UNA ÉTICA DEL CUIDADO TEXTOS PARA RESPIRAR E

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UNA ÉTICA DEL CUIDADO
TEXTOS PARA RESPIRAR E INSPIRAR
AMOR CONSTANTE MÁS ALLÁ DE LA MUERTE
Francisco de Quevedo
Cerrar podrá mis ojos la postrera
Sombra que me llevare el blanco día,
Y podrá desatar esta alma mía
Hora a su afán ansioso lisonjera;
Más no, de es otra parte, en la ribera,
Dejará la memoria, en donde ardía:
Nadar sabe mi llama el agua fría,
Y perder el respeto a ley severa.
Alma a quien todo un dios prisión ha sido,
Venas que humor a tanto fuego han dado,
Medulas que han gloriosamente ardido:
Su cuerpo dejará no su cuidado;
Serán ceniza, mas tendrá sentido;
Polvo serán, mas polvo enamorado.
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EL CATACLISMO DE DAMOCLES
Gabriel García Márquez
Conferencia de Ixtapa. México, 1986.
Gabriel García Márquez pronunció el
siguiente discurso el 6 de agosto de 1986, en
el aniversario 41 de la bomba de Iroshima.
Un minuto después de la última explosión,
más de la mitad de los seres humanos habrá
muerto, el polvo y el humo de los
continentes en llamas derrotarán a la luz
solar, y las tinieblas absolutas volverán a
reinar en el mundo. Un invierno de lluvias
anaranjadas y huracanes helados invertirá el
tiempo de los océanos y volteará el curso de
los ríos, cuyos peces habrán muerto de sed
en las aguas ardientes, y cuyos pájaros no
encontrarán el cielo. Las nieves perpetuas
cubrirán el desierto del Sahara, la vasta
Amazonía desaparecerá de la faz del planeta
destruido por el granizo, y la era del rock y
de los corazones transplantados estará de
regreso a su infancia glacial. Los pocos seres
humanos que sobrevivan al primer espanto,
y los que hubieran tenido el privilegio de un
refugio seguro a las tres de la tarde del lunes
aciago de la catástrofe magna, sólo habrán
salvado la vida para morir después por el
horror de sus recuerdos. La Creación habrá
terminado. En el caos final de la humedad y
las noches eternas, el único vestigio de lo
que fue la vida serán las cucarachas.
Señores presidentes, señores primeros
ministros, amigas, amigos:
Esto no es un mal plagio del delirio de Juan
en su destierro de Patmos, sino la visión
anticipada de un desastre cósmico que
puede suceder en este mismo instante: la
explosión -dirigida o accidental- de sólo una
parte mínima del arsenal nuclear que
duerme con un ojo y vela con el otro en las
santabárbaras de las grandes potencias.
Así es: hoy, 6 de agosto de 1986, existen en
el mundo más de 50.000 ojivas nucleares
emplazadas. En términos caseros, esto
quiere decir que cada ser humano, sin excluir
a los niños, está sentado en un barril con
unas cuatro toneladas de dinamita, cuya
explosión total puede eliminar 12 veces todo
rastro de vida en la Tierra. La potencia de
aniquilación de esta amenaza colosal, que
pende sobre nuestras cabezas como un
cataclismo de Damocles, plantea la
posibilidad teórica de inutilizar cuatro
planetas más que los que giran alrededor del
Sol, y de influir en el equilibrio del Sistema
Solar. Ninguna ciencia, ningún arte, ninguna
industria se ha doblado a sí misma tantas
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veces como la industria nuclear desde su
origen, hace 41 años, ni ninguna otra
creación del ingenio humano ha tenido
nunca tanto poder de determinación sobre el
destino del mundo.
El único consuelo de estas simplificaciones
terroríficas -si de algo nos sirven-, es
comprobar que la preservación de la vida
humana en la Tierra sigue siendo todavía
más barata que la peste nuclear. Pues con el
sólo hecho de existir, el tremendo
Apocalipsis cautivo en los silos de muerte de
los países más ricos está malbaratando las
posibilidades de una vida mejor para todos.
En la asistencia infantil, por ejemplo, esto es
una verdad de aritmética primaria. La
UNICEF calculó en 1981 un programa para
resolver los problemas esenciales de los 500
millones de niños más pobres del mundo,
incluidas sus madres. Comprendía la
asistencia sanitaria de base, la educación
elemental, la mejora de las condiciones
higiénicas, del abastecimiento de agua
potable y de la alimentación. Todo esto
parecía un sueño imposible de 100.000
millones de dólares. Sin embargo, ese es
apenas el costo de 100 bombarderos
estratégicos B-1B, y de menos de 7.000
cohetes Crucero, en cuya producción ha de
invertir el gobierno de los Estados Unidos
21.200 millones de dólares.
En la salud, por ejemplo: con el costo de 10
portaviones nucleares Nimitz, de los 15 que
van a fabricar los Estados Unidos antes del
año 2000, podría realizarse un programa
preventivo que protegiera en esos mismos
14 años a más de 1.000 millones de personas
contra el paludismo, y evitara la muerte -sólo
en África- de más de 14 millones de niños.
En la alimentación, por ejemplo: el año
pasado había en el mundo, según cálculos de
la FAO, unos 565 millones de personas con
hambre. Su promedio calórico indispensable
habría costado menos de 149 cohetes MX,
de los 223 que serán emplazados en Europa
Occidental. Con 27 de ellos podrían
comprarse los equipos agrícolas necesarios
para que los países pobres adquieran la
suficiencia alimentaría en los próximos
cuatro años. Ese programa, además, no
alcanzaría a costar ni la novena parte del
presupuesto militar soviético de 1982.
En la educación, por ejemplo: con sólo dos
submarinos atómicos tridente, de los 25 que
planea fabricar el gobierno actual de los
Estados Unidos, o con una cantidad similar
de los submarinos Typhoon que está
construyendo la Unión Soviética, podría
intentarse por fin la fantasía de la
alfabetización mundial. Por otra parte, la
construcción de las escuelas y la calificación
de los maestros que harán falta al Tercer
Mundo para atender las demandas
adicionales de la educación en los 10 años
por venir, podrían pagarse con el costo de
245 cohetes Tridente II, y aún quedarían
sobrando 419 cohetes para el mismo
incremento de la educación en los 15 años
siguientes.
Puede decirse, por último, que la cancelación
de la deuda externa de todo el Tercer
Mundo, y su recuperación económica
durante 10 años, costaría poco más de la
sexta parte de los gastos militares del mundo
en ese mismo tiempo. Con todo, frente a
este despilfarro económico descomunal, es
todavía más inquietante y doloroso el
despilfarro humano: la industria de la guerra
mantiene en cautiverio al más grande
contingente de sabios jamás reunido para
empresa alguna en la historia de la
humanidad. Gente nuestra, cuyo sitio natural
no es allá sino aquí, en esta mesa, y cuya
liberación es indispensable para que nos
ayuden a crear, en el ámbito de la educación
y la justicia, lo único que puede salvarnos de
la barbarie: una cultura de la paz.
A pesar de estas certidumbres dramáticas, la
carrera de las armas no se concede un
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instante de tregua. Ahora, mientras
almorzamos, se construyó una nueva ojiva
nuclear. Mañana, cuando despertemos,
habrá nueve más en los guadarneses de
muerte del hemisferio de los ricos. Con lo
que costará una sola alcanzaría -aunque sólo
fuera por un domingo de otoño- para
perfumar de sándalo las cataratas del
Niágara.
Un gran novelista de nuestro tiempo se
preguntó alguna vez si la Tierra no será el
infierno de otros planetas. Tal vez sea mucho
menos: una aldea sin memoria, dejada de la
mano de sus dioses en el último suburbio de
la gran patria universal. Pero la sospecha
creciente de que es el único sitio del Sistema
Solar donde se ha dado la prodigiosa
aventura de la vida, nos arrastra sin piedad a
una conclusión descorazonadora: la carrera
de las armas va en sentido contrario de la
inteligencia.
Y no sólo de la inteligencia humana, sino de
la inteligencia misma de la naturaleza, cuya
finalidad escapa inclusive a la clarividencia de
la poesía. Desde la aparición de la vida visible
en la Tierra debieron transcurrir 380 millones
de años para que una mariposa aprendiera a
volar, otros 180 millones de años para
fabricar una rosa sin otro compromiso que el
de ser hermosa, y cuatro eras geológicas
para que los seres humanos a diferencia del
bisabuelo pitecántropo, fueran capaces de
cantar mejor que los pájaros y de morirse de
amor. No es nada honroso para el talento
humano, en la edad de oro de la ciencia,
haber concebido el modo de que un proceso
milenario tan dispendioso y colosal, pueda
regresar a la nada de donde vino por el arte
simple de oprimir un botón. Para tratar de
impedir que eso ocurra estamos aquí,
sumando nuestras voces a las innumerables
que claman por un mundo sin armas y una
paz con justicia. Pero aún si ocurre -y más
aún si ocurre-, no será del todo inútil que
estemos aquí. Dentro de millones de
millones de milenios después de la explosión,
una salamandra triunfal que habrá vuelto a
recorrer la escala completa de las especies,
será quizás coronada como la mujer más
hermosa de la nueva creación. De nosotros
depende, hombres y mujeres de ciencia,
hombres y mujeres de las artes y las letras,
hombres y mujeres de la inteligencia y la paz,
de todos nosotros depende que los invitados
a esa coronación quimérica no vayan a su
fiesta con nuestros mismos terrores de hoy.
Con toda modestia, pero también con toda la
determinación del espíritu, propongo que
hagamos ahora y aquí el compromiso de
concebir y fabricar un arca de la memoria,
capaz de sobrevivir al diluvio atómico. Una
botella de náufragos siderales arrojada a los
océanos del tiempo, para que la nueva
humanidad de entonces sepa por nosotros lo
que no han de contarle las cucarachas: que
aquí existió la vida, que en ella prevaleció el
sufrimiento y predominó la injusticia, pero
que también conocimos el amor y hasta
fuimos capaces de imaginarnos la felicidad. Y
que sepa y haga saber para todos los
tiempos quiénes fueron los culpables de
nuestro desastre, y cuán sordos se hicieron a
nuestros clamores de paz para que esta
fuera la mejor de las vidas posibles, y con
qué inventos tan bárbaros y por qué
intereses tan mezquinos la borraron del
Universo.
NUESTRA AMÉRICA ES VASTA E
INTRINCADA (fragmentos)
Pablo Neruda
Entonces subimos por senderos ásperos y a
lomo de mulo hasta la ciudad perdida y
añorada: Machu Picchu, la misteriosa.
Aquella altísima ciudad se había avergonzado
de su propia época, se había reducido al
silencio y se había escondido en su propio
bosque. ¿Qué les sucedió a sus
constructores? ¿Qué había sido de sus
habitantes? ¿Qué nos dejaron, excepto la
dignidad de la piedra, para darnos noticias de
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su vida, de sus propósitos, de su
desaparición? Nos respondió un silencio
sonoro. Yo ya conocía el silencio de otras
ruinas monumentales, mas siempre fue un
silencio humillado, de mármoles
definitivamente vencidos. Allí, en las alturas
del Perú, la imponente arquitectura se había
conservado secretamente en el profundo
silencio de las cumbres andinas. Todo era
cielo en torno de los sagrados vestigios. El
bosque verde se interrumpía con las rápidas
y pequeñas nubes, que pasaban desflorando
y besando aquella espléndida obra de lo
eterno que hay en el hombre. En el punto
más alto de la ciudad se levantaba el Reloj o
Intihuatana, especie de calendario formado
por inmensas piedras, con una meridiana
destinada quizá a señalar las horas en
aquellas excelsas alturas. Estos relojes
astronómicos fueron tenazmente
perseguidos por los conquistadores,
ansiosos, como siempre, de destruir el
núcleo cultural. La ciudad de Machu Picchu
los derrotó: se escondió entre peñas
abruptas, multiplicó sus mantos de verde, y
los intrusos destructores pasaron por su vera
sin sospechar jamás su existencia.
Machu Picchu se reveló ante mí como el
perdurar de la razón por encima del delirio, y
la ausencia de sus habitantes, de sus
creadores, el misterio de su origen y de
silenciosa tenacidad desencadenaron para mí
la lección del orden, que el hombre puede
establecer a través de los siglos con su
voluntad solidaria: el edificio colectivo capaz
de desafiar el desorden de la naturaleza y de
la humana desventura. Recordé entonces las
construcciones mejicanas de Teotihuacán,
los edificios de Monte Albán, de Chichén Itzá,
el cuadrilátero de Uxmal, los templos de
Palenque, las pirámides religiosas con sus
prodigiosas moles, con su simetría radial,
que en todo el territorio mejicano se alzaron
hacia la sangre y la luz. Comprendí que por
encima de las estructuras perdidas en el
martirio y en la sombra, por encima de la
creación formal de figuras, joyas y objetos
subterráneos, más allá de la inmensidad
vencida y derrotada de aquella América, que
hoy está renaciendo de sus propias tinieblas,
los antiguos maestros americanos habían
erigido un alma aérea, invulnerable, capaz de
desafiar con su ser el dominio y las olas
embravecidas de la agresión y del olvido.
Estos descubrimientos me revelaron muchos
caminos, y entre ellos el recordar mi destino
con aquella verdad tan duradera, con
aquellas creaciones colectivas, en las que
todos los componentes, esperanza y dolor,
delicadeza y poderío, se habían unido
muchas veces en un organismo central, que
dirigía todas las posibilidades de acción y
daba origen a un nuevo silencio sonoro, lleno
de inteligencia y de música.
A esta riqueza es preciso añadir los
monumentos de la poesía sepultada: las odas
aztecas y tlascaltecas en honor de los dioses
y de los príncipes, odas festivas y rituales. La
antigua poesía del extremo sur de los
peruanos y de los aymará andinos, poesía de
dulcísima melancolía, como susurro de agua
a través de la hojarasca, a través del tiempo
que abatió las razas. El Popol-Vuh es un
milagro, un Génesis encantador que explica y
nos refiere los inicios de la vida del hombre,
de las costumbres y de los ritos, con la
seguridad de un auténtico testimonio de
cuanto sucede. Es difícil separar en sus
páginas la esencia del sueño y la de la
idolatría, los sucesos reales y las profecías. Es
un monumento fundamental del hombre, en
toda su ruta. De las religiones y de la
irreligión: es un breve himno al crecimiento y
al desarrollo de la vida sobre la tierra. (Y
sabemos que un monseñor, arzobispo de
Yucatán, mandó quemar la gran biblioteca,
que encerraba millares de manuscritos
mayas, acumulados durante siglos).
…
No sé por qué mis palabras asumen siempre
la forma de un viaje, aunque sea hacia el
pasado o el silencio. Me doy cuenta de que
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no hemos hecho otra cosa sino recorrer,
acaso sólo por el exterior, superficialmente,
una gran cultura, múltiple y apasionante. No
he querido otra cosa sino caminar y caminar
por los remotos caminos que el hombre
americano recorrió durante siglos
poblándolos con extraordinarias creaciones,
con mitos olvidados y batallas perdidas. Mas
ni los incansables estudiosos ni los titánicos
investigadores podrán darnos ni el catálogo
ni las llaves del inmenso tesoro. Sus
interpretaciones quedarán siempre a media
distancia de la verdad, hasta que aparezcan
otras verdades más cercanas en el tiempo. Ni
las fotografías minuciosas de cada objeto,
tomadas de frente o por helicópteros
excepcionales, ni la cinematografía con sus
poderosas demostraciones, podrán
revelarnos aquel milagro encendido ni la
inaccesible herencia que nos dejó.
Pero yo, criatura de aquellas latitudes, no me
atrevo a catalogar ni a denominar ni a
aseverar. Continuaré en los días o años de mi
vida, alimentando la admiración, el terror y
la ternura para con las innumerables obras
prodigiosas que marcaron mi existencia. Y
continuaré sintiéndome mínimo, inexistente
ante la grandeza de aquel esplendor. ¡Ojalá
pueda un día la tierra americana ser digna
del múltiple monumento que nos
transmitieron los pueblos desaparecidos!
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EL POETA SE DESPIDE DE LOS PÁJAROS
(Fragmento)
Pablo Neruda
Yo, poeta
popular, provinciano, pajarero,
fui por el mundo buscando la vida:
pájaro a pájaro conocí la tierra:
reconocí donde volaba el fuego:
la precipitación de la energía
y mi desinterés quedó premiado
porque aunque nadie me pagó por eso
recibí aquellas alas en el alma
y la inmovilidad no me detuvo.
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RESURRECCIONES
Pablo Neruda
Si alguna vez vivo otra vez
será de la misma manera
porque se puede repetir
mi nacimiento equivocado
y salir con otra corteza
cantando la misma tonada.
Y por eso, por si sucede,
si por un destino hindostánico
me veo obligado a nacer,
no quiero ser un elefante,
ni un camello desvencijado,
sino un modesto langostino,
una gota roja del mar.
Quiero hacer en el agua amarga
Ias mismas equivocaciones:
ser sacudido por la ola
como ya lo fui por el tiempo
y ser devorado por fin
por dentaduras del abismo,
así como fue mi experiencia
de negros dientes literarios.
Pasear con antenas de cobre
en las antárticas arenas
del litoral que amé y viví,
deslizar un escalofrío
entre las algas asustadas,
sobrevivir bajo los peces
escondiendo el caparazón
de mi complicada estructura,
así es como sobreviví
a las tristezas de la tierra.
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ODA AL LIBRO (II)
Pablo Neruda
LIBRO
hermoso,
libro,
mínimo bosque,
hoja
tras hoja,
huele
tu papel
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a elemento,
eres
matutino y nocturno,
cereal,
oceánico,
en tus antiguas páginas
cazadores de osos,
fogatas
cerca del Mississippi,
canoas
en las islas,
más tarde
caminos
y caminos,
revelaciones,
pueblos
insurgentes,
Rimbaud como un herido
pez sangriento
palpitando en el lodo,
y la hermosura
de la fraternidad,
piedra por piedra
sube el castillo humano,
dolores que entretejen
la firmeza,
acciones solidarias,
libro
oculto
de bolsillo
en bolsillo,
lámpara
clandestina,
estrella roja.
Nosotros
los poetas
caminantes
exploramos
el mundo,
en cada puerta
nos recibió la vida,
participamos
en la lucha terrestre.
¿Cuál fue nuestra victoria?
Un libro,
un libro lleno
de contactos humanos,
de camisas,
un libro
sin soledad, con hombres
y herramientas,
un libro
es la victoria.
Vive y cae
como todos los frutos,
no sólo tiene luz,
no sólo tiene
sombra,
se apaga,
se deshoja,
se pierde
entre las calles,
se desploma en la tierra.
Libro de poesía
de mañana,
otra vez
vuelve
a tener nieve o musgo
en tus páginas
para que las pisadas
o los ojos
vayan grabando
huellas:
de nuevo
descríbenos el mundo
los manantiales
entre la espesura,
las altas arboledas,
los planetas
polares,
y el hombre
en los caminos,
en los nuevos caminos,
avanzando
en la selva,
en el agua,
en el cielo,
en la desnuda soledad marina,
el hombre
descubriendo
los últimos secretos,
el hombre
regresando
con un libro,
el cazador de vuelta
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con un libro,
el campesino arando
con un libro.
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EL INSTANTE
Jorge Luis Borges
ARTE POÉTICA
Jorge Luis Borges
¿Dónde estarán los siglos, dónde el sueño
de espadas que los tártaros soñaron,
dónde los fuertes muros que allanaron,
dónde el Árbol de Adán y el otro Leño?
Mirar el río hecho de tiempo y agua
Y recordar que el tiempo es otro río,
Saber que nos perdemos como el río
Y que los rostros pasan como el agua.
El presente está solo. La memoria
erige el tiempo. Sucesión y engaño
es la rutina del reloj. El año
no es menos vano que la vana historia.
Sentir que la vigilia es otro sueño
Que sueña no soñar y que la muerte
Que teme nuestra carne es esa muerte
De cada noche, que se llama sueño.
Entre el alba y la noche hay un abismo
de agonías, de luces, de cuidados;
el rostro que se mira en los gastados
Ver en el día o en el año un símbolo
De los días del hombre y de sus años,
Convertir el ultraje de los años
En una música, un rumor y un símbolo,
Ver en la muerte el sueño, en el ocaso
Un triste oro, tal es la poesía
Que es inmortal y pobre. La poesía
Vuelve como la aurora y el ocaso.
A veces en las tardes una cara
Nos mira desde el fondo de un espejo;
El arte debe ser como ese espejo
Que nos revela nuestra propia cara.
Cuentan que Ulises, harto de prodigios,
Lloró de amor al divisar su Itaca
Verde y humilde. El arte es esa Itaca
De verde eternidad, no de prodigios.
También es como el río interminable
Que pasa y queda y es cristal de un mismo
Heráclito inconstante, que es el mismo
Y es otro, como el río interminable.
espejos de la noche no es el mismo.
El hoy fugaz es tenue y es eterno;
otro Cielo no esperes, ni otro Infierno.
A UN OLMO SECO
Antonio Machado
Al olmo viejo, hendido por el rayo
y en su mitad podrido,
con las lluvias de abril y el sol de mayo
algunas hojas verdes le han salido.
¡El olmo centenario en la colina
que lame el Duero! Un musgo amarillento
le mancha la corteza blanquecina
al tronco carcomido y polvoriento.
No será, cual los álamos cantores
que guardan el camino y la ribera,
habitado de pardos ruiseñores.
Ejército de hormigas en hilera
va trepando por él, y en sus entrañas
urden sus telas grises las arañas.
Antes que te derribe, olmo del Duero,
con su hacha el leñador, y el carpintero
te convierta en melena de campana,
lanza de carro o yugo de carreta;
antes que rojo en el hogar, mañana,
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ardas en alguna mísera caseta,
al borde de un camino;
antes que te descuaje un torbellino
y tronche el soplo de las sierras blancas;
antes que el río hasta la mar te empuje
por valles y barrancas,
olmo, quiero anotar en mi cartera
la gracia de tu rama verdecida.
Mi corazón espera
también, hacia la luz y hacia la vida,
otro milagro de la primavera.
CONSEJOS
Antonio Machado
I
Este amor que quiere ser
acaso pronto será;
pero ¿cuándo ha de volver
lo que acaba de pasar?
Hoy dista mucho de ayer.
¡Ayer es Nunca jamás!
II
ERA UN NIÑO QUE SOÑABA
Antonio Machado
Era un niño que soñaba
un caballo de cartón.
Abrió los ojos el niño
y el caballito no vio.
Con un caballito blanco
el niño volvió a soñar;
y por la crin lo cogía...
¡Ahora no te escaparás!
Apenas lo hubo cogido,
el niño se despertó.
Tenía el puño cerrado.
¡El caballito voló!
Quedóse el niño muy serio
pensando que no es verdad
un caballito soñado.
Y ya no volvió a soñar.
Pero el niño se hizo mozo
y el mozo tuvo un amor,
y a su amada le decía:
¿Tú eres de verdad o no?
Cuando el mozo se hizo viejo
pensaba: Todo es soñar,
el caballito soñado
y el caballo de verdad.
Y cuando vino la muerte,
el viejo a su corazón
preguntaba: ¿Tú eres sueño?
¡Quién sabe si despertó!
Moneda que está en la mano
quizá se deba guardar:
la monedita del alma
se pierde si no se da.
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