Poesía lírica: Góngora, Quevedo, Sor Juana Inés de la Cruz, Donne

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Luis de Góngora y Argote,
Poesías, México, Porrúa,
1979, p. 15-96
Sombraban su contento o su cuidado,
Cuál con voz dulce, cuál con voz doliente,
Las tiernas aves con la luz presente,
En el fresco aire y en el verde prado.
Cuando salió bastante a dar Leonora
Cuerpo a los vientos y a las piedras alma,
Cantando de su rico albergue, y luego
LUIS DE GÓNGORA Y ARGOTE
EN EL SEPULCRO DE LA DUQUESA DE LERMA
¡Ayer deidad humana, hoy poca tierra;
aras ayer, hoy túmulo, ¡oh mortales!
Plumas, aunque de águilas reales
plumas son, quien lo ignora mucho hierra.
Los hueso que hoy este sepulcro encierra,
a no estar entre aromas orientales
mortales señas dieran de mortales;
la razón abra lo que el mármol cierra.
Ni oí las aves más, ni vi la aurora;
Porque al salir, o todo quedó en calma,
O yo (que es lo mas cierto) sordo y ciego.
A UNA DAMA MUY BLANCA, VESTIDA DE VERDE
Cisne gentil, después que crespo el vado
dejó, y de espuma la agua encanecida,
que al rubio sol la pluma humedecida
sacude de las juncias abrigado,
La Fénix que ayer Lerma, fue su Arabia
es hoy entre cenizas un gusano
y de conciencia a la persona sabia.
copos de blanca nieve en verde prado,
azucena entre murtas escondida,
cuajada leche en juncos exprimida,
diamante entre esmeraldas engastado,
Si una urca se traga el Océano,
¿qué espera un bajel luces en la gabia?
Tome tierra, que es tierra el ser humano.
no tienen que preciarse de blancura
después que nos mostró su airoso brío
la blanca Leda en verde vestidura.
***
Tras la bermeja Aurora el Sol dorado
Por las puertas salía del oriente,
Ella de flores la rosada frente,
Él de encendidos rayos coronado.
Fue tal, que templó su aire el fuego mío,
y dio, con su vestido y su hermosura,
verdor al campo, claridad al río.
***
Llegué a Valladolid; registré luego
desde el bonete al clavo de la mula;
1
guardo el registro, que será mi bula
contra el cuidado de el señor don Diego.
Busqué la corte en él y yo estoy ciego,
o en la ciudad no está o se disimula.
Celebrando dietas vi a la gula,
que Platón para todos está en griego.
La lisonja hallé y la ceremonia
con luto, idolatrados los caciques,
amor sin fe, interés con sus virotes.
Todo se halla en esta Babilonia,
como en botica grandes alambiques,
y más en ella títulos que botes.
***
Mientras por competir con tu cabello,
oro bruñido el Sol relumbra en vano,
mientras con menosprecio en medio el llano
mira tu blanca frente el lilio bello;
mientras a cada labio, por cogello,
siguen más ojos que al clavel temprano,
y mientras triunfa con desdén lozano
del luciente cristal tu gentil cuello;
goza cuello, cabello, labio y frente,
antes que lo que fue en tu edad dorada
oro, lilio, clavel, cristal luciente,
no sólo en plata o viola truncada
se vuelva, mas tú y ello juntamente
en tierra, en humo, en polvo, en sombra, en nada.
A UNA ROSA
Ayer naciste y morirás mañana;
para tan breve ser, ¿quién te dio vida?
¡Para vivir tan poco estás lucida,
y para no ser nada estás lozana!
Si te engañó tu hermosura vana,
bien presto la verás desvanecida,
porque en esa hermosura está escondida
la ocasión de morir muerte temprana.
Cuando te corte la robusta mano,
ley de la agricultura permitida,
grosero aliento acabará tu suerte.
No salgas, que te guarde algún tirano;
dilata tu nacer para tu vida,
que anticipas tu ser para tu muerte.
A LOPE DE VEGA
Embutiste Lopillo, a Sabaot
en un mismo soneto con Ylec,
y echándosele a cuesta a Lamec
le diste un muy mal rato al justo Lot.
Sacrificaste al ídolo Behemot,
que matan mal coplón Melquisedec,
y traiga para el fuego Abimelec
sarmientos de la viña de Nabot.
Guárdate de las lanzas de Joab,
de tablazos del arca de Jafet,
y leños de la escala de Jacob;
no te metas con el rey Acab,
ni en lugar de Bethelén me digas Bet,
que con tus versos cansas aun a Job.
Y este soneto a buenas manos va:
¡Ay del Alfa, y Omega, y Jehová!
A DON FRANCISCO DE QUEVEDO
Anacreonte español, no hay quien os tope,
que no diga con mucha cortesía,
que ya que vuestros pies son de elegía,
que vuestras suavidades son de arrope.
¿No imitaréis al terenciano Lope,
que al de Beleforonte cada día
sobre zuecos de cómica poesía
se calza espuelas, y le da un galope?
Con cuidado especial vuestros antojos
dicen que quieren traducir al griego,
no habiéndolo mirado vuestros ojos.
Prestádselos un rato a mi ojo ciego,
porque a luz saque ciertos versos flojos,
y entenderéis cualquier greguesco luego.
SOLEDAD PRIMERA [FRAGMENTO]
Era del año la estación florida
En que el mentido robador de Europa
-Media luna las armas de su frente,
Y el Sol todos los rayos de su pelo-,
Luciente honor del cielo,
En campos de zafiro pace estrellas,
Cuando el que ministrar podía la copa
A Júpiter mejor que el garzón de Ida,
-Náufrago y desdeñado, sobre ausente-,
2
Lagrimosas de amor dulces querellas
Da al mar; que condolido,
Fue a las ondas, fue al viento
El mísero gemido,
Segundo de Arïón dulce instrumento.
Del siempre en la montaña opuesto pino
Al enemigo Noto
Piadoso miembro roto
-Breve tabla- delfín no fue pequeño
Al inconsiderado peregrino
Que a una Libia de ondas su camino
Fió, y su vida a un leño.
Del Océano, pues, antes sorbido,
Y luego vomitado
No lejos de un escollo coronado
De secos juncos, de calientes plumas
-Alga todo y espumasHalló hospitalidad donde halló nido
De Júplter el ave.
Besa la arena, y de la rota nave
Aquella parte poca
Que le expuso en la playa dio a la roca;
Que aun se dejan las peñas
Lisonjear de agradecidas señas.
Desnudo el joven, cuanto ya el vestido
Océano ha bebido
Restituir le hace a las arenas;
Y al Sol le extiende luego,
Que, lamiéndole apenas
Su dulce lengua de templado fuego,
Lento lo embiste, y con suave estilo
La menor onda chupa al menor hilo.
No bien, pues, de su luz los horizontes
-Que hacían desigual, confusamente,
Montes de agua y piélagos de montesDesdorados los siente,
Cuando -entregado el mísero extranjero
En lo que ya del mar redimió fieroEntre espinas crepúsculos pisando,
Riscos que aun igualara mal, volando,
Veloz, intrépida ala,
-Menos cansado que confuso- escala.
Vencida al fin la cumbre
-Del mar siempre sonante,
De la muda campaña
Árbitro igual e inexpugnable muro-,
Con pie ya más seguro
Declina al vacilante
Breve esplendor de mal distinta lumbre:
Farol de una cabaña
Que sobre el ferro está, en aquel incierto
Golfo de sombras anunciando el puerto.
«Rayos -les dice- ya que no de Leda
Trémulos hijos, sed de mi fortuna
Término luminoso.» Y -recelando
De invidïosa bárbara arboleda
Interposición, cuando
De vientos no conjuración algunaCual, haciendo el villano
La fragosa montaña fácil llano,
Atento sigue aquella
-Aun a pesar de las tinieblas bella,
Aun a pesar de las estrellas claraPiedra, indigna tïara
-Si tradición apócrifa no mienteDe animal tenebroso cuya frente
Carro es brillante de nocturno día:
Tal, diligente, el paso
El joven apresura,
Midiendo la espesura
Con igual pie que el raso,
Fijo -a despecho de la niebla fríaEn el carbunclo, Norte de su aguja,
O el Austro brame o la arboleda cruja.
FÁBULA DE POLIFEMO Y GALATEA
[FRAGMENTO]
1
Estas que me dictó, rimas sonoras,
Culta sí aunque bucólica Talía,
Oh excelso Conde, en las purpúreas horas
Que es rosas la alba y rosicler el día,
Ahora que de luz tu niebla doras,
Escucha, al son de la zampoña mía,
Si ya los muros no te ven de Huelva
Peinar el viento, fatigar la selva.
2
Templado pula en la maestra mano
El generoso pájaro su pluma,
O tan mudo en la alcándara, que en vano
Aun desmentir el cascabel presuma;
Tascando haga el freno de oro cano
Del caballo andaluz la ociosa espuma;
Gima el lebrel en el cordón de seda,
Y al cuerno al fin la cítara suceda.
3
Treguas al ejercicio sean robusto,
Ocio atento, silencio dulce, en cuanto
Debajo escuchas de dosel augusto
Del músico jayán el fiero canto.
Alterna con las Musas hoy el gusto,
Que si la mía puede ofrecer tanto
3
Clarín -y de la Fama no segundo-,
Tu nombre oirán los términos del mundo.
4
Donde espumoso el mar sicilïano
El pie argenta de plata al Lilibeo,
Bóveda o de las fraguas de Vulcano
O tumba de los huesos de Tifeo,
Pálidas señas cenizoso un llano,
Cuando no del sacrílego deseo,
Del duro oficio da. Allí una alta roca
Mordaza es a una gruta de su boca.
5
Guarnición tosca de este escollo duro
Troncos robustos son, a cuya greña
Menos luz debe, menos aire puro
La caverna profunda, que a la peña;
Caliginoso lecho, el seno obscuro
Ser de la negra noche nos lo enseña
Infame turba de nocturnas aves,
Gimiendo tristes y volando graves.
6
De este, pues, formidable de la tierra
Bostezo, el melancólico vacío
A Polifemo, horror de aquella sierra,
Bárbara choza es, albergue umbrío
Y redil espacioso donde encierra
Cuanto las cumbres ásperas cabrío,
De los montes esconde: copia bella
Que un silbo junta y un peñasco sella.
7
Un monte era de miembros eminente
Este que -de Neptuno hijo fieroDe un ojo ilustra el orbe de su frente,
Émulo casi del mayor lucero;
Cíclope a quien el pino más valiente
Bastón le obedecía tan ligero,
Y al grave peso junco tan delgado,
Que un día era bastón y otro cayado.
8
Negro el cabello, imitador undoso
De las oscuras aguas del Leteo,
Al viento que lo peina proceloso
Vuela sin orden, pende sin aseo;
Un torrente es su barba impetuosa,
Que -adusto hijo de este PirineoSu pecho inunda- o tarde, o mal, o en vano
Surcada aun de los dedos de su mano.
4
Francisco de Quevedo y Villegas,
Satíricas - Picarecas - PolíticasBurlescas - Filosóficas- Ascéticas Crítico literarias - Poéticas, Madrid,
Edaf, 1981, 1482 p.
Pues que da y quita el decoro
y quebranta cualquier fuero,
poderoso caballero
es don Dinero.
PODEROSO CABALLERO
P'oderoso caballero
es don Dinero.
Son sus padres principales,
y es de noble descendiente,
porque en las venas de Oriente
todas las sangres son reales;
y pues es quien hace iguales
al rico y al pordiosero,
poderoso caballero
es don Dinero.
Madre, yo al oro me humillo;
" es mi amante y mi amado,
pues de puro enamorado
de contino anda amarillo;
que, pues, doblón o sencillo,
hace todo cuanto quiero,
poderoso caballero
es don Dinero.
¿A quién no le maravilla
ver en su gloria sin tasa
que es lo más ruin de su casa
doña Blanca de Castilla?
Mas, pues que su fuerza humilla
al cobarde y al guerrero,
poderoso caballero
es don Dinero.
Nace en las Indias honrado,
donde el mundo le acompaña;
viene a morir en España,
y es en Genova enterrado.
Y pues quien le trae al lado
es hermoso, aunque sea fiero,
poderoso caballero
es don Dinero.
Sus escudos de armas nobles
son siempre tan principales,
que sin sus escudos reales
no hay escudos de armas dobles
y pues a los mismos nobles
da codicia su minero,
poderoso caballero
es don Dinero.
Es galán y es como un oro;
tiene quebrado el color,
persona de gran valor,
tan cristiano como moro.
Por importar en los tratos
y dar tan buenos consejos,
en las casas de los viejos
gatos le guardan de gatos.
Y pues él rompe recatos
FRANCISCO DE QUEVEDO Y VILLEGAS
5
y ablanda al juez más severo,
poderoso caballero
es don Dinero.
Es tanta su majestad,
aunque son sus duelos hartos,
que, aun con estar hecho cuartos,
no pierde su calidad;
pero, pues da autoridad
al gañán y al jornalero,
poderoso caballero
es don Dinero.
Nunca vi damas ingratas
a su gusto y afición,
que a las caras de un doblón
hacen sus caras baratas;
y pues las hace bravatas
desde una bolsa de enero,
poderoso caballero
es don Dinero.
Más valen en cualquier tierra,
¡mirad si es harto sagaz!,
sus escudos en la paz
que rodelas en la guerra.
Pues al natural destierra
y hace propio al forastero,
poderoso caballero
es don Dinero.
ADVIERTE AL TIEMPO DE MAYORES HAZAÑAS, EN QUE PODRÁ EJERCITAR SUS FUERZAS
Tiempo, que todo lo mudas,
tú, que con las horas breves
lo que nos diste, nos quitas,
lo que llevaste, nos vuelves.
Tú, que con los mismos pasos
que cielos y estrellas mueves,
en la casa de la vida,
pisas umbral de la muerte.
Tú, que de vengar agravios
te precias como valiente,
pues castigas hermosuras,
por satisfacer desdenes.
Tú, lastimoso alquimista,
pues el ébano que tuerces,
haciendo plata las hebras,
a sus dueños empobreces.
Tú, que con pies desiguales,
pisas del mundo las leyes,
cuya sed bebe los ríos,
y su arena no los siente.
Tú, que de monarcas grandes
llevas en los pies las frentes;
tú, que das muerte y das vida
a la vida y a la muerte.
Si quieres que yo idolatre
en tu guadaña insolente,
en tus dolorosas canas,
en tus alas y en tu sierpe:
si quieres que te conozca,
si gustas que te confiese
con devoción temerosa
por tirano omnipotente,
da fin a mis desventuras
pues a presumir se atreven
que h tus días y a tus años
pueden ser inobedientes.
Serán ceniza en tus manos,
cuando en ellas los aprietes,
los montes y la soberbia,
que los corona las sienes.
¿Y será bien que un cuidado,
tan porfiado cuan fuerte,
se ría de tus hazañas,
y vitorioso se quede?
¿Por qué dos ojos avaros
de la riqueza que pierden
han de tener a los míos
sin que el sueño los encuentre?
¿Y por qué mi libertad
aprisionada ha de verse,
donde el ladrón es la cárcel
y su juez el delincuente?
Enmendar la obstinación
de un espíritu inclemente,
entretener los incendios
de un corazón que arde siempre;
descansar unos deseos
que viven eternamente,
hechos martirio del alma,
donde están porque los tiene;
reprender a la memoria,
que con los pasados bienes,
como traidora a mi gusto
a espaldas vueltas me hiere;
castigar mi entendimiento,
que en discursos diferentes,
siendo su patria mi alma,
6
las quiere abrasar aleve;
estas sí que eran hazañas,
debidas a tus laureles,
y no estar pintando flores,
y madurando las mieses.
Poca herida es deshojar
los árboles por noviembre,
pues con desprecio los vientos
llevarse los troncos suelen.
Descuídate de las rosas,
que en su parto se envejecen;
y la fuerza de tus horas
en obra mayor se muestre.
Tiempo venerable y cano,
pues tu edad no lo consiente,
déjate de niñerías,
y a grandes hechos atiende.
EN QUE ARGUYE EN CONTRA DE LAS
FALACIAS DEL TIEMPO
Cerrar podrá mis ojos la postrera
sombra que me llevare el blanco día,
y podrá desatar esta alma mía
hora a su afán ansioso, lisonjera;
mas no de esotra parte, en la ribera,
dejará la memoria, en donde ardía:
nadar sabe mi llama la agua fría,
y perder el respeto a ley severa.
Alma a quien todo un dios prisión ha sido,
venas que humor a tanto fuego han dado,
medulas que han gloriosamente ardido,
su cuerpo dejarán, no su cuidado;
serán ceniza, mas tendrán sentido;
polvo serán, mas polvo enamorado.
A ROMA, SEPULTADA EN SUS RUINAS
Buscas en Roma a Roma ¡oh peregrino!,
y en Roma misma a Roma no la hallas:
cadáver son las que ostentó murallas,
y tumba de sí propio el Aventino.
Yace donde reinaba el Palatino;
y limadas del tiempo las medallas
más se muestran destrozo a las batallas
de las edades, que blasón latino.
Solo el Tíber quedó, cuya corriente,
si ciudad la regó, ya sepultura
la llora con funesto son doliente.
¡Oh, Roma! En tu grandeza, en tu hermosura
huyó lo que era firme, y solamente
lo fugitivo permanece y dura.
CÓMO TODAS LAS COSAS AVISAN DE LA
MUERTE
Miré los muros de la patria mía,
si un tiempo fuertes, ya desmoronados,
de la carrera de la edad cansados,
por quien caduca ya su valentía.
Salíme al campo, vi que el sol bebía
los arroyos del hielo desatados;
y del monte quejosos los ganados,
que con sombras hurtó su luz al día.
Entré en mi casa, vi que amancillada
de anciana habitación era despojos;
mi báculo, más corvo, y menos fuerte.
Vencida de la edad sentí mi espada,
y no hallé cosa en que poner los ojos
que no fuese recuerdo de la muerte.
CONOCE LAS FUERZAS DEL TIEMPO Y EL
SER EJECUTIVO COBRADOR DE LA
MUERTE
¡Cómo de entre mis manos te resbalas!
¡Oh, cómo te deslizas, edad mía!
¡Qué menudos pasos traes, oh muerte fría,
pues con callado pie todo lo igualas!
Feroz de tierra débil muro escalas,
en quien lozana juventud se fía;
mas ya mi corazón del postrer día
atiende el vuelo, sin mirar las alas.
¡Oh condición mortal! ¡Oh dura suerte!
¡Qué no puedo querer vivir mañana,
sin la pensión de procurar mi muerte!
Cualquier instante de la vida humana
es nueva ejecución, con que se advierte
cuan frágil es, cuan mísera, cuan vana.
EN VANO BUSCA LA TRANQUILIDAD EN EL
Cuando le quiero más ceñir con lazos,
y viendo mi sudor se me desvía,
vuelvo con nueva fuerza a mi porfía,
y temas con amor que hacen pedazos.
Voyme a vengar en una imagen vana,
que no se aparta de los ojos míos;
búrlame, y de burlarme corre ufana.
Empiézola a seguir, fáltanme bríos,
y, como de alcanzarla tengo gana,
hago correr tras ella el llanto en ríos.
REPRESÉNTASE LA BREVEDAD DE LO QUE
SE VIVE, Y CUAN NADA PARECE LO QUE SE
VIVIÓ
¡Ah de la vida! ¿Nadie me responde?
Aquí de los antaños, que he vivido:
la fortuna mis tiempos ha mordido,
las horas mi locura las esconde.
¡Que sin poder saber cómo ni adonde
la salud y la edad se hayan huido!
Falta la vida, asiste lo vivido,
y no hay calamidad que no me ronde.
Ayer se fué, mañana no ha llegado,
hoy se está yendo sin parar un punto;
soy un fué y un será y un es cansado.
AMOR
A fugitivas sombras doy abrazos,
en los sueños se cansa el alma mía;
paso luchando a solas noche y día,
con un trasgo que traigo entre mis brazos.
En el hoy y mañana y ayer junto
pañales y mortaja, y he quedado
presentes sucesiones de difunto.
DESCUIDO DEL DIVERTIDO VIVIR A QUIEN
7
LA MUERTE LLEGA IMPENSADA
Vivir es caminar breve jornada,
y muerte viva es, Lico, nuestra vida,
ayer al frágil cuerpo amanecida,
cada instante en el cuerpo sepultada.
Nada, que siendo, es poco, y será nada
en poco tiempo, que ambiciosa olvida;
pues de la vanidad mal persuadida,
anhela duración, tierra animada.
y te dilatas cuanto más te estrechas.
SIGNIFÍCASE LA BREVEDAD DE LA VIDA
¡Fué sueño ayer, mañana será tierra!
¡Poco antes, nada, y poco después, humo!
¿Y destino ambiciones, y presumo,
apenas punto al cerco que me cierra?
Llevada de engañoso pensamiento,
y de esperanza burladora y ciega,
tropezará en el mismo monumento.
Breve combate de importuna guerra,
en mi defensa soy peligro sumo;
y mientras con mis armas me consumo,
menos me hospeda el cuerpo, que me
entierra.
Como el que divertido el mar navega,
y sin moverse vuela con el viento,
y, antes que piense en acercarse, llega.
Ya no es ayer; mañana no ha llegado,
hoy pasa y es, y fué, con movimiento
que a la muerte me lleva despeñado.
A UN AMIGO QUE RETIRADO DE LA CORTE
PASÓ SU EDAD
Dichoso tu que alegre en tu cabaña,
mozo y viejo aspiraste la aura pura,
y te sirven de cuna y sepultura,
de paja el techo, el suelo de espadaña.
En esa soledad que, libre, baña
callado sol con lumbre más segura,
la vida al día más espacio dura,
y la hora sin voz te desengaña.
No cuentas por los cónsules los años,
hacen tu calendario tus cosechas,
pisas todo tu mundo sin engaños.
De todo lo que ignoras te aprovechas;
ni anhelas premios, ni padeces daños,
Alzadas son la hora y el momento,
que, a jornal de mi pena y mi cuidado,
cavan en mi vivir mi monumento.
CONTRA DON LUIS DE GÓNGORA Y SU
POESÍA
Este cíclope, no siciliano,
del microcosmo sí, orbe postrero;
esta antípoda faz, cuyo hemisferio
zona divide en término italiano;
este círculo vivo en todo plano;
este que, siendo solamente cero,
le multiplica y parte por entero
todo buen abaquista veneciano;
el minoculo sí, mas ciego vulto;
el resquicio barbado de melenas;
esta cima del vicio y del insulto;
8
éste, en quien hoy los pedos son sirenas,
éste es el culo, en Góngora y en culto,
que un bujarrón le conociera apenas.
A UNA NARIZ
Érase un hombre a una nariz pegado,
érase una nariz superlativa,
érase una nariz sayón y escriba,
érase un peje espada muy barbado.
Era un reloj de sol mal encarado,
érase una alquitara pensativa,
érase un elefante boca arriba,
era Ovidio Nasón más narizado.
Érase un espolón de una galera,
érase una pirámide de Egipto,
las doce tribus de narices era.
Érase un naricísimo infinito,
muchísimo nariz, nariz tan fiera,
que en la cara de Anás fuera delito.
Sor Juana Inés de la Cruz, Obras
completas, México, Porrúa, 1981,
941 pp. Col. Sepan cuantos, 100
SOR JUANA INÉS DE LA CRUZ
ARGUYE DE INCONSECUENCIA EL GUSTO
Y LA CENSURA DE LOS HOMBRES, QUE EN
LAS MUJERES ACUSAN LO QUE ACUSAN
Hombres necios, que acusáis
a la mujer sin razón,
sin ver que sois la ocasión
de lo mismo que culpáis.
Si con ansia sin igual
solicitáis su desdén,
¿por qué queréis que obren bien
si las incitáis al mal?
Combatís su resistencia
y luego, con gravedad,
decís que fue liviandad
lo que hizo la diligencia.
Parecer quiere el denuedo
de vuestro parecer loco
al niño, que pone el coco
y luego le tiene miedo.
Queréis con presunción necia
hallar a la que buscáis,
para pretendida, Tais
y en la posesión, Lucrecia.
¿Qué humor puede ser más raro
que el que, falto de consejo,
él mismo empaña el espejo
y siente que no esté claro?
aunque cualquiera mal haga:
la que peca por la paga
o el que paga por pecar?
Con el favor y el desdén
tenéis condición igual,
quejándoos, si os tratan mal,
burlándoos, si os quieren bien.
¿Pues para qué os espantáis
de la culpa que tenéis?
Queredlas cual las hacéis
o hacedlas cual las buscáis.
Opinión ninguna gana,
pues la que más se recata,
si no os admite, es ingrata,
y si os admite, es liviana..
Dejad de solicitar
y después con más razón
acusaréis la afición
de la que os fuere a rogar.
Siempre tan necios andáis
que con desigual nivel
a una culpáis por cruel
y a otra por fácil culpáis.
Bien con muchas armas fundo
que lidia vuestra arrogancia,
pues en promesa e instancia
juntáis diablo, carne y mundo.
¿Pues cómo ha de estar templada
la que vuestro amor pretende,
si la que es ingrata ofende
y la que es fácil enfada?
Mas entre el enfado y pena
que vuestro gusto refiere,
bien haya la que no os quiere
y quejaos enhorabuena.
Dan vuestras amantes penas
a sus libertades alas
y después de hacerlas malas
las queréis hallar muy buenas.
¿Cuál mayor culpa ha tenido
en una pasión errada:
la que cae de rogada
o el que ruega de caído?
¿O cuál es más de culpar,
9
ROMANCE VI
Ya que para despedirme,
dulce idolatrado dueño,
ni me da licencia el llanto
ni me da lugar el tiempo,
háblente los tristes rasgos,
entre lastimosos ecos,
de mi triste pluma, nunca
con más justa causa negros.
Y aun ésta te hablará torpe
con las lágrimas que vierto,
porque va borrando el agua
lo que va dictando el fuego.
Hablar me impiden mis ojos;
y es que se anticipan ellos,
viendo lo que he de decirte,
a decírtelo primero.
Oye la elocuencia muda
que hay en mi dolor, sirviendo
los suspiros, de palabras,
las lágrimas, de conceptos.
Mira la fiera borrasca
que pasa en el mar del pecho,
donde zozobran, turbados,
mis confusos pensamientos.
Mira cómo ya el vivir
me sirve de afán grosero;
que se avergüenza la vida
de durarme tanto tiempo.
Mira la muerte, que esquiva
huye porque la deseo;
que aun la muerte, si es buscada,
se quiere subir de precio.
Mira cómo el cuerpo amante,
rendido a tanto tormento,
siendo en lo demás cadáver,
sólo en el sentir es cuerpo.
Mira cómo el alma misma
aun teme, en su ser exento,
que quiera el dolor violar
la inmunidad de lo eterno.
En lágrimas y suspiros
alma y corazón a un tiempo,
aquél se convierte en agua,
y ésta se resuelve en viento.
Ya no me sirve de vida
esta vida que poseo,
sino de condición sola
necesaria al sentimiento.
Mas ¿por qué gasto razones
en contar mi pena, y dejo
de decir lo que es preciso,
por decir lo que estás viendo?
En fin, te vas. ¡Ay de mí!
Dudosamente lo pienso:
pues si es verdad, no estoy viva,
y si viva, no lo creo.
¿Posible es que ha de haber día
tan infausto, tan funesto,
en que sin ver yo las tuyas
esparza sus luces Febo?
¿Posible es que ha de llegar
el rigor a tan severo,
que no ha de darles tu vista
a mis pesares aliento?
¿Que no he de ver tu semblante,
que no he de escuchar tus ecos,
que no he de gozar tus brazos
ni me ha de animar tu aliento?
¡Ay, mi bien, ay prenda mía,
dulce fin de mis deseos!
¿Por qué me llevas el alma,
dejándome el sentimiento?
Mira que es contradicción
que no cabe en un sujeto,
tanta muerte en una vida,
tanto dolor en un muerto.
Mas ya que es preciso,
10 ¡ay triste!,
en mi infelice suceso,
ni vivir con la esperanza
ni morir con el tormento,
dáme algún consuelo tú
en el dolor que padezco;
y quien en el suyo muere,
viva siquiera en tu pecho.
No te olvides que te adoro,
y sírvante de recuerdo
las finezas que me debes,
si no las prendas que tengo.
Acuérdate que mi amor,
haciendo gala del riesgo,
sólo por atropellarlo
se alegraba de tenerlo.
Y si mi amor no es bastante,
el tuyo mismo te acuerdo,
que no es poco empeño haber
empezado ya en empeño.
Acuérdate, señor mío,
de tus nobles juramentos;
y lo que juró tu boca
no lo desmientan tus hechos.
Y perdona si en temer
mi agravio, mi bien, te ofendo,
que no es dolor, el dolor
que se contiene en lo atento.
Y a Dios; que, con el ahogo
que me embarga los alientos,
ni sé ya lo que te digo
ni lo que te escribo leo.
PROCURA DESMENTIR LOS ELOGIOS QUE
A UN RETRATO DE LA POETISA INSCRIBIÓ
LA VERDAD, QUE LLAMA PASIÓN
Este que ves, engaño colorido,
que del arte ostentando los primores,
con falsos silogismos de colores
es cauteloso engaño del sentido;
pues ambos atormentan mi sentido:
aquéste, con pedir lo que no tengo;
y aquél, con no tener lo que le pido.
DETERMINA QUE PREVALEZCA LA RAZÓN
Baste ya de rigores, mi bien, baste:
no te atormenten más celos tiranos,
ni el vil recelo tu quietud contraste
con sombras necias, con indicios vanos,
pues ya en líquido humor viste y tocaste
mi corazón deshecho entre tus manos.
CONTRA EL GUSTO
éste, en quien la lisonja ha pretendido
excusar de los años los horrores,
y venciendo del tiempo los rigores
triunfar de la vejez y del olvido,
Al que ingrato me deja, busco amante;
al que amante me sigue, dejo ingrata;
constante adoro a quien mi amor maltrata;
maltrato a quien mi amor busca constante.
es un vano artificio del cuidado,
es una flor al viento delicada,
es un resguardo inútil para el hado:
Al que trato de amor hallo diamante;
y soy diamante al que de amor me trata;
triunfante quiero ver al que me mata
y mato a quien me quiere ver triunfante.
es una necia diligencia errada,
es un afán caduco y, bien mirado,
es cadáver, es polvo, es sombra, es nada.
RESUELVE LA CUESTIÓN DE CUÁL SEA
PESAR MÁS MOLESTO EN ENCONTRADAS
CORRESPONDENCIAS, AMAR O
ABORRECER
Feliciano me adora y le aborrezco;
Lisardo me aborrece y yo le adoro;
por quien no me apetece ingrato, lloro,
y al que me llora tierno, no apetezco.
A quien más me desdora, el alma ofrezco;
a quien me ofrece víctimas, desdoro;
desprecio al que enriquece mi decoro,
y al que le hace desprecios, enriquezco.
Si con mi ofensa al uno reconvengo,
me reconviene el otro a mí, ofendido;
y a padecer de todos modos vengo,
Si a éste pago, padece mi deseo:
si ruego a aquél, mi pundonor enojo
de entrambos modos infeliz me veo.
Pero yo por mejor partido escojo
de quien no quiero, ser violento empleo,
que de quien no me quiere, vil despojo.
EN QUE SATISFACE UN RECELO CON LA
RETÓRICA DEL LLANTO
Esta tarde, mi bien, cuando te hablaba,
como en tu rostro y tus acciones vía
que con palabras no te persuadía,
que el corazón me vieses deseaba;
y Amor, que mis intentos ayudaba,
venció lo que imposible parecía:
pues entre el llanto, que el dolor vertía,
el corazón deshecho destilaba.
11
EN QUE DESCRIBE RACIONALMENTE LOS
AFECTOS IRRACIONALES DEL AMOR
Este amoroso tormento
que en mi corazón se ve,
sé que lo siento, y no sé
la causa porque lo siento.
Siento una grave agonía
por lograr un devaneo
que empieza como deseo
y para en melancolía.
Y cuando con más terneza
mi infeliz estado lloro,
sé que estoy triste e ignoro
la causa de mi tristeza.
Siento un anhelo tirano
por la ocasión a que aspiro
y cuando cerca lo miro
yo misma aparto la mano.
Porque si acaso se ofrece
después de tanto desvelo,
la desazona el recelo
o el susto la desvanece.
Y si alguna vez sin susto
consigo tal posesión,
cualquiera leve ocasión
me malogra todo el gusto.
que pueda templar mi saña.
Siento mal del mismo bien
con receloso temor,
y me obliga el mismo amor
tal vez a mostrar desdén.
Y cuando a averiguar llego
el agravio porque riño,
es como espanto de niño
que para en burlas y juego.
Cualquier leve ocasión
labra en mi pecho de manera
que el que imposibles venciera
se irrita de una palabra.
Y aunque el desengaño toco,
con la misma pena lucho
de ver que padezco mucho
padeciendo por tan poco.
Con poca causa ofendida
suelo, en mitad de mi amor,
negar un leve favor
a quien le diera la vida.
A vengarse se abalanza
tal vez el alma ofendida
y después, arrepentida,
toma de mí otra venganza.
Ya sufrida, ya irritada,
con contrarias penas lucho,
que por él sufriré mucho
y con él sufriré nada.
Y si al desdén satisfago
es con tan ambiguo error
que yo pienso que es rigor
y se remata en halago.
No sé en qué lógica cabe
el que tal cuestión se pruebe,
que por él lo grave es leve
y con él lo leve es grave.
Sin bastantes fundamentos
forman mis tristes cuidados,
de conceptos engañados,
un monte de sentimientos.
Hasta el labio desatento
suele, equívoco tal vez,
por usar de la altivez,
encontrar el rendimiento.
Y en aquel fiero conjunto
hallo, cuando se derriba,
que aquella máquina altiva
sólo estribaba en un punto.
Tal vez el dolor me engaña,
y presumo sin razón
que no habrá satisfacción
Cuando por soñada culpa
con más enojo me incito,
yo le acrimino el delito
y le busco la disculpa.
No huyo el mal ni busco el bien,
porque, en mi confuso error,
ni me asegura el amor
ni me despecha el desdén.
En mi ciego devaneo,
bien hallada con mi12
engaño,
solicito el desengaño
y no encontrarlo deseo.
Si alguno mis quejas oye,
más a decirlas me obliga,
porque me las contradiga,
que no porque las apoye.
Porque si con la pasión
algo contra mi amor digo,
es mi mayor enemigo
quien me concede razón.
Y si acaso en mi provecho
hallo la razón propicia,
me embaraza la injusticia
y ando cediendo el derecho.
Nunca hallo gusto cumplido,
porque entre alivio y dolor
hallo culpa en el amor
y disculpa en el olvido.
Esto de mi pena dura
es algo del dolor fiero,
y mucho más no refiero
porque pasa de locura.
Si acaso me contradigo
en este confuso error,
aquel que tuviese amor
entenderá lo que digo.
QUEJASE DE LA SUERTE: INSINÚA SU
AVERSIÓN A LOS VICIOS, Y JUSTIFICA SU
DIVERTIMIENTO A LAS MUSAS
En perseguirme, Mundo, ¿qué interesas?
¿En qué te ofendo, cuando sólo intento
poner bellezas en mi entendimiento
y no mi entendimiento en las bellezas?
Yo no estimo tesoros ni riquezas;
y así, siempre me causa más contento
poner riquezas en mi pensamiento
que no mi pensamiento en las riquezas.
Y no estimo hermosura que, vencida,
es despojo civil de las edades,
ni riqueza me agrada fementida,
con que con docta muerte y necia vida,
viviendo engañas y muriendo enseñas!
EN QUE EXPRESA LOS EFECTOS DEL
AMOR DIVINO
Mientras la Gracia me excita por
elevarme a la Esfera,
más me abate a lo profundo
el peso de mis miserias.
Hago disgusto a lo mismo
que más agradar quisiera;
y del disgusto que doy
en mí resulta la pena.
Amo a Dios y siento en Dios;
y hace mi voluntad misma
13
Con tardo vuelo y canto, del oído 25
mal, y aun peor del ánimo admitido,
La virtud y la costumbre
en el corazón pelean
y el corazón agoniza
en tanto que lidian ellas.
Y aunque es la virtud tan fuerte
temo que tal vez la venzan,
que es muy grande la costumbre
y está la virtud muy tierna.
EN QUE DA MORAL CENSURA A UNA
ROSA, Y EN ELLA A SUS SEMEJANTES
Oscurécese el discurso
entre confusas tinieblas;
pues ¿quién podrá darme luz,
si está la razón a ciegas?
Amago de la humana arquitectura,
ejemplo de la yana gentileza,
en cuyo ser unió naturaleza
la cuna alegre y triste sepultura.
¡Cuán altiva en tu pompa, presumida,
soberbia, el riesgo de morir desdeñas,
y luego desmayada y encogida
de tu caduco ser das mustias señas,
Padezca, pues Dios lo manda;
mas de tal manera sea,
que si son penas las culpas
que no sean culpas las penas.
PRIMERO SUEÑO, QUE ASÍ INTITULÓ Y
COMPUSO LA MADRE JUANA INÉS DE LA
CRUZ, IMITANDO A GÓNGORA.
Piramidal, funesta, de la tierra
nacida sombra, al Cielo encaminaba
de vanos obeliscos punta altiva,
escalar pretendiendo las Estrellas;
si bien sus luces bellas
5
--exentas siempre, siempre rutilantes-la tenebrosa guerra
que con negros vapores le intimaba
la pavorosa sombra fugitiva
burlaban tan distantes,
10
que su atezado ceño
al superior convexo aun no llegaba
del orbe de la Diosa
que tres veces hermosa
con tres hermosos rostros ser ostenta, 15
quedando sólo o dueño
del aire que empañaba
con el aliento denso que exhalaba;
y en la quietud contenta
de imperio silencioso,
20
sumisas sólo voces consentía
de las nocturnas aves,
tan obscuras, tan graves,
que aun el silencio no se interrumpía.
teniendo por mejor, en mis verdades,
consumir vanidades de la vida
que consumir la vida en vanidades.
Rosa divina que en gentil cultura
eres, con tu fragante sutileza,
magisterio purpúreo en la belleza,
enseñanza nevada a la hermosura.
de lo que es alivio, cruz,
del mismo puerto, tormenta.
De mí misma soy verdugo
y soy cárcel de mí misma:
¿quién vio que pena
y penante una propia cosa sean?
la avergonzada Nictimene acecha
de las sagradas puertas los resquicios,
o de las claraboyas eminentes
los huecos más propicios
30
que capaz a su intento le abren brecha,
y sacrílega llega a los lucientes
faroles sacros de perenne llama,
que extingue, si no infama,
en licor claro la materia crasa
35
consumiendo, que el árbol de Minerva
de su fruto, de prensas agravado,
congojoso sudó y rindió forzado.
Y aquellas que su casa
campo vieron volver, sus telas hierba, 40
a la deidad de Baco inobedientes,
--ya no historias contando diferentes,
en forma sí afrentosa transformadas--,
segunda forman niebla,
ser vistas aun temiendo en la tiniebla, 45
aves sin pluma aladas:
aquellas tres oficïosas, digo,
atrevidas Hermanas,
que el tremendo castigo
de desnudas les dio pardas membranas 50
alas tan mal dispuestas
que escarnio son aun de las más funestas:
éstas, con el parlero
ministro de Plutón un tiempo, ahora
supersticioso indicio al agorero,
55
solos la no canora
componían capilla pavorosa,
máximas, negras, longas entonando,
y pausas más que voces, esperando
a la torpe mensura perezosa
60
de mayor proporción tal vez, que el viento
con flemático echaba movimiento,
de tan tardo compás, tan detenido,
que en medio se quedó tal vez dormido.
Éste, pues, triste son intercadente
65
de la asombrada turba temerosa,
menos a la atención solicitaba
que al sueño persuadía;
antes sí, lentamente,
su obtusa consonancia espaciosa 70
al sosiego inducía
y al reposo los miembros convidaba,
--el silencio intimando a los vivientes,
uno y otro sellando labio obscuro
con indicante dedo,
75
Harpócrates, la noche, silencioso;
a cuyo, aunque no duro,
si bien imperïoso
precepto, todos fueron obedientes--.
El viento sosegado, el can dormido, 80
éste yace, aquél quedo
los átomos no mueve,
con el susurro hacer temiendo leve,
aunque poco, sacrílego ruïdo,
violador del silencio sosegado.
85
El mar, no ya alterado,
ni aun la instable mecía
cerúlea cuna donde el Sol dormía;
y los dormidos, siempre mudos, peces,
en los lechos lamosos
90
de sus obscuros senos cavernosos,
mudos eran dos veces;
y entre ellos, la engañosa encantadora
Alcione, a los que antes
en peces transformó, simples amantes,
95
transformada también, vengaba ahora.
En los del monte senos escondidos,
cóncavos de peñascos mal formados
--de su aspereza menos
14 defendidos
que de su obscuridad asegurados--, 100
cuya mansión sombría
ser puede noche en la mitad del día,
incógnita aun al cierto
montaraz pie del cazador experto,
105
--depuesta la fiereza
de unos, y de otros el temor depuesto-yacía el vulgo bruto,
a la Naturaleza
el de su potestad pagando impuesto,
universal tributo;
110
y el Rey, que vigilancias afectaba,
aun con abiertos ojos no velaba.
El de sus mismos perros acosado,
monarca en otro tiempo esclarecido,
tímido ya venado,
115
con vigilante oído,
del sosegado ambiente
al menor perceptible movimiento
que los átomos muda,
la oreja alterna aguda
120
y el leve rumor siente
que aun le altera dormido.
Y en la quietud del nido,
que de brozas y lodo, instable hamaca,
formó en la más opaca
125
parte del árbol, duerme recogida
la leve turba, descansando el viento
del que le corta, alado movimiento.
De Júpiter el ave generosa
--como al fin Reina--, por no darse entera 130
al descanso, que vicio considera
si de preciso pasa, cuidadosa
de no incurrir de omisa en el exceso,
a un solo pie librada fía el peso
y en otro guarda el cálculo pequeño 135
--despertador reloj del leve sueño--,
porque, si necesario fue admitido,
no pueda dilatarse continuado,
antes interrumpido
del regio sea pastoral cuidado.
140
¡Oh de la Majestad pensión gravosa,
que aun el menor descuido no perdona!
Causa, quizá, que ha hecho misteriosa,
circular, denotando, la corona,
en círculo dorado,
145
que el afán es no menos continuado.
El sueño todo, en fin, lo poseía;
todo, en fin, el silencio lo ocupaba:
aun el ladrón dormía;
aun el amante no se desvelaba. 150
El conticinio casi ya pasando
iba, y la sombra dimidiaba, cuando
de las diurnas tareas fatigados,
--y no sólo oprimidos
del afán ponderoso
155
del corporal trabajo, mas cansados
del deleite también, (que también cansa
objeto continuado a los sentidos
aun siendo deleitoso:
que la Naturaleza siempre alterna 160
ya una, ya otra balanza,
distribuyendo varios ejercicios,
ya al ocio, ya al trabajo destinados,
en el fiel infïel con que gobierna
la aparatosa máquina del mundo)--; 165
así, pues, de profundo
sueño dulce los miembros ocupados,
quedaron los sentidos
del que ejercicio tienen ordinario,
--trabajo en fin, pero trabajo amado 170
si hay amable trabajo--,
si privados no, al menos suspendidos,
y cediendo al retrato del contrario
de la vida, que--lentamente armado-cobarde embiste y vence perezoso 175
con armas soñolientas,
desde el cayado humilde al cetro altivo,
sin que haya distintivo
que el sayal de la púrpura discierna:
pues su nivel, en todo poderoso, 180
gradúa por exentas
a ningunas personas,
desde la de a quien tres forman coronas
soberana tiara,
hasta la que pajiza vive choza;
185
desde la que el Danubio undoso dora,
a la que junco humilde, humilde mora;
y con siempre igual vara
(como, en efecto, imagen poderosa
de la muerte) Morfeo
190
el sayal mide igual con el brocado.
El alma, pues, suspensa
del exterior gobierno,--en que ocupada
en material empleo,
o bien o mal da el día por gastado--, 195
solamente dispensa
remota, si del todo separada
no, a los de muerte temporal opresos
lánguidos miembros, sosegados huesos,
los gajes del calor vegetativo,
200
el cuerpo siendo, en sosegada calma,
un cadáver con alma,
muerto a la vida y a la muerte vivo,
de lo segundo dando tardas señas
el del reloj humano
205
vital volante que, si no con mano,
con arterial concierto, unas pequeñas
muestras, pulsando, manifiesta lento
de su bien regulado movimiento.
Este, pues, miembro
15rey y centro vivo 210
de espíritus vitales,
con su asociado respirante fuelle
--pulmón, que imán del viento es atractivo,
que en movimientos nunca desiguales
o comprimiendo ya, o ya dilatando 215
el musculoso, claro arcaduz blando,
hace que en el resuelle
el que le circunscribe fresco ambiente
que impele ya caliente,
y él venga su expulsión haciendo activo 220
pequeños robos al calor nativo,
algún tiempo llorados,
nunca recuperados,
si ahora no sentidos de su dueño,
que, repetido, no hay robo pequeño--; 225
éstos, pues, de mayor, como ya digo,
excepción, uno y otro fiel testigo,
la vida aseguraban,
mientras con mudas voces impugnaban
la información, callados, los sentidos
230
--con no replicar sólo defendidos--,
y la lengua que, torpe, enmudecía,
con no poder hablar los desmentía.
VI
Esta es la última escena de mi obra;
Si los venenosos minerales, y si este árbol,
aquí es la última milla de mi viaje,
Cuyo fruto trajo la muerte a los inmortales,
y mi carrera da su último paso,
Si las cabras lascivas, si las serpientes envidiosas
mi pulgada final y el postrer punto;
No pueden ser condenadas, ay, ¿por qué lo seré yo?
¿Por qué la voluntad o la razón, que son parte de mí,
separará la muerte en un instante
Harán que un mismo pecado sea en mí más abyecto?
mi cuerpo y mi alma, y dormiré algún tiempo;
Y si es fácil la gloria y la piedad para Dios,
mas mi parte despierta verá el rostro
¿Por qué su cólera severa me querrá amenazar?
cuyo temor sacude ya mis huesos.
Pero, ¿quién soy yo, Dios mío, para discutir
Contigo? Haz de tu sangre, la única elevada,
Entonces, cuando mi alma vuele al cielo,
Y de mis lágrimas, un celestial Leteo
y el cuerpo terrenal vuelva a la tierra,
Y ahoga en él la negra memoria de mi culpa.
mis pecados, que tienen su derecho,
Otros claman y piden que también los recuerdes.
al infierno caerán que los criara.
Yo preferiría la misericordia que supone tu olvido.
Declárame así justo, de mal limpio,
pues dejo así demonio, mundo y carne.
J. Donne
J.Donne
16
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