1100131030282002-00188-01

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CORTE SUPREMA DE JUSTICIA
SALA DE CASACIÓN CIVIL
Magistrado Ponente
ARIEL SALAZAR RAMÍREZ
Bogotá D. C., catorce de diciembre de dos mil doce.
Discutido y aprobado en sesión de catorce de agosto de dos mil doce.
Ref. Exp. 11001-31-03-028-2002-00188-01
Decide la Corte el recurso extraordinario de
casación interpuesto por la parte actora contra la sentencia
proferida el 23 de abril de 2010 por la Sala Civil del Tribunal
Superior del Distrito Judicial de Bogotá D.C., dentro del
proceso ordinario de la referencia.
I. ANTECEDENTES
A. La pretensión
En el libelo introductorio de la presente acción,
Evangelina Suárez Porras, actuando en nombre propio y en el
de su hijo interdicto X X X X X X X X X X X X X X1;
Benigno Hernando Sepúlveda Cardona y Alexander Gregory
Sepúlveda Suárez, a través de abogado, solicitaron de la
1 Nota de Relatoría: se prescinde del nombre del interdicto, debido a que esta providencia puede ser publicada.
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jurisdicción que con citación y audiencia de Branch of Microsoft
Colombia Inc. y Microsoft Corporation, a quienes convocó en
calidad de demandadas, se las declare patrimonialmente
responsables por los daños y perjuicios que les ha causado el
estado de invalidez total y permanente que padece X X X X
X X X X X X X X X X
Como consecuencia de la anterior declaración,
pretenden se condene a las demandadas al pago de las sumas
señaladas en el libelo por concepto de perjuicios morales; daño
a la vida de relación; perjuicios materiales en el orden del daño
emergente y lucro cesante; y perjuicio fisiológico.
B. Los hechos
1. En sustento de las pretensiones, se afirmó que
el 10 de agosto de 1998 el señor X X X X X X X X X X X
X X X X inició la prestación de sus servicios personales a la
empresa demandada, mediante la modalidad de contrato de
trabajo a término indefinido.
2. El 9 de enero de 2000, estando al servicio de la
referida empresa, sufrió un accidente cerebral por exceso de
trabajo, que lo dejó incapacitado para laborar en forma total y
permanente con daño cerebral denominado médicamente
hipoxia cerebral severa.
3. Fue tanto el exceso de trabajo y el estrés a que
quedó sujeto el trabajador por parte de la demandada, que ello
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le produjo un daño irreparable en su salud, pues lo dejó en
estado de coma, con incapacidad total permanente, y
prácticamente como un vegetal.
4. Durante todo el tiempo que duró la relación
laboral, al señor X X X X X X X no se le concedieron las
vacaciones a las que tenía derecho como trabajador, tanto así
que fue obligado a acumular la totalidad de los períodos
causados desde su vinculación hasta la fecha de terminación
de su contrato de trabajo.
5. De igual modo, fue sometido a presión por el
cambio de milenio, exigiéndosele mayor productividad bajo la
amenaza de ser despedido.
6. Las demandadas han sido negligentes frente a
los requerimientos elevados por los demandantes, en especial,
en lo atinente a facilitarle evaluaciones médicas en los Estados
Unidos.
7. Al momento de sufrir el accidente cerebral, X X
X X X X X estaba en perfectas condiciones de salud, tenía
23 años cumplidos, se desempeñaba en el cargo de
Especialista en Tecnología, y devengaba un salario de
$5.310.000 mensuales.
8. Cada uno de los padres recibía de su hijo la
suma de $250.000 mensuales, y a consecuencia del accidente
cerebral tuvieron que dedicarse exclusivamente a su cuidado.
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9. El estado de invalidez de X X X X X X ha
causado en su núcleo familiar dolor, sufrimiento y un hondo
traumatismo que debe ser compensado por las demandadas.
C. El trámite de la primera instancia
1. Una vez notificada del auto admisorio, la
demandada Branch of Microsoft Colombia Inc., frente a los
hechos esbozados en el libelo, sostuvo que el 9 de enero de
2000 X X X X X X X no sufrió un accidente cerebral por
exceso de trabajo, sino un paro cardiorrespiratorio que duró
aproximadamente 20 minutos, generado por una enfermedad
congénita del corazón, consistente en una degeneración
mixomatosa de la válvula mitral con prolapso de la válvula
anterior y posterior con insuficiencia moderada, o simplemente
prolapso de válvula mitral y arritmia ventricular maligna.
Agregó que el paro cardiorrespiratorio obligó a una
prolongada reanimación cardiopulmonar en la Unidad de
Cuidado Crítico de la Fundación Santa Fe, que conllevó a la
pérdida de actividad cardíaca y respiratoria y le ocasionó una
encefalopatía hipóxica isquémica que lo sumió en una fase de
coma profundo por varias semanas, del cual despertó en
estado de invalidez física y mental permanente.
El suceso ocurrió en día y hora no laborales en un
establecimiento nocturno, mientras X
X
X
X
X
X se
encontraba consumiendo alcohol luego de haber despedido a
su novia en el aeropuerto, quien partió a vivir a otro país.
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X X X X X X X no tenía una carga laboral fuera
de lo normal, sino que asumió el nivel de trabajo y eficiencia
que usualmente realiza un ejecutivo moderno en una empresa
exitosa, sin que jamás se quejara por estrés o agotamiento.
Afirmó, de igual modo, que según el contrato de
trabajo, X X X X X X X era un empleado de confianza y
manejo, por lo que no estaba sujeto a la jornada laboral
mínima. En razón de lo anterior, la empresa no le exigía que
laborara en ciertas horas del día sino que él mismo se imponía
su tiempo y horario, y se trazaba sus propios objetivos y
resultados, los cuales siempre estuvieron por encima de los
requerimientos de su cargo.
En todo caso, su trabajo nada tuvo que ver con el
paro cardiorrespiratorio que sufrió, pues éste se debió a su
enfermedad congénita que le exigía tomar precauciones
especiales que no acató.
En virtud al contrato de trabajo celebrado entre las
partes, la demandada dio cumplimiento a todas y cada una de
las prestaciones que estaban a su cargo.
Por todo lo anterior, se opuso a las pretensiones y
formuló las siguientes excepciones:
-
“Indebida
responsabilidad”.
Por
acumulación
considerar
que
de
si
regímenes
los
de
perjuicios
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reclamados tienen su origen en el supuesto incumplimiento de
las obligaciones del empleador, entonces la obligación es de
origen contractual y no extracontractual. [Folio 1.490]
- “Res inter alios acta o relatividad del contrato”. Si
el contrato de trabajo se suscribió entre la empresa y el
trabajador, ningún tercero puede pretender el cumplimiento de
las obligaciones derivadas de esa relación laboral. [1.491]
- “Falta de jurisdicción especializada laboral”. Si el
conflicto gira en torno a un hecho atribuible al incumplimiento
de las relaciones laborales, ese debate es de la órbita de la
jurisdicción ordinaria laboral y de seguridad social. [1.493]
- “Inexistencia de responsabilidad de Branch por
perjuicios bajo el contrato de trabajo.” En el presente caso no
ocurrió accidente de trabajo ni enfermedad profesional, como
tampoco hubo culpa de la empleadora; por lo tanto no está
llamada a responder.
- “Inexistencia de un hecho culposo atribuible a
Branch que pudiera generar el daño cerebral total y
permanente que padece X X X”. No es cierto que se haya
sometido al trabajador a una carga laboral excesiva.
- “Inexistencia de la relación de causalidad entre el
hecho y el daño que plantea la acción de responsabilidad civil.”
No existe relación de causalidad entre el trabajo que
desempeñaba el empleado y su estado de invalidez, pues ésta
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tuvo su origen en una enfermedad congénita, agravada por el
consumo de tabaco y alcohol.
-
“Inexistencia
de
perjuicios
materiales
e
inmateriales que deban imputarse a Branch of Microsoft”. Se
afirmó que los demandantes están pidiendo una indemnización
por lucro cesante con base en el total del salario devengado
por el trabajador, cuando solo están facultados para reclamar
la eventual ayuda que de él recibían. Se indicó, de igual modo,
que al empleado se le reconoció una pensión de invalidez que
reemplaza el monto del salario que percibía, por lo que de
llegar a reconocerse una indemnización por la misma causa,
se estaría propiciando un enriquecimiento sin causa. [1.498]
- “Causa extraña”. El daño cerebral que padece X
X X X X X X X X no fue consecuencia de su trabajo sino
de su enfermedad congénita.
- “Enriquecimiento sin causa”. Por pretender el
pago de una indemnización sin tener en cuenta la pensión de
invalidez que recibe.
2. La demandada Microsoft Corporation, por su
parte, señaló que no es cierto que Branch of Microsoft
Colombia Inc sea una filial suya, puesto que en los estatutos
de ésta figura que es una sucursal, por lo que son personas
jurídicas diferentes; y que el señor X X X X X X nunca
trabajó para esa empresa sino para Branch of Microsoft
Colombia.
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Por todo ello se opuso a las pretensiones y formuló
las excepciones que denominó “inexistencia de responsabilidad civil extracontractual”; “inexistencia de responsabilidad civil
contractual”; “inexistencia de relación causal”; “falta de
jurisdicción”; “causa extraña - culpa exclusiva de la víctima”;
“pago y enriquecimiento sin causa”; “improcedencia de los
perjuicios reclamados”; y la que resulte probada. [F 1.750 y ss]
3. El 31 de julio de 2009 se dictó sentencia de
primera instancia que negó las pretensiones de la demanda,
por considerar el a quo que no se acreditó la existencia del
nexo causal entre la circunstancia que se adujo como origen
del daño y el resultado lesivo cuyo resarcimiento se reclama.
Con relación a este punto el fallo concluyó que las pruebas no
demostraron que la causa del estado vegetativo en que se
encontraba la víctima fueran los viajes o labores efectuadas al
servicio de la demandada, sobre todo porque esta última no le
imponía un horario de trabajo sino que, por ejercer el empleado
un cargo de manejo y confianza, él mismo distribuía su propio
tiempo para cumplir las metas fijadas por la compañía. [Folio
4.190]
Agregó que en el proceso quedó demostrado que
el hecho generador del daño ocurrió fuera de las instalaciones
de la empresa y en circunstancias que le habían sido
médicamente proscritas al lesionado, dada la patología
congénita que padecía y de la que tenía pleno conocimiento.
[Folio 4.194]
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4. La anterior decisión fue apelada por la parte
demandante pues, según su criterio, existen en el proceso
elementos
de
prueba
suficientes
que
demuestran
la
responsabilidad civil de las demandadas, los cuales no fueron
valorados por el juez.
En ese orden, enfatizó en el vínculo laboral que
existió entre el occiso y las demandadas, el cual considera
probado con el contrato de trabajo y el interrogatorio de parte
rendido por el representante legal de Microsoft. [4.199]
Asimismo reprochó al juez no haber advertido que
en la historia clínica ocupacional del extrabajador reposa un
certificado médico de ingreso en el que quedó consignado que
debido a su enfermedad cardíaca no debía sometérsele a
labores físicamente extenuantes. Como tampoco tuvo en
cuenta -prosiguió- que el caudal probatorio es prolijo en
señalar que el empleado sí estaba sometido a labores y
horarios excesivos que le produjeron un estrés severo que
ocasionó la muerte cerebral y, posteriormente, la física. [Folio
4.199, tomo IV]
Seguidamente manifestó que el sentenciador no
tuvo en cuenta que en virtud a las obligaciones derivadas del
contrato laboral, el empleador está llamado a responder por
haber abusado del horario de trabajo del empleado y no haber
atendido las recomendaciones de los médicos que prescribieron
no
someterlo
a
jornadas
que
sobrepasaran
sus
capacidades físicas. [Folio 4.200]
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Para finalizar, se refirió al “dictamen pericial”
rendido por el cardiólogo Fernando Marín, al cual atribuyó
supuestas irregularidades que impedían tener en cuenta esa
prueba para eximir de responsabilidad a las demandadas.
D. La sentencia de segunda instancia.
El 23 de abril de 2010 se dictó sentencia de
segunda instancia que confirmó el fallo apelado. En ella el ad
quem hizo énfasis en que el análisis de la controversia no
gira en torno al vínculo laboral existente entre las partes, sino
que se enmarca dentro de la responsabilidad común por los
delitos y las culpas de que trata el Código Civil. De ahí que
las disposiciones que regulan el contrato de trabajo resulten
inaplicables al caso.
Seguidamente, coincidió con el a quo en que no
se logró demostrar la culpa de la demandada ante la falta del
nexo de causalidad que relacione los actos que se le
reprochan con el resultado lesivo sufrido por el trabajador. [43]
En tal sentido afirmó que si bien es cierto que los
testigos señalaron que X X X X X X X “cumplía con
fuertes cargas de trabajo y, además, se encontraba, por tal
motivo, en situación de cansancio y estrés” [folio 44], tal
hecho no fue el desencadenante de su estado de invalidez y
posterior muerte, toda vez que a partir de la historia clínica se
logró establecer que el accidente cerebral tuvo como causa la
enfermedad que padecía. [Folio 46]
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De igual manera sostuvo que el dictamen pericial
practicado en el curso de la primera instancia llegó a la
conclusión de que el accidente cardiorrespiratorio no fue
generado por situaciones de estrés o de sobrecarga laboral
sino por los problemas congénitos que sufría el actor y que
por sí mismos explican el evento ocurrido.
En suma, para el Tribunal las afirmaciones
realizadas por la parte actora y que sirvieron de fundamento a
las pretensiones de la demanda carecen de demostración en
el expediente, pues ningún medio de prueba acredita que la
patología padecida por el demandante sea responsabilidad
de las demandadas. [Folio 50]
II. LA DEMANDA DE CASACIÓN
En la demanda que se presentó para sustentar el
recurso extraordinario, la parte actora acusó la sentencia
dictada por el Tribunal con fundamento en dos cargos, los
cuales se analizarán en el mismo orden en que fueron
formulados.
1. PRIMER CARGO
Con
fundamento en
la
causal primera
de
casación, el recurrente denunció la trasgresión indirecta de
los artículos 63, 2341, 2342, 2343, 2344 y 2356 del Código
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Civil, como consecuencia de haber incurrido en dos errores
de derecho por violación de los preceptos de estirpe
probatoria contenidos en los artículos 174, 175, 177, 178,
183, 187 y 241 del Código de Procedimiento Civil. [Folio 17]
i) El primer error de derecho cometido por el
Tribunal consistió en darle pleno valor a una prueba allegada
al proceso sin el cumplimiento de los requisitos que exige la
ley procesal para su consideración como tal, en contravía de
lo establecido por el artículo 174 de ese ordenamiento, el cual
dispone que “toda decisión judicial debe fundarse en las
pruebas regular y oportunamente allegadas al proceso”; y con
desconocimiento de lo normado por el canon 178 ejusdem,
que señala que “el juez rechazará in limine las [pruebas]
legalmente prohibidas e ineficaces…” [Folio 18]
El referido error se configuró, en sentir del censor,
porque el ad quem motivó su sentencia con base en un
dictamen pericial rendido por un médico que no hacía parte
de la lista de auxiliares de la justicia, experticia que luego fue
objeto de aclaración por profesionales que el juez no designó
ni posesionó como tales dentro del proceso. De ahí que, en
su opinión, ese dictamen no constituya prueba regularmente
allegada a la actuación ni tenga eficacia demostrativa.
Agregó que a la parte demandante no se le dio la
oportunidad de recusar a los “peritos”, en la forma establecida
por el inciso primero del artículo 235 del Código de
Procedimiento Civil. [Folio 19]
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ii) El segundo error de derecho que se atribuyó a
la sentencia dictada por el Tribunal consistió en “la valoración
equivocada” que se hizo de los testimonios rendidos en el
proceso por Gerardo Posada de Las Casas, María Clara
Afanador Llach, Nelson Alberto Díaz Portilla y Claudia María
Afanador Llach; al no tenerlos en cuenta como prueba idónea
para demostrar que el empleado estuvo sometido a gravosas
cargas de trabajo por parte de sus empleadores.
Insistió en que el error endilgado no surgió por la
omisión de las referidas pruebas, pues se estaría frente a un
error de hecho y no de derecho; sino en que, no obstante
haber advertido su presencia objetiva en el proceso, no les
concedió la eficacia probatoria que la ley les otorga. [Folio 22]
En criterio del casacionista, los testimonios
recibidos en la actuación son la prueba idónea y eficaz para
demostrar que el empleado fue sometido a trabajos gravosos
por fuera de lo común, que le generaron cansancio y estrés
excesivos; pues de tal circunstancia solo pueden dar cuenta
los amigos, compañeros y personas cercanas. Por el
contrario, un dictamen médico nada podría decir acerca de
esos hechos.
Justamente –refirió–, con la práctica de los
mencionados testimonios la parte actora pretendió demostrar
“la causa” que originó la grave dolencia padecida por X X X
X X X X X X X X el 9 de enero de 2000, esto es el
cansancio y el estrés que desembocaron en las consabidas
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consecuencias, sin desconocer la enfermedad genética que
aquél soportaba y de la cual estaba enterada la empleadora.
De hecho –argumentó–, el conocimiento que de la
enfermedad
congénita
tenía
la
empleadora
es
una
circunstancia que, lejos de eximirla de responsabilidad,
corrobora su culpa, pues asumió los riesgos que de ella se
derivaban y, específicamente, el deterioro de la salud del
trabajador debido a la sobrecarga de trabajo a la que fue
sometido.
Finalmente, insistió en que “las consecuencias
nefastas no solamente tienen un origen en las dolencias
congénitas sino en el trato de X
X
X por las entidades
demandadas”, como lo atestiguaron las declaraciones a las
que el Tribunal restó eficacia probatoria. [Folio 24]
CONSIDERACIONES
1. Al tenor de lo estipulado por el numeral 2º del
artículo 236 del Código de Procedimiento Civil, en el auto que
resuelva sobre la procedencia del dictamen y los puntos que
han de ser objeto del mismo, el juez hará la designación de
los peritos y fijará día y hora para que tomen posesión. Ese
nombramiento debe seguir los parámetros señalados en el
artículo 9 ejusdem, cuyo literal a) prevé que los auxiliares de
la justicia serán designados por el magistrado sustanciador o
por el juez del conocimiento de la lista oficial de auxiliares de
la justicia. Sin embargo, el literal b) del aludido precepto
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dispone que “cuando en el respectivo despacho faltare la
lista, se acudirá a la de otro del mismo lugar, y en su defecto
se hará la designación en persona debidamente calificada
para el oficio.” (Se subraya)
En el caso sub judice, el dictamen pericial fue
rendido, por orden del Tribunal, por un médico experto de la
Fundación Cardioinfantil, dado que la lista de auxiliares de la
justicia carecía de especialistas en cardiología; por lo que tal
decisión fue, evidentemente, una alternativa prevista en la
norma que acaba de citarse. Luego, el censor carece de
razón cuando afirma que el dictamen pericial quebrantó los
artículos 174 y 178 del ordenamiento procesal.
Es más, la parte demandante guardó silencio
frente a la designación del perito y sus calidades, por lo que
cualquier inconformidad al respecto debió ser formulada en
las respectivas instancias y dentro de la oportunidad
señalada en la ley procesal para tal efecto.
En lo que concierne al concepto rendido por unos
médicos que no fueron designados ni posesionados por el
juez como auxiliares de la justicia, basta tener en cuenta que
la opinión de los cuatro galenos no constituyó una
“aclaración” al dictamen rendido por el perito, sino que
simplemente se presentó como un anexo que tuvo como
propósito reforzar las conclusiones inicialmente expresadas
en la experticia. Tal posibilidad se encuentra contemplada en
el numeral segundo del artículo 237 de la ley procesal, que
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faculta a los peritos para solicitar la ayuda o el concurso de
otros técnicos bajo su dirección y responsabilidad.
De manera que los referidos especialistas no
obraron en el proceso como auxiliares de la justicia ni
suscribieron en calidad de tales el dictamen presentado, sino
que su labor solo constituyó un criterio adicional al que acudió
el perito para fundamentar su decisión. De ahí que si el
informe de la junta médica no fue propiamente un medio de
prueba, por sustracción de materia, no hay lugar a entrar a
examinar su adecuación a las normas de carácter probatorio.
En todo caso, además de que no se demostró que
la valoración del dictamen pericial haya desconocido las
normas de estirpe probatoria denunciadas por el censor, lo
cierto es que ese cuestionamiento, por sí solo, no tiene la
virtualidad de refutar la presunción de legalidad y acierto que
reviste la sentencia, como quiera que ese no fue el único ni el
principal medio de prueba que tuvo en cuenta el Tribunal para
fundamentar su decisión.
En efecto, para arribar a su conclusión, el ad
quem partió de la base de que el dictamen “goza de
coherencia interna y guarda concordancia con las demás
pruebas recaudadas en el trámite, especialmente, con la
historia médica del demandante X X X X X X X X X X X
X X X X X”. (Se subraya) [Folio 47, c. 10]
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Fue así como sustentó el fallo no solo en ese
medio de convicción, sino en otros como la hoja de vida del
actor, la historia clínica, y las declaraciones de los testigos, a
partir de todo lo cual dedujo que “la afirmación de la actora, y
que sirve de fundamento a sus pretensiones, carece de
demostración en el expediente, pues ningún medio de prueba
se recaudó en punto de demostrar que la patología que
padecía el demandante hubiese sido producto del supuesto
estrés causado por las entidades demandadas.” [Folio 50]
Por consiguiente, aunque el sentenciador no
hubiera tenido en cuenta el aludido dictamen o le hubiese
restado todo valor probatorio, de todos modos persistirían las
razones que lo condujeron a negar la existencia del nexo
causal entre la conducta de la demandada y el daño que se le
imputa, toda vez que no halló acreditación para ese hecho
por ningún medio. De ahí que el cargo que se analiza,
además de no haberse demostrado, resulta intrascendente.
2. En lo que respecta al segundo error de derecho
que se atribuyó a la sentencia, y que consistió en la
“valoración equivocada” que se hizo de los testimonios
rendidos por Gerardo Posada de Las Casas, María Clara
Afanador Llach, Nelson Alberto Díaz Portilla y Claudia María
Afanador Llach; es preciso admitir que tal acusación no pasó
de ser la manifestación de un subjetivo disenso del recurrente
respecto de las consideraciones del Tribunal, erigida sobre un
parcializado punto de vista.
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En efecto, el censor refirió que el ad quem no tuvo
en cuenta la idoneidad de esas declaraciones para demostrar
las gravosas cargas de trabajo a que estaba sometido el
empleado. Sin embargo, en las motivaciones del fallo se
puede observar, precisamente, todo lo contrario, pues el
Tribunal enfatizó en que esos testimonios “fueron unívocos
en punto de afirmar que X X X X X X X X X X X X X,
durante el tiempo que trabajó en Branch of Microsoft Inc.,
cumplía con fuertes cargas de trabajo, y, además, que se
encontraba, por tal motivo, en situación de cansancio y
estrés.” (Se subraya) [Folio 44, c. Tribunal]
De manera que no hay duda de que el ad quem sí
consideró que a partir del dicho de los testigos se podía inferir
que X X X X X X X X X X X se encontraba en estado de
estrés; no obstante, ello no le bastó al juzgador para tener por
cierto que la afectación de la salud del trabajador fuera
consecuencia directa del mismo: “…en el proceso no se
demostró que dicha situación de estrés presentada por X X
X X X X X X X X X X X X X hubiese sido la causante
del daño a su salud por él sufrido” (sic). [Folio 50]
Tanto el sentenciador como el recurrente son,
entonces, del mismo parecer respecto al alcance y aptitud
que tiene la prueba testimonial para acreditar la posible fatiga
que padecía el actor por las cargas laborales que
sobrellevaba. Luego no tiene razón el censor cuando afirma
que el Tribunal no concedió a los aludidos testimonios la
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eficacia que la ley les otorga, pues jamás negó su valor
probatorio ni los dejó de apreciar.
En lo que concierne a la opinión del demandante
según la cual no es el dictamen médico sino los testimonios
la prueba idónea para demostrar el estado de cansancio y
estrés excesivos, ello no es más que la manifestación de un
punto de vista personal que no alcanza a refutar el argumento
del Tribunal y que, en todo caso, no atañe a cuestiones
alusivas al error de derecho, dado que la acusación no estuvo
dirigida a denunciar un supuesto olvido o ignorancia de las
normas reguladoras de la actividad probatoria dentro del
proceso, sino
más
bien
a
disentir
respecto
de las
conclusiones a las que llegó el fallador.
Memórese que el error de derecho “…exige que el
juzgador incurra en yerro de juicio proveniente de la
equivocación en la contemplación jurídica de los medios
probatorios, por la transgresión de las normas que rigen la
aducción, práctica y valoración de las pruebas, lo que
descarta el desacierto en la contemplación objetiva o material
de la prueba que, como se sabe, constituye error de hecho en
su apreciación”.2
Naturalmente que el juez de segundo grado podía
colegir, como en efecto lo hizo, que una cosa es afirmar que
una persona sufre de estrés, y otra bien distinta que ese
estado sea evaluado científicamente como una patología con
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la entidad suficiente para producir graves secuelas en la
salud. Es evidente que esta última circunstancia sólo puede
ser acreditada por un profesional de la medicina, y esa fue la
razonable conclusión a la que llegó el sentenciador, sin que
de ella se desprenda ninguna especie de error, sobre todo
cuando el juzgador encontró probado que existieron otras
causas que intervinieron en el resultado lesivo sufrido por el
trabajador, como son su enfermedad congénita y su
voluntaria exposición a factores de riesgo como fumar y
beber.
En suma, en ninguna parte de la acusación se
logró acreditar cuál fue el error de derecho cometido por el
sentenciador, toda vez que la inconformidad del recurrente se
limitó a referir con insistencia que el estrés que sufría el
demandante fue el detonante de su muerte, tratando de
imponer su propia perspectiva del asunto, al entendimiento
alcanzado por el Tribunal sobre ese tema; lo cual,
lógicamente, no es motivo suficiente para desvirtuar el
argumento medular del fallo.
Luego, es indiscutible que no se presentaron las
falencias denunciadas sobre la idoneidad y conducencia de
los referidos medios de convicción; como tampoco puede
afirmarse que se desconoció el deber de valorar las pruebas
en conjunto, como lo dispone el artículo 187 de la ley
procesal, toda vez que fue, precisamente, ese análisis
panorámico el que condujo al sentenciador a concluir que no
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existió nexo causal entre la conducta de la demandada y el
daño sufrido por los actores.
3. En todo caso, las consideraciones del ad quem
respecto de la inexistencia del nexo de causalidad son un
asunto que -en el contexto de la causal primera de casaciónestá relacionado con cuestiones de hecho y no de derecho,
porque la inferencia lógica que permite establecer que un
suceso es consecuencia de otro hace parte de la formulación
de un enunciado fáctico, dado que esa labor consiste en
hallar las regularidades de la causalidad natural a fin de
poder identificar los hechos que posteriormente conformarán
la premisa menor del argumento que sustente la decisión, sin
que
hasta
ese
momento
intervenga
para
nada
la
determinación de las bases jurídicas esenciales a las que el
fallo tiene que ajustarse.
La anterior afirmación amerita un análisis más
profundo por su incidencia en el entendimiento de la especie de
error a que puede dar lugar un vicio de razonamiento por parte
del juzgador a la hora de formular las hipótesis explicativas de
los acontecimientos que tienen relevancia para el litigio.
Desde un punto de vista metodológico, puede
afirmarse que para arribar a su decisión, el funcionario judicial
debe
pasar
por
dos
momentos:
un
contexto
de
descubrimiento y otro de justificación; en cada uno de los
cuales debe hacer un razonamiento distinto: el juicio histórico
y el juicio crítico, como fuera explicado por Carnelutti.
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En la primera etapa la labor del juez consiste en
analizar el acervo probatorio con el objeto de descubrir,
interpretar o valorar los hechos que servirán de base a la
posterior decisión judicial. Es una fase de reconstrucción
histórica, tal como lo ha admitido un gran sector de la
doctrina: “El juez hace, como el historiador, historia, o mejor
dicho, historiografía”.3 La labor del juez en esta fase consiste
en determinar la ocurrencia de los hechos a partir de las
pruebas allegadas al proceso, y para ello tendrá que realizar
tantos razonamientos como enunciados fácticos se vea
compelido a establecer, siendo esas inferencias lo que
Carnelutti denominó “silogismos instrumentales”.4
Una vez establecida la premisa fáctica, el juez
debe ocuparse -en una segunda etapa- de interpretar la ley y
adecuarla al caso concreto para obtener el efecto sentencia.
En este instante ya no se trata de descubrir nada, pues la ley
está dada de antemano y se presume que el juez la conoce;
en tanto que los supuestos de hecho a los cuales se refiere la
norma ya fueron identificados en la fase anterior. Luego, solo
resta que el sentenciador establezca la validez de la norma
en el tiempo y en el espacio e interprete el significado de su
contenido para, finalmente, aplicarla al caso concreto.
El agotamiento de esos dos momentos es lo que
impide que una decisión judicial sea arbitraria, toda vez que
la libertad de juzgar supone ahora que el juez deba seguir el
CARNELUTTI, Franceso. El arte del derecho. México: Iure Editores, 2004. Pág. 27.
CALAMANDREI, Piero. La Casación Civil. Tomo II. Buenos Aires: Editorial
Bibliográfica Argentina, 1945. pág. 289.
3
4
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sentido que le indiquen las premisas o enunciados que de
aquellos resultan. Una vez superado el juicio crítico y el juicio
histórico –sostiene Carnelutti–, el sentenciador “no es tan
libre de juzgar como se cree”, pues “podría decirse que de
forma excepcional el primero y regularmente el segundo,
siguen un camino obligado. Aquí se presenta el problema que
los juristas denotan con la fórmula de ‘aplicación de la ley al
hecho’, y el cual en propiedad concierne a la combinación de
lo abstracto y lo concreto”.5
En esta segunda etapa, precisamente, se pueden
presentar falencias en la labor de interpretación, en cuyo
caso se incurre en una violación de la ley en sentido estricto,
pues se niega directamente el precepto legislativo o se
desconoce la voluntad abstracta de la ley. Mientras que si el
fallador yerra al establecer la relación de semejanza o de
diferencia que existe entre el caso particular concreto
jurídicamente cualificado y el hecho específico hipotetizado
por la norma (hecho específico legal), entonces se comete un
error de “falsa aplicación de la ley”, esto es un error de
subsunción del caso particular bajo la norma. De igual modo
puede ocurrir que el equívoco se presente ya no por la
existencia o por la interpretación de la ley ni por la
subsunción, sino al extraer de premisas correctas (legales y
fácticas) una conclusión que no deriva de ellas, en cuyo
evento se cae en un error de razonamiento.
5
CARNELUTTI, Franceso. Op. Cit. Pág. 28.
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Ahora bien, no debe pasarse por alto que la
primera etapa a la que se ha hecho alusión se encuentra
delimitada por las normas que regulan la incorporación y
valoración de las pruebas, por lo que es en ella donde puede
presentarse el error de derecho si el juez infringe los
preceptos que disciplinan el mérito probatorio dentro del
proceso.
También puede darse la hipótesis de que el
enunciado fáctico esté conformado no por un hecho de la
naturaleza sino por una institución o un hecho jurídico, como
cuando se trata de establecer si una de las partes tiene la
calidad de poseedora, o si lo que se debate es la existencia
de un contrato. En tales supuestos, lógicamente, el juez
tendrá que entrar en consideraciones de tipo jurídico que
pueden dar lugar a errores, incluso, por violación directa de la
ley sustancial, aunque no se esté propiamente en la labor de
subsunción final.
Mas, si de lo que se trata es de establecer el nexo
de
causalidad
que
puede
existir
entre
dos
hechos
debidamente probados en el proceso, entonces el eventual
error en la formulación del enunciado fáctico sólo puede ser
de hecho y jamás de derecho, dado que no hay ninguna
disposición en el ordenamiento procesal civil que indique la
manera en que debe inferirse la relación de causalidad; como
no podría haberla, dado que tal labor -se reitera- es una
operación del entendimiento humano.
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En el mismo sentido se han pronunciado la
jurisprudencia y la doctrina extranjeras, al considerar que la
determinación de la causa del daño “y si entre éste y el hecho
ilícito existe o no esa relación, es una cuestión de hecho que
los jueces del fondo establecen privativamente”, y que puede
ser revisada en casación, por la vía de la causal primera –
yerro fáctico– si el razonamiento que a tal conclusión conlleve
se muestra contraevidente.6
En suma, como el error in judicando puede darse
tanto en la premisa mayor como en la premisa menor del
silogismo, o como lo explica Calamandrei, puede verificarse
tanto en la quaestio iuris como en la quaestio facti, entonces
hay que tener especial cuidado a la hora de identificar el tipo
de equívoco al que alude el recurrente, a fin de precisar si se
trata de un vicio de razonamiento al establecer el postulado
normativo o, como ocurre en el sub judice, de un error en la
formulación del enunciado fáctico.
En consecuencia, si el recurrente pretendía rebatir
la conclusión a la que llegó el Tribunal respecto de la
inexistencia del nexo de causalidad, entonces debió dirigir su
acusación por la vía del error de hecho y no por la del de
derecho, siendo esa confusión técnica una razón más para
declarar el fracaso del cargo.
ALESSANDRI RODRIGUEZ, Arturo. Responsabilidad extracontractual en el derecho
civil. Santiago de Chile: Ediar Editores Ltda., 1983. Pág. 249.
6
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2. SEGUNDO CARGO
Con base en la causal primera de casación, el
demandante atacó la sentencia de segunda instancia por
violación indirecta de los artículos 63, 2341, 2342, 2343 y
2359 del Código Civil, como consecuencia del error de hecho
cometido por el Tribunal por la “omisión absoluta” de las
siguientes pruebas:
i) La experticia rendida por el perito Jaime
Barbosa Rodríguez, en la que se cuantificaron los daños
irrogados
a
los
demandantes
con
ocasión del paro
cardiorrespiratorio sufrido por X X X X X X X X X X X X
X X X X. [Folio 33]
ii) La comunicación enviada por Microsoft a X X
X X X X X X X X en diciembre de 1998, mediante la cual
se le hizo un reconocimiento a su esfuerzo y dedicación, y se
le otorgó el premio a la combatividad y a la persistencia por
su perseverancia en el logro de las metas de la empresa; lo
cual deja en evidencia que la labor desempeñada por el
trabajador rebasaba los límites de lo normal, siendo esa
circunstancia auspiciada por las demandadas. [Folio 35]
iii) Carta remitida por Microsoft a X X X X X X
X X X X el 1 de febrero de 1999, en la que le informa sobre
el otorgamiento de una bonificación por su empeño personal
en el trabajo. [Folio 37]
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iv) Comunicación de 10 de agosto de 1999, en la
que Microsoft le informó a X
X
X
X
X
X sobre un
incremento en su salario, como reconocimiento a su
desempeño laboral. [Folio 38]
v) Informe médico de ingreso de X X X X X X
X X X X X a Microsoft, que reposa en su Historia Clínica
Ocupacional, donde consta que el médico de riesgos
profesionales resaltó la existencia de una deficiencia
cardíaca, por lo que recomendó “evitar en lo posible labores
extenuantes físicamente”. [Folio 39]
vi) Copia de la sentencia dictada el 24 de junio de
2004 por el Juzgado Tercero Laboral del Circuito de Bogotá,
y confirmada por el Tribunal Superior del Distrito Judicial de
esa ciudad, en la que se condenó a Branch of Microsoft
Colombia Inc. al pago de las vacaciones adeudadas a X X X
X X X X; “de cuyo contenido se deduce que las empresas
demandadas no cumplieron con su legal obligación de darle
un descanso remunerado al trabajador (…), puesto que en
lugar
de
darle
el
descanso
mencionado
le
hicieron
compensación en dinero. [Folio 40]
vii) Testimonio de Martha Lucía Urrea, Gerente
Regional de Recursos Humanos de Microsoft, en el que
declaró que al revisar la carpeta del empleado pudo constatar
que desde un comienzo la empleadora conocía de la
enfermedad que padecía X X X X X X X X X X X; de
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cuya prueba el recurrente infirió que las demandadas
“asumieron todos los riesgos de dicha anomalía”. [F. 43]
viii) La confesión contenida en la contestación de
la demanda, en la que las demandadas admitieron que X X
X
X
X
X
X declaró desde un comienzo la disfunción
cardiovascular que padecía, la cual fue confirmada durante el
examen médico de ingreso realizado el 12 de agosto de 1998
por el médico de la empresa de riesgos profesionales. [44]
ix) La declaración de Gerardo Posada de Las
Casas, quien confirmó los esfuerzos extenuantes y gravosos
ejecutados por X X X X X X X X X, con “horarios de
trabajo entre las 8:00 a.m. hasta el otro día a las 3:00 a.m.,
sin consideración de ninguna especie, a pesar de tener pleno
conocimiento de sus dolencias cardíacas”. [Folio 47]
Todas esas pruebas, a juicio del recurrente,
demuestran que X X X X X X X X X X X X era un
trabajador excepcional; que rebasaba sus límites en el
desempeño de las labores que le encomendaron; que
constantemente recibía incentivos para “seguir desempeñándose como trabajador fuera de lo natural y de lo común, al
margen
del
marco
extracontractual)”;
del
que
contrato
incluso
las
de
trabajo
(culpa
demandadas
lo
compararon con un “kamikaze”, o sea un guerrero suicida;
que nunca disfrutó de los períodos de vacaciones a que tenía
derecho; y que era natural que esa labor le trajera como
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consecuencia cansancio, estrés y desesperación, lo que
desencadenó el accidente del 9 de enero de 2000. [F. 53]
Esos elementos de juicio demostrarían, además,
que las demandadas conocían la condición médica de X X X
X
X
X
X
X
X
X, por lo que “asumieron todas las
consecuencias y riesgos a que estaba expuesto”, es decir
que “habiendo prevenido, en virtud del examen médico los
posibles daños graves que podía ocasionarle la dolencia a X
X X X, confiaron imprudentemente en poder evitarlos que es
precisamente el hecho culposo extracontractual alegado”.
El desconocimiento de esas pruebas –agregó el
casacionista– condujo al Tribunal a violar indirectamente el
artículo 2341 del Código Civil, pues no vio en ellas el nexo
causal que liga la conducta de las demandadas con el
resultado lesivo sufrido por los demandantes. De no haber
sido por esas omisiones, la decisión del ad quem habría sido
enteramente distinta a la que ahora se cuestiona. En tal
virtud, pidió que se case la sentencia para que, en su lugar,
se profiera una nueva que acoja el pedido de los actores.
[Folio 57]
CONSIDERACIONES
1. En materia de responsabilidad civil, la causa o
nexo de causalidad es el concepto que permite atribuir a una
persona la responsabilidad del daño por haber sido ella quien
lo cometió, de manera que deba repararlo mediante el pago
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de una indemnización. El artículo 2341 del Código Civil exige
el nexo causal como uno de los requisitos para poder imputar
responsabilidad, al disponer que “el que ha cometido un
delito o culpa, que ha inferido daño a otro, es obligado a la
indemnización…”. (Se resalta)
Cometer un delito o culpa significa entonces,
según nuestro ordenamiento civil, realizar o causar el hecho
constitutivo del daño resarcible; aunque ese hecho no tiene
que ser necesariamente el resultado del despliegue de un
acto positivo, sino que bien puede acontecer por abstenerse
de ejecutar una acción cuando se tiene el deber jurídico de
actuar para evitar o prevenir una lesión. Es decir que la
responsabilidad
también
puede
tener
lugar
por
una
abstención u omisión en la acción.
La verificación del nexo causal no ha sido nunca
tarea fácil en derecho, como no lo puede ser si se tiene en
cuenta que aún en el ámbito de la filosofía de la ciencia ha
sido un tema de continuo desarrollo y revisión alrededor del
cual se ha generado un debate de dimensiones propias: el
problema de la causalidad.
Es así como a partir de los estudios que se han
hecho en el campo filosófico, la disciplina jurídica ha tomado
nociones comunes a todas las ciencias para aplicarlas a los
casos particulares en los que se discute la atribución de
responsabilidad a una persona.
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Sin embargo, no siempre la causalidad física
coincide con la causalidad jurídica, toda vez que en el campo
del derecho la cadena causal no se toma en su estricto
sentido naturalista, sino que se encuentra impregnada de una
serie de valores culturales que permiten escoger, de entre
una
serie
de
hechos,
sólo
aquéllos
que
resultan
verdaderamente relevantes para endilgar responsabilidad; de
ahí que se hable de una causalidad adecuada.
Por manera que en la juridicidad un hecho puede
ser consecuencia de otro y, sin embargo, ese solo nexo no
resulte suficiente para imponer la obligación de indemnizar
por los daños que de aquél se deriven. O el caso contrario,
donde una consecuencia lesiva puede atribuirse a alguien
aunque no haya intervenido físicamente en el flujo causal.
Es en este punto donde gana importancia el
concepto de juicio de imputación causal, el cual permite
identificar no solo a la persona que debe indemnizar sino
también hasta dónde el autor de una de las condiciones de la
cadena causal tiene el deber de resarcir los perjuicios que
resulten del hecho desencadenante.
2.
El problema de la causalidad adquiere
especiales connotaciones en derecho cuando se reconoce
que el hecho lesivo, al igual que todo hecho natural, puede
ser la consecuencia de una pluralidad de circunstancias que
no siempre son identificables en su totalidad, por cuanto tal
propósito supondría un regreso al infinito; de suerte que
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intentar aislar o graduar con precisión cuál fue la causa
eficiente resulta en muchas ocasiones imposible. A esa
pluralidad de causas se le puede llamar “concausas” o
“causas adicionales”, y el problema que suscita solo puede
ser resuelto a partir del análisis del concepto de imputación
jurídica.
Si varios hechos o acciones tienen la aptitud
jurídica suficiente para producir el perjuicio sobreviniente, de
suerte que todos ellos hayan cooperado en su realización,
entonces se estará frente a una causalidad conjunta, que
comporta una imputación plural en contra de todos sus
autores.7 Esta es la regla contenida en el artículo 2344 del
Código Civil, según la cual “si un delito o culpa ha sido
cometido por dos o más personas, cada una de ellas será
solidariamente responsable de todo perjuicio procedente del
mismo delito o culpa, salvas las excepciones de los artículos
2350 y 2355.”
Si el hecho lesivo es generado por la acción
independiente de varias personas, sin que exista convenio
previo ni cooperación entre sí, “pero de tal suerte que aún de
haber actuado aisladamente, el resultado se habría producido
lo mismo”,8 entonces surge la hipótesis de la causalidad
acumulativa o concurrente, una de cuyas variables es la
contemplada en el artículo 2537 del ordenamiento civil, que
prevé la reducción de la apreciación del daño cuando la
GOLDENBERG, Isidoro. La relación de causalidad en la responsabilidad civil. Buenos
Aires: Editorial Astrea, 1981. Pág. 141.
8 Ibid. Pág. 150.
7
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víctima interviene en su producción por haberse expuesto a él
imprudentemente.
Otro evento que cae bajo la órbita de las
concausas tiene lugar cuando el resultado dañoso se produce
por la confluencia consecutiva o alternativa de varios hechos
o actos que, a pesar de tener injerencia en la producción
natural de la consecuencia, no resultan jurídicamente
relevantes porque solo una de ellas se considera con aptitud
suficiente para endilgar responsabilidad, excluyendo o
eliminando a todas las demás. En este caso la concausalidad
se predica únicamente en el ámbito natural, toda vez que en
la esfera del derecho solo una causa tendrá trascendencia
normativa. Esta situación da lugar, entonces, a un tipo de
causalidad disyuntiva.
Las anteriores hipótesis son solo algunas de las
que pueden llegar a presentarse en los casos que son objeto
del derecho, toda vez que la complejidad que entraña la
existencia de flujos causales da lugar a innumerables
suposiciones imposibles de prever en su totalidad, teniendo
cada una de ellas una solución diferente de conformidad con
el valor que se encuentre previsto en el ordenamiento
jurídico.
Por regla general, las situaciones que caen bajo la
órbita de la causalidad conjunta y de la causalidad
concurrente se encuentran contempladas en el régimen legal
de atribución de responsabilidad, de suerte que la vinculación
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material de los autores o partícipes de las acciones
generadoras de causas adecuadas y el alcance de la
obligación resarcitoria que les asiste, se hallarán en el propio
sistema normativo.
No ocurre lo mismo en presencia de la causalidad
disyuntiva o excluyente, porque frente a la existencia de
varias causas naturalmente eficientes, es el sentenciador
quien debe escoger entre ellas la que resulta jurídicamente
relevante, desechando todas las demás, para posteriormente
imputar la responsabilidad que la norma presupone.
Como puede observarse, la fijación del nexo de
causalidad es la labor del juez que permite identificar los
hechos que revisten verdadera trascendencia normativa y
que, posteriormente, harán parte de la premisa menor del
silogismo
jurídico;
por
lo
que
su
estudio
atañe
a
circunstancias de facto, es decir a una reconstrucción
histórica de los supuestos de hecho que surgen del caudal
probatorio recopilado en la actuación.
Ahora
bien,
para
establecer
ese
nexo
de
causalidad es preciso acudir a las reglas de la experiencia, a
los juicios de probabilidad y al sentido de la razonabilidad,
pues solo éstos permiten aislar, a partir de una serie de
regularidades previas, el hecho con relevancia jurídica que
pueda ser razonablemente considerado como la causa del
daño generador de responsabilidad civil.
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Sin embargo –ha sostenido esta Corte– “cuando
de asuntos técnicos se trata, no es el sentido común o las
reglas de la vida los criterios que exclusivamente deben
orientar la labor de búsqueda de la causa jurídica adecuada,
dado que no proporcionan elementos de juicio en vista del
conocimiento especial que se necesita, por lo que a no
dudarlo cobra especial importancia la dilucidación técnica que
brinde al proceso esos elementos propios de la ciencia –no
conocidos por el común de las personas y de suyo sólo
familiar en menor o mayor medida a aquéllos que la
practican– y que a fin de cuentas dan, con carácter general
las pautas que ha de tener en cuenta el juez para atribuir a un
antecedente la categoría jurídica de causa. En otras palabras,
un dictamen pericial, un documento técnico científico o un
testimonio de la misma índole, entre otras pruebas, podrán
ilustrar al juez sobre las reglas técnicas que la ciencia de que
se trate tenga decantadas en relación con la causa probable
o cierta de la producción del daño que se investiga. Así, con
base en la información suministrada, podrá el juez, ahora sí
aplicando las reglas de la experiencia común y las propias de
la ciencia, dilucidar con mayor margen de certeza si uno o
varios antecedentes son causas o, como decían los
escolásticos, meras condiciones que coadyuvan pero no
ocasionan…”9
Esta caracterización del nexo causal supone,
además, la interrupción de una cadena de circunstancias
cuando en ella intervienen elementos extraños tales como los
9
Corte Suprema, Sala de Casación Civil. Sentencia 6878 de 26 de septiembre de 2002.
A.E.S.R. Exp. 11001-31-03-028-2002-00188-01 35
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casos fortuitos o los actos de terceros que tienen la
virtualidad suficiente para erigirse en el hecho generador del
daño y, por tanto, excluyente de todos los demás.
También se rompe ese nexo de causalidad
cuando el daño es imputable a la víctima, pues en muchas
circunstancias es ella misma quien
da origen a la
consecuencia lesiva, bien voluntaria ora involuntariamente,
como cuando concurren en ella ciertas particularidades que
son obra del infortunio.
3. Y fue, precisamente, esta última hipótesis la
que se radicó en la convicción del sentenciador para eximir
de responsabilidad a la demandada, toda vez que a partir de
las pruebas recopiladas en la actuación y, principalmente, de
la prueba científica, logró constatar que el padecimiento de
una enfermedad congénita fue la causa adecuada de las
lesiones en la salud y posterior muerte del familiar de los
demandantes.
Entonces no fue que el Tribunal dejó de observar
materialmente el caudal probatorio sino que, precisamente, a
partir del análisis en conjunto de todos esos elementos de
juicio, concluyó que el daño sufrido por el trabajador no fue
consecuencia del supuesto estado de estrés en el que se
encontraba.
Por consiguiente, por muy bien que el ad quem
hubiera valorado la prueba testimonial por cuya supuesta
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omisión se planteó el cargo, de todas maneras la conclusión
a la que habría llegado sería la misma: que no existe
evidencia de que el estado en el que se encontraba el
trabajador pudiera ser considerado como una patología con la
entidad suficiente para causar su muerte; por lo que no
encontró elementos de juicio para atribuir responsabilidad a
las demandadas.
Por lo demás, no le asiste razón al recurrente
cuando acusa a la sentencia de no haber valorado los
testimonios que, en su sentir, acreditaban un trastorno de la
conducta, dado que el Tribunal de modo expreso admitió que
es cierto que los testigos afirmaron que “X X X X X X X X
X X X X X X X , durante el tiempo que trabajó en Branch
of Microsoft Inc., cumplía con fuertes cargas de trabajo y,
además, que se encontraba, por tal motivo, en situación de
cansancio y estrés” [f. 44, c. 10]; sólo que no halló la prueba
para poder conectar ese hecho con el resultado sufrido por la
víctima.
Así, de entre los posibles factores generadores
del daño, el fallador halló probado que la insuficiencia
cardíaca del trabajador fue lo que le produjo el accidente
cerebral que a la postre acabó con su vida, lo cual encontró
demostrado con la historia clínica y el dictamen del médico
experto. En consecuencia, al no haber sido atacado ese
razonamiento, la censura se muestra, sin lugar a dudas,
desenfocada, intrascedente e incompleta.
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En suma, el actor desplegó todos sus esfuerzos a
la constatación del estado de estrés que sufría X X X X X
X X X X X X X X X, pero en ningún momento logró
demostrar que esa perturbación fuera el resultado de la
conducta asumida por la empleadora; que tuviera una
magnitud y características suficientes para ser considerada
como una enfermedad profesional; ni mucho menos que se
constituyera en la causa adecuada del evento acaecido el 9
de enero de 2000.
Ahora bien, no es descartable prima facie que el
estrés laboral pueda llegar a constituir un factor generador de
enfermedades más graves o, incluso, de la muerte de una
persona; pero el grado de probabilidad de tal hipótesis debe
quedar plenamente acreditado dentro del proceso, de suerte
que la simple conjetura ceda el paso a la certeza.
Tampoco se niega que en las sociedades
altamente
industrializadas
y
con
grandes
avances
tecnológicos e informáticos, es cada vez más común que se
produzca la muerte de algunos trabajadores por exceso de
trabajo, pudiendo endilgarse la responsabilidad por ese
hecho
al
empleador.
Sin
embargo,
por
cuanto
esa
circunstancia es la consecuencia de una enfermedad de tipo
laboral, es el profesional de la medicina el encargado de
dictaminarla; pero no una persona inexperta, aunque esta
última haya sido muy cercana a la víctima.
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De hecho, el Decreto 2566 de 7 de julio de 2009,
emanado del Ministerio de la Protección Social, adoptó la
Tabla de Enfermedades Profesionales, y dentro de éstas
incluyó las “patologías causadas por estrés en el trabajo”.
Luego, nadie está mejor facultado que el médico para
dictaminar el padecimiento de un estado de estrés laboral y la
incidencia de éste en otras patologías conexas.
De ahí que si el dictamen pericial y la historia
clínica demostraron que la enfermedad congénita que
padecía el occiso fue el factor desencadenante del perjuicio
sufrido, entonces el criterio adoptado por el ad quem se
muestra razonable, contrario a lo que fuera alegado por el
recurrente.
De manera que si el actor pretendía imputar
responsabilidad a las demandadas por considerar que el
cansancio laboral extremo fue la causa del daño cuya
reparación se reclama, entonces debió acreditar plenamente
esa circunstancia por medio de la prueba más idónea, pero
no dejarla relegada al terreno de la mera especulación.
En ese orden, el recurrente estaba obligado a
aportar al proceso los elementos de convicción que
permitieran establecer, sin ningún asomo de duda, que el
estrés laboral padecido por el trabajador fue originado por el
empleador y que, a su vez, ese trastorno fue la causa
adecuada y exclusiva del perjuicio sufrido.
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Por el contrario, lo que el Tribunal pudo constatar
a partir de varios de los testimonios escuchados en la
actuación fue que el occiso era un trabajador fuera de lo
normal, al punto de ser considerado como un “kamikaze”;
circunstancia que fue planteada de igual modo en la
sustentación del recurso extraordinario. Por lo tanto, nadie
más que la propia víctima debió ser consciente y garante de
su propia patología, que le impedía ejecutar labores
extenuantes y realizar actos especialmente nocivos para su
estado de salud como fumar y beber, los cuales, también
fueron corroborados por los testigos.
Las reglas de la experiencia permiten inferir, de
igual forma, que en una economía de mercado y en
desarrollo
como
la
nuestra,
se
dé
mayor
valor
y
reconocimiento a los empleados que se esfuerzan más de lo
normal para lograr los objetivos de la empresa; pero esa
circunstancia no constituye, per se, un factor desencadenante
de estrés laboral, pues éste bien puede deberse a otra serie
de condiciones personales, familiares o sociales. Como
tampoco puede afirmarse que el incentivo al trabajo desborde
los roles normales que desarrolla una compañía del tipo de
las demandadas.
En el mismo orden, es cada vez más común que
los trabajadores de cierto rango de edad y nivel de formación
dediquen, por propia voluntad, muchas horas de trabajo
dependiente o independiente a fin de lograr sus metas y
ambiciones en un corto plazo. Mas esa circunstancia no
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significa necesariamente que el esfuerzo personal del
trabajador, por muy arduo que sea, pueda atribuirse
objetivamente al empleador.
En consecuencia, si el argumento expresado por
el fallador no se muestra abiertamente contraevidente,
entonces la exposición de puntos de vista antagónicos no
puede considerarse como una demostración del error de
hecho, faltando en este caso el requisito exigido por el
segundo inciso del artículo 374 de la ley procesal.
Memórese que frente a ese específico tema esta
Corte tiene establecido que el fallador de segundo grado
“goza de una ‘discreta autonomía’ para valorar los diferentes
elementos de convicción arrimados al plenario y, por ende,
sus conclusiones al respecto tienen la especial característica
de ser intangibles en casación, mientras el recurrente no
logre demostrar con certeza que el ad quem al efectuar el
examen probatorio y jurídico cometió yerro notorio de hecho o
uno de valoración, por cuanto la disímil apreciación que de la
prueba haga el censor a través del aludido recurso no es
suficiente por sí misma para aniquilar o anonadar la
providencia impugnada, ni siquiera en el eventual caso en
que la Corporación pueda separarse del estudio que haya
hecho el juzgador para admitir como más razonable la
conclusión objeto de ataque…”10
10
Corte Suprema. Sala Civil. Sentencia Nº 80 de 18 de septiembre de 1998.
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4. Por último, el recurrente adujo que las pruebas
omitidas por el Tribunal dan cuenta de que el empleador tenía
pleno conocimiento del estado de salud del trabajador y que,
por ello, asumió todos los riesgos derivados de esa situación;
frente a lo cual basta con señalar que esa acusación no dice
relación a los aspectos que son susceptibles de ser
ventilados por la vía indirecta por error de hecho manifiesto
en la apreciación de las pruebas, sino que atañe, de manera
exclusiva, a un reproche de estirpe eminentemente jurídica,
propio de la jurisdicción laboral, por demás.
En efecto, si el empleador asumió o no un riesgo
al contratar al trabajador a sabiendas de su padecimiento
congénito, esa es una consecuencia derivada de las
obligaciones adquiridas a partir de la suscripción del contrato
de
trabajo,
ajena,
desde
luego,
al
régimen
de
la
responsabilidad común por los delitos y las culpas. Por lo que
esta acusación se torna desenfocada al pretender reemplazar
el parámetro de responsabilidad extracontractual sobre el que
se
sustentó
la
sentencia,
por
el
reconocimiento
de
obligaciones derivadas de una relación laboral.
Por todas las razones que se han dejado
consignadas, este cargo tampoco está llamado a prosperar.
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III. DECISIÓN
En mérito de lo expuesto, la Corte Suprema de
Justicia, en Sala de Casación Civil, administrando justicia en
nombre de la República y por autoridad de la ley, NO CASA
la sentencia proferida el 23 de abril de 2010 por la Sala Civil
del Tribunal Superior del Distrito Judicial de Bogotá D.C.,
dentro del proceso ordinario de la referencia.
Costas del recurso extraordinario a cargo de la
parte recurrente. Tásense por Secretaría, incluyendo como
agencias en derecho la suma de $6’000.000.
FERNANDO GIRALDO GUTIÉRREZ
MARGARITA CABELLO BLANCO
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RUTH MARINA DÍAZ RUEDA
(Con impedimento aceptado)
ARIEL SALAZAR RAMÍREZ
ARTURO SOLARTE RODRÍGUEZ
JESÚS VALL DE RUTÉN RUIZ
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