La tierra guaraní - Encuentro Nacional de Docentes Universitarios

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II ENCUENTRO NACIONAL DE DOCENTES
UNIVERSITARIOS CATÓLICOS
La tierra guaraní
Ponencia
Alicia Juliana Pioli
Profesora de Historia
Titular de la Cátedra de Historia Económica y Social
Licenciatura en Comercio Exterior – UNNE
Titular de la Cátedra de Historia de la América Colonial
Colegio Universitario “Prof. A. Gómez”
Paso de los Libres
Corrientes
Octubre 2000
RESUMEN
El documento de la Pontificia Comisión de Justicia y Paz, “Para una mejor
distribución de la tierra”, al referirse a los nuevos y continuos despojos que sufren los
pueblos indígenas en su derecho a la tierra resalta el valor espiritual que, dentro de sus
culturas, tiene la tierra como factor que “los une y que alimenta su identidad”.
A partir de esta referencia, la ponencia tiene por objetivo evidenciar el significado
que tiene la tierra para el guaraní como lugar adecuado para ejercer su particular “modo
de ser”, donde vive la “economía de la reciprocidad”, donde se realiza el “convite” y la
“fiesta”.
Durante la época colonial y, en el contexto de las misiones jesuíticas, el guaraní
tiene reservado dentro de la reducción, dos espacios: el abambaé, tierra para el uso
particular y al servicio del abastecimiento familiar y el tupambaé, que significa “hacienda
de Dios”, tierra para el bienestar comunitario.
En consideración a estos aspectos, se elaboran conclusiones que se refieren
tanto al valor espiritual y material que la tierra tiene para el guaraní, como su situación
reduccional, para hacer luego reflexiones sobre el tema basadas en los documentos de
la Iglesia y proponiendo acciones posibles desde nuestra posición de docentes
universitarios católicos.
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INTRODUCCIÓN
“Hace 2000 años nacía Jesús de Nazaret, el hijo de Dios hecho hombre”: reflexión
y motivo fundamental del Gran Jubileo con el que iniciamos el Tercer Milenio.
Oportunidad única para detenerse y pensar junto a la puerta abierta hacia un camino de
gracia y esperanza, en que nuestra identidad y vocación más profunda es la de ser hijos
del mismo Padre. Como tales asumimos el papel de “colaboradores en su obra
creadora; co-creadores de vida y de amor, formadores de familia y constructores de
historia” (CEA, 2000:8)
Este reconocimiento de un origen común en un Dios que ama es el elemento
básico para iniciar una reflexión y un camino junto a aquellos que aún hermanos que, a
pesar de haber sufrido una interminable secuencia de despojos materiales y espirituales
como lo fue la usurpación de sus tierras y la destrucción de su memoria, están aquí para
testimoniar que, “a su imagen y semejanza, Dios nos ha creado distintos, pero
necesitados unos de otros” (CEA, 2000:9) Nos referimos a los pueblos indígenas.
Estos pueblos vieron y ven transcurrir tiempos sucesivos de negación que, en un
tiempo, el de la conquista, se llamó de “encomiendas” y que hoy tiene otros nombres
igualmente lesivos de su identidad. El Documento de la Pontificia Comisión de Justicia y
Paz (2000: 6-7) lo señala cuando se refiere de las empresas agrícolas, las centrales
hidroeléctricas, las compañías de explotación de recursos de todo tipo, todas ellas
planificadas sin considerara los derechos de los indígenas. Y es allí donde surge el
conflicto: la legalidad del derecho de propiedad actual, frente al derecho de un territorio
tradicionalmente ocupado en un período muy anterior al 1492 europeo.
El mencionado documento llama la atención sobre un aspecto particular que sirve
de puntapié inicial para este trabajo: “Los pueblos indígenas, que en su cultura y en su
espiritualidad consideran la tierra como el valor fundamental y el factor que los une y
alimenta su identidad, perdieron el derecho legal de propiedad de las tierras donde viven
desde hace siglos...” (PCJyP, 2000:7)
Hay un pueblo, entre tantos, que tiene una relación especial con la tierra: es el
guaraní. Y está entre nosotros, y está en el MERCOSUR, y está en América. Su lengua
resistió, aún reducida y colonizada, a través de cuatro siglos.
Es entonces, este trabajo una invitación a reflexionar juntos, como docentes
católicos acerca de esa cultura indivisible donde lo espiritual y lo material no constituyen
aspectos separados, sino una unidad que hace posible el desarrollo de “nuestro modo
de ser”, “ñandé rekó”, pero que encierra otros significados. (Meliá, 1988: 100 ) y, a partir
de ella, extraer lecciones para este Año Jubilar.
Para ello, partiremos de transitar junto al guaraní, los caminos de su historia,
dilucidando aspectos culturales, su especial relación con la tierra, su vida en las
reducciones jesuíticas para culminar con la palabra de la Iglesia frente a este “problema”
que le hemos generado y proponiendo algunas posibles acciones que puedan
emprenderse desde nuestra condición de docentes universitarios católicos.
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DESARROLLO
Para un acercamiento a la realidad cultural de los guaraní, haremos referencia a
su ubicación geográfica y expondremos algunos de los elementos que constituyeron
una única e indivisible unidad y que han sido recogidos por el P. Antonio Ruiz de
Montoya en el tiempo reduccional y por estudiosos que, en el siglo XX, lograron ser
recibidos en las moradas de la selva.
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Ubicación geográfica actual
El siguiente mapa, elaborado y publicado por Melià en O guaraní: una
bibliografía etnológica (1987, Índice) señala el área donde el pueblo guaraní está
presente:
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Los grupos de Guaraní modernos que el mismo autor señala, son las siguientes:
2 ASPECTOS FUNDAMENTALES DE LA CULTURA GUARANÍ
2.1 «Nuestro modo de ser»
Expresión que aparece en la Conquista Espiritual del Padre Antonio Ruiz de
Montoya (1892: 221) en boca de un cacique que defiende «... el antiguo y buen modo
de vivir de nuestros pasados...» frente a la conquista española.
Melià recoge del Tesoro de la lengua guaraní, la palabra que está relacionada
con esa idea: es el término teko al que Montoya le atribuye los siguientes significados:
“ser, estado de vida, condición, estar, costumbre, ley, hábito” (En: Melià, 1988:103) y
que está complementado con otras expresiones: Teko katu: buena vida, libre. El tekoha
guaraní era el lugar donde hasta el momento de la reducción, se había realizado y
producido la cultura. En los guaraní actuales, es “el lugar donde vivimos según nuestras
costumbres”. (Melià: 2988:105)
Éste es el lugar donde el guaraní desarrolla toda su cultura: allí se hace posible
ejercer la «economía de la reciprocidad» y con ella, asegurar su libertad y su identidad.
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2.2 La palabra guaraní
Según Cadogan (1992: 42), el capítulo más importante de la religión mbyáguaraní es el concerniente al origen del lenguaje humano, de cuyos versos transcribimos
sólo una ínfima parte donde se comprueba el origen divino de la palabra:
«Antes de existir la tierra, en medio de las
tinieblas primigenias, antes de tenerse
conocimiento de las cosas,
creó aquello que sería el fundamento del
lenguaje humano e
hizo el verdadero Primer Padre Ñamandú que
formara parte de su propia divinidad.»
(Cadogan, 1992:33)
La historia del guaraní está ligada estrechamente a esa palabra. Es profecía, es
comunicación, intercambio de mensajes. Quién es capaz de rezar, de cantar, de
comunicar la palabra es porque ha tenido una experiencia propia que hace posible esas
palabras. Y es el sueño una de esas experiencias fundamentales. Como relata Melià, un
visitante llega a una casa y es común escuchar: «Ya te había soñado».
La concepción de un niño es antes «soñada». El hombre al nacer será esa
palabra soñada que se asienta en la mujer y se pone de pie cuando recibe el nombre.
Junto con él se yergue la palabra y confiere a la persona las dos grandes virtudes a las
que aspira todo buen guaraní: grandeza de corazón y fortaleza.
3 LA TIERRA GUARANÍ
3.1 La creación de la tierra
El acto de creación de la tierra también es parte de la sabiduría del Creador:
«El verdadero Padre Ñamandú, el primero,
habiendo concebido su futura morada
terrenal,
de la sabiduría contenida en su propia
divinidad, y en virtud de su sabiduría
creadora,
hizo que en la extremidad de su vara
fuera engendrándose la tierra.
Creó una palmera eterna en el futuro centro de la tierra;
creó otra en la morada de Karaí;
creó una palmera eterna en la morada de Tupã,
en el origen de los vientos buenos creó una palmera
eterna,
cinco palmeras eternas creó;
a las palmeras eternas está asegurada la morada
terrenal.”
(Cadogan:1992: 49)
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La tierra es concebida como espacio de cultura, donde se desarrollan las
relaciones sociales, se provee de sustento, donde tiene lugar la fiesta.
3.2 El tekoha guaraní
Como ya mencionáramos, el lugar donde se realizaba y producía la cultura era el
tekoha. Según aparece descripto en el “informe de un jesuita anónimo” de 1620 (Melià,
1988: 105)consistía en “casas bien hechas, armadas encima de buenos horcones,
cubiertas de paja...” El número de los horcones dependía de los vasallos que tuviera el
cacique “porque todos suelen vivir en la misma casa”
La descripción que hace Melià de un tekoha pai actual (1988: 106), contiene una
serie de términos relativos no solo al espacio físico, sino a todas las funciones que se
ejecutan en él y que se relacionan con una estructura social y religiosa. Puede estar
constituido por un número variable de familias y estar limitado por accidentes
geográficos, pero “es propiedad comunal y exclusiva”.
Al tekoha corresponden
desde las fiestas religiosas y las decisiones políticas, hasta el lugar donde reside la
autoridad religiosa que se purifica en los rezos, en el canto y en la danza.
Ese espacio guaraní es la interrelación de tres espacios:
* el gran espacio, el territorio donde ellos caminan y desarrollan sus actividades de
recolección, caza y pesca. Puede estar definido o limitado por cerros arroyos, ríos o
territorios enemigos;
* otra área donde ubican las chacras, donde realizan la agricultura u horticultura;
* la aldea que estará en la puerta de la selva, del monte o cerca de un río. está
constituida por una casa y un patio: éste para las danzas, para ubicar las ollas donde se
desenvuelve todo el ritual de la fiesta.
El guaraní busca la interrelación óptima entre esas tres áreas. La Tierra Sin Mal
es, precisamente, la interpelación perfecta entre los tres espacios y, por lo tanto, el lugar
donde la vida se desenvuelva sin sobresaltos.
3.3 La “Tierra Sin Mal”
La búsqueda de la Tierra Sin Mal” como causa de los movimientos migratorios
de los guaraní, es un concepto está siendo revisado y profundizado. En un artículo
recientemente aparecido, Francisco Silva (En: Suplemento Antropológico, 1999: 133)
cuestiona aquel origen religioso atribuido a estos movimientos y retoma el sentido que
apreciara Melià extraído del Tesoro de Montoya. En éste, la expresión yvy marane’y
aparece traducido como “suelo intacto, que no ha sido edificado”, concepto alejado del
que estableciera Nimuendajú (1987: 105) “tierra donde no se muere”, con una
connotación más mística y religiosa.
Otras razones, más de orden práctico, produjeron los movimientos de los grupos
Mbyá: guerras, epidemias, opresión y devastación. A mediados del siglo XIX, estos
grupos se vieron obligados a vivir en pequeños pedazos de tierra, sin las condiciones
necesarias para reproducir su “modo de ser”. Pero cada caso y circunstancia deben ser
estudiados en forma particular y, si bien las migraciones causadas por el impacto con los
europeos parecen más explicables como fugas, las expansiones anteriores a ellos “são
eventos complexos, multivariados ...” (Silva, 1999: 142) que exigen profundizarlos.
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La “bondad” de la tierra se mide en términos sociales y económicos; en ella se
puede desarrollar la fiesta. Si hay enemigos, no se puede realizar la fiesta; «podemos
cantar, rezar, danzar en esa tierra porque podemos producir».
En la vida guaraní se conjugan dos aspectos: economía y profecía; participación
en la comida y en el canto. No se puede cantar sin comer ni beber. No se puede comer
sin cantar y rezar. En la fiesta circula el «don» que produce un cimiento social ya que, en
la medida que se hace la invitación para la fiesta, se inicia un ciclo.
El ciclo productivo del guaraní, no comienza en la plantación, comienza en la
fiesta donde se hace el compromiso de producir de nuevo. Para que se pueda tener una
nueva fiesta, hay que plantar. Si no se da la fiesta es que se está en la Tierra Con Mal.
Pero puede también no haber fiesta por animales dañinos, por plagas, por las
guerras o por dos grandes males mitológicos: las inundaciones o la quema, asociada
con la sequía.
Es muy particular la forma en que el guaraní percibe la tierra: no la concibe
como “madre”, sino que tiene una percepción más auditiva, visual y plástica.
Meliá recoge una serie de expresiones idiomáticas en el guaraní para referirse a
los atributos de los ríos - corrientes de agua coronada de plumas -, del mar - es el color y
todos los colores -, poniendo en evidencia esas sensaciones.
3.4 La utilidad de la tierra
Trabajos multidisciplinarios comprobaron que en las expansiones anteriores a
los contactos con los europeos, los guaraní demostraban su capacidad para adaptarse
al ambiente, transportando sus plantas útiles, al mismo tiempo que incorporaban nuevas
especies. Los resultados que publica Silva (1999: 146), indican un manejo inteligente de
los recursos vegetales, ampliando la biodiversidad de las comunidades vegetales de las
nuevas tierras que iban ocupando.
En el interior de cada tekoha, había áreas de
recolección, de caza, de búsqueda de miel, con senderos que unían las aldeas con las
rozas. Las áreas de cultivo incluían huertas medicinales y variedades proveedoras de
carbohidratos y proteínas, destacándose, por ejemplo, veinticuatro variedades de
mandioca y 21 de batatas.
Las aldeas, la búsqueda de un lugar donde desarrollar su “modo de ser”, el uso
racional de los frutos de la tierra, demuestran que en el espacio guaraní estaban ligados
aspectos relacionados con la supervivencia, pero también eran espacios de desarrollo
social, de comunicación, de vida familiar y de acción shamánica.
4 EL ESPACIO MISIONERO - GUARANÍ
4.1 Las misiones jesuíticas
Formando parte del sistema colonial español, llegó a estas tierras la Compañía
de Jesús con un nuevo proyecto de reducción del indio a la “vida política y humana”. El
régimen de reducciones se había establecido en Paraguay a partir de 1580 con los
franciscanos quienes cumplieron con métodos en los que no se incluía el uso de armas,
con el propósito que de otra manera no se habría logrado: la pacificación y sumisión de
los guaraní a los españoles.
Los jesuitas formaron en América, verdaderas plantas pilotos de promoción
humana donde el indígena encontró un lugar de protección contra la encomienda y
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cualquier forma de esclavitud, circunstancia que aparece clara en las instrucciones que
el P. Provincial Diego de Torres Bollo.
Dentro de este contexto su accionar se desarrolló bajo el principio de
evangelizar pero abarcando todos los aspectos de la vida del indígena: su formación
política, su promoción individual y colectiva, mediante el desarrollo de sus capacidades
artísticas y el aprovechamiento del trabajo organizado.
La tierra en la que se instalarían de allí en más los indígenas, tenía una
configuración espacial diferente, ya no era el tekoha guaraní.
4.2 Las tierras de los pueblos misioneros-guaraní
Uno de los problemas que enfrentaron los misioneros fue el decidir entre el
apego a la tierra por parte de los guaraní y la conveniencia de un buen lugar para la
reducción. El proceso de arraigo al nuevo espacio debió ser lento y traumático para
quienes vieron alteradas las condiciones de vida anteriores.
Toda la vida en la misión seguía una rutina invariable en la que alternaban las
prácticas religiosas y el trabajo organizado. Los hombres trabajaban por lo general en
las chacras familiares, excepto cuando lo hacían en el campo en común. Había por
consiguiente, dos ámbitos de trabajo de la tierra que recibían una denominación
específica en idioma guaraní: el tupambaé y el abambaé.
4.2.1 El tupambaé
En idioma guaraní Tupá significa Dios y mbaé posesión, propiedad. “Aplicado a
su contexto cultural el tupambaé significa la hacienda de Dios”. (Carbonell, 1992: 166)
No es ésta una creación de los jesuitas, ya existía entre las reducciones
franciscanas y en los pueblos sujetos al clero secular y eran producto de derecho
indiano.
El tupambaé une el bienestar comunitario con el bienestar personal, creando una
red solidaria hacia otras comunidades que pasaban necesidades. La colaboración en
actividades de interés común, se denominaba potyró, existiendo entre los guaraní otra
expresión que significaba asistencia o socorro, el yopoi.
4.2.2. El abambaé
El abambaé significa: abá, indio, mbaé, cosa perteneciente. Es la hacienda del
indio, la tierra para su uso particular, por lo tanto está al servicio del abastecimiento
familiar.
En función de las necesidades de alimentación y vestido, cada año se le daba
a cada familia ese pedazo de tierra, con semilla y bueyes en préstamo. En algunas
reducciones, cada casa tenía su patio con jaulas de gallinas, gansos y otras aves
domésticas (Carbonell: 1992:113)
Las sementeras y estancias comunitarias se complementaban con las
vaquerías y las carnicerías, situadas cerca de la puerta que daba acceso al patio de la
comunidad jesuítica, abastecían de carne tres, cuatro, cinco o seis días por semana.
La producción principal de maíz provenía de las sementeras comunitarias, pero
pese a que los guaraníes lo comían mucho, el consumo de mandioca lo superaba.
Batata y mandioca nunca faltaban. Los granos leguminosos ocupan el tercer puesto
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detrás del maíz y la mandioca. Otros productos de consumo frecuente eran la miel de
caña y el maní, preferido tostado.
En las huertas existían además naranjos, duraznos, especies importadas de
Europa y las traídas de la selva: guembé, guayabí, yetibay, mamón. La yerba mate
constituía un elemento de gran consumo.
4.3 El trabajo de la tierra
El P. Montoya en la Conquista Espiritual se refiere a la cuestión de la
laboriosidad guaraní en los siguientes términos:
“Son todos labradores y tiene cada uno su labranza aparte, y
en pasando de once años, tienen ya su labranza los muchachos, a
que se ayudan unos a otros con mucha conformidad; no tienen
compras ni ventas, porque con liberalidad y sin interés se socorren
en sus necesidades, usando de mucha liberalidad con los pasajeros,
y con esto cesa el hurto, viven en paz y sin litigios” (Montoya,
1892:197)
Pero con el transcurrir del tiempo, aparece en los padres frecuentes quejas
acerca de la escasa propensión al trabajo de los indígenas, su imprevisión y
holgazanería, lo que podría indicar una resistencia pasiva contra la vida en la misión.
4.4 El amor a sus “nuevas” tierras.
Un sentido de pertenencia se afirmó con el tiempo en los indios de las misiones,
ésa era ya la tierra de sus antepasados. Son frecuentes las quejas hacia los Padres
Provinciales cuando tratan posibles divisiones de pueblos, de tal manera que, si una
mudanza era necesaria, se hacía con mucha prudencia, eligiendo mejores lugares y
ayudando a los indios a hacer sus casas.
Donde se manifestó con mayor intensidad este apego fue cuando el Tratado de
Madrid de 1750, obligó al abandono de lo que con tanto esfuerzo se había conseguido.
Las cartas escritas por los cabildos y caciques manifiestan estupor e indignación frente a
este hecho incomprensible.
“La tierra en la que ahora están, es ante todo “la tierra que Dios nos dio”, “donde
Dios nos crió”, donde Dios nos reunió”. Esta tierra es una especie de sacramento de la
vida cristiana” (Melià, 1988: 186)
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CONCLUSIONES
Retomando los objetivos que nos propusimos al comenzar este trabajo,
trataremos de extraer las lecciones que vienen desde lo más profundo de nuestras
raíces americanas y que, en ocasión de este Jubileo, creemos oportuno revivir como un
mensaje frente al nuevo milenio.
Algunas propuestas también surgirán como resultado de este detenerse a pensar
en lo que, como docentes universitarios católicos podemos hacer, aún desde nuestro
puesto de trabajadores en la educación pública.
Por ello dividiremos a estas conclusiones en dos sentidos:
o Lecciones desde lo guaraní
o Propuestas desde una visión jubilar como docentes universitarios
católicos.
1. Lecciones desde lo guaraní
Desde su creación mitológica, la tierra tiene para el guaraní aquel valor
fundamental que “une y alimenta su identidad”, como lo señala el documento de la
Pontificia Comisión de Justicia y Paz. Allí el guaraní desenvuelve su “modo de ser”, es el
punto donde se interrelacionan espacios que tienen que ver con el sustento material
pero que encierran un profundo contenido religioso y social.
Por ello la advertencia que se hace en el mencionado documento sobre la
disolución de sus instituciones a la que asisten los pueblos indígenas. Sólo un profundo
conocimiento de su realidad cultural puede conducir a un tomo real de conciencia de las
dimensiones del despojo del que son objeto. La Iglesia lo señala cuando se refiere a la
realidad de las tierras aborígenes que, reconocidas por la Constitución argentina y por
las de los demás países no dejan de ser solo una bella exposición de principios como
para acallar las voces de algunas conciencias ya que no todos ni siquiera sienten algo
de ese clamor.
Las misiones religiosas, a pesar de su propósito reductor, crearon una alternativa
posible en un medio donde las leyes existían también, pero igual que ahora, servían
para acallar conciencias.
El espacio misionero obedecía a esa intencionalidad: distribuido en forma
simétrica, poca relación tenía con las viviendas comunitarias de los guaraní. No
obstante, la reducción jesuítica se convirtió en el ámbito de defensa del indio contra un
sistema más injusto: el de la encomienda. Esta protección junto a las voces de otros
religiosos que se volcaron a la defensa del indígena, nos demuestra hoy las
posibilidades del influjo del Evangelio y evidencian que nuestra misión exige que
“denunciemos sin miedo las injusticias, con caridad, prudencia y firmeza” (Sínodo de
1971)
Una propiedad comunitaria daba dentro de las reducciones, algún sentimiento de
disposición del espacio, a la vez que la destinada al uso particular, otorgaba un sentido
de cierta autonomía. Esta original creación demuestra que los ensayos diferentes eran
aún posibles dentro de un sistema colonial. La cantidad de productos cultivados que
demuestran los estudios arqueológicos recientes, indica un uso racional e los recursos
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antes de la misión y la producción alimentaria de la época jesuítica demuestra también el
aprovechamiento que éstos hicieron de los recursos que los indios ya conocían.
Esa afición por sus tierras se extendió luego al ámbito de la misión, considerado
como un espacio de libertad que había que defender.
La Iglesia nos pide hoy “Gestos Jubilares”, en medio de tantas voces estridentes
que el inicio del nuevo milenio provoca, tal vez las más auténticas y claras, las más
verdaderas y esperanzadas, son las que brotan desde el fondo mismo de nuestra
América: son las que brotan de las sociedades indígenas. Y la Iglesia nos impulsa a
responder estas voces con un pedido inicial de perdón que comprende un pasado que
hay que reparar y un presente que hay que construir.
2. Propuestas desde una visión jubilar como docentes universitarios católicos.
Como dice el documento específico de la Congregación para la educación
Católica, el crecimiento de la población estudiantil y de los docentes “convierte a la
universidad en un ambiente de acción pastoral ordinaria y específica” (30) En el marco
de una pastoral orgánica que conjugue la atención a las comunidades territoriales con la
realidad “concreta la misión de la Iglesia en la universidad y forma parte integrante de su
actividad y de su estructura”.
Frente a la propuesta temática de este Jubileo y a la abordada en este trabajo,
nos interesan más que grandes declaraciones - ¡estamos tan llenas de ellas! - elaborar
algunas propuestas que se extraen de los documentos de la Iglesia y de lecturas
específicas provenientes de quienes están cumpliendo tareas específicas junto a las
comunidades guaraní.
“La cultura es un terreno privilegiado en el cual la fe se encuentra con el hombre”
dice Juan Pablo II a lo que el documento La Universidad por un nuevo humanismo
(pág. 25) añade:
De las diferentes “voces” de la Iglesia, ya sea a través de sus documentos
específicos o por la de sus pastores, hemos extraído ideas para estas propuestas y que
son las siguientes:
o
Propender a la investigación clara sobre “los mecanismos de negación del
otro indígena” tanto por parte de la “sociedad nacional” como de la población en general.
o
Trabajar en el ámbito personal y social fomentando la creación de
organizaciones más viables y alternativas que generen relaciones más justas.
o
Ejercer el derecho de peticionar a las autoridades para otorgar condiciones
de vida más justas, estando alertas ante situaciones de otorgamiento de tierras a los
indígenas. A veces éstas carecen de las condiciones básicas adecuadas a las pautas
culturales de ellos y provocan el abandono de las mismas lo que da justificación al
argumento: “no saben aprovechar lo que se les da”.
o
Propiciar el análisis de las situaciones que presentan las tierras otorgadas,
a veces, además de la construcción lógica de las viviendas, lo que demanda tiempo y
recursos, se deben considerar la falta de caminos, no hay comida hasta que no se haga
la cosecha, las escuelas funcionan debajo de árboles, no hay centros de salud.
o
Fomentar, a través de organizaciones específicas, la edición de libros y
cartillas para las escuelas indígenas.
o
Promover la creación de redes de solidariedad que se ocupen de la
cuestión indígena y que apunten a la creación de ámbitos donde las comunidades
aborígenes puedan discutir y participar en las propuestas.
o
Buscar recursos en las reservas y potencialidades que existen en el seno
de la comunidad universitaria, estudiantes, profesionales comprometidos.
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o
Incitar a la búsqueda de nuevos modelos de desarrollo. El único camino
que parece conducir a algo, es el de la educación, revirtiendo el deterioro y la
desesperanza.
EN DEFINITIVA:
o
Ser nosotros mismos testigos creíbles del Evangelio.
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BIBLIOGRAFÍA
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