Agricultura Local, Ecológica e Industrial

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Agricultura Local, Ecológica e Industrial
Carolina Suárez Escuder
Uno se pregunta en qué queda el concepto de producto ecológico cuando éste
entra en las redes de comercialización de los grandes supermercados.
En el Reino Unido se empieza a ver un importante numero de artículos con el
sello de ecológicos, organic en inglés, en las grandes superficies comerciales.
Además de todo tipo de frutas y verduras provenientes de todos los rincones
del planeta, se puede adquirir una amplia gama de productos elaborados. Así
por ejemplo, es fácil encontrar pastas, cereales de desayuno, productos
lácteos, pizzas congeladas y hasta platos precocinado listos para el
microondas. El número de artículos puede llegar a más de 1500, como es el
caso del supermercado Waitrose, seguido de otros con un numero no muy
diferente.
Los productos ecológicos se han convertido en una nueva gama y cada
supermercado los comercializa como marca propia, usada en parte para
competir unos contra otros, así como para ofertas y promociones. Y no es de
extrañar que se aprecie un aumento tan considerable en la demanda de estos
productos tras los escándalos alimenticios de las vacas locas, las dioxinas y
los productos transgénicos, a parte de toda la moda “natural” que está en
pleno auge.
Los hipermercados han sabido aprovechar estas circunstancias para aumentar
la oferta de comida “más natural y ecológica” y así poder satisfacer la
demanda de los consumidores. Para ello están forzando a las grandes
explotaciones agrarias, que les abastecen de productos convencionales, a
convertir parte de sus cultivos a la producción ecológica.
Y no sólo eso, también son estos supermercados los que están fundando y
financiando centros de investigación en Agricultura Ecológica, como es el
caso del hipermercado TESCO. La finalidad de estos centros es la de
“abaratar los costes de producción, aumentar la calidad y reducir riesgos para
la salud de los alimentos producidos biológicamente”, además, por supuesto,
de servir de extraordinaria herramienta de publicidad y mejora de imagen.
Las pequeñas y medianas explotaciones agrícolas locales no pintan nada en
este nuevo “movimiento ecológico”, puesto que su producción no es
“competitiva” ni suficiente. Por lo tanto, tratan de vender sus productos
“organic” directamente al consumidor en “tiendas de granja” (Farm shops),
en los escasos mercados locales (Farmers’ Markets) o mediante distribución
directa (Box schemes) para así obtener un precio digno a cambio. Claro, que
esto requiere mucho tiempo, siempre tan escaso para el agricultor.
Así, según el Organic Food and Farming Report 2001 de Soil Association, el
80% de toda la producción ecológica en el Reino Unido ha sido vendida por
los grandes supermercados (el 74% para el 2000). Las tiendas de dietética y
comida natural (Health food shops) y los minoristas independientes
alcanzaron el 11% (un 12% en el 2000). Mientras, la venta directa al
consumidor (Farmers’ Markets) supuso tan sólo un 9% del total en ventas de
alimentos ecológicos (un año antes, un 12%).
Soil Association es la mayor reguladora de producción ecológica en el Reino
Unido, avalada por mas de 50 años de experiencia y de prestigio en la
divulgación y promoción de la agricultura ecológica en todo el mundo. Ésta
reguladora, que se define como una ONG sin ánimo de lucro, da la
certificación “UK5” de producto ecológico (organic) para vegetales, frutas y
derivados, tanto a grandes empresas como a pequeños agricultores (farmers).
Es decir, todos los productores deben guiarse por los mismos reglamentos
(standards), aunque evidentemente, no emplean las mismas prácticas
culturales ni técnicas de producción.
Pero, ¿hasta qué punto podemos considerar un alimento como “ecológico”, si
para su obtención, el uso de recursos no renovables y el daño medioambiental
son desmesurados?
Así se da el caso en el Reino Unido de productores de tomates que han
convertido parte de sus invernaderos a la agricultura ecológica. Éstas
explotaciones, que más que huertos ecológicos parecen factorías, emplean
prácticas de monocultivo intensivo bajo inmensos invernaderos de cristal. Un
ordenador central se encarga de controlar la temperatura, el nivel de CO2 en el
aire, la humedad ambiental y el riego dentro del invernadero. Esto contribuye
a que se consigan unas condiciones óptimas de cultivo durante unos 10-11
meses al año.
Soil Association certifica de “organic” los tomates de estas explotaciones. Sin
embargo, para una producción aproximada de entre 400-250 t/ha/año
(dependiendo de la variedad) son necesarios más de 720.000 l/ha/año de
combustible entre keroseno y aceite pesado para el funcionamiento de la
calefacción.
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Haciendo cálculos esto significa que traer los tomates desde Valencia o
Murcia supone un gasto en combustible fósil 40 veces menor que producir
los tomates en el Reino Unido. Pero la política de Soil Association se basa
principalmente en la producción local, así, informa al consumidor que lo local
es lo que debe comprar, y sí ecológico, mejor.
Pero, ¿qué pasa si el producto local resulta no-ecológico, en cuanto a
prácticas agrícolas se refiere y en cuanto a repercusión en el medio ambiente?
Actualmente Soil Asociation tiene unos 50 inspectores (20 más que en el
2000) para regular a más de 4000 miembros, entre productores y
transformadores de alimentos ecológicos. Las inspecciones son anuales y
consisten en visitas a las granjas, chequeando durante 6 u 8 horas animales,
vegetales, instalaciones, facturas y todo aquello que concierne a las granjas en
referencia con sus standards.
El inspector puede sospechar (o incluso evidenciar) que las plantas
adventicias que crecen bordeando los invernaderos se fumigan con Roundup,
o que la limpieza externa de los invernaderos se hace con ácido
Hidrofluoridrico, un ácido altamente corrosivo. Que para el embalaje del
producto se utilizan millones de cajitas de plástico, y que, la gran mano de
obra la suplen trabajadores de los países del Este. Sin embargo, no hay nada
en el Reglamento Europeo 2092/91, ni en los standards de Soil Association,
que impidan estas u otras muchas prácticas de dudosa concordancia con los
principios ecológicos.
Y aún hay más, en Holanda se ha dado permiso (por parte de la reguladora
holandesa, SKAL) a algunos productores para convertir sus invernaderos de
cristal a la agricultura ecológica en tan sólo 6 meses, siendo obligatorios 2
años en el Reino Unido.
La pregunta que se debería hacer Soil Association y las reguladoras
ecológicas del norte de Europa es, si realmente merece la pena producir
cultivos bajo estas condiciones, y reconocer que el consumo local en estas
condiciones no tiene porque ser necesariamente el más ecológico. Otro caso
sería si se emplearan energías renovables y no contaminates para su
obtención.
Teniendo en cuenta que Soil Association es una de las reguladoras de
produccion ecológica que más de acuerdo esta con los principios y la filosofía
de la AE, es fácil que lleguemos a cuestionarnos la validez y consistencia de
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Suponiendo un recorrido de 2500 Km., una carga de 10 toneladas y un gasto de combustible fósil de 23
litros a los 100 Km.
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la producción ecológica en general.
Nada de lo dicho anteriormente se comenta en las llamativas etiquetas que se
ponen en las cajas de tomates o en cualquier otro articulo ecológico. Pero la
pregunta que nos debemos hacer es si esta forma de producción está de
acuerdo con lo que nosotros queremos que sea la agricultura ecológica. Y si
la respuesta es no, qué podemos hacer para impedirlo.
Ciertamente como consumidores poco podemos hacer para cambiar el
reglamento EU 2092/91 que regula la obtención de productos ecológicos, o
para mejorar el sistema de certificación e inspección. Pero, por otra parte, si
desde un principio fomentamos el consumo local de temporada y la compra
directa al agricultor, los supermercados no tendrían tanta influencia en el
mercado. Y de esta forma, se preocuparían menos de intentar adaptar los
sistemas de producción ecológicos para su propio beneficio.
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