuestra hija, en vuestra casa viviré, vos
gobernaréis mi hacienda, pasaré en reclusión el tiempo que señaléis, os
daré las pruebas que exigieres de mi sumisión y respeto... Lo que sea
hasta que vuestro juicio estime que la puedo merecer, momento en que
la haré mi esposa.
Pero don Gonzalo, encolerizado, le responde:
-¡Nunca, nunca! ¿Tú su esposo? Primero la mataré. Entrégame a
mi hija o acabo contigo ahora mismo.
Tenorio, viendo que don Gonzalo no va a ceder, le dice:
-Dese cuenta de que he querido satisfacerle por cuantos medios
he podido, y he tolerado sus insultos con paciencia, proponiéndole la
paz de rodillas.
ESCENA VIll
Don Luis, que lo ha contemplado todo, aparece riéndose. Don
Gonzalo, extrañado por su presencia, pregunta:
-¿Quién es ese hombre?
Don Luis le responde:
-Un testigo de su miedo y un amigo para vos -y, dirigiéndose a
Tenorio, añade:- La ira soberana de Dios une, como ves, al padre de
doña Inés y al vengador de doña Ana. Mira el fin que aquí te espera.
Don Juan, viéndose ante dos personas resueltas a matarlo,
decide no esperar más y se enfrenta a sus enemigos. Primero, se dirige
al comendador:
-Que triunfe el infierno, pues, Ulloa, dado que me niegas el amor
de doña Inés y me obligas a seguir con mi vida inmoral, cuando Dios
me llame a juicio, tú responderás por mí.
Entonces, le dispara y lo mata. Volviéndose hacia don Luis, le
dice:
-y tú, insensato, di con razón que cara a cara te mató.
Empiezan a batirse a espada y, al poco tiempo, lo mata de una
estocada. Entonces, culpa al cielo de que no le permita dejar atrás su
vida criminal:
-Llamé al cielo y no me oyó, y como su puerta me cierra, de mi
vida en la tierra responda el cielo, y no yo.
Al oír que se acercan los hombres del comendador, huye en
barca por el río.
SEGUNDA PARTE
ACTO PRIMERO: “La sombra de doña Inés”

Don Juan, en el panteón.

La emoción de don Juan.

Advertencias de la estatua de doña Inés.

Encuentro con Centellas y Avellaneda. Invitación a don
Gonzalo.
ESCENA I
En el palacio de la familia Tenorio en Sevilla se ha construido un
gigantesco panteón, donde están enterradas muchísimas personas, la
mayoría asesinados por don Juan. El escultor encargado de hacer las
estatuas de los fallecidos acaba de finalizar su último trabajo y se
dispone a irse cuando oye el ruido de alguien que se acerca.
ESCENA II
Don Juan llega a la que fue su casa y, como no la encuentra,
pregunta al escultor:
-Hace años que falto de España y, al llegar a estas verjas, me he
encontrado este recinto enteramente distinto a como lo dejé.
El escultor le responde:
-Lo creo; como que esto era entonces un palacio y hoy es un
panteón. Tal fue la voluntad de su dueño, y fue un empeño que
dio admiración al mundo: dejó su hacienda entera al que la
empleara en un panteón que asombrara a las generaciones
futuras; pero con la condición de que se enterraran en él los que
sucumbieron de modo cruel a manos de su hijo.
Don Juan empieza a mirar alrededor y reconoce las estatuas de
la gente que fue matando a lo largo de su vida, entre ellas las del
comendador y la de don Luis Mejía. De repente, se fija en la estatua de
doña Inés y le pregunta al escultor cómo murió. Éste le dice:
-Dicen que murió de pena cuando volvió de nuevo al convento,
abandonada por don Juan.
Tenorio, entonces, quiere quedarse a solas y le pide al escultor
que se vaya, ofreciéndose a cerrar él el panteón. Éste, al principio no
quiere, pero al saber que se trataba de don Juan, conociendo su
reputación y temiendo por su vida si le lleva la contraria, decide dejarle
solo.
ESCENA III
Don Juan se encuentra solo entre todas las estatuas y dice:
-Mi buen padre empleó en esto toda nuestra fortuna; hizo bien,
pues, de no haber sido así, seguro que yo la habría malgastado en
cualquier juego. -Dirigiéndose a las esculturas:- No os podéis quejar de
mí; os quité buena vida al mataros, pero también os di buena sepultura.
¡Qué hermosa noche! ¡Y cuántas noches como ésta he perdido en
malas aventuras!
Mira, entonces, de manera especial, la estatua de doña Inés y
exclama:
-Mármol que alojas el cuerpo sin vida de doña Inés, deja que el
alma de un triste llore un momento a tus pies. Inocente doña Inés, cuya
hermosa juventud encerró en el ataúd quien llora ahora a tus pies, si a
través de esa piedra puedes mirar la amargura de mi alma, prepárame
un sitio a tu lado en tu misma sepultura. ¡Oh, doña Inés de mi vida! Si es
cierto que hay un Dios en el cielo, dile que mire a don Juan, llorando en
tu sepultura.
ESCENA IV
Aparece la sombra de doña Inés y, dirigiéndose a
Tenorio, le dice:
-Yo soy doña Inés, don Juan, que te oyó en su sepultura.
Don Juan, atónito, pregunta:
-Entonces... ¿Vives?
La sombra responde:
-Vivo
para
ti.
Yo
ofrecí
mi
alma
a
Dios
a
cambio
de la tuya impura. Al ver cómo te amaba, me concedió
unir el destino de nuestras dos almas.
Tenorio,
-¿Estoy
confuso,
despierto
se
o
tal
pregunta
vez
sueño
en
con
voz
las
alta:
sombras
de un paraíso?
La sombra responde:
-No, no estás soñando. Y piensa que, si te arrepientes y
actúas bien, nos podremos salvar; pero, si actúas mal, causarás
nuestra eterna desgracia. Reflexiona, don Juan, y no pierdas un
instante, porque esta noche se acaba tu tiempo.
Y dicho esto, la sombra desaparece.
ESCENA V
Don Juan está sobrecogido por la sombra de doña Inés y
por
las
palabras
que
le
ha
dicho.
Por
eso,
al
ver a sus amigos Centellas y Avellaneda, piensa que son
espectros. Cuando oye que éstos lo llaman repetidamente por su
nombre, responde:
-¡Apartaos de mí, irreales sombras!
Ellos se acercan y tratan de tranquilizarlo. Centellas le
dice:
-Tranquilizaos,
don
Juan.
No
somos
sombras,
si-
no hombres que os conocen y os aprecian. A la luz de
las estrellas os hemos reconocido y hemos venido a daros un abrazo.
Avellaneda, por su parte, le pregunta:
-Pero,
¿qué
hacéis
aquí?
¿Conocéis
este
sitio?
Tenorio responde:
-Es
de
mi
el
panteón
niñez
o
familiar.
testigos
de
Aquí
mi
sólo
audacia
y
veréis
valor.
amigos
No
quiero
seguir aquí, vámonos.
Los amigos lo siguen y Centellas añade:
-Vamos,
y
nos
contaréis
el
motivo
de
que
mi
casa,
a
volváis
a Sevilla por tercera vez.
Don Juan, entonces, les dice:
-Cenaremos
que
también
estatua
los
quiera
del
tres
solos
asistir
comendador-.
en
alguno
Tú
eres
de
éstos.
el
más
no
-Señala
ser
a
ofendido,
la
pe-
ro, si lo deseas, también te invito a cenar.
Centellas,
sorprendido
por
lo
que
acababa
de
oír,
dice a Tenorio:
-Don
Juan,
invitar
a
cenar
a
la
estatua
de
un
muerto... Eso no es valor, sino locura.
A lo que don Juan respondió:
-Llamadlo
como
queráis;
yo
soy
así.
Vámonos.
lo dicho, comendador, queda invitado.
ACTO SEGUNDO: “La estatua de don Gonzalo”
Y

Cena en casa de don Juan.

Las estatuas de don Gonzalo y doña Inés.

Don Juan desafía al capitán Centellas y a
Avellaneda.
ESCENA I
Están ya todos en casa de Tenorio dispuestos para cenar. En la
mesa, ha hecho poner cuatro sillas y cuatro cubiertos, reservando un
sitio al comendador. Don Juan le dice a su criado:
-Ciutti,
no
pon
vino
pueda venir, nadie
al
comendador.
podrá decir
que
Así,
no
lo
aunque
él
honré en su
ausencia.
Centellas, entonces, dice:
- Brindemos por su recuerdo y no pensemos más
en él.
Mientras brindan, llaman a la puerta insistentemente. No abren,
no se ve a nadie, aunque las llamadas suenan cada vez más cerca.
Por fin, Tenorio, imaginándose quién es, dice:
-¡Señores! ¿Para qué llamar? Si los muertos pueden pasar por
la pared. ¡Adelante!
La
estatua
del
comendador
pasa
a
través
de
la
puerta cerrada; Centellas y Avellaneda se desmayan.
ESCENA II
-¿Eres
el
comendador?
-preguntó
don
Juan.
Éste respondió:
-¿Por qué te asustas de mí si me has invitado?
Tenorio intenta que sus amigos se recuperen y se levanten.
Pero el espíritu del comendador le dice:
-No esperes que se levanten, porque no despertarán hasta que
yo me vaya. La justicia divina del Señor para contigo no necesita más
testigos que tu conciencia. Y yo vengo en su nombre para enseñarte
que detrás de esta vida hay otra eterna. Dios, en su santa bondad, me
envía para decirte que mañana has de morir y te da esta noche para
arrepentirte, a fin de que te salves. Espero que me devuelvas esta
visita.
ESCENA III
Todavía impresionado por la visita del comendador, don Juan
recibe de nuevo la visita de la sombra de doña Inés. Ella le dice:
-Piensa en lo que te ha dicho mi padre y ten valor para acudir a
su cita. Piénsalo bien, porque sólo tienes esta noche para arrepentirte y
mañana nuestros cuerpos dormirán en la misma sepultura. -Tras decir
esto, desapareció.
ESCENA IV
Tenorio
piensa
no
que
tal
entiende
vez
nada.
haya
sido
Ve
todo
preparado
tan
por
raro,
sus
que
amigos
para gastarle una broma de mal gusto y les reprocha que
quieran reírse de él. Les dice:
-No
finjáis
ya
más.
Dadme
una
explicación
de
lo
que ha pasado aquí o juro a Dios que os haré ver a los
dos que no hay quien me burle a mí.
Ellos,
por
su
parte,
creen
que
es
don
Juan
quien
ha representado una escena para hacer alarde de su valor. Centellas
le dice:
-Pues ya que habláis del tema, sabed que sospecho que sois
vos el que habéis hecho burla de nosotros. Yo he perdido aquí del todo
los sentidos, sin haber hecho ningún exceso, y esto lo entiendo yo de
este modo: para mostrar vuestro valor, invitasteis a cenar al
comendador; y, para poder decir que asistió, con un narcótico puesto
en el vino nos habéis hecho dormir. Si es broma, puede pasar, pero
llevada a tal extremo ni puede probarnos nada ni la vamos a tolerar.
Empiezan
mentir
y,
a
cuando
discutir,
Centellas
se
se
acusan
dispone
a
mutuamente
sacar
su
de
espada,
Tenorio le dice:
-Vamos
fuera,
os maté en mi casa.
no
piense
después
cualquiera
que
Salen de la casa con ánimo de luchar.
ACTO TERCERO: “Misericordia de Dios y apoteosis
del amor”

Don Juan se salva por su amor a doña Inés.
ESCENA I
Tenorio
llega
al
panteón
familiar
para
acudir
a
la
cita con el comendador. Ante el sepulcro le dice:
-Despierta, ya estoy aquí.
Entonces, la sepultura se transforma en una mesa, sobre la que
hay un plato de ceniza, una copa de fuego y un reloj de arena. Las
sombras y espíritus de los muertos observan la cena.
ESCENA II
La
estatua
del
comendador
le
dice
a
don
Juan:
-Aquí me tienes, don Juan, y vienen conmigo todos los que
están reclamando a Dios tu eterno castigo. Tú me has ofrecido
antes una cena y ahora te he preparado yo la mía.
-¿Y qué es esto que me das? -replicó don Juan.
La estatua responde:
-Fuego
y
ceniza;
te
doy
lo
que
tú
serás.
Ceniza,
porque eso es en lo que se convertirá tu cuerpo; el fuego es el que hay
en el infierno, a donde tú irás debido a tu vida desenfrenada. El reloj
mide el tiempo que te queda; en cada grano de arena se va un
momento de tu vida y ya te quedan muy pocos. Aprovecha el tiempo,
arrepiéntete y salva tu alma.
Pero don Juan, confuso y asustado, no cree posible arrepentirse
y borrar en un momento treinta años de mala vida. Entonces, ve pasar
una comitiva que va a un entierro. La estatua le dice que es el suyo,
pues el capitán Centellas lo mató. Cuando se le ha acabado el tiempo
y el comendador le coge la mano para llevárselo al infierno, Tenorio
por fin se arrepiente de sus pecados y, de rodillas y mirando al cielo,
exclama:
-Santo Dios, yo creo en Ti; ten piedad de mí. De repente, cuando las
sombras de los muertos se dirigían hacia don Juan, se abre la tumba
de doña Inés, que le coge la mano.
ESCENA III
Doña
Inés
aparece
y
dice
a
todos
los
espíritus
don
Juan
que querían llevarse a don Juan a los infiernos:
-¡No!
pie
de
mi
prosigue:mí,
te
Yo
estoy
aquí
y
sepultura.
:"'Y,
dirigiéndose
Yo
he
perdona.
dado
Todos
mi
Dios
alma
sabrán
que
perdona
por
el
a
ti
él
y
amor
a
a
continuación,
Dios,
te
al
gracias
salvó
en
a
el
último momento. Cesad, cantos funerales; callad, fúnebres campanas;
ocupad, sombras livianas, vuestros sepulcros -los esqueletos vuelven a
sus tumbas, que se cierran-; volved a los pedestales, animadas
esculturas
-vuelven las estatuas a sus lugares-. Dicho esto, varios ángeles rodean
a los dos amantes, que quedan juntos para siempre.
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