los primitivos flamencos del siglo xv

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LOS PRIMITIVOS FLAMENCOS DEL SIGLO XV:
LOS VAN EYCK.
Sobre el arte flamenco explicar la técnica del aceite secante y el procedimiento de las
veladuras a través de los hermanos Van Eyck
En el norte de Europa durante el siglo XV y a finales del gótico, aparece una escuela
de pintura con rasgos comunes en la Países Bajos: Flandes, Bruselas, Gante y Brujas. Se
dan unas condiciones económicas, políticas y sociales, que dan a luz a la pintura flamenca.
A partir del siglo XIII asistimos a un renacimiento comercial en el occidente europeo, en las
ciudades flamencas se concentra la producción y comercio de tejidos, siendo centros
económicos de Europa en el siglo XV. En estas ciudades la rica burguesía marcará los
gustos, la estética y los valores artísticos, ya que serán los principales clientes de lo
artistas flamencos.
En el siglo XV algunas ciudades de Flandes se convierten en sede de una
extraordinaria escuela pictórica. Los pintores denominados primitivos flamencos, son los
que reflejan el esplendor de estas ciudades y sus valores económicos. Consiguen fundir la
tradición gótica con la sensibilidad renacentista. Entre sus características generales
destacamos las siguientes:
1. La mayor parte de las obras encargadas por la burguesía son pequeñas, más
apropiadas por tanto para adornar estancias hogareñas que templos o palacios.
2. La temática suele ser de escenas familiares, retratos y, también, religiosa
3. El material utilizado es la tabla, introduciendo la técnica del temple oleoso o
del aceite secante, que da más brillo a los colores, luz a la obra y posibilita la
minuciosidad de los detalles. El aceite secante es un aceite graso de origen
vegetal (de linaza, nuez o adormidera), de gran utilidad en la pintura pues sirve
para diluir el pigmento y aglutinante para fijarlo al fondo. Se seca al entrar en
contacto con el aire, endureciéndose y convirtiéndose en una sustancia sólida y
transparente. Se trabaja también con veladuras que se basan en la
transparencia: son una capa muy fina de color al óleo muy diluido mediante
disolvente (esencia de trementina o aguarrás), que se aplica sobre la preparación
o sobre otro color, matizándolos. Se pinta superponiéndose veladuras
semitransparentes, pero cuidando que lo anterior seque bien.
4. Con frecuencia constan de varias tablas, dos tablas, dípticos, o tres tablas,
trípticos, los más frecuentes. Los laterales sirven de puerta a la central, y en su
exterior se las pinta con tonos grises, grisallas, que imitan el efecto de la
escultura. Si constan de más tablas, hablamos de polípticos.
5. Otra característica es la minuciosidad y detallismo de las obras. Concebidas para
ser contempladas de cerca, los pintores se recrean en la representación de los
detalles más nimios; las cabelleras son una serie de cabellos perceptibles uno a
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uno; en los prados pueden contarse las hojas de las hierbas o los pétalos de cada
flor; en los libros se distinguen las líneas y las letras.
6. Naturalismo. Los pintores intentan la representación más veraz de la realidad. Se
busca la captación de todos los detalles y que los retratos sean lo más parecidos
al modelo: detalles del cutis, de los músculos, etc. En el caso del Canónigo Van
der Paele de Van Eyck, es posible el análisis clínico del personaje a través de la
hinchazón de sus arterias o de la deformación de sus tendones.
Virgen del Canónigo Van der Paele. Jan Van Eyck
7. Amor al paisaje. Montañas, prados verdes, caminos que se alejan o bosques,
permiten conseguir mayor profundidad y perspectiva. En algunos casos puede
verse el palpitar de la luz en el horizonte o los brillos del agua. Cuando la escena
es una habitación, el paisaje, muy detallado, aparece a través de una puerta o
ventana.
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Virgen del Canciller Rollin, Jan Van Eyck
8. Los artistas se recrean en la reproducción de objetos. Se detienen en cosas
pequeñas que llenan la vida cotidiana: objetos de vidrio o metal, monedas,
muebles, telas, etc. De todos ellos podemos apreciar sus calidades, la materia en
sí misma.
Una vez analizadas las características que comparten los primitivos flamencos,
pasemos a
conocer a los principales maestros de la escuela flamenca.
Los hermanos Van Eyck, Jan y Hubert, son los iniciadores del estilo y como
creadores impulsaron la pintura religiosa, el tema del retrato y el paisaje. Juntos pintan
una de las obras maestras de la escuela, el Tríptico del Cordero Místico (San Bavón de
Gante). Cerrado, presenta en su parte superior la Anunciación, San Juan Bautista, San Juan
Evangelista y los donantes
Parte exterior del Tríptico.
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Abierto (pág. 195) ofrece doce tablas. En la parte superior de las centrales aparece
la déesis: Cristo Majestad, la Virgen y San Juan, y a los lados ángeles músicos y cantores, y
Adán y Eva. La parte inferior está ocupada por la escena principal, las muchedumbres que
adoran al Cordero Místico colocado en un ara. En las puertas laterales vemos grupos de
caballeros de Cristo, peregrinos, etc. La tabla central es el punto de referencia y todos los
rostros se vuelven hacia ella. Comparte todas las características antes explicadas:
realismo, minuciosidad, luminosidad, brillo de los colores, etc. Los artistas tuvieron en
cuenta el lugar donde se ubicaría la obra, y tuvieron en cuenta esa circunstancia par la luz,
las figuras, sombreado, etc. Destaca la cabeza de Adán de gran realismo.
Por su parte, Jan Van Eyck destaca como el gran retratista de la escuela, como lo
dejan de manifiesto obras como la Virgen del Canciller Rollin, La Virgen del Canónigo
Van der Paele o el Matrimonio Arnolfini (comentario: págs. 202 y 203)
Rogen Van der Weyden es el pintor de los sentimientos dramáticos y del dolor y de
las grandes composiciones religiosas. Destaca el Descendimiento del Museo del Prado. Su
fondo dorado, poco usual en Flandes, de influencia gótica, le permite destacar las figuras
como si fuese un relieve esculpido. Son de destacar la elegancia y colorido de los ropajes.
Resaltar las emociones de los rostros, especialmente de María y de San Juan.
Detalles del Descendimiento.
También son de destacar los paisajistas Brueghel y Patinir. Patinir derrama en sus
cielos una luz blanquísima de gran intensidad, que brilla sobre una línea de horizonte muy
alta, y sus prados están interrumpidos por rocas y lagunas; todos estos elementos son
perceptibles en el Paso de la Laguna Estigia del Museo del Prado. Su concepción del
paisaje es estática y se limita a un juego de líneas verticales y horizontales.
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En Brueghel destaca su simbolismo y la concepción dinámica del paisaje, con
ondulaciones y luz viva, como en el Retorno de los cazadores.
Pero, sin duda, el más original de los pintores de la escuela flamenca es Hieronymus
van Aeken, El Bosco. Su concepción del paisaje se inspira en Patinir, pero en las formas
crea un mundo extraño, onírico. Sus temas son casi siempre alegóricos y están tratados con
ironía burlesca. No se limita a contemplar la naturaleza y a reflejarla, sino que crea un
mundo imaginario de seres fantásticos, que hacen de su obra un antecedente remoto del
Surrealismo del siglo XX (Dalí, Chirico, Buñuel). Su obra más ambiciosa es el tríptico el
Jardín de las Delicias (comentario: págs. 204-205), con más de 50 símbolos con claves
donde se desborda la fantasía del autor: figuras híbridas hombre-animal, luces misteriosas,
etc. También son de destacar el Carro de Heno (ver CD del libro), símbolo de los placeres
prohibidos o la Mesa de los Pecados Capitales.
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En la Península Ibérica la tradición flamenca estuvo bien representada por Bartolomé
Bermejo (Santo Domingo de Silos del Museo del Prado), Jaume Huguet (Retablo de San
Abdón y San Senén en Tarrasa), Luís Dalmau (Virgen de los Consellers) y Fernando Gallego
(Crucifixión, Museo del Prado).
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