¿Por qué Están Tan Caras las

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Año: 28, Junio 1986 No. 607
¿Por qué Están Tan Caras las
Cebollas?
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Por Carlos Eduardo Novaes
Sin lugar a dudas, este es un caso para
Sarmento, el economista.
Poco se sabe de esa extraña enfermedad que
es la inflación, excepto que su resultado es
una pérdida de poder adquisitivo si los
ingresos personales no aumentan en la
misma proporción, y que implica un
aumento continuo en los costos de bienes y
servicios. Sarmento, el economista, ha
tomado la decisión de resolver el misterio.
Adoptó las teorías de Adam Smith, los casó
con las de David Ricardo y John Maynard
Keynes, las multiplicó por el impuesto sobre
la renta, las dividió entre la ampliación de
los créditos, les restó el desempleo, las
factorizó en la velocidad del dinero en
circulación, ¡y ni así llegó a ninguna
conclusión! Estaba a punto de claudicar,
cuando una vecina ama de casa le sugirió:
«¿Por qué no trata de obtener la respuesta
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[i] Reimpreso con a autorización de Selecciones del
Readers Digest. © Selecciones del Readers Digest.
Noviembre 1985.
directamente de quienes aumentan los
precios?».
Se encendió una luz en la cabeza de
Sarmento. La respuesta estaba mucho más
cerca de lo que se había imaginado No tenía
más que ir al mercado de la esquina, en Río
de Janeiro. Dio las gracias a su vecina y
partió a preguntar al vendedor de verduras
por qué había subido el precio de las
cebollas.
Yo también tengo que ganarme la vida,
compañero dijo el vendedor. Si hoy compro
más caro, tengo que vender más caro.
Sarmento se molestó.
¿Quiere decir que usted respalda la
inflación? ¡Sólo porque tiene que pagar más,
cree que debe aumentar el precio de venta!
¿No piensa usted nunca en el bolsillo del
consumidor?
Si lo hiciera,
compañero.
terminaría
perdiendo,
¿Quién fue el irresponsable que le vendió a
usted más caras las cebollas?
El vendedor le dijo que había comprado las
cebollas en el Mercado Central. Sarmento se
dirigió a enfrentarse al comerciante.
¿No le da vergüenza aumentar así el precio
de las cebollas? ¡No sé por qué no le
restriego la nariz en un kilo de cebollas!
El comerciante dio excusas:
¡Yo también necesito vivir! Me gustaría
sostener el precio, pero el camión llegó esta
madrugada con las cebollas más caras.
Créame: no puedo hacer nada. Fue él quien
aumentó el precio.
No me sorprende, pensó Sarmento. Los
transportistas especulan y las amas de
casa pagan. Al amanecer del día siguiente
estaba ya esperando la llegada del primer
camión proveniente del campo, y le espetó
al mercader:
Sarmento gruñió. ¿Quería esto decir que el
fabricante de fertilizantes era el culpable?
Fue a ver a un vendedor de fertilizantes, que
le dijo cortésmente:
Es verdad que hemos incrementado el precio
de nuestros productos, pero debe usted
comprender que sólo tomamos esa medida
para no tener que cerrar. El distribuidor nos
lo vendió a un precio más alto.
Sarmento sentía próxima la solución del
enigma. Visitó al distribuidor, y más tardó
en entrar que en decirle:
¡Así que es usted el que aprovecha el
momento, cuando todos duermen, para
elevar el precio de las cebollas!
¡Usted! Aquí está oculto, pero moviendo las
cuerdas de la inflación. ¿Por qué aumentó el
precio de los fertilizantes?
¿Yo? ¡Yo no tengo nada que ver con eso!
Tuve que aumentar el precio por culpa del
agricultor, el que cultiva las cebollas.
El distribuidor trató de negarlo, pero
Sarmento lo tomó del cuello.Aumenté un
poco los precios chilló el distribuidor, pero
¿qué cosa podía yo hacer? Tengo cuatro
hijos y una suegra lisiada. Además, soy sólo
un distribuidor. Esos fertilizantes potásicos
son importados, y al llegar de Francia ya
eran más caros.
Sarmento nunca había tenido mucha
confianza en los agricultores. Se trepó a un
autobús y se trasladó a un cebollar. Encontró
al agricultor y le dijo:
El camionero me lo ha dicho todo. Usted es
la persona que aumenta los precios. Voy a
denunciarlo al gobierno.
Muy bien: confesaré. He sido yo. Pero, ¿ha
visto usted cómo está el tiempo aquí?
Sarmento alzó los ojos al cielo.
El economista tomó un avión. La fábrica
estaba en un pueblecito del norte de Francia.
El gerente se negó a recibir al economista y
mandó a su secretaria para que se deshiciera
de él:
Dice mi jefe que siente mucho lo del precio
de las cebollas en Brasil, pero que los fletes
marítimos suben constantemente.
¡Es un día hermoso!
Hermoso para nosotros, pero horroroso para
una cebolla. Para ella, los días bonitos son
los de lluvia. Bueno, si sólo fuese el tiempo,
podría arreglármelas para mantener bajo el
precio, pero los fertilizantes han subido un
85 por ciento.
La compañía naviera que transportaba los
fertilizantes a Brasil estaba en Panamá, a
donde se fue directamente Sarmento.
Están ustedes causando muchos problemas
con sus elevadas cuotas de flete acusó al
presidente de la compañía. Las cebollas
están ya fuera del alcance prácticamente de
todos en Brasil.
El presidente
indignación.
reaccionó
con
gran
¿Culpable yo? No, señor. ¿Sabe usted
cuánto están cobrándome los astilleros por
un barco?
El astillero estaba en Hamburgo. No era lo
mismo hablar a un alemán que a un
comerciante en verduras de Río de Janeiro,
así que Sarmento entró con cautela:
Usted no puede aumentar de esa manera el
precio de los barcos. ¿Sabe cuánto está
costándonos, por su culpa, un kilo de
cebollas en Río de Janeiro?
El alemán no le permitió a Sarmento
terminar:
¿Y sabe usted lo que estamos pagando por el
acero que usamos para hacer nuestros
barcos?
Sarmento enmudeció. ¡Así que la culpable
era la industria del acero! Los alemanes
compraban su acero a una acería de Grecia,
donde la mano de obra es más barata. A
Sarmento le hervía la sangre de ira cuando
llegó a Atenas. Increpó al gerente de la
acería.
¡Exijo una explicación! ¿Por qué aumentó el
precio del acero e hizo que se elevara el
costo de los barcos, lo que a su vez provocó
un aumento en el precio de los fletes y, en
consecuencia, la carestía de los fertilizantes,
lo cual significó costos de distribución más
altos y que los agricultores tuvieran que
incrementar el precio de las cebollas?
El gerente ni se movió:
¿Sabe usted cómo se hace el acero? Le
sugiero que haga una visita a las minas de
Sudáfrica y pregunte allí a qué precio están
vendiéndonos el carbón.
La investigación estaba llegando a su
término; el carbón es materia prima.
Sarmento se trasladó a Sudáfrica, pensando
ya en su regreso a Río. Por fin, había
atrapado a los villanos.
Siento mucho que esté subiendo el precio de
sus cebollas le dijo el jefe de la mina, pero
nuestro negocio es el carbón. Sí elevamos el
precio, pero en una proporción insignificante
en
comparación
con
las
sumas
extraordinarias que tenemos que pagar a
nuestro
proveedor
de
vagones
y
herramientas.
La fábrica de vagones y herramientas se
encontraba en un suburbio de Tokio.
Sarmento dejó su maleta en el aeropuerto,
entró como rayo en la oficina del japonés y
le preguntó a boca jarro:
¡Dígame! ¿Por qué elevó el precio de sus
vagones y herramientas?
El nipón no titubeó:
Por la balanza comercial. Cambiamos
nuestras
herramientas
por
cebollas
brasileñas, y con el precio actual de las
cebollas no tenemos alternativa. Ya que está
usted aquí, dígame una cosa: ¿por qué están
tan caras sus cebollas?
«Se dice que la primera panacea de un país
mal gobernado; es la inflación; la segunda
es la guerra»
Frédéric Bastiat, (1801-1850)
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