II ENCUENTRO NACIONAL DE DOCENTES UNIVERSITARIOS CATÓLICOS La tierra guaraní Ponencia Alicia Juliana Pioli Profesora de Historia Titular de la Cátedra de Historia Económica y Social Licenciatura en Comercio Exterior – UNNE Titular de la Cátedra de Historia de la América Colonial Colegio Universitario “Prof. A. Gómez” Paso de los Libres Corrientes Octubre 2000 RESUMEN El documento de la Pontificia Comisión de Justicia y Paz, “Para una mejor distribución de la tierra”, al referirse a los nuevos y continuos despojos que sufren los pueblos indígenas en su derecho a la tierra resalta el valor espiritual que, dentro de sus culturas, tiene la tierra como factor que “los une y que alimenta su identidad”. A partir de esta referencia, la ponencia tiene por objetivo evidenciar el significado que tiene la tierra para el guaraní como lugar adecuado para ejercer su particular “modo de ser”, donde vive la “economía de la reciprocidad”, donde se realiza el “convite” y la “fiesta”. Durante la época colonial y, en el contexto de las misiones jesuíticas, el guaraní tiene reservado dentro de la reducción, dos espacios: el abambaé, tierra para el uso particular y al servicio del abastecimiento familiar y el tupambaé, que significa “hacienda de Dios”, tierra para el bienestar comunitario. En consideración a estos aspectos, se elaboran conclusiones que se refieren tanto al valor espiritual y material que la tierra tiene para el guaraní, como su situación reduccional, para hacer luego reflexiones sobre el tema basadas en los documentos de la Iglesia y proponiendo acciones posibles desde nuestra posición de docentes universitarios católicos. 2 INTRODUCCIÓN “Hace 2000 años nacía Jesús de Nazaret, el hijo de Dios hecho hombre”: reflexión y motivo fundamental del Gran Jubileo con el que iniciamos el Tercer Milenio. Oportunidad única para detenerse y pensar junto a la puerta abierta hacia un camino de gracia y esperanza, en que nuestra identidad y vocación más profunda es la de ser hijos del mismo Padre. Como tales asumimos el papel de “colaboradores en su obra creadora; co-creadores de vida y de amor, formadores de familia y constructores de historia” (CEA, 2000:8) Este reconocimiento de un origen común en un Dios que ama es el elemento básico para iniciar una reflexión y un camino junto a aquellos que aún hermanos que, a pesar de haber sufrido una interminable secuencia de despojos materiales y espirituales como lo fue la usurpación de sus tierras y la destrucción de su memoria, están aquí para testimoniar que, “a su imagen y semejanza, Dios nos ha creado distintos, pero necesitados unos de otros” (CEA, 2000:9) Nos referimos a los pueblos indígenas. Estos pueblos vieron y ven transcurrir tiempos sucesivos de negación que, en un tiempo, el de la conquista, se llamó de “encomiendas” y que hoy tiene otros nombres igualmente lesivos de su identidad. El Documento de la Pontificia Comisión de Justicia y Paz (2000: 6-7) lo señala cuando se refiere de las empresas agrícolas, las centrales hidroeléctricas, las compañías de explotación de recursos de todo tipo, todas ellas planificadas sin considerara los derechos de los indígenas. Y es allí donde surge el conflicto: la legalidad del derecho de propiedad actual, frente al derecho de un territorio tradicionalmente ocupado en un período muy anterior al 1492 europeo. El mencionado documento llama la atención sobre un aspecto particular que sirve de puntapié inicial para este trabajo: “Los pueblos indígenas, que en su cultura y en su espiritualidad consideran la tierra como el valor fundamental y el factor que los une y alimenta su identidad, perdieron el derecho legal de propiedad de las tierras donde viven desde hace siglos...” (PCJyP, 2000:7) Hay un pueblo, entre tantos, que tiene una relación especial con la tierra: es el guaraní. Y está entre nosotros, y está en el MERCOSUR, y está en América. Su lengua resistió, aún reducida y colonizada, a través de cuatro siglos. Es entonces, este trabajo una invitación a reflexionar juntos, como docentes católicos acerca de esa cultura indivisible donde lo espiritual y lo material no constituyen aspectos separados, sino una unidad que hace posible el desarrollo de “nuestro modo de ser”, “ñandé rekó”, pero que encierra otros significados. (Meliá, 1988: 100 ) y, a partir de ella, extraer lecciones para este Año Jubilar. Para ello, partiremos de transitar junto al guaraní, los caminos de su historia, dilucidando aspectos culturales, su especial relación con la tierra, su vida en las reducciones jesuíticas para culminar con la palabra de la Iglesia frente a este “problema” que le hemos generado y proponiendo algunas posibles acciones que puedan emprenderse desde nuestra condición de docentes universitarios católicos. 3 DESARROLLO Para un acercamiento a la realidad cultural de los guaraní, haremos referencia a su ubicación geográfica y expondremos algunos de los elementos que constituyeron una única e indivisible unidad y que han sido recogidos por el P. Antonio Ruiz de Montoya en el tiempo reduccional y por estudiosos que, en el siglo XX, lograron ser recibidos en las moradas de la selva. 2 Ubicación geográfica actual El siguiente mapa, elaborado y publicado por Melià en O guaraní: una bibliografía etnológica (1987, Índice) señala el área donde el pueblo guaraní está presente: 4 Los grupos de Guaraní modernos que el mismo autor señala, son las siguientes: 2 ASPECTOS FUNDAMENTALES DE LA CULTURA GUARANÍ 2.1 «Nuestro modo de ser» Expresión que aparece en la Conquista Espiritual del Padre Antonio Ruiz de Montoya (1892: 221) en boca de un cacique que defiende «... el antiguo y buen modo de vivir de nuestros pasados...» frente a la conquista española. Melià recoge del Tesoro de la lengua guaraní, la palabra que está relacionada con esa idea: es el término teko al que Montoya le atribuye los siguientes significados: “ser, estado de vida, condición, estar, costumbre, ley, hábito” (En: Melià, 1988:103) y que está complementado con otras expresiones: Teko katu: buena vida, libre. El tekoha guaraní era el lugar donde hasta el momento de la reducción, se había realizado y producido la cultura. En los guaraní actuales, es “el lugar donde vivimos según nuestras costumbres”. (Melià: 2988:105) Éste es el lugar donde el guaraní desarrolla toda su cultura: allí se hace posible ejercer la «economía de la reciprocidad» y con ella, asegurar su libertad y su identidad. 5 2.2 La palabra guaraní Según Cadogan (1992: 42), el capítulo más importante de la religión mbyáguaraní es el concerniente al origen del lenguaje humano, de cuyos versos transcribimos sólo una ínfima parte donde se comprueba el origen divino de la palabra: «Antes de existir la tierra, en medio de las tinieblas primigenias, antes de tenerse conocimiento de las cosas, creó aquello que sería el fundamento del lenguaje humano e hizo el verdadero Primer Padre Ñamandú que formara parte de su propia divinidad.» (Cadogan, 1992:33) La historia del guaraní está ligada estrechamente a esa palabra. Es profecía, es comunicación, intercambio de mensajes. Quién es capaz de rezar, de cantar, de comunicar la palabra es porque ha tenido una experiencia propia que hace posible esas palabras. Y es el sueño una de esas experiencias fundamentales. Como relata Melià, un visitante llega a una casa y es común escuchar: «Ya te había soñado». La concepción de un niño es antes «soñada». El hombre al nacer será esa palabra soñada que se asienta en la mujer y se pone de pie cuando recibe el nombre. Junto con él se yergue la palabra y confiere a la persona las dos grandes virtudes a las que aspira todo buen guaraní: grandeza de corazón y fortaleza. 3 LA TIERRA GUARANÍ 3.1 La creación de la tierra El acto de creación de la tierra también es parte de la sabiduría del Creador: «El verdadero Padre Ñamandú, el primero, habiendo concebido su futura morada terrenal, de la sabiduría contenida en su propia divinidad, y en virtud de su sabiduría creadora, hizo que en la extremidad de su vara fuera engendrándose la tierra. Creó una palmera eterna en el futuro centro de la tierra; creó otra en la morada de Karaí; creó una palmera eterna en la morada de Tupã, en el origen de los vientos buenos creó una palmera eterna, cinco palmeras eternas creó; a las palmeras eternas está asegurada la morada terrenal.” (Cadogan:1992: 49) 6 La tierra es concebida como espacio de cultura, donde se desarrollan las relaciones sociales, se provee de sustento, donde tiene lugar la fiesta. 3.2 El tekoha guaraní Como ya mencionáramos, el lugar donde se realizaba y producía la cultura era el tekoha. Según aparece descripto en el “informe de un jesuita anónimo” de 1620 (Melià, 1988: 105)consistía en “casas bien hechas, armadas encima de buenos horcones, cubiertas de paja...” El número de los horcones dependía de los vasallos que tuviera el cacique “porque todos suelen vivir en la misma casa” La descripción que hace Melià de un tekoha pai actual (1988: 106), contiene una serie de términos relativos no solo al espacio físico, sino a todas las funciones que se ejecutan en él y que se relacionan con una estructura social y religiosa. Puede estar constituido por un número variable de familias y estar limitado por accidentes geográficos, pero “es propiedad comunal y exclusiva”. Al tekoha corresponden desde las fiestas religiosas y las decisiones políticas, hasta el lugar donde reside la autoridad religiosa que se purifica en los rezos, en el canto y en la danza. Ese espacio guaraní es la interrelación de tres espacios: * el gran espacio, el territorio donde ellos caminan y desarrollan sus actividades de recolección, caza y pesca. Puede estar definido o limitado por cerros arroyos, ríos o territorios enemigos; * otra área donde ubican las chacras, donde realizan la agricultura u horticultura; * la aldea que estará en la puerta de la selva, del monte o cerca de un río. está constituida por una casa y un patio: éste para las danzas, para ubicar las ollas donde se desenvuelve todo el ritual de la fiesta. El guaraní busca la interrelación óptima entre esas tres áreas. La Tierra Sin Mal es, precisamente, la interpelación perfecta entre los tres espacios y, por lo tanto, el lugar donde la vida se desenvuelva sin sobresaltos. 3.3 La “Tierra Sin Mal” La búsqueda de la Tierra Sin Mal” como causa de los movimientos migratorios de los guaraní, es un concepto está siendo revisado y profundizado. En un artículo recientemente aparecido, Francisco Silva (En: Suplemento Antropológico, 1999: 133) cuestiona aquel origen religioso atribuido a estos movimientos y retoma el sentido que apreciara Melià extraído del Tesoro de Montoya. En éste, la expresión yvy marane’y aparece traducido como “suelo intacto, que no ha sido edificado”, concepto alejado del que estableciera Nimuendajú (1987: 105) “tierra donde no se muere”, con una connotación más mística y religiosa. Otras razones, más de orden práctico, produjeron los movimientos de los grupos Mbyá: guerras, epidemias, opresión y devastación. A mediados del siglo XIX, estos grupos se vieron obligados a vivir en pequeños pedazos de tierra, sin las condiciones necesarias para reproducir su “modo de ser”. Pero cada caso y circunstancia deben ser estudiados en forma particular y, si bien las migraciones causadas por el impacto con los europeos parecen más explicables como fugas, las expansiones anteriores a ellos “são eventos complexos, multivariados ...” (Silva, 1999: 142) que exigen profundizarlos. 7 La “bondad” de la tierra se mide en términos sociales y económicos; en ella se puede desarrollar la fiesta. Si hay enemigos, no se puede realizar la fiesta; «podemos cantar, rezar, danzar en esa tierra porque podemos producir». En la vida guaraní se conjugan dos aspectos: economía y profecía; participación en la comida y en el canto. No se puede cantar sin comer ni beber. No se puede comer sin cantar y rezar. En la fiesta circula el «don» que produce un cimiento social ya que, en la medida que se hace la invitación para la fiesta, se inicia un ciclo. El ciclo productivo del guaraní, no comienza en la plantación, comienza en la fiesta donde se hace el compromiso de producir de nuevo. Para que se pueda tener una nueva fiesta, hay que plantar. Si no se da la fiesta es que se está en la Tierra Con Mal. Pero puede también no haber fiesta por animales dañinos, por plagas, por las guerras o por dos grandes males mitológicos: las inundaciones o la quema, asociada con la sequía. Es muy particular la forma en que el guaraní percibe la tierra: no la concibe como “madre”, sino que tiene una percepción más auditiva, visual y plástica. Meliá recoge una serie de expresiones idiomáticas en el guaraní para referirse a los atributos de los ríos - corrientes de agua coronada de plumas -, del mar - es el color y todos los colores -, poniendo en evidencia esas sensaciones. 3.4 La utilidad de la tierra Trabajos multidisciplinarios comprobaron que en las expansiones anteriores a los contactos con los europeos, los guaraní demostraban su capacidad para adaptarse al ambiente, transportando sus plantas útiles, al mismo tiempo que incorporaban nuevas especies. Los resultados que publica Silva (1999: 146), indican un manejo inteligente de los recursos vegetales, ampliando la biodiversidad de las comunidades vegetales de las nuevas tierras que iban ocupando. En el interior de cada tekoha, había áreas de recolección, de caza, de búsqueda de miel, con senderos que unían las aldeas con las rozas. Las áreas de cultivo incluían huertas medicinales y variedades proveedoras de carbohidratos y proteínas, destacándose, por ejemplo, veinticuatro variedades de mandioca y 21 de batatas. Las aldeas, la búsqueda de un lugar donde desarrollar su “modo de ser”, el uso racional de los frutos de la tierra, demuestran que en el espacio guaraní estaban ligados aspectos relacionados con la supervivencia, pero también eran espacios de desarrollo social, de comunicación, de vida familiar y de acción shamánica. 4 EL ESPACIO MISIONERO - GUARANÍ 4.1 Las misiones jesuíticas Formando parte del sistema colonial español, llegó a estas tierras la Compañía de Jesús con un nuevo proyecto de reducción del indio a la “vida política y humana”. El régimen de reducciones se había establecido en Paraguay a partir de 1580 con los franciscanos quienes cumplieron con métodos en los que no se incluía el uso de armas, con el propósito que de otra manera no se habría logrado: la pacificación y sumisión de los guaraní a los españoles. Los jesuitas formaron en América, verdaderas plantas pilotos de promoción humana donde el indígena encontró un lugar de protección contra la encomienda y 8 cualquier forma de esclavitud, circunstancia que aparece clara en las instrucciones que el P. Provincial Diego de Torres Bollo. Dentro de este contexto su accionar se desarrolló bajo el principio de evangelizar pero abarcando todos los aspectos de la vida del indígena: su formación política, su promoción individual y colectiva, mediante el desarrollo de sus capacidades artísticas y el aprovechamiento del trabajo organizado. La tierra en la que se instalarían de allí en más los indígenas, tenía una configuración espacial diferente, ya no era el tekoha guaraní. 4.2 Las tierras de los pueblos misioneros-guaraní Uno de los problemas que enfrentaron los misioneros fue el decidir entre el apego a la tierra por parte de los guaraní y la conveniencia de un buen lugar para la reducción. El proceso de arraigo al nuevo espacio debió ser lento y traumático para quienes vieron alteradas las condiciones de vida anteriores. Toda la vida en la misión seguía una rutina invariable en la que alternaban las prácticas religiosas y el trabajo organizado. Los hombres trabajaban por lo general en las chacras familiares, excepto cuando lo hacían en el campo en común. Había por consiguiente, dos ámbitos de trabajo de la tierra que recibían una denominación específica en idioma guaraní: el tupambaé y el abambaé. 4.2.1 El tupambaé En idioma guaraní Tupá significa Dios y mbaé posesión, propiedad. “Aplicado a su contexto cultural el tupambaé significa la hacienda de Dios”. (Carbonell, 1992: 166) No es ésta una creación de los jesuitas, ya existía entre las reducciones franciscanas y en los pueblos sujetos al clero secular y eran producto de derecho indiano. El tupambaé une el bienestar comunitario con el bienestar personal, creando una red solidaria hacia otras comunidades que pasaban necesidades. La colaboración en actividades de interés común, se denominaba potyró, existiendo entre los guaraní otra expresión que significaba asistencia o socorro, el yopoi. 4.2.2. El abambaé El abambaé significa: abá, indio, mbaé, cosa perteneciente. Es la hacienda del indio, la tierra para su uso particular, por lo tanto está al servicio del abastecimiento familiar. En función de las necesidades de alimentación y vestido, cada año se le daba a cada familia ese pedazo de tierra, con semilla y bueyes en préstamo. En algunas reducciones, cada casa tenía su patio con jaulas de gallinas, gansos y otras aves domésticas (Carbonell: 1992:113) Las sementeras y estancias comunitarias se complementaban con las vaquerías y las carnicerías, situadas cerca de la puerta que daba acceso al patio de la comunidad jesuítica, abastecían de carne tres, cuatro, cinco o seis días por semana. La producción principal de maíz provenía de las sementeras comunitarias, pero pese a que los guaraníes lo comían mucho, el consumo de mandioca lo superaba. Batata y mandioca nunca faltaban. Los granos leguminosos ocupan el tercer puesto 9 detrás del maíz y la mandioca. Otros productos de consumo frecuente eran la miel de caña y el maní, preferido tostado. En las huertas existían además naranjos, duraznos, especies importadas de Europa y las traídas de la selva: guembé, guayabí, yetibay, mamón. La yerba mate constituía un elemento de gran consumo. 4.3 El trabajo de la tierra El P. Montoya en la Conquista Espiritual se refiere a la cuestión de la laboriosidad guaraní en los siguientes términos: “Son todos labradores y tiene cada uno su labranza aparte, y en pasando de once años, tienen ya su labranza los muchachos, a que se ayudan unos a otros con mucha conformidad; no tienen compras ni ventas, porque con liberalidad y sin interés se socorren en sus necesidades, usando de mucha liberalidad con los pasajeros, y con esto cesa el hurto, viven en paz y sin litigios” (Montoya, 1892:197) Pero con el transcurrir del tiempo, aparece en los padres frecuentes quejas acerca de la escasa propensión al trabajo de los indígenas, su imprevisión y holgazanería, lo que podría indicar una resistencia pasiva contra la vida en la misión. 4.4 El amor a sus “nuevas” tierras. Un sentido de pertenencia se afirmó con el tiempo en los indios de las misiones, ésa era ya la tierra de sus antepasados. Son frecuentes las quejas hacia los Padres Provinciales cuando tratan posibles divisiones de pueblos, de tal manera que, si una mudanza era necesaria, se hacía con mucha prudencia, eligiendo mejores lugares y ayudando a los indios a hacer sus casas. Donde se manifestó con mayor intensidad este apego fue cuando el Tratado de Madrid de 1750, obligó al abandono de lo que con tanto esfuerzo se había conseguido. Las cartas escritas por los cabildos y caciques manifiestan estupor e indignación frente a este hecho incomprensible. “La tierra en la que ahora están, es ante todo “la tierra que Dios nos dio”, “donde Dios nos crió”, donde Dios nos reunió”. Esta tierra es una especie de sacramento de la vida cristiana” (Melià, 1988: 186) 10 CONCLUSIONES Retomando los objetivos que nos propusimos al comenzar este trabajo, trataremos de extraer las lecciones que vienen desde lo más profundo de nuestras raíces americanas y que, en ocasión de este Jubileo, creemos oportuno revivir como un mensaje frente al nuevo milenio. Algunas propuestas también surgirán como resultado de este detenerse a pensar en lo que, como docentes universitarios católicos podemos hacer, aún desde nuestro puesto de trabajadores en la educación pública. Por ello dividiremos a estas conclusiones en dos sentidos: o Lecciones desde lo guaraní o Propuestas desde una visión jubilar como docentes universitarios católicos. 1. Lecciones desde lo guaraní Desde su creación mitológica, la tierra tiene para el guaraní aquel valor fundamental que “une y alimenta su identidad”, como lo señala el documento de la Pontificia Comisión de Justicia y Paz. Allí el guaraní desenvuelve su “modo de ser”, es el punto donde se interrelacionan espacios que tienen que ver con el sustento material pero que encierran un profundo contenido religioso y social. Por ello la advertencia que se hace en el mencionado documento sobre la disolución de sus instituciones a la que asisten los pueblos indígenas. Sólo un profundo conocimiento de su realidad cultural puede conducir a un tomo real de conciencia de las dimensiones del despojo del que son objeto. La Iglesia lo señala cuando se refiere a la realidad de las tierras aborígenes que, reconocidas por la Constitución argentina y por las de los demás países no dejan de ser solo una bella exposición de principios como para acallar las voces de algunas conciencias ya que no todos ni siquiera sienten algo de ese clamor. Las misiones religiosas, a pesar de su propósito reductor, crearon una alternativa posible en un medio donde las leyes existían también, pero igual que ahora, servían para acallar conciencias. El espacio misionero obedecía a esa intencionalidad: distribuido en forma simétrica, poca relación tenía con las viviendas comunitarias de los guaraní. No obstante, la reducción jesuítica se convirtió en el ámbito de defensa del indio contra un sistema más injusto: el de la encomienda. Esta protección junto a las voces de otros religiosos que se volcaron a la defensa del indígena, nos demuestra hoy las posibilidades del influjo del Evangelio y evidencian que nuestra misión exige que “denunciemos sin miedo las injusticias, con caridad, prudencia y firmeza” (Sínodo de 1971) Una propiedad comunitaria daba dentro de las reducciones, algún sentimiento de disposición del espacio, a la vez que la destinada al uso particular, otorgaba un sentido de cierta autonomía. Esta original creación demuestra que los ensayos diferentes eran aún posibles dentro de un sistema colonial. La cantidad de productos cultivados que demuestran los estudios arqueológicos recientes, indica un uso racional e los recursos 11 antes de la misión y la producción alimentaria de la época jesuítica demuestra también el aprovechamiento que éstos hicieron de los recursos que los indios ya conocían. Esa afición por sus tierras se extendió luego al ámbito de la misión, considerado como un espacio de libertad que había que defender. La Iglesia nos pide hoy “Gestos Jubilares”, en medio de tantas voces estridentes que el inicio del nuevo milenio provoca, tal vez las más auténticas y claras, las más verdaderas y esperanzadas, son las que brotan desde el fondo mismo de nuestra América: son las que brotan de las sociedades indígenas. Y la Iglesia nos impulsa a responder estas voces con un pedido inicial de perdón que comprende un pasado que hay que reparar y un presente que hay que construir. 2. Propuestas desde una visión jubilar como docentes universitarios católicos. Como dice el documento específico de la Congregación para la educación Católica, el crecimiento de la población estudiantil y de los docentes “convierte a la universidad en un ambiente de acción pastoral ordinaria y específica” (30) En el marco de una pastoral orgánica que conjugue la atención a las comunidades territoriales con la realidad “concreta la misión de la Iglesia en la universidad y forma parte integrante de su actividad y de su estructura”. Frente a la propuesta temática de este Jubileo y a la abordada en este trabajo, nos interesan más que grandes declaraciones - ¡estamos tan llenas de ellas! - elaborar algunas propuestas que se extraen de los documentos de la Iglesia y de lecturas específicas provenientes de quienes están cumpliendo tareas específicas junto a las comunidades guaraní. “La cultura es un terreno privilegiado en el cual la fe se encuentra con el hombre” dice Juan Pablo II a lo que el documento La Universidad por un nuevo humanismo (pág. 25) añade: De las diferentes “voces” de la Iglesia, ya sea a través de sus documentos específicos o por la de sus pastores, hemos extraído ideas para estas propuestas y que son las siguientes: o Propender a la investigación clara sobre “los mecanismos de negación del otro indígena” tanto por parte de la “sociedad nacional” como de la población en general. o Trabajar en el ámbito personal y social fomentando la creación de organizaciones más viables y alternativas que generen relaciones más justas. o Ejercer el derecho de peticionar a las autoridades para otorgar condiciones de vida más justas, estando alertas ante situaciones de otorgamiento de tierras a los indígenas. A veces éstas carecen de las condiciones básicas adecuadas a las pautas culturales de ellos y provocan el abandono de las mismas lo que da justificación al argumento: “no saben aprovechar lo que se les da”. o Propiciar el análisis de las situaciones que presentan las tierras otorgadas, a veces, además de la construcción lógica de las viviendas, lo que demanda tiempo y recursos, se deben considerar la falta de caminos, no hay comida hasta que no se haga la cosecha, las escuelas funcionan debajo de árboles, no hay centros de salud. o Fomentar, a través de organizaciones específicas, la edición de libros y cartillas para las escuelas indígenas. o Promover la creación de redes de solidariedad que se ocupen de la cuestión indígena y que apunten a la creación de ámbitos donde las comunidades aborígenes puedan discutir y participar en las propuestas. o Buscar recursos en las reservas y potencialidades que existen en el seno de la comunidad universitaria, estudiantes, profesionales comprometidos. 12 o Incitar a la búsqueda de nuevos modelos de desarrollo. El único camino que parece conducir a algo, es el de la educación, revirtiendo el deterioro y la desesperanza. EN DEFINITIVA: o Ser nosotros mismos testigos creíbles del Evangelio. 13 BIBLIOGRAFÍA CADOGAN, León. Ayvu Rapyta. Textos míticos de los Mbyá-Guaraní del Guairá. Edición preparada por Bartomeo Melià. Asunción, Biblioteca Paraguaya de Antropología - Vol. XVI, Fundación «León Cadogan», CEADUC-CEPAG, 1992. CARBONELL DE MASY, Rafael. Estrategias de desarrollo rural en los pueblos guaraníes (1609-1767). Barcelona, Antoni Bosch, Editor, 1992. CONFERENCIA EPISCOPAL ARGENTINA. Jesucristo, Señor de la historia. Buenos Aires, 2000. .............................. Gestos jubilares. Buenos Aires, 2000. CONGREGACIÓN PARA LA EDUCACIÓN CATÓLICA. La Universidad por un nuevo milenio. Doc.. MELIA, Bartomeu. El Guaraní conquistado y reducido. Ensayos de etnohistoria. Biblioteca Paraguaya de Antropología, vol.5. Asunción, Centro de Estudios Antropológicos de la Universidad Católica, 1986. ............................... A experiência religiosa guarani. En O rostro indio de Deus. Serie VII, Desafíos da religiao do povo. Sao Paulo, Vozes, 1989. .............................. A linguagem de sonhos e visoes na reduçao do índio guaraní. En Anais do VII Simpósio Nacional de Estudos Missioneiros, As Missoes jesuítico-Guaranis: cultura e sociedade, Santa Rosa, RS, Brasil, Facultade de Filosofia, Ciências e Letras Dom Bosco, 1988. MONTOYA, Antonio Ruiz de. Conquista espiritual hecha por los religiosos de la Compañía de Jesús en las provincias del Paraguay, Paraná, Uruguay y Tape, escrita por el P. Antonio Ruiz de Montoya, de la misma Compañía. Bilbao, Imprenta del Corazón de Jesús, 1892. 14