La Responsabilidad Civil y Penal en los accidentes del trabajo se señala al prevencionista o experto

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La Responsabilidad Civil y Penal en los
Accidentes del Trabajo
El presente tema se sitúa en la frontera de tres disciplinas jurídicas: La
del Derecho Civil, rama que se ocupa de la responsabilidad civil; la del Derecho
Penal, que se ocupa de la responsabilidad penal y la del Derecho del Trabajo y
Seguridad Social, que se ocupa de la prevención de riesgos laborales y del
seguro obligatorio por accidentes del trabajo y de las enfermedades
profesionales.
En nuestra organización occidental, de origen judaico cristiana, la
proposición ética mayor es dar la vida por un semejante. En materia de
prevención de riesgos, la manifestación ética mayor es preocuparse por la
salud del otro. Sin embargo, la falta de seguridad en la empresa constituye la
principal causa de accidentes del trabajo o enfermedades profesionales.
En Chile, anualmente se producen aproximadamente 50.000 accidentes
del trabajo, los que involucran 8.500.000 días de trabajo perdido, con un costo
directo de US$ 200.000.000 y US$ 3.000.000.000 por concepto de costos
indirectos. Por lo tanto, en estas circunstancias no sólo se lamenta el daño
sufrido por el trabajador accidentado, sino que además, se arriesga el
patrimonio de la empresa y asimismo, se puede llegar a comprometer la
libertad personal de los dueños, administradores o gerentes y, en su caso, la
de los trabajadores de ella. Por tanto, la seguridad laboral además de constituir
un deber moral y una obligación legal, es una responsabilidad social, sin
perjuicio de que su cabal cumplimiento involucra una conveniencia económica
y una ventaja comparativa en el desarrollo de la actividad empresarial.
En Chile, existe una abundancia extrema en disposiciones a las que
hay que atenerse en el cumplimiento de las exigencias laborales que ordenan
el resguardo de la vida y la salud de los trabajadores. Además de los
Convenios de la Organización Internacional del Trabajo, aprobados por el
Congreso nacional y por consiguiente, constituidos en leyes de la República, la
propia Constitución se refiere a la Garantías Constitucionales entre las que
destacan el Derecho a la Salud (física y síquica) y a la Vida; el Derecho a la
Dignidad de la persona humana; el Derecho a la Seguridad Social, que
involucra las políticas de Seguros Sociales en los que se encuentra el Seguro
Social contra accidentes del trabajo y enfermedades profesionales.
Agreguemos los Derechos a vivir en un medio ambiente libre de contaminación;
la garantía de la igualdad ante la Ley y todos los derechos fundamentales
relacionados directamente con el trabajo.
El Código del Trabajo, en su artículo 184 impone al empleador el
imperativo social de la seguridad de sus trabajadores, estableciendo que
éste se encuentra obligado a tomar todas las medidas necesarias para proteger
eficazmente la vida y salud de los trabajadores, manteniendo las condiciones
adecuadas de higiene y seguridad en las faenas como también los
implementos necesarios
profesionales.
para
prevenir
accidentes
y
enfermedades
En concordancia con este principio doctrinario e imperativo legal, la Ley
de Accidentes del Trabajo y sus reglamentos, contienen exigencias similares
relativas al control de los riesgos laborales. Entre otras, se impone al
empleador la obligación de implementar todas las medidas de higiene y
seguridad en el trabajo que les prescriban los servicios de salud o el respectivo
organismo administrador; proporcionar los equipos e implementos de
seguridad; informar de los riesgos laborales inherentes a las funciones de los
trabajadores y de las medidas de control de los mismos. Se le imponen
además, condiciones sanitarias y ambientales básicas en los lugares de
trabajo, y otras exigencias contenidas en dispersas reglamentaciones para la
prevención de los riesgos en actividades específicas, tales como, minería,
puertos, faenas de almacenajes de combustibles, etc., todas ellas destinadas a
regular el denominado “deber general” de protección del trabajador.
Cabe entonces preguntarse, ¿Cuál es la consecuencia para el
empleador si a causa de la omisión del imperativo de adoptar las medidas de
seguridad, sus trabajadores son víctimas de accidentes del trabajo o de
enfermedades profesionales, de los que se deriven secuelas invalidantes o la
muerte?.
En primer lugar, los conceptos de accidentes del trabajo y
enfermedades profesionales son técnicos y se definen legalmente por la Ley Nº
16.744
Así, por accidente del Trabajo se entiende: “Toda lesión que una
persona sufra a causa o con ocasión del trabajo y que le produzca
incapacidad o muerte. (Artículo 5 inciso 1º); y porenfermedad
profesional comprendemos: “La causada de una manera directa por la
actividad que realice una persona y que le produzca incapacidad o
muerte. (Artículo 7 inciso 1º).
Ahora bien, la propia Ley Nº 16.744 sobre Accidentes del
Trabajo y enfermedades profesionales, en su artículo 69 prescribe,
que cuando el accidente del trabajo o la enfermedad profesional se
debe a culpa o dolo de la entidad empleadora o de un tercero, en
primer lugar, el Organismo Administrador que debió otorgar las
prestaciones del Seguro Social, las mutualidades o el Instituto de
Normalización Previsional (INP), podrán repetir en contra del
responsable del accidente por las prestaciones de Seguridad
Social que haya otorgado o deba otorgar, esto es, los valores de las
prestaciones médicas integrales, el costo de los subsidios,
indemnizaciones, pensiones de invalidez o de supervivencia, según
corresponda.
En segundo lugar, esta misma disposición otorga a la víctima y a las
demás personas a quienes el accidente o enfermedad cause daño, la facultad
de reclamar al empleador o terceros responsables del accidente, las otras
indemnizaciones a que tengan derecho, de acuerdo al derecho común, incluso
el daño moral.
De acuerdo a esta norma, en que se sustentan las acciones
indemnizatorias por los siniestros laborales, además de ser responsables
administrativamente, se responde de las acciones u omisiones culpables, es
decir, negligentes o descuidadas y de las acciones u omisiones dolosas, esto
es, aquellas en que medie la malicia o el ánimo de causar el daño (esto último
de muy difícil prueba). En el primer caso, (cuando media culpa), se habla de
un cuasidelito; en el segundo, se tipifica un delito, es decir, aún cuando el
resultado es el mismo - la lesión incapacitante o muerte del trabajador -, la
intención difiere y esto es lo que determina su clasificación.
En este punto, debemos hacer un paréntesis para distinguir entre los
conceptos de dolo y culpa.
El dolo, es definido en el Código civil como la intención positiva de
causar daño o perjuicio a la persona o propiedad de otro(artículo 44).
Este concepto se relaciona más con una concepción de carácter criminal
y las acciones realizadas con dolo se encuentran descritas específicamente en
el Código Penal.
Por su parte, la culpa, se vincula con la imprudencia en el actuar, es
decir una conducta realizada sin diligencia o el debido cuidado.
Este concepto se relaciona también con negligencia que es sinónimo de
descuido y omisión, dejar de hacer una cosa o hacer lo que no se debe.
La culpa a su vez, puede clasificarse, según el mismo Código Civil en:

Culpa grave: La cual consiste en no manejar los negocios ajenos
con aquél cuidado que aún las personas negligentes emplean en
los propios. Esta culpa equivale al dolo.

Culpa leve: Que es aquella falta de diligencia o cuidado que los hombres
emplean ordinariamente en sus negocios propios; y

Culpa levísima: la cual consiste en la falta de aquella esmerada diligencia
que un hombre juicioso emplea en la administración de sus negocios
importantes.
Ahora bien, para que la acción u omisión, culpable o dolosa, dé
lugar a indemnizaciones, es preciso que:
 De ella se derive un daño en el trabajador- definiéndose éste como
un detrimento, una merma física o síquica, inclusive aún, el daño
moral –; y,
 Que exista relación de causalidad entre ambos, de tal modo que de
no mediar aquella (la acción u omisión), no se hubiere producido
este efecto no deseado - el siniestro -, y su resultado - el daño -.
Así lo ha expresado también, nuestro Excelentísima Corte
Suprema, quien con fecha 21 de agosto de 1998, en causa Rol Nº
2085-98 de Santiago, expresó: “Para que exista un cuasidelito debe
existir una acción ejecutada o una omisión, respecto a normas legales
reglamentarias y un resultado derivado de esa acción u omisión y un
nexo causal entre ambos, dándose en la especie todos estos
requisitos”.
Por su parte, las acciones por el daño al trabajador producto de los
siniestros laborales, en los que haya mediado culpa o dolo del empleador,
pueden dirigirse para perseguir la responsabilidad civil y/o penal de los actores.
Analicemos brevemente cada una de
involucradas en el artículo 184 de la Ley Nº 16.744.
las
responsabilidades
1º Responsabilidad Administrativa:
Esta responsabilidad se encuentra establecida en el artículo 184
del Código del Trabajo, así como también en el artículo 183 del mismo
texto legal con relación a la subcontratación. Como ya se mencionó
anteriormente, estos artículos asentan el deber de protección eficaz
que tiene el empleador hacia el trabajador en cuanto a la vida y salud
de estos, ejecutando todas las medidas necesarias, manteniendo las
condiciones propias de higiene y seguridad en las faenas, y los
implementos necesarios para prevenir accidentes y enfermedades
profesionales.
Esta responsabilidad se deriva de la infracción a las normas de
seguridad establecidas en leyes y reglamentos y fiscalizadas por órganos
administrativos, como por ejemplo Código del Trabajo, Código Sanitario, Ley Nº
16.744, Decreto Nº 594, Ley Nº20.123 (con relación al artículo 66 bis de la Ley
Nº 16.744), Reglamento Nº 76, Reglamento de seguridad minera
(sernageomin), entre otros.
El procedimiento para hacer efectiva esta responsabilidad será a través
de un sumario administrativo o sanitario, el cual podrá ser reclamado ante los
tribunales de Justicia respectivos.


Entre las sanciones que esta responsabilidad puede derivar encontramos:
Multas, las cuales pueden oscilar entre 1 a 1000 UTM, según sea la
institución que realice la fiscalización. Estas multas pueden aumentar al
doble en caso de reincidencia.
Aumentos de la tasa de cotización adicional: Esta cotización está
determinada por la actividad económica que se desarrolla y obedece a una
cotización por riesgo presunto establecida en el Decreto Supremo Nº 110
del año 1968, que señala el listado de actividades económicas y la tasa que
le corresponde. Después de dos años de encontrarse la empresa adherida
a algún organismo administrador, es evaluada en los procesos establecidos
por el Decreto Supremo N° 67, que regula rebajas y recargos de la
Cotización Adicional Diferenciada, en aplicación de lo expresado en los
artículos 15 y 16 de la Ley Nº 16.744, proceso que se reitera cada dos
años, mediante los cuales se obtiene la tasa de siniestralidad efectiva de la
empresa, que permite establecer una tasa de cotización adicional
diferenciada por riesgo efectivo, que reemplaza la tasa presunta por
actividad económica, y en consecuencia corresponde a la realidad de cada
empresa.
Ahora bien, en aquellas empresas en que se han producido
accidentes y enfermedades, se generarán alzas de dicha cotización
adicional diferenciada, aumentándose de esta manera los costos de la
empresa.

Suspensiones: Recordemos que cada vez que se presenta un accidente
grave o fatal el empleador debe autosuspender la o las faenas afectadas.
De esta manera, si al momento de concurrir el organismo fiscalizador al
accidente laboral verifica que no se ha autosuspendido la faena por parte de
la empresa, éste ordenará la suspensión, sin perjuicio de las sanciones
pertinentes por esta falta.
Ratifica que esta medida está orientada a la protección de la vida y
seguridad de los trabajadores el dictamen Nº 4726/332 de 06 de octubre de
1998, que nos señala al respecto: “De esta manera, en la especie, forzoso
resulta convenir que el sentido y alcance del requisito de procedencia de la
medida de suspensión de labores que puede decretar el Inspector del Trabajo
cuando media infracción a la legislación laboral dice relación únicamente con
las normas que resguardan directamente la vida o salud del trabajador, y
no respecto de infracción a cualquier norma de la legislación laboral.

Clausura: El artículo 170 del Código Sanitario establece la clausura del
establecimiento, edificio, casas, locales o lugares de trabajo donde se
cometiere infracción a la normativa legal como una de sus medidas de
sanción, además de la cancelación de la autorización de funcionamiento o
de los permisos concedidos; con la paralización de obras; con el comiso,
destrucción y desnaturalización, cuando proceda.
2º Responsabilidad Civil:
Estas tienen por objeto resarcir el daño causado a bienes o
personas y, en consecuencia, la indemnización se fijará también en el
ámbito judicial, de acuerdo al menoscabo, al detrimento de la víctima,
esto es, a quienes el accidente cause perjuicio.
En esta responsabilidad civil debemos distinguir la responsabilidad
contractual y la extracontractual que se deriva.

Responsabilidad Civil Contractual: es la que proviene de la violación
de un contrato y consiste en la obligación de indemnizar al acreedor el perjuicio
que le causa el incumplimiento del contrato o su cumplimiento tardío o
imperfecto. Recordemos que el contenido del contrato es ley para los
contratantes y por tanto las partes se obligan recíprocamente por él y por el
Principio de la Buena Fe en el cumplimiento del contrato, como asimismo por
las normas de derecho público integradas al contrato, ejemplo: Ley 16.744 y
decretos reglamentarios.
Por otro lado, el artículo 2320 Código Civil expresa: “Toda persona es
responsable no sólo de sus propias acciones, sino del hecho de aquellos que
estuvieren a su cuidado”. A su vez, el artículo 2322 estipula: “Los amos
responderán de las conductas de sus criados o sirvientes, en el ejercicio de sus
respectivas funciones.

Responsabilidad Civil Extracontractual: proviene de la comisión de
un delito o cuasidelito civil, es decir, de un hecho ilícito, intencional o no, que ha
inferido injuria o daño a la persona o propiedad de otro.
Mientras la responsabilidad contractual supone una obligación anterior,
es decir, se produce entre personas ligadas por un vínculo jurídico
preexistente, la responsabilidad delictual o cuasidelictual supone la ausencia de
obligación, es decir, se produce entre personas jurídicamente extrañas, y es
por ello que el hecho ilícito es el que crea la obligación de reparar el daño.
Respecto del fundamento y extensión
extracontractual civil distinguimos distintas doctrinas:
de la responsabilidad
1.- Culpa in eligiendo vel vigilando: Esta doctrina postula que el empresario
sólo es civilmente responsable si se logra acreditar que ha incurrido
personalmente en una culpa al elegir, vigilar, dirigir o controlar al empleado que
directa o inmediatamente causó el daño respectivo. El derecho entiende que el
empresario, desde el momento en que contrató al dependiente y lo tiene bajo
sus órdenes e instrucciones, está obligado a vigilar su conducta para que
desempeñe con eficiencia y seguridad su encargo y evite así causar daños a
terceros. Por ello, si el dependiente causa daños, éstos se deben más a la
culpa del empleador que a la propia culpa del trabajador, por no haber usado la
debida diligencia en la elección del dependiente (“culpa in eligiendo”) y en su
fiscalización (“culpa in vigilando”).
Los fallos que se han pronunciado sobre esta materia rara vez
diferencian entre la acción de la empresa y la de sus dependientes.
Por el contrario, en general se describe la acción del dependiente que
ha causado el daño como una acción de la empresa misma, de
manera que acreditada la negligencia del autor, se radica la
responsabilidad directamente en la empresa para la que presta
servicios. Así por ejemplo, la Corte Suprema conociendo de un
Recurso de Casación, se pronunció sobre la responsabilidad que le
cabía a un Banco por el actuar negligente de uno de sus ejecutivos
que abrió una cuenta y otorgó una tarjeta de crédito a una persona
que suplantó la identidad de otra con la cédula de identidad de esta
última, todo ello con el consecuente daño que se derivó para el
suplantado. El Banco alegó en este caso como causal de exención de
responsabilidad el hecho de un tercero, consistente en la solicitud
(fraudulenta) de apertura de la cuenta corriente en cuestión, la que
generó posteriormente una deuda, que al no ser pagada tuvo como
consecuencia el descrédito del demandante. Sin embargo, la Corte
Suprema al igual que los tribunales de primera instancia, estableció la
existencia de negligencia del ejecutivo bancario, quien habría abierto
con premura la cuenta y sin el debido cuidado. Establecida así la
negligencia del agente, se dio por establecida también la
responsabilidad del banco (Exma. Corte suprema en recurso de
casación en el fondo, de fecha 10de noviembre de 2004).
Lo anterior da cuenta que en la práctica, resulta difícil para el
empresario acreditar que aún de haber mediado la mayor diligencia
posible de su parte tanto en la elección del dependiente como en su
fiscalización, el daño en cuestión se habría producido de igual forma,
dejando un margen muy escaso a la posibilidad de acreditar alguna
circunstancia eximente de responsabilidad, una vez que ha sido
acreditada la culpa del autor directo.
En los ordenamientos que recogen este sistema, la culpa del
empresario se presume “iuris tantum”, es decir, la víctima no tiene la carga
procesal de probar la negligencia del empresario demandado. Por este motivo
se concede siempre a éste último la posibilidad de probar que con la autoridad
y el cuidado que su calidad le confiere y prescribe no ha podido impedir el
hecho (la denominada prueba liberatoria).
En consecuencia, en estricta teoría:
a.
La responsabilidad civil del empresario es directa y no
subsidiaria. La víctima puede demandar directamente al
empresario sin necesidad de demandar primero, o conjuntamente
al menos, al dependiente que material y directamente causó el
daño respectivo. La responsabilidad del empresario y la del
dependiente/agente directo del daño son autónomas e
independientes.
b.
No se necesita culpa alguna en el dependiente o agente directo del daño
e, incluso, no es necesario que éste sea capaz de cometer delitos y
cuasidelitos civiles. Aquí basta la culpa del empresario demandado.
c.
El empresario demandado puede siempre eximirse de toda
responsabilidad mediante la llamada prueba liberatoria, es decir,
acreditando que con la autoridad y el cuidado que su respectiva calidad le
confiere y prescribe no ha podido impedir el daño.
d.
El empresario que ha indemnizado a la víctima no puede repetir contra su
dependiente por el total de lo pagado como indemnización pues, en el
fondo, paga una deuda propia.
Únicamente podría repetir contra su dependiente si logra acreditar que éste
incurrió en dolo o culpa personales y sólo por la parte o cuota que le
corresponda al dependiente culpable en la obligación indemnizatoria.
2. La responsabilidad vicaria, refleja o substituta: En este sistema el
empresario es objetivamente responsable de los daños que con dolo o culpa
causen sus dependientes en el ejercicio de sus funciones. En otras palabras,
una vez acreditada la culpa in operando del dependiente, el empresario no
puede eximirse de responsabilidad civil alegando haber empleado la debida
diligencia en la elección, vigilancia, dirección y control de sus dependientes. El
empresario es un verdadero garante de las culpas de sus dependientes y debe
responder frente a la víctima a la medida de un fiador solidario.
Por tanto, esta forma o esquema de concebir la responsabilidad civil del
empresario se caracteriza esencialmente por los siguientes 4 elementos:
a.
No es necesario acreditar culpa alguna en el empresario demandado, ni
éste puede eximirse probando haber empleado toda la diligencia y
cuidado que su calidad le confiere y prescribe para evitar el daño
respectivo. Su responsabilidad es estricta o sin culpa, pues no se le
concede la llamada prueba liberatoria. Esta deber es en garantía de las
culpas de sus dependientes.
b.
La víctima sólo debe acreditar la culpa en el dependiente que causó el
daño respectivo (culpa in operando). Una vez acreditada esta
circunstancia, su personal responsabilidad se "propaga" hacia el
empresario inocente. Por ello -en este esquema- es esencial que el
agente directo del daño sea capaz de cometer ilícitos civiles pues, en
caso contrario, no puede quedar personalmente obligado a indemnizar a
la víctima ni obligar, en repercusión o garantía, a su principal.
c.
Bajo esta perspectiva, y según lo determine el legislador respectivo, la
responsabilidad del empresario puede ser directa o subsidiaria. En el
primer caso, la víctima tendrá una acción directa contra el principal. En el
segundo caso, la víctima estará obligada a demandar - primero o, al
menos, conjuntamente - al dependiente/agente directo del daño.
d.
El empresario que paga a la víctima la respectiva indemnización puede
repetir por el total contra el dependiente culpable, pues éste es el único y
verdadero responsable de todo el daño causado a la víctima.
Como se puede apreciar, la responsabilidad vicaria del empresario es un
sistema intermedio entre la responsabilidad por culpa y la responsabilidad por
riesgo. Existen claramente dos centros de atribución del daño y dos criterios de
imputación diversos: el encargado o dependiente responde por culpa probada y
el empresario por garantía o fianza solidaria.
3. La responsabilidad civil del empresario por riesgo de empresa: Esta
doctrina surge como reacción a las limitaciones y problemas que plantea la
doctrina de la culpa frente al moderno quehacer empresarial, sobre todo
respecto de los daños causados con ocasión del ejercicio de actividades
industriales en economías altamente desarrolladas y competitivas.
Esta doctrina sostiene que el empresario es el sujeto que, en una
economía perfecta, se encuentra siempre en la mejor posición para prevenir los
accidentes inevitables y distribuir su costo entre un mayor número de sujetos,
ya sea a través del sistema de precios o de los seguros de responsabilidad
civil. El empresario, mejor que la víctima inocente, puede siempre pagar el
daño, internalizarlo como un costo propio de su actividad y redistribuirlo
mediante un alza de los precios de sus bienes y servicios o mediante la toma
de un seguro de responsabilidad civil, cuya prima será un costo más de su
actividad industrial.
En la práctica jurisprudencial comparada, esta doctrina se
aplica a los casos en los que el daño es la consecuencia más o menos
inevitable de la actividad propia de una determinada empresa, sin que
se pueda conocer con exactitud el grado de participación culposa o
negligente del factor humano (dependientes) de la misma y en la cual
el daño es altamente perjudicial para la salud y la integridad física de
las personas/víctimas del accidente.
Para esta doctrina, no todo daño indemnizable es el resultado de un
acto personal y culpable que merece una sanción civil, sino que muchos
accidentes se visualizan como el resultado estadísticamente calculable de toda
la actividad de una empresa proyectada en el mediano y largo plazo, es decir,
el perjuicio a la víctima inocente es causado por un conjunto más o menos
anónimo de elementos materiales y personales dentro de una empresa, sin que
la participación culpable de un determinado empleado tenga una relevancia
jurídica significativa.
En este esquema de solución, nuevamente surge un único centro de
atribución del deber jurídico de reparar (la empresa) y un único criterio
de imputación del daño causado (el riesgo de empresa).
Por otro lado, es necesario aclarar que el criterio del riesgo de
empresa no ha sido recogido expresamente por ningún Código Civil
moderno. Sin embargo, ha tenido cabida en el Derecho comparado.
Lo importante de retener de esta doctrina es que la responsabilidad del
empresario (operador) es directa y se basa en la titularidad de una
organización de bienes y personas que generan daños estadísticamente
inevitables en el mediano y largo plazo. Del acto personal y culpable se pasa a
la titularidad de una actividad empresarial económicamente organizada.
Nuestra doctrina nacional - que es un régimen de responsabilidad por
culpa presunta -, sostiene que el fundamento de la responsabilidad del
empresario es la culpa in eligendo vel vigilando del mismo. Es decir, el
fundamento de la responsabilidad del empresario en el código civil chileno
sería la omisión de la diligencia exigible en la selección, vigilancia, control y
dirección de sus empleados.
Con ello, la responsabilidad del empresario tiene el mismo fundamento que la
responsabilidad de los padres, tutores, jefes de colegio y escuelas y artesanos:
la culpa presunta del civilmente responsable. Así, todo daño causado por un
dependiente se debe más a la culpa de su empleador que a la del propio
agente directo del mismo.
En plena armonía con este fundamento, el empresario
demandado dispone siempre de una clara prueba liberatoria.
Acorde con esto, encontramos fallos de nuestros Tribunales que
recogen esta posición, verbigracia, fallo de nuestra Excelentísima. Corte
Suprema de fecha 27 de mayo de 1999 que expresa: “El empleador es un
deudor de la Seguridad a sus trabajadores”, o fallo de 01 de noviembre de
1987 emitido por el mismo tribunal que señala: “El empleador esta obligado a
tomar todas las medidas necesarias para proteger eficazmente la vida y salud
de sus trabajadores”.
Por otra parte, nuestra doctrina tradicionalmente ha señalado que para
que el empresario sea civilmente responsable de los daños causados por sus
dependientes deben concurrir los siguientes requisitos:
a.
Que el agente directo haya causado un daño a la víctima.
b.
La existencia de un vínculo de subordinación o dependencia entre el
agente directo y el empresario demandado.
c.
Ambos sujetos -el principal y el agente directo del daño- deben ser
capaces de delito y cuasidelito civil.
d.
Que el dependiente haya cometido un hecho ilícito pues si no hay dolo o
culpa en la persona que causó el daño, no puede perseguirse la
responsabilidad civil indirecta de la empresa que responde por aquél.
Además, se exige que el empresario demandado no haya podido
desvirtuar la presunción de culpa establecida en su contra.
e.
Que la víctima pruebe la culpa y la responsabilidad de la persona
subordinada.
f.
Que el dependiente haya obrado en el ámbito de la relación o vínculo que
lo liga al empresario.
Sin embargo, hay autores que señalan que esta posición doctrinaria
presenta ciertos problemas. En primer lugar, en cuanto a su adecuación
histórica, ya que esta doctrina no se ajustaría actualmente al sistema de la
moderna empresa. Hoy en día, existen nuevos sistemas de control automático
de la producción que han disminuido al mínimo la participación humana en el
control y en la vigilancia sobre la producción de bienes y servicios en gran
escala. En la práctica, se ha producido la despersonalización de la gran
empresa y la culpa in eligendo vel vigilando ha pasado a ser una total y
absoluta ficción.
Por otro lado, con el advenimiento de la revolución industrial,
han aparecido nuevas formas de energía y de transporte, nuevos
mecanismos de producción y de comercialización; nuevos inventos
que - por su especial configuración interna -, constituyen cosas en sí
peligrosas, que contienen acumulada un alto grado de energía y, con
ello, una alta probabilidad de que con su uso se liberen energías
fortuitamente y se causen daños a terceros inocentes, lo que reflejaría
una inadecuación práctica de la teoría en nuestros tiempos.
Por último, existiría una inadecuación técnica/positiva, ya que si el
empresario responde por culpa propia, ¿cómo se justifica que el Código Civil
en su artículo 2325 le autorice a repetir contra el dependiente por el total de lo
pagado a la víctima?
Este derecho de repetición por el total es una figura propia de
la responsabilidad vicaria o indirecta y no corresponde con un sistema
de responsabilidad por culpa presunta.
En estricta lógica, y de acuerdo al sistema de responsabilidad por culpa
propia, el empresario sólo podría repetir contra su dependiente culpable en la
cuota o parte que le corresponde en la obligación indemnizatoria y siempre que
se haya acreditado su culpa personal.
Por otro lado, si el empresario responde por culpa propia, no
se ve por qué se exige que el dependiente, agente directo del daño,
sea capaz de cometer delitos o cuasidelitos civiles y, más aún, que la
víctima pruebe dicha culpa. Debiera bastar con la culpa del
empresario y no ser necesaria la culpa del dependiente respectivo.
Asimismo, este esquema de culpa presunta dificulta enormemente la
posibilidad de explicar con claridad y coherencia la responsabilidad
extracontractual de las personas jurídicas.
Por último, otro problema técnico que plantea el esquema de la
responsabilidad por culpa presunta - tal cual está consagrado en
nuestro Código Civil - es la innecesaria identificación entre el supuesto
del artículo 2314 (responsabilidad por el hecho propio) y el del 2320 y
2322, todos del Código Civil (responsabilidad por el hecho
ajeno/dependiente). En realidad, ambos supuestos constituyen, en el
fondo, una responsabilidad por el hecho o culpa propia pues la culpa,
aunque se presuma, es siempre propia y personal.
Ahora bien, nuestro Código Civil dispone que todo daño que pueda
imputarse a malicia (dolo), o negligencia (culpa) de otra persona debe ser
reparado por ésta. Por lo tanto, la reparación se traduce en compensaciones.
En materia extracontractual la reparación es completa, esto es,
comprende todo el daño sufrido por la víctima, todo menoscabo que
experimenta un individuo en su persona y bienes, la pérdida de un
beneficio de índole material o moral de orden patrimonial o
extrapatrimonial. (artículo 2329 Código Civil “todo daño”).
En materia contractual el deudor sólo es responsable de los perjuicios
que se previeron o se pudieron prever al tiempo del contrato, salvo
que pueda imputársele dolo, en cuyo caso responde aún de los
imprevistos. (art.1558) y el daño moral.
Pero, si el hecho es constitutivo de delito o cuasi-delito, el/los autores tendrán
penas privativas de libertad.
Entre las prestaciones e indemnizaciones que se buscan
obtener a través de la responsabilidad civil contractual y
extracontractual encontramos:

Daño emergente: Que son los gastos o costos directos derivados del
accidente, como costos de hospitalización, los costos de medicamentos,
pérdida de remuneración por los días de incapacidad laboral, etc. ; Sin
embargo, debemos precisar que tratándose de accidentes del trabajo estos
gastos están cubiertos por las prestaciones médicas y económicas que
establece la Ley de Accidentes del Trabajo, por lo tanto, no se reparan por la
vía judicial. Aquí aplicamos lo establecido por el artículo 69 de la Ley Nº
16.744 con relación al derecho de repetir, el cual significa que el culpable
directo, ingeniero, supervisor, capataz, debe devolver el monto íntegro de los
dineros en que la administradora incurrió en la atención de la víctima, tales
como: Hospitalización, Cirugía. Uti, Uci, Farmacología, Prótesis, Rehabilitación,
etc.

Lucro cesante: Que es la pérdida de la legítima utilidad o ganancia
que la víctima deja de percibir a causa del accidente o enfermedad. El objeto
de esta indemnización es efectivamente compensatorio, debe reparar en justa
medida la pérdida de los ingresos esperados. Por este concepto, un trabajador
de 30 años de edad, que ha experimentado como secuela del accidente una
invalidez total permanente que le impide continuar desempeñando su trabajo,
puede solicitar una indemnización que corresponda al valor de su sueldo
proyectado hasta la fecha en que habría podido acogerse a pensión de vejez
(65 años de edad), incluyendo los correspondientes reajustes por el aumento
progresivo del ingreso.

Daño moral: Es definido como el dolor o sufrimiento que experimenta
una persona, que debe ser indemnizado (pecunia doloris). Es el precio del
dolor – “pretium doloris”- o daño que se causa a la dignidad, a la integridad
física y síquica del ser humano, a su derecho al “goce de la vida”, a
relacionarse con los demás, a la integridad corporal, la salud, el honor, la
esfera de la intimidad, la estabilidad síquica.
Sin embargo, la pena no es lo que se indemniza, el dolor en sí mismo,
aunque emane de un hecho ilícito, no es lo indemnizable. Lo que se indemniza
es el atentado concreto a los derechos de la personalidad (la vida, la integridad
física y psíquica, la familia, etc. Artículo19 Constitución Política de la
República).
De esta manera, el concepto de daño moral ha evolucionado desde una
concepción doctrinaria, que lo hacía radicar esencialmente en el efecto
psíquico que producía en los sujetos, en la conmoción en este orden, a un
concepto de daño moral que lo amplía a cualquier agresión constituida por la
violación de los derechos de la personalidad, y que no estén comprendidos en
los daños patrimoniales.
Por este concepto, se persigue la reparación de este daño que es de
carácter eminentemente subjetivo, y que como tal, siempre queda entregada a
la prudencia del juez. Es así como la muerte de un hijo o de un padre, o la
minusvalía de un pariente cercano, tienen valores reparativos tan diversos a
través de la jurisprudencia de nuestros tribunales cada día más abundante.
En razón de este daño encontramos variadas nociones:
 El precio del dolor de la víctima.
 La pérdida de la calidad de vida de la víctima
 La pérdida de la calidad laboral
 La pérdida del ánimo y deseo de vivir
 La víctima atacada por depresión y angustia.
 El dolor espiritual por pérdida de un ser querido.
Ahora bien, en el último tiempo, es cada vez más frecuente que
los trabajadores que sufren accidentes no sólo exijan el pago de las
prestaciones de seguridad social, sino que además demanden a sus
empleadores el pago de una indemnización adicional con base al
referido artículo 69 de la ley Nº 16.744, las cuales persiguen
usualmente el pago de los daños morales que ocasionan las
enfermedades o accidentes profesionales.
La ley no precisa quiénes tienen derecho a obtener estas
indemnizaciones por daño moral y como por este se ha entendido que es el
dolor o sufrimiento que le ocasiona al trabajador la ocurrencia de las lesiones y
- en caso de que él fallezca -, el dolor o sufrimiento que le ocasiona a sus
cercanos, los tribunales han aceptado indemnizar por este concepto al cónyuge
sobreviviente, a los hijos, a veces a los padres, hermanos, e incluso
convivientes, por lo que cuando fallece un trabajador es difícil determinar quién
va a demandar dicha indemnización y los fallos que existen al respecto han
generado situaciones complicadas.
Por otro lado, no hay límites claros en la práctica en cuanto a la
forma en que se cuantifica y valora el daño moral. Podemos
encontrarnos casos en que por una muerte las sentencias han fijado
$20 millones y en otros casos $100 ó $150 millones.
En general, este tema provoca una serie de consecuencias
económicas en el funcionamiento de las empresas, pues ellas ya
saben que si ocurre un accidente del trabajo pueden verse expuestos
al riesgo de que las demanden de perjuicios, riesgo que antes
prácticamente no existía pues sólo se acostumbraba a cobrar el
seguro de accidentes del trabajo. Ante ello, aumentar los niveles de
prevención y eventualmente tomar seguros adicionales de
responsabilidad civil, surgen como algunas alternativas para enfrentar
este nuevo panorama.
Entre los sujetos pasivos de responsabilidad civil, es decir, sobre quién
recaen las diversas acciones indemnizatorias por los accidentes del trabajo
encontramos en primer lugar, al empleador, ya que de acuerdo a nuestro
ordenamiento civil (artículo 2.320 del Código Civil), toda persona es
responsable de sus propias acciones, se responde del hecho propio y como ya
hemos señalado, al empleador le corresponde el deber de protección de los
trabajadores.
Pero esta misma norma hace responsable a otras determinadas personas
(naturales o jurídicas) por el hecho ajeno, al disponer que éstas responden
además del hecho de quienes tienen a su cuidado, aquí encontramos entre
otros, a los empresarios, quienes responden del hecho de sus dependientes.
3ª Responsabilidad penal:
El artículo 5 de la Ley Nº16.744, como ya vimos, al definir el concepto
de accidente del trabajo, nos dice que debe entenderse por él “toda
lesión” que sufra un trabajador “a causa o con ocasión” de sus
funciones laborales, y que le causen “incapacidad o muerte”. Se
desprende de lo anterior, que el accidente produce un daño serio en la
persona del trabajador, el cual puede ser físico o psíquico, ya que
nuestra normativa constitucional en su artículo 19 Nº 1, reconoce al
hombre en su dualidad material y espiritual.
Frente a un accidente, hemos de considerar que si el hecho no ocurre
por fuerza mayor extraña al trabajo o por mala fe del trabajador, esto es, por la
propia intención autodestructiva de éste, la lesión debe ser atribuida a un
tercero. A su vez, este tercero, autor de la lesión, puede haber actuado de dos
modos diferentes en el accidente: dolosa o culposamente.
El actuar doloso, por regla general, no es causa de las lesiones
en los accidentes ocurridos en las faenas, ya que si el autor actuó con
la intención de lesionar, éste debió haber agredido al trabajador
lesionado, lo que constituiría un delito.
Si el autor de la lesión no actuó dolosamente significaría que dichas
lesiones sufridas por el trabajador ocurrieron por negligencia, descuido o
imprudencia de quien lo dirigió. En este caso, la acción ilícita se encuentra en
el ámbito de los cuasidelitos. Aquí el autor actúa u omite su actuación
debiendo realizarla, por pura negligencia o descuido siendo previsible el daño,
pero no deseándolo. De esta manera hay delitos culposos o cuasidelitos
cuando se comete un daño actuando en contra la normativa reglamentaria o no
respetando los reglamentos o disposiciones legales.
Si la acción u omisión que produjo el daño está tipificada y penada por
la Ley, y la sanción es una pena privativa de libertad, aplicada por sentencia de
nuestros tribunales de justicia, se incurrirá en las responsabilidades penales
correspondientes.
El artículo 490 del Código Penal expresa: “ el que por imprudencia
temeraria ejecutare un hecho, que, si mediare malicia, constituiría un crimen o
simple delito contra las personas será penado con reclusión o relegación en
sus grados mínimos a medios (...) de 61 días a 3 años(...) o con reclusión o
relegación menores en sus grados mínimos o multa de once a veinte unidades
tributarias mensuales”.
Claramente se puede concluir que el empleador que culpablemente es
autor de un hecho que cause la muerte o lesiones del trabajador incurre en
“cuasidelito”, sea de homicidio o de lesiones. Así, esta responsabilidad es de
las personas naturales que hayan intervenido en los actos u omisiones
culposas: el gerente, si de él emanó una orden; el jefe de producción, si no
ordenó detener un proceso inseguro para cumplir con la meta fijada; el
profesional de prevención que no verificó los programas de seguridad y su
cumplimiento; el capataz que permitió que el operario inexperto operara la
guillotina por ejemplo, o el trabajador que por inexperiencia, descuido o
negligencia, produjo un daño a su compañero de labores podría incurrir en
cuasidelito de lesiones u homicidio y responder conjuntamente con los otros
responsables de la cuantía monetaria del daño o perjuicio. La empresa como
una persona jurídica - ente ficticio - no tiene responsabilidad penal.
En nuestro país se ha cumplido la ley Penal muy
deficientemente en cuanto a la investigación de los cuasidelitos
derivados de los accidentes laborales. Es más bien extraño que se
sancione a los culpables de los cuasidelitos. Esto fundamentalmente
porque el ilícito es de carácter personal, solamente determinado el
autor puede sancionársele. Una forma de establecer esta afirmación
es señalando que en Chile hoy, ocurren a lo menos unos 350.000 a
400.000 accidentes que causan incapacidad, pero al examinar las
sentencias condenatorias por cuasidelitos estas no alcanzan una cifra
de dos dígitos al año.
En el antiguo sistema, los diversos procesos penales
terminaban en su mayor parte sobreseídos principalmente por
indeterminación del autor. Hoy en el nuevo Proceso Penal, existe una
situación diversa desde que la investigación queda en manos de la
Fiscalía Pública, sin perjuicio de la respectiva querella.
La Excelentísima. Corte suprema en fallo de 17 de Julio de 1997, con relación
a la causa Rol Nº 1848 de la Ilustrísima Corte de Apelaciones de Rancagua, ha
expresado: “Que de estos antecedentes se infiere con notoriedad que el reo se
desentendió por completo de su rol de garante de la seguridad de las personas
que trabajaban cumpliendo sus órdenes, exponiéndolas a gravísimo riesgo
para su integridad física. La conclusión de los jueces de que incurrió en
imprudencia temeraria se ajusta por lo tanto a la ley”.
En España - uno de los países con más alto índice de siniestralidad en
la comunidad europea -, las terribles consecuencias de los accidentes del
trabajo a obligado al legislador a sancionar más drásticamente las omisiones
preventivas.
El Código Penal Español en los artículos comprendidos en el Titulo XV, que se
refiere a “Los Delitos Contra Los Derechos De Los Trabajadores”, expresa en
su artículo 311: “Serán castigados con las penas de prisión de seis meses a
tres años y multa de seis a doce meses:
Los que, mediante engaño o abuso de situación de necesidad
impongan a los trabajadores a su servicio condiciones laborales o de Seguridad
Social que perjudiquen, supriman o restrinjan los derechos que tengan
reconocidos por disposiciones legales, convenios colectivos o contrato
individual.
Los que en el supuesto de transmisión de empresas, con conocimiento de los
procedimientos descritos en el apartado anterior, mantengan las referidas
condiciones impuestas por otro.
Si las conductas reseñadas en los apartados anteriores se llevaren a
cabo con violencia o intimidación se impondrán las penas superiores en grado”.
Artículo 312.: “Serán castigados con las penas de prisión de dos a
cinco años y multa de seis a doce meses, los que trafiquen de manera ilegal
con mano de obra.
En la misma pena incurrirán quienes recluten personas o las determinen a
abandonar su puesto de trabajo ofreciendo empleo o condiciones de trabajo
engañosas o falsas, y quienes empleen a súbditos extranjeros sin permiso de
trabajo en condiciones que perjudiquen, supriman o restrinjan los derechos que
tuviesen reconocidos por disposiciones legales, convenios colectivos o contrato
individual.”
Artículo 313: “El que promoviere o favoreciere por cualquier medio la
inmigración clandestina de trabajadores a España, será castigado con la pena
prevista en el artículo anterior.
Con la misma pena será castigado el que, simulando contrato o
colocación, o usando de otro engaño semejante, determinare o favoreciere la
emigración de alguna persona a otro país.”
Artículo 314: “Los que produzcan una grave discriminación en el
empleo, público o privado, contra alguna persona por razón de su ideología,
religión o creencias, su pertenencia a una etnia, raza o nación, su sexo,
orientación sexual, situación familiar, enfermedad o minusvalía, por ostentar la
representación legal o sindical de los trabajadores, por el parentesco con otros
trabajadores de la empresa o por el uso de alguna de las lenguas oficiales
dentro del Estado español, y no restablezcan la situación de igualdad ante la
ley tras requerimiento o sanción administrativa, reparando los daños
económicos que se hayan derivado, serán castigados con la pena de prisión de
seis meses a dos años o multa de 12 a 24 meses.”
Artículo 315: “Serán castigados con las penas de prisión de seis
meses a tres años y multa de seis a doce meses los que mediante engaño o
abuso de situación de necesidad, impidieren o limitaren el ejercicio de la
libertad sindical o el derecho de huelga.
Si las conductas reseñadas en el apartado anterior se llevaren a cabo
con fuerza, violencia o intimidación se impondrán las penas superiores en
grado.
Las mismas penas del apartado segundo se impondrán a los que,
actuando en grupo, o individualmente pero de acuerdo con otros, coaccionen a
otras personas a iniciar o continuar una huelga.”
Artículo 316: “Los que con infracción de las normas de prevención de
riesgos laborales y estando legalmente obligados, no faciliten los medios
necesarios para que los trabajadores desempeñen su actividad con las
medidas de seguridad e higiene adecuadas, de forma que pongan así en
peligro grave su vida, salud o integridad física, serán castigados con las penas
de prisión de seis meses a tres años y multa de seis a doce meses.”
Artículo 317: “Cuando el delito a que se refiere el artículo anterior se
cometa por imprudencia grave, será castigado con la pena inferior en grado.”
Artículo 318. “Cuando los hechos previstos en los artículos de este
título se atribuyeran a personas jurídicas, se impondrá la pena señalada a los
administradores o encargados del servicio que hayan sido responsables de los
mismos y a quienes, conociéndolos y pudiendo remediarlo, no hubieran
adoptado medidas para ello. En estos supuestos la autoridad judicial podrá
decretar, además, alguna o algunas de las medidas previstas en el artículo 129
de este Código.”
Como podemos apreciar, el legislador español ha establecido que las
infracciones a las normas de prevención de riesgo son un delito, lo que
podríamos asemejar a la naturaleza de los delitos de peligro en Chile, como por
ejemplo, el delito de conducir en estado de ebriedad.
En el caso, no es necesario que el resultado dañoso se produzca, basta
con que el sujeto actúe en una forma típica omitiendo las medidas preventivas
y poniendo de esa forma en peligro la vida y la salud física y psíquica del
trabajador.
El artículo 317 del Código Penal Español, establece como delito culposo la
omisión a las medidas preventivas, cuando este delito se cometa con
negligencia grave.
Otro punto interesante es la responsabilidad penal de los
representantes de la empresa o persona jurídica culpable del delito aludido
precedentemente, expresando que serán los administradores o encargados del
servicio que hayan debido tomar las medidas preventivas.
Todo lo anterior, aparece claramente de la más básica escala
de valores que indica que la vida y la salud e integridad física y
psíquica, son bienes superiores a toda posibilidad de ganancia y
utilidad, y que dichos bienes son siempre y en cualquier caso
superiores a los propósitos de lucro, de manera tal, que entre la
existencia de una actividad con fines de enriquecimiento basada en la
desgracia del trabajador y su familia, es de mayor fuerza ética estimar
preferible la erradicación de dicha actividad.
De este modo, el legislador español ha reconocido penalmente a
algunos de los más importantes derechos de los trabajadores permitiendo a los
jueces sancionar como delito de peligro la omisión culpable de los empleadores
respecto de las medidas de seguridad.
Distinta es nuestra situación legal. El artículo 184 del Código del
Trabajo señala claramente cuales son las obligaciones del empleador. Con la
expresión “todas las medidas necesarias para proteger eficazmente la vida y
salud de los trabajadores [...]”, permite observar que el legislador ha exigido el
máximo de exigencias y apunta además, a una obligación de resultado. En
otras palabras el trabajo no puede causar daño. Ninguna actividad del hombre,
sea científica, recreativa, jurídica, económica o de cualquier naturaleza puede
llevar implícita la idea de daño a las personas. La limitación de todas ellas son
los derechos esenciales reconocidos por la sociedad y el Estado en nuestra
Constitución, entre ellos, la salud física y síquica y por supuesto, la vida,
elemento base de todo derecho.
Sin embargo, ni el Código del Trabajo, ni la Ley Nº 16.744, ni en ningún
otro cuerpo normativo se señala que los empleadores tengan responsabilidad
penal especial por la omisión de las medidas de seguridad e higiene. De tal
modo que en la mayoría de los casos queda impune la acción negligente
culpable que cause daño, ello por cuanto - si bien es cierto -, se configura un
delito culposo, la determinación del responsable se hace muy difícil y
corresponde probarla a la víctima o sus causahabientes.
Ahora bien, esta responsabilidad por las acciones u omisiones de los
dependientes, cesa si el empleador prueba que no obstante haberse producido
el hecho, había adoptado todas las medidas que estaban a su alcance con la
autoridad y cuidado que su calidad le confiere, para impedirlo.
Entre estas medidas encontramos el cumplimiento de las normas legales
y reglamentarias sobre prevención de riesgos profesionales, tales como:
a)
Tener constituidos y funcionando Comités Paritarios de Higiene y
Seguridad;
b)
Si le corresponde, Departamento de Prevención de Riesgos a cargo de
experto y con la calificación que le exige el reglamento;
c)
Haber cumplido con el deber de informar al trabajador de los riesgos de
su trabajo, de las sustancias nocivas que maneja y de los métodos de
prevención;
d)
Que la empresa haga una buena selección de personal;
e)
Que capacite a los trabajadores;
f)
Que practique exámenes preocupacionales y ocupacionales;
g)
Que haga mantención de equipos;
h)
i)
Que se encuentre afecta a una cotización adicional inferior a la
que le corresponde por su actividad (riesgo presunto), por cuanto
tiene controlada su siniestralidad;
Que, en caso que corresponda - dentro del régimen de
subcontratación -, elaborar un sistema de Gestión de la
Seguridad y Salud en el trabajo, con un reglamento especial para
empresas contratistas y subcontratistas.
Estos serán elementos que el juez deberá ponderar al momento de
resolver las demandas por accidentes del trabajo.
Si el empleador está en estado de probar que ha seguido esa línea de
acción, podrá evitarse el pago de cuantiosas sumas de dinero, como son las
que se pretenden y en algunos casos se obtienen en las demandas por
indemnización de perjuicios, que cada día en mayor número intentan las
víctimas de accidentes del trabajo o sus familiares; constituyéndose esta en
una vía fundamental para evitar las pérdidas por defectos y daños y, en
consecuencia, mejorar la productividad de la empresa.
Pero, por sobre estas consideraciones, y trascendiendo el
ámbito económico, tendrá la tranquilidad de conciencia, que le da la
certeza de haber puesto todo lo que está de su parte para cumplir con
el deber ético y social de cuidar la salud e integridad de sus
dependientes.
Como conclusión, para evitar que los acontecimientos dañinos se
produzcan es necesario educar; esto se logra, a nuestro entender con las
siguientes medidas a nivel nacional:
1.- Educación sobre autocuidado y prevención de riesgos en todos los niveles,
especialmente en todas las carreras o profesiones técnicas y profesionales.
2,. Una reforma sustancial a la Ley Nº16.744, con el objeto de normar la
prevención de riesgos en su esencia, más que un paliativo de seguridad social
para las víctimas del trabajo.
3.- Sancionar penalmente las omisiones comprobadas sobre medios, medidas
o prevención de riesgos en las faenas. No persiguiendo solamente al autor
directo, sino al empresario que tiene el deber legal de cuidado de los
trabajadores. Hoy las omisiones de los empresarios se le imputan penalmente
a quienes se encuentran directamente dirigiendo la obra: tales como,
ingenieros, supervisores, prevencionistas, capataces, etc.
4.- Exigir a los dirigentes sindicales cursos o grados sobre esta materia, pues,
son los representantes directos de los derechos de los trabajadores, y el
principal derecho a que deben protección es la salud y la vida en el trabajo.
5.- Especializar a los jueces y fiscales en materia de responsabilidad
penal y civil originada en los accidentes del trabajo y enfermedades
profesionales.
Por último, a modo de ejemplo señalaremos algunas sentencias en donde
se refleja de manera concreta la responsabilidad que debe asumir el empleador
frente a un accidente del Trabajo.

Resolución de Ilustrísima. Corte Apelaciones de Concepción en causa
Rol Nº 3788/2005 – de fecha dos de mayo de dos mil seis, la cual reproduce la
sentencia en alzada, aprobándola. Esta resolución expresa: 1. Que la parte
demandada deduce recurso de apelación en contra de la sentencia definitiva a
fin de que ésta sea revocada y desestime la demanda, o, en subsidio, reduzca
la indemnización en una suma razonable atendido al daño efectivamente
producido. Funda la apelación, en síntesis, que el accidente se ha debido
exclusivamente a la culpa del trabajador al efectuar una maniobra imprudente,
lo que es causal de exoneración, y, en todo caso, es al menos causal de
reducción de la reparación si no es causa única del hecho. Agrega que
tampoco se trata de un trabajador sin experiencia y que no es efectivo que la
máquina estuviese en transformaciones y careciere de elementos de
protección. Asimismo, no es efectivo que esté acreditado que las condiciones
de seguridad no existían por estar probado que se tomaron las medidas de
seguridad adecuadas de prevención. 2. Que es un elemento esencial en las
normas de la protección de los trabajadores que el empleador tiene la
obligación a tomar todas las medidas necesarias para proteger eficazmente la
vida y salud de los trabajadores manteniendo condiciones de seguridad en las
faenas y los implementos necesarios para prevenir accidentes, como también
están obligados a informar los riesgos laborales a los trabajadores tomando las
medidas preventivas y los riegos que pueden verse expuestos éstos. Que es
un hecho establecido que el demandante el día del accidente se encontraba
operando una máquina de prensa de estampado en la fabricación de tapas de
ciertas características que se le había ordenado, en carácter de urgente. 3.
Que tal como lo sostiene el testigo de la propia parte demandada, ingeniero
mecánico don Roberto De La Jara Rojas, normalmente la prensa se cargaba
con tiras de hojalata pero por la disposición que venían las latas se debía
recortar manualmente el trozo que se iba a ocupar, por lo que organizó con el
mecánico Rolando Valencia, le explicó cómo lo debía hacer, esto es, recortar
las latas, ubicarlas en la zona donde se estampa la lata, pegarla con scotch
retirarse y apretar el botón para que estampe la prensa; éste a la vez le
encargó a Juan Contreras (demandante) que continuara con dicha labor, le
explicó lo mismo y Juan Contreras siguió haciendo el trabajo, pero
contrainterrogado el testigo para que diga si estaba presente en el momento
que el mecánico Sr. Valencia le entregó las instrucciones al demandante,
responde que no estuvo presente. Enseguida, el otro testigo del demandado
don Rolando Valencia Valencia, persona que debió explicar el trabajo que
debía hacer el demandante, en ninguna de sus declaraciones expresa lo
afirmado por el primer testigo en el sentido de haber dado instrucciones en la
operación de la máquina. 4. Que en este primer análisis de los testimonios del
demandado denota que no se le dieron las suficientes instrucciones en la
operación de una máquina la que estaba desarrollando una función distinta a la
destinada originalmente. Si estos testimonios se analiza n con los testigos del
actor, Patricio Pantoja Ibáñez ante la pregunta del demandado responde que
se le dieron instrucciones básicas de encendido y apagado; el otro testigo
Víctor Cid Contreras, y ante una pregunta formulada por el demandado para
que diga si se le había indicado al demandante cómo debía operar la prensa en
la que ocurrió el accidente, responde que no vio a nadie que le diera una
preparación para operar la máquina, posteriormente ante una nueva pregunta
en el mismo sentido, vuelve a reiterar que ese día cuando le llevaron las
muestras al actor le dijeron que tenían que estamparlas, pero no había nadie
dándole o diciéndole el procedimiento como tenía que hacerlo 5. Que el
abogado del demandado en su apelación sostiene que no es efectivo que la
máquina estuviese en transformaciones, no obstante en su alegato en estrados
y como se lee en la minuta de alegato señala: Aquí se trata de un trabajador
que debe operar una máquina estampadora de lata para fabricar tapas de
tarros de conservas. Esta máquina que estaba en etapa de transformación,
consiste en lo que interesa, en un émbolo, que en su extremo lleva la forma
que debe estamparse. 6. Que, de esta forma, no se le puede atribuir una culpa
al trabajador en el accidente por él sufrido porque la labor que realizaba no era
una función normal que el actor desempeñaba en la máquina la que no estaba
totalmente implementada para ese trabajo, existía urgencia en la fabricación de
las latas. La lógica en estos casos demuestra que ante la situación de
anormalidad que se enfrentaba el actor se debieron dar instrucciones precisas
sobre su manejo y la supervigilancia permanente en las nuevas condiciones
que enfrentaba, además la máquina no estaba totalmente armada con todos
los medios de seguridad, lo que implicaba a la vez, de acuerdo a las máximas
de experiencias, extremar la vigilancia en esas labores, y que de acuerdo a la
prueba rendida no ha resultado acreditado. 7. Que las normas de seguridad
social son de prevención de accidentes y de los riesgos profesionales que
emanan de normas legales expresas, como las del artículo 184 del Código del
Trabajo y que es de una trascendencia superior a la de una simple obligación
contractual de una de las partes, pues ello mira no sólo a los riegos
profesionale s del trabajador, sino a las consecuencias que de ello se derivan
por un accidente que afecta a su fuente laboral que repercute en su entorno
familiar y social. 8. Que en este orden de ideas, las normas de seguridad no se
agotan ni satisfacen con la existencia de reglamentos internos de orden y
seguridad, sino que sólo ha de tenérsele como existente cuando se cumplen
efectivamente en casos concretos como el que nos convoca. Es así que esta
supervigilancia debió haber sido personal, efectiva y auténtica en cuanto a la
forma que debió desarrollar la actividad, especialmente tratándose de una
máquina que estaba desarrollando otras funciones a las originales. 9. Que los
contratos de trabajo celebrados por las partes agregados a fs.22 de 18 de
mayo de 1997, finiquitado el 28 de noviembre del mismo año; el de fs.18 de 18
de mayo de 1999, finiquitado el 25 de junio de 2001, este último por la causal
de falta de adecuación laboral y posteriormente el de fs 13 de 21 de mayo de
2003, no son suficientes para acreditar que el trabajador tenía experiencia en la
labor que estaba desarrollando a la fecha que ocurrió el accidente, en todos los
contratos su labor era de auxiliar de producción, es decir, un trabajador de
categoría subalterna, lo que implica que no tenía la experiencia en el trabajo
específico que ese día estaba desempeñando en una máquina en etapa de
transformación. 10. Que los hechos establecidos revelan el incumplimiento por
parte de la demandada de la obligación de seguridad que le impone el artículo
184 del Código del Trabajo y que la hace responsable ante el actor, de acuerdo
al artículo 69 de la Ley 16.744. 11. Que, por otra parte, atendido a que el
artículo 69 de la Ley 16.744 no determina el grado de culpa de que debe
responder el empleador en su cumplimiento, debe concluirse que éste es el
propio de la culpa levísima, esto es, la falta de aquella esmerada diligencia que
un hombre medio juicioso emplea en la administración de sus negocios
importantes. 12. Que el daño moral sufrido por la víctima se encuentra
acreditado con los testimonios del actor Patricio Alfredo Pantoja Ibáñez, quien
en la parte pertinente señala que el daño moral que le han provocado las
lesiones, es que se siente acomplejado; con frecuencia, al conversar con él,
esconde su mano; también un daño a su afición por la música, puesto que
ahora no puede tocar guitarra, cuestión que lo tiene marginado de sus
actividades religiosas en el coro de su iglesia. El testigo Víctor Cid Contreras,
estima que el demandante está mal, no actúa como los demás, esconde la
mano; anímicamente tampoco se le ve bien, porque por lo que comentaba él, le
gustaba tocar la guitarra, el demandante no se ve como era antes del
accidente. También se acredita por el pretiun doloris inherentes a las lesiones
sufridas, su tratamiento y secuelas. 13. que de acuerdo a los principios de la
prudencia y de la equidad, para determinar el quantum indemnizatorio, se debe
tener presente que la indemnización no debe ser fuente de luc ro, lo que
importaría un enriquecimiento ilícito de la víctima y no debe tener un carácter
punitivo de sanción, pues la indemnización de perjuicios es esencialmente
resarcitoria, por lo que esta Corte compartiendo el razonamiento del a quo en
cuanto a los fundamentos para otorgarle una indemnización por daño moral, no
esta de acuerdo al monto determinado en $50.000.000, sino que apreciándolo
prudencialmente se estima en la suma de $40.000.000, dándose lugar a la
petición subsidiaria del demandado en cuanto pide la reducción atendido
únicamente al daño efectivamente producido. Por estos fundamentos y de
conformidad con lo dispuesto en los artículos 464 y 465 del Código del Trabajo,
SE CONFIRMA la sentencia de veintiséis de agosto de dos mil cinco, escrita de
fs. 147 a 166, con declaración que la indemnización por daño moral se reduce
a la suma de $40.000.000. Regístrese y devuélvase con su custodia.
Redacción del Ministro don Jaime Simón Solís Pino. Rol Nº 3788-2005.

Ilustrísima Corte de apelaciones de Concepción en causa Rol
Nº 4308-03 de fecha 17 de junio de 2003 expone: En estos autos rol
Nº4.468 del ingreso del Juzgado de Letras de Cañete, rol de ingreso
de ésta Corte Nº 4308-2003, don XXX dedujo demanda en
procedimiento laboral, en contra de XXX Limitada, demandada
principal; y en contra de XXX S.A., demandada subsidiaria, para que
sean condenados al pago de las prestaciones que se expresan en la
demanda, con motivo del fallecimiento de don Cristian Romero Rivera,
originado en un accidente del trabajo. XX S.A. opuso a la demanda la
excepción de incompetencia absoluta del Tribunal; y también la
contesta derechamente. Por sentencia definitiva de primer grado, de
fecha catorce de diciembre de dos mil dos, escrita en fojas 160 a 185,
se rechazó la excepción de incompetencia absoluta del tribunal y se
acogió la demanda, condenándose a la demandada principal, XXX y a
la demandada subsidiaria, XXX S.A., a pagar a Luis Alberto Romero y
a Silvia del Carmen Rivera Morales, padres del difunto, la suma de
$18.000.000 para cada uno de ellos; y a los demandantes Romero
Rivera, hermanos del mismo fallecido, la suma de $5.500.000 para
cada uno. La demandada subsidiaria dedujo recurso de casación en la
forma en contra del referido fallo; en subsidio, interpuso recurso de
apelación.
CON
RELACIONADO
Y
CONSIDERANDO:
1.- Que,
los
demandantes accionan como padres y hermanos del trabajador
difunto, para que los demandados sean condenados al pago de las
indemnizaciones que indican en su libelo de fojas 14. 2.- Que, la
demandada subsidiaria opuso la excepción de incompetencia absoluta
del Tribunal en razón de la materia, pues, dice, se busca hacer
efectiva una responsabilidad extracontractual, cuestión esencialmente
civil, circunstancia no prevista por el artículo 426 letra f) del Código del
Trabajo. 3.- Que, la juez a quo determinó que los actores actuaron en
calidad de sucesores del causante y no a título personal, agregando
que los herederos representan al causante en todos sus derechos y
obligaciones transmisibles, concluyendo que los demandantes han
integrado a su patrimonio los derechos que derivaron de la unión
contractual entre Cristian Romero (el difunto) y su empleadora, por
hecho ocurrido durante la vigencia del contrato y en vida del primero
(motivo sexto). 4.- Que, los actores manifiestan, en su escrito de
demanda, que comparecen como padres legítimos y hermanos de
filiación matrimonial del trabajador difunto y por el daño moral propio y
además como sucesores del mismo trabajador. La causa de pedir
sustentada en la misma demanda es, conforme a las normas de
responsabilidad contractual laboral, el pago de una indemnización por
concepto de daño material para la madre del trabajador, por la suma
de $4.600.000, ya que éste se habría comprometido a ayudarle
monetariamente con la suma de $100.000 mensuales, hasta que
cumpliera 30 años de edad; y, además, el pago de indemnizaciones
por daño moral para cada uno de los actores por el dolor y sufrimiento
propio. 5.- Que, según ésta Corte los actores comparecieron
sosteniendo acciones a título personal. Así, respecto de la reparación
del daño material que se reclama para la madre, no es por lo que su
hijo dejará de percibir, sino por lo que ella dejará de recibir. Hay, pues,
un interés patrimonial propio de la actora; y que, por lo demás,
constituía sólo una mera expectativa y ésta no es indemnizable. En
cuanto a la reparación del daño moral reclamado por cada uno de los
actores, para resarcirse del daño propio que dicen haber sufrido, no
cabe duda que éste es absolutamente personalísimo; y, por ende, de
carácter netamente extracontractual de acuerdo a los hechos
expuestos. En consecuencia, se ha comparecido a título personal,
sosteniendo acciones propias y no las derivadas del contrato de
trabajo que vinculó al difunto con la demandada principal. Es decir, los
actores no comparecieron como causahabientes del trabajador
fallecido, en cuyo as hereditario se comprendieran las acciones de
responsabilidad en contra de la empleadora. Lo demandado, son
pretensiones que exceden el vínculo contractual pactado entre el
trabajador y la demandada principal; ni dicen relación con las
condiciones de seguridad que la ley laboral impone al empleador
implementar en las estaciones de trabajo. Se trata, pues, de
responsabilidad extracontractual y ésta debe perseguirse en la sede
civil correspondiente. 6.- Que, es útil dejar consignado, además, que,
de acuerdo a las reglas de la sucesión intestada, los hermanos del
difunto no son sucesores de éste al sobrevivirle sus padres. Entonces,
mal podrían impetrar acciones de carácter contractual como herederos
de Cristian Romero Rivera, porque no lo son. Así consta en el auto de
posesión efectiva acompañado por la parte demandante en fojas 8. 7.Que, atendidas las consideraciones cinco y seis precedentes, y lo
previsto en el artículo 429 letra f) en el Código del Trabajo, modificado
por el artículo 1º Nº 3 de la Ley Nº 19.447, de fecha 8 de febrero de
1996, se concluye que la demanda deducida en estos autos, no es de
la competencia del Juzgado Laboral, debiendo, entonces, ser
conocida por el Tribunal Civil competente y en un procedimiento de
lato conocimiento. 8.- Que, en la forma relacionada se acogerá el
presente recurso de casación en la forma, por haberse dictado la
sentencia definitiva por un tribunal absolutamente incompetente, el
que rechazando la correspondiente excepción dilatoria alegada y
entrando al fondo del asunto influyó en lo dispositivo del fallo,
configurándose así la causal prevista en el artículo 768 Nº 1 del
Código de Procedimiento Civil. Por estas consideraciones y lo
prescrito en los artículos 420 letra f), 426 y 440 del Código del Trabajo;
768 Nº1, 769, 770, y 786 del Código de Procedimiento Civil, se acoge,
sin costas, el recurso de casación en la forma deducido en lo principal
de fojas 189, en contra de la sentencia definiti va de primer grado, de
fecha catorce de diciembre de dos mil dos, escrita en fojas 160 a 185
y se declara que se invalida dicho fallo y todo lo obrado en esta causa,
retrotrayendo el proceso al estado de proveer, por un juez no
inhabilitado, la demanda conforme a derecho. Atendido lo resuelto
precedentemente resulta inoficioso pronunciarse sobre el recurso de
apelación interpuesto en contra de la misma sentencia que se invalida.
Regístrese y devuélvase. Redactó don Jorge Eduardo Caro Ruiz,
Abogado Integrante. Rol Nº 4308-2003.
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