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Aspectos legales y políticos de la piratería en el Caribe durante el siglo XVII
Juan Fernando Núñez
Introducción
No es fácil atribuirle reglamentos y leyes a una actividad tan irregular, pero a la vez tan
ubicua, como la piratería en el Caribe durante el siglo XVII. Sin embargo, no son del
todo ineludibles y en la piratería caribeña de dicho período se encuentran una variedad
de aspectos legales y políticos fascinantes, desde las reglas no-escritas de la Cofradía
de la Costa y las cartas de patente hasta el establecimiento de guaridas de bucaneros
en La Tortuga y en Jamaica y el impacto que tuvo la piratería sobre las relaciones
comerciales y políticas entre las coronas de España e Inglaterra.
Este ensayo
analizará estos aspectos legales y políticos de la piratería utilizando un esquema
compuesto por tres niveles de análisis. El primer nivel está compuesto por los mismos
bucaneros—es decir, las reglas internas que gobernaban su comportamiento y sus
acciones, como la llamada Costumbre de la Costa y el Charte Partie (carta de partida).
El segundo nivel de análisis es el Mar Caribe y las medidas tomadas por las
autoridades españolas, inglesas y francesas ya sea para restringir la piratería o
promoverla y hacer ganancias a través de ella. * Finalmente, el tercer nivel de análisis
considera ciertas decisiones comerciales y políticas tomadas en Europa y su impacto
en el Caribe. La historia de Jamaica como guarida filibustera ilustrará el segundo y el
tercer nivel, mientras que el ataque de Henry Morgan a Panamá en 1671 servirá para
Núñez,
2
examinar la realidad e interacción de estos tres niveles dentro del contexto de una
expedición bucanera.
¿De quién son los océanos? – Los fundamentos legales de la piratería en el Caribe
La propiedad de los océanos es una cuestión de gran importancia al analizar la
piratería en el Caribe. Existe una paradoja fundamental que se remonta a los romanos,
quienes deseaban convertir el Mediterráneo en un mare nostrum (mar nuestro, o mar
propio). Sin embargo, fueron también los romanos los primeros en desarrollar leyes
que imposibilitaban reclamar el mar como propiedad o como el dominio soberano de un
estado. Algo similar ocurrió en la España del período colonial. En 1494, Portugal y
España crearon un mare nostrum de una envergadura sin precedentes al dividir entre
sí el Atlántico a través del Tratado de Tordesillas. España también declaró soberanía
sobre el Mar del Sur tras el descubrimiento de éste por Vasco Núñez de Balboa en
1513.
Paradójicamente, fueron dos españoles, Francisco de Vitoria y Fernando
Vázquez de Menchaca, quienes sentaron las bases legales de la libertad de los mares
en el siglo XV.1 Los Reyes Católicos, sin embargo, no se ciñeron a las ideas de estos
ilustres pensadores. La piratería en América puede interpretarse como una reacción a
la obsesión de los españoles con la propiedad de los océanos.
De hecho, los
holandeses defendieron a sus piratas usando la teoría del mare liberum (mar libre), de
Hugo Grocio.
La piratería es inseparable de los dobles-estándares del derecho
marítimo internacional, si se le puede llamar así, del período colonial. Manuel Lucena
Salmoral señala que la historia de los piratas y bucaneros en América existe dentro de
este contexto de lucha contra los españoles y los portugueses, quienes trataban
obstinadamente de tomarse los mares para imponer sus dominio.2
Núñez,
3
De piratas, corsarios, bucaneros y filibusteros
La clasificación de los diferentes tipos de piratas no es un asunto fácil. La distinción
principal es entre piratas y corsarios. Un pirata es un ladrón marítimo que ataca barcos
y poblaciones costeras por su propia cuenta, sin rendirle cuentas a ningún gobierno o
autoridad superior.
Un corsario es esencialmente un pirata que navega, ataca y
saquea bajo la bandera y en el servicio de algún país en particular. Un barco corsario
estaba equipado no sólo con la bandera del país que lo amparaba, sino también con
una patente de corso, un documento que comprobaba que el barco estaba bajo el
servicio de un país en particular.
Los términos bucanero y filibustero son específicos al Caribe del siglo XVII. Los
bucaneros y filibusteros eran piratas principalmente ingleses y franceses que, usando
las islas de La Tortuga y Jamaica como guaridas, causaron estragos en el Caribe y en
Tierra Firme. Los términos bucanero y filibustero se refieren al mismo tipo de pirata. El
término francés boucanier originalmente se refería a cazadores de ganado cimarrón en
el norte de La Española. Por circunstancias que más adelante se explicarán en detalle,
estos bucaneros eventualmente comenzaron a combinar su ocupación de cazadores y
comerciantes de carne seca y cueros con la piratería. Haring explica que los franceses
restringían el término boucanier a estos cazadores y bautizaron con el nombre de
filibustiers a los cazadores-piratas.
El término filibustier, según explica Haring, “es
simplemente la manera del marinero francés de pronunciar la palabra inglesa
<freebooter>”.3*
La pregunta que surge inevitablemente es si los bucaneros eran piratas o
corsarios. La respuesta no es sencilla, ya que los bucaneros son difíciles de clasificar
Núñez,
por ser una especie híbrida de estas dos categorías.
4
Los primeros bucaneros
defendían su independencia celosamente. No pertenecían a ningún estado y no tenían
nacionalidad. Sus blancos principales eran barcos españoles por la simple razón de
que era más probable que éstos transportaran cargamentos valiosos, pero no
respetaban nacionalidad alguna y también atacaban barcos de otras banderas. Esto
comenzó a cambiar a partir de 1650, cuando los piratas se fueron afiliando más y más
a la colonia francesa de La Tortuga y a la inglesa de Jamaica. Los gobernadores de
dichas islas les proporcionaban a los bucaneros patentes de corso y un puerto seguro.
Los bucaneros comenzaron a servir a estas dos naciones, convirtiéndose así en
corsarios. Al fin y al cabo, los bucaneros siempre actuaban en su propio interés, pero
sabían que a veces les favorecía navegar como corsarios y aprovechaban estas
oportunidades cuando surgían. Esta relación era mutuamente provechosa, ya que la
corona inglesa veía la contribución indiscutible de la piratería a sus fines en el Caribe:
quebrantar el monopolio español y fundar colonias propias.
Los boucaniers
A fines del siglo XVI la costa norte de La Española, la cual nunca fue colonizada por los
españoles, comenzó a ser poblada por europeos renegados, principalmente franceses
e ingleses.
Estos renegados eran principalmente peones escapados, náufragos o
marineros abandonados a su suerte. Como narra Haring, “Con una larga extensión de
costa deshabitada, buen anclaje y una abundancia de provisiones, esta costa norteña
no podía dejar de inducir a muchos a que se quedaran.
Poco a poco se fueron
encontrando allí grupos de cazadores dispersos, principalmente franceses e ingleses,
que se ganaban la vida matando ganado cimarrón por sus cueros y curando su carne
Núñez,
para abastecer las necesidades de los barcos que pasaban”4.
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Los boucaniers
subsistían a base de esta carne, a la cual se le llamaba viande boucanée.
Este
término, así como el propio nombre de los boucaniers, proviene del nombre de la
parrilla de madera al estilo Taíno sobre la cual se curaba la carne: el boucan. Según
Kris Lane hay dos factores principales que permitieron que estos cazadores llevaran a
cabo su oficio en La Española: en primer lugar, los indígenas que habitaban la isla
habían sido exterminados, y en segundo lugar, el ganado dejado por los españoles en
la isla durante los primeros viajes de exploración se había reproducido extensamente
por falta de depredadores.5
A pesar de que los españoles nunca se habían asentado en la costa norte de La
Española, la presencia de los intrusos extranjeros ciertamente no les complacía y
trataron en repetidas ocasiones de expulsarlos de la isla.
Según Alexander
Exquemelin, el más importante cronista de los bucaneros, los españoles le temían a los
boucaniers: “Los españoles mantienen bajo observación constante a los cazadores
extranjeros, y a veces los asesinan si tienen la oportunidad.
Cinco compañías de
españoles han sido enviadas de Santo Domingo para buscar al enemigo—pero rezan
para no toparse con ellos. No tienen la valentía para enfrentárseles en un campo
abierto, así que tratan de espiarles para encontrar sus guaridas y deshacerse de ellos
mientras duermen”6.
Por la década de 1620, los boucaniers mudaron su base de
operaciones a la isla de La Tortuga, a unas cuantas ligas de la costa norte de La
Española, pero permanecían cazando en La Española por largas temporadas, hasta de
uno o dos años, según Exquemelin.
Después de estas temporadas volvían a La
Núñez,
6
Tortuga a comerciar sus cueros y carnes a cambio de pólvora, balas, armas, telas y
otras necesidades.
A pesar de que los boucaniers eran un grupo bastante revoltoso y desenfrenado,
su estilo de vida tenía ciertas características legales interesantes. La más importante
es una práctica conocida como el matelotage, la cual consistía en un contrato entre dos
hombres en el cual se asociaban en sus actividades de caza y acordaban heredar el
uno del otro en el caso de que uno muriese. Exquemelin describe esta práctica de la
siguiente manera: “Cuando un hombre ha terminado su servicio, busca un compañero y
juntan todo lo que poseen. Redactan un documento, el cual en algunos casos dice que
el compañero que vive más heredará todo, y en otros que el sobreviviente debe dejar
parte de los bienes del muerto a los amigos o a la esposa de éste”. 7 Los boucaniers
rechazaban cualquier intento de civilizarlos. Las disputas eran resueltas a través de
duelos y su oficio era gobernado por un código de reglas bastante informal llamado el
coutumier, “una serie de leyes extravagantes que habían originado entre ellos
mismos”8. Los boucaniers defendían su existencia algo barbárica con una superstición
común de los marineros de la época: todas sus antiguas obligaciones y deudas se
ahogaban al cruzar el Trópico de Cáncer en su travesía desde Europa. Haring relata
que algunos hasta se deshacían de sus apellidos.
De boucaniers a bucaneros
Desde el momento en que estos renegados se establecieron en la costa norte de La
Española, sólo unos cuantos pasos los separaban del oficio que los haría entrar a la
historia: la piratería. Una variedad de factores explican esta transición, entre ellos la
mudanza a La Tortuga. Los españoles no se imaginaban que al tratar de erradicar a
Núñez,
7
estos cazadores y al ganado que cazaban estaban creando una amenaza mucho
mayor a su hegemonía en el Caribe. En La Tortuga, los boucaniers vivían en contacto
más cercano los unos con los otros y podían organizar expediciones piratas más
fácilmente. También, encontraron en los barcos comerciantes que pasaban por La
Tortuga un mercado para su botín.
El primer caso documentado de un boucanier convirtiéndose en pirata es el de
Pierre le Grand de Dieppe. En 1602 este francés usó una pequeña embarcación y una
tripulación de 28 hombres para atacar a un galeón español desviado. Exquemelin
narra esta hazaña en gran detalle y un aspecto particularmente interesante es el
juramento de obediencia y lealtad que hizo cada uno de los 28 tripulantes.
Este
juramento es el precursor de una práctica común de los bucaneros, también
documentada por Exquemelin, de jurar lealtad y obediencia sobre la biblia antes de
emprender una expedición.
Después de tomarse el galeón, Pierre le Grand partió
hacia Dieppe y nunca regresó al Caribe. Sin embargo, la noticia de su hazaña pronto
se difundió por La Tortuga y la transición de boucaniers a bucaneros recibió un gran
empujón, descrito por Exquemelin: “Al enterarse del éxito de los bandidos, los
plantadores y cazadores de La Tortuga abandonaron sus plantaciones y selvas y
buscaron la manera de obtener barcos para saquear a los españoles”. 9 Durante la
primera mitad del siglo XVII la piratería tenía un carácter más bien ocasional ya que los
boucaniers y plantadores no abandonaban del todo sus actividades anteriores y sólo se
atacaban barcos. En vez de emprender expediciones largas, los bucaneros usaban a
La Tortuga como base para atacar barcos que pasaban cerca de allí. Esto cambió
alrededor de 1640, cuando los cazadores y plantadores abandonaron del todo sus
Núñez,
8
oficios previos y se dedicaron de lleno a la piratería. También alrededor de esta fecha
fueron expulsados de La Tortuga los bucaneros ingleses, quienes eventualmente se
ubicarían en Port Royal, Jamaica.
Las leyes y el modus operandi de los bucaneros
La preparación de una expedición
Una vez hecha la transición a la piratería, los bucaneros usaban un sistema muy
metódico, hasta democrático, para organizar sus expediciones de saqueo.
Las
preparaciones comenzaba con un rendez-vous que se anunciaba a todos los
bucaneros de La Tortuga. Una vez que el capitán tenía una embarcación disponible y
anunciaba la expedición, los bucaneros que así lo decidían se le unían, “cada uno
trayendo lo que necesitaba en cuanto a armas, pólvora y balas de plomo”.10 Cabe
destacar que los bucaneros tenían un sentido comunal de la propiedad—el botín era
dividido en partes iguales y el capitán comía exactamente las mismas raciones que su
tripulación—pero cada bucanero poseía sus propias armas. Una vez congregados los
miembros de la expedición, el próximo paso era abastecerse de carne, ya que los
bucaneros no comían otra cosa. Había dos formas de obtener carne. La primera
opción era mandar cazadores a la costa norte de La Española mientras que el resto de
la tripulación se quedaba a bordo carenando el barco y alistándolo para zarpar. La
segunda opción era irrumpir en el corral de algún español y robarse los cerdos
necesarios. La distribución de las viandas era completamente equitativa: “Cocinan dos
comidas al día de esta carne, sin racionarla...Al capitán no se le permite una mejor
parte que al tripulante más ruin. Si se dan cuenta que el capitán tiene mejor comida,
los hombres traen sus platos y cambian el suyo por el del capitán”.11
Núñez,
9
El Charte Partie
Una vez que el barco estaba abastecido y listo para zarpar, tomaba lugar la redacción
del Charte Partie, una de las facetas legales más fascinantes de la piratería del siglo
XVII.
Era éste un documento firmado por cada bucanero que participaba en la
expedición, el cual especificaba la ruta de la expedición, la compensación que
recibirían los bucaneros y otros asuntos de importancia. Una vez que la nave estuviera
en el mar, el Charte Partie, junto con la costumbre de la costa, se convertía en la ley de
abordo, y todos los bucaneros, incluyendo el capitán, estaban obligados a seguir sus
dictámenes.
A continuación la detallada descripción de Exquemelin de cómo se
llevaba a cabo la redacción del Charte Partie:
Redactan un documento llamado charte partie, en el cual se
especifica qué obtendrá el capitán para sí mismo y por el uso de su nave.
Usualmente acuerdan los siguientes términos. Asumiendo la captura de
algún botín, primero los siguientes montos se deducen del capital total.
Los cazadores generalmente reciben 200 piezas de ocho. El cirujano
recibe de 200 a 250 para sus provisiones médicas, según el tamaño de la
embarcación.
Después vienen las recompensas acordadas para los heridos,
quienes podrían perder una extremidad o sufrir otras lesiones. Serían
compensados así: por la pérdida del brazo derecho, 600 piezas de ocho o
seis esclavos...La pérdida de una pierna derecha traería 500 piezas de
ocho o cinco esclavos...un ojo, 100 o un esclavo...y una lesión interna
severa 500.
Después de que estos montos son deducidos del capital, el resto
del botín se divide en tantas porciones como hombres en la nave. El
capitán se queda con cuatro o cinco porciones por el uso del barco...y dos
porciones para sí mismo. El resto de los hombres comparten de manera
uniforme y los aprendices obtienen media porción.12
La descripción que hace Manuel Lucena Salmoral del mismo proceso saca a relucir
otras implicaciones legales de la carta de partida:
Se realizaba entonces el Charte Partie, o ley de a bordo, que se juraba
solemnemente en el puente de cada barco ante un vaso de ron y una
biblia. Si no había biblia, servía un crucifijo o un hacha de abordaje. En
Núñez, 10
realidad lo único imprescindible era el vaso de ron. El capitán de cada
nave leía a su tripulación la carta, que era una especie de acta de la
reunión, donde se indicaba el lugar y fecha en que se había efectuado, el
nombre de cada barco, objetivos de la empresa y fraternidad que unía a
los presentes, amén de la necesidad de obedecer a los jefes y la forma en
que se iba a repartir el botín. Los filibusteros juraban colocando una
mano en el vaso de ron, y otro en la biblia, firmando el documento con su
nombre o con una cruz.13
La descripción de Lucena Salmoral da a entender que cuando la expedición incluía
varias naves, la carta de partida era acordada por los capitanes de cada barco y
seguidamente leída a los tripulantes de cada nave.
La mayoría de los capitanes
también requerían un juramento por parte de cada bucanero en el cual se
comprometían a no tocar el botín ni conservar alguna parte de él antes de la repartición
oficial.
Las implicaciones legales y políticas del Charte Partie son realmente
interesantes.
En cuanto a su política interna, los bucaneros tenían un sistema
claramente definido para escoger a un líder en el caso que éste no existiese (en la
segunda mitad del siglo XVII era usual que al inicio de la expedición ya existiera un
líder).
La decisión sobre la ruta y el destino de la expedición también se tomaba
democráticamente, ya que en las expediciones que incluían más de una nave, el
capitán de cada una de ellas tenía voz y voto. El líder de una expedición dependía de
sus hombres y si no lograba convencerles de atacar un sitio en particular, tenía que
conformarse con un objetivo menos ambicioso.
Los bucaneros eran libres en ese
sentido; es decir, no estaban obligados a participar en ninguna expedición y cuando lo
hacían era por su propia voluntad y el deseo de obtener su parte del botín.
La
dinámica entre el capitán y sus hombres era muy particular. Como no contaba con un
ejército regular, por así decirlo, el capitán tenía que reclutar a sus hombres, y para
Núñez, 11
lograr esto tenía que incentivarlos.
Los bucaneros comunes y corrientes tenían
entonces cierto grado de influencia, ya que el líder dependía de ellos para poder llevar
a cabo la expedición. Finalmente, la carta de partida enfatizaba la naturaleza colectiva
de la empresa bucanera—cada hombre recibía una parte igual, pero la obtención del
botín dependía del desempeño de toda la tripulación. Su parte del botín era, desde
cierto punto de vista, su dividendo en la empresa bucanera.
La carta de partida claramente se convertía en la ley a bordo de los barcos
bucaneros. Los bucaneros probablemente la veían como un contrato en el cual se
especificaban los términos de su trabajo: sus requisitos y obligaciones, remuneración y
hasta compensaciones por invalidez. El hecho de que los bucaneros no sólo hacían un
juramento, sino también firmaban la carta de partida, le da una clara connotación legal
valedera—al firmarla se comprometían a seguir las normas sabiendo que si las
violaban perderían su parte del botín.
La Cofradía de la costa
Aparte de las cartas de partida, que eran específicas a cada expedición, los bucaneros
seguían los dictámenes de la Cofradía de la costa, una de las instituciones más
peculiares del Caribe colonial.
Esta hermandad fue establecida antes de que los
boucaniers se convirtieran en piratas, pero continuó existiendo y adaptó sus funciones
al nuevo oficio de sus miembros.
El propósito de la cofradía no era organizar
expediciones, sino garantizar a los bucaneros el ejercicio libre e independiente de su
oficio. Aunque la cofradía tenía un gobernador electo, las decisiones más importantes
eran tomadas por una asamblea de capitanes que se reunía en Isla Vaca, situada entre
La Tortuga y Jamaica. Lucena Salmoral describe la cofradía de la siguiente forma: “La
Núñez, 12
cofradía era una asociación masculina que no imponía obligaciones a sus miembros.
No había prestaciones para la comunidad, ni impuestos, ni presupuesto, ni código
penal, ni persecuciones a quienes abandonaban la hermandad.
Tampoco se
reconocían nacionalidades, idiomas ni religiones”.14 La cofradía también velaba por la
propiedad colectiva de tierras y naves. Todos los bucaneros eran miembros de la
cofradía y como tales eran considerados iguales. Para entrar a la cofradía, un joven
tenía que ser aprendiz de bucanero por dos años, recibiendo media parte del botín.
Aunque la cofradía en sí no ponía leyes en vigor, los bucaneros como
hermanos e iguales, seguían un código de conducta de ciertas leyes no-escritas
conocido como la “costumbre de la costa”. La costumbre, al igual que la cofradía, tuvo
sus orígenes durante la época de los boucaniers, pero fue adaptada a la nueva
actividad. Junto con la carta de partida, la costumbre determinaba las “leyes” bajo las
cuales se regían los bucaneros. Primeramente, las disputas se resolvían a través del
duelo: “Se aseguran de que la justicia sea hecha entre ellos mismos. Si alguien tiene
una riña y mata a su oponente en forma traicionera, se le pone contra un árbol y el
hombre que él escoja lo mata de un tiro.
Pero si ha matado a su oponente
honrosamente—es decir, dándole tiempo para armar su mosquete y sin dispararle por
la espalda—sus camaradas le dejan ir libre.
El duelo es su manera de resolver
disputas”.15 Cuando el asunto no era lo suficientemente grave como para ameritar un
duelo a muerte, el primero en lograr que su adversario sangrase era el ganador.
Las leyes y los castigos eran otro componente importante de la costumbre de la
costa. Los bucaneros que cometían las ofensas más graves, incluyendo esconder una
parte del botín sin importar cuán pequeña, robarle a otro bucanero, desertar en un
Núñez, 13
momento crucial y no tener listas las armas al momento de abordar, eran castigados
con la pena de muerte o siendo abandonados a su suerte en alguna isla. Algunas
ofensas menores eran fumar cuando estaba prohibido y pelear con otro bucanero, y
eran castigadas a través de latigazos, una reducción en la parte del botín u
obligaciones en cubierta durante mal tiempo. Las decisiones judiciales eran tomadas
por el capitán o por el contramaestre. En casos excepcionales, el capitán prefería
mantener al culpable prisionero a bordo y dejar que las autoridades en La Tortuga o
Jamaica lo juzgaran. Cabe mencionar que no había ningún tipo de ley sobre el trato de
los prisioneros, quienes eran constantemente abusados y torturados, cuando no
matados.
El papel cambiante del capitán
Vale la pena esbozar la evolución del papel del capitán para ver cómo el crecimiento y
desarrollo progresivo de la actividad bucanera hizo necesario diferentes tipo de líderes.
Al comienzo, cuando sólo se atacaban naves y las expediciones eran más bien
pequeñas, el capitán era electo. Un bucanero valiente y con experiencia era elegido
capitán y su misión era simplemente navegar el barco hasta el destino especificado en
la carta de partida.
Como el capitán era elegido, de la misma manera podía ser
derrocado si se pasaba de sus poderes o si no seguía la carta de partida. De hecho, el
capitán sólo era obedecido ciegamente en situaciones de combate. Los bucaneros
detestaban el despotismo de los capitanes de buques de guerra o barcos mercantes, y
si algún tripulante de una nave capturada denunciaba la tiranía del capitán, éste era
azotado frente a sus subordinados.
Núñez, 14
Estos capitanes elegidos eran apropiados para durante los años en que los
bucaneros vagaban por el mar buscando barcos para atacar y saquear, pero alrededor
de la década de 1630, cuando las expediciones se hicieron más sofisticadas y los
bucaneros comenzaron a atacar pueblos costeros, surgió un nuevo tipo de capitán.
Este capitán ya no era elegido. Era en cambio un bucanero de cierto renombre que
organizaba la expedición, reclutaba a la tripulación y obtenía los buques necesarios,
dependiendo de la magnitud de la expedición. La posición de contramaestre también
se hizo más prominente durante este período. El contramaestre era el segundo al
mando y estaba encargado de la tripulación, incluyendo su disciplina, el arbitraje de
disputas y duelos y el almacenamiento y la repartición del botín.
El paso final en la evolución del capitán fue la transición a los grandes líderes
bucaneros de la segunda mitad del siglo XVII.
Estos líderes podían preparar
expediciones de varios barcos y cientos de hombres y normalmente estaban
autorizados por oficiales coloniales a través de patentes de corso. Estos hombres
tenían una autoridad inmensa y eran altamente respetados por sus subordinados.
Cuando anunciaban una expedición, el nombre de estos líderes bastaba para atraer
una tripulación lo suficientemente grande como para atacar tales ciudades españolas
como Cartagena, Puerto Príncipe y Portobelo. Otra característica de estos líderes,
como Morgan y Mansfield, es que atraían a bucaneros de varias nacionalidades. Si
bien era cierto que en la primera etapa los bucaneros no tenían nación, en la década
de 1650, cuando los ingleses fueron expulsados de la Tortuga y se establecieron en
Jamaica, hubo una clara separación entre los bucaneros ingleses y franceses. Sin
Núñez, 15
embargo, las expediciones de estos líderes continuaron atrayendo a hombres de
ambas nacionalidades.
La Piratería y la geopolítica del Caribe en el siglo XVII
La decadencia española y su impacto en el Caribe
El Caribe fue la primera parte de América en ser descubierta y colonizada por los
españoles. De hecho, Cuba y La Española, las dos islas más grandes de las Antillas
Mayores fueron descubiertas por Colón en su primer viaje. En 1494, a través del
Tratado de Tordesillas, los Reyes Católicos reclamaron para sí el Mar Caribe y todas
sus islas. Hasta la conquista de los grandes imperios de México y Perú en la década
de 1520, el Caribe era el foco principal de la colonización española. Al comienzo del
siglo XVII, la presencia española en el Caribe se limitaba a partes La Española, Cuba y
Puerto Rico.
Las incontables Antillas Menores nunca fueron colonizadas por los
españoles, ya que ofrecían poco en cuanto a metales preciosos y potencial económico.
De hecho, Jamaica, una de las Antillas Mayores, nunca fue tomada en serio por los
españoles porque no había oro en dicha isla.
Aunque estas islas no estaban
colonizadas, eso no significaba, al menos en sus propios ojos, que no eran posesiones
de los españoles. Al ignorar las islas, los españoles no pudieron predecir que en un
futuro servirían como refugios y guaridas a los piratas que atacarían su comercio y sus
ciudades.
El siglo XVII fue un período de decaimiento económico y político para el imperio
hispánico y esto tuvo enormes repercusiones en el Caribe. Entre las causas de este
decaimiento se puede mencionar la insistencia de los Habsburgos en el sistema
mercantilista y sus costosas guerras en Europa. También, cada día escaseaban más
Núñez, 16
los metales preciosos en las colonias, no sólo reduciendo los activos del imperio, sino
también debilitando a las colonias como mercados consumidores. Como resultado de
esta decadencia económica, España tuvo dificultades defendiendo su imperio,
particularmente en el Caribe, en donde los franceses, ingleses y holandeses
comenzaban a establecer colonias propias, como Barbados, Antigua, Curacao, La
Tortuga y Jamaica.
Es precisamente dentro de este contexto que los bucaneros
comenzaron sus operaciones en La Tortuga y luego Jamaica.
A pesar de que
inicialmente practicaban su oficio independientemente, pronto comenzaron a depender
de las guaridas proporcionadas por las colonias inglesas y francesas, y a contribuir al
logro de los objetivos franceses e ingleses en el Caribe: el establecimiento de colonias
propias y la terminación del monopolio español sobre sus colonias.
El desempeño militar de los españoles en el Caribe fue muy pobre durante el
siglo XVII, debido en gran parte a estas limitaciones económicas. Varias iniciativas de
remover a franceses e ingleses de La Tortuga fracasaron, así como también la defensa
de Portobelo, Maracaibo y otras ciudades atacadas por bucaneros. Los desganados
soldados no recibían sus salarios, las armas estaban en malas condiciones y había una
gran escasez de pólvora y municiones.
Estos factores, amén de la naturaleza
predecible del sistema de flotas, facilitaron las actividades de los bucaneros en el
Caribe español y en Tierra Firme. A pesar de que los galeones usados para este
propósito estaban bien armados, eran lentos y difíciles de maniobrar y eran fácilmente
alcanzados por los bergantines y las corbetas de los bucaneros. Las restricciones
económicas también imposibilitaron la creación de la Armada de Barlovento, la cual
estaba supuesta a defender a las colonias españolas de los bucaneros.
Núñez, 17
Port Royal: La guarida bucanera por excelencia
La historia de Jamaica como guarida bucanera es realmente fascinante.
Esta isla
funcionó como base para las expediciones de Mansfield, Myngs y Morgan, tres de los
más temibles bucaneros. Los gobernadores de Jamaica, reconociendo la riqueza e
importancia que representaba la presencia de los bucaneros en su isla, procuraban
tener una relación amigable con éstos y emitían patentes constantemente, muchas
veces sin el permiso del gobierno inglés. La historia de Jamaica es inseparable de la
política inglesa hacia España. De hecho, la conquista de Jamaica nació directamente
de la iniciativa de Oliver Cromwell de debilitar a los españoles en el Caribe y establecer
colonias propias.
En diciembre de 1654, zarpó de Inglaterra hacia el Caribe la
expedición “Western Design”, con una flota de 34 buques de guerra comandados por el
Almirante William Penn—su misión: atacar Cartagena vía Cuba, Puerto Rico o La
Española. La flota de Penn hizo escalas en Barbados, Antigua, Nevis y St. Kitts, y una
multitud de bucaneros ingleses se unieron a sus fuerzas. Estos bucaneros ingleses
habían sido expulsados de La Tortuga en la década de 1640 por el gobernador francés
Levasseur. Zarpó hacia Santo Domingo con 57 buques (los 34 originales más los de
los bucaneros que se le unieron) y 13,000 hombres, pero no pudo derrotar a los
españoles.
Penn y su comandante de tropas terrestres, el General Venables,
decidieron contentarse con tomar Jamaica en vez de Santo Domingo. Ya en la isla, los
oficiales de esta operación naval se mezclaron con los bucaneros para crear un nuevo
tipo de corsario.
Port Royal, en la costa sur de Jamaica, pronto se convirtió en una base para
estos bucaneros/corsarios. Como relata Kris Lane, “...sus gobernadores emitían todo
Núñez, 18
tipo de comisiones permitiendo la toma violenta de naves y pueblos españoles.
Autorizaban cualquier cosa, con tal de que al regresar al puerto la expedición recibieran
su diezmo”.16 Según Lucena Salmoral, aunque los gobernadores de Jamaica apoyaron
a los colonos y a los plantadores, comprendían que el estatus de la isla como guarida
bucanera era la clave de su prosperidad. Sir Richard White, un doble agente irlandés,
reportó esta situación al Consejo de Indias en 1671: “En general, no hay otra forma de
ganar dinero que robarle a los españoles, ya que en Jamaica es imposible ganar
dinero. En las costas de las Indias hay mucho dinero que se pierde, cuyos dueños no
están preparados y no tienen valor para defenderse, mientras que entre los agresores,
hay un deseo insaciable por las riquezas, mucho valor y un total desdén al peligro”. 17 A
diferencia de La Tortuga, en donde los bucaneros tenían pocas lealtades nacionales,
en Jamaica los bucaneros eran en su mayoría ingleses, o al menos fieles a la corona
inglesa, y atacaban solamente a los enemigos de Inglaterra (España y en ocasiones
Holanda y Francia) como corsarios con patentes inglesas.
Los gobernadores ingleses de Jamaica jugaron un papel imprescindible en el
desarrollo de la isla como guarida bucanera. El primero de los grandes gobernadores
pro-bucaneros de la isla fue Edward D’Oyley.
Su predecesor, Robert Sedgwick,
consideraba deshonrosas las expediciones de los bucaneros, pero las toleraba.
D’Oyley apoyaba abiertamente a los bucaneros y sus empresas. Emitía patentes con
la única condición de que se le pagara su parte a la corona (y su propia parte también,
por supuesto).
Durante su administración, el protagonista de los bucaneros fue
Christopher Myngs, quien en una expedición a Venezuela acumuló un botín valorado
Núñez, 19
en unas 200,000 a 300,000 libras esterlinas. En 1661, D’Oyley fue reemplazado por
Lord Windsor.
Mientras tanto, ocurría una transición decisiva en Inglaterra, la cual alteró la
política del reino hacia España:
Carlos II fue restaurado al trono y Cromwell fue
depuesto. Como explica Haring, “La guerra que Cromwell había emprendido contra
España era esencialmente una guerra del Commonwealth. La corte española estaba
en términos amigables con el príncipe exiliado y cuando le fue devuelto su reinado,
siguió naturalmente un cese a las hostilidades con España”.18 Carlos II le propuso a
Don Luis de Haro, el embajador español en Inglaterra, un armisticio en Europa y
América y el reestablecimiento del comercio entre las dos naciones. Sir Henry Bennett,
homólogo de Haro en Madrid, le hizo la misma propuesta a Felipe IV. En septiembre
de 1660 se proclamó el armisticio, pero las noticias de ello no llegaron a Jamaica hasta
febrero del año siguiente y nunca fue puesto en vigor. Lord Windsor fue instruido a
seguir tratando de abrir el comercio español, a la fuerza, de ser necesario.
Esta iniciativa de paz terminó en 1662, cuando Carlos II se casó con Catalina de
Braganza, lo cual implicaba una alianza con Portugal, con quien España se encontraba
en guerra. Sin embargo, desde su concepción, la paz de 1660 parecía meramente
una medida para aplacar a los españoles. Los ingleses declararon claramente que la
paz se extendía a las Indias, pero en Jamaica se interpretó que la paz sólo aplicaba a
Europa. Las instrucciones de Windsor dejan en claro la ambivalencia de Inglaterra.
Por una parte, pactaban la paz con España, pero por otra, instruían al gobernador de
Jamaica a buscar la apertura del comercio forzosamente.
Núñez, 20
Windsor siguió apoyando a Myngs, quien llevó a cabo expediciones a Santiago
de Cuba y a Campeche en 1662, las cuales enfurecieron aún más a los españoles.
Myngs ejemplifica los beneficios mutuos de los bucaneros y los oficiales coloniales: los
oficiales usaban a los bucaneros para ayudar a llevar a cabo las políticas de la corona,
mientras que los bucaneros aprovechaban la oportunidad de saquear un pueblo
portando una patente.
Después del saqueo de Campeche, Myngs fue armado
caballero por Carlos II. Este gesto comprobó inequívocamente su ambivalencia: por
una parte quería aplacar a los españoles con proclamaciones de paz, pero por otra
comprendía el valor de los bucaneros para el cumplimiento de sus objetivos en el
Caribe. La corona española se quejó ante Carlos II y pidió un fin a las hostilidades en
las Indias. Carlos II proclamó otra tregua, la cual tuvo poco impacto en Jamaica. Las
patentes siguieron emitiéndose, aunque sin la autorización de la corona, y los oficiales
coloniales seguían enriqueciéndose y manteniéndose en buenos términos con los
bucaneros, sin los cuales la riqueza de la isla no existiría.
En 1664 llegó a Jamaica Sir Thomas Modyford, el último de los gobernadores
pro-bucaneros. Al principio de su gestión, trató de hacer las paces con España y abrir
el comercio de manera pacífica, siguiendo las instrucciones de su rey: “Su majestad no
puede expresar el tamaño de su descontento ante las quejas diarias de violencia y
depredaciones hechas a los súbditos del rey de España por barcos pertenecientes a
Jamaica”.19 Modyford recibió órdenes explícitas de castigar apropiadamente a quienes
violaban la paz con España, es decir, los bucaneros. Los españoles no podían tomar
en serio a Modyford mientras que bucaneros con patentes emitidas en Jamaica
continuaban acechando sus embarcaciones y poblaciones costeras. Como un gesto de
Núñez, 21
su compromiso con la paz, Modyford castigó a varios bucaneros, y las consecuencias
de esta acción le hicieron comprender que Jamaica necesitaba a sus piratas. Al ver
que Modyford no los apoyaba, los bucaneros comenzaron a irse a La Tortuga, en
donde había una actitud más abierta hacia la piratería. El comercio en Jamaica se
redujo tanto que Modyford pronto vio su error y decidió apoyar la piratería y le explicó la
situación a Sir Henry Bennet, el secretario de estado, quien aprobó de su decisión.
Durante la gestión de Modyford, de nuevo tuvieron lugar eventos en Europa que
afectaron las actividades de los bucaneros. Inglaterra decidió entrar a la guerra contra
los holandeses y sus aliados franceses.
Las hostilidades muy pronto llegaron al
Caribe, y Modyford contó con los bucaneros para la defensa de Jamaica y para atacar
y saquear islas holandesas y francesas. Lucena Salmoral explica las implicaciones de
esta guerra
para Jamaica y sus bucaneros:
Modyford se encontró así frente a los aliados franceses y holandeses, y
comprendió que sus fuerzas eran insuficientes para combatir a tantos
enemigos. Su única solución era atraerse a su bando a los filibusteros de
La Tortuga y Santo Domingo, cosa que empezó a negociar. Los
filibusteros le explicaron que ellos se movían exclusivamente por
intereses económicos, y no por los políticos. Modyford les ofreció
entonces patentes de corso para atacar buques y plazas españolas con
tal de que le ayudaran. Esto generalizó la piratería en todo el Caribe. Los
ingleses, con sus corsarios y filibusteros contra los demás países:
Francia, Holanda y España.20
Fue en este ambiente de piratería generalizada que surgió el protegido más famoso de
Modyford. Henry Morgan, el más grande de todos los bucaneros, llevó a cabo varias
expediciones cargando patentes emitidas por el gobernador, incluyendo la que lo
inmortalizaría: el saqueo de Panamá.
Núñez, 22
La expedición de Henry Morgan a Panamá
La expedición de Henry Morgan a Panamá, en 1671, es un excelente marco de
referencia para examinar cómo los tres niveles de los aspectos legales y políticos de la
piratería propuestos en este ensayo funcionaban simultáneamente durante una
expedición.
Esta expedición siguió las preparaciones típicas de una empresa
bucanera, estuvo motivada por conflictos entre ingleses y españoles en el Caribe y en
Europa y tuvo enormes repercusiones sobre las relaciones entre las dos naciones.
Los antecedentes
La expedición de Morgan estuvo motivada por ataques de corsarios españoles a
buques de pesca y comercio ingleses. Modyford también propagó el rumor de que los
españoles pretendían reconquistar Jamaica con la idea de justificar lo que los
españoles ciertamente considerarían un acto de guerra. Este rumor se originó debido a
las acciones de Manoel Rivero Pardal, el capitán portugués de un corsario español que
atacó naves inglesas, como también uno que otro pueblo en Jamaica durante la
primera mitad de 1670. A pesar de que era absurdo pensar que Pardal, o alguna otra
expedición española, podía reconquistar Jamaica, sus acciones fueron suficientes para
que Modyford emitiera nuevas patentes usando la defensa de la isla como justificación.
Fue así que el Consejo de Jamaica instó al gobernador a que “una comisión sea
concedida al Almirante Henry Morgan para ser Almirante y Comandante en Jefe de
todos los buques de guerra pertenecientes a este puerto y...exigiéndole que con toda
presteza los uniera en una sola flota...para atacar, tomar y destruir todas las naves del
enemigo que entren en su alcance”.21 El consejo también pidió que la comisión le diera
permiso a las fuerzas de Morgan a desembarcar en tierras españolas. Modyford emitió
Núñez, 23
la comisión con sus poderes discrecionales, pero informó a las autoridades en
Inglaterra con la idea de obtener permiso oficial.
Los preparativos
Morgan recibió su patente de corso el primero de agosto de 1670. La carta incluía
todas las solicitudes del Consejo de Jamaica y también indicaba que, como era usual,
los bucaneros (en este caso actuando como corsarios) serían remunerados a través del
botín que lograran acumular. Morgan recibió una amplia discreción para lidiar con “las
muchas cosas que puedan pasar en esta acción las cuales yo [Modyford] no puedo
prever”.22 Esencialmente, Morgan recibió carta blanca para hacer lo que desease a los
españoles, con tal que lo hiciese bajo el pretexto de la defensa de Jamaica. Morgan
inmediatamente anunció un rendez-vous en Isla Vaca.
Ya camino a Isla Vaca, Morgan fue llamado de vuelta a Port Royal y Modyford le
informó que había recibido órdenes de Londres de detener todos los ataques a
poblaciones españolas. En estos momentos se negociaba del otro lado del Atlántico el
Tratado de Madrid, a través del cual Inglaterra se comprometía a cesar toda hostilidad
en el Caribe a cambio del reconocimiento por parte de España de las colonias inglesas
en el Caribe. No estaba en el interés de Inglaterra atacar a los españoles en esos
precisos momentos. Morgan desobedeció esta orden abiertamente, ya que había un
asidero legal en la carta del Secretario de Estado Arlington, la cual decía: “Su Majestad
me ruega hacerle saber que es su deseo que los corsarios se mantengan en el estado
en que se encuentren cuando reciba esta carta, hasta que tengamos una respuesta
final de Inglaterra, con la única condición de que los obligue a renunciar a toda
Núñez, 24
hostilidad en tierra”.23 En lo que concernía a Morgan y Modyford, ya los corsarios
habían zarpado, y se debían mantener en ese “estado”.
En Isla Vaca, Morgan reunió 37 barcos y 2000 hombres. Exquemelin describe el
rendez-vous de la siguiente manera: “los bucaneros de La Tortuga y Jamaica buscaban
ansiosamente formar parte de la flota de Morgan. El éxito de sus viajes previos y la
amistad que siempre mostraba hacia los franceses lo hacía muy popular aún entre
aquellos que nunca lo habían visto. Cada barco bucanero de La Tortuga fue alistado
instantáneamente y se tripuló con cuantos hombres cabían. Los que no conseguían
lugar en estos barcos tomaron sus canoas y navegaron a lo largo de la costa para
unirse a la flota de Morgan y embarcarse en los buques ingleses”. 24 Cuando estaban
listas todas las fuerzas, Morgan llevó a cabo una junta en la cual se decidió que unos
cuantos barcos atacarían Riohacha para obtener maíz y que algunos bucaneros irían a
cazar a La Española.
Estos barcos regresaron cinco semanas después y la flota se desplazó hacia
Cabo Tiburón, en donde se redactó la carta de partida. Se determinó que la expedición
iría a Panamá. Las otras opciones eran Cartagena y Veracruz, pero ninguna de estas
dos era considerada tan rica como Panamá.
Según Exquemelin, Morgan y sus
capitanes decidieron que éste recibiría la centésima parte del botín. Los otros oficiales
decidieron que los capitanes recibirían ocho partes y los cirujanos 200 piezas de ocho
aparte de su porción del botín. Toda la tripulación votó a favor de estos términos, y la
carta fue firmada primero por Morgan y luego por todos los oficiales y capitanes de la
flota. La expedición de Morgan demuestra que aun cuando los bucaneros actuaban
Núñez, 25
como corsarios mantenían sus reglas y políticas y usaban los procesos usuales para
preparar y regular una expedición.
La expedición
La expedición de Morgan zarpó el 16 de diciembre de 1670 y llegó a la isla de Santa
Catalina o Providencia cuatro día más tarde.
Allí derrotaron muy fácilmente a los
españoles y encontraron a tres presos que estaban familiarizados con Panamá y
Portobelo y servirían como guías.
El próximo paso era tomar el castillo de San
Lorenzo, a la entrada del Río Chagres, para que los bucaneros pudieran proceder
entonces a cruzar el istmo y atacar Panamá. Morgan delegó esta misión al Teniente
Coronel Joseph Bradley: “Comprendiendo que el Castillo de Chagres bloqueaba
nuestro camino, llevé a cabo un consejo de capitanes en el cual se determinó que
atacaríamos el Castillo de Chagres y para este propósito se despacharon 470 hombres
en tres barcos bajo en mando del Teniente Coronel Joseph Bradley”.25
Bradley zarpó de Providencia el 30 de diciembre y llegó a San Lorenzo el 2 de
enero. La toma de San Lorenzo no fue nada fácil y la fortaleza fue el escenario de una
de las batallas más sangrientas jamás peleadas entre españoles y corsarios. Según
Exquemelin, sólo 30 de los 314 soldados españoles que guarnecían el fuerte
sobrevivieron, y de estos solamente 10 no fueron heridos. Los bucaneros también
tuvieron pérdidas considerables: 100 muertos, incluyendo a Bradley, y sesenta heridos.
Morgan salió de Santa Catalina unos días después de Bradley y llegó a la boca del
Chagres una semana después de la batalla. Dejó una guarnición de 500 hombres y
siguió hacia Panamá con 1200 hombres. Los bucaneros subieron el Río Chagres en
canoas. Los españoles mientras tanto, al oír noticias de la caída de San Lorenzo,
Núñez, 26
concentraron todas las fuerza disponibles en Panamá.
Los bucaneros subieron el
Chagres y luego continuaron a pie por el Camino de Cruces. Al noveno día, exhaustos
y hambrientos, los hombres de Morgan finalmente divisaron la ciudad de Panamá y el
Mar del Sur.
Al décimo día atacaron la ciudad y derrotaron a los españoles con
bastante facilidad, a pesar de que 2400 soldados de infantería y 400 de caballería
defendían la ciudad. Morgan y sus bucaneros lograron derrotar las defensas de la
ciudad en tan solo tres horas. Los bucaneros luego procedieron a saquear brutalmente
la ciudad y sus alrededores por tres semanas y luego partieron hacia San Lorenzo para
regresar a Port Royal, no sin antes dejar la ciudad en llamas.
Las consecuencias
El bucanero promedio que participó en el ataque a Panamá sólo recibió unos 200
pesos de plata. Morgan engañó a sus hombres y se apropió de una gran parte del
botín. Las pérdidas españoles fueron millonarias, entre casas, mulas, fortificaciones,
armamentos y tesoros, amén de la pérdida de cientos de soldados.
Cuando las
noticias del ataque llegaron a Madrid los españoles, quienes recién habían firmado el
Tratado de Madrid, se sintieron defraudados y engañados. En cambio, Port Royal
celebró y Londres reaccionó positivamente, pero guardando cierta discreción para no
amargar aún más a los españoles. El gobierno inglés llevó a cabo ciertas medidas
simbólicas para aplacar a los españoles. Por ejemplo, Modyford fue depuesto, juzgado
y encerrado en la Torre de Londres. A la misma vez, sin embargo, Morgan era armado
caballero y nombrado vicegobernador de Jamaica.
Lane resume la situación
perfectamente: “Claramente, las autoridades y los comerciantes ingleses eran
ambivalentes; la piratería servía para enseñarle a los españoles de qué eran capaces
Núñez, 27
los ingleses (sin impuestos ni gastos de la corona), pero la piratería ya representaba un
peligro a largo plazo para las colonias de Inglaterra en el Caribe”.26
El saqueo de Panamá fue la última gran expedición de los bucaneros que contó
con apoyo oficial del gobierno inglés. Jamaica comenzó a acatar el Tratado de Madrid.
Ya por la década de 1680, Jamaica y Sainte Domingue, colonia francesa a la cual
pertenecía La Tortuga, desarrollaron leyes prohibiendo el oficio de los bucaneros. La
segunda mitad del siglo XVII fue un período difícil para España, tanto en las colonias
como en la metrópolis y las actividades de los bucaneros tuvieron un impacto
debilitante sobre el imperio.
Como demuestra la expedición de Morgan, la
ambivalencia de los oficiales coloniales ingleses y la misma corona frente a los
bucaneros fue un componente clave de la política inglesa en el Caribe.
Conclusión
La piratería caribeña del siglo XVII, como puede ser visto, tuvo varias facetas legales y
políticas sumamente llamativas. En un primer nivel, los bucaneros tenían sus propias
leyes y regulaciones para gobernar su comportamiento y sus actividades.
En un
segundo nivel, los bucaneros funcionaron como instrumentos de la política colonial de
los ingleses en el Caribe y fueron un componente crítico en la lucha entre Inglaterra y
España en América. La isla de Jamaica no fue sólo la sede principal del gobierno
inglés en las Indias Occidentales, sino también la guarida de una multitud de bucaneros
que eran apreciados por sus habitantes debido a la riqueza que traían a la isla. En un
tercer nivel, los bucaneros tuvieron un gran impacto sobre las relaciones entre
Inglaterra y España, y recíprocamente sus actividades fueron afectadas por eventos
que tomaban lugar en Europa, como la restauración de Carlos II en 1660 y el Tratado
Núñez, 28
de Madrid, en 1670, así como también las continuas guerras entre España, Francia,
Inglaterra y Holanda.
La expedición de Morgan ilustra el papel de estos tres niveles en una expedición
bucanera.
En cuanto al primer nivel, Morgan preparó su expedición siguiendo las
reglas y tradiciones de los bucaneros: se anunció un rendez-vous, se buscaron
provisiones y se redactó una carta de partida, aprobada unánimemente. En cuanto al
segundo nivel, Morgan, actuó como corsario, portando una patente emitida por el
Gobernador Modyford y se sobrepasó de la órdenes de la corona con permiso del
gobernador. Finalmente, en cuanto al tercer nivel, sus ataques a Portobelo, Maracaibo,
Puerto Príncipe, Panamá y otros puertos debilitaron al imperio hispánico y sacaron a
relucir la vulnerabilidad de las colonias españolas causadas por la difícil crisis
económica que atravesaba el país. Finalmente, su ataque a Panamá puso a prueba
las recién mejoradas relaciones entre España e Inglaterra, y causó que Inglaterra
finalmente implementara el Tratado de Madrid.
Los bucaneros fueron un factor
imprescindible en el establecimiento formal y definitivo de las colonias inglesas en el
Caribe y su reconocimiento por parte de la corona española.
*
Para los propósitos de este ensayo, las costas caribeñas de lo que hoy en día son Colombia, Venezuela, Panamá y
Yucatán se considerarán partes de la Región Caribe.
1
Manuel Lucena Salmoral, Piratas, bucaneros filibusteros y corsarios en América (Madrid: Editorial MAPFRE,
1992), p. 18.
2
Ibid., p. 20.
3
Clarence H. Haring, Buccaneers in the West Indies in the Seventeenth Century (Hamden: Archon Books, 1966), p.
66.
“which is merely the French sailor’s way of pronouncing the English word ‘Freebooter’”.
*
En este ensayo usaré la palabra francesa boucanier al referirme a los cazadores antes de que se volvieran piratas, y
la palabra bucanero en español al referirme a ellos una vez convertidos en piratas.
4
Haring, p. 57.
5
Kris Lane, Pillaging the Empire. Piracy in the Americas 1500-1750 (Armonk: M.E. Sharpe, 1998), p. 97.
6
Alexander Olivier Exquemelin, The Buccaneers of America (Baltimore: Penguin Books, 1969), p. 67.
“The Spaniards keep the foreign hunters under constant observation, and sometimes murder them if they get the
chance. Five companies of Spaniards have been sent out from Santo Domingo to seek out the enemy—but praying
Núñez, 29
they won’t find them. They have not the courage to meet them in the open field, but try to spy out their whereabouts
and do away with them in their sleep.”
7
Ibid., p. 53
“When a man has finished his service, he seeks out a partner and they pool all they possess. They draw up a
document, in some cases saying that the partner who lives longer shall have everything, in others that the survivor is
bound to give part to the dead man{s friends or to his wife, if he was married.”
8
Haring, p. 69
“a medley of bizarre laws which had originated among themselves.”
9
Exquemelin, p. 68.
“On learning of the rovers’ success, the planters and hunters of Tortuga forsook their plantations and huntinggrounds and looked for means of acquiring ships in which to go and plunder the Spaniards.”
10
Exquemelin, p. 70.
“Each bringing what he needs in the way of weapons, powder and shot.”
11
Exquemelin, p. 71.
“They cook two meals a day of this meat, without rationing…The captain is allowed no better fare than the meanest
on board. If they notice he has better food, the men bring the dish from their own mess and exchange it for the
captain’s.”
12
Exquemelin, p. 71
They draw up an agreement or chasse partie, in which is specified what the captain shall have for
himself and for the use of his vessel. Usually they agree on the following terms. Providing they capture a
prize, first of all these amounts would be deducted from the whole capital. The hunter’s pay would
generally be 200 pieces of eight. The carpenter, for his work in repairing and fitting out the ship, would be
paid 100 or 150 pieces of eight. The surgeon would receive 200 or 250 for his medical supplies, according
to the size of the ship.
Then came the agreed awards for the wounded, who might have lost a limb or suffered other
injuries. They would be compensated as follows: for the loss of a right arm, 600 pieces of eight or six
slaves…The loss of a right leg…brought 500 pieces of eight or five slaves…an eye, 100 or one slave…and
a severe internal injury which meant the victim had to have a pipe inserted in his body would earn 500…
These amounts having first been withdrawn from the capital, the rest of the prize would be divided into as
many portions as men on the ship. The captain draws four or five men’s portions for the use of his ship…and two
portions for himself. The rest of the men share uniformly, and the boys get half a man’s share.
13
Lucena Salmoral, pp. 161-62
14
Lucena Salmoral, p. 157
15
Exquemelin, p. 72
“They…see justice done among themselves. If anyone has a quarrel and kills his opponent treacherously, he is set
against a tree and shot dead by the one whom he chooses. But if he has killed his opponent like an honorable man—
that is, giving him time to load his musket, and not shooting him in the back—his comrades let him go free. The
duel is their way of settling disputes.”
16
Lane, p. 105
“…its governors would issue all manners of commissions allowing violent seizure of Spanish vessels and towns.
They authorized anything, really, as long as a tithe was paid to the issuing official upon return to the port.”
17
Citado en Peter Earle, , The Sack of Panama (London: Jill Norman & Hobhouse, 1981), p. 49.
“In general, there is no other way of making a fortune but by robbing Spaniards since, in Jamaica, it is impossible to
make money. On the coasts of the Indies there is much money to be lost, whose owners are unprepared and have a
great lack of courage with which to defend themselves, while amongst the aggressors, there is an insatiable desire of
riches, great courage and total disdain of risk.”
18
Haring, p. 98.
“The war which Cromwell had begun with Spain was essentially a war of the Commonwealth. The Spanish court
was therefore on friendly terms with the exiled prince, and when he returned into possession of his kingdom a
cessation of hostilities with Spain naturally followed.”
19
Calendar of State Papers, America and the West Indies, 1661-68, No. 753: King to Modyford, 15 June 1664.
Citado por Earle, p. 49.
“His Majesty cannot sufficiently express his dissatisfaction at the daily complaints of violence and depredations
done by ships, said to belong to Jamaica, upon the King of Spain’s subjects.”
20
Lucena Salmoral, p. 181.
Núñez, 30
21
Calendar of State Papers, America and the West Indies, 1669-74, Nos. 209-12: Record of the meeting of the
Council of Jamaica on 9 July 1670. Citado por Earle, p. 153.
“…a commission be granted to Admirall Henry Morgan to bee Admirall and Comander [sic] in Chief of all the ships
of warr belonging to this harbour and…requiring him with all possible speed to draw them into one fleet…and to
attaque, seize and destroy all the enemy’s vessels that shall come within his reach…”
22
Patente de Modyford a Morgan, citada por Earle, p. 155.
“many things which might happen in this action which cannot bee by mee [Modyford] foreseene.”
23
Colonial Office Papers 138/1, pp. 42-3: Arlington to Mmodyford, 12 June 1670. Citado por Earle, p. 155.
“His Majesty bids me let you know his pleasure is, that in what state soever the privateers are, at the receipt of this
letter, you keep them soe until we have a final answer from Spain with this condition only, that you oblige them to
forebear all hostilities on land.”
24
Exquemelin, p. 167
“the Buccaneers of Tortuga and Hispaniola eagery sought to join Morgan’s fleet. The success of his former voyages
and the friendship he had always shown towards the French made him popular even with those that had never set
eyes on him. Every buccaneer ship in Tortuga was instantly made ready, and took on as many men as it could hold.
Those who could not get a place in these ships took to their canoes and sailed along the coast to join Morgan’s fleet
and embark on the English ships.”
25
Manuscripts of the British Library, 11268, folio 75. Citado por Earle, pp. 186-185.
“Understanding the Castle of Chagres blocked our way, I called a Councell of all the chief captaines where it was
determined that we should attacque the Castle of Chagres and forthwith there was dispatched 470 men in 3 shipps
under the command of Lt. Col. Joseph Bradley.”
26
Lane, p. 122.
“Clearly English authorities and even merchants wanted it both ways; piracy was good for showing the Spaniards
what the English were capable of (without taxes and royal expenditures), yet piracy was already recognizable as a
long-term danger to the colonies England was settling and developing in the Caribbean.”
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