CASO CANELS Y ADAMS En lo que podría constituir el último capítulo de la larga guerra de los chicles que se libra al interior del país, el pleno de la Comisión Federal de Competencia acaba de rechazar el recurso de reconsideración interpuesto por la firma estadounidense Warner Lambert, contra una resolución que la sancionaba por prácticas monopólicas en perjuicio de Chicles Canels. Como usted sabe, el grupo de allende el Bravo opera en México la marca Chicle Adams. Textualmente, la resolución impugnada, aprobada por mayoría el 6 de junio del año pasado, en cuyo epicentro se le ordenaba a la firma en el banquillo a suspender sus hostilidades, además de imponérsele una cuantiosa multa, señalaba lo siguiente: "Warner Lambert es responsable de una práctica monopólica relativa consistente en actos, contratos, convenios o combinaciones entre agentes económicos, cuyo objeto o efecto sea o puede ser dañar o impedir el proceso de competencia y libre concurrencia en la producción, procesamiento, distribución y comercialización de bienes o servicios, a través de la fabricación, distribución, comercialización y venta del producto Clarks, goma de mascar confitada, sabores menta, canela, yerbabuena, violeta y tuti-fruti, presentación celofán cuatro pastillas, por debajo del costo medio total, con el objeto de desplazar indebidamente a otros agentes económicos reales o potenciales..." La marca de la discordia apareció sorpresivamente en el mercado al amanecer del 1994, atacando justo, con un precio que se demostró resultaba inferior al de costo -lo que podría lograrse en la magia del subsidio cruzado-, el segmento más exitoso de Canels; la presentación popular. Lo curioso del caso es que la marca Clarks, en similitud a Canels, con la novedad de la utilización de letras que plantean grado de confusión en la clientela, no existía en ninguno de la infinidad de países en los que Warner Lambert comercializa sus chicles. Y lo curioso, por lo demás, es que a la vista del embrollo jurídico en que se había metido, Warner Lambert retiró finalmente la marca del mercado hace unos meses. El hecho es que el prolongado, y a veces accidentado, litigio se inició el 22 de junio de 1994, cuando la empresa mexicana con sede central un San Luis Potosí, encabezada por Roberto García Navarro, presentó una denuncia ante la dependencia, acusando a Adams de desplazamiento indebido, o si lo prefiere prácticas depredatorias. Admitida la querella por la instancia presidida por Fernando Sánchez Ugarte, ocho meses después, en febrero de 1996, se emitiría una primera resolución sobre el asunto, señalando que, en efecto, Warner Lambert era responsable de una práctica monopólica relativa... sólo que al no demostrarse el daño a la parte ofendida no se le podía sancionar. Sin embargo, la promesa de la CFC era que vigilaría con lupa el mercado para evitar reincidencia, advertida la firma de que violaba la Ley Federal de Competencia. Impugnada por la empresa de capital estadounidense la resolución, la dependencia desestimó el alegato, ratificando e la letra que "en virtud de que existen indicios sobre un posible comportamiento depredatorio por parte de Chicle Adams (a pesar de no haber quedado acreditada la conducta anticompetitiva que se le imputó), se previene a dicha empresa para que en adelante se abstenga de realizar cualquier acto que indebidamente dañe o impida el proceso de competencia y libre concurrencia en el mercado de goma de mascar". El caso es que Warner Lambert siguió haciendo sonar los tambores de guerra... lo que motivaría la apertura, el 26 de abril del propio año, de un nuevo procedimiento, éste con carácter de oficio, es decir ya sin la exigencia de parte acusadora. La investigación derivó en una resolución por lo que se ordenaba a Warner Lambert suspender lo que ahora sí se calificaba como práctica monopólica relativa, además de imponer una cuantiosa multa. Estamos hablando de 50 mil salarios mínimos elevados al año. Y otra vez, naturalmente, la firma estadounidense recurrió al recurso de reconsideración... que también fue desechado, al considerarse infundados "todos y cada uno de los conceptos de agravio manifestados". Ahora que Warner Lambert buscó una vía alterna para detener la sanción: la judicial, obteniendo del Segundo Tribunal Colegiado en Materia Administrativa del Primer Circuito un amparo definitivo que en sus efectos prácticos dejaba sin efecto la resolución... obligando a la dependencia a reponer el procedimiento... por más que no objetaba la validez de éste. El ejercicio se prolongaría por espacio de 6 años. Finalmente, el 6 de junio del año pasado, la CFC expediría la resolución que le señalábamos al inicio en la columna, ratificándolo meses después en todas sus partes, al desechar nuevamente el recurso de reconsideración obligado. El alegato de la firma en el banquillo hablaba de habérsele otorgado un trato "desigual e inequitativo" en el requerimiento de la información; de omitirse investigar a otros agentes económicos que participan en el mercado de gomas de mascar y, entre otras cosas no haber realizado el debido análisis y validación de las pruebas ofrecidas. Lo cierto es que el punto final de la batalla número 550 de la guerra de chicles en la tercera ratificación de culpabilidad de Adams, la Comisión Federal de Competencia lanzaría dos argumentos contundentes: las pérdidas que ha tenido la empresa Chicles Canels están asociadas a la práctica monopólica realizada por Adams, al perder participación en el mercado, y existen pruebas fehacientes de que Clarks opera con pérdidas. Así de fácil. La pregunta es si la victoria de Canels ahora sí tendrá perfil de definitiva.