LA ACCIÓN COMUNITARIA EN SALUD MENTAL:

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REVISTA CUBANA DE PSICOLOGÍA
Vol.21, No.1, 2004
ACCIÓN COMUNITARIA EN SALUD MENTAL
Multiplicadores y multiplicandos
Prof. Manuel Calviño 1. Facultad de Psicología. Universidad de La Habana.
RESUMEN
Con el presente escrito el autor llama la atención sobre un espacio de actuación
interprofesional de suma importancia social en el que la Psicología puede
brindar un aporte de suma importancia: las prácticas comunitarias. El análisis se
divide en tres aspectos: el primero – las prácticas comunitarias tradicionales y
sus deficiencias esenciales; el segundo – las prácticas de salud mental,
centrado en los enfoques preventivos y sus exigencias contemporáneas y el
tercero, por último – los principios probables de una práctica de salud mental
comunitaria, en el que se reconfirma una aproximación centrada en los recursos
humanos y profesionales de la comunidad.
ABSTRACT
In this work the author draws attention to an interprofessional area which has
significant social relevance and one in which Psychology can offer an important
contribution: the community practices. The analysis is divided into three
aspects: first - The traditional community practices.; second – the mental health
practices, centered around preventive approach and its contemporary demands;
and third and last – principles in community mental health practices, which
attempts to reconfirm an adequate approach centered around human community
and professional resources.
El tema que desplegaré está compuesto por tres
unidades básicas: ACCIÓN, COMUNIDAD y SALUD
MENTAL. En el escenario profesional de la
psicología ellas se potencian mutuamente de
manera que se favorecen en su gestionar.
Parecería, a primera vista que hablamos de una
obra (la salud mental), puesta en un teatro o
escenario (la comunidad) y con personas que la
hacen (la acción de los protagonistas). Dejo claro de
partida, que no me sé todos los papeles. El que sí
me sé (bastante bien) es el mío. Por no sé qué
razón a los científicos nos pasa mucho que nos
preguntan como entidades sociales y no
individuales. Nos piden la generalidad, raras veces
la particularidad. Si algo saqué en claro de mis
lecturas estudiantiles del conocido libro de
“Metodología de la Investigación Psicológica” de
Scott y Wetheimer (quizás los que peinan canas lo
recuerden) es que para generalizar hay que tener,
entre otras, ciertas condiciones muestrales de
representación de los datos. Yo puede que sea una
muestra, pero definitivamente no representativa. En
Cuba (probablemente como en la mayoría de los
países), el volumen y diversidad de la intersección
de las tres nociones básicas apuntadas
anteriormente es lo suficientemente grande como
para no resistir una homogenización por demás
anquilosante.
En Cuba la actividad comunitaria no es sólo una
vocación, es una demanda real de trabajo. Somos
1
E-mail: [email protected]
demandados para que nuestra acción sea
comunitaria. Los psicólogos acostumbramos a decir
que la Psicología en nuestro país, como práctica
profesional, nació en la comunidad. No sabíamos bien
ni qué era ser psicólogo, pero ya estábamos haciendo
trabajos comunitarios. Años después nos encontramos
con las propuestas conceptuales y metodológicas de la
llamada “Psicología Comunitaria” y no nos
convencieron mucho. ¿Por qué?
En sentido general, los enfoques comunitarios
nacieron en este lado del mundo muy influidos por
prejuicios sociales y profesionales y especialmente
asociados a los paradigmas de control. Así como en
su tiempo Skinner B.F. estaba convencido de poder
dominar
al
mundo
con
la
tecnología
comportamental, Rappaport nos indujo a hacerlo con
los procedimientos comunitarios. Muchos olvidaron
que, al decir de Rogers, ”es un empeño evidente en
toda vida orgánica y humana…expandirse,
extenderse, llegar a tener autonomía, desarrollarse,
madurar,… es la tendencia a expresar y activar
todas las capacidades del organismo hasta el grado
en que dicha activación perfeccione al organismo”.
(Rogers C. 1961. pg. 35). El paradigma de control
respondía a una epistemología positivista y a una
concepción
sociopolítica
hegemonista
y
discriminatoria. La acción de entidades que debían
ser transgresoras del orden establecido se ponía en
las manos manipuladoras de ingenuos o de
inescrupulosos profesionales.
37
Esto condicionó que muchos profesionales con
(des)intenciones sociales retrógradas y algunos de
intenciones sociales proactivas promovieran un
desarrollo de prácticas comunitarias marcadas por
actuaciones “modelares” (Calviño M. 1995, 1996) en
las que se concibe ingenua o malsanamente que la
condición de profesional supone una posición de
predominio sobre la determinación de las conductas
a seguir en una cierta relación por parte de los que
serían el objeto (en realidad sujetos) de la acción
profesional, en este caso los miembros de la
comunidad. Es el modelo representacional del
profesional quien ocupa el lugar de modelo a
alcanzar. En este enfoque modelar subyacen
relaciones de poder-subordinación, desde las que se
ejecuta
una
suerte
de
“hegemonismo
paradigmático” para el especialista, lo que reduce
considerablemente la posibilidad de una acción
verdaderamente comunitaria. No es la comunidad el
verdadero agente de acción, de cambio, de
desarrollo.
Todavía cuando miramos a los que siguen de
espalda a la realidad percibimos que lo único que
piden a las personas sobre quien recae su trabajo es
que “se dejen llevar”. Son ingenuamente pensados
como cuerpos inertes que serán movidos por la
acción profesional. Uno de los personajes de la
novela de Gabriel García Márquez “Del Amor y otros
demonios”, Sierva María es mordida por un perro
rabioso y su vida peligra. Entonces es que su padre
se acuerda que tiene hija y trata de hacer por ella “lo
mejor”, y dice el autor: “Le consagró todo su tiempo.
Trató de aprender a peinarla y hacerle la trenza.
Trató de enseñarla a ser blanca de ley, de restaurar
para ella sus sueños fallidos de noble criollo... Lo
intentó casi todo, menos preguntarle si aquel era el
modo de hacerla feliz”. Dejo a ustedes las analogías
probables.
Otra característica que no satisfizo nuestras
expectativas fue una cierta indiferenciación de las
prácticas profesionales, que parecen disociadas del
contexto cultural, simbólico, arquetípico, en el que se
desarrollan. He visto que en ocasiones las ideas y
procedimientos de trabajo son los mismos para
accionar en una comunidad indígena que para un
asentamiento de trabajadores inmigrantes de una
gran capital. No es casual que se señale entonces
“el poco uso que se ha dado a esta considerable
objetivación de los estados - y procesos inclusive de
conocimientos,
creencias,
prácticas
y
comportamientos
de
grupos
poblacionales
específicos en ámbitos asimismo muy determinados
y concretos” (Contreras E.1994 b. pg. 117).
El “burocomunitarismo” (neologismo con el que
pretendo significar al burocratismo en las prácticas
comunitarias) ha ocupado un espacio en ocasiones
nada despreciable en las prácticas “comunitaristas”
(otro neologismo para diferenciar los comunitarios
adecuado de lo malsano). Más de una vez he visto
que los problemas pretenden resolverse en la mesa
de trabajo, o en el buró de los funcionarios de la
región en la que se supone se realiza una acción
comunitaria. Las soluciones son documentos,
resoluciones. Algo así como “hagan las tareas y verán
que todo saldrá bien”. Sin ofender ni restar valor a lo
que lo tiene y merece, pero en ocasiones he llegado a
pensar que mejor sería entregar a la comunidad el
dinero que se invierte para pagar, subvencionar y
patrocinar ciertos trabajos comunitarios (incluido el
salario de los “especialistas”).
Marcas como el “inmovilismo” la falta de
“movilización social comunitaria”, la “valoración
inadecuada” (subvaloración o sobrevaloración) de
las potencialidades y capacidades de los grupos
comunitarios con los que se trabaja, la “atención
concentrada solo en grupos extremos”, son
comunes en los abordajes comunitarios. Al fin y al
cabo, cuando de prácticas comunitarias de salud se
trata, aún se siente con fuerza la presencia del
modelo médico, del modelo de la jerarquía
profesional. Un modelo asistencialista con poca
capacidad de responder a las demandas explícitas e
implícitas de las comunidades. Sin profundizar
demasiado, lo considero además de decadente,
poco efectivo en nuestros días.
Diferenciándome de lo antes dicho mi pretensión
es presentar algunos elementos centrales que
servirían de sustento en la realización de
experiencias prácticas concretas en el ámbito de
salud mental comunitaria. En el punto de partida
subrayo
un
conjunto
de
consideraciones
fundamentales que a continuación intentaré al
menos formular declarativamente.
En primer lugar, la certeza de que son las
comunidades los actores reales de la posible
solución de sus problemas, de la búsqueda de
alternativas de mejoramiento. Coincidimos, de
manera total con la idea de que “...the community
culture...is an important consideration in the design
and delivery of services. The challenge ...is to
enhance competence by learning about the
communities...and incorporating this knowledge into
their framework...” (Stroul B., Friedman R.M.,
Hernández M., y otros. 1996.p.598). Son los agentes
comunitarios quienes tienen que construir sus
propios cambios. Es desde las necesidades de las
comunidades, desde sus demandas reales que se
construye un espacio probable y factible de
actuación. Los especialistas somos mediadores y
facilitadores de dichas actuaciones pero nunca
sustituyendo,
suplantando,
la
función
que
corresponde a los actores.
En esta dirección formulamos seis principios
estructurales
y
funcionales
básicos
del
posicionamiento del (los) profesional (es) en un
abordaje comunitario.
POSICIONAMIENTO PROFESIONAL
1. La disposición a la concesión y a la relación
transaccional.
2. El mantenimiento de una justicia de la equidad
relacional.
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3. La conformación de una relación de poder
participativo y plural.
4. El encuentro y la priorización de intereses
comunes.
5. El libre ejercicio de la contradicción y la
diferencia.
6. La supeditación a los intereses reales de la
comunidad.
En segundo término aparece como un lugar de
especial cuidado el que se inscribe desde la propia
noción de “salud mental”. Habría al menos tres
miradas claras en las que dicho concepto se
presenta como nuclear:
jerarquización de niveles de atención que va desde
la comunidad primaria, de residencia, como eje
organizativo primario de las acciones de salud, hasta
los niveles de atención especializada. En la
definición general del modelo cubano de salud, un
peso fundamental está dado a los niveles primarios
de atención. Es así que de suma importancia resulta
el trabajo de Promoción y Educación para la salud,
encarnación fundamental de los modelos de
actuación profilácticos o preventivos.
En los últimos años, las definiciones de las Políticas
de Salud han pasado a considerar especialmente el
valor de las prácticas de EDUCACIÓN y PROMOCIÓN
de Salud, definidas sobre todo en términos de los
necesarios cambios en los estilos de vida, noción esta
que apunta esencialmente al sujeto, a la persona.
Junto a esto se llama la atención sobre la “prevención
de enfermedades”, definida sobre todo como la
protección contra las amenazas del ambiente, lo que
significa, inevitablemente la acción mancomunada de
las Instituciones de Salud, las personas, las
comunidades,
etc.
como
actores,
gestores,
responsables de su salud. En la Primera Conferencia
Internacional de Promoción de Salud, realizada en
Ottawa en 1986 con el patrocinio de la OMS se señala
que de lo que se trata es de facilitar el proceso según
el cual se puede movilizar “a la gente para aumentar su
control sobre la salud y mejorarla…para alcanzar un
estado adecuado de bienestar físico, mental y social…
ser capaz de identificar y realizar sus aspiraciones, de
satisfacer sus necesidades y de cambiar o adaptarse al
medio ambiente”. Para lograr verdaderamente esto es
imprescindible comprender que el desarrollo de la
Salud no es tarea exclusiva del llamado Sector Salud.
La Educación y Promoción de la Salud no lo son
tampoco. La Salud es tarea de todos. La Educación y
Promoción de salud son también autoeducación y
participación.
A diferencia de los enfoques asistenciales, se trata
aquí de enfoques preventivos. Si los primeros tratan de
“grupos específicos” (los profesionales) brindando
servicios a “grupos generales” (la población), los
preventivos hablan de grupos que se multiplican, de
actores de una acción común en la que se trata de ser
“multiplicadores y multiplicandos”.
Partiendo de estas consideraciones no es difícil
comprender porque “la Organización Panamericana
de la Salud ha definido la promoción de la salud
como el resultado de todas las acciones
emprendidas por los diferentes sectores sociales
para el desarrollo de mejores condiciones de salud
personal y colectiva para toda la población en el
contexto de su vida cotidiana” (OPS. 1992. pg. 1).
Esto está directamente relacionado con las políticas
de salud, las medidas ambientales, los servicios de
salud,
las
organizaciones
comunitarias,
y
lógicamente con los individuos, con sus actitudes y
aptitudes personales, sus creencias, su subjetividad.
No es casual entonces que en la experiencia actual
de una buena parte de los profesionales, hablar de
Salud Mental supone una mirada inevitable desde lo
1. La mirada clínica médica, en la que el concepto
se asocia a la presencia ausencia de disturbios
emocionales más o menos severos. La salud mental
está en la diferenciación, la distancia relativa, de la
enfermedad, siendo esta última el objeto real de
trabajo. La acción básica es, obviamente,
asistencial. Sus procedimientos de acción: las
herramientas
profesionales
(diagnóstico,
intervención, psicoterapia, orientación, rehabilitación,
etc.), por lo que la extensión de la acción depende
del volumen de profesionales.
2. La mirada laboral educativa o formativa,
sustentada en la función intelectual adaptativa. Aquí
hacemos referencia sobre todo al desarrollo de
capacidades con énfasis en la adaptación a las
condiciones reales de vida. La salud mental desde
esta perspectiva incluye la acción sobre la
preparación de las personas y el mejoramiento de
las condiciones objetivas de su vida. El aumento de
la empleabilidad, las habilidades de gestión de
recursos, el ingreso en le mercado de intercambios,
etc.
3. La mirada sociopersonal constructiva. Hoy se
afirma por muchos especialistas y se reconoce que
aproximadamente el 50 % del mejoramiento de la
salud poblacional depende del estilo de vida, el 20 %
de la genética, otro 20 % del estado del medio
ambiente y sólo el 10 % de la salud pública
tradicional (atención médica). Se hace evidente la
necesidad de un cambio en lo que a estrategias de
salud mental se refiere. Se trata precisamente del
paso decidido a una orientación socioprofiláctica en
la que se intensifica el proceso sociocomunitario. El
discurso ha de ser prioritariamente de atención
primaria, de humanización de las prácticas médicas,
psicológicas, psiquiátricas.
Aún cuando cada una de estas nociones tiene
mucho importante que decir, y considerando incluso
que no necesariamente ellas se excluyen entre sí,
es sobre todo en la última, en la mirada
sociopersonal constructiva, donde me reconozco en
lo que a algunas de mis prácticas profesionales de
los últimos años se refiere y donde reconozco
necesidades y posibilidades en los contextos reales
en que trabajo.
Como es conocido, la estrategia de Salud de Cuba
a largo alcance se ha centrado en un amplio plan de
39
5. “Ninguna medicina cura lo que no es capaz de
curar la felicidad” – El asunto está sobre todo en los
modos de vida, los estilos de vida. Es sobre ellos
sobre los que hay que actuar.
El trabajo comunitario en salud mental es
entonces más que una política, más que una
estrategia, una necesidad demandante. No hacemos
trabajo comunitario por un afán de socialización,
porque queremos ser “sociales”, sino porque la
demanda real de socialización es intrínseca al
problema mismo y por ende a las búsquedas de
soluciones probables.
Me gustaría ahora compartir con ustedes lo que
pudiera llamar algunas exigencias o características
metodológicas, de encuadre, en nuestro accionar
comunitario.
comunitario. Las prácticas socializadoras se presentan
como componentes ineludibles de las acciones de
salud mental. Así, el trabajo comunitario en salud
mental es realizado en los niveles primarios de
organización de la sociedad, y obviamente es
acompañado y apoyado por todo el sistema de salud
y lo que probablemente resulta de gran importancia
es que también es acompañado por otros
componentes de la red nacional de instituciones
gubernamentales y no gubernamentales. La tesis de
partida es que la garantía de la salud mental es
sobre todo la generación de aquellas condiciones de
desarrollo personal, físico, social, educativo y
cultural que tiendan a facilitar el crecimiento de
hombres y mujeres creativos, con capacidad para la
autogeneración del desarrollo, para la toma de
decisiones, para la realización de los proyectos
personales y sociales.
En nuestra comprensión técnica, el camino pasa
esencialmente por tres tipos de gestión: la gestión
de salud, la gestión de educación y la gestión de
comunicación.
Pero esto, que tiene que ver con razones de orden
institucional o estratégicas tiene una razón también
desde lo conceptual, desde el conjunto de
presupuestos cosmovisivos que fundamentan
nuestro trabajo. Intentando resumirlos de manera
esquemática preciso los siguiente aspectos:
EXIGENCIAS METODOLÓGICAS
PARTICULARES.
1. LA ACCION SOBRE LO PROBABLE.
Cuando ubico la especificidad de las prácticas de
salud mental en los ámbitos comunitarios me parece
conveniente demarcar tres zonas epidemiológicas
fundamentales. No hablo de zonas geográficas, ni
de zonas de distribución de la enfermedad. No me
agrada la idea de ser un luchador contra la
enfermedad, prefiero siempre definirme como un
buscador del bienestar. Por eso hablo de zonas
temporales que son la expresión de la vida real.
Porque la vida, para cada ser humano, es el tiempo,
el tiempo de vida. Entonces abro mi mirada al
pasado (zona de lo que fue, los antecedentes, la
frustración y el regocijo). Abro mi mirada al presente
(zona de lo que es, la realidad actual, la zona de la
necesidad). Y abro sobre todo mi mirada al futuro
(zona de lo que será, la realidad prevista, esperada,
la zona del deseo, de la esperanza).
Cada una de estas zonas tiene sus
especificidades técnicas. Los psicólogos sabemos
que las diferencias entre Freud y Lewin están en
gran medida en el acento temporal. Freud quiso
mirar al pasado. Lewin al “aquí”, al “ahora”. Y aún
más, Maslow, Rogers y tantos otros, quisieron mirar
al futuro, a lo que se podría. Y esto condujo por
diferentes caminos a diferentes lugares.
En nuestro caso la mirada al futuro se expresa en
la acción profiláctica educativa, de orientación. Pero
por ser una acción preventiva, necesita hablar no
sólo de lo necesario, de lo mejor, sino sobre todo de
lo posible. La acción de profilaxis, de prevención, de
educación y promoción de salud de salud mental,
puede ser representada, retomando a Vygotsky,
como una cierta zona de desarrollo próximo (fig.1).
Se trata a nuestro juicio del establecimiento de las
“zonas de impacto probable” que realizamos o
proyectamos realizar. La expectativa de modificación
ilusoria, casi alucinante, es usualmente frustrante e
inmovilizadora.
Alguien
dijo
que
“mientras
perseguimos lo inalcanzable hacemos imposible lo
realizable”.
SUSTENTOS COSMOVISIVOS
1. “Los erizos nacen sin púas” – Sin desacreditar
los factores orgánicos, las problemáticas dominantes
de salud mental son esencialmente el producto de la
acción de los factores ambientales, educativos, de
las dinámicas de los grupos de inclusión (familia,
trabajo, comunidad, amigos, barrio, etc.). Por ende,
su abordaje correctivo y preventivo ha de ubicarse
en este mismo ámbito.
2. “El que a buen árbol se arrima, buena sombra le
cobija” – Es en la generación de las condiciones
favorables que está la máxima capacidad para
tender a un desarrollo sano y armónico de las
personas. Todo ser humano es él y sus
circunstancias. En espacios de bienestar el
crecimiento pleno y feliz no sólo es más probable,
sino más estable y trasmisible.
3. “Amor con amor se paga” – El establecimiento
de climas afectivos sociocomunitarios favorables, de
nexos afectivos positivos y fuertes, la cultura del
diálogo, de la tolerancia, de la comprensión mutua y
de la solidaridad, son vías regias para el logro de
una mejor salud mental poblacional.
4. “Un problema mal planteado no tiene solución” –
Es en la comprensión adecuada de la salud mental
como un fenómeno sociopsicológico, cultural y
económico que podemos encontrar los límites de
nuestras prácticas y su real capacidad de cambio.
Pero no para limitarnos, sino para hacer partícipes
de nuestra misión a otros sectores de la vida del
país.
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ZONA ACTUAL
DEL
COMPORTAMIENTO
ZONA PRÓXIMA
DE DESARROLLO
ZONA DE
DESARROLLO
ULTERIOR
Figura 1.
Lo probable es siempre una “zona de desarrollo
próximo” en la que se negocian las necesidades con
las posibilidades, lo que es posible ahora con lo que
será posible después. La acción comunitaria
consistente es escalonada, y los saltos estridentes
son usualmente saltos en el vacío que nos
devuelven al punto de partida, quien sabe si incluso
nos dejan más atrás. La no observancia de este
principio lleva a serios errores de idealización
(sobrevalorada) y deja secuelas negativas.
ejemplo quizás me permita explicar mejor la idea.
Tomemos como referencia la gestión de educación.
Ella no puede realizarse solo tomando como grupo
de acción educativa a la familia, o a la escuela. Los
gestionadores de cada una de estas áreas son
instituciones diferentes, con perfiles diferentes, con
dinámicas internas diferentes. Cada una de ellas
tiene su propio discurso y de no establecer un punto
real de confluencias los esfuerzos pueden ser
ineficientemente gastados. Por eso, resulta de gran
importancia el esclarecimiento de las alianzas
participativas, de los por qué y los cómo cada parte
del todo se integra en la acción de promoción
estableciendo relaciones de costo / beneficio.
1. LA CONJUGACIÓN DE LOS FACTORES
DE INFLUENCIA.
Como decía anteriormente, partimos de la
consideración de que la acción de salud mental
comunitaria se define por un punto variable en el
espacio conformado por las prácticas de salud, las
educativas y las de comunicación (fig 2.).
El peso específico de cada uno de los
componentes viene definido por la ubicación de las
necesidades reales de la comunidad, de la situación
concreta con la que nos enfrentamos. Sin embargo,
ninguna acción comunitaria en salud mental debe
excluir alguno de estos elementos.
Al mismo tiempo la conjugación de los factores de
influencia se realiza sobre la base de la conjugación
de los gestores (promotores) de influencia. Un
3. EL REFORZAMIENTO
DE LA COMUNICACIÓN SOCIAL.
Si bien como señalamos antes los pesos
específicos de cada una de las gestiones se definen
con arreglo a las demandas y necesidades, en
nuestros trabajos la comunicación social se revela
como factor que requiere de un tratamiento especial.
A finales del siglo pasado, un ingeniero y
sociólogo italiano, Vilfredo Pareto, formuló y
defendió una idea de gran interés que para algunos
es una “norma de la economía del bienestar”. Pareto
formuló en calidad de observación lo que se
GESTIÓN DE SALUD
DEMANDAS
EXPRESADAS DE LA
COMUNIDAD
NECESIDADES
REALES DEL GRUPO
GESTIÓN DE
EDUCACION
DEFINICIÓN DE
LAS ACCIONES
DE SALUD
MENTAL A
REALIZAR POR Y
CON LA
COMUNIDAD
GESTIÓN DE
COMUNICACION
Figura 2.
41
denomina la ley de Pareto: “en una serie cualquiera
de factores, que hay que someter a control, se
puede distinguir una pequeña porción, desde el
punto de vista del número, a la que se puede atribuir
una gran influencia en lo que al efecto hace. Por el
contrario, la gran mayoría de los factores, siempre
desde el punto de vista del número, tiene un
significado relativamente menor en cuestión de
efecto”.
Acompañado a Pareto, incluso sin saberlo, una
buena parte de nuestros empeños profesionales se
concentra en buscar no solo ciertos efectos, sino los
mayores y mejores efectos, con un mínimo de costo.
Es este el reto de la eficiencia. Al mismo tiempo,
luchamos por lograr esa eficiencia favoreciendo o
resguardando la producción de un beneficio
proporcional. Esto es justicia, o al menos una
fórmula de justicia. La propuesta de Pareto pretende
favorecer un principio de decisión para la
concentración y asignación de los recursos de
manera que favorezca un mayor efecto sin
detrimento de las relaciones equitativas del todo. A
esto se denomina una “mejora paretiana” o un
“cambio paretiano”.
El asunto del reforzamiento de las prácticas de
comunicación social no es de caprichos o gustos.
Dice Debray R., apuntando a la realidad francesa,
pero a mi juicio transferible en gran medida a otras
realidades, que ”los valores asimilados hoy por los
alumnos pasan por la televisión, la música, la radio,
la moda, la publicidad, más que por la escuela y la
familia” (Debray R. 1995.p. 85). Incluso para un país
como
el
nuestro
donde
las
alternativas
comunicativas son aún pobres, tenemos que
reconocer que las influencias de las mismas son
muy poderosas por su extensión y acción legitimada.
A lo dicho hasta aquí me gustaría agregarle el hecho
indiscutible, y sin embargo poco reconocido, de que
la acción de comunicación social no es solamente,
como piensan algunos, una acción que se realiza
desde y con la prensa, la radio y la televisión. La
comunicación
social
supone
niveles
de
representación y de acción. Si el hospital
comunitario de hoy, no está en condiciones de salir
a buscar a su cliente, a su usuario, está destinado a
desaparecer. Ir a buscar a la persona, grupo, etc.
que habita en su entorno para accionar con él con el
fin de evitar que tenga que ir al hospital, es una
gestión de comunicación social. La prevención y la
promoción de salud no son tareas, sino
concepciones de trabajo. Por lo tanto no pertenecen
a un nivel específico de atención, sino que son una
filosofía que sustenta las prácticas de salud y sus
proyecciones. Esa filosofía se construye cada vez
más desde la comunicacional incluso en los
espacios comunitarios.
En este sentido son cada vez más los
especialistas que consideran que el mejoramiento y
robustecimiento de la salud mental puede verse
especialmente favorecido si tomamos como
instrumento de trabajo la comunicación social. A
nivel comunitario “la comunicación, bien entendida,
en su sentido amplio, viabiliza aspectos cruciales de
democratización, equidad y empowerment, además
de cumplir un no menos central papel de advocacy”
(Contreras E. 1994 a. p. 95).
Particularmente, hemos trabajado en los últimos
años el aumento de la eficiencia de las prácticas de
comunicación social en salud tomando como modelo
de referencia el Marketing Social. Lo digo más
claramente: consideramos que una acción de
comunicación social a favor de la salud comunitaria
se ve favorecida dentro de un encuadre de
marketing con una finalidad social.
Es cierto que el marketing para muchos evoca
como escenario, en el imaginario social e incluso
profesional, la representación de una empresa
capitalista deshumanizada, ultramoderna y cuyo
único valor es el dinero. Él tiene en la imaginación
de muchos los colores de la bandera de los Estados
Unidos de Norteamérica y con ellos la sordidez de la
filosofía de la ganancia con menos costo y a toda
costa: cueste lo que cueste (en costo humano).
Pero las evocaciones no son la realidad.
Para que esta propuesta sea loable, es
imprescindible acercarse al sentido praxológico y
pragmático del marketing, en el que sus prácticas
son definidas como instrumentos de las intenciones
y no como intenciones en sí mismas, como medios
al servicio de propósitos que lo anteceden, y no
ineluctables consecuencias conformadoras de
efectos deteriorantes de la justicia y el equilibrio
social y económico. No fue el marketing quien creó
la injusticia social, ni el hambre, ni el desempleo. No
fue el marketing quien creó la competencia ni la
competitividad. El marketing apenas intenta aceptar
la existencia de un mundo en el que la competencia
y la competitividad están presentes, y esto hace
necesario que cualquier proyecto de vida,
institucional o personal, individual o social, comercial
o de bien público, para salir adelante, realizarse y
cumplir sus propósitos, tenga que ser factible,
competente, eficiente y atractivo.
4. LA VISIÓN DE UN SER HUMANO SANO.
Si hablamos de salud mental, hablamos también
de una meta, una conquista: el ser humano sano.
Sano no es el ser humano que no tiene enfermedad
alguna. Sano es el ser humano cuya tendencia de
vida reafirma su condición humana. Lo que significa:
1. El desarrollo de la capacidad de cuestionamiento
(en la ruptura y en la unidad) de los patrones
comportamentales prefijados. La asimilación crítica de
la experiencia reconociendo sus valores potenciales
favorecedores y los entorpecedores.
2. La capacidad de elevación (separación
proyectiva) del presente.
3. La existencia de metas prospectivas a mediano
y largo plazo, de un proyecto de vida conjugado con
sus coterráneos.
4. Aceptación del riesgo comportamental que
supone el cambio.
42
5. Productividad y eficiencia comportamental
elevada ( en función de las metas).
6. Compromiso
personal
e
implicación
comportamental.
7. Un modo de realización de las demandas que
sea generador de bienestar y felicidad para sí y para
su entorno.
8. La observancia de una ética humana con todos
y para el bien de todos, una ética de la solidaridad,
de la justicia, de la cooperación.
Digo que favorecer la salud mental es permitir el
acceso de todo ser humano a una construcción
subjetiva personal marcada por:
INDEPENDENCIA
PERSONAL
ADECUACIÓN DE SU
AUTOESTIMA
RESPONSABILIDAD
LA FLEXIBILIDAD
SENTIDO EXISTENCIAL
CAPACIDAD DE
AUTOCUESTIONAMIENTO
ASERTIVIDAD
CONFIANZA EN SÍ MISMO
DESARROLLO VOLITIVO
APERTURA AL CAMBIO
AUTONOMÍA
ASUNCIÓN DE
COMPROMISOS
2. Ubicarse como parte de un todo no importa
cuál sea la función que se cumple en un momento,
no importa cuanto la realidad fenoménica, siempre
detenida y, por ende, metafísica, nos haga creer que
somos un lugar aislado. Esto significa sustituir el
¿qué puedo hacer? por el ¿qué podemos hacer?,
instaurar el discurso del “nosotros” por sobre el
discurso del “yo y ellos”. No se trata de la pérdida de
lo individual, sino de otra lectura que lo incluye. Sólo
la socialización hace a la individualización, así como
aquella es la resultante dialéctica de esta.
3. No hacer de los enfoques comunitarios lo que
no son. Reconocer sus límites actuales, y en sus
límites actuales reconocer sus retos futuros. Hacer
de la democracia y la participación elementos no
sólo de la vida política, sino sobre todo de los modos
de interacción al interno de las comunidades “en” y
“para” las que trabajamos. Parafraseando a Eduardo
Galeano en “El Libro de los Abrazos” cuando escribe
que “los derechos humanos tendrían que empezar
por casa”, nos veríamos precisados a aceptar que
esa dinámica social de igualdad, democracia,
respeto a las diferencias, etc. a la que aspiramos
tendría que empezar por nuestro propio gremio
profesional. Si a nivel sociopolítico hablamos de
sociedad sin clase, entonces en el campo
comunitario se trata de un pensar ajeno al
autoritarismo, a la omnipotencia del profesional o de
cualquiera de los miembros de la unidad indisoluble
que ha de ser la comunidad.
Es probable que algunos encuentren diferencias
esenciales. Que otros encuentren puntos de
contacto. En cualquier caso, abro las puertas al
intercambio. Entre otras cosas porque soy de los
convencidos de que si ponemos el énfasis en
nuestras ansias, tendremos sobradas razones para
encontrarnos. Todos sabemos que el camino es
difícil. Rogers lo dijo a su manera: “Yo cultivo el
jardín. La mañana en que no me da tiempo…me
siento frustrado. Mi jardín hace surgir la misma
pregunta inquietante que he tratado de contestar en
el transcurso de toda mi vida profesional: ¿cuáles
son las condiciones efectivas para el crecimiento?
Pero en mi jardín, aunque las frustraciones son tan
inmediatas y los resultados sean también éxitos o
fracasos, éstas se hacen evidentes en forma mucho
más rápida”. (Rogers C.1974. Pg. 122-23). Las
flores que podamos cuidar hoy, serán los árboles de
mañana. Entonces no podemos dejar de intentarlo.
ÉTICA PROSOCIAL
Se trata sobre todo de fortalecer las tendencias
positivas de su desarrollo. Decía Maslow que “hay dos
grupos de fuerzas que arrastran al individuo y no sólo
una, además de las presiones hacia adelante, hacia la
salud, también hay presiones hacia atrás, regresivas y
de temor, las cuales llevan a la enfermedad y al
debilitamiento” (Maslow A. 1968. pg. 164). Más que
contrarrestar las fuerzas negativas, lo que tratamos es
de robustecer las positivas.
Acercándome al final, y si de sintetizar se trata,
diría que lo que necesitamos es pensar, desde
nuestra profesión, comunitariamente. Hablo de un
pensar comunitario que sobre todo es:
1. Reconocer la comunidad no sólo como noción,
concepto o como sustento de una metodología o
modelo de accionar práctico. Lo comunitario como
un esencial existencial en el ser humano. Quién
sabe si sustituir el “Uno para todos y todos para uno”
con un “Uno es todos y todos somos uno”. Es
también la certeza de que fue en comunidades que
el hombre llegó a esta altura, y será en comunidades
que seguirá ascendiendo.
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