Ciudadano Kane

Anuncio
El
" Ciudadano Kane " de Neguri
El magnate vasco Horacio Echevarrieta perdió su fortuna por construir un submarino revolucionario para los alemanes
Un documental descubre la historia del industrial más rico de España de los años 20
EL PERSONAJE
Horacio Echevarrieta Maruri. (Bilbao 1870, Barakaldo 1963). Llegó a amasar una de las grandes fortunas de su época y destacó
por su emprendedora personalidad. Fue naviero, banquero, industrial, político, mecenas, negociador diplomático y fundador de
periódicos.
Pionero
Estuvo implicado en la creación de empresas como Iberdrola, Iberia o Cementos Portland, entre otras.
Negoció con Abd-el-Krim la liberación de 300 soldados presos tras el desastre de Annual
Neguri también tuvo su William Randolph Hearst, el magnate que Orson Welles retrató en 'Ciudadano Kane'. En los
años 20, Horacio Echevarrieta poseyó minas, astilleros, cementeras, hidroeléctricas, participaciones en grandes
bancos, radios y periódicos. Excavó el metro de Barcelona y erigió la Gran Vía madrileña. Fundó Iberia y el germen de
Iberdrola. Desde su mansión en Punta Begoña contemplaba sus barcos surcar El Abra con las bodegas preñadas de
mineral. De su Xanadú particular quedan unas galerías en las que no terminan de construir un hotel de lujo.
Echevarrieta fue el industrial más rico de la España de la época. Amigo de Alfonso XIII y Primo de Rivera, vivió unos
tiempos donde todo parecía posible. Trató con nobles, espías, buscavidas y estrellas de cine. Aquel prohombre,
diputado por la coalición entre socialistas y republicanos, era también un experimentado regatista que soñaba con
construir la máquina más perfecta para surcar los océanos y ganar las guerras: un submarino revolucionario. Llevar a
la práctica su quimera le costó su fortuna y el olvido en la España franquista.
Una calle en Barakaldo, junto al Hospital de Cruces, lleva su nombre. Muy cerca, el Palacio Munoa se yergue cercado
por construcciones y amenazado por la piqueta. Allí murió Echevarrieta y viven todavía dos de sus hijos. Allí arranca
'El último magnate', un fascinante documental de José Antonio Hergueta y Olivier van der Zee presentado ayer en el
Festival de Málaga. La increíble historia de un visionario que acabó condenándose cuando formó una alianza con el
espía alemán más célebre de la época y un marino enamorado del cine.
Suena a historieta de Tintín, pero cuatro años de trabajo y el saqueo de medio centenar de archivos demuestran que
no es ficción. Echevarrieta, heredero de Cosme Echevarrieta -este sí, con calle en Bilbao-, vivió en uno de los mejores
lugares para hacer negocios después de la Gran Guerra. Su padre apenas había tardado quince años en explotar las
minas de hierro que rodeaban la capital vizcaína. Horacio multiplicará su fortuna y nunca encontrará ninguna
contradicción en jugar al polo en la playa de Ereaga y defender una España laica y federal.
Los ricos se hacen más ricos en tiempos turbulentos. Nuestro hombre no le hizo ascos a fletar los mismos barcos con
el mismo mineral a puertos de Alemania e Inglaterra. «Hablaba claro, decía lo que pensaba y se ganaba a la gente.
Funcionaba con el sistema de favores, no sólo como clientelismo, sino porque lo pensaba así», describe José Antonio
Hergueta. «Tenía una visión, como Howard Hughes, y a la vez era librepensador. El dinero no se podía parar, había
que tenerlo en movimiento. Sus hijos nos decían que jamás habló mal de nadie».
Horacio Echevarrieta era un hombre de acción que procuraba estar lejos de despachos y fábricas. Nada más lejos de
un 'bon vivant' que dilapida su herencia, como tantos otros señoritos de Neguri. Tras el Desastre de Annual en 1921,
en el que murieron 10.000 soldados españoles, el caudillo rifeño Abd-el-Krim tomó presos a 600 hombres.
Echevarrieta fue el único interlocutor al que respetó. El empresario vasco viajó hasta la bahía de Alhucemas y tuvo
los arrestos de esperarle solo en la playa con el rescate, poniendo fin a un cautiverio de dos años.
A su vuelta a España con los 300 supervivientes fue aclamado como un héroe. Negoció el Concierto Económico
Vasco y, de paso, recibió el encargo de urbanizar la segunda fase de la Gran Vía madrileña, desde el Edificio
Telefónica hasta la Plaza de España. Pronto su destino se cruzará con el de dos alemanes, encargados por la
República de Weimar de rearmar en secreto al país perdedor de la guerra. Wilhelm Canaris llegaría a ser el principal
responsable de Inteligencia en la Alemania nazi; Walther Lohmann gestionaba las finanzas ocultas de la Marina.
La contienda había demostrado el poderío bélico de los submarinos. Quien dominara el mar vencería en próximos
conflictos. Canaris vio en Echevarrieta al mejor de sus aliados, un multimillonario amigo del rey, que compartía sus
sueños de triunfo tecnológico. Tras vender todos sus barcos, el magnate inaugura unos astilleros en Cádiz destinados
a fabricar el submarino más avanzado del momento. El 'u-boot' definitivo perfeccionado por ingenieros alemanes.
La nave, bautizada E-1 (Echevarrieta-1), fue mermando los recursos financieros del naviero, al tiempo que los socios
alemanes salieron rana. La Prensa germana reveló que Canaris estuvo vinculado al asesinato de Rosa Luxemburgo y
el Ejército le pasó a la retaguardia; Lohmann resultó que invertía dinero destinado al rearme en películas patrióticas.
El crack del 29 y el advenimiento de la Segunda República dos años más tarde hicieron el resto. El E-1 se vendió al
mejor postor y acabó en la Marina turca. Desguazado en los años 50, se conserva una maqueta en el Museo Naval de
Estambul.
Caída en desgracia
En aquella nueva España, el armamento no figuraba en la agenda del Gobierno. El antiguo prohombre es visto como
monárquico, de la misma manera que con Franco se le recordará como el magnate republicano. Echevarrieta siguió
botando barcos hasta su muerte en 1963, a los 92 años. Pero su imperio nunca se recuperó. «Iba a construir
Mercedes, portaviones, torpedos y muchas cosas más», enumera Hergueta. «Se hundió porque se hizo la foto con
Alfonso XIII y la República le pasó factura. Cayó en desgracia, pero siempre tuvo amigos. El mundo se movió y él no
tenía cabida».
«Contra el ruralismo y la teocracia», era el lema del partido de Nicolás Salmerón que Horacio hizo suyo.
Antinacionalista, creía en un país educado y moderno. Fue un señorito al que votaban los obreros. Su independencia
hasta le llevó a una breve estancia en la cárcel en 1934 como preso político, donde tuvo como compañero de
cautiverio a Santiago Carrillo. Azaña siempre dijo que ya le gustaría tener la ruina de Echevarrieta.
El panteón familiar en el cementerio de Getxo habla del esplendor de tiempos pasados. Sobre el Palacio Munoa
pende un litigio y su derribo es cuestión de tiempo. El legado Echevarrieta hay que buscarlo en sitios tan dispares
como la estación del metro en la Plaza de Catalunya, el transbordador de las cataratas del Niágara, cada avión de
Iberia y el 'Juan Sebastián Elcano', el buque escuela de la Armada, que todavía surca los mares. En su mástil luce
orgulloso una placa: Astilleros Echevarrieta y Larrínaga.
Noticia Original de :
http://www.elcorreo.com/vizcaya/v/20110330/cultura/ciudadano-kane-neguri-20110330.html
Descargar