EL ISLAM: UNA CULTURA DEL AGUA María Velázquez de Castro Buenestado Universidad de Alcalá de Henares 1. LA IMPORTANCIA DEL AGUA EN LAS RELIGIONES El agua es un símbolo de purificación y vida en todas las religiones. El cristiano la utiliza para entrar en la Iglesia mediante el sacramento del bautismo, rito en el que la persona es parcial o totalmente sumergida o rociada con agua y de esta manera purificada, limpiada del pecado original, imitando con esta acción el acontecimiento que tuvo lugar en el río Jordán, cuando Jesús fue bautizado por Juan Bautista. En el hinduismo el agua posee poderes de purificación espiritual. Es una obligación para el hindú lavarse diariamente para ser purificado. Cerca de cada templo hay una fuente con agua en la que los fieles han de bañarse antes de entrar a orar. Además, se consideran sagrados siete importantes ríos, entre ellos el Ganges, del cual con facilidad nos vienen imágenes a la mente de hindúes incinerando a difuntos en sus orillas. Este rito fúnebre se basa en la creencia de que el hijo del difunto debe verter agua en la hoguera funeraria para impedir que el alma se escape y vuelva a la tierra en forma de fantasma. Cuando el fuego alcanza el cráneo del difunto, los padres se bañan y vuelven a su casa. Tres días después de la cremación, se reúnen las cenizas que, algunos días más tarde, se verterán sobre un río sagrado. Al igual que el hindú, el budista utiliza el agua para sus ritos fúnebres y en los funerales la vierte hasta que se desborda en un recipiente situado ante los monjes y el cuerpo del difunto. En el judaísmo la limpieza ritual del agua permite restaurar o conservar el estado de pureza Es obligatorio lavarse las manos antes y después de las comidas. El baño ritual, o Mikveh, era sumamente importante para las comunidades judías en otro tiempo; si bien se practica menos hoy en día, sigue siendo obligatorio para los convertidos. Los hombres van al Mikveh los viernes y antes de las grandes fiestas; las mujeres, antes de su matrimonio, después de los partos y al final de sus menstruaciones. La historia del gran diluvio aparece en el Génesis, el primer libro de la Biblia que narra la Creación. Con el fin de castigar a la humanidad por su desobediencia, Dios envía una lluvia torrencial sobre el mundo entero, solamente Noé, su familia y una pareja de cada raza de animales escapa de este castigo, protegidos por un arca. El diluvio destruye todos los pecados del mundo para que pueda renacer de nuevo libre de impurezas. En otras religiones más desconocidas para el mundo occidental, como el sintoísmo o el zoroastrismo también se considera al agua un elemento purificador. En el sintoísmo, religión autóctona de Japón, se venera a los kamis, deidades de la naturaleza cuyo culto comienza con un acto de purificación con agua. La purificación permite restablecer el orden y el equilibrio entre la naturaleza, los humanos y las deidades. Para los zoroastras1, la naturaleza se sitúa en el centro del universo de sus creencias y la pureza y la polución son parte importante de las mismas, ya que consideran la polución como el mal y el agua pura como el elemento sagrado por excelencia. Para el Islam, sin embargo, el agua va a tener un significado aún más relevante que en las demás religiones. Desde los primeros pasos de la religión islámica en la península arábiga, el agua ha sido considerada un bien escaso y por ello muy preciado para las primeras comunidades musulmanas. El Corán reconoce al agua como origen de la vida, como un don que Alá ha hecho descender del cielo para la subsistencia de los hombres, los animales y las plantas: ¿No veis el agua que Alá ha hecho descender del cielo y por medio de ella, todo verdea sobre la tierra? Corán (sura 22, aleya 63) El Islam es una cultura donde el agua se halla muy presente, no sólo en los ritos religiosos sino en todos los niveles de la vida cotidiana. Es un importante elemento de higiene, vital para el funcionamiento de los hammams, o baños públicos, en los que la función de limpieza corporal trasciende a una dimensión social, de reunión y encuentro. El agua es además un elemento fundamental para la alimentación, la agricultura y ganadería e incluso la medicina árabe, la cual siempre ha destacado a lo largo de la historia como una de las más avanzadas. En definitiva, el Islam, como iremos viendo, es una cultura del agua. 2. EL AGUA SAGRADA: ORIGEN DE LA VIDA Y ELEMENTO DE PURIFICACIÓN El agua es para el Islam el origen de la vida, un don que Alá ha hecho bajar del cielo para vivificar la tierra2. En el libro sagrado de los musulmanes, el Corán, aparecen numerosas citas relacionadas con el poder purificador del agua y se muestra como uno de los elementos fundamentales de la creación. No es de extrañar, por otra parte, que el agua sea considerada el elemento más preciado desde los comienzos del Islam, pues por su escasez entre las primeras tribus islámicas asentadas en la península arábiga, estuvo vinculada directamente con Dios. Él es quien la hace bajar del cielo, Él es quien la crea para que después los seres vivos surjan de ella: “¿Es que no han visto los infieles que los cielos y la tierra estaban unidos y los separamos? ¿Y que hicimos provenir del agua a todo ser viviente? ¿No creerán aún? Corán (sura 21, aleya 30) El agua, al haber sido creada por Dios, así como la tierra y el cielo, se configura además como una obra divina, gracias a la cual Alá, que hace que baje del cielo el agua pura de la lluvia, vivifica la tierra muerta y da de beber a los seres humanos y a sus rebaños. Pero el agua no es sólo fuente de vida, también purifica y limpia, tanto el cuerpo, 1 El Zoroastrismo o mazdeísmo es el nombre de la religión y filosofía basada en las enseñanzas de Zoroastro (Zaratustra), que reconocen como divinidad a Ahura Mazda, considerado por Zoroastro como el único Creador increado de todo. “Dios ha hecho bajar agua del cielo, vivificando con ella la tierra después de muerta. Hay en esto un signo para gente que oye”. Corán (sura 16, aleya 65) 2 esencialmente antes de las plegarias y después de las relaciones sexuales, como el alma, en sentido espiritual. El agua, sinónimo de pureza espiritual, vida y sabiduría no podría dejar de fluir en un escenario trascendental: el Paraíso o al-Yanna, lugar donde se materializa la resurrección del alma en el Más Allá y donde se da paso a una vida mejor. Este Paraíso, al que irán sólo los musulmanes piadosos, es representado como un verdadero oasis o jardín en el que abundan los ríos y las fuentes y en el que crecen una gran variedad de árboles frutales. Y es a este bellísimo y exuberante lugar, rebosante de naturaleza y vida al que irán los que obedezcan a Alá y al profeta Muhammad: “Quienes obedezcan a Alá y a Su Enviado, Él les introducirá en Jardines regados por aguas vivas, en los que morarán eternamente”. Corán (sura 4, aleya 13) El agua, elemento esencial para la vida en la tierra, continúa en el Más Allá representando la vida después de la muerte y la pureza del estado espiritual. La pureza ha sido una preocupación constante en el Islam 3. Para el musulmán, el agua ha sido creada pura por Dios, sin contaminación alguna. Y de entre ellas será el agua de lluvia la más pura de las aguas, al no haber entrado en contacto con ningún elemento contaminante. Además, como se expone en varias suras del Corán, se trata de una bendición de Alá, un don divino: “Él es Quien hace descender agua del cielo para que vosotros bebáis de ella y brote la vegetación de la que pastorean vuestros rebaños”. “Con ella hace crecer los cereales, los olivos, las palmeras, las vides y toda variedad de frutos. En ello hay signos para quienes reflexionan”. Corán (sura 16, aleyas 10 y 11) El agua pura es por tanto un elemento fundamental para el cumplimiento de los deberes religiosos del buen musulmán, la tahâra o estado de pureza corporal, es para el fiel al mismo tiempo higiene y pureza, y sólo se obtiene por el uso del agua como agente que limpia de suciedades que son al mismo tiempo impurezas4. El término árabe tahâra se traduce comúnmente como pureza. Encontrarse en estado de tahâra es la condición que Alá ha puesto para la validez de ciertos actos espirituales, el más importante de los cuales es el Salât u oración, el cual debe realizarse cinco veces al día, y que constituye uno de los pilares fundamentales del Islam, La tahâra presupone un estado contrario al de impureza o naÿâsa, y es imprescindible para poder acudir a la mezquita a realizar cualquier rito. Cuando la tahâra se pierde debe ser recuperada mediante purificaciones. La impureza mayor se elimina realizando un lavado integral del cuerpo (gusl) y la menor con una ablución simple (wudû, sustituible por el tayámmum, la ablución seca, con tierra o piedras, cuando no hay agua “Si me trae alguien sed, mi fuente un agua le da sin impureza, clara y dulce”. Tercer verso, taca izquierda. Salón de Embajadores de la Alhambra. Ibn Al-Jatib (1313-1375) 4 EPALZA, M. DE, Agua y poblamiento musulmán (Aigua i poblament musulmà) Simposium de Benissa, 1987. Pág. 15 3 o no se pueda emplear), siempre con el objeto de recuperar ese estado de pureza “legal” que permita al devoto musulmán, por ejemplo, realizar sus oraciones en la mezquita. Según la pureza del agua el Fiqh (jurisprudencia islámica) la clasifica en diversos tipos, según sirvan o no para la purificación: agua tahûr (pura en sí misma y purificante), agua tâhir (pura en sí pero no purificante) y agua mutaÿánnis (contaminada por una naÿâsa o impureza). El agua tahûr es aquella que ha caído del cielo o ha emergido del interior de la tierra y que no se ha visto alterada en ninguna de sus tres cualidades (color, sabor y olor), es decir, que no haya sido contaminada por ningún elemento ni ensuciada durante su curso. El agua tahûr se utiliza en la realización de las prácticas espirituales y para las actividades cotidianas. Por tanto, este agua puede usarse para hacer el wudû, para el lavado integral (gusl) que debe seguir a la ÿanâba (la actividad sexual) o el háid (la menstruación), y se puede emplear para eliminar cualquier suciedad (naÿâsa), para la higiene del cuerpo, para lavar ropa, sanear lugares, etc. El agua tâhir es el agua pura no purificante. Si el agua tahûr, anteriormente mencionada, constituye el agua pura y purificante, el “agua absoluta”, el agua que sólo es agua, el agua tâhir, por su parte, no es válida para realizar las abluciones ni sirve para la eliminación de la impureza; sólo puede aprovecharse para actividades cotidianas como beber, lavarse el cuerpo y la ropa, cocinar, etc. Ahora bien, si el agua tahûr se ve mezclada con cualquier sustancia pura, el agua no deja de ser pura pero deja de ser purificante y se convierte en agua tâhir, que podrá usarse en tareas cotidianas pero ya no será válida para realizar abluciones, pues no elimina ningún tipo de impureza o suciedad. El tercer y último tipo de agua es el agua mutaÿánnis, que es aquella que ha sido contaminada por alguna sustancia impura. Si se trata de agua tahûr (completamente pura) en grandes cantidades, la impureza no la afecta, a menos que altere alguna de sus tres cualidades (color, olor y sabor). El agua mutaÿánnis no puede emplearse ni para las abluciones ni para los usos cotidianos, ya que ni el wudû ni el gusl tienen validez si se realizan con este tipo de agua. Tampoco se puede cocinar con ella, ni beberla, su empleo en tales fines está prohibido. El agua mutaÿánnis sólo puede ser empleada en casos de extrema necesidad, si corre peligro la vida de una persona, si no se encuentra absolutamente nada más para beber, si se le obliga a ello bajo pena de muerte, no se tenga nada mejor para socorrer a alguien enfermo, etc. En definitiva, el derecho musulmán, como se ha visto, concede una importancia tal a la limpieza-purificación por el agua que su abundancia y fluidez será una de las exigencias y características del urbanismo musulmán, especialmente en las mezquitas, donde la obligación de las abluciones antes de ingresar al templo hacía imprescindible un área reservada a la realización de estas prácticas rituales, un lugar donde los fieles tuvieran un fácil y cómodo acceso al agua. Las mezquitas cuentan con una sala de abluciones y al igual que los hammams, o baños públicos, son lugares de purificación ritual, anexos por lo general al templo y provistos de pozos o cisternas que permiten que el agua fluya abundantemente. La sala de ablución tiene siempre, en el centro, un pilón o estanque de agua corriente, generalmente de forma rectangular, y también unas letrinas. El pilón se sustituye a veces por una serie de fuentes adosadas a la pared en las que los fieles realizan sus abluciones. Como ya se ha expuesto, existen dos tipos de abluciones, la mayor (gusl), de cuerpo entero, obligatoria tras las relaciones sexuales y recomendada antes de la oración del viernes y antes de tocar el Corán y la ablución menor (wudû), que es la que los fieles realizan en la mezquita antes de entrar a orar. Todos los días el devoto musulmán que acude al templo debe enjuagarse con agua pura en la fuente de abluciones manos, boca, nariz, rostro, antebrazos, cabeza, orejas y pies antes de las cinco oraciones diarias. Esta purificación de los sentidos y de los actos realizados cada día invita al fiel a una comunicación más directa con Dios, lo predispone y hace más sensible, más receptivo a recibir las enseñanzas del Corán. En resumen, el efecto del wudû es la eliminación de la impureza, de modo que una vez realizada, la persona queda habilitada para cumplir con las obligaciones y preceptos del Islam. La realización del wudû es obligatoria una vez llegado el momento del Salât y para que esta purificación sea válida debe realizarse con agua tahûr, pura y purificante. 3. OTROS USOS DEL AGUA EN EL ISLAM Como ya hemos visto en líneas precedentes el agua era y sigue siendo considerada para los musulmanes un don de Alá, un don sagrado de vital importancia, que no sólo es utilizado con una funcionalidad religiosa, sino que además cumple y ha cumplido a lo largo de la historia con un numeroso y variado uso. El agua en el mundo islámico se va a comenzar a urbanizar con el objetivo de cumplir una función social en varios aspectos de la vida cotidiana y para facilitar su uso y acceso a los musulmanes. La higiene, el consumo doméstico, la agricultura y la medicina, son, entre otras muchas, algunas de las actividades en las que el agua cumple un papel fundamental y que propiciarían que se tuviera en cuenta a la hora de urbanizar las ciudades que comenzaban a edificarse en Al-Andalus. En estas poblaciones nunca cayó en olvido el agua, esa <<bendición de Alá>>, ya que se consideraba un acto piadoso y benéfico, meritorio de recompensa divina, el proveer de agua a los musulmanes. Agua considerada siempre tan importante para cubrir las necesidades del cuerpo y del espíritu del hombre5. La higiene del cuerpo ha sido y es un precepto socio-religioso para las gentes del Islam. En la Edad Media, cuando en la España cristiana no se practicaba apenas la higiene personal, en la España musulmana existía un baño público en cada barrio. Aparte de la limpieza obligada que los fieles hacían antes de entrar a la mezquita, mediante las 5 ABDERRAHMAN JAH, CH., LÓPEZ, M. El enigma del agua en al-Andalus. Fundación de Cultura Islámica, Barcelona, 1994. Pág. 70 abluciones, el buen musulmán tenía que lavarse las manos antes de comer y una vez acabada la comida debía lavarse de nuevo las manos y enjuagarse la boca. Los baños públicos o hammams se localizaban en la parte céntrica de las ciudades, próximas a las mezquitas y se ubicaban cerca de conducciones de agua que pudieran suministrarla en cantidad necesaria para su utilización. En estos auténticos salones de belleza desaparecían las diferencias sociales, pues cualquier persona de cualquier clase podía acudir a ellos y de hecho suponía todo un acontecimiento social. Los baños eran un lugar de reunión pública, por las mañanas acudían los hombres y por las tardes estaban reservados exclusivamente para las mujeres, las cuales, por supuesto, eran atendidas por un personal de servicio femenino. En el hammam según relatos de la época “(...) así acostumbran a bañarse los hombres como las mujeres, pero las mujeres especialmente”6. En ellos se daban masajes y se aplicaban aceites hidratantes de almendra, rosas, jazmín y narciso. Se cuidaban el cabello con hojas de añil y henna, se lavaban los dientes con un dentífrico a base de raíz de nogal, clavo y cilantro. También existían depilatorios y sofisticados tratamientos de limpieza para el cutis. El baño y sus <<rituales>> constituían, pues, una auténtica fiesta. El papel del baño en la concepción islámica es esencialmente el de la limpieza, o purificación de la suciedad, ya que el devoto musulmán no puede acudir a la mezquita ni cumplir con sus oraciones sin haberse limpiado antes, preferiblemente con agua. Otra de las más primordiales funciones que el agua tiene para las gentes del Islam, junto con la higiene, es sin duda la alimentación. Remontándonos a la época andalusí, en la que sin duda la medicina árabe era una de las más avanzadas del momento, ya los médicos recomendaban una serie de prescripciones para llevar a cabo una alimentación saludable y equilibrada y, de esta forma, prevenir las posibles enfermedades que pudieran sobrevenir al paciente. Los médicos andalusíes hacían recomendaciones sobre las comidas y bebidas que debían tomarse para tener una dieta saludable. Recetaban a sus pacientes según sus edades y peculiaridades biológicas, lo cual supone una gran novedad en dietética y medicina preventiva. En la mayoría de los tratados médicos de Al-Andalus hay una constante recomendación a comer lo más conveniente y a beber el agua más depurada. Para el médico granadino Ibn al-Jatib7, <<el agua es uno de los pilares del cuerpo>> y por ello señalaba en uno de sus tratados médicos los diferentes tipos de aguas que se podían beber, determinando la calidad de las mismas y cuales eran las mejores para el baño. Entre las aguas para beber indica que la mejor es la de fuente de tierra cálida y de curso continuo y en cuanto a la calidad, valora en primer lugar las aguas de lluvia como las más puras y las de pozo o enfangadas como las más nocivas. Recomienda también el 6 7 GARCÍA MERCADAL, J. Viajes de extranjeros por España y Portugal, Salamanca, 1999 Ibn al-Jatib (Loja, 1313-Fez, 1374) además de médico en la corte real fue el primer ministro de Muhammad V de Granada. Su fidelidad al monarca le costó la vida. Es también considerado como el último de los grandes historiadores de la España musulmana. Entre sus obras destacan tratados de historia, geografía y poética. Su obra médica más importante es “Amal man tabba li-man hubba” (Acto del que emplea su habilidad a favor de aquel a quien ama), llamado también “Tratado de Patología general y especial”. Se trata de un amplísimo tratado de medicina, atendiendo a enfermedades, causas, síntomas y su tratamiento. baño, como elemento esencial para mantener una buena salud y las aguas termales, especialmente para los ancianos. En estrecha relación con la comida y con los alimentos producidos en Al-Andalus está la agricultura, fuente básica de alimentación, aún hoy en nuestros días, para millones de personas en todo el mundo, inclusive el mundo islámico. Y actividad, la agricultura, para la que el agua es fundamental. El Islam surgió en un contexto árido: la península arábiga. El primer pueblo que lo integra, el pueblo árabe, apreciaba el agua como un auténtico tesoro, ya que prácticamente carecía de ella, siendo los oasis su única fuente de abastecimiento. Esa valoración del agua, origen de toda vida, va a reflejarse constantemente en el Corán y en algunos cronistas andalusíes, que plasmaron la alegría con que las gentes recibían la lluvia: <<Comenzó a llover en las primeras horas del viernes día 10 y no lo dejó, permitiendo el laboreo (...) Siguió lloviendo copiosamente hasta mediados de Muharram y, merced a ello, prosiguieron las faenas del campo, se adelantó el año en todas partes y las gentes se regocijaron de la futura fertilidad y de la misericordia divina>>. La importancia que el agua tuvo en la agricultura y en la geografía peninsular se constata en los nombres actuales que nos han llegado de palabras y topónimos árabes relacionados con el agua. En la tradición islámica, el agua se considera un don divino que no es propiedad de los seres humanos. Éstos son solamente sus depositarios; por ello tienen la obligación de repartirla con equidad entre quienes la necesitan. Este concepto sirvió de base para establecer en Al-Andalus un perfecto sistema de regadío. El agua, remansada en los azudes de los ríos, se distribuía por riguroso turno a través de las acequias y brazales a cada predio, según su superficie y el volumen del caudal que repartieran. Palabras como acequia, del árabe al-saqiya, que significa zanja o canal donde se conducen las aguas para regar, fueron las principales conducciones empleadas por los andalusíes para la distribución del agua, tanto en grandes predios como en pequeños jardines. Al llegar a la Península Ibérica, los árabes eran conocedores de los sistemas de riego orientales. Reaprovecharon la infraestructura del regadío romano, ya deteriorada, ampliando e intensificando su utilización, y crearon acequias mayores, menores y brazales, con un ingenioso sistema de distribución del agua, base de su emergente agricultura. Las norias (del árabe na´ura) y cuyo significado es rueda elevadora de agua, ya habían sido utilizadas por los romanos en la Península, especialmente en la Bética, para la extracción del agua de río o de corrientes de cierto caudal. El agua se recogía por medio de unos recipientes instalados en la propia rueda que la corriente accionaba. Cuando el giro alcanzaba su máxima altura, los recipientes vertían el agua en un canal (palabra también derivada del árabe al-qanat), desde el que se distribuía a las acequias de los huertos y jardines, a las albercas y a las canalizaciones urbanas. Otra palabra árabe relacionada con el agua y la agricultura es alberca (del árabe albirka) y cuya función era servir como depósito de agua, para distribuirla posteriormente por las acequias. Y así podríamos ir enumerando un indefinido número de palabras de origen árabe vinculadas con el agua: albufera, alcantarilla, aljibe, aljofaina, alquezar, jarro, rambla... y un largo etcétera. De la misma manera que nos han llegado estas palabras, tenemos en la geografía española un sinfín de topónimos donde poder seguir las huellas hidrológicas de Al-Andalus. Sirvan como ejemplo algunos nombres de poblaciones de esta provincia de Granada que nos acoge. Tenemos Alhama, que significa la fuente termal; Aljibe, la cisterna; Jete, cuyo significado es orilla y, finalmente, Norela y Ñora, ambas identificadas con la noria. Además de servir de bebida para los seres humanos y los animales y de ser un elemento esencial en la agricultura, el agua se convertirá en un complemento imprescindible de las construcciones palaciegas. Se introducirá como un elemento decorativo polivalente que proporcionará efectos lumínicos, refrescará y relajará el ambiente, y hará las veces de un espejo al duplicar el efecto visual de la arquitectura. Sin ser en sí motivos ornamentales el agua y la luz inciden en la decoración de manera especial. El agua es un complemento básico de la arquitectura islámica. A su valor ritual y simbólico se une su función refrescante. La luz sirve tanto para modificar los elementos decorativos como para crear otras formas ornamentales. Ambos incrementan el dinamismo de la decoración y aumentan el impacto visual del edificio. Para la arquitectura islámica el agua será un elemento esencial, su sonido y su transparencia causan sin duda un estado de relajación y bienestar especiales que hacen que el agua esté de manera omnipresente en todo tipo de jardines y de almunias, ya sea en forma de fuentes, canalillos, surtidores, estanques, acequias y albercas, o bien, deslizándose caudalosa por las norias de corriente. Ibn Zamrak (1333-1393) escribió en los muros de la Alhambra: “¿No veis como el agua corre por los lados y, sin embargo, se oculta después en los caños?” El jardín en la cultura islámica como en la antigua cultura persa, la egipcia o la mesopotámica, deriva de los condicionantes físicos que se dan en su localización. La escasez de agua, la tierra árida, el calor intenso, son determinantes para lograr, a partir de sabios y sensatos recursos, un jardín con una atmósfera bien diferenciada de su entorno natural. Desde esta perspectiva, el jardín islámico es la vivificación de un trozo de desierto, un oasis, alcanzada mediante el aporte de agua, considerada ésta como un bien superior, origen de vida. Paralelamente, la función simbólica es primordial. El jardín islámico tiene una función de ostentación de prestigio; su uso responde a la idea de placer sensual en una atmósfera de paz y, desde un punto de vista espiritual, el lugar que permite llegar a un estado de comunicación con Dios o de reflexión y entendimiento. Lo sensorial se encuentra en los elementos de la composición que estimulan la vista, el oído, el gusto o el tacto. Se utilizan recursos como los colores, las texturas y esencias de las especies vegetales, los acabados y colores de los materiales del suelo y muros, o mediante el uso del agua en estanques, canales y surtidores. Muestra de ello es un poema que aparece escrito en la misma fuente de los leones de la Alhambra: “(...) En apariencia, agua y mármol parecen confundirse, sin que sepamos cuál de ambos se desliza. ¿No ves cómo el agua se derrama en la taza, pero sus caños la esconden enseguida? Es un amante cuyos párpados rebosan de lágrimas, lágrimas que esconde por miedo a un delator.” El agua es, por lo tanto, el elemento primordial del jardín islámico. Los recursos se dirigen a un uso óptimo del mismo, mediante técnicas de recogida, almacenamiento y distribución, exaltándolo en la composición. Su forma está determinada por los canales y los estanques que la contienen. Aparece tanto de forma estática, contenida en estanques, como en movimiento, circulando por los canales y saliendo de surtidores, de manera que ofrece un fondo sonoro y un contraste dinámico. La luz también desempeña un papel importante en los jardines. La cultura islámica considera la luz símbolo de bondad, verdad y armonía. Así, cada elemento del jardín está pensado según su manera particular de absorber o reflejar la luz. Desde la arquitectura, en donde arcos y yeserías caladas introducen rayos y puntos de luz en el peristilo del patio, o su decoración con azulejos vidriados o metalizados que producen destellos desde el fondo; al agua, cuya utilización como lámina de espejo provoca una luminosidad en el centro del jardín; pasando por los tonos cálidos de frutos y flores de las especies vegetales. En definitiva, lo que provoca esta sinfonía de agua, luz, arquitectura y vegetación es, en palabras de Ibn Zamrak, un recreo para los ojos. Y así, de esta manera, evocando un jardín islámico cualquiera, sus sonidos, sus aromas, su colorido, su composición estética, es como quiero acabar este recorrido por los usos del agua en el Islam, religión que sin duda, hace todo un homenaje a este bien tan preciado y escaso hoy día que es el agua.