LA TEMPESTAD William Shakespeare

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LA TEMPESTAD
(De confabulaciones, traiciones y perdones)
De
William Shakespeare
Versión y adaptación libre para ser representada
por seis actores y actrices.
En el marco de la convocatoria 2016 de la
“COMEDIA MUNICIPAL
NORBERTO CAMPOS”
de la ciudad de Rosario.
Por
Acacia caven
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Actores
PRÓSPERO, el legítimo Duque de Milán
MIRANDA, hija de Próspero
ARIEL, espíritu del aire
CALIBÁN, esclavo salvaje y deforme
TRÍNCULO, clown, bufón
ESTEBAN, despensero borracho
Muñecos - Títeres
ALONSO, rey de Nápoles
SEBASTIÁN, su hermano
ANTONIO, hermano de Próspero, usurpador del ducado de Milán
FERNANDO, hijo del rey de Nápoles
GONZALO, viejo y honrado consejero
El CONTRAMAESTRE del barco
PRIMERA ESCENA:
(La acción comienza en la calle o fuera del escenario, si es en el Teatro “La Comedia”,
lugar de estreno y la mayoría de las funciones, será sobre el Pasaje Araya. Se abre el
portón del fondo del escenario, el que estará lo más desprovisto posible de objetos y
escenografía, ya que los cómicos serán quienes lo vayan llenando y armando en el
accionar de sus relatos. Se escuchan ruidos de objetos que se golpean, sonidos desafinados
o a destiempo de los instrumentos musicales y griterío de los actores, discutiendo con el
resto de la compañía que se separa y abandonan el trabajo)
ACTOR-TRÍNCULO: ¡Pero siiii, váyanse, “chichipios”!, siempre fueron un contrapeso,
váyanse con Chambelán, ¡ahhhhhh, claro, él es un “Lord”! ¡Por favor!
ACTOR-PRÓSPERO: ¡Rascabuches, comicuelos y tragicones! Lo único que hicieron estos
años fue agredir a Melpómene y Talía con sus pésimas actuaciones.
ACTOR/ACTRIZ ARIEL: Y ni hablar de lo que hicieron con Tepsícore y Euterpe.
ACTRIZ-MIRANDA: ¡Un guiso se hicieron estos “farabutes” con nuestras musas!
ACTOR-ESTEBAN: ¡Vayan, vayan, nomás! Júntense y armen su propia compañía de
“galancetes, figurantes y mercachifles”. ¡Estrellitas estrelladas!
ACTOR-PRÓSPERO: ¡No, no, no, ehhh! Eso sí que no. Con la nena, ¡no! Jumento
asqueroso, cojijo, obsceno y procaz. ¡Vean ustedes los gestos que me hace!
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ACTOR-CALIBÁN: Bueno, bueno, bueno, los señores se creen astros inmaculados. La
crítica ha sido muy benevolente con ustedes, ¡pero si ni los familiares los veían a ver! Si,
si, si, a vos te digo, ¡”histrionete” ejecutante de horribles actuaciones! Siempre lo ataste
todo con alambre, ¡“verraco”!.
ACTRIZ-MIRANDA: ¡”Botarate” demandante! tu mujer y tus hijos saben los libretos
mejor que vos, ¡”partiquino”!
ACTOR-ESTEBAN: ¿Queeeeé, yo borracho? ¡Escuchen lo que dicen, yo borracho! Vamos,
si no tomo nada, yo, sólo en las comidas tomo. ¡Sí!, y vino tinto, ¡sí!, porque tiene
flavonas y polifenóles para el colesterol, por eso.
ACTOR-TRÍNCULO: ¡Pero siiiiiiiiiii, llévense todo lo que es de ustedes! (introduce un baúl
al escenario), nosotros nos quedamos con lo puesto, no necesitamos más que nuestro
talento.
ACTOR/ACTRIZ ARIEL: No, no, no, ese vestido es mío. ¡Bueno siiiií, está bien, llevatelo
nomás querida, úsalo para tus casting sábanas y que te haga provecho, ¡“golfa”!
¡Tomá, se lo dije, se lo tenía que decir!
ACTOR-PRÓSPERO: ¡Fuera, fuera, “actorzuelos” recalcitrantes!, tenemos nuestro arte y
nuestro público. (Advierte la presencia del público de la sala, cierran el portón de calle)
Así es, quedamos los que quedamos, ¿Cuántos somos?
TODOS: ¡Seis! ¡Sí, seis! ¡Y bueno, quedamos seis!
(Se miran como diciendo ¿qué hacemos?, toman sus instrumentos y se van acomodando
en el espacio)
ACTOR-PRÓSPERO: Entonces, ¿qué esperamos? ¡Manos a la obra!
(Hacen sonar los instrumentos con el tema del comienzo. Los actores y actrices van hacia
proscenio para comenzar con la presentación de la obra al modo de los “Cómicos de la
legua” o actores de las compañías de “Commediadell’arte”, ejecutando sus instrumentos,
realizando acrobacias, contorsiones, malabares, invitando al público a participar de la
“representación”)
ACTOR-TRÍNCULO:Vuelve el tinglado de las antiguas comedias. Al traqueteo y los
chirridos de los carretones desvencijados, tironeados por viejas mulas, los “Cómicos de la
Legua”, endosados a los desteñidos colorines de sus trajes escénicos, entran por las plazas
del lugar.
ACTOR-PRÓSPERO:¡Quién tuviera una musa de fuego para escalar el cielo más
resplandeciente de la invención! ¡Un reino por teatro, príncipes como actores y monarcas
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para espectadores! Pero ustedes, nobles espectadores, perdonen al genio sin llama que
osó llevar a estos tablados un tema tan grande como el de “Sir William Shakespeare”.
ACTOR-ESTEBAN:Si el día es triste, con amenaza de tormenta o entoldado el cielo con
sucia polvareda y en el lugar es día de trabajo y el año fue de calamidades y la gente no
está para fiestas ni farsas, nada hay más tristes y descoloridos que los trajes de los
“cómicos faranduleros”, sin la luz del sol que avive sus colores, sin vítores que presagien
monedas, sin mozos que palmoteen a las mozas, ni mozas que sonrían a los galanes, ni
niños que aturdan al “gracioso” con sus griteríos.
ACTOR/ACTRIZ-ARIEL:Bajo la pesadumbre de un cielo como lona mojada, entre las
casas color de barro, sin humear las chimeneas y vacías las ollas en los hogares, los
“cómicos” pasan…, y son una tristeza más, en la tristeza.
ACTOR-CALIBÁN:“¡A buena parte vienen por monedas!” – piensan todos – “¿Quién los
habrá engañado?” y los pobres “cómicos faranduleros” no se atreven ni a mirarse unos a
otros, tristes y avergonzados.
ACTRIZ-MIRANDA:¡Pero si el día es alegre! y el raso azul del cielo se desgarra en
resplandores de colores vibrantes y es fiesta en el lugar y al paisaje lo bordan los olivos
de plata, las esmeraldas de los viñedos y el oro de los trigales, y humean las cocinas con
ricos olores y todo es señal de abundancia, llenas las paneras y en las paredes cuelgan los
embutidos, entonces sí, ¡Hay fiesta en el lugar!
ACTOR-CALIBÁN:Y los carretones entran triunfales a las plazas y las gentes acuden a
aclamarlos. Y los pobres actores se creen los verdaderos hijos del “Dios Apolo”, ese que
es piadoso con todas las criaturas, y más, si son su hijos actores y poetas… y son pobres y
humildes.
ACTOR-TRÍNCULO:Entre los muñecos y los fantoches de trapoy cartón, ya conocidos
por ustedes, van a ver ahora algún hombre que hablará como hombre, para espanto de
los muñecos. Y van a ver en nuestra comedia, como los fantoches son la viva imitación
de verdaderos hombres. Ahora tal vez el hombre verdadero se parezca a un fantoche y
los fantoches, más hombres que nunca.
ACTOR-ESTEBAN:Y no se asombren si así fuera. Los muñecos son todo resortes, dobleces
y articulaciones; como se paran, se contorsionan, como saltan y se arrastran y esta
“flexible” facilidad es el mejor “remedo” de lo humano. El hombre verdadero les
parecerá en cambio, con rigidez “inflexible”, sin coyunturas, porque muchas veces hay en
él, un espíritu de traición y falta de nobleza en su “nobleza”.
ACTRIZ-MIRANDA: Hoy esta compañía de comediantes no pretende hacerlos reír. Todo
el mundo es teatro de tragedia, y si el Arte mismo no puede ser hoy serenidad, ¿cómo
puede ser bufonada sin parecernos un insulto al dolor y la muerte? Así y todo podrán
reírse de todo lo que nos suceda, y la risa de ustedes tal vez fuera una razón más de las
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razones que hubo para que esta “compañía” se decidiera a contar esta historia, a pesar de
haber quedado diezmada y reducida a sólo seis integrantes de “Cómicos de la legua”.
ACTOR-PRÓSPERO:Este “Circo de gallos”, ¿puede contener los vastos mares e islas del
planeta? O ¿podríamos instalar en este escenario de maderas y ladrillos a una gran
embarcación con toda su tripulación?
¡Perdón, estimado público! ya que una reducida figura ha de representarnos un millón en
tan pequeño espacio, y permítanos que contemos como gran número, las que forje la
fuerza de la imaginación de ustedes. Supongan que dentro de este recinto de murallas
está encerrado un mar bravío, una embarcación llena de poderosos nobles y monarcas, a
los cuales el peligroso y estrecho mar que separa África de Europa, les jugará una mala
pasada.
(Se miran y ríen socarronamente, comentan entre ellos como lo harán, ya que
supuestamente les resulta casi imposible)
ACTOR/ACTRIZ-ARIEL: Por favor, suplan nuestra insuficiencia con sus pensamientos.
Multipliquen la aparición de un espíritu por mil y creen ejércitos imaginarios de espíritus.
Cuando hablemos de manantialesy pantanos, piensen que los están viendo… y oliendo.
Porque son sus imaginaciones las que deben hoy vestir a los reyes y los nobles, y también,
transportarlos de aquí para allá.
ACTOR-TRÍNCULO:¡Qué atrevimiento el nuestro!Amontonar en una hora los
acontecimientos, por lo cual, les rogamos que acepten como reemplazantes de todos los
personajes de esta historia, a estos “Cómicos de la legua”, que venimos aquí, a manera de
prólogo, a solicitarles su amable paciencia y a pedirles que escuchen y juzguen suave e
indulgentemente, nuestras actuaciones.
(El ACTOR-PRÓSPERO, con su báculo, que luego usará como talismán mágico, dará la
orden con tresgolpes en el suelo,a la vieja usanza, para que comience la función)
(En técnica de animación, junto con el comienzo de la tormenta, se proyectará el título:
LA TEMPESTAD
(De confabulaciones, traiciones y perdones)
Adaptación y versión libre del original
De
William Shakespeare
Se oye un fragor de rayos y truenos, nubarrones muy cargados y turbulentos proyectados
en “3D” y “2D”. Ariel manipula en el aire un barco iluminado como si estuviera prendido
fuego que naufraga en medio de la tormenta. Luego, el mismo palo mayor y el cordaje
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del barco títere, aparecen en el espacio escénico armado con las telas para que trepen los
actores con los títeres. Entra un títere CONTRAMAESTRE, manipulado por uno de los
actores, los otros personajes manipulados por los mismos actores)
SEGUNDA ESCENA:
VOZ DEL CAPITÁN: ¡Contramaestre!
CONTRAMAESTRE: ¡Aquí, mi capitán! ¿Todo bien?
VOZ DEL CAPITÁN: ¡Amigo, todo mal, llamá a los marineros! ¡De prisa o vamos a
encallar! ¡Corré, corré! (Sale)
CONTRAMAESTRE: ¡Ánimo, muchachos! ¡Vamos, valor! ¡Rápido, rápido! ¡Arreen la
gavia! ¡Y atentos al silbato del capitán! - ¡Y ahora vientos, mientras haya mar abierto,
soplen hasta reventar!
(Entran ALONSO, SEBASTIÁN, ANTONIO, FERNANDO, GONZALO)
GONZALO: Con cuidado, amigo. ¿Dónde está el capitán?¡Conduzcan este barco como
hombres!
CONTRAMAESTRE: Se lo ruego, señor, quédese abajo.
ANTONIO: Contramaestre, ¿Dígame dónde está el capitán?
CONTRAMAESTRE: ¿No lo oye cómo grita? Está estorbando, amigo. Vuelva al camarote.
Así, sólo ayudás a la tormenta.
GONZALO: Cálmese, amigo.
CONTRAMAESTRE: Cuando se calme la mar. ¡Fuera de aquí! ¿Qué le importa el título de
rey al fiero oleaje? ¡Al camarote, y en silencio! ¡No molestés!
GONZALO: Amigo, recordá a quién llevas a bordo.
CONTRAMAESTRE: A nadie a quien quiera más que a mí. ¿Vos sos consejero?: entonces,
aconsejales a esos cagones que se callen y devolvenos la paz, si no, no moveremos más ni
una sola soga. Imponé tu autoridad. (A los marineros) ¡Ánimo, muchachos! (A
Gonzalo)¡Y usted, quítese del medio, vamos!
GONZALO: ¡Usted sí que me da ánimos! Con este mal llevado, estamos perdidos.
CONTRAMAESTRE: ¡Calen el mastelero! ¡Rápido! ¡Más abajo, más abajo! ¡Unan las velas
con el palo mayor! (Gritos dentro) ¡Malditos lamentos de estos maricones! ¡Se oyen más
sus aullidos, que la tormenta!
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(Entran ANTONIO y GONZALO)¿Otra vez ustedes? ¿Qué hacen aquí? ¿Si quieren, lo
dejamos todo así y nos ahogamos?
ANTONIO: ¡Mala peste a tu lengua, gritón hijo de puta, blasfemo, perro desalmado!
CONTRAMAESTRE: Entonces, trabajá vos, pelotudo.
ANTONIO: ¡Que te cuelguen, perro cabrón, escandaloso, insolente! Tenemos menos
miedo que vos de ahogarnos.
GONZALO: Seguro que él no se ahoga, aunque hiciera aguas como una niña cagona.
CONTRAMAESTRE: ¡Vayanse a cagar ustedes, viejos de mierda! ¡Marineros, abracen el
viento, vamos! ¡Ahora con las dos velas! ¡Mar adentro, mar adentro!
VOCES DE MARINEROS: ¡Es el fin! ¡Todo está perdido! ¡A rezar, a rezar! ¡Es el fin!
CONTRAMAESTRE: ¿Qué pasa mis marineros, es que vamos a morir así?
GONZALO: ¡El rey y el príncipe rezan! Vamos con ellos: nuestra suerte es la suya.
ANTONIO: Estoy indignad. Estos borrachos nos quitan la vida ¡Y este infame charlatán...!
GONZALO: Irá a la horca, por más que se abra el mar para tragárselo. (Clamor confuso)
(VOCES): ¡Misericordia! ¡Naufragamos, naufragamos! ¡Adiós, mujer, adiós hijos! ¡Adiós,
hermano! ¡Nos hundimos, nos hundimos!
ANTONIO: ¡Hundámonos con el rey!
GONZALO: Vamos a decirle adiós. Ahora daría yo mil leguas de mar por un trozo de
tierra, con arbustos, matorrales, lo que sea. Hágase la voluntad de Dios, pero yo
preferiría morir en seco.
(Salen, desaparecen el palo mayor, los cordajes y la vela, Ariel provoca que el barco se
parta en tres pedazos, estos pedazos al abrirse dejan al descubierto la parte interna del
barco que son rocas, de modo que visualmente pareciera que esos pedazos encallan y se
usarán como parte de la escenografía móvil)
TERCERA ESCENA:
(Cambio de paisaje, esla cueva en la islade PRÓSPERO, formada por una parte interna
del barco. Entra MIRANDAcorriendo y trepando por las telas desesperadamente
asustada)
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MIRANDA: ¡Padre, padre, por favor! Si con tu Magia pudiste levantar este salvaje oleaje,
podés también calmar las aguas. Pareciera que las nubes quieren arrojar brea caliente y
olorosa, y que el mar, por extinguirla, sube al cielo. ¡Ah, cómo sufrí por los que vi sufrir!
¡Una hermosa nave, que sin duda llevaba gente noble, hecha mil pedazos! ¡Sus gritos me
herían el corazón! Pobres almas, todas murieron. Si yo hubiera sido algún dios poderoso,
habría hundido el mar en la tierra, antes que se tragase ese barco con su carga de almas.
PRÓSPERO: Serenate. Y no te espantes. Decile a tu corazón que no ocurrió nada malo.
MIRANDA: ¡Ah, que desgracia!
PRÓSPERO: No hubo ninguna desgracia. Yo lo hice por tu bien, querida hija mía, que
ignorás quién sos y no sabésnada de mi origen, ni que soy más que Próspero, dueño de
esta pobre cueva y humilde padre tuyo.
MIRANDA: Nunca tuve pensamientos de querer saber más, padre.
PRÓSPERO: Ya es hora de que te enteres. Ayudá a quitarme el Manto Mágico. Bien.
“Descansa ahí, Magia”. Vos secate los ojos y no sufras. La terrible escena del naufragio, la
dispuse yo con mi Magia, de modo que no hubiera peligro para ninguno de los hombres
que oías gritar. Sentate, porque tenés que saber más.
MIRANDA: Cuando ibas a contarme quién soy yo, te parabas y dejabas sin respuesta mis
preguntas, me decías: «Esperá, aún no es tiempo».
PRÓSPERO: Pero llegó la hora. Es el momento. ¿Te acordás de antes que viviéramos en
esta cueva? Creo que no, porque no tenías más de tres años.
MIRANDA: Sí que me acuerdo, padre.
PRÓSPERO: ¿De qué hija? ¿De alguna otra casa o persona? Decime una imagen
cualquiera que guardés en tu recuerdo.
MIRANDA: La veo muy lejana, y más como un sueño que como un recuerdo. ¿No tenía
yo a mi servicio cuatro o cinco damas?
PRÓSPERO: Sí, Miranda, y más. Pero, ¿cómo es que eso vive aún en tu mente? ¿Qué más
ves en el fondo del tiempo? ¿Recordarás cómo llegaste?
MIRANDA: No padre, de eso no me acuerdo.
PRÓSPERO: Hace doce años, tu padre era el Duque de Milán, un poderoso príncipe.
MIRANDA: ¿Pero cómo, vos no sos mi padre?
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PRÓSPERO: Tu madre fue un dechado de virtud y decía que vos eras mi hija; yo, tu
padre, era Duque de Milán, y vos su única heredera, una princesa.
MIRANDA: ¿Qué pérfida traición nos hizo salir de allá? ¿O fue una suerte venir?
PRÓSPERO: Ambas cosas, querida hija. Nos expulsó la perfidia, pero a venir, nos ayudó
la Diosa Fortuna.
MIRANDA: ¡Ah, se me parte el alma de pensar que te hago recordar aquel dolor! Pero,
seguí contando, querido padre.
PRÓSPERO: Mi hermano, tú tío Antonio, al que después de vos, yo más quería en el
mundo, y a quien confié el gobierno de mi Estado, el más importante en aquel tiempo.
¡Cómo un hermano puede ser tan pérfido! Yo era el gran duque y sin igual en las Artes
Mágicas... y siendo estas Ciencias Ocultas mi pasión, delegué en mi hermano la
gobernación y me volví un extraño a mi propio país. Tu tío... ¿Me escuchas?
MIRANDA: Con toda mi atención, padre.
PRÓSPERO: ... se hizo hábil en el uso de otorgar o negar solicitudes, agradar a algunos,
frenar a otros en sus ambiciones, hizo nuevos vasallos y como funcionario, afinó a su
gusto a todos... ¡No me escuchas!
MIRANDA: ¡Sí te escucho, padre!
PRÓSPERO: Y yo, descuidando los asuntos del mundo, consagrado al aislamiento y al
cultivo de la mente con un Arte tan secreto que excedía el saber popular, desperté en mi
hermano un mal instinto. Llegó a apoderarse de mis riquezas y mi poder, creyó ser el
duque y ostentar el dominio con todo privilegio. Creciendo su ambición... ¿Me oís bien?
MIRANDA: Padre, tu relato curaría la sordera.
PRÓSPERO: Creyó ser el propio Duque de Milán, dejando para mí, ¡pobre!, solo mi
biblioteca como gran ducado. Se alió con el rey de Nápoles, rindiéndole homenajes,
entregando la corona ducal y sometiendo el ducado a la más innoble postración.
MIRANDA: ¡Santo cielo!
PRÓSPERO: Escucha el pacto y sus consecuencias, y decime si obró como un hermano.
MIRANDA: Pecaría si no pensara noblemente de mi abuela: ¡la buena entraña también,
ha dado un mal hijo!
PRÓSPERO: El rey de Nápoles, que siempre fue mi eterno enemigo, escuchó el ruego de
mi hermano; que, a cambio de no sé cuántos tributos, me expulse del ducado a mí y a los
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míos, regalando la hermosa Milán con todos los honores a mi hermano. Así, con una
tropa desleal, una noche fatídica abrió Antonio las puertas de Milán y, en la más negra
tiniebla, sus sicarios nos sacaron a los dos; a vos, llorando y gritando.
MIRANDA: No recuerdo cómo lloré entonces y quisiera gritar y llorar ahora.
PRÓSPERO: Escuchá un poco más y llegaremos a lo que nos importa.
MIRANDA: ¿Por qué no nos mataron?
PRÓSPERO: ¡Buena pregunta, muchacha! Hija mía, no se atrevieron, de tanto como el
pueblo me quería y, en vez de mancharse sus manos de sangre, les dieron un color más
bello a sus traiciones. Entonces, nos llevaron a un velero y en él nos internaron varias
leguas mar adentro. Allí nos esperaba el casco podrido de un barcucho sin aparejos, ni
velas. Hasta las ratas lo habrían abandonado. En él nos lanzaron al mar rugiente.
MIRANDA: ¡Ah, qué carga fui yo para vos, entonces!
PRÓSPERO: Vos fuiste el querubín que me salvó. Con una divina fortaleza, sonreías
mientras yo cubría el mar de lágrimas. Así me diste fuerzas para afrontar lo que sucediera.
MIRANDA: ¿Cómo llegamos a tierra?
PRÓSPERO: Por voluntaddivina. Llevábamos algo de comida y un poco de agua dulce
que nos dio por caridad Gonzalo, un noble Napolitano encargado del proyecto, y
también buenos trajes, ropa blanca, telas y varios objetos que nos sirvieron mucho. Y
sabiendo cuánto amaba yo mis libros, me proveyó de volúmenes de mi biblioteca, que
yo estimaba más que a mi ducado.
MIRANDA: ¡Ojalá algún día vea a ese hombre para agradecerle!
PRÓSPERO: Llegamos a esta isla y aquí yo, fui tu maestro, te di una enseñanza que no
gozan ni los príncipes.
MIRANDA: Dios te lo premie, padre. Ahora, te lo ruego, decime por qué desataste esta
tempestad que me desgarra el alma.
PRÓSPERO: Por un extraño azar, la Diosa Fortuna, trajo hasta aquí a mis enemigos, y
por revelación y vaticinio de mí Magia, veo que una estrella domina el cenit en mi
cuadrante, si no aprovecho su influencia, mi suerte decaerá. Y por favor, basta ya de
preguntas, querida hija. Te vas a dormir en un dulce sueño. Abandonate a él: no podés
evitarlo. (MIRANDA se duerme. Entra ARIEL, con su propia música)
¡Vení aquí, mi siervo, vení! Acercate mí querido Ariel.
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ARIEL: ¡Salud, mi gran amo! ¡Mi digno señor! Vengo a cumplir tus deseos, yasea volar,
nadar, lanzarme al fuego, o cabalgar sobre nube ondulante. Con tus poderosas órdenes
dirigí a tu Ariel y sus fuerzas.
PRÓSPERO: Espíritu, ¿Armaste fielmente la tempestad que te mandé?
ARIEL: Al pié de la letra, señor. A bordo del navío del Rey, llameaba el espanto por la
proa, por el puente, por la popa, por todos los camarotes. A veces me dividía, ardiendo
por muchos sitios: flameaba en las vergas, el bauprés, el mastelero. El relámpago de
Júpiter, nunca fue tan rápido e instantáneo. Fuegos y estallidos de azufre parecían
acechar al poderoso Neptuno y hacer que tiemblen sus olas y hasta su fiero tridente.
PRÓSPERO: ¡Mi gran espíritu! ¿Alguno de los de la tripulación fue tan firme y valiente,
que no le trastornara la razón?
ARIEL: ¡No señor! No hubo quien no sintiera la fiebre de los locos. Todos, menos los
marineros, se echaron al mar espumoso saltando del barco, que ardía con mi fuego.
Fernando, el hijo del rey, con los pelos de punta, fue el primero en tirarse, gritando: “¡El
infierno está vacío, todos los demonios están aquí!”(Risas de ambos)
PRÓSPERO: ¡Bien por mi espíritu! Pero, ¿eso fue junto a la costa?
ARIEL: Muy cerca, mi amo.
PRÓSPERO: ¿Y están todos a salvo, Ariel?
ARIEL: Ni un pelo han perdido, y no hay mancha en sus ropas, están más nuevas que
nunca. Tal como ordenaste, los dispersé por grupos en la isla. El hijo del reyquedó
enfriando el aire de suspiros, sentado en un rincón de la isla con los brazos cruzados.
PRÓSPERO: Decime qué hiciste con el navío real y los marineros.
ARIEL: El navío del rey está escondido, cerca de las Bermudas huracanadas. A los
marineros los metí bajo cubierta; quedaron durmiendo, gracias a un hechizo y sus
cansancios. Al resto los dispersé, pero ya se han reunido y navegan con rumbo a Nápoles,
creyendo que vieron naufragar el navío del rey y por lo tanto morir.
PRÓSPERO: Ariel, cumpliste muy bien mi encargo, ¡pero queda trabajo! ¿Qué hora es?
ARIEL: Más del mediodía, mi señor.
PRÓSPERO: De aquí a las seis tenemos que emplear valiosamente el tiempo.
ARIEL: ¿Más trabajo, señor? Ya que me exigístanto, déjame recordarte lo que me
prometiste y todavía no me diste.
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PRÓSPERO: ¡Qué bien! ¿Protestando? ¿Qué podés reclamarme, a ver?
ARIEL: Mi libertad, mi señor.
PRÓSPERO: ¿Antes de tiempo? ¡Por favor! Ya basta, no se hable más.
ARIEL: Te lo ruego, recordá que te presté grandes servicios; no te digo mentiras, ni
cometo errores, y te sirvo sin quejarme. Prometiste descontarme un año entero.
PRÓSPERO: ¡Qué mal humorado! ¿Olvidaste de qué tormentos te libré?
ARIEL: No, mi señor, los recuerdo.
PRÓSPERO: ¿Sí? Y creés que ya está todo agradecido con pisar el fondo del océano,
correr sobre el áspero viento del norte y meterte en las venas de la tierra cuando el hielo
la endurece.
ARIEL: No, no, mi señor.
PRÓSPERO: ¡Mentís, ser maligno! ¿Te olvidas de la inmunda bruja Sícorax, jorobada por
la edad y la maldad? ¿Te olvidas de ella?
ARIEL: No, mi señor, se lo juro.
PRÓSPERO: ¡Sí! Te estás olvidando. ¿Dónde nació? ¡Vamos a ver! Hablá, respondeme.
ARIEL: En Argel, señor.
PRÓSPERO: ¿Ahhhh, es así? Una vez al mes tengo que recordarte lo que fuiste, porque lo
olvidas. La maldita bruja Sícorax, por muchas maldades y hechizos que no son para que
escuchen los humanos, fue, como ya sabes, desterrada de Argel. Por algo inmundo que
hizo y no la ejecutaron. ¿No es verdad?
ARIEL: Sí, mi señor.
PRÓSPERO: A esta bruja de ojos morados la trajeron ya preñada, dejándola aquí los
marineros. Vos, mi esclavo, como te gusta llamarte, fuiste su siervo y, como eras tan
sensible para cumplir sus órdenes asquerosas, te negaste, y te encerró, con la ayuda de sus
poderes y su odio en un pino partido. Permaneciste prisionero doce años con dolor.
Pero murió y te dejó allí, dando más gritos y quejas que giros una rueda de molino.
Y salvo el hijo que ella parió aquí, esa inmundicia de engendro, ningún humano había
habitado antes esta isla.
ARIEL: Sí, mi amo, su hijo Calibán.
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PRÓSPERO: ¡Si, esa torpe criatura atrasada! ¿Quién, si no? Calibán, que ahora está a mi
servicio. Bien sabés como sufrías cuando te encontré. Tus gemidos hacían aullar al lobo y
apiadarse al oso furibundo, un tormento que Sícorax no podía deshacer. Fue mi Magia,
cuando llegué y te oí, la que abrió aquel pino y te libró.
ARIEL: Y te lo agradezco, mi amo.
PRÓSPERO: Si volvés aquejarte, parto un roble y te clavo en sus nudosas entrañas para
que pases aullando doce inviernos más.
ARIEL: Perdoname, mi amo. Seré dócil a tus órdenes y cumpliré gentilmente.
PRÓSPERO: Si así lo hacés, dentro de dos días serás libre.
ARIEL: ¡Bien, gracias mi noble amo! ¿Qué querés que haga? Decilo. ¿Qué deseás?
PRÓSPERO: Hacete invisible para todos, menos para mí. ¡Vamos, toma esa forma y
volvé! (Sale. Despertando a Miranda) Despertá, hija mía. Dormiste bien. Despertá.
MIRANDA: Lo asombroso de tu historia me dio sueño.
PRÓSPERO: Vení, vamos a visitar a Calibán, que nunca nos da una bienvenida amable.
MIRANDA: Padre, es un infame al que detesto.
PRÓSPERO: Sí, pero lo necesitamos. Enciende el fuego, trae la leña y nos hace trabajos
muy útiles. ¡Eh, esclavo! ¡Calibán! ¡Respondé, montón de basura!
CALIBÁN:(Dentro) ¡Ya tienen bastante leña, “nde puto tuya”(viejo puto)!
PRÓSPERO: ¡Salí ya de tu podrido refugio! Tengo encargos para vos. ¡Vamos, tortuga!
(Entra ARIEL) Hermoso Ariel, acércate que te hablo al oído. (Le habla)
ARIEL: ¡Sí señor, así lo haré! (Sale)
PRÓSPERO: ¡Salí ya, ponzoñoso esclavo, engendro del demonio y tu asquerosa madre!
(Entra CALIBÁN, su sonoridad es asquerosa, su paisaje es un pantano, algo inmundo)
CALIBÁN: ¡Que les caiga a los dos el infecto rocío que, con una pluma de cuervo, barría
mi madre de la ciénaga podrida! ¡Que les sople un viento del sur y los cubra de pústulas
con pus!
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PRÓSPERO: Por decir eso, tendrás calambres esta noche y punzadas que te ahogarán. Los
duendes, que andan en la noche, te clavarán espinas en tu piel. Tendrás más aguijones
que un panal, cada uno más punzante que los de las abejas.
CALIBÁN: Tengo derecho a comer, “¡Nderakorena!”(“La puta madre”). Esta isla es mía
por mi madre Sícorax y vos me la quitaste. Cuando viniste, me acariciabas y me dabas
agua con frutas sabrosas, me enseñaste a nombrar la luz mayor que arde en el día y la
menor, que ilumina por la noche. Entonces yo te quería y te mostraba las riquezas de la
isla, las fuentes de agua dulce, los pozos salados, la tierra estéril y la fértil. ¡Maldito sea yo
por hacerlo! Que los hechizos de Sícorax caigan sobre vos: escarabajos, sapos,
murciélagos. Yo soy el único súbdito que tenés, yo, que fui mi propio rey; y vos me
desterraste a esta dura roca y me negás el resto de la isla, “¡Nde aña rakopeguare!”(“¡Por
la concha de la diabla!”).
PRÓSPERO: ¡Esclavo embustero, que respondés sólo al látigo y no a la bondad! Siendo
semejante basura, te traté humanamente, y te alojé en mi gruta, hasta que pretendiste
forzar la honra de mi hija.
CALIBÁN: ¡Ja, ja! ¡Ojalá hubiera podido! Vos me lo impediste. Si no, habría poblado de
Calibanes esta isla. “¿Ekakáta pio leka”? (“¿Te vas a cagar, viejo?”)
PRÓSPERO: ¡Odioso esclavo! Me dabas lástima, me esforcé en enseñarte a hablar.
Cuando vos no sabías lo que pensabas, yo te daba las palabras para que puedas expresar
las ideas. Pero tu repugnante sangre, infectaba mi alma noble. Por eso te
encerrémerecidamente en esta roca.
CALIBÁN: Me enseñaste a hablar, y ahora sé maldecir en tu lengua y en la mía. ¡La peste
roja te lleve por enseñarme tu lengua, “añarako”!
PRÓSPERO: ¡Fuera, engendro! Traenos leña, y más te vale que no tardes, que hay más
trabajo. ¿Te encogés de hombros, infame? Si descuidas tus trabajos, te torturo, te meto el
dolor en los huesos. Vas a rugir tanto, que hasta las bestias temblarán de oírte.
CALIBÁN: No, te lo suplico. “¡Ndetavipiko!”(“¡Sos acaso un insensato, un loco!”)
(Aparte) Voy a obedecer. Su magia es tan potente que vencería a Setebos, el dios de mi
madre, convirtiéndolo en su sirviente. “¡Nde Aña memby!”(“¡Hijo de mala entraña!”)
PRÓSPERO: ¡Fuera, esclavo, andate ya! (Sale CALIBÁN)
CUARTA ESCENA:
(EntranFERNANDO, títere manipulado por uno de los actores, sobre un paisaje de rocasy
mar,otra parte interna del barco y ARIEL, visible sólo para Próspero, tocando algún
instrumento y cantando)
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ARIEL:
A estas playas amarillas
tomados de la mano.
Después de saludos y besos
traerán el silencio al mar.
Bailen con gracia y donaire;
Que el coro de espíritus cante
¡Escuchen! ¡Escuchen!
Coro: ¡Guau, guau!
Ladran los perros guardianes.
¡Guau, guau!
Callen, que oigo cantar
al pomposo Chantecler
quiquiriquí, quiquiriquí.
FERNANDO: ¿De dónde sale esta música? ¿Del aire o de la tierra? Sin duda es un dios de
la isla, llorando el naufragio de mi padre, el rey, esta música me siguió desde las aguas,
calmando mi dolor. La seguí y me arrastró hasta aquí.
ARIEL:
Yace tu padre en el fondo
y sus huesos son coral.
Ahora perlas son sus ojos;
nada en él se dispersará,
pues el mar lo cambia todo
en un bien maravilloso.
Y campanas por él doblarán.
Coro: Din, don.
Ah, ya las oigo: Din, don, dan.
FERNANDO: La canción habla de mi padre ahogado. Esto no es obra humana, ni es
música de la tierra.
PRÓSPERO: Abrí tus ojos y decime qué ves ahí. (Le señala el títere Fernando)
MIRANDA: ¿Qué es? ¿Un espíritu? Créeme, padre: tiene una figurahermosa.
PRÓSPERO: No, hija mía: come y duerme, y sus sentidos son como los nuestros. Este
joven caballero estaba en el naufragio y, si no estuviese desfigurado por el dolor,
podríamos llamarle apuesto. Perdió a sus compañeros y vaga errante en su búsqueda.
MIRANDA: Yo lo llamaría ser divino, nada vi tan noble aquí, en la tierra. (Toma su títere
y manipulándolo se acerca a Fernando)
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PRÓSPERO:(Aparte)Está resultando como lo concebí. – (Hablando con ARIEL) Espíritu,
gran espíritu, en dos días estarás libre por esto.
FERNANDO:(Viendo a MIRANDA títere) Sin duda, es la diosa por quien suena esta
música. (Habla a Miranda) Tené a bien decirme si vivís en esta isla y decime que debo
hacer. Mi primera pregunta, es: ¡Oh, maravilla!, saber si sos o no una muchacha.
MIRANDA: Maravilla, ninguna, pero sí una muchacha.
FERNANDO: ¡Hablás mi idioma! ¡Dios santo!
MIRANDA: ¿Y vos quién sos?
FERNANDO: Un pobre solitario que ahora soy rey de Nápoles, mis ojos, vieron el
naufragio de mi padre. Y con él, el de sus nobles; entre ellos, el Duque de Milán y su hijo.
PRÓSPERO:(Aparte) El Duque de Milán y su hija podrían desmentirte si fuera el
momento. Sólo se vieron y ya suspiran. Genial Ariel, serás libre por esto.
(A Fernando)Oime, buen señor: me temo que te equivocaste.
MIRANDA: ¿Por qué se pone tan áspero mi padre? Éste es el tercer hombre que vi y el
primero que me hechiza. ¡Que la compasión ponga a mi padre de mi lado!
FERNANDO: Ah, si eres doncella, y a nadie diste aún tu corazón, yo te haré reina de
Nápoles.
PRÓSPERO: (A Fernando) Esperá, señor, oime.
(Aparte) Se han rendido el uno al otro, pero yo voy a poner un freno, que no le sea tan
fácil ganar el premio.
(A FERNANDO)Te ordeno que me escuchés. Usurpás un nombre que no es tuyo, y
viniste a esta isla como espía, para quitármela a mí, que soy su dueño.
FERNANDO: ¡No, señor, por mi honor que no!
MIRANDA: El mal no puede residir en este templo, el bien lo expulsaría.
PRÓSPERO: (A Fernando) Seguime. (A Miranda) Y vos,no lo defiendas: es un traidor.
(A Fernando) Te voy a encadenar los pies y el cuello. Vas a tomar agua del mar; te
alimentarás de moluscos de agua dulce, raíces resecas y cáscaras de frutas. ¡Seguime!
FERNANDO: ¡No! No voy a soportar este trato mientras mi enemigo no tenga más
poder que yo. (Desenvaina, y un hechizo le detiene)
MIRANDA: Querido padre, no lo juzgués con tanto rigor, es noble, y nada cobarde.
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PRÓSPERO: ¡Cómo! ¿Me vas a instruir a mí, a tu padre? ¡Envainá ya, traidor, que
alardeas, con esa conciencia tan culpable! No sigas en guardia, porque con mi vara puedo
desarmarte y hacer que sueltes la espada. (Le apunta con su báculo y lo hace retroceder
violentamente. Miranda deja su títere, es la actriz quien habla)
MIRANDA: Padre, te lo suplico...
PRÓSPERO: ¡Fuera! ¡No te colgués de mi ropa!
MIRANDA: Apiadate, padre. Yo respondo por él.
PRÓSPERO: ¡Silencio! Si decís otra palabra, me voy a enojar. ¿Sos la abogada de un
impostor? ¡Mejor callate! Te creés que no hay otros como él. ¡Necia! Al lado de otros
hombres, él es un Calibán, y a su lado, los otros son ángeles.
MIRANDA: Mis sentimientos son humildes. No deseo ver a otro hombre.
PRÓSPERO:(A FERNANDO) Vamos, obedecé. Tus músculos volvieron a su infancia y no
tienen fuerza.
FERNANDO: Es verdad. Como en un sueño, mi ánimo está encadenado. La muerte de mi
padre, esta debilidad, el naufragio de mis amigos y las amenazas del que ahora me
somete, no son una carga mientras una vez al día, pueda ver a esta muchacha.
PRÓSPERO:(Aparte) El hechizo surte efecto. Vamos, mi gran Ariel, buen trabajo.
Seguime, voy a darte otra misión.
MIRANDA:(A FERNANDO) No te pongas mal. Mi padre es mucho mejor de lo que
parece hablando. Lo que viste es insólito.
PRÓSPERO: (A ARIEL) Serás libre como el viento de la montaña. Pero cumplí mis
órdenes como te las pido.
ARIEL: Al pié de la letra, mi señor.
PRÓSPERO: (A FERNANDO) ¡Vamos, seguime! (A MIRANDA) Y vos, no le defiendas.
(Salen)
QUINTA ESCENA:
(Música,entran los títeres Nobles: ALONSO, SEBASTIÁN, ANTONIO y GONZALO)
GONZALO: (Habla a ALONSO)Alegrate, Majestad, te lo ruego. Tenés motivo, como
todos: salvamos más, que lo que perdimos. La desgracia que sufrimos es común: cada
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día, esposas de marinos, dueños de barcos también tienen motivo de dolor, y este
milagro, el de haber sobrevivido, muy pocos pueden contarlo entre millones.
ALONSO: Silencio Gonzalo, te lo ruego.
SEBASTIÁN: (Aparte a ANTONIO, comienzan a reírse del viejo) El consuelo que le da el
viejo, es para él un caldo frío.
ANTONIO: (Aparte a SEBASTIÁN) Pero éste va a seguir, no lo va a soltar así nomás.
SEBASTIÁN: (AANTONIO)Mirá, le va a dar cuerda al reloj de su ingenio. Muy pronto va
a sonar.
GONZALO: Señor...
SEBASTIÁN: A la una… Comenzá a contar.
GONZALO: …Si a cada desventura se le da lugar, al afectado le cae...
SEBASTIÁN: Más de un peso. (Burla, se ríen)
GONZALO: …Más de un “peso” de desconsuelo. Decís más verdad de la que pretendías.
SEBASTIÁN: Y vos respondés con más ingenio del que yo creía. (Risas)
GONZALO:(A ALONSO)…Así que, señor...
ANTONIO: ¡Uf! ¡Éste no frena la lengua!
ALONSO: (A GONZALO) Te lo ruego Gonzalo, basta.
GONZALO: Bueno, he dicho. Aunque...
SEBASTIÁN: (Aparte a ANTONIO) Nooooo, va a seguir hablando.
ANTONIO:(Aparte a SEBASTIÁN) Apostemos algo a que sigue hablando.
SEBASTIÁN: Trato hecho. ¿Qué jugamos?
ANTONIO: Reírse el que gane.
SEBASTIÁN: ¡Hecho!
GONZALO: Aunque esta isla parece desierta...
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ANTONIO: ¡Ja, ja,ja!
SEBASTIÁN: Bueno, ganaste. Ya estás pagado.
GONZALO: ... inhabitable y casi inaccesible...
SEBASTIÁN: Sin embargo...
GONZALO: Sin embargo...
ANTONIO: ¡Tenía que hablar!
GONZALO: ... el clima es sin duda suave, fino y placentero.
ANTONIO: Placentero sería una linda moza.
SEBASTIÁN: Y fina, como tan sutilmente lo decís.
GONZALO: El aire que sopla es sutil.
SEBASTIÁN: Como si tuviera pulmones podridos.
ANTONIO: O si los perfumara un pantano.
GONZALO: Aquí hay de todo para vivir.
ANTONIO: Cierto, salvo medios de vida.
SEBASTIÁN: De eso hay poco o nada.
GONZALO: Pero lo más raro, y es casi increíble...
SEBASTIÁN: Como tantas otras increíbles.
GONZALO: ... es que nuestra ropa, habiéndose empapado en el mar, siga estando tan
nueva y radiante. Más que manchada de agua salada, parece recién teñida.
(Todos se miran asombrados, se percatan de la rareza de lo sucedido)
ANTONIO: Si, ¿no le diría que miente?
SEBASTIÁN: Sí, esa es la verdad.
GONZALO: Creo que nuestra ropa está tan nueva como cuando la estrenamos en África,
en la boda de tu hija, la bella Claribel, con el rey de Túnez.
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SEBASTIÁN: Buena boda, y nos fue “muy bien” al regreso.
GONZALO: Señor, decíamos que nuestra ropa parece tan nueva ahora como…
ALONSO: Me embutís en el oído esas palabras contra mi gana de oírlas. Ojalá nunca
hubiera casado a mi hija allá, pues al regreso pierdo a mi hijo y creo que también a ella.
¡Ah, mi heredero de Nápoles y Milán! ¿Qué extraño pez te ha devorado?
GONZALO: Señor, quizá esté vivo. Vi removerse las olas y él, cabalgaba sobre ellas. Estoy
seguro de que llegó vivo a tierra.
ALONSO: No, no; nos ha dejado.
SEBASTIÁN: Bien podés culparte por la pérdida. A nuestra Europa no favoreciste con tu
hija, sino que se la echaste a un africano.
ALONSO: ¡Callate, te lo ruego!
SEBASTIÁN: Todos nos arrodillamos ante vos, rogándote que no lo hicieras. Me temo
que a tu hijo lo hemos perdido para siempre. La culpa es tuya.
ALONSO: Y también yo sufro la pérdida.
GONZALO: Mi señor Sebastián, a tu verdad le falta delicadeza y oportunidad. Echas sal
en la herida, cuando debieras ponerle una venda.
SEBASTIÁN: Bien dicho.
ANTONIO: Como un médico.
GONZALO: (A ALONSO) Señor, el estar tan amargado, nos traerá mal tiempo a todos.
SEBASTIÁN: ¿Mal tiempo?
ANTONIO: Espantoso.
GONZALO: Señor, si yo colonizara esta isla...
ANTONIO: La sembraría de ortigas.
SEBASTIÁN: O de malvas y enredaderas.
GONZALO: ... y fuese aquí el rey…
SEBASTIÁN: Prohibiría emborracharse por falta de vino.
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GONZALO: En mi Estado haría todo al revés que de costumbre, pues no admitiría ni
comercio, ni título de juez; los estudios no se conocerían, ni la riqueza, la pobreza o el
servicio; ni contratos, herencias, límites, cultivos o viñedos; ni metal, trigo, vino o aceite;
ni ocupaciones: los hombres, todos ociosos, y también las mujeres, aunque inocentes y
puras; ni monarquía...
SEBASTIÁN: Pero dijo que sería el rey.
ANTONIO: El final de su Estado, se olvida del principio.
GONZALO: La naturaleza produciría de todo para todos sin sudor ni esfuerzo. La
naturaleza nos daría en abundancia sus frutos para alimentar a mi pueblo inocente.
SEBASTIÁN: ¿Sus súbditos no se casarían?
ANTONIO: ¡Noooo, todos ociosos: vagos, putas y sinvergüenzas!
GONZALO: Señor, mi gobierno sería tan perfecto que excedería a la Edad de Oro.
SEBASTIÁN: ¡Dios salve a Su Majestad!
ANTONIO: ¡Viva Gonzalo!
GONZALO: Y.. ¿Me escuchás, señor?
ALONSO: ¡Te lo ruego, basta! No estás diciendo nada que me interese.
GONZALO: Tenés razón, Majestad. Lo hacía para darles pie a estos señores, que son de
pulmones tan activos y sensibles que siempre se ríen por nada.
ANTONIO: Nos reíamos de vos.
GONZALO: Esta bobada no me importa nada. Así que sigan riéndose por estupideces.
ANTONIO: ¡Buen golpe! Mi buen señor, no se enoje.
(Entra ARIEL invisible tocando una música solemne, su motiv modificado)
GONZALO: No, les aseguro que no arriesgaré mi sensatez por tan poco. ¿Quieren
dormirme con la risa, que tengo mucho sueño?
ANTONIO: Duerma, duerma tranquilo y sueñe con angelitos. (Se duerme, menos
ALONSO, SEBASTIÁN y ANTONIO)
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ALONSO: ¡Cómo! ¿Durmiendo tan pronto? Ojalá que con mis ojos se cerraran mis
pensamientos.
SEBASTIÁN: Entonces no pierda la ocasión. El sueño no cura el dolor; pero, consuela.
ANTONIO: Señor, nosotros dos te protegeremos mientras descansás, por tu seguridad.
ALONSO: Gracias. Este sueño es asombroso. (Se duermeALONSO. Sale ARIEL)
SEBASTIÁN: ¡Qué sueño tan extraño los domina!
ANTONIO: Es el clima del lugar.
SEBASTIÁN: ¿Y por qué no cierra nuestros párpados? Yo ganas de dormir, no tengo.
ANTONIO: Ni yo. Mi mente está muy despierta. Ellos se durmieron como tumbados por
un rayo. ¡Qué ocasión, noble Sebastián, qué ocasión...! Creo ver en tu rostro al que
podrías ser. La ocasión te llama, veo una corona que desciende sobre tu cabeza.
SEBASTIÁN: ¿Estás despierto?
ANTONIO: ¿No oís lo que digo?
SEBASTIÁN: Sí, son palabras de un hombre que habla en sueños. ¿Qué decías?
ANTONIO: Noble Sebastián, dejás morir tu suerte. No ves, estando despierto.
SEBASTIÁN: Y vos roncás, muy claro. Pero tus ronquidos tienen un significado.
ANTONIO: Estoy más serio que de costumbre, y vos, deberías escucharme. Escucharme te
hará tres veces más grande.
SEBASTIÁN: Continuá. Esos ojos y esa cara anuncian que llevás algo importante dentro.
ANTONIO: Oíme: aunque este viejo charlatán de frágil memoria, de quien no se
guardará ningún recuerdo cuando esté enterrado, casi persuadió al rey de que su hijo aún
vive, y es imposible que no se haya ahogado.
SEBASTIÁN: No tengo la menor esperanza de que se haya salvado.
ANTONIO: ¡Ah! Y bueno. De no tenerla nace tu gran esperanza. Entonces, decime.
¿Quién heredará Nápoles?
SEBASTIÁN: Claribel.
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ANTONIO: La actual reina de Túnez, que vive a más de una vida de distancia; que por su
culpa el mar nos tragó.
SEBASTIÁN: ¿Qué decís? ¿Qué me estás proponiendo? Sí, la hija de mi hermano es reina
de Túnez, también heredera Nápoles, y entre ambos hay una gran distancia.
ANTONIO: Y entonces: “¿Podrá recorrer Claribel esas distancias para volver a Nápoles?”
Yo digo: “¡Que siga en Túnez y que despierte Sebastián!” ¿Y si fuera la muerte lo que ha
vencido a estos? ¡Ay, si pensaras cómo yo! ¡Cómo te ayudaría a subir! ¿Me entendés?
SEBASTIÁN: Creo que sí.
ANTONIO: ¿Y cómo responderás a tu buena Fortuna?
SEBASTIÁN: Recuerdo que vos derrocaste a tu hermano Próspero.
ANTONIO: Es cierto, y mirá qué bien me va. Antes los criados de mi hermano eran mis
compañeros; ahora son mis siervos.
SEBASTIÁN: ¿Y cómo está tu conciencia?
ANTONIO: Sí, ¿dónde queda? Jajajaja. Mi pecho no siente nada. Tu hermano duerme, y
yo, con este acero de tres pulgadas, le haría dormir para siempre, mientras vos, haciendo
lo mismo, cerrarías los ojos de este viejo charlatán. Los demás se lo tragarán como el gato
toma leche, y verán en el reloj, la hora que nosotros les digamos.
SEBASTIÁN: Tu caso, mi buen amigo, será mi ejemplo: igual que vos hiciste con Milán,
yo me haré con Nápoles.
ANTONIO: Desenvainemos juntos, y cuando yo levante el brazo, hacelo vos contra el
viejo Gonzalo.
SEBASTIÁN: ¡Ah, otra cosa! (Hablan aparte)
(Entra ARIEL invisible con música y canción)
ARIEL:(A ALONSO) Mi amo con su Magia ve el peligro que corrés, y me envía para
salvarlos a todos. (Canta al oído de GONZALO)
Mientras dormís ahí roncando,
Si en algo tu vida valorás,
sacudí el sueño y andá despertando.
Ojo alerta a la traición,
su momento está esperando.
Entonces, andá con cuidado¡Despertando!¡Despertando!
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ANTONIO: Sebastián, hagámoslo ya.
GONZALO:(Despertando) ¡Los ángeles guarden al rey! (Se despiertan los demás)
ALONSO: ¿Qué es esto? ¿Despiertos? ¿Por qué desenvainaron? ¿Por qué esa cara de
espanto?
GONZALO: ¿Qué ocurre, mi Rey?
SEBASTIÁN: Estábamos cuidando tu sueño cuando resonó un rugido como de toros, o
más bien de leones. ¿No te despertó? A mí me hirió el oído.
ALONSO: Yo no oí nada.
ANTONIO: ¡El alboroto habría despertado a un monstruo, causado un terremoto! Seguro
que rugió una manada de leones.
ALONSO: ¿Lo oíste, Gonzalo?
GONZALO: Te lo juro, señor, que oí un zumbido que me despertó. Cuando abrí los ojos,
los vi con la espada en mano.Mejor nos pongamos en guardia o salgamos de este lugar.
ALONSO: Andá adelante, y sigamos buscando a mi pobre hijo.
GONZALO: ¡El cielo lo proteja de estas fieras! Seguro que está en la isla.
ALONSO: Abran camino.
ARIEL: MI señor Próspero, sabrá todo lo que hice. Entonces, Rey, ahora que estás a salvo,
andá a buscar a tu hijo.
SEXTA ESCENA:
(Entra CALIBÁN con un atado de leña. Se oyen truenos y relámpagos y su sonoridad)
CALIBÁN: ¡Que caigan sobre Próspero las pudriciones que absorbe el sol en los pantanos
y le salgan llagas por todo su cuerpo! Lo maldigo, aunque me oigan sus espíritus, no me
importa, “NdeañaRay” (Hijos del demonio). Total, más pellizcones no me van a dar, ni
me tirarán al barro, ni me harán perder en la noche. Si por nada, me los echa encima; a
veces son monos que me chillan y me muerden; otras, erizos que están escondidos
enrollados en el suelo y que levantan sus púas bajo mis pies descalzos; otras, víboras que
se me enroscan en el cuello y con sus lenguas partidas me vuelven loco a silbidos. (Entra
TRÍNCULO)¡Ah, miren! Miren, aquí viene a atormentarme otro de sus espíritus, porque
tardo en llevarle la leña. Me echaré al suelo debajo de este trapo (usa la vela del barco).
Quizá no me descubra.
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TRÍNCULO: Aquí no hay arbusto ni mata en que resguardarse, y ya se prepara otra
tormenta. Ese nubarrón parece un sucio barril de vino pronto a reventar. Si llega a tronar
como antes, no sé dónde meterme. Pero, ¿qué veo aquí? ¿Un hombre o un pez? ¿Vivo o
muerto? Huele a pescado; larga un olorcito rancio. ¡Qué pez más raro! Si estuviera en
Inglaterra, pondría un cartel, y no habría tonto de feria que no diera dinero por verlo.
Allí este monstruo me haría rico; allí cualquier bicho raro hace negocio. No dan un
centavo de limosna para un mendigo, pero se gastan diez en ver a un indio muerto.
¡Piernas de hombre! ¡Brazos, y no aletas! ¡Y está caliente! No, esto no es un pez, sino un
isleño recién tumbado por un rayo. (Truenos) ¡Puta madre! ¡Vuelve la tempestad! Me
meteré por aquí no veo otro refugio. Me cubrireré aquí hasta que pase la tormenta.
ESTEBAN: (Cantando)
Ya nunca iré a la mar, la mar,
que en la tierra moriré... moriré
Esta canción está muy bien para un funeral. Bueno, éste es mi consuelo. (Bebe y canta)
El Piloto, el grumete, el mozo, el capitán,
El artillero y yo amamos a María y a Marián,
pero a Catia no, porque maldice al hombre de mar
y le grita: ¡Morite ya! ¡Morite ya!
No soporta el olor, de brea o de licor
pero deja que el vecino le rasque el picor.
Conque, ¡al barco, amigos, y muérase ya!
Esta canción también es infame.(Bebe)
CALIBÁN: ¡No me atormentés! ¡Ah, te lo suplico!
ESTEBAN: ¿Qué pasa aquí? ¿Hay demonios? ¿Quién nos hace burlas? ¿Eh? No me salvé de
ahogarme para que ahora me asusten tus cuatro patas, eso, mientras Esteban respire.
CALIBÁN: ¡Me atormenta este espíritu! ¡Ah, basta, basta!
ESTEBAN: Éste es un monstruo isleño de cuatro patas que, por lo visto, tiene fiebre.
¿Dónde diablos habrá aprendido nuestra lengua? Voy a darle algún auxilio. Si logro
domesticarlo y vuelvo a Nápoles con él, será un regalo que me será recompensado.
CALIBÁN: ¡No me atormentés, te lo ruego! Llevaré la leña más rápido a la cueva.
ESTEBAN: Está delirando y dice boludeces. Voy a darle un trago. Si nunca bebió vino, le
quitará la fiebre. Si logro curarlo y amansarlo, quien lo compre, pagará muy bien.
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CALIBÁN: No me haces daño ahora, pero por tus temblores, sé que lo vas a hacer en
cualquier momento. Próspero tiene influencia sobre vos.
ESTEBAN: Vamos, abrí esa apestosa boca: esto resucita a un muerto. Abrí esa bocaza:
esto quita los temblores, te lo digo yo, ¡gato! Vamos abrí más esas quijadas.
TRÍNCULO: Esa voz ... Es la de... No; no, si se ahogó. Estos son sus demonios. ¡Socorro!
ESTEBAN: ¡Puta madre! Cuatro patas y dos voces. ¡Qué lindo monstruo! La voz delantera
es para hablar bien y la trasera, para maldecir. Si para curarse necesita todo el vino, yo se
lo voy a dar. ¡Toma! Ya basta. Ahora se lo daré por la boca de atrás.
TRÍNCULO: ¡Esteban! ¡Estebancito!
ESTEBAN: ¿Me llama la boca de atrás? ¡Me cago! ¡No es un monstruo, es el diablo!
TRÍNCULO: ¡Esteban! Si sos Esteban, tócame y háblame, que soy Trínculo. No tengas
miedo: soy tu buen amigo Trínculo.
ESTEBAN: Si sosTrínculo, salí de ahí. Te sacaré de las piernas más cortas; si son de
Trínculo. ¡El mismísimo Trínculo! ¿Es que este monstruo puede cagar Trínculos?
TRÍNCULO: Creí que te había fulminado un rayo. Pero ¿no te ahogaste? Espero que no
seas un fantasma del ahogado. Me metí bajo la capa del monstruo por miedo a la
tormenta. ¿Y estás vivo? ¡Ah, Esteban! ¡Dos napolitanos salvados!
ESTEBAN: Oíme, no me des vueltas alrededor, que mi estómago no aguanta, me vas a
hacer vomitar.
CALIBÁN: (Aparte) Si no son espíritus, son seres superiores. Éste es un gran dios y lleva
licor celestial. Me arrodillaré ante él para servirle.
ESTEBAN: ¿Cómo te salvaste? ¿Cómo llegaste hasta aquí? Yo me salvé sobre un barril de
jerez que tiraron por la borda. Esta botella, la hice yo mismo con la corteza de un árbol.
CALIBÁN: Juro por tu botella que seré tu siervo fiel, porque ese licor no es terrenal.
ESTEBAN: Vamos, ¿cómo te salvaste?
TRÍNCULO: Hombre, nadando como un pato. Sé nadar como un pato, lo juro.
ESTEBAN: Vamos, besa la Biblia. (Le pasa la botella)Aunque nadés como un pato, tenés
pinta de ganso.
TRÍNCULO: ¡Ah, Estebancito! ¿Te queda más de esto?
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ESTEBAN: ¡El barril entero, hombre! Mi bodega está en una cueva, en las rocas, y allí se
esconde el vino. (A Calibán) ¿Y qué hay, aborto de la naturaleza? ¿Qué tal tu fiebre?
CALIBÁN: ¿No caíste del cielo?
ESTEBAN: Nooo, de la luna, te lo juro. (Canturreando)“Había una vez un hombre en la
luna, y era yo”.
CALIBÁN: Siiiii, Vi tu cara en ella muchas noches, y te adoro. Mi madre me la enseñó, y a
tu perro y a tu espino.
ESTEBAN: Vamos, juralo; besa esta Biblia. En seguida le amplío el contenido. ¡Jurá!
TRÍNCULO: ¡Qué monstruo más tonto! ¿Tenerle miedo? ¡Si será bobo! ¿Un hombre en la
luna? ¡Es de lo más crédulo! Eso, Estebancito, dale un buen trago al monstruito.
CALIBÁN: Te enseñaré cada lugar fértil de la isla. Te lo ruego, sé mi Dios.
TRÍNCULO: ¡Ah la mierda! El monstruo es astuto y borracho. Cuando su Dios se duerma,
le va a robar la botella.
CALIBÁN: Te besaré los pies. Juro que seré tu siervo.
ESTEBAN: Muy bien. Entonces ¡Al suelo, y jurá!
TRÍNCULO: Me voy a mear de la risa con éste cara de perro. ¡Qué cagada de monstruo!
Le daría una paliza por pelotudo...
ESTEBAN: Vamos, besá la botellita.
TRÍNCULO: ...si no es porque está borracho. ¡Es un monstruo repugnante!
CALIBÁN: Verás las mejores fuentes, te recogeré ricas frutas, pescaré para vos y te traeré
mucha leña. ¡Mala peste al tirano de mi amo! Te serviré a vos, ser maravilloso.
TRÍNCULO: ¡Qué monstruo más tarado! ¡Llamar maravilla a un pobre borracho!
CALIBÁN: Deja que te lleve donde crecen las manzanas; te sacaré trufas de la tierra con
las uñas, te enseñaré nidos de palomas y verás cómo se atrapa al mono tití. Te llevaré
donde hay avellanas a racimos y te traeré cangrejos de las rocas. ¿Querés venir conmigo?
ESTEBAN: Vamos, llevanos y no hablés más. Trínculo, ahogados el rey y su séquito,
tomamos el mando nosotros. Tomá, lleva la botella, en seguida la vamos a llenar.
CALIBÁN:(Canta borracho) Adiós, amo, Próspero, adiós, adiós, adiós.
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TRÍNCULO: Es un monstruo chillón, un monstruo borracho y desafinado.
CALIBÁN: (Canta]
No haré carnadas para el pez,
ni traeré leña porque él quiera,
ni más platos lavaré.
Haré lo que yo quiera.
Ban, ban, Ca-Calibán
tiene otro amo y a otro amo servirá
¡Libertad, prosperidad! ¡Libertad, prosperidad!
¡Próspero: PPPPPPPPPPPPPPPPPP! (Onomatopeya de pedo)
ESTEBAN: ¡Qué lindo monstruito, mamita querida! Vamos llevanos. (Salen)
SEPTIMA ESCENA
(Fernando títere aparece trayendo un atado de leña, entraMIRANDA títere y luego
PRÓSPERO sin ser visto)
MIRANDA: ¡Te lo suplico, no trabajés tanto! ¡Qué queme el rayo esa leña que apilás!
Dejala en el suelo y descansá. Mi padre está con sus estudios. Estarás a salvo de él.
FERNANDO: Mi dulce amada, se pondrá el sol sin que yo haya cumplido mi tarea.
MIRANDA: Sentate, y mientras, yo llevaré la leña.
FERNANDO: No, celestial criatura. Me romperé los músculos y me partiré la espalda
antes que por mi te humilles.
MIRANDA: Lo soportaría tan bien como vos.
PRÓSPERO: (Aparte) ¡Pobre gusanito! Ya estás infectada. Tu visita lo demuestra.
MIRANDA: Estás cansado.
FERNANDO: No, noble amada: para mí sería la aurora si de noche estuvieras a mi lado.
Y ahora, decime, para que pueda nombrarte cuando rezo. ¿Cómo te llamás?
MIRANDA: Miranda. ¡Ah, padre! ¡He violado tu orden al decirlo!
FERNANDO: ¡Miranda, sos toda admiración! He mirado a muchas damas, pero vos, sos
tan perfecta y sin par.
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MIRANDA: No conozco a nadie de mi sexo, ni recuerdo un rostro de mujer, salvo el mío
en el espejo; y hombres, no he visto más que a vos y a mi padre, pero... Estoy hablando
demasiado, y no obedezco las recomendaciones de mi padre.
FERNANDO: Soy príncipe, Miranda, quizá rey y me repugna esta servidumbre de leñero.
Apenas te vi, mi corazón fue volando al tuyo, y por eso soy por vos un esclavo.
MIRANDA: ¿Me querés?
FERNANDO: Más allá de los límites del mundo yo te quiero.
MIRANDA: Soy tonta llorando por lo que me alegra.
PRÓSPERO: (Aparte) ¡Qué bella unión de extraordinarios amores! ¡El cielo derrame
gracia sobre lo que nace entre ellos!
FERNANDO: ¿Por qué lloras?
MIRANDA: Por mi insignificancia. Si te casas conmigo, seré tu esposa; si no, moriré
doncella. Quieras o no, seré tu sierva.
FERNANDO: Mi dueña, querida mía, y yo ahora y siempre a tus pies.
MIRANDA: ¿Entonces, querés ser mi esposo?
FERNANDO: Sí. Mi mano.
MIRANDA: La mía, y en ella el corazón. Y ahora, adiós y hasta muy pronto.
FERNANDO: ¡Hasta siempre, mi amor! (Salen)
PRÓSPERO: No puedo estar tan contento como ellos, que están maravillados, pero mi
alegría no puede ser mayor. Vuelvo a mis libros, tengo que ocuparme de asuntos
indispensables. (Sale)
OCTAVA ESCENA:
(Entran CALIBÁN, ESTEBAN y TRÍNCULO)
ESTEBAN: (A TRÍNCULO) No me hablés más de eso. Cuando se acabe el barril,
beberemos agua. Conque, ¡al abordaje! ¡Siervo monstruo, bebé a mi salud!
TRÍNCULO: ¡Siervo monstruo! ¡El bufón de la isla! Dicen que sólo somos cinco en esta
isla: tres somos nosotros. Si los otros dos tienen nuestras luces, el estado tambalea.
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ESTEBAN: Siervo monstruo, vos vas a beber cuando yo te lo diga. Los ojos se te han
metido en la cabeza.
TRÍNCULO: ¿Y dónde los va a tener metidos? ¡Lindo sería si los tuviera en el culo!
ESTEBAN: Mi siervo tiene la lengua ahogada en jerez. Pero a mí no me ahogó el mar,
nadé treinta y cinco leguas, lo juro. Monstruo,vos vas a ser mi teniente, mi sostén.
TRÍNCULO: Será sostén, pero tenerse parado, no se tiene.
ESTEBAN: No vamos a correr, monsieurMonstruo.
TRÍNCULO: Ni tampoco caminar, está tirado como un perro, y sin ladrar.
ESTEBAN: ¡Eh, aborto de la naturaleza! Si sos un buen monstruo, habla ...
CALIBÁN: ¿Cómo estás, Alteza? Deja que te lama los piés. A éste no le serviré, porque no
es valiente. Es un “¡NdeVýro!”(Pelotudo)
TRÍNCULO: ¡Mentira, monstruo ignorante! ¡Andá a cagar! Soy muy valiente. ¿A ver,
cuándo hubo cobarde que tomara tanto vino como hoy yo? ¿Cómo decís una mentira
tan monstruosa siendo sólo medio pez y medio monstruo?
CALIBÁN: ¡Mirá cómo se ríe de mí! ¿Lo vas a permitir, milord?
TRÍNCULO: ¿Dijo «milord»? ¡Habrá monstruo más pelotudo!
CALIBÁN: ¡Mirá, otra vez! Andá mi señor, mátalo a mordiscones.
ESTEBAN: Trínculo, no seas tan charlatán. Si lo seguís provocando, ¡en el primer árbol
que encuentre…! El pobre monstruo es mi siervo, y no lo hagas sufrir.
CALIBÁN: Gracias, noble señor. ¿Tenés a bien volver a oír mi petición?
ESTEBAN: ¡Pero, claro! Repetila de rodillas. Yo sigo de pie, y también Trínculo.
(Entra ARIEL, invisible)
CALIBÁN: Como te decía, soy siervo de un tirano, un Mago, Hechicero que con su Arte
me ha robado la isla.
ARIEL: ¡Mentiroso!
CALIBÁN: (A TRÍNCULO) ¡Mentiroso vos, mono bufón! ¡Ojalá te mate mi valiente amo!
Yo no miento.
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ESTEBAN: Si interrumpís otra vez, te juro que te arranco los dientes, uno por uno.
TRÍNCULO: ¡Si no dije nada yo!
ESTEBAN: Bueno, silencio y basta. Vos Seguí.
CALIBÁN: Se apoderó de esta isla con su Magia; me la quitó. Si querés, podés tomar
venganza... Porque sé que vos podés, y éste “Nderova tembo”(cara de pene) idiota, no.
ESTEBAN: Claro que sí.
CALIBÁN: Vos serías el nuevo dueño, y yo te serviré.
ESTEBAN: ¿Y eso cómo se hace? ¿Podés llevarme hasta esa persona?
CALIBÁN: Claro, señor. Cuando esté dormido, podrás meterle un clavo en la cabeza.
ARIEL: ¡Embustero! No vas a poder.
CALIBÁN: ¡Qué imbécil es este de loscolorines! Te suplico que le quites la botella. Que
beba agua de mar, porque yo no le enseñaré donde están los manantiales.
ESTEBAN: ¡Trínculo, cortala, no busqués que te caguen a trompadas! Interrumpís otra vez
al monstruo, y te juro que, de un trompadón, te dejo seco como un bacalao.
TRÍNCULO: Pero, ¿qué hice? ¡Si no hice nada! Está bien, voy a alejarme.
ESTEBAN: ¿No le llamaste embustero?
ARIEL: ¡Embustero!
ESTEBAN: ¿Ah, sí? ¡Tomá entonces! (Le pega a TRÍNCULO) Si te gustó, volvé a decirme
embustero, payaso.
TRÍNCULO: ¡Yo no te dije embustero! ¿No tenés sesos, ni oído? ¡Maldita botella! Todo
viene del jerez y del trincar. ¡Mala peste al monstruo y el diablo se lleve tus trompadas!
CALIBÁN: ¡Ja, ja, ja!
ESTEBAN: Ahora seguí con tu historia. Y vos,apartate más, que te la doy.
CALIBÁN: Pegale bien fuerte, que dentro de un rato yo también le voy a pegar.
ESTEBAN: Más lejos, fuera Trínculo. Vamos, continuá.
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CALIBÁN: Como te decía, tiene por costumbre dormir la siesta. Ahí le reventás los sesos
después de quitarle sus libros; o le aplastas el cráneo con un tronco, o con una estaca lo
destripas, o con tu cuchillo le cortas la garganta. Primero hay que quitarle sus libros, que
sin ellos, es tan tonto como yo, y no tendrá ni un espíritu a sus órdenes: lo odian todos
como yo. Hay que quémale los libros. Y lo que más debes tener presente es la belleza de
su hija. Él mismo la llama «incomparable». Nunca he visto una mujer, sólo a Sícorax, mi
madre, pero ella aventaja tanto a Sícorax como a muchas otras creo.
ESTEBAN: ¿Tan hermosa es?
CALIBÁN: Sí, mi señor. Le vendrá bien a tu cama, y te dará una buena cría.
ESTEBAN: Monstruo, voy a matar a ese hombre. Su hija y yo seremos rey y reina y Trínculo y vos serán virreyes. ¿Qué te parece el arreglo, Trínculo?
TRÍNCULO: (Ofendido) ¡Formidable! ¡Macanudo! ¡Dale para adelante!
ESTEBAN: Dame la mano. Siento mucho haberte pegado esa trompada. Pero, mientras
vivas, no seas tan filoso de lengua.
CALIBÁN: Dentro de media hora dormirá. ¿Lo vas a matar entonces?
ESTEBAN: Te lo juro por mi honor.
ARIEL: Se lo contaré a mi amo.
CALIBÁN: Me das mucha alegría. Estoy muy contento. ¡Vamos a festejar! ¿Querés cantar
esa canción que me acabás de enseñar?
ESTEBAN: A pedido tuyo, monstruo, voy a hacer justicia. Vamos, Trínculo. ¡A cantar!
(Canta)
Burlemoslos y vigilemoslos,
Vamos que la vida es una fiesta.
CALIBÁN: Ésa no es la música.
ESTEBAN:El pensamiento es libre.
Y las rimas también…
(ARIEL toca la canción con flauta y tamboril que es el “motiv” de la aparición de estos
personajes)¿Qué es esto?
TRÍNCULO: La música de nuestra canción, tocada por Nadie.
ESTEBAN: Si sos hombre, mostrate como sos. Si sos un diablo, en la formaque quieras.
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TRÍNCULO: ¡Ah, pero perdoná mis pecados!
ESTEBAN: Quien muere paga sus deudas. ¡Te desafío demonio! ¡Pero tené misericordia!
CALIBÁN: ¿Tenés miedo, mi Lord?
ESTEBAN: ¿Yooo? No, monstruo, qué va.
CALIBÁN: No tengas miedo; la isla está llena de sonidos y músicas suaves que deleitan no
dañan. Unas veces resuena en mi oído el vibrar de mil instrumentos, y otras son voces
que me hacen dormir. Y, al soñar, las nubes se me abren mostrando cosas maravillosas a
punto de llover, y cuando despierto, lloro por seguir soñando.
ESTEBAN: Para mí esto va a ser un gran reino: tendré música gratis.
CALIBÁN: Pero, después de matar a Próspero.
ESTEBAN: Eso será en seguida. No olvido tu historia.
TRÍNCULO: El sonido se aleja. Sigámosla, y después, manos a la obra.
ESTEBAN: Guianos, monstruo, te seguimos. Ojalá pudiera conocer al musiquero. Toca
muy bien.
TRÍNCULO: ¿Vamos entonces? Voy con vos, Esteban. (Salen)
NOVENA ESCENA:
(Entran en un paisaje con fondo de playa, mar y rocas.ALONSO, SEBASTIÁN, ANTONIO
Y GONZALO)
GONZALO: No puedo seguir más lejos, señor; me duelen mis viejos huesos. ¡Buen
laberinto tenemos de sendas derechas y quebradas! Permítanme descansar.
ALONSO: Anciano señor, también a mí me vence el cansancio y estoy aturdido. Desde
ahora abandono mi esperanza. Se ahogó el que buscábamos. ¡Resignación!
ANTONIO: (Aparte a SEBASTIÁN) Me alegro de que estén sin esperanzas. No habrás
olvidado de llevar a cabo nuestro proyecto.
SEBASTIÁN: (Aparte a ANTONIO) En la próxima ocasión favorable.
ANTONIO: (Aparte a SEBASTIÁN) Que sea esta noche. Si están cansados del viaje, no
podrán mantener la vigilancia como cuando están despiertos.
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SEBASTIÁN: (Aparte a ANTONIO) Entonces esta noche. Ya basta de palabras.
(Música extraña y solemne, entra PRÓSPERO en lo alto, invisible)
ALONSO: ¿Qué melodía es esta? Amigos míos, escuchen.
GONZALO: Una música dulcísima.
(Entran diversas figuras extrañas en proyección, trayendo un banquete; bailan a su
alrededor con gentiles saludos, invitando al rey a comer y salen)
ALONSO: ¡Cielos! ¿Qué son estas criaturas?
SEBASTIÁN: ¡Muñecos vivientes! Ahora creeré que existe el unicornio y que en Arabia
hay un árbol único, que es el trono del fénix.
ANTONIO: Yo me creeré ambas cosas. Y si los demás no lo creen, que vengan y les
juraré que es verdad. Los viajeros nunca engañan, aunque los tontos no les crean.
GONZALO: Si contara esto en Nápoles, ¿quién me creería? Si dijera que vi a estos isleños
que fueron más amables y corteses que muchos de nosotros.
PRÓSPERO: (Aparte) Mi noble señor, algunos de los presentes son peores que diablos.
ALONSO: No deja de asombrarme que estas figuras, con gestos y sonidos, y sin hablar, se
expresan tan bien en lengua muda.
PRÓSPERO: (Aparte) Los elogios, para el final.
ANTONIO: Se esfumaron misteriosamente.
SEBASTIÁN: No importa, han dejado las comidas. ¿Quieren probar lo que hay aquí?
ALONSO: No.
GONZALO: Señor, no tengas miedo. Cuando éramos niños, ¿quién habría creído que
hubiera montañeses robustos como toros, con bolsas de carne colgándoles del cuello, y
hombres con la cabeza saliéndoles del pecho?
ALONSO: Bueno, me sentaré a comer, aunque sea mi última comida. No importa; para
mí lo bueno ya pasó. Hermano, mi señor duque, coman como yo.
(Truenos y relámpagos. Entra ARIEL en forma de arpía, aletea sobre la mesa y desaparece
el banquete)
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ARIEL: Son tres pecadores, a los que el destino, dispuso que el mar los vomite a esta isla,
a ustedes, indignos de vivir entre los hombres. ¡Los hombres se ahogan y se ahorcan con
el mismo valor!(Desenvainan ALONSO, SEBASTIÁN y ANTONIO)¡Necios! Sus armas no
pueden dañar un pelo de mis plumas. Mis hermanos son igual de invulnerables. Aunque
puedan herir, sus aceros son muy pesados y no pueden levantarlo. Recuerden, éste es mi
mensaje, que los tres expulsaron de Milán al buen Próspero y lo echaron al mar, a él y a
su inocente hija. Por esta infamia, los dioses, han embravecido los mares contra ustedes.
A vos, Alonso, te quitaron a tu hijo y te anuncian por mi boca que una lenta destrucción,
habrá de acompañar todos tus pasos. Sólo te queda el pesar y llevar una vida recta.
(Desaparece con un trueno. Al son de una música suave vuelven a entrar las figuras,
bailan con muecas y burlas y salen llevándose la mesa)
PRÓSPERO: (Aparte) El papel de arpía, mi Ariel, fue brillante; tenía mucha gracia. Todo
lo que te ordené que dijeras y mis espíritus menores han actuado de maravillas. Mis
Conjuros Mágicos dieron resultado y mis enemigos están todos extraviados. Están en mi
poder. Voy a ver a Fernando, a quien suponen ahogado, y a nuestra amada Miranda.
GONZALO: En nombre de todo lo sagrado, señor, ¿por qué estamos en este delirio?
ALONSO: ¡Ah, es espantoso, espantoso! Creí que las olas me hablaban y me lo decían,
que el viento me lo cantaba y que el trueno, pronunciaban el nombre de Próspero; mi
crimen retumbaba. Por él está mi hijo en el fondo del mar. Me sepultaré con él.
SEBASTIÁN: Si vienen uno a uno, lucharé contra todos los demonios .
ANTONIO: Y yo te ayudaré.
GONZALO: Los tres están alterados. Su gran culpa, comienza a remorderles la conciencia.
Hay que impedir cualquier acción que los lleve a la demencia. ( Salen todos)
DECIMA ESCENA:
(En el paisaje de la cueva, están FERNANDO y MIRANDA)
PRÓSPERO: Si te impuse un castigo tan penoso, la recompensa te lo repara, te estoy
dando un tercio de mi vida, la razón por la que vivo. Todas tus penas sólo fueron una
prueba de tu amor, y lo superaste de maravillas.¡Ah, Fernando! No sonrías si la lleno de
elogios a mi amada hija.
FERNANDO: Lo creo y mucho, señor.
PRÓSPERO: Entonces, como presente, toma a mi hija. Pero si rompes su nudo virginal
antes que las ceremonias se celebren según el santo rito, el cielo no bendecirá esta unión:
sino, el odio, cubrirá tu lecho de malas hierbas. Así que tené cuidado.
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FERNANDO: Como espero días de paz, hermosa descendencia y larga vida con amor, ni
el antro más oscuro, ni el lugar más propicio, ni la mayor tentación de nuestra carne
cambiará mi honor en lujuria.
PRÓSPERO: Hermosas palabras. Entonces, sentate y habla con ella; es tuya. Cumplí tu
palabra. No des rienda suelta a los malos instintos. El más firme juramento es paja para el
fuego de la carne.
FERNANDO: Le aseguro que la fría nieve virginal que hay en mi pecho entibia mi ardor.
PRÓSPERO: Bien. (A Ariel) Vení ya, mi Ariel. Trae todos los espíritus amigos. ¡Hacelo
pronto mi querido siervo laborioso!
ARIEL : Bien, aquí estoy. ¿Qué deseas que hagamos mi poderoso amo?
PRÓSPERO: Tus hermanos y vos cumplieron muy bien sus papeles y ahora los emplearé
en un artificio semejante. Que vengan pronto: voy a ofrecer a esta joven pareja alguna
muestra de mi Magia.
ARIEL: ¿Ahora mismo?
PRÓSPERO En el acto.
ARIEL: Antes que respires. Me querés, mi amo, ¿verdad?
PRÓSPERO: Con el alma, primoroso Ariel. No vengas hasta que te llame.
ARIEL: Entendido, mi señor. Pero con tu permiso voy a tomarme un pequeño
atrevimiento para esta representación.
PRÓSPERO: Lo dejo en tus manos. ¡Callen las lenguas! ¡Miren los ojos! ¡Silencio!
(Música suave, Ariel obliga a Trínculo y Esteban a actuar en el entremés, serán ellos
mismos totalmente ridiculizados, se jugará una escena llena de equívocos y gags
payasescos)
(Entra IRIS- Ariel)
IRIS
Ceres, dejá tus campos de avena,
de trigo, centeno, cebada y arveja;
tus verdes montañas, donde pastan las ovejas,
tus prados, que a ellas regalan forraje;
tus frescas riberas, del lluvioso abril
para que las ninfas se trencen coronas.
Te lo manda Juno, de quien soy mensajera .
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Con Su Majestad, aquí, en este lugar,
te pedimos, unite al festejo.
(JUNO-Trínculoaparece en el aire)
Sus pavones vuelan. Acércate, Ceres; disponete a recibirla.
(Entra CERES - Esteban, con libreto en mano, actúa mal)
CERES
Salud a vos, emisaria de colores, que obedeces siempre a la esposa de Júpiter; que en
mis flores dejás, con doradas alas, tus gotas de miel y tu lluvia mansa. ¿Por qué tu
Señora me convoca sobre este suave césped?
IRIS
Para que festejes un pacto de amor y les hagas una generosa donación a los amantes.
CERES
Celeste arco, decime: ¿Sabes si aún Venus o Cupido sirven a tu divina reina? Desde
que su intriga hizo que Plutón raptase a mi hija Proserpina yo siempre evité su vil
sociedad y la de su ciego hijo.
IRIS
Pues no sufrirás por su compañía. Yo vi a esa diosa con su hijo en un carro de palomas
volar hacia Pafos. Tramaban ahora un ardiente hechizo contra estos amantes, que el
lecho amoroso no han de gozar antes que brille Himeneo. Pero todo fue en vano: su
vehemente hijo ya rompió sus flechas, y ahora jugará con gorriones y sólo será un
niño.
(Desciende JUNO - Trínculo)
CERES
Se acerca ya la gran reina Juno; conozco su andar.
JUNO
¿Cómo está mi generosa hermana? Vení, bendigamos la pareja, para que puedan ser
prósperos, y nos honren con su progenie.
Cantan:
¡Honor, riquezas y bendiciones,
larga vida muchos hijos,
que nunca la dicha los abandone!
Juno y Ceres les cantan estas bendiciones.
CERES
37
Muchos frutos y cosechas y las canastas siempre llenas, vides de racimos llenos, plantas
hasta el cu… también llenos de frutos.
JUNO
¡Que les llegue la primavera al final de la cosecha! La escasez no los aflija, Ceres y Juno
los bendecirán
FERNANDO: Una visión majestuosa y de armonioso hechizo. ¿Debo pensar que estoy
con espíritus?
PRÓSPERO: Espíritus, que con mi Arte saqué de su morada para representar mi fantasía.
FERNANDO: Dejame que viva siempre aquí. Un padre tan prodigioso y una esposa
como esta, hacen de este lugar un paraíso.
(JUNO y CERES hablan entre ellos, y mandan a IRIS un mensaje a Próspero)
PRÓSPERO: Silencio, amigo. Juno y Ceres hablan muy serias. Se ve que falta alguna cosa.
No hables ahora, que, si no, se deshace el sortilegio.
IRIS
Ninfas de los arroyos de inocentes ojos, dejen el murmullo, y vengan al prado. Las
convoca Juno; ella lo ha ordenado. Vengan, castas ninfas; celebremos este pacto de
amor. Vengan sin demora.
(Entran varias ninfas en proyección)
Hagan la fiesta; y canten y dancen. Cada una tome una pareja.
(Bailan las ninfas en graciosa danza, acompañadas por los actores, posiblemente un estilo
de Pericón, como ruptura, hacia cuyo fin PRÓSPERO se sobresalta y habla)
PRÓSPERO: Muy bien, marchensé. Ya basta.
(Con un ruido extraño, sordo y confuso los espíritus desaparecen apenados)
FERNANDO: Es extraño. A tu padre lo pone mal algo.
MIRANDA: Nunca lo había visto tan airado y descompuesto.
PRÓSPERO: Los veo preocupados, hijos míos y como abatidos. Recobren el ánimo.
Nuestra fiesta ha terminado. Los actores, como ya les dije, eran espíritus y se han disuelto
en aire, igual que se ha esfumado mi etérea función. Somos de la misma sustancia que los
sueños, y nuestra breve vida culmina en un dormir. No me siento bien. Disculpen mi
flaqueza; mi mente está agitada. Pasearé un momento por calmar mi ánimo excitado.
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FERNANDO y MIRANDA: Te deseamos paz. (Salen)
PRÓSPERO: Ariel ¡Vení al instante! Vení.
ARIEL: ¿Qué es lo que querés mi señor?
PRÓSPERO: Tenemos que estar listos para enfrentar al asqueroso de Calibán.
ARIEL: Sí, mi señor. Cuando hacía de Iris pensé decírtelo, pero tuve miedo que
enojaras.
te
PRÓSPERO: Repetime,¿dónde dejaste a esos granujas sinvergüenza?
ARIEL: Te dije que estaban muy borrachos, siempre persistiendo en su objetivo. Toqué mi
instrumento, aguzaron las orejas, abrieron los ojos y alzaron la nariz como si olieran
música. Siguieron mi música y los dejé en el inmundo pantano, bailando con el agua
hasta el mentón y con el barro más hediondo a sus pies.
PRÓSPERO: Buen trabajo, pajarito. Continuá invisible. Traé de mi casa la ropa de gala;
será un buen señuelo para estos ladrones.
ARIEL: Voy, voy, mi amo. (Sale)
PRÓSPERO: Un diablo, un diablo, este Calibán, que no admite educación, y que todo el
esfuerzo que me tomé humanamente fue inútil. Los voy a atormentar hasta que aúllen.
(Entra ARIEL cargado de ropa vistosa) Vení, colgalos en algún lugar visible.
DECIMO PRIMERA ESCENA:
(Entran CALIBÁN, ESTEBAN y TRÍNCULO, todos mojados, cueva de Próspero)
CALIBÁN: No hagás ruido al caminar, que ni el topo ciego oiga un paso. Estamos cerca
de su cueva.
ESTEBAN: Monstruo, ese duendecito que vos decís que es inofensivo, no hizo más que
tomarnos el pelo.
TRÍNCULO: Monstruo, apesto a meada de caballo, y se me irritan las narices.
ESTEBAN: ¡Y a mí!Oime, monstruo. En cuanto te agarre antipatía... Vas a ser un
monstruo muerto.
CALIBÁN: Buen señor. Tené paciencia, que el premio que voy a darte borrará este
contratiempo; así que hablá bajo: todo está más tranquilo que a la noche.
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TRÍNCULO: ¡Sí, pero eso de perder la botella en ese pantano...! ¡Dejate de joder!
ESTEBAN: No es sólo una vergüenza y un deshonor, monstruo, sino una gran pérdida.
TRÍNCULO: Para mí es peor que mearme. ¡Monstruo, ese fue tu duende inofensivo!
ESTEBAN: Yo voy a recobrar la botella, aunque me ahogue en el barro podrido.
CALIBÁN: Calmate, mi rey, te lo ruego. Mira: es la boca de la cueva. No hagas ruido.
Cometé el crimen que va a darte esta isla para siempre, y yo seré tu eterno lamepiés.
ESTEBAN: Dame la mano. Me vienen pensamientos sanguinarios.
TRÍNCULO: ¡Ah, rey Esteban! ¡Ah, señor! ¡Mira el guardarropa que tenés aquí para vos!
CALIBÁN: Deja eso, tonto, que es desecho de porquería.
TRÍNCULO: Oime, monstruo: sabemos lo que valen este traperío. ¡Ah, rey Esteban!
ESTEBAN: ¡Quitate esa capa, Trínculo! ¡Qué esa capa será mía!
TRÍNCULO; Que sea de Su Majestad. ¡Y anda a cagar!
CALIBÁN: ¡Malhaya este necio! ¿Cómo te dejás embobar con semejantes chucherías? Dejá
eso, que primero hay que matar a Próspero. Si despierta antes, nos dará tantos pellizcos
de pies a cabeza que nos va a dejar jorobados.
ESTEBAN: Vos callate, monstruo. Señor, ¿no es mía esa camisola?
TRÍNCULO: ¿Esto?, Sí señor, que con tu venia, me lo dejo para mí.
ESTEBAN: Tomá esta ropa. Mientras yo sea el rey de este país. Tomá más ropa.
TRINCULO: Andá, monstruo. Alargá tus dedos y arrazá con todo lo demás.
CALIBÁN: No quiero nada. Perdemos tiempo y él nos convertirá en zorrinos o en monos
de frente chata. ¡“Trehónaejapiro tunare tavycho”!(Andá a masturbarte con un cactus)
ESTEBAN: Basta monstruo, ¡a trabajar! Ayudá a llevar todo esto donde guardo el barril, o
te expulso de mi reino. Vamos, llevá esto.
TRÍNCULO: Y esto.
ESTEBAN: Sí, y esto.
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(Se oyen ruidos de cadenas, ladridos monstruosos. Entran varios espíritus en forma de
perros, y los persiguen, azuzados por PRÓSPERO y ARIEL)
PRÓSPERO: ¡Hala, hala, Titán!
ARIEL: ¡Plata! ¡Por ahí, Plata!
PRÓSPERO: ¡Furia, Furia! ¡Ahí, cáchelo Sultán, ahí! ¡Hala, hala, muerdan, muerdan!
(CALIBÁN, ESTEBAN y TRINCULO salen perseguidos.) Hacé que los duendes les muelan
los huesos con fuertes convulsiones, contraigan sus músculos espasmos y de pellizcarlos,
los dejen con más manchas que un leopardo.
ARIEL: ¡Oiga mi señor cómo aúllan!
PRÓSPERO: Que los persigan sin tregua. En este momento todos mis enemigos están a mi
merced. Pronto acabarán mis trabajos. Mientras tanto, vení y servime. Mi plan ya va
llegando a su fin. ¿Qué hora es?
ARIEL: La sextaseñor,la hora, en que dijiste que terminaría nuestro trabajo.
PRÓSPERO: Eso dije cuando desaté la tempestad. ¿Cómo están el rey y su séquito?
ARIEL: Tal como los dejaste; prisioneros en el bosque de tilos. No pueden ni moverse.
Los tres están trastornados. Y llora de pena «el buen Gonzalo»: por su barba corren
lágrimas como lluvia. Tan hechizados están que, si los vieras, te sentirías conmovido.
PRÓSPERO: ¿Eso creés, mi espíritu Ariel?
ARIEL: Así me sentiría si fuese humano.
PRÓSPERO: Entonces voy a conmoverme. Si vos, que sos solo aire, sentiste su dolor, yo,
uno de su especie, que siento el sufrimiento como ellos, ¿no voy a conmoverme más que
vos? Aunque estoy herido por sus agravios, dejo mi furia y me pongo del lado de la
razón. La grandeza está en la virtud, no en la venganza. Si se arrepintieron, voy a
terminar con la ira.Liberalos, Ariel, romperé mis hechizos, les devolveré la razón y
volverán a ser ellos.
ARIEL: Voy a traerlos, señor. (Sale)
PRÓSPERO: Aquí abandono mi áspera Magia y cuando invoque una música divina que
cumpla mi deseo, entonces, dejaré mi vara, la hundiré bajo la tierra y allí en lo más
profundo, ahogaré mis libros.
DECIMO SEGUNDA ESCENA:
41
(Música solemne. Entra ARIEL. Le siguen ALONSO, con gesto demente, acompañado de
GONZALO, y SEBASTIÁN y ANTONIO. Entran todos ellos en el círculo que ha trazado
PRÓSPERO y en él quedan hechizados. PRÓSPERO lo observa y habla)
PRÓSPERO: Que la música solemne, te cure el cerebro que te hierve enloquecido,
bondadoso Gonzalo, hombre digno. Ya el hechizo se deshace ylos sentidos van a
dispersar la ignorancia que nubla su razón. ¡Ah, buen Gonzalo, mi salvador, fiel de tu
señor! Te pagaré tu bondad con palabras y con hechos. Alonso, que cruel fuiste con mi
hija. Y a mí me despojaste de todo con tu hermano Sebastián como cómplice y ahora
padeces por eso.
A vos, mi hermano, mi sangre, ciego de ambición y sentimientos, que con Sebastián
habrías matado al rey, yo te perdono. Todavía ninguno me ve ni me conoce.
Me quitaré el manto y me mostraré como el Duque de Milán que fui. Pronto, Ariel.
(ARIEL canta y le ayuda a vestirse)
Donde cuelga la abeja, cuelgo yo.
Acostado en una flor en primavera,
Ahí me retiraré, cuando grite el búho
Ahora, alegre y contento, viviré.
Con alegría, viviré, viviré.
PRÓSPERO: ¡Queridísimo Ariel! Te voy a echar de menos, te daré la libertad.Andá,
invisible como estás ahora, al navío del rey. Verás a los marineros dormidos bajo
cubierta. En cuanto despierten el capitán y el contramaestre, traelos aquí; y rápido, te lo
ruego.
ARIEL: Me bebo el aire y vuelvo antes que el pulso te lata dos veces. ( Sale)
GONZALO: Aquí habitan el tormento, la aflicción, el asombro y el espanto. ¡Que un
poder divino nos saque de esta terrible isla!
PRÓSPERO: Mirá soberano rey, a Próspero, el agraviado Duque de Milán. Para probar
que es un príncipe vivo quien te habla, dejá que te abrace y te de mi bienvenida a vos y a
tu séquito.
ALONSO: Si sos Próspero, o me engaña algún efecto mágico, no sé. El pulso te late como
a un hombre y, desde que te vi, se ha curado mi trastorno mental. Te restituyo el ducado
y te suplico que me perdonés. Pero, ¿cómo es que estás vivo y aquí?
PRÓSPERO: (A GONZALO) Primero, noble amigo, permitime abrazar tu vejez, cuya
honra es inmensa e infinita.
GONZALO: Si esto es real o un sueño, no podría jurarlo.
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PRÓSPERO: Aún quedás bajo el efecto de algunas fascinaciones de la isla, que te impiden
creer en lo real. ¡Amigos, bienvenidos todos!
(Aparte a SEBASTIÁN y ANTONIO) En cuanto a ustedes, si quisiera, haría caer la ira del
rey contra los dos al demostrarle su perfidia. Pero por ahora no voy a acusarlos.
SEBASTIÁN: (Aparte) El diablo habla por él.
PRÓSPERO: (Aparte a SEBASTIÁN) ¡No! No soy el diablo(A ANTONIO) A vos, ser
perverso, a quien llamar hermano infectaría mi lengua, te perdono, tu peor maldad,
todas ellas, y te exijo mi ducado, que sí o sí, vas de devolverme.
ALONSO: Si sos Próspero, contanos cómo te salvaste, cómo nos encontraste a los que
naufragamos en estas riberas, donde yo he perdido a mi querido hijo Fernando.
PRÓSPERO: Me apena oírlo, señor.
ALONSO: La pérdida es irreparable.
PRÓSPERO: De una pérdida semejante, yo estoy consolado.
ALONSO: ¿Vos tuviste una pérdida parecida?
PRÓSPERO: Tan grande y tan reciente. Pues yo he perdido a mi hija.
ALONSO: ¿Una hija? ¿Cuándo perdiste a tu hija?
PRÓSPERO: En la reciente tempestad. No duden que soy Próspero, el duque expulsado
de Milán que, tras llegar de milagro a esta isla en la que han naufragado, se convirtió en
su señor. Pero ya basta, que es relato para un día. Señor, bienvenido. Esta cueva es mi
palacio. Sirvientes tengo pocos; súbditos, ninguno. Te lo ruego, mirá adentro. Ya que me
devolviste mi ducado, yo te pagaré con algo igual de bueno.
(PRÓSPERO muestra a los títeresFERNANDO y MIRANDAmirándose embobados dentro
de una gruta)
ALONSO: Si esto es otra ilusión de la isla, a mi hijo amado voy a perder dos veces.
SEBASTIÁN: ¡Es un poderoso milagro!
FERNANDO: Aunque los mares amenacen, son piadosos. Los maldije sin motivo.
ALONSO: ¡Vayan para vos todas las bendiciones de un padre feliz! Levántate y decime
cómo llegaste hasta aquí.
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MIRANDA: ¡Oh, maravilla! ¡Cuántos seres admirables hay aquí! ¡Qué bella humanidad!
¡Maravilloso mundo nuevo que produce estas personas!
PRÓSPERO: Sí, pobre hija, que no sabes lo que decís. Es nuevo para vos.
ALONSO: ¿Quién es la muchacha con quien estás? ¿Es la diosa que nos separó y ahora
nos reúne?
FERNANDO: Señor, es mortal, pero, por voluntad divina, es mía. La elegí cuando no
podía pedirle consejo a mi padre. Es la hija del Duque de Milán, de quien tanto sabía por
su fama. Ahora esta dama lo convierte en mi segundo padre.
ALONSO: Y a mí de ella. ¡Qué extraño va a sonar que le pida perdón a mi hija!
PRÓSPERO: Ya basta, señor. No carguemos más nuestro recuerdo con un dolor pasado.
GONZALO: ¡Ah, mire, Señor, mire! ¿Traen noticias?
(Entra ARIEL, con el CONTRAMAESTRE siguiéndolo asombrado)
CONTRAMAESTRE: La mejor es haber hallado a salvo al rey y a su séquito; después, que
nuestra nave está entera y tan bien aparejada como cuando zarpamos.
ARIEL: (Aparte a PRÓSPERO)Jajaja, Señor, yo lo hice todo, desde que te dejé.
PRÓSPERO: (Aparte a ARIEL) ¡Mi vivo espíritu, sos grandioso!
ALONSO: Estos hechos no son naturales, y todo es cada vez más raro. Decime, ¿cómo
viniste?
CONTRAMAESTRE: Señor, si me creyera, intentaría contarlo. Dormíamos como muertos
y no sé cómo, nos despertaron extraños rugidos, gritos, alaridos, traqueteo de cadenas y
ruidos espantosos. Vimos que estaba intacto nuestro hermoso navío, y el capitán saltó de
alegría y nos trajo hasta aquí aturdidos.
ARIEL: (Aparte a PRÓSPERO) ¿Y, Lo hice bien, mi amo?
PRÓSPERO: (Aparte a ARIEL)De maravillas, genio. Serás libre.
ALONSO: ¿Quién nos hizo entrar en semejante laberinto? Todo esto lo guió algo más
que la naturaleza.
PRÓSPERO: Majestad, no te torturés insistiendo en lo extraño de estos asuntos. A solas te
explicaré, cada uno de los sucesos ocurridos. (Aparte a ARIEL) Vení, espíritu. Libera a
Calibán y sus compinches. Rompé el hechizo.
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(A Alonso) ¿Estás bien, señor? Aún quedan de los tuyos algunos tipos raros, que no
recordás lo que quisieron hacer.
(Entra ARIEL, empujando a CALIBÁN, ESTEBAN y TRÍNCULO, vestidos con las prendas
robadas)
ESTEBAN: Cada cual que cuide lo suyo, que todo está en manos de la suerte. ¡Coraje,
buen monstruo, coraje!
TRÍNCULO: Si mis faros no me engañan, lo que veo es estupendo.
CALIBÁN: ¡Ah, Setebos! ¡Qué hermosos espíritus! ¡Y cómo viste mi amo! Temo que me
va a castigar.
SEBASTIÁN: ¡Ja, ja! ¿Quiénes son éstos? ¿Se compran con dinero bichos así?
ANTONIO: Seguramente. Uno de ellos es bien raro y, sin duda, muy vendible.
PRÓSPERO: Señores, vean la apariencia de estos hombres y decidan si son honrados. Este
contrahecho tenía por madre a una bruja poderosa que dominaba la luna, causaba el
flujo y el reflujo del mar. Los tres me han robado, y este semi diablo, bastardo, tramó
con ellos en quitarme la vida. A estos dos los conocen, ya que son suyos y esta basura de
las tinieblas, es mío.
CALIBÁN: Me va a pellizcar hasta matarme.
ALONSO: ¿Éste no es Esteban, el despensero borracho?
SEBASTIÁN: Borracho sí está. ¿De dónde sacó el vino?
ALONSO: Y Trínculo nuestro animador, está dado vueltas. ¿Cómo estás en este estado?
TRÍNCULO: Tanto me he enjuagado desde la última vez que los vi que me he empapado
hasta los huesos. Voy a estar bien conservado en esta sal muera.
SEBASTIÁN: ¿Cómo estás, Esteban?
ESTEBAN: No me toqués. No soy Esteban; soy un calambre.
PRÓSPERO: ¿Y vos querías ser el rey de esta isla?
ESTEBAN: Habría sido el rey de los dolores.
ALONSO: (Indicando a CALIBÁN) Es el ser más extraño que he visto.
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PRÓSPERO: Y tan deforme en su conducta, como en su figura.(A Calibán) Vos, andá a mi
cueva y llévate a tus compinches. Si esperan mi perdón, déjenla bien limpia y arreglada
para recibir estas visitas.
CALIBÁN: Así, lo haremos, amo. Te pido clemencia. (A Esteban y Trínculo) ¡Fui tonto de
remate al tomar a este borracho por un Dios y adorar a este payaso!
PRÓSPERO: ¡Vamos, en marcha!
ALONSO: ¡Fuera, y dejen esos trapos donde los encontraron!
SEBASTIÁN: O más bien los robaron.
(Salen CALIBÁN, ESTEBAN y TRÍNCULO)
PRÓSPERO: Señor, los invito a vos y a tu séquito a mi cueva, donde descansarán por
esta noche. Por la mañana partirán a Nápoles, donde espero ver celebradas las bodas de
nuestros amados hijos; allí pensaré en retirarme y en como recibiré a la “Parca”.
ALONSO: Espero oír tu relato; sin duda sonará asombroso.
PRÓSPERO: Te lo contaré todo, y les prometo un mar en calma, vientos propicios y una
buena travesía. (A Ariel) Mi Ariel del alma, encárgate de ellos. Después, podés ser libre en
el aire y adiós.(A los Nobles) Dignensé a entrar. (Salen todos menos PRÓSPERO)
EPÍLOGO
Ahora que magia no me queda y sólo tengo mis fuerzas,
que son pocas. Y sin dominio ya sobre los espíritus y hechizos.
Ahora que he recobrado el ducado, tras perdonar al traidor,
podrían retenerme aquí, o dejarme ir a Nápoles.
Que su aliento hinche mis velas o fracasará mi idea,
que fue agradar y así no quedaré hechizado en la isla,
Y del mismo modo que por pecar ruegan clemencia,
me vencerá la desesperación si no me alivian.
Perdonen los errores y libérenos con su indulgencia.
Que estas confabulaciones y traiciones,
Perdonamos, ¡Pero no olvidamos!
Regálennos un aplauso tan sentido,
que hasta al cielo lo emocionen.
(Los cómicos tomarán nuevamente sus instrumentos y como llegaron se irán del espacio
escénico utilizando la sonoridad con la que comenzaron, ya con el deber cumplido)
FIN
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