Anexo 1 - Conferencia de Religiosos de Colombia

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Anexo 1
Pistas sobre las otras lecturas del Domingo
Sumario: En tiempos del profeta Ezequiel, la gente decía: “el comportamiento del Señor es
extraño”. Lo mismo reproche le hacen a Jesús, su conducta es extraña. De hecho, Jesús
confunde a los jefes de su pueblo al decirles que los ladrones y las prostitutas los
precederán en el Reino de los cielos. En el famoso himno de la carta a los Filipenses, San
Pablo subraya este comportamiento sorprendente de Cristo: siendo de condición divina se
despojó de sí mismo para tomar la condición del esclavo. De esta manera nos da una prueba
suprema de su amor.
Primera lectura: Ezequiel 18, 25-28
Ezequiel recibió la tarea difícil de llamar a la conversión a sus hermanos de cautiverio. La
doctrina oficial, destacando la solidaridad nacional y entre las generaciones, dejaba en la
penumbra la responsabilidad individual. Por eso Ezequiel advierte que cada uno es
responsable de sus actos, sean buenos o malos; nadie está preso al pasado, ¡puede cambiar
de vida! La libertad personal conduce a la vida o a la muerte.
Ezequiel le hace una especie de proceso judicial al pueblo, para ello plantea la cuestión
fundamental: “¿Quién tiene razón? ¿Ustedes o yo?”. Es una invitación para ponerse de
verdad ante Dios. Este “cara a cara” debe generar la conversión.
El mensaje de Ezequiel fue fecundo. Con Jeremías, puede ser considerado el padre de la
piedad individual que se va a expresar de forma estupenda en tantos Salmos de después del
Exilio, como por ejemplo el Salmo responsorial de hoy.
[PARA EL SALMO RESPONSORIAL, VER EL MATERIAL QUE ESTAMOS
ENVIANDO DEL P. KONRAD SCHAEFER O.S.B.]
Segunda lectura: Filipenses 2, 1-11
La moral Cristiana es cristológica (“tengan los mismos sentimientos que tenía Cristo
Jesús”) y es pascual (“quien se hizo obediente a la muerte de cruz… Por eso Dios lo
exaltó”).
En todas las cartas, Pablo le dedica una amplia sección a las exhortaciones. Había
problemas en las comunidades: disputas de influencia, ejercicio de autoridad, aceptación de
diferencias. ¡Ya los discípulos le preguntaban a Jesús quién era el más importante!
Puesto que el problema es serio, san Pablo se remite al mismo Jesús. Aquí vemos cómo
transcribe (con alguna adaptación personal) un himno con el cual las comunidades
expresaban su fe pascual. Al contrario de Adán (simple hombre que se quiso apropiar de la
gloria y los privilegios que sólo a Dios le pertenecían) Jesús reivindicó el derecho que tenía
de ser tratado al mismo nivel de Dios. Optó por el camino de la humillación del Siervo de
Yahvé (Is 53), hasta la muerte en una cruz.
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Hasta aquí el sujeto de los verbos es Cristo. En la segunda parte, la acción es del Padre,
quien eleva a su Hijo hasta la exaltación suprema, otorgándole “el Nombre” (no “un
nombre”) que está por encima de todos. En la Biblia la imposición del nombre tiene que ver
con el ser íntimo de la persona, su condición y misión. A esta exaltación suprema responde
la Iglesia aclamándolo como “El Señor”.
(V. P. – F. O.)
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Anexo 2
Especial AÑO DE SAN PABLO
(Expansión de la Segunda Lectura del Domingo)
Se vació a sí mismo haciéndose esclavo
Crucificado – Obra de Fra Angelico
En la ciudad macedonia de Filipo, que llevaba el nombre de su fundador Filipo IV --el
padre de Alejandro Magno (siglo IV aC)--, tuvo lugar la batalla entre Octavio y Marco
Antonio contra Brutus y Cassio, después que estos últimos provocaron la muerte de Julio
César. Así la recuerda la historia universal gracias a Plutarco quien la cita en su Vida de
Julio César, en la que --por cierto-- acuñó la famosa frase: “Nos vemos en Filipo”.
A esta misma ciudad llegó Pablo para anunciar el Evangelio de Jesucristo en el año 50 dC.
A la comunidad de allí, tan querida para él, le escribió, quizás entre el 55-56, una carta
serena y afectuosa, a pesar de haber sido redactada en la cárcel, corriendo el riesgo de
morir:
“Y aun cuando mi sangre fuera derramada como libación sobre el sacrificio y la
ofrenda de vuestra fe, me alegraría y congratularía con vosotros…
Cristo será glorificado en mi cuerpo, por mi vida o por mi muerte…
Pues para mí la vida es Cristo, y la muerte, una ganancia” (Flp 2,17; 1,20-21).
En este escrito, en el cual “se siente latir el corazón de Pablo” (como dice J. MurphyO’Connor), volvamos a leer una de sus páginas. Se trata del himno insertado en Flp 2,6-11.
Quizás se trate de un canto bautismal que ya se cantaba en las primerísimas comunidades
(de procedencia helenística), pero escuchado, transcrito y adaptado por Pablo.
Por un lado aparece el descendimiento humillante del Hijo de Dios cuando se encarna: él se
precipita hasta el “vaciamiento” (en griego hay una palabra que es significativa: “kénosis”)
de toda su gloria divina en la muerte en cruz, el suplicio del esclavo, o sea, en el lugar del
último de los hombres, para poder hacerse cercano y hermano de la humanidad entera.
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Por otra parte, aparece el ascenso triunfal que se realiza en la Pascua, cuando Cristo se
presenta en el esplendor de su divinidad, en la exaltación gloriosa que es celebrada
apoteósicamente por todo el cosmos y por toda la historia una vez redimida.
Tenemos así, a través de este contraste de descenso y ascenso, la representación de la
muerte y de la resurrección, de la humanidad y de la divinidad de Jesucristo. Teniendo en
vista esta anotación, podemos acompañar el doble movimiento del himno.
El primero es el del “vaciarse” (kénosis) que Jesús hace de su gloria divina, haciéndose
pobre y débil hombre hebreo, llevado a la crucifixión, considerada entonces como una
muerte infame. Repasemos las palabras del himno:
“6 El cual, siendo de condición divina,
no retuvo ávidamente el ser igual a Dios.
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Sino que se despojó de sí mismo
tomando condición de siervo
haciéndose semejante a los hombres
y apareciendo en su porte como hombre;
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y se humilló a sí mismo,
obedeciendo hasta la muerte
y muerte de cruz” (2,6-8)
El segundo movimiento de este canto --que después de dos milenios, todavía es usado en la
litúrgia—describe por el contrario el gran giro pascual que parte de aquella trágica muerte
sobre el Gólgota y lo eleva (anabasis) hasta su triunfo. Tres veces se repite el término
“nombre” que, en el mundo bíblico, designa la persona y su dignidad. Pues bien, el Cristo
glorioso recupera su “nombre” divino que lo revela como Señor de todo el ser, luminoso en
el esplendor de la divinidad. Estas son las palabras del himno:
“9 Por lo cual Dios le exaltó
y le otorgó el Nombre, que está sobre todo nombre.
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Para que al nombre de Jesús toda rodilla se doble
en los cielos, en la tierra y en los abismos,
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y toda lengua confiese que Cristo Jesús es Señor
para gloria de Dios Padre” (2,9-11).
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Resucitado - Obra de Giotto
Volvamos sobre el texto:
(1) Subrayemos los verbos que indican la acción de Dios Padre, la de Cristo y la de los
cristianos. ¿Cómo se articulan unas con otras?
(2) ¿Cómo se expresa el acontecimiento pascual? El himno emplea este vocabulario, ¿con
qué términos, con qué imágenes significativas?
(3) Este himno parece compuesto a partir de un contraste: Jesús no procede como Adán
sino como el Siervo de Yahvé cantado por Isaías (52,13-53,12). ¿Sabría encontrar detalles
de estos dos temas? ¿Cómo aclaran el misterio de Cristo?
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Anexo 3
Para quienes preparan y animan la celebración dominical
I
Iluminado por el Evangelio, por la primera lectura y por el Salmo responsorial, el tema de
la responsabilidad moral que se traduce en el arrepentimiento de los pecados y en la
conversión de vida, parece sugerir una valoración del Acto penitencial de la Misa. Se
sugiere introducirlo con una monición expresamente preparada y, en el “Señor, ten piedad”,
proponer estribillos basados en las lecturas de este día. Para la liturgia Eucarística,
sugerimos el prefacio de la Reconciliación.
II
Se sugiere una homilía que desarrolle la enseñanza principal de san Mateo, apoyado por la
primera lectura (Ezequiel) y por las oraciones de la Misa (especialmente la oración
Colecta). Conviene hacer una conexión con el domingo pasado, lo cual se facilita por el
tema común de la “viña”. Podría seguirse un esquema alternativo, totalmente apoyado en la
segunda lectura: Jesús como modelo, fundamento y punto de referencia de la unidad de la
Iglesia y de la moral cristiana.
III
En muchos lugares esta semana se realiza la “Semana bíblica”. Sugerimos seguir los
subsidios preparados por las Conferencias Episcopales para este propósito. En Colombia:
“Las comidas de Jesús” (preparado por el P. Hernán Darío Cardona, sdb). También
proponemos retomar el reciente discurso del Papa Benedicto XVI con motivo de los 40
años de la “Dei Verbum” (lo ponemos en el anexo siguiente).
IV
Para los lectores.
Primera lectura: El texto tiene una estructura propia. Podemos dividirlo en dos partes. La
primera parte de la afirmación “Si Ustedes dicen…”. La segunda parte contrapone el punto
de vista de Dios: “Cuando el justo se aparta…”. El lector hará sentir estas dos partes con
una pausa adecuada entre ellas.
La segunda parte se puede dividir en tres secciones: una provocación y dos unidades de
sentido: el justo que se apartó de la justicia y el pecador que se apartó del mal.
Atención: cuando se trasmite mal un texto en la lectura es porque no se le ha comprendido.
Leer no es pronunciar palabras sino comunicar algo, sirviéndonos de los mejores medios
lingüísticos: las palabras, la puntuación, la sintaxis, la dicción, la entonación. También hay
que ponerle cuidado a las interrogaciones: normalmente la interrogación se entona al
comienzo de la frase, no tanto al final.
Segunda lectura: El texto está compuesto por dos formas literarias diferentes: una
exhortación (“Si alguna fuerza tiene una advertencia en nombre de Cristo…”) y un
himno (“Cristo, siendo Dios…”). El lector debe estar conciente de eso y escoger el tono y
el ritmo adecuado para cada forma.
Cuando comience la lectura del poema, procure que se sienta el ritmo, dejándose atraer por
los puntos finales.
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