Por el Prof - Uruguay Educa

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Por el Prof. Alejandro Medeiros.
Docente de Astronomía.
COLISIONES CÓSMICAS
“Miré cuando abrió el sexto sello,
y he aquí hubo un gran terremoto;
y el sol se puso negro como tela
de cilicio, y la luna se volvió toda
como sangre; y las estrellas del cielo
cayeron sobre la tierra………”.
Apocalipsis 6 : 12.
Nuevo Testamento.
Hablar de colisiones cósmicas es hablar de impactos asteroidales y cometarios contra lunas
y planetas. Estos impactos no son excepcionales, dependiendo su frecuencia del tamaño del
“proyectil”en cuestión. Pero en el pasado remoto, cuando recién terminaba de consolidarse
nuestro vecindario solar, la Tierra fue intensamente bombardeada desde el espacio.
BOMBARDEO Y LIMPIEZA DEL SISTEMA SOLAR
Nuestro planeta, al tener atmósfera y agua líquida, está expuesto a agentes abrasivos,
erosión eólica, pluvial y fluvial, que ha borrado en buena medida las “cicatrices” dejadas en
esa temprana época por las lluvias de meteoros (a excepción, quizá, por la evidencia de
impactos mas recientes como el “Cráter Barringer o “Meteor” en Arizona o el enorme
cráter que se descubrió en el fondo marino en la península de Yucatán).
No obstante, en la superficie de otros mundos, en nuestra propia Luna, en las lunas
“Galileanas” de Júpiter y en casi todos los planetas del Sistema Solar Interno –a los que
antropocéntricamente denominamos “Tipo Tierra”- existen los vestigios, casi inalterados,
de esos “pedruscos” que después de vagar por miles de años en el vacío del espacio entran
en trayectoria de colisión y golpean furiosamente contra los mundos.
Pero como indicábamos anteriormente esta clase de colisiones son ahora mucho menos
frecuentes que en el pasado. Veamos: cuando el Sistema Solar se formó por acreción
planetesimal (agregado de cuerpos menores que dieron origen a los planetas) la Tierra fue
intensamente bombardeada por los restos de la formación del sistema. Tan es así que hoy
sabemos que el agua de los océanos vino del exterior, traída por otros cuerpos celestes.
(Hace unos años se pensaba que habían sido los cometas los que proporcionaron agua
líquida a nuestro planeta pero gracias a las misiones espaciales dirigidas a estos cuerpos
celestes se descubrió que poseen tres veces mas deuterio que el agua oceánica por lo que se
presume fueron los asteroides los que aportaron el “vital liquido”).
Con el correr del tiempo el Sistema Solar fue limpiándose, en parte porque los asteroides,
cuyas órbitas cortaban las órbitas de los planetas, colisionaban inevitablemente con estos y
por otra parte los planetas gigantes como Júpiter y Saturno “barrieron” el vecindario solar
eyectando estos cuerpos pequeños hacia la nube de Oort.
SOBRE LA TASA DE IMPACTOS
Cuando Carl Sagan afirmaba en su famoso “Cosmos” que “un acontecimiento improbable
en cien años puede resultar inevitable en cien millones de años” hacía alusión a una verdad
científicamente demostrable: según estudios estadísticos de carácter aleatorio, un cuerpo de
10 metros o mas, impacta con la Tierra una vez cada 30 años; uno de 100 metros cada 3000
años (el “Caso Tunguska” de 1908 quizás se debió a la caída de un cuerpo de estas
dimensiones); uno de un quilómetro cada 300.000 años y la caída de un asteroide algo más
grande que el monte Everest ocurriría en un lapso de entre 30 y 100 millones de años.
Seguidamente, Sr. Lector, permítame hacer un breve análisis técnico: la velocidad media
con la que se acerca cualquier objeto en ruta de colisión con nuestro planeta es de 11,2
Km/seg (velocidad resultante de una caída libre en el campo de atracción gravitatoria
terrestre y desde una distancia infinita) pero a ello debemos agregarle la velocidad propia
de su órbita en torno al Sol, lo que nos lleva a establecer que un asteroide que se
desplomara sobre la Tierra lo haría con una velocidad de entre 15 y 30 Km/seg. (de 15 a 30
veces mas rápido que la bala de un rifle).
La energía cinética que se liberaría en el momento preciso del golpe se transformaría casi
completamente en calor y movimiento de escombros.
Estos cálculos son válidos tanto para asteroides como para cometas ya que si bien estos
últimos tienen densidades muy bajas (menos de la mitad de la densidad del agua)
presumiblemente no serian desintegrados por las fuerzas mareales al acercarse al “Limite
de Roche”, no obstante, la velocidad de acercamiento, energía cinética, ángulo de
incidencia y porosidad del cometa son variables de peso considerable.
Esta clase de impactos provocaría extinciones biológicas masivas debido a las razones que
posteriormente analizaremos.
EXTINCIONES BIOLÓGICAS MASIVAS
Si los estudios realizados mediante ordenador son correctos la Tierra habría sufrido
extinciones biológicas provocadas por la caída de cuerpos celestes con una frecuencia de
unos 50 millones de años aproximadamente.
Los registros geológicos solo nos permiten buscar evidencias con una antigüedad no
superior a los 580 millones de años y se ha comprobado que durante ese lapso de tiempo
ocurrieron efectivamente unas diez extinciones masivas, siendo cinco de ellas de real
importancia.
LA LLUVIA DE FUEGO Y EL FIN DE LOS DINOSAURIOS
La extinción biológica más conocida, quizás, es la que se produjo hace 65 millones de años
en el periodo Cretácico-Terciario.
Se tiene la considerable certeza de que la extinción Cretácico-Terciario se debió a la caída
de un objeto celeste grande como el Everest, ya que en el estrato geológico de esa época se
encontró súper abundancia de Iridio, un elemento químico que casi no existe en la
superficie terrestre pero que abunda en los asteroides.
El asteroide en cuestión habría entrado en órbita de colisión con nuestro planeta a una
velocidad cercana a los 30 Km/seg.
El impacto se produjo en la Península de Yucatán en América Central donde hoy se
encuentra el cráter Chicxulub de 200 Km de diámetro (escondido en parte en el suelo
marino y en parte desgastado en la zona continental).
Este evento astronómico extinguió –por los motivos que veremos- la mayor parte de las
especies vivientes de la Tierra y en definitiva eliminó a los dinosaurios (“amos y señores”
de este “olvidado” planeta durante 100 millones de años).
La colisión produjo temperaturas tan elevadas, en y cerca del punto de impacto, que fundió
y vaporizó las rocas y el agua oceánica y hubo un incendio que arrasó parte del planeta
(además del iridio, se ha encontrado restos de hollín y cristales de cuarzo fracturados, como
si un gran martillo hubiera despedazado las rocas de la corteza en esa época).
Los escombros eyectados por la explosión fueron enviados fuera de la atmósfera y luego
cayeron como lluvia de fuego.
Si el impacto se produjo en el océano debieron generarse Tsunamis gigantescos cuya
energía les habría permitido propagarse por todos los océanos.
El polvo lanzado a la atmósfera debió tener efectos idénticos al del “invierno nuclear”. El
planeta se oscureció durante meses y años y la temperatura media global descendió por
debajo del punto de congelación.
Por si fuera poco los gases atmosféricos se quemaron y durante esa “eterna noche” cayó
una lluvia ácida que contaminó con compuestos nitrosos el agua de ríos, lagos y océanos.
Evidentemente muy pocas especies pudieron resistir esas condiciones climáticas tan
adversas y extremas; los saurios literalmente murieron de frío y de hambre (la mayoría eran
herbívoros y al no haber luz natural las plantas morían), pero los mamíferos –que entre
otras cosas se alimentaban de materia orgánica en descomposición- sobrevivieron,
evolucionaron y ……………permitieron el ascenso de los primates y de los homínidos.
Creo que en un sentido muy profundo debemos nuestra existencia a un accidente
astronómico, totalmente fortuito, que ocurrió –como decía Shakespeare- “en los abismos
del tiempo”.
CONSIDERACIONES PRÁCTICAS
No ha sido intención de quien esto escribe entrar en detalles o profundizar sobre los efectos
medio-ambientales y biológicos de un impacto asteroidal y una catástrofe climática como la
aquí descrita, sobre ello escribí un artículo extenso en 1989 –cuando la Perestroica era aún
embrionaria- vinculando la extinción biológica del Cretácico con las consecuencias de un
intercambio nuclear global (Suplemento de “La Hora-Popular”, agosto 1989).
Por otra parte creo que queda claro que las extinciones masivas pueden ocurrir en cualquier
momento, máxime cuando el número de asteroides capaces de provocarlas –por su masa y
tamaño- se distribuyen en un espacio muy grande dentro del Sistema Solar y especialmente
porque –considerando el tiempo transcurrido desde la ultima extinción- estaríamos, según
los cálculos estadísticos, en el momento exacto de un impacto.
Pero creo que podemos dormir tranquilos si tenemos en cuenta que por primera vez en la
historia humana poseemos la capacidad tecnológica como para desviar estos “pedruscos”
cósmicos.
Siempre y cuando lo detectemos a tiempo por supuesto.
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