Le Groupe intergouvernemental sur l`évolution du

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EL RECALENTAMIENTO DEL PLANETA
O
CÓMO SUBSANAR LA FALTA DE ASISTENCIA
A UN PLANETA EN PELIGRO
MARZO 2001
Mientras que los gobiernos no llegan a ponerse de acuerdo sobre la reducción de
las emisiones de gases de efecto invernadero, el Grupo Intergubernamental de
Expertos sobre el Cambio Climático (GIECC)1 presentó el lunes 22 de enero de
2001, con motivo de la Conferencia de Naciones Unidas en Shanghai, su tercer
Informe de Evaluación, que constituye un grito de alarma ante la aceleración del
recalentamiento climático.
En vista de estas previsiones de cambio climático que puede tener
consecuencias «significativas e irreversibles» para la economía, la salud
pública y los paisajes de numerosas regiones del planeta, el Grupo del PPEDE adopta una postura firme a favor de medidas estrictas de reducción de las
emisiones de gases de efecto invernadero.
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El GIECC fue creado en 1988 por el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA, UNEP
en inglés)
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LA COMUNIDAD CIENTÍFICA INTERNACIONAL LANZA UN GRITO DE ALARMA
El tercer informe científico del GIECC1, aprobado por unanimidad en la Conferencia
de Naciones Unidas celebrada en Shanghai, elimina las incertidumbres sobre la
amplitud del recalentamiento en el siglo XXI y sobre las consecuencias del aumento
de la temperatura para los ecosistemas y la salud.
Las actividades humanas emiten gases de efecto invernadero a la atmósfera
Este informe, con un volumen de un millar páginas y redactado por 123 autores con
la contribución suplementaria de 516 expertos, ha establecido un consenso
científico que echa por la borda los argumentos de los escépticos que consideran
que el recalentamiento del planeta no está relacionado con la contaminación o que
los datos estadísticos no resultan suficientes para llegar a una conclusión.
Hoy día, nadie puede poner en duda la responsabilidad del hombre en el aumento
de la temperatura terrestre. El crecimiento demográfico y la industria, por la
combustión de energías fósiles que implican, son la causa del aumento del
contenido de anhídrido carbónico en la atmósfera.
Según el informe del GIECC, esta concentración de óxido de carbono en la
atmósfera ha aumentado un 31% desde 1750, un incremento sin precedentes desde
hace 20.000 años. La concentración actual, provocada por la combustión de
hidrocarburos y por la deforestación, es la más elevada de los últimos 20 millones
de años.
El aumento de los gases de efecto invernadero ya ha producido un
recalentamiento del planeta
La década de 1990 fue la más calurosa del siglo y el año 1998 registró los valores
más elevados del siglo, siendo el más caliente desde 1861. El siglo pasado
presenció el aumento de las temperaturas de superficie de 0,6 ºC en promedio. Este
pequeño cambio de la temperatura media ha tenido consecuencias visibles.
El nivel del mar ha subido entre 10 y 20 cm durante los últimos 100 años. Desde el
final de los años sesenta, la capa de nieve mundial ha disminuido aproximadamente
un 10%. Los glaciares de las montañas sufren una merma generalizada. Los
glaciólogos del Instituto de Investigación para el Desarrollo anunciaron
recientemente la desaparición de algunas decenas de glaciares andinos. Las olas
de frío invernales en la mitad septentrional del hemisferio norte duran dos semanas
menos que hace 100 años. Se observa igualmente la reducción del 30% de la capa
de hielo del Ártico desde el final de la Segunda Guerra Mundial, medida por los
submarinos militares norteamericanos. Algunos estudios recientes incluso han
afirmado que esta descongelación del suelo ártico contribuiría a aumentar el
recalentamiento del planeta en la medida en que liberaría el carbono cautivo hasta
Third Assessment report of the Intergovernmental Panel on Climate Change (IPCC) "Climate change – the
scientific basis" http://www.ipcc.ch/
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ahora en los hielos. Este círculo vicioso no resulta banal, ya que el suelo ártico
contiene aproximadamente el 15% del carbono del planeta.
Los modelos climáticos anuncian que la temperatura del planeta aumentará
entre 1,4 y 5° grados de aquí al año 2100
De cara al futuro, el GIECC, que ha reunido durante tres años los mejores datos
científicos sobre este fenómeno en todo el mundo, estima que la temperatura de la
Tierra aumentará entre 1,4 y 5,8 grados y el nivel del mar entre 9 y 88 cm entre
1990 y 2100.
Incluso la hipótesis más favorable de recalentamiento, con una diferencia de 1,4º de
media anual que podría producirse a partir de la mitad del presente siglo,
representaría un grave peligro, que podría modificar profundamente la geografía, la
distribución de las precipitaciones y la altura de los mares.
Respecto de los valores máximos previstos, hasta 5 ºC según el informe, estos
corresponden a un trastorno cuyas particularidades regionales escapan aún a la
investigación científica. Cinco grados de media anual es en la práctica la mitad de la
diferencia que existe entre nuestro clima y la extensión máxima de la glaciación,
hace 20.000 años, cuando el casco polar llegaba hasta Londres.
Los cambios climáticos tendrán implicaciones importantes para el medio
ambiente del planeta
Ante la creciente producción de CO2, el escenario más probable no resulta difícil de
imaginar: el efecto invernadero se agravará, la temperatura del globo aumentará, el
ciclo del agua se acelerará, la evaporación será mayor, el contenido de agua de la
atmósfera será más elevado. El efecto de pantalla se acentuará, mientras que se
intensificarán las lluvias en todos los continentes. La elevación del nivel del mar,
provocada por la fusión de los hielos polares, afectará a las zonas litorales,
comportará la salinización de los deltas, así como la inundación de las costas y los
archipiélagos. Regiones como el delta del río de las Perlas en China, el delta del
Ganges en Bangladesh o el delta del Nilo en Egipto se verán particularmente
amenazadas. En Europa, las más afectadas serán algunas regiones costeras, en
particular en los Países Bajos, así como los deltas del Ródano, del Po y del Ebro.
Las frecuentes sequías reducirán la extensión y la variedad de los espacios
vegetales y agravarán la escasez de agua potable. A todos estos desequilibrios se
sumará una mayor frecuencia de las catástrofes naturales: ciclones, inundaciones,
incendios forestales y corrimientos de tierras. Todos estos fenómenos tendrán un
grave impacto sobre la producción agrícola mundial.
La capacidad reproductora e infecciosa de diversos insectos y roedores, vehículos
de parásitos o virus, depende de la temperatura y de la humedad ambientales. En
otras palabras, un aumento de la temperatura, incluso modesto, da lugar a la
expansión de numerosos agentes patógenos, como el paludismo o la fiebre amarilla.
Las epidemias infecciosas –responsables aún hoy en día de casi un tercio de las
muertes en el mundo– aumentarán así notablemente a lo largo del siglo XXI.
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Klaus TÖPFER, Director Ejecutivo del Programa de las Naciones Unidas para
el Medio Ambiente (PNUMA), ha hecho un llamamiento a los gobiernos para
que tomen medidas audaces a favor de las energías limpias y para que se
preparen para la subida del nivel de los mares y los cambios de pautas de las
precipitaciones.
El último informe del GIECC debería incitar un poco más a los gobiernos del mundo
a encontrar un medio de cumplir su compromiso de reducir las emisiones de gases
de efecto invernadero.
Es este un deseo piadoso, ya que la publicación del informe del GIECC tiene lugar
en un momento en que los gobiernos no han llegado a ponerse de acuerdo –en
noviembre pasado en La Haya– sobre un plan de lucha mundial contra el
recalentamiento de la atmósfera.
LOS GOBIERNOS NO LLEGAN A UN ACUERDO SOBRE LA REDUCCIÓN DE
LAS EMISIONES DE GASES DE EFECTO INVERNADERO
La estabilización de los gases de efecto invernadero en la atmósfera exige un
esfuerzo de gran alcance
Si se confirman las tendencias actuales, el aumento de los gases de efecto
invernadero traerá consigo una concentración de CO2 dos veces superior en 2020 y
tres veces superior o más en 2100 en comparación con la que existía en la era
preindustrial. La simple congelación de las emisiones mundiales de CO2 en su nivel
actual retrasaría la duplicación hasta 2100. En vista del fenómeno acumulativo, las
emisiones deberían reducirse un 30% desde su nivel actual para estabilizar la
concentración de CO2 en el doble de su nivel actual.
Habida cuenta del crecimiento de la economía mundial y de la población, ello
exigiría una mejora espectacular de la eficiencia energética y cambios radicales en
otros sectores económicos.
De este modo, cuanto más esperen los Estados, tanto más drásticas serán las
medidas que deberán adoptarse. De ahí la importancia de luchar contra los cambios
climáticos mediante una acción voluntaria a escala internacional para reducir las
emisiones de gases de efecto invernadero.
El surgimiento de una preocupación política internacional
La demostración científica de la interferencia humana en el sistema climático ha
situado los cambios climáticos en el orden del día político desde los años ochenta.
Reconociendo la necesidad de informaciones científicas contrastadas que precisan
los responsables políticos, la Organización Meteorológica Mundial (OMM, WMO en
inglés) y el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA, UNEP
en inglés) crearon el GIECC en 1988. En diciembre de 1990, la Asamblea General
de Naciones Unidas inició formalmente las negociaciones en torno a un convenio
marco sobre los cambios climáticos y creó un Comité Intergubernamental de
Negociación (CIN, INC en inglés).
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La comunidad internacional se enfrenta a este reto a través del Convenio
sobre el Cambio Climático
Al cabo de tan sólo 15 meses, el 9 de mayo de 1992, el CIN adoptó por consenso el
Convenio Marco de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC). El
Convenio quedó abierto para su firma en la Conferencia de Naciones Unidas sobre
el Medio Ambiente y el Desarrollo (CNUMAD), denominada asimismo “Cumbre de la
Tierra”, que se celebró en Río de Janeiro, Brasil, el 4 de junio de 1992 y entró en
vigor el 21 de marzo de 1994. Hasta ahora son parte del Convenio 184 países,
además de la Unión Europea.
Este Convenio divide a los países en dos grupos: las partes del Anexo I son los
países industrializados que, históricamente, son los causantes de la mayor parte del
cambio climático. Sus emisiones por habitante son más elevadas que las de la
mayoría de los países en vías de desarrollo y poseen una mayor capacidad
financiera e institucional para hacer frente a este problema.
Las partes del Anexo I se comprometieron a adoptar políticas y medidas
nacionales con el fin, no legalmente vinculante, de regresar en el año 2000 a
sus niveles de emisión de gases de efecto invernadero de 1990. Asimismo,
estos países tienen la obligación de facilitar los recursos financieros necesarios a los
países en desarrollo para ayudarles a hacer frente a los cambios climáticos, así
como las transferencias de tecnologías sanas hacia los países en vías de desarrollo
y los países en transición económica.
Todos los demás países, es decir, los países en desarrollo, constituyen el grupo que
no forma parte del Anexo I. Estos países deben comunicar, en términos más
generales, sus acciones de atenuación y adaptación al cambio climático.
Sin embargo, al no alcanzarse el objetivo de estabilización de las concentraciones
de gases de efecto invernadero, las partes del Convenio decidieron iniciar una
nueva ronda de negociaciones para adoptar compromisos más sólidos y detallados
para los países industrializados.
El Protocolo de Kioto de 1997 hace un llamamiento a una acción más
vigorosa.
Este protocolo, adoptado el 10 de diciembre de 1997 en Kioto, fija objetivos
cuantificados y obligatorios de reducción de las emisiones de los países
desarrollados: el 5,2% de reducción en 2008/2012 respecto al nivel de 1990,
gracias a un objetivo nacional para cada país: el 8% para la Unión Europea y la
mayoría de los países de Europea Central y Oriental, el 7% para Estados Unidos, el
6% para Japón, Canadá, Hungría y Polonia, el 0% para Rusia, Ucrania y Nueva
Zelanda. Noruega, Islandia y Australia obtuvieron el derecho de aumentar sus
emisiones.
El fracaso de la Conferencia de La Haya
Junto a los estrictos compromisos cuantificados y obligatorios adoptados por los
países del Anexo 1, el Protocolo de Kioto establece igualmente la posibilidad de que
dichos países recurran a tres “mecanismos” de flexibilidad (la aplicación conjunta
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entre países del Anexo I; el comercio de derechos de emisión entre países del
Anexo 1 y el mecanismo de desarrollo limpio entre países del Anexo I y países no
incluidos en dicho Anexo). Sin embargo, sus detalles operativos quedaron por
definir.
Correspondía a la Conferencia de La Haya adoptar estas decisiones a fin de permitir
la ratificación del Protocolo de Kioto y su entrada en vigor a partir de 2002.
Con tal objetivo, los envites de la Conferencia de La Haya se referían sobre todo a
cuestiones transversales como:
- La fijación de un límite máximo para las licencias de emisión adquiridas a un
país que hubiese hecho un mayor esfuerzo y dispusiese de un margen sobre su
cuota de emisión. La Unión Europea desea que al menos un 50% de los esfuerzos
de reducción se realicen a escala nivel nacional, mientras que Estados Unidos se
niega a cualquier idea de limitar el recurso al mercado de licencias de emisión.
- El cumplimiento de las obligaciones: la Unión Europea aboga a favor de la
creación de un organismo independiente compuesto de dos cámaras. Una cámara
intervendría de forma preventiva para ayudar a los países que estuviesen a punto
de superar su cuota; la otra impondría sanciones al infractor.
La función respectiva de las dos cámaras y el carácter de las sanciones dividen a
todos los campos.
- La Inclusión o no de los “sumideros de carbono”: Los Estados Unidos y otros
grandes países forestales exigen que se tengan en cuenta ampliamente los
vegetales (árboles y plantas) que “absorben” carbono durante el crecimiento y lo
liberan al descomponerse. Ante las incertidumbres científicas sobre la cuantificación
de las acciones de forestación, reforestación y deforestación, la Unión Europea
desea que esta cuestión se posponga hasta más allá de 2012.
- Las reglas de juego del futuro mercado de emisiones. El debate de este cuarto
punto ha ocupado un lugar preeminente durante las negociaciones.
Se prevén tres casos:

Primero, el comercio de licencias de emisión entre los países del Anexo 1: en
función de si un país ha superado o no sus objetivos, podrá vender o comprar
licencias a otro país.

Segundo, para los países del antiguo bloque comunista, cuyas emisiones han
disminuido drásticamente desde 1990, se prevé que sólo podrán trocar licencias
a cambio de un apoyo financiero y técnico de los países compradores para
proyectos concretos de descontaminación, a fin de evitar que vendan licencias
sin contrapartida.

Tercero, se prevé igualmente que los países industrializados puedan comprar
licencias a los países en vías de desarrollo si financian proyectos “limpios”, lo
que en el Protocolo de Kioto se denomina el “mecanismo de desarrollo limpio”.
Acerca de este controvertido tema, la Unión Europea desea definir una lista
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estricta de proyectos aptos a fin de evitar que esta puerta abierta dé lugar a
abusos.
A pesar de la importancia de lo que está en juego, las negociaciones internacionales
en el marco de la Conferencia de La Haya concluyeron en noviembre sin un acuerdo
sobre las modalidades de aplicación del Protocolo de Kioto.
Las negociaciones interrumpidas debían reanudarse en el mes de mayo de 2001 en
Bonn, pero el nuevo gobierno estadounidense ha puesto en el limbo la reanudación
de las negociaciones al pedir que las conversaciones se pospongan hasta julio.
Existen dudas sobre su auténtica voluntad de negociar. Estados Unidos –el principal
emisor mundial de gases de efecto invernadero (EE.UU. produce por sí solo más de
un 25% de las emisiones mundiales y sólo representa un 5% de la población
mundial)– avanza a paso de tortuga. La elección de Georges W. BUSH, financiada
en gran parte por los petroleros norteamericanos, ha venido a reforzar el campo de
quienes se oponen a cualquier política que limite el uso de combustibles fósiles. El
nuevo presidente estadounidense ya ha dado a conocer su oposición al Protocolo
de Kioto.
EL GRUPO DEL PPE-DE PIDE MEDIDAS URGENTES PARA SALVAR EL
PLANETA
El Grupo del PPE-DE ha defendido la aprobación de los informes de Jorge
MOREIRA DA SILVA sobre el Programa Europeo sobre el Cambio Climático 1 y
sobre el Libro Verde sobre el Intercambio de Derechos de Emisión 2. Jorge
MOREIRA DA SILVA se congratulaba en sus informes de que la Comisión hubiese
tenido la ambición de concretar un Programa Europeo sobre el Cambio Climático
(PECC), pero subrayaba que es necesario adoptar rápidamente medidas
vinculantes para obligar a los Estados miembros a cumplir sus cuotas, pidiendo a la
Comisión que presentase propuestas concretas para la aplicación de estas políticas
en un plazo de seis meses a partir de la celebración de la reunión CdP 6.
El Grupo del PPE-DE ha apoyado a la delegación del Parlamento Europeo, dirigida
por Jorge MOREIRA DA SILVA (ponente del PPE-DE para el programa sobre el
cambio climático), en el marco de las negociaciones de La Haya, a fin de defender
las firmes posiciones a favor de la reducción de emisiones.
En primer lugar, la delegación del Parlamento Europeo insistía en que las
reducciones deberían realizarse, antes que nada, a escala nacional con medidas de
ahorro de energía. El recurso a mecanismos de mercado, como los intercambios de
derechos de emisión de gases de efecto invernadero entre grandes contaminadores
y países “virtuosos”, no debería superar el 50% de los objetivos nacionales de
reducción.
La delegación del Parlamento Europeo deseaba asimismo que la vigilancia del
cumplimiento de los compromisos adquiridos en Kioto viniera secundada por
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A5-0270/2000 adoptado el 26/10/2000
A5-0271/2000 adoptado el 26/10/2000
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sanciones estrictas en caso de incumplimiento que tuvieran un efecto económico
real sobre las partes a fin de que resultaran disuasivas.
Igualmente se mostraba muy reservada en cuanto a la inclusión de los “sumideros
de carbono”.
Ante la amenaza que pende sobre nuestra salud y, más aún, sobre la de nuestros
hijos y nietos, resulta imperioso tener en cuenta el largo plazo e invocar el principio
de cautela a fin de controlar desde ahora nuestras emisiones de gases de efecto
invernadero.
Para el Grupo del PPE-DE ha llegado el momento de que los países industrializados
lleven a cabo con éxito su transición hacia una economía energética austera.
Por su nivel de prosperidad y su nivel tecnológico, los europeos deben dar ejemplo,
encontrando rápidamente modos de consumo y producción que utilicen menos
recursos naturales.
En el marco de sus trabajos parlamentarios, el Grupo del PPE-DE se moviliza
activamente a fin de favorecer el triunfo de esta evolución de las mentalidades.
Responsable de la publicación: Pascal FONTAINE
Redacción: Christine DETOURBET
Or.: FR
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Grupo del PPE-DE – Parlamento Europeo
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