Eco Obra abierta Obra abierta (1962) puede considerarse, como el mismo autor lo sostiene, el antecedente directo de la estética neobarroca (posmoderna) desarrollada por Calabrese y según la cual, ciertos objetos culturales contemporáneos participan del gusto común por la inestabilidad, la imprecisión, la complejidad, la mudabilidad, entre otras categorías, y por una insistente y especial invocación a la fruición e intervención productiva por parte del "consumidor". En efecto, Eco analiza los rasgos propios de una poética de la obra abierta y, en especial, los particulares términos en que se establece el contrato entre productor y receptor de una obra de esta naturaleza. En una primera instancia, y aquí resuena la voz de Bajtin, Eco plantea que toda obra de arte es "un mensaje fundamentalmente ambiguo, una pluralidad de significados que conviven en un sólo significante" (34) pero que, más aún, en ciertas obras contemporáneas esta ambigüedad (apertura) es intencionalmente buscada y positivamente valorada. El resultado es la presencia de estructuras formales determinadas por una voluntad creadora pero que permiten un alto grado de ambigüedad y de intervención activa del receptor. La "apertura" presenta así dos grados de desenvolvimiento: apertura de primer grado cuando "interpretado en términos psicológicos, el placer estético -como se realiza frente a toda obra de arte- se basa en los mismos mecanismo de integración y completamiento que resultaron típicos de todo proceso cognoscitivo. Este tipo de actividad es esencial al goce estético de una forma." (174) y apertura de segundo grado cuando se enfatizan estos mecanismo y se hace consistir el goce estético "no tanto en el reconocimiento final de la forma como en el reconocimiento de aquel proceso abierto continuamente y que permite aislar siempre nuevos perfiles y nuevas posibilidades de una forma". (174) Ciertas tendencias artísticas contemporáneas expresan esta apertura de segundo grado porque consisten "no en un mensaje concluso y definido, no en una forma organizada unívocamente, sino en una posibilidad de varias organizaciones confiadas a la iniciativa del intérprete, y se presentan, por consiguiente, no como obras terminadas que piden ser revividas y comprendidas en una dirección estructural dada, sino como obras "abiertas" que son llevadas a su término por el intérprete en el mismo momento en que las goza estéticamente".(73) Así, "la poética de la obra "abierta" tiende... a promover en el intérprete "actos de libertad consciente", a colocarlo como centro activo de una red de relaciones inagotables entre las cuales él instaura la propia forma sin estar determinado por una necesidad que le prescribe los modos definitivos de la organización de la obra disfrutada".(74-45) Por lo mismo, las obras abiertas "son obras no acabadas que el autor parece entregar al intérprete más o menos como las piezas de un mecano, desinteresándose aparentemente de adónde irán a parar las cosas". (74) Ahora bien, habría dos grados en la colaboración del receptor de la obra: la "mental" y la "manual". En la colaboración teorética o mental el usuario interpreta "libremente un hecho de arte ya producido, ya organizado según una plenitud estructural propia (aún cuando esté estructurado de modo que sea indefinidamente interpretable) (84); es el caso de la colaboración que exige una obra como Finnegans Wake de Joyce. Pero hay obras que permiten una colaboración "manual" cuando el intérprete reorganiza libremente la obra y goza de las relaciones así producidas, cooperando en "hacer" la obra. Estas son las obras en movimiento, obras que tienen la capacidad de "asumir diversas estructuras imprevistas físicamente irrealizadas". (84) Son por lo tanto, obras inacabadas que reclaman un proceso de co-creación entre productor y receptor, proceso que Popper denomina "respuesta total": intelectual y "física" a la vez. (10) La "obra en movimiento" Umberto Eco adopta la denominación de "obras en movimiento" para referirse a un tipo restringido y particular de "obras abiertas" en las que el lector colabora a "hacer" la obra. Eco encuentra ejemplos de este tipo de obras en la música, las artes plásticas, el diseño y, por supuesto, en la literatura. Son obras que tiene en sí mismas una capacidad de movimiento, de metamorfosearse, "de replantearse calidoscópicamente a los ojos del usuario como permanentemente nuevos(...), asumiendo disposiciones espaciales diversas, creando continuamente el propio espacio y las propias dimensiones." (Obra abierta, 85). Son, en términos de Calabrese, obras inestables y, por ello, in-formes o en permanente búsqueda de forma; búsqueda que reclama la complicidad del lector-jugador. Esta volubilidad de la obra abierta no quiere decir carencia de una estructura, sino la asunción de una estructura en movimiento capaz de contener y permitir otras estructuras; su orden es un rechazo de un orden singular para proponer una pluralidad de órdenes. "Como en el universo einsteniano en la obra en movimiento, negar que haya una única experiencia privilegiada no implica el caos de las relaciones, sino la regla que permite la organización de las relaciones. La obra en movimiento, en suma, es posibilidad de una multiplicidad de intervenciones personales pero no es una invitación amorfa a la intervención discriminada: es la invitación no necesaria ni unívoca a la intervención orientada, a insertarnos libremente en un mundo que sin embargo es siempre deseado por el autor." (Obra abierta, 96) Como ejemplo literario, Eco se detiene a examinar la obra irrealizada de Mallarmé: El Livre. Esta creación debía ser una obra móvil no sólo por la indeterminación de las relaciones de sus elementos sino, además, porque ni siquiera sus páginas seguirían un orden fijo: "habrían debido ser relacionables en órdenes diversos según leyes de permutación. Tomando una serie de fascículos independientes (no reunidos por una encuadernación que determinase la sucesión), la primera y la última página de una fascículo habría debido escribirse sobre una misma gran hoja plegada en dos que marcase el principio y el fin del fascículo; en su interior, jugarían hojas aisladas, simples, móviles, intercambiables, pero de tal modo que, en cualquier orden que se colocaran, el discurso poseyera un sentido completo. "(...) Le volume, malgré l'impression fixe, devient, par ce jeu, mobile -de mort il devient vie."(86-87) Por supuesto, la descripción del Livre, que sugiere una descomposición del libro, se acerca mucho a lo que podría ser una obra hipertextual en la que se pone en juego una dinámica combinatoria que le da al producto literario, formas provisionales. "El autor ofrece al usuario, en suma, una obra por acabar". (Obra abierta, 96) Bajtin La polifonía del discurso Bajtin rechaza la concepción de un "yo" individualista y privado; el "yo" es esencialmente social. Cada individuo se constituye como un colectivo de numerosos "yoes" que ha asimilado a lo largo de su vida, algunos de los cuales provienen del pasado; estos "yoes" se encuentran en los lenguajes, las "voces" habladas por otros y que pertenecen a fuentes distintas (ciencia, arte, religión, clase, etc.). Estas "voces" no son sólo palabras sino un conjunto interrelacionado de creencias y normas denominado "ideología". Nunca estaremos por fuera de la ideología porque "hablamos con nuestra ideología -nuestra colección de lenguajes, de palabras cargadas con valores-." (Booth, 257) Por lo tanto, es el sujeto social quien produce un texto que es, justamente, el espacio de cruce entre los sistemas ideológicos y el sistema lingüístico. El análisis de la lengua en su totalidad concreta y viviente conduce al análisis translingüístico, en otras palabras, a la polifonía, al conjunto de las "voces"; no al simplemente linguístico que ofrece una perspectiva monológica y abstracta. Aparecen de esta manera las relaciones lógicas que son necesarias para las relaciones dialógicas, que es el discurso de dos voces, así como las relaciones de significación objetiva como los enunciados y las posiciones de los diferentes sujetos. También el signo será ideológico, es decir, que no es inocente pues no es un reflejo mecánico de la realidad. El signo es un fenómeno complejo que "refleja y refracta" la urdimbre social. Depende del contexto para significar una o muchas cosas; es escurridizo y poco confiable, es semánticamente móvil, inacabado, abierto, dinámico, capaz de generar nuevas informaciones a diferentes receptores. La literatura por ello, no refleja la realidad sino que se alimenta de diferentes conceptos -económicos, filosóficos y sociales- que afectan la realidad, y así elabora e interpreta esa realidad, interpretación que es una evaluación de esa misma realidad. El discurso crea así el objeto-discurso en el que el escritor (que también es un "yo" social) aparece como mediador y en el que el lector puede ser autor en la medida en que todos somos autores cuando hablamos, escuchamos, leemos o escribimos. A partir de esta estética de la polifonía el texto se caracteriza esencialmente por: la heteroglosia: la naturaleza ambigüa de la palabra y la versatilidad significativa del lenguaje en su proyección histórica y el dialogismo: inscripción del discurso en una pragmática comunicativa. Esto se traduce en una modificación del estatuto del discurso, del texto, del autor y del lector que se va a reflejar en toda la linea crítica, aquí podemos mencionar a Barthes y a Eco, divergente del formalismo. Barthes De la obra al texto Del autor al lector Barthes contribuye decididamente a un "deslizamiento epistemológico" que cambia la noción de obra por un objeto nuevo de estudio: el texto. En seis proposiciones establece las diferencias: 1. La obra es un objeto que se ve, se sostienen en la mano, ocupa un espacio. El texto es un "campo metodológico" (75) que no se muestra sino que se demuestra, que se sostiene en el lenguaje, que "no se experimenta más que en un trabajo, en una producción" ;(75) por ello no está inmóvil sino en movimiento y su movimiento constitutivo es la "travesía". 2. El texto no pertenece a ningún género ni a ninguna clasificación; es siempre "paradójico". 3. La obra se cierra sobre un significado que se convierte en objeto de la filología o de la hermenéutica. El texto se experimenta en relación al significante que no se encuentra sino que se busca indefinidamente. 4. El texto es plural no en el sentido de que tiene varios sentidos, "sino que realiza la misma pluralidad del sentido: una pluralidad irreductible. (...) el Texto no es coexistencia de sentidos, sino paso, travesía; no puede por tanto depender de una interpretación, ni siquiera de una interpretación liberal, sino de una explosión, una diseminación. La pluralidad del Texto, en efecto, se basa, no en la ambigüedad de los contenidos, sino en lo que podría llamarse la pluralidad estereográfica de los significantes que lo tejen (etimológicamente, el texto es un tejido:(...) está enteramente entretejido de citas, referencias, ecos: lenguajes culturales (¿qué lenguaje puede no serlo?), antecedentes o contemporáneos, que lo atraviesan de lado a lado en una amplia estereofonía."(77-78) De esta forma, todo texto se inscribe en una intertextualidad, en una red de citas "sin entrecomillado". 5. La obra es propiedad del autor, pero el autor no es propietario del Texto: "la metáfora del Texto es la de la red; si el texto se extiende es a causa de una combinatoria, de una sistemática "que sobrepasa los controles del yo que escribe. (78) En el espacio social que es el texto todos los lenguajes y todos los sujetos de la enunciación se encuentran en una situación de equilibrio, ninguno tiene poder de juicio sobre otro. 6. La obra es el objeto de un consumo, el Texto "decanta a la obra (...) de su consumo y la recoge como juego, trabajo, producción, práctica." (79) En este sentido disminuye la distancia entre la escritura y la lectura para inscribirla dentro de una misma práctica significante. El Texto solicita del lector una colaboración práctica: no sólo consumir sino producir el texto, ejecutarlo, deshacerlo, ponerlo en marcha. (80-81). Sintetizando: "... un texto no está constituido por una fila de palabras, de las que se desprende un único sentido, teológico, en cierto modo (pues sería el mensaje del Autor-Dios), sino por un espacio de múltiples dimensiones en el que se concuerdan y se contrastan diversas escrituras, ninguna de las cuales es la original: el texto es un tejido de citas provenientes de los mil focos de la cultura." ("La muerte del autor", 69) La muerte del autor; el nacimiento del lector De esta concepción del texto se desprende que en la escritura no hay un sujeto con identidad; el comienzo de la escritura es la "muerte "del autor, de esa entidad moderna que surge sólo cuando se reconoce históricamente al individuo y a la persona como un valor. Pero en la escritura, como ya lo anticipaba Bajtin, es el lenguaje, no el autor, el que habla. Este debilitamiento de la posición privilegiada del autor se traduce en un fortalecimiento de la función del lector: ...sentido total de la escritura: un texto está formado por escrituras múltiples, procedentes de varias culturas y que, unas con otras, establecen un diálogo, una parodia, una contestación; pero existe un lugar en el que se recoge toda esa multiplicidad, y ese lugar no es el autor, como hasta hoy se ha dicho, sino el lector: el lector es el espacio mismo en que se inscriben, sin que se pierda ni una, todas las citas que constituyen una escritura; la unidad del texto no está en su origen, sino en su destino, pero este destino ya no puede seguir siendo personal: el lector es un hombre sin historia, sin biografía, sin psicología; él es tan sólo ese alguien que mantiene reunidas en un mismo campo todas las huellas que constituyen el escrito. ("La muerte del autor", 71) Si bien los planteamientos de Barthes difieren de la hermenéutica y de la estética de la recepción, en tanto defienden un "ahistoricismo" en la producción y en la recepción discursiva , están indudablemente en la posición crítica que defiende el "reinado del lector" y que constituye, desde la teoría literaria, el antecedente más importante en la consolidación de una estética de la interactividad es decir, de una estética del juego. Estética de la recepción La teoría hermenéutica de Gadamer es el cimiento filosófico de la Estética de la recepción. Gadamer se pregunta si es posible y cómo, el acceso a la verdad en aquellos "objetos" que escapan a la ciencia y sus métodos. A modo de respuesta desarrolla una teoría de la experiencia humana llamada entender: un concepto de conocimiento y de verdad que correspondan a la totalidad de nuestra experiencia comprensiva e interpretadora. El conocimiento científico no es la única vía para llegar a la verdad, la experiencia completa del comprender es otro camino. En la teoría de la comprensión es, por tanto, ineludible la presencia del "espectador": La dependencia del ser estético respecto de la representación no significa pues ni indigencia ni falta de un sentido autónomo y circunscrito. esta dependencia pertenece a su esencia verdadera. El espectador es un factor esencial del juego mismo que llamamos estética. Acordémonos de la célebre definición de la tragedia en la Poética de Aristóteles: la disposición del espectador está expresamente incluida en la definición de la esencia de la tragedia. (Verdad y Método, p. Para la estética de la recepción, adoptando una evidente posición crítica ante el formalismo, no basta el análisis textual para la cabal comprensión del hecho poético. Forma parte de ese hecho su recepción por parte del lector: "El lector es el primer destinatario de la obra literaria... la vida histórica de la obra literaria es inconcebible sin el papel activo que desempeña su destinatario"(Jauss, "La historia literaria como desafío a la ciencia literaria", p.) Y esto es posible si se acepta el carácter fundamental de indeterminación del texto literario. También para la estética de fuerzas, la doble productividad -la integración del proceso creativo y receptivo- es el núcleo de la constitución de la obra de arte que responde a una sensibilidad y a una "funcionalidad" diferentes. ESTETICA DE LA RECEPCION: LA INDETERMINACION Y SUS ESTRATEGIAS La estética de la recepción, desde sus inicios con el círculo de Praga, propone una consideración funcional de los textos en un modelo pragmático * En esta línea nos interesa especialmente las propuestas de Wolfgang Iser centradas en la categoría de indeterminación que, a su vez, Iser retoma de Roman Ingarden. Siguiendo a Iser, todos los textos literarios tienen un primer valor de indeterminación dado por su carácter de ficción. "Un texto literario ni describe objetos ni los produce...; en el mejor de los casos describe reacciones producidas por los objetos (...) Si tiene como contenido reacciones ante los objetos, entonces ofrece actitudes hacia el mundo por él constituido. Su realidad no se basa en producir realidades existentes, sino en preparar intuiciones de la realidad (...) La realidad de los textos es siempre constituida por ellos y, por lo tanto, una reacción a la realidad." (La estructura apelativa de los textos, p.135-136). Los textos literarios no están radicados en el mundo sino en el proceso de lectura y por consiguiente en la propia experiencia del lector, pero no como una adecuación sino como una tensión. El texto no se corresponde con las experiencias del lector sino que le ofrece enfoques y perspectivas con las que el mundo de la experiencia aparece de otra manera. (p.136) El texto literario no se adecúa ni a los objetos reales del "mundo vital" ni a las experiencias del lector y es esta falta de adecuación la que produce su Indeterminación. Pero existen también, condicionamientos formales que producen indeterminación en el texto. Entre ellos tenemos las denominadas por Iser, "técnicas de corte": fragmentación, montaje o segmentación "que garantizan una independencia relativamente alta con relación a la atracción ejercida por los modelos textuales"(p.142) Tal es el caso de las novelas por entregas decimonónicas, como las de Dickens, en las cuales se impone al lector una forma determinada de lectura mediante la interrupción de la narración, creando una tensión, un "suspense" que obliga al lector a imaginar la continuación de los acontecimientos, o introduciendo nuevos personajes mediate sucesivos cortes originando nuevas líneas de acción imprevisibles. El lector es incentivado a producir nuevas conexiones y posibles soluciones. "En tal proceso se muestra en qué medida el componente de indeterminación de los textos literarios crea el grado necesario de libertad que debe garantizarse al lector en el acto de comunicación para que el "mensaje" sea recibido y elaborado. Al aumentar así la eficacia de la novela se ve claramente el peso de los lugares vacíos en la comunicación entre el texto y el lector." (p.140) Además de los "cortes", también los comentarios del narrador, que abren perspectivas en la historia contada y ofrecen al lector un espectro de ofertas de valoración, las precisiones extremas en la exposición narrativa que chocan con la necesidad de consistencia del lector y las técnicas de distanciación en general, son otras estrategias formales que produce indeterminación. "Sólo esos lugares vacíos garantizan una participación del lector en la realización y la constitución de sentido de los acontecimientos." (p.139) A propósito, la descripción de Iser del Ulysses de Joyce es bastante oportuna: "En el Ulises no hay mundos ideales de fondo. En lugar de ello el texto despliega una riqueza de puntos de vista y de modelos de exposición desconocidos hasta entonces, que confunden al lector. Las innumerables facetas del día actúan como si sólo fueran propuestas para la observación del lector. Las perspectivas ofrecidas chocan entre sí directamente, se solapan, se fragmentan, y con su espesor fatigan la mirada del lector. Falta el guiño del autor en ayuda suya. Pues éste es, como Joyce dijo una vez, una especie de deus absconditus, encogido tras su obra y que se dedica allí a recortarse las uñas de los dedos."(p.145) El autor que se oculta fuerza al lector a buscar su propia composición mediante el montaje, el espesor del retículo expositivo, la interferencia de las perspectivas, el ofrecimiento de idénticos sucesos visto desde posiciones encontradas. A partir de su imagen del mundo el lector selecciona y ordena para producir una lectura consistente, determinada. Pero el resultado será siempre una Ilusión en la medida en que el texto no perderá su alto grado de ambigüedad: Si la novela realista del XIX se ocupaba de transmitir a sus lectores una ilusión de realidad, el alto número de lugares vacíos del Ulises hace que todos los significados atribuidos a la jornada sean una ilusión. La indeterminación del texto moviliza al lector a la búsqueda de sentido. Para encontrarlo tiene que activar su imagen del mundo. Si ocurre esto, tendrá la oportunidad de hacerse consciente de sus propias disposiciones, al experimentar que sus proyecciones de sentido nuca coinciden plenamente con las posibilidades del texto. Pues toda significación tiene carácter parcial, y todo lo que sabemos se expone, porque lo sabemos, a la probabilidad de ser superado. Cuando, así pues, en los textos modernos, se elimina toda significación representativa, queda garantizada en el proceso de recepción la oportunidad de que el lector, enfrentado a la reflexión, consiga relacionarse con sus propias representaciones. (p.146) Y consiga, también, chocar ante sus propias expectativas del logro de la representación no contradictoria. "Estos textos tienen capacidad de comunicación en la medida en la que cambia nuestras representaciones y nuestro "sistema de preferencias". Sólo en la crisis de nuestro esquema de comprensión y percepción logran su eficacia y consiguen abrir paso a la intuición de que nuestra libertad no se consolida si nos encerramos en nuestro mundo privado de representaciones." (p.147) Entre texto literario y lector existe una correlación insalvable. El proceso de la lectura es un elemento de la estructura misma del texto. La lectura busca una significación condicionada por el texto pero a su vez, el texto permite que sea el lector mismo quien la produzca. Pero la obra de arte no es reductible a ninguno de los dos aspectos. El que la obra literaria invoque la participación del lector garantiza la permanencia de la obra de arte a través del tiempo porque siempre estará dispuesta a la actualización de su significado en la lectura. Y ésto si el texto se asume como una estructura de reglas de juego que hacen posible el ejercicio productivo del lector. Por supuesto, existirán también los límites: la obra que lo dice todo, o la que lleva a la fatiga y la confusión extrema. ("El proceso de lectura", p.150) Aunque Ingarden e Iser afirman la indeterminación como rasgo característico de todo texto literario éste no se hace presente siempre de igual forma. Existen grados en el nivel del requerimiento de la producción del lector.( Al respecto, Iser afirma que la indeterminación de los textos literarios ha ido en aumento desde el siglo XVIII. (p143)) Aclarando que no nos interesa constatar un cierto nivel de "evolución" a través de la historia, en el tipo de obras que he denominado libros-juego , el nivel de indeterminación es especialmente alto porque la participación del lector está en el centro de la intención artística. Define a la obra y la coloca en un nivel diferente. La Indeterminación en estas obras es producto de estrategias de escritura -reglas de juego- diseñadas intencionalmente para promover nuevas lecturas. ESTETICA DE FUERZAS La estética de fuerzas supera el esquema lingüístico de la comunicación, que se pretende ininterrumpido y homogéneo, en donde el receptor descifra el mensaje de la obra "terminada", formada, que el emisor le presenta. Antes bien, en el proceso de emisión y recepción de la obra existen fracturas que influyen en la experiencia comunicativa. Ni la expresión artística comunica plenamente la imagen o idea del autor, ni la lectura responde siempre igual a las reglas genéricas con que el autor presenta la obra. El arte que sigue una estética de fuerzas exige la inclusión de la experiencia del receptor en el proceso creativo y permite al autor liberarse de las formas de presentación dictadas por los géneros en busca de una relación comunicativa más auténtica, más atenta a la conexión con las fuerzas creativas y menos al desciframiento de la representación verosímil. (Rodríguez, Hipertexto y literatura, p.83-87) La doble productividad es una actitud consecuente con la estética de fuerzas porque al integrar el proceso creativo y receptivo transforma a la obra en un espacio de juego, de participación creativa, de experiencia estética, de "acontecimiento", abandonando su estatuto de obra única y terminada dispuesta a la contemplación del observador.