Dictadura Militar Argentina .Introducción

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Dictadura Militar Argentina
(24 de marzo de 1976 - 10 de diciembre de 1983)
.Introducción
Después de haber leÃ−do declaraciones y testimonios, de haber visto por medio de Internet los tÃ−picos
lugares clandestinos de detención y los nombres de los represores, tenemos la certidumbre de que la
dictadura militar produjo la más grande tragedia de nuestra historia, la más inhumana y la más salvaje.
Muchos de los episodios aquÃ− reseñados resultarán de difÃ−cil credibilidad.
Arrebatados por la fuerza, dejaron presencia civil. ¿Quiénes exactamente los habÃ−a secuestrado? ¿Por
qué? ¿Dónde estaban? No se tenÃ−a respuesta precisa a estos interrogantes: las autoridades no habÃ−an
oÃ−do hablar de ellos, las cárceles no los tenÃ−an en sus celdas, la justicia los desconocÃ−a. En torno de
ellos crecÃ−a un gran silencio. Nunca un secuestrador arrestado, jamás un lugar de detención clandestino
individualizado, nunca la noticia de una sanción a los culpables de los delitos. AsÃ− transcurrÃ−an dÃ−as,
semanas, meses, años de incertidumbre y dolor de padres, madres e hijos, todos pendiente de rumores,
debatiéndose entre desesperadas expectativas, de gestiones innumerables e inútiles, de ruegos a
influyentes, a oficiales de alguna fuerza armada que alguien les recomendaba, a obispos y capellanes, a
comisarios. La respuesta era siempre negativa.
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Golpe Militar Argentino 1976
Con la muerte de Perón de la escena polÃ−tica en julio de 1974 y la subida al poder de su esposa Isabel, la
Presidente, los problemas de la Argentina de los 70 se agravaron. Comenzaba una época que conmoverÃ−a
al mundo entero por la crueldad y la sistemática violación de los derechos humanos que se sucederÃ−an.
La economÃ−a estaba al borde del colapso con una inflación del 335% en 1975. Pero el problema
económico y no llegó solo, sino acompañado por un importante aumento de la violencia en la polÃ−tica.
La guerrilla continuaba con sus ataques al ejército y la policÃ−a, pero la derecha contestaba con
organizaciones igualmente violentas como la Alianza Anticomunista Argentina.
La situación era crÃ−tica. Un golpe militar la derrocó, constituyéndose una junta militar de gobierno
integrada por: Jorge Videla (jefe del ejercito), el almirante Emilio Massera (jefe de la marina), y el brigadier
Orlando Agosti (jefe de la fuerza aérea).
Tras ver con desaliento la decadencia del orden bajo el mandato de Isabel, la mayorÃ−a apoyó el golpe de
1976. Esto significa que el golpe no solo contó con apoyo militar, sino también con el de una parte
importante de la sociedad que más tarde se darÃ−a cuenta de las consecuencias que trajo consigo el nuevo
gobierno, y con el de la mayorÃ−a de los partidos polÃ−ticos y la Iglesia.
Este gobierno se encargarÃ−a de los dos principales problemas: la maltrecha economÃ−a y, con especial
virulencia, la crisis social que se respiraba en esos momentos.
El camino escogido por el general Videla y su gabinete no fue otro que la guerra sucia. Con esta guerra
santa, como también es conocida, pretendÃ−a deshacerse de los elementos subversivos de la sociedad. Se
lanzó una campaña contra los militantes polÃ−ticos y sociales, haciendo uso de un terror mucho peor que
aquel que decÃ−an combatir. Entre 1976 y 1983 —bajo el gobierno militar— miles de personas fueron
arrestadas y desaparecieron sin dejar rastro.
El ejército comenzó a detener a los supuestos subversivos. Reconoció tener prisioneras a unas 3500
personas, pero en ningún momento habló de los treinta mil desaparecidos. El gobierno de Videla decidió
que serÃ−a más práctico no detener a estos supuestos subversivos, sino hacerlos desaparecer con ayuda del
ejército o guerrillas paramilitares que con total aprobación y consentimiento del gobierno pondrÃ−an en
marcha este macabro plan de limpieza social.
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Mientras, la guerrilla no dejó de actuar durante los años de la dictadura. Llevó a cabo diversos atentados.
Pero la represión del gobierno no se centró únicamente en los miembros de la guerrilla, sino también en
simpatizantes y otras muchas personas que nunca sabremos si eran totalmente inocentes.
Los operativos de secuestro manifestaban la precisa organización, a veces en los lugares de trabajo de los
señalados, otras en plena calle y a la luz del dÃ−a, mediante procedimientos ostensibles de las fuerzas de
seguridad que ordenaban zona libre a las comisarÃ−as correspondientes. Cuando la vÃ−ctima era buscada de
noche en su propia casa, comandos armados rodeaban las manzanas y entraban por la fuerza, aterrorizaban a
padres y niños, a menudo amordazándolos y obligándolos a presenciar los hechos, se apoderaban de la
persona buscada, la golpeaban brutalmente, la encapuchaban y finalmente la arrastraban a los autos o
camiones, mientras el resto de comando casi siempre destruÃ−a o robaba lo que era transportable.
Nunca más se supo de los secuestrados. No estaban detenidos en las cárceles o en comisarÃ−as, no
habÃ−a ningún registro donde apareciesen sus nombres o paradero. Simplemente habÃ−an dejado de existir.
Más tarde se supo, por testimonios de supervivientes y asesinos, que muchos de los secuestrados, en su
mayorÃ−a, eran encerrados en campos de concentración, torturados, violados y asesinados. También eran
lanzados al mar durante las maniobras aéreas del ejército con peso en los pies para evitar que subiesen a
la superficie. Tácticas horribles que acabaron con la vida de miles de personas.
Parte de los desaparecidos eran mujeres con hijos o embarazadas, los niños fueron arrancados de los brazos
de sus padres, condenados a desaparecer, sin palabras y de forma violenta. Estos niños, arrancados de su
identidad, fueron sometidos a un doble trauma: la desaparición de sus padres y la suya propia. Es evidente
que el plan para hacer desaparecer a los niños consistÃ−a en mimetizarlos entre la población, anular su
identidad y, en la mayorÃ−a de los casos, inscribirles como hijos propios de mandos de las Fuerzas Armadas.
Los niños quedaban en manos de los represores que habÃ−an secuestrado o asesinado a sus padres.
Esta es la historia de muchas familias argentinas que adoptaron a sus hijos sin hacer preguntas y hoy se
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enfrentan a la verdad y en algunos casos a los tribunales por lo que se ha llamado restitución, es decir, la
devolución de los niños a sus verdaderas familias
Hoy en dÃ−a se sigue luchando para superar las secuelas que dejó la dictadura militar en Argentina. En los
años sucesivos a la implantación de la democracia en el paÃ−s se constituyeron diferentes asociaciones,
cuyo único objetivo es encontrar a los desaparecidos. La Asociación de Madres de Plaza de Mayo dedicada
a la búsqueda de los hijos de los desaparecidos, es decir, sus nietos, que como ya hemos dicho, fueron
arrancados de los brazos de sus padres, pequeños de corta edad o criaturas en proceso de gestación que
vieron la luz en los campos de concentración habilitados por la dictadura militar.
Texto extraido de la enciclopedia universal de ciencias sociales editorial oceano
Centros Clandestinos de Detención (C.C.D.)
Los centros de detención, que en número aproximado de 340 existieron en toda la extensión de nuestro
territorio, constituyeron el presupuesto material indispensable de la polÃ−tica de la desaparición de
personas. Por allÃ− pasaron millares de hombres y mujeres, ilegÃ−timamente privados de su libertad, en
estadÃ−as que muchas veces se extendieron por años o de las que nunca retornaron. AllÃ− vivieron su
“desaparición”; allÃ− transcurrieron sus dÃ−as a merced de otros hombres de mentes trastornadas por la
práctica de la tortura y el exterminio, mientras las autoridades militares que frecuentaban esos centros
respondÃ−an a la opinión pública nacional e internacional afirmando que los desaparecidos estaban en el
exterior, o que habrÃ−an sido vÃ−ctimas de ajustes de cuenta entre ellos.
Desde las más altas esferas del gobierno militar se intentaba presentar al mundo una situación de máxima
legalidad. Desconociendo todo lÃ−mite normativo - aún la excepcional legislación de facto- la dictadura
mantuvo una estructura clandestina y paralela. Negada categóricamente al principio, luego - ante la masa
de videncias producto de denuncias realizadas por familiares y testimonios de secuestrados que recuperaron
la libertad- debió ser admitida, aunque con argumentos mandases.
“…La Perla, ¿existió? SÃ−, era un lugar de reunión de detenidos, no una cárcel clandestina…los
subversivos estaban ahÃ− más al resguardo de sus pares…” (Luciano BenjamÃ−n Menéndez, 15 de
Marzo de 1984, Revista Gente).
Condiciones de vida dentro de los centros clandestinos
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TABICAMIENTO.
El secuestro arribaba encapuchado - “tabicado”-, situación en la que permanecerÃ−a durante toda su
estadÃ−a en el lugar. Ello perseguÃ−a hacerle perder la noción de espacio, con lo que se lo privaba no
solamente del mundo exterior al “Pozo” sino también de toda externidad inmediata, más allá de su
propio cuerpo.
La vÃ−ctima podÃ−a ser agredida en cualquier momento sin posibilidad alguna de defenderse. DebÃ−a
aprender un nuevo código de señales, ruido y olores para adivinar si estaba en peligro o si la situación se
distendÃ−a. Esa fue una de las cargas más pesadas que debieron sobrellevar, según los coincidentes
testimonios recibidos.
A CADA PRISIONERO SE LE ASIGNABA UN NÃ MERO.
En los C.C.D. se utilizaron para la identificación de los prisioneros. A veces precedidos de letras como otra
forma de suprimir la identidad a los secuestrados.
“Se les ordenaba, ni bien ingresaban, que recordasen esa numeración porque con ella serÃ−a llamado de
allÃ− en adelante, sea para hacer uso del baño, para ser torturado o para trasladarlos. Esta mecánica
obedecÃ−a, además de construir una forma más de hacer perder la identidad al secuestrado, a la necesidad
de que nadie - aun guardias o carceleros- conociera la identidad del prisionero, para evitar que trascendencia
el exterior el nombre de los cautivos.”
PERSONAL
En la mayorÃ−a de los casos, los conscriptos eran mantenidos al margen de la actividad del C.C.D. No
participaba la totalidad del personal militar o de seguridad. La consigna fue mantener a los C.C.D. aislados,
como una estructura secreta. El personal destinado a efectuar guardias en tales centros estuvo compuesto por
efectivos de la GendarmerÃ−a Nacional, del Sistema Penitenciario Federal o de la policÃ−a, siempre al
mando de oficiales de las FF.AA. este personal de guardia no era el que generalmente torturaba en los
interrogatorios sistemáticos destinados a obtener información. Se han recogido testimonios en los cuales
consta que algunos de los custodios destinados a la vigilancia de los campos, evidenciaban rasgos
humanitarios, al preocuparse por el estado calaminoso de los detenidos:
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“…Yo estuve secuestrado en el Pozo de Quilmes a partir del 12 de noviembre de 1977. en cierta ocasión,
cuando no pudo llegar nuestra ración diaria como era habitual, traÃ−da desde una entidad del Ejército
cercana, el cabo de guardia, al que apodaban “Chupete”, compró con su propio dinero, alimentó y cocinó
personalmente para nosotros. También el cabo de guardia Juan Carlos, que parecÃ−a pertenecer al
Ejército, cuando mejoraron las condiciones de detención nos regalaba cigarrillos…” (Fernando Schell,
Legajo n° 2825)
ALIMENTACIÃ N.
La escasez y calidad de las comidas constituÃ−an otra forma de tormento. Se alimentaba a los detenidos según el lugar- una o dos veces al dÃ−a. En muchas ocasiones transcurrieron varios dÃ−as sin que se les
proporcionase alimento alguno.
En otras se les sirvió agua con harina o con vÃ−sceras de animales crudas. Generalmente,
las raciones apenas alcanzaban, y quines pretendÃ−an dar parte de la suya a
alguien en pero estado eran
severamente castigados. La solidaridad estaba prohibida.
A pesar de esto, el momento de alimentarse era esperado con ansias, ya que significaba no sólo comer, sino
también la posibilidad de levantarse la capucha y - eventualmente - ponerse en contacto con la otra persona,
aunque la conversación entre detenidos estaba penada con brutales castigos.
“…El tratamiento era brutal, no sólo fÃ−sica sino también psÃ−quicamente, ya que cuando uno
preguntaba qué es, le decÃ−an si tenÃ−an que salir, si daban sopa era con plato playo y con tenedor. Un
dÃ−a hubo guiso carrero, ese dÃ−a habÃ−a dos que no se podÃ−an levantar, el guiso era con choclo ya
consumido por ellos; la comida en general era harina de maÃ−z hervida, mate cocido y un trozo de pan..”
(testimonio del señor Héctor Mariano Ballent)
ESTADO SANITARIO.
El durÃ−simo sistema empleado agravaba las enfermedades que se padecÃ−an con anterioridad al secuestro y
agregaba otra como producto de las quemaduras, derrames e infecciones. A muchas mujeres se les
suspendÃ−an los ciclos menstruales en razón de las condiciones de vida que se les imponÃ−a.
La atención médica:
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“… Fue realizada por detenidos con algún conocimiento, cosa que no impidió que mucha gente “se
quedara en la tortura”. (Testimonio de Villani, Mario).
LA HIGIENE.
Las condiciones durante el tiempo de detención fueron deplorables. Los secuestrados permanecÃ−an
hacinados sobre colchonetas sucias de sangre, orina, vómitos y transpiración. En algunos casos, debÃ−an
realizar sus necesidades en tachos, que luego eran retirados. En otros casos, ni siquiera se les proporcionaba
recipientes, debÃ−an hacerlas en el mismo lugar.
“En un momento que estaba durmiendo me despertaron de una patada. Aclaro que dormÃ−amos en el suelo,
acostado sobre la orina”.
Los detenidos debÃ−an solicitar permiso a los guardias, para permitirles ir al baño no más de dos veces
al dÃ−a. Eran conducidos en “trencito”, tomados de la cintura del de adelante, ya que no les retiraban la
capucha. Hombres o mujeres, debÃ−an ducharse o atender sus necesidades a la vista de sus carceleros. En
algunos campos se bañaban los detenidos en grupos con una manguera, encapuchados.
La higiene de los baños y las celdas dependÃ−a de la buena o mala disposición de los responsables de la
guardia. Hubo casos en que se obligó a mujeres a limpiar a mano los mingitorios de los baños para
varones. Esta carencia extrema de higiene traÃ−a aparejado el empiojamiento de los detenidos, que en
algunas oportunidades fueron rociados con insecticidas al modo del ganado. (Daniel Osvaldo Pina,
secuestrado en Mendoza)
Testimonios e información extraida de la pagina web www.desaparecidos.org/arg
Métodos de tortura empleados en la dictadura militar
La desnudez, la capucha que escondÃ−a el rostro, las ataduras y mordazas, el dolor y la pérdida de toda
pertenencia personal eran los signos de la iniciación en este mundo en donde todas las propiedades, normas,
valores, lógicas del exterior parecen canceladas y en donde la propia humanidad entra en suspenso. La
desnudez del prisionero y la capucha aumentan su indefensión.
¿En qué consistÃ−a la tortura? El método de tormento "universal" de los campos de concentración
argentinos, por el que pasaron prácticamente todos los secuestrados fue la picana eléctrica. Es natural; se
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trata de un instrumento nacional, "vernáculo", inventado por un argentino.
Consiste en provocar descargas; cuanto más alto es el voltaje, mayor es el daño.
Para obtenerla información necesaria, los interrogadores "se vieron obligados" a usar técnicas de asfixia,
ya fuera por inmersión en agua conocido como el submarino o por carencia de aire. Aplicaron golpes con
todo tipo de objetos, palos, látigos, varillas, golpes de karate y práctica, sobre los prisioneros, de golpes
mortales, asÃ− como palizas colectivas. Practicaron el colgamiento de los seres humanos por las
extremidades dentro de los campos y también desde helicópteros. Hicieron atacar gente con perros
entrenados. Quemaron a las personas con agua hirviendo, alambres al rojo, cigarros y les practicaron
cortaduras de todo tipo. En muchos campos, en particular en los que dependÃ−an de la Fuerzas Aérea y la
policÃ−a, los interrogadores se valieron de todo tipo de abuso sexual.
Desde violaciones múltiples a mujeres y a hombres, hasta más de 20 veces consecutivas, asÃ− como
vejámenes de todo tipo combinados con los métodos ya mencionados de tortura, como la introducción
en el ano y la vagina de objetos metálicos y la posterior aplicación de descargas eléctricas a través de
los mismos. En estos lugares también era frecuente que a una prisionera "le dieran a elegir" entre la
violación y la picana 44.
De ahÃ− en más hicieron todo lo que una imaginación perversa y sádica pueda urdir sobre cuerpos
totalmente inermes y sin posibilidad de defensa. Lo hicieron sistemáticamente hasta provocar la muerte o la
destrucción del hombre. El abuso con fines informativos, el abuso para modelar y producir sujetos, el abuso
arbitrario, todos atributos principales del poder pretendidamente total: saber todo, modelar todo, incluso la
vida y la muerte, ser inapelable.
La práctica de estas formas de tortura de manera irrestricta, reiterada e ilimitada se ejerció en todos los
campos de concentración y fue clave para la diseminación del terror entre los secuestrados.
FUENTE: Pilar Calveiro. Argentina, es doctora en Ciencias PolÃ−ticas egresada de la Universidad Nacional
de México. Se exilió en ese paÃ−s tras haber permanecido secuestrada en la Escuela de Mecánica de la
Armada (ESMA) durante la dictadura militar de los setenta. Es autora de numerosas investigaciones
publicadas en México, Argentina y Francia, y actualmente profesora investigadora de la Benemérita
Universidad Autónoma de Puebla. Publicó Poder y desaparición, los campos de concentración en
Argentina (Colihue) y Desapariciones, memoria y desmemoria de los campos de desaparición argentinos.
Testimonios
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TESTIMONIO Nº1:
"Inmediatamente después que llegué a La Perla, me llevaron a la habitación de torturas o habitación de
"terapia intensiva". Me desvistieron y ataron mis pies y manos con cuerdas a las barras de una cama, para que
colgara de ellas. Pusieron un alambre en uno de los dedos de mi pie derecho. La tortura era aplicada
gradualmente, en otras palabras, los picos eléctricos, tenÃ−an dos diferentes intensidades; una de 125 volts
que causaba espasmos involuntarios en los músculos y dolor en todo mi cuerpo. Lo hicieron en mi cara, ojos,
boca, brazos, vagina y ano; y otro de 220 volts llamado "la margarita", que dejaba profundas ulceraciones que
hasta el dÃ−a de hoy tengo, y que causaban violentas contracciones, como si todos mis miembros estuvieran
siendo arrancados al mismo tiempo, especialmente en riñones, piernas, entrepiernas y al borde del cuerpo.
También ponÃ−an un trapo mojado en mi pecho para intensificar la intensidad del shock.
Traté de suicidarme tomando agua sucia de una pileta que usaban para otro tipo de tortura llamada
"submarino", pero fracasé. La intensidad progresiva de los picos eléctricos, era igualada por el sadismo
de mis verdugos. Eran cinco, cuyos nombres eran: Guillermo Barreiro, Luis Manzanelli, José López,
Jorge Romero, y FermÃ−n de los Santos."
(Testimonio de Teresa Celia Meschiati, Secuestrada en Córdoba el 25 de Septiembre de 1976. [File no.
4279])
TESTIMONIO Nº2:
En el invierno de 1976 hubo una cadena de secuestros de estudiantes secundarios, de la Escuela Manuel
Belgrano, chicos de 15 ó 16 años. Este grupo estaba constituido por aproximadamente 15 adolescentes.
ConmovÃ−a ver la candidez, casi infantil, con que se movieron durante su permanencia en la cuadra; se
reÃ−an permanentemente y jugaban, como si no tuvieran conciencia cabal de la situación que vivÃ−an. No
se adaptaban a las reglas del juego, se levantaban las vendas por lo que eran severamente reprendidos por los
gendarmes de la guardia. Los acusaban de haber pertenecido al centro de estudiantes del colegio y desde
hacÃ−a bastante tiempo contaban con listas de sospechosos. Los estudiantes denunciaron, en el perÃ−odo
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inmediatamente anterior al golpe del '76 al entonces interventor del colegio, por la confección de esas listas.
Se acusaba a los adolescentes del delito de participar "en polÃ−tica". Por haber sido tal vez delegados de sus
cursos eran considerados como futuros subversivos. "Por ser la semilla del árbol del mal debÃ−an ser
castigados", dijeron los represores de La Perla. En el curso de tres o cuatro dÃ−as, asÃ− como habÃ−an ido
llegando al campo, los "trasladaron" a todos en el camión. Una reflexión: acerca de los presos judÃ−os se
puede decir que entre los militares habÃ−a un antisemitismo generalizado, pero de ninguna manera se puede
hablar de un plan antisemita en Córdoba, como el que describe Jacobo Timerman. Si el capitán Barreiro,
que era declaradamente nazi, capturaba a un judÃ−o lo maltrataba especialmente, pero estaba claro que no lo
consideraban, como sector social, el enemigo principal. Hay incluso judÃ−os sobrevivientes.
TESTIMONIO Nº3:
'Le cortó los testÃ−culos, se los metió en la boca y le cosió los labios'
Confesión de un policÃ−a argentino sobre las torturas a un 'traidor'
Argentina revive el horror de los autos de fe durante la `guerra sucia' de la dictadura militar (1976-1983). Un
policÃ−a de ese régimen confesó el viernes a la Justicia cómo los verdugos caparon al subcomisario
Ricardo Albareda -37 años, sospechoso de colaborar con la guerrilla- y luego engulleron una barbacoa
frente a la vÃ−ctima agonizante.
En la sala de audiencias, a los jueces del Tribunal Oral Federal 1 de la ciudad de Córdoba (centro) se les
descomponÃ−a el rostro aguantando el deseo de vomitar a medida que Ramón Calderón, ex guardia del
campo de concentración "El Embudo", avanzaba con su relato sobre la ceremonia de eviscerar, propia de
Tomás de Torquemada.
El 26 de septiembre de 1979, según contó, Calderón cumplÃ−a servicio en "El Embudo", que dependÃ−a
del Departamento de Inteligencia de la policÃ−a cordobesa y funcionaba en un chalé. Vio llegar a sus jefes
arrastrando a un hombre con uniforme policial, al cual ataron con alambres a una silla. Era Albareda.
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La pandilla de secuestradores estaba encabezada por el inspector general Raúl Pedro Telleldin, 51 años. Y
le seguÃ−an sus lugartenientes Calixto Luis Flores, Américo Pedro Romano, y Hugo Cayetano Britos,
todos ellos oficiales del Departamento de Inteligencia (D2), la temible `gestapo' de la policÃ−a en Córdoba.
"Ahora vas a ver lo que le pasa a los traidores", amenazó TelleldÃ−n antes de dar la orden a Britos que
degradara al subcomisario arrancándole los galones y otros distintivos de la fuerza. Enseguida propinaron a
Albareda una paliza de muerte y TelleldÃ−n extrajo una sevillana del bolsillo y se calzó guantes de látex
en las manos.
"Usted Albareda está en la tierra por el peso de las bolas. Se las voy a cortar y se va a ir al cielo", avisó el
inquisidor, a la vez que sus esbirros subÃ−an a tope el volumen de la radio para tapar los alaridos que iba a
proferir el torturado. Entonces cortó la bragueta del pantalón y tomando los testÃ−culos, se los amputó.
Con la mano en alto, TelleldÃ−n agitaba el `botÃ−n' ensangrentado y gritaba como un poseÃ−do a sus
esbirros: "¡Esto mismo les va a pasar a ustedes cuando no cumplan las órdenes!". Luego introdujo los
testÃ−culos en la boca de Albareda y, usando hilo y aguja, le cosió los labios. A la vez, Romano rociaba con
whiskey la zona genital castrada.
Culminada la faena, los verdugos se deleitaron con un asado a las brasas, frente a lo que para entonces
quedaba de Albareda, que demoró dos horas más en morir allÃ− desangrado. TelleldÃ−n dio la orden a
Calderón que limpiara el suelo con lejÃ−a, antes de cargar el cadáver del subcomisario en el maletero de
un coche y hacerlo desaparecer hasta hoy.
Este crudo testimonio ha sido crucial en el juicio a Britos, Romano y Flores que lleva adelante el tribunal de
Córdoba. Se supone que TelleldÃ−n murió en 1983 en un accidente de coche, aunque muchos sospechan
que vive escondido en la Patagonia. Su hijo, Carlos, estuvo imputado en el ataque terrorista a la mutual
judÃ−a AMIA, que causó 86 muertos en 1994.
Los testimonios fueron extraÃ−dos de la pagina web
http://www.yendor.com/vanished/tortured/s-meschiati.html y
http://maldonadoaldia.com/internacionales.asp?ref=505
Abuelas de Plaza de Mayo
La Asociación Civil Abuelas de Plaza de Mayo somos una organización no-gubernamental que tiene como
finalidad localizar y restituir a sus legÃ−timas familias todos los niños secuestrados desaparecidos por la
represión polÃ−tica, y crear las condiciones para que nunca más se repita tan terrible violación de los
derechos de los niños, exigiendo castigo a todos los responsables.
Nada ni nadie nos detuvo para buscar a los hijos de nuestros hijos. Tareas detectivescas se alternaban con
diarias visitas a los Juzgados de Menores, Orfelinatos, Casa Cunas, a la vez que investigábamos las
adopciones de la época. También recibÃ−amos -y seguimos recibiendo- las denuncias que el pueblo
argentino nos hace llegar, como una manera de colaborar en la tarea de ubicación de los pequeños. Este es
el resultado de nuestra tarea de concientización de la comunidad.
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Con el fin de localizar los niños desaparecidos Abuelas de Plaza de Mayo trabajamos en cuatro niveles:
denuncias y reclamos ante las autoridades gubernamentales, nacionales e internacionales, presentaciones ante
la Justicia, solicitudes de colaboración dirigida al pueblo en general y pesquisas o investigaciones
personales. En años de dramática búsqueda sin pausas logramos localizar a 95 niños desaparecidos.
Para su trabajo la Asociación cuenta con equipos técnicos integrados por profesionales en los aspectos
jurÃ−dico, médico, psicológico y genético.
Cada uno de los niños tiene una causa abierta en la Justicia a la que se agregan las denuncias que se van
recibiendo con el correr del tiempo y que conforman elementos probatorios que determinan su verdadera
identidad y la de los responsables de su secuestro o tenencia ilÃ−cita.
Trabajamos por nuestros nietos -hoy hombres y mujeres-, por nuestros bisnietos -que también ven violado
su derecho a la identidad-, y por todos los niños de las futuras generaciones, para preservar sus raÃ−ces y
su historia, pilares fundamentales de toda identidad.
Texto e imágenes extraÃ−das del portal web http://www.abuelas.org.ar/
Conclusión
Como en la época de los '70 yo no habÃ−a nacido y mi mamá era muy chica, recurrÃ− a mis abuelos en
busca de ayuda para elaborar las conclusiones y para además saber que pensaban ellos :
Siendo unos de los tantos millones de argentinos que no emigraron, trataron de continuar trabajando y
viviendo en un paÃ−s torturado por el odio de ambas partes sin hacer hincapié ni en la parte militar, ni el la
parte “terrorista”, sino desde una postura neutra, para que yo y mis compañeros pueda crear su propia
conclusión sin verse persuadido por ninguna de las dos partes.
Me dijeron más o menos lo siguiente:
Dios ha creado al Hombre a su imagen y semejanza, por lo tanto el ser humano está obligado a vivir en paz,
respeto, plenitud, prosperidad y felicidad. La EDUCACIÃ N es el medio para salir de su estado primitivo de
“mamÃ−fero” y convertirse en HUMANO.
La EDUCACIÃ N debe otorgarnos nuestra “autoridad” (capacidad para imponernos nuestros propios
lÃ−mites: auto= yo mismo, mi autonomÃ−a), Si yo no conozco mis lÃ−mites deben imponérmelos desde
afuera (autoridades militares, gendarmerÃ−a, policÃ−a, etc).
Los hombres somos gregarios, debemos vivir en sociedad; para el normal desarrollo de nuestras actividades
naturales: vivir, amar, profesar un culto, reproducirnos, etc, se han creado reglas (discutidas desde las
épocas más remotas). Desobedecer estas reglas nos convierte en anarquistas, terroristas, manipuladores,
torturadores, y todos las imperfecciones que puedan imaginarse.
Reglas a respetar inexcusablemente:
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• Los 10 mandamientos.
• Venerar absolutamente todos los artÃ−culos de la CONSTITUCIà N NACIONAL. La división de los
poderes en EJECUTIVO, LEGISLATIVO, JUDICIAL, es fundamental.
• Jamás otorgar superpoderes a ningún funcionario.
• Respetar las ideas del prójimo, escucharlo, disentir, discutir en buenos términos
• No agredir, confiar en el prójimo.
• No honrar héroes de barro, conocer los preceptos de la Madre Teresa de Calcuta, Mahatma Ghandi, el
Papa Juan Pablo II.
• Maravillarse a diario por la diversidad de opiniones, de conceptos, de ideas de cada uno de los que nos
rodean, ESA ES TAMBIà N PARTE DE LA FANTÓSTICA VIDA, aceptar al prójimo es una tarea
religiosa.
• Vivir en DEMOCRACIA: las autoridades electas deben propugnar el bienestar del pueblo en general, esa es
su obligación, de no ser asÃ−, hay medios como el JUICIO POLà TICO para que expliquen a la
ciudadanÃ−a sus incumplimientos.
• Jamás vivir fuera de Derecho.
• No hacer nunca justicia por mano propia.
• Es una tradición mundial que la ciudadanÃ−a se divida en bandos, unos contra otros, y para imponer las
ideas se transformen en terroristas.
• El ESTADO debe cumplir necesariamente con su función ejemplificadora, de arriba hacia abajo.
Es por eso que, desde nuestra posición de adolescentes, al no haber sido actores activos de esa terrible
época, pero si al tener concimineto de lo sucedido, decimos a todo ésto: NUNCA MÓS!!! (La
conclusión fue realiza da con ayuda de “NUNCA MÓS”, Informe de la CO.NA.DE.P. por Lilia Cristina
Almirall, abuela de Micaela Montesinos)
Partida de paisanos, por lo común no muy numerosa, que al mando de un jefe particular y con poca o
ninguna dependencia de los del Ejército, acosa y molesta al enemigo.
Capaz de subvertir, o que tiende a subvertir, especialmente el orden público.
Que simpatiza.
Que puede manifestarse o mostrarse.
Adoptar la apariencia de los seres u objetos del entorno.
Actividad del vidente.
Secreto, oculto, y especialmente hecho o dicho secretamente por temor a la ley o para eludirla.
Cerrar u obstruir lo que deberÃ−a estar abierto o tener curso
Soldado mientras recibe la instrucción militar obligatoria.
Cada uno de los órganos contenidos en las principales cavidades del cuerpo humano y de los animales.
Amontonar, acumular, juntar sin orden.
Dicho especialmente del idioma o lengua: Doméstico, nativo, de nuestra casa o paÃ−s.
Reprensión satÃ−rica y festiva con que se ponen de manifiesto y se ponderan los defectos fÃ−sicos o
morales de alguien.
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Que está sin armas.
Dicho de una sentencia o de un fallo: Que no se puede apelar
Ilimitado.
Acción y efecto de diseminar.
Solución de continuidad con pérdida de sustancia en los tejidos orgánicos, acompañada ordinariamente
de secreción de pus y sostenida por un vicio local o por una causa interna.
Crueldad refinada, con placer de quien la ejecuta.
Ministro de justicia que ejecuta las penas de muerte y en lo antiguo ejecutaba otras corporales, como la de
azotes, el tormento, etc.
Completo, exacto, perfecto.
Corregir, amonestar a alguien vituperando o desaprobando lo que ha dicho o hecho.
Doctrina o tendencia de los antisemitas.
Tragar la comida atropelladamente y sin mascarla.
Extraer las vÃ−sceras.
Distintivo que llevan en el brazo o en la bocamanga diferentes clases del Ejército o de cualquier otra fuerza
organizada militarmente, hasta el coronel inclusive.
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