Francesco Petrarca, Poesías

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FRANCESCO PETRARCA
POEMAS
EN LA VIDA DE LAURA
Bendito sea el año, el punto, el día,
la estación, el lugar, el mes, la hora
y el país, en el cual su encantadora
mirada encadenóse al alma mía.
Bendita la dulcísima porfía
de entregarme a ese amor que en mi alma mora,
y el arco y las saetas, de que ahora,
las llagas siento abiertas todavía.
Benditas las palabras con que canto
el nombre de mi amada; y mi tormento,
mis ansias, mis suspiros y mi llanto.
Y benditos mis versos y mi arte,
pues la ensalzan, y, en fin, mi pensamiento
puesto que ella tan sólo lo comparte.
EN LA MUERTE DE LAURA
El lazo donde, amante, hora tras hora,
veintiún años conté, dichoso, preso
1
rompió la muerte... ¡y vivo después de eso!
¡No, no mata la pena abrumadora!
El amor, que mis pasos avizora,
quiso a nueva emboscada darme acceso,
nuevo fuego quemó, y en nudo avieso
me quiso atar; mas me libré en buen hora.
Sin mi triste experiencia, mi sosiego
perdiera y se quemara el leño inerte,
seco ya y maltratado en otras lides.
EN LA MUERTE DE LAURA
Desde que la visión dulce y serena,
por súbita partida, en duelo grave
mi alma sumió, cual lenitivo suave,
intento, hablando, consolar mi pena.
Es muy justo el dolor que me enajena;
"ella" lo sabe bien y Amor lo sabe,
que otra cosa a mi pecho no le cabe
cuando fiero pesar mi vida llena.
Esto, Muerte, me arrancas con tu mano;
y tú, tierra feliz, que has escondido
y guardas aquel bello rostro humano,
¿aquí me dejas, ciego y afligido,
cuando el dulce, amoroso y soberano
resplandor de mis ojos se ha extinguido?
2
LA BELLEZA
¿Dónde cogió el amor, o de qué vena,
el oro fino de su trenza hermosa?
¿En qué espinas halló la tierra rosa
del rostro o en qué prados la azucena?
¿Dónde las blancas perlas con que enfrena
la voz suave, honesta y amorosa?
¿Dónde la frente bella y espaciosa,
más que el primer albor pura y serena?
¿De cuál esfera en la celeste cumbre
eligió el dulce canto, que destila
al pecho ansioso regalada calma?
Y ¿de qué sol tomó la ardiente lumbre
de aquellos ojos, que la paz tranquila
para siempre arrojaron de mi alma?
LA TIMIDEZ
Cuando el planeta que embellece el día
vuelve a la casa del rosado toro,
y entre las puntas de encendido oro
vivificante ardor al sueio envía;
no a la faz sólo de la tierra fría
da en bellas flores nítido decoro;
mas de la vida el celestial tesoro
lleva del centro a la mansión sombría.
3
Así mi hermoso sol su luz me ofrece;
me mira, y va en mi seno derramando
dulce y blando amor llama halagüeña,
¡ay! mi labio tímido enmudece,
y aquel precioso fuego malogrando,
pierdo sin fruto la estación risueña.
LA NOCHE
Ora que callan cielo, tierra y viento,
y duermen sosegados ave y fiera,
el negro carro lleva por la esfera
la noche, y yace el mar sin movimiento,
yo sólo peno y ardo, y ni un momento
desbrava mi dolor, ni tregua espera;
mas ¡ay! que él es de mi existencia entera
a un tiempo la delicia y el tormento.
En un raudal cuajado de amargura
mi ardiente sed alivio y refrigero;
una es la mano que me alivia y cura.
Y asi en el breve termino de un día,
mil veces, crudo amor, renazco y muero,
y siempre incierta está la vida mía.
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