Alerta de salud sobre los efectos de los agrotóxicos en Brasil, el mayor consumidor del mundo Brasil es el mayor consumidor de agrotóxicos del mundo. Tan solo el año pasado se vendieron 725.600 toneladas de estas sustancias en el país, moviendo 6.620 millones de dólares, según el Sindicato Nacional de la Industria de Productos para la Defensa Agrícola (SINDAG). En 1987, el consumo no sobrepasaba las 100 mil toneladas, como lo mostraba un reportaje de la revista Tema (edición 9), editado por el programa RADIS [Reunión, Análisis e Difusión de Informaciones sobre Salud]. Considerados como el motor de la agroindustria brasileña, los agrotóxicos afectan los ecosistemas y la salud de la población, según señalan los investigadores del área de la salud –que se involucran cada vez más con éste y otro temas relativos al medio ambiente. El informe de la Octava Conferencia Nacional de Salud preveía ya la vinculación: “La salud es el resultado de las condiciones de alimentación, habitación, educación, ingresos, medio ambiente, trabajo, transporte, empleo, ocio, libertad, acceso y posesión de la tierra y acceso a los servicios de salud”. Esta noción está incorporada en la Constitución Federal de 1988. La medida más reciente en el proceso de fortalecimiento de esa relación fue la firma del acuerdo de cooperación técnico-científica entre la Fundación Oswaldo Cruz (Fiocruz) y el Ministerio del Medio Ambiente, a fines de marzo. “Entre otros puntos, el acuerdo establece como prioridad la defensa de la política de reevaluación de los principios activos de los agroquímicos en el país”, informa Valcler Rangel Fernandes, vicepresidente de Ambiente, Atención y Promoción de la Salud de Fiocruz. “El tema entró definitivamente en la agenda de la Salud Pública brasileña”, señaló. Anteriormente se habían dado otros pasos en esa dirección. A comienzos de 2010, Fiocruz fue designada Centro Colaborador en Salud y Ambiente de la Organización Mundial de la Salud. En diciembre de 2009 se realizó la Primera Conferencia Nacional de Salud Ambiental (Radis 91), organizada en conjunto por los ministerios de Salud, del Medio Ambiente y de las Ciudades. Los delegados aprobaron las propuestas relacionadas con los agrotóxicos: implementar la producción y el consumo agroecológicos, eliminando el uso de agrotóxicos; tomar medidas en materia de riesgos relacionados con los procesos de trabajo, como es el caso de la exposición a esas substancias; exigir un recetario específico a fin de minimizar y controlar su adquisición y su aplicación. En 2007, el Ministerio de Salud creó además el Grupo de trabajo para la implantación del Plan integrado de acciones de vigilancia en salud relacionada con riesgos y daños provocados por agrotóxicos. En la práctica, la aproximación de los sectores mencionados arriba se inició con Eco-92, la Conferencia de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente y el Desarrollo. “En lo que respecta al uso de agrotóxicos, hace unos cinco años el sector se percató de que éste es de los principales problemas de salud pública de la actualidad”, refiere el biólogo Frederico Peres, investigador del Centro de Estudios de Salud del Trabajador y Ecología Humana (CESTEH), de la Escuela Nacional de Salud Pública Sergio Arouca (ENSP/Fiocruz), y uno de los integrantes del grupo de trabajo. Daños a la salud Los agrotóxicos fueron desarrollados para dificultar o exterminar formas de vida; justamente por esa característica son capaces de afectar la salud humana. “El desarrollo de moléculas cada vez más poderosas en sus efectos biocidas no toma en cuenta las estructuras biológicas de los seres que no son sus objetivos”, dice Lia Giraldo, especialista en salud ambiental, investigadora del Centro de Investigaciones Aggeu Magalhâes (CPqAM/Fiocruz). Lia defiende la recuperación del concepto de veneno para esas sustancias. “Existe un verdadero sistema de ocultamiento del riesgo, a través de la permisividad de la venta y del uso”. Para ella, el modelo productivo de la agricultura estableció un clima favorable al uso indiscriminado de agrotóxicos. “Detrás del récord de consumo hay una política gubernamental que incentiva los monocultivos de exportación por medio de líneas de crédito y otros beneficios”, añade Frederico Peres. Coeditor del libro ¿Es veneno o es remedio? (Editora Fiocruz), sobre el tema, Frederico explica que los efectos de los agrotóxicos pueden ser agudos o crónicos. Los agudos son más frecuentes en los trabajadores rurales, con síntomas que aparecen hasta 24 horas después de la exposición: espasmos musculares, convulsiones, náuseas, desmayos, vómitos, dificultades respiratorias. Los efectos crónicos se derivan de la exposición prolongada a dosis bajas de las sustancias, inclusive vía alimentación, pudiendo surgir años después del contacto. El insecticida Dicloro-Difenil-Tricloroetano (DDT), por ejemplo, fue prohibido en todo el mundo a partir de la década de 1970: se descubrió que interfería en la cadena alimentaria animal, contribuía al desarrollo del cáncer en los seres humanos y se esparcía fácilmente por el aire. Muchas otras sustancias fueron y están siendo registradas por los científicos como cancerígenas, como los fenoxiacéticos (encontrados en herbicidas) y los ditiocarbamatos (que tienen acción fungicida). Recientemente, la Academia Estadounidense de Pediatría relacionó el consumo de alimentos con residuos de agrotóxicos organofosforados (presentes en los insecticidas) con el déficit de atención e hiperactividad en los niños. La Asociación Nacional de Defensa Vegetal, que representa a la industria de los agrotóxicos en Brasil, argumenta que el resultado no es conclusivo y que “toda sustancia química sintetizada en laboratorio, o incluso aquellas que se encuentran en la naturaleza, pueden ser consideradas agentes tóxicos”. El riesgo de efectos indeseados, dice la organización en su sitio web, depende de las condiciones de exposición, que incluyen ingestión, contacto, tiempo y frecuencia. El Sistema Nacional de Informaciones Toxicofarmacológicas (Sinitox/Fiocruz) y el Sistema de Informação de Agravos de Notificação (Sinan) [Sistema de información de enfermedades y otros problemas de salud de notificación obligatoria] registraron 19.235 casos de intoxicación con agrotóxicos en 2007, en el territorio nacional. La Organización Mundial de la Salud calcula que por cada notificación existen otros 50 casos no declarados. “Estos datos son apenas la punta del iceberg, ya que en su mayoría corresponden a casos agudos graves, que también están subnotificados”, comenta Valcler. Los efectos crónicos relacionados con los agrotóxicos casi nunca son contabilizados por los sistemas de información oficiales. Trabajadores vulnerables Los habitantes de zonas rurales, especialmente los trabajadores de la agricultura familiar, son los más vulnerables. Lo que aumenta el peligro no es el nivel de toxicidad de las sustancias, resalta Frederico, sino la proximidad del contacto. Las grandes plantaciones están altamente mecanizadas y las fumigaciones se hacen con tractores o aviones; en las pequeñas, es común que el propio agricultor diluya, manipule y aplique el agrotóxico, junto con los hijos o con la mujer. El último Censo Agropecuario, difundido por el Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (IBGE) en 2006, informa que la agricultura familiar correspondía al 84,4% de las propiedades rurales de Brasil, ocupaba el 24,3% del área destinada a la actividad agropecuaria y era responsable del 38% de la producción total. Solamente el 1,8% de todos los productores brasileños había adoptado la agricultura orgánica –libre de productos químicos. En el 70% de las explotaciones agrícolas que recurrían a los agrotóxicos, estos se aplicaban con un pulverizador manual tipo mochila, que es el equipo que más expone al trabajador –se trata de un estanque pequeño que se coloca en la espalda y lanza el veneno. En sus visitas a los terrenos de cultivo, Frederico ha observado que son poco comunes las medidas de protección –uso de equipos de seguridad, dosificación correcta, consumo de productos autorizados, cumplimiento de las reglas de almacenamiento y descarte de los envases. El Censo lo confirma: en más del 21% de las propiedades no se empleaba ningún equipo de protección individual. En las demás se declaró principalmente el uso de botas (67,9%) y sombrero (53%). En materia de descarte de los envases, los datos del IBGE muestran también que muchos agricultores aún no siguen la norma. El año 2000 entró en vigencia la Ley Nº 9.974, que dictamina que los usuarios del producto deben devolver los envases vacíos a los establecimientos comerciales donde los adquirieron, en el plazo máximo de un año. A su vez, las empresas que fabrican o venden agrotóxicos tienen la responsabilidad del destino que se da a los envases –reutilización, reciclaje o incineración. Para eso crearon el Instituto Nacional de Procesamiento de Envases Vacíos (INPEV). Seis años después, el 38% de las propiedades devolvían los envases vacíos a los comerciantes, el 25,7% los quemaban o enterraban, el 13,3% los depositaba en áreas desde donde serían retirados, el 10,3% dependía de algún organismo público para la retirada o los entregaban a centrales de recolección, y el 9% los abandonaban en el campo. La baja adhesión a las medidas de protección, indica Frederico, es consecuencia del desconocimiento de las mismas. “Las intoxicaciones podrían reducirse con el uso correcto, pero comprobamos que esas informaciones no llegan a los agricultores”. Los organismos públicos responsables de la asistencia al agricultor, como la Empresa de Asistencia Técnica y Extensión Rural (EMATER), reciben cada vez menos recursos, según Frederico. El investigador detectó que las recomendaciones casi siempre las hacen los vendedores de esos productos. “Hay lugares que los técnicos de EMATER visitan una vez al año, mientras que los comerciantes los visitan semanalmente”, dijo. La observación de Frederico está respaldada por el Censo, según el cual, el 56,3% de los predios agrícolas que usaban agrotóxicos no recibían orientación técnica. Apenas un 21,1% recibía visitas regulares de los técnicos. Otra cuestión que aparece en el informe es que el 77,6% de los responsables de dirigir las faenas declararon tener educación básica incompleta o el nivel más bajo de instrucción. “Como las orientaciones que se adjuntan a estos productos son de difícil comprensión, el bajo nivel de escolaridad, incluyendo al 15,7% que no sabe leer ni escribir, está entre los factores socioeconómicos que potencian el riesgo de intoxicación”, concluye el documento. Para alertar a los agricultores, el CESTEH produce materiales educativos sobre los agrotóxicos. Ejemplo de ello es la revista de historietas Descubriendo la agricultura con el joven Neno, que muestra a un niño aprendiendo a ayudar al padre agricultor en los cultivos. Otro ejemplo es la fotonovela La niña veneno, que cuenta la historia de una joven agricultora que abusa de los agrotóxicos y termina intoxicada. Además de efectos agudos, los trabajadores pueden presentar efectos crónicos, con síntomas que aparecen años después del inicio del contacto. “Hasta los productos menos tóxicos causan efectos crónicos”, afirma. En esos casos, es común que los profesionales de la salud no relación el síntoma con la exposición al agrotóxico, lo que muestra la necesidad de capacitación, según Frederico. Las personas que viven en la cercanía de las plantaciones también se hallan en riesgo. Peligro en la mesa El peligro llega a la mesa del consumidor a través de los alimentos con residuos de sustancias. Desde 2001, ANVISA monitorea esa contaminación con el Programa de Análisis de Residuos de Agrotóxicos en los Alimentos (PARA). Se recogen mensualmente muestras de 20 cultivos (lechuga, arroz, papa, cebolla, poroto, naranja, pimiento y tomate, entre otras) en puntos de venta de todo Brasil y se envían a laboratorios. El informe del PARA de 2009, difundido a fines de junio, indicó que de las 3.130 muestras analizadas, 907 (29%) eran insatisfactorias: en el 2,8% de ellas había agrotóxicos en niveles superiores al límite máximo de residuos, el 23,8% tenía agrotóxicos no autorizados para ese cultivo y el 2,4% presentaba las dos irregularidades. Los cultivos con más muestras insatisfactorias fueron las de pimiento (80%), pepino (54,8%) y uva (56,4%). Además, el 3,9% de las muestras contenía ingredientes activos prohibidos en Brasil, o que nunca fueron registrados, y el 25,1% contenía sustancias que se encuentran en proceso de reevaluación toxicológica. Se investigaron 234 ingredientes activos de agrotóxicos. Los resultados, publicados en el sitio web de la ANVISA (www.anvisa.gov. br), son preocupantes, en opinión del gerente general de Toxicología de la agencia, Luiz Claudio Meirelles. “El residuo de un agrotóxico en los alimentos no es visible como el moho en el pan”, compara, observando que el PARA es importante porque muestra un riesgo que el consumidor no detecta. A pesar de no ser identificables por el consumidor, ni causar síntomas agudos, los vegetales contaminados pueden ocasionar efectos crónicos –como consecuencia de años de contacto con las sustancias. Los datos del PARA sirven para orientar las acciones gubernamentales – desde el Ministerio de Agricultura hasta la Policía Federal—y para alertar a los consumidores. Lavar los alimentos no es suficiente para dejarlos libres de agrotóxicos, explica Frederico Peres. Cocinar o quitarles la cáscara a esos productos disminuye los residuos hasta en un 70%, pero no los elimina. La población y los institutos de defensa del consumidor, opina Luiz Claudio, están atentos a ese problema. El comercio minorista ha comenzado a tomar medidas que deben dar como resultado la oferta de productos de calidad. “Aún no llegamos al punto en que el producto que lleve un rótulo en el mercado sea aquel que tiene agrotóxicos y no el orgánico, como vemos hoy”, agrega. Daños al medio ambiente El uso indiscriminado de agrotóxicos también causa impactos en el ecosistema. Al entrar en contacto con el ambiente, las sustancias pueden degradarse o desplazarse, dependiendo de factores tales como las características del suelo, las condiciones climáticas y las formas de aplicación. “Cuando el producto no se degrada, puede contaminar el suelo, el aire y el agua, poniendo en riesgo la salud de la población, que desconoce el riesgo, dada la baja concentración de las sustancias”, explica la investigadora Maria de Lourdes Fernandes Neto, que se ocupó del tema en su tesis de doctorado en Salud Pública y Medio ambiente, en la ENSP. También preocupan los accidentes, especialmente los que ocurren como consecuencia de la fumigación aérea con agrotóxicos. Un ejemplo proviene del municipio de Lucas do Rio Verde, en el Mato Grosso: en 2006 los vientos llevaron hasta el área urbana el plaguicida esparcido por un avión monomotor –debido al movimiento denominado deriva. En los días siguientes, las huertas y los árboles de la ciudad aparecieron con las hojas quemadas, que luego cayeron. De acuerdo con el Centro Agropecuario de 2006, son poco comunes las prácticas alternativas a los agrotóxicos, como el control biológico, que consiste en el empleo de organismos tales como los parásitos para que ataquen a otros que causan daños en los cultivos (técnica encontrada en el 1,3% de las propiedades), quema de residuos agrícolas y de restos de cultivos (0,9%) y uso de repelentes, cebos y demás métodos (7,8%). Control y fiscalización “Quedó para la Salud la responsabilidad de controlar los agrotóxicos”, comenta Luis Claudio. La ANVISA es la protagonista de esta tarea: a ella le corresponde, además del análisis de residuos en los alimentos, la evaluación toxicológica de las sustancias, la fiscalización de la producción, la coordinación de la Red Nacional de Centros de Información y Asistencia Toxicológica y la propuesta de reglamentos. Las sustancias importadas, exportadas, producidas, transportadas, almacenadas, comercializadas y usadas en el país tienen que ser registradas por el Ministerio de Agricultura, Pecuaria y Abastecimiento, en un proceso en el que participan las carteras de Medio Ambiente y de Salud, esta última representada por la ANVISA, a través de su Gerencia General de Toxicología. Un equipo de 35 profesionales especializados en toxicología comprueba la seguridad de cada sustancia para la salud humana con base en los estudios científicos producidos por quien detenta la patente de la molécula y en referencias bibliográficas internacionales. “Trabajamos para que lleguen alimentos seguros a las manos del trabajador rural y a la mesa del consumidor”, explica Luiz Claudio. Cualquiera de los tres organismos puede impedir el registro de determinada sustancia, en el caso de que presente un riesgo para la salud, el ambiente o la agricultura. Esa decisión compartida, dice, es un avance en relación al sistema regulatorio de otros países, en donde esta evaluación le corresponde por lo general a un solo ministerio. Hay 451 ingredientes activos y 1.400 productos formulados que tienen uso autorizado en Brasil. En lo que respecta a la salud, predominan las sustancias medianamente tóxicas (33%), seguidas por las altamente tóxicas (25%), las poco tóxicas (24%) y las extremadamente tóxicas (18%). En relación al medio ambiente, el 38% de ellas son consideradas muy peligrosas, en tanto que las peligrosas suman el 25%, las poco peligrosas, el 8%, las altamente peligrosas, el 7% — un 22% no tiene clasificación de peligrosidad ambiental porque son sustancias que fueron registradas antes de 1990. Tal como sucede con la regulación de la publicidad de medicamentos y con el examen de las solicitudes de patentes farmacéuticas, la actuación de la agencia en el control de los agrotóxicos es objeto de controversia. La industria de los plaguicidas cuestiona especialmente el proceso de reevaluación toxicológica. Por ley, la ANVISA puede determinar que se haga un nuevo examen si lo juzga necesario –por lo general, después de la publicación de estudios internacionales que condenan la sustancia o luego de la propuesta de prohibición en otro país. “La industria intenta impedir nuestro trabajo a través de los tribunales de Justicia, pero las decisiones han sido favorables a la ANVISA”, cuenta Luiz Claudio. En 2008, los técnicos de la agencia se vieron impedidos de reevaluar sustancias durante varios meses, por una prohibición judicial concedida a los productores de agrotóxicos, después de que la agencia retomó el examen de 14 ingredientes –proceso en el que participa la Fiocruz, a través del Centro de Investigaciones Aggeu Magalhâes. Esa presión, agrega, se deriva de intereses económicos: empresas cuyos productos fueron prohibidos en el exterior luchan por continuar vendiéndolos en Brasil. La serie histórica muestra una tendencia de crecimiento vertiginoso del consumo nacional de sustancias prohibidas a nivel internacional. “Cambiamos el destino final de los productos prohibidos en otros países”, dice Luiz Claudio, y señala que la consecuencia de esto será el aumento de los daños causados al trabajador rural, al medio ambiente y a la población en general. Desde 2001, año en que comenzó a actuar en esa área, la agencia ya ha prohibido cinco ingredientes activos (monocrotofós, heptacloro, lindano, pentaclorofenol y benomil), presentes en más de 80 agrotóxicos, y restringió el uso de otros 27. “Entre los tres organismos encargados de la regulación, la ANVISA es el único contrapunto en la cuestión de los agrotóxicos”, opina Frederico, refiriéndose a los ministerios de Medio Ambiente y de Agricultura, además del de Salud. A partir del año pasado, la agencia comenzó a fiscalizar la producción de agrotóxicos. Desde entonces ha prohibido la comercialización de cerca de 10 millones de litros en unas seis fábricas, incluyendo a tres de las mayores empresas del rubro a nivel mundial (Syngenta, Bayer y Basf). Los técnicos detectaron alteraciones de la fórmula autorizada, productos con un nivel tóxico superior al límite, materias primas con fecha de vencimiento cumplida e incluso sustancias prohibidas. Más presión: la bancada ruralista convocó a un debate en el congreso para cuestionar la fiscalización del IBAMA y la ANVISA. ¿Cuál modelo? Los efectos de los agrotóxicos colocan en tela de juicio a la propia agroindustria. Esas sustancias son fundamentales para la producción en gran escala y de alta competitividad”, afirma Frederico. Lía destaca el hecho de que no siempre fue así: “Hasta mediados de la década de 1970, la producción agrícola de Brasil no era dependiente de productos químicos”. El año 1976 marcó el inicio del proceso de expansión de esas sustancias en el país, según la investigadora. “En pleno proceso desarrollista y de dictadura, el gobierno aprobó el Plan Nacional de Plaguicidas Agrícolas, que condicionaba el crédito rural al uso obligatorio de agrotóxicos por los agricultores”. De ese entonces, afirma, el país no paró de ampliar el mercado de esas sustancias hasta ser el mayor consumidor del mundo. “El Mato Grosso, por ejemplo, vive una farra química”, critica. Los investigadores escuchados por la Radis consideran que orientar la producción hacia el modelo agroecológico –que va más allá de la eliminación del uso de fertilizantes minerales y de agrotóxicos y defiende la rotación de cultivos, la pequeña propiedad y la agricultura familiar—es una opción viable frente a la agroindustria. “Sería de hecho muy apropiada para Brasil, para sus intereses de desarrollo humano y su sostenibilidad”, opina Lia. Frederico reconoce que la agroecología funciona bien para la agricultura familiar – especialmente cuando dispone de incentivos gubernamentales, como la compra de la producción para su uso en la alimentación escolar. Lia afirma que este modelo ya cuenta con la tecnología para la producción de alimentos en gran escala: “No es un discurso vacío, sólo necesita incentivos como los ofrecidos a la agroindustria”. La Salud, presente Para la Salud, el desafío consiste en fortalecer la presencia del sector en esa área, según Luiz Claudio. “Necesitamos una red amplia y articulada para enfrentar las presiones del mercado”, indica. Lia concuerda: “La Salud debería ocupar un lugar de vanguardia en la conducción de las políticas orientadas hacia un desarrollo humano sostenible, lo que en el caso de los agrotóxicos significaría una acción más proactiva en defensa de la calidad de vida”. La investigadora señala que es necesario ampliar las acciones de vigilancia sanitaria y epidemiológica, de salud del trabajador y salud ambiental y de seguridad alimentaria –siempre en relación con otros sectores, como Trabajo, Agricultura, Medio Ambiente y Educación. “También debemos identificar los grupos vulnerables y coordinar la vigilancia con los servicios de atención de salud en los tres niveles de complejidad”, añade. Para Lia es importante que se supere el estudio y la intervención basados en el modelo linear de causa-efecto, pasando a observar contextos sociales y ambientales de vulnerabilidad. Un ejemplo: la precarización de las relaciones de trabajo en el campo, donde los agricultores se desempeñan sin tarjeta de trabajo y sin derecho a previsión social. “La salud tiene un enorme campo de acción para promover, proteger y cuidar la salud de la población”, resume la investigadora. Fuente: Reportaje de Bruno Dominguez, en la revista Radis Nº 95. Julio de 2009 Anexo(s) de Cristina Brasileira Defensivo agrícola, pesticida, plaguicida, veneno, son muchas las formas de referirse al producto. La Norma Reglamentaria Rural Nº5, que acompaña a la Ley Nº 7.802/89, define los agrotóxicos como “sustancias, o mezcla de sustancias, de naturaleza química, destinadas a prevenir, destruir o repeler, directa o indirectamente, cualquier forma de agente patógeno o de vida animal o vegetal que sea nociva a las plantas y animales útiles, sus productos y subproductos, y al hombre”. Los más usados son los insecticidas (que controlan insectos), fungicidas (hongos), herbicidas (plantas invasoras), desfoliantes (hojas indeseadas), fumigantes (bacterias del suelo), raticidas (roedores), moluscocidas (moluscos), nematicidas (nematodos) y acaricidas (ácaros). En el país, las plantaciones de soja, maíz y algodón están entre las que más reciben estas sustancias. En general, se calcula que cada hectárea de cultivo consume cuatro kilos de principio activo de agrotóxicos por año Traducción al español: Graciela Carbonetto Oficina de Comunicaciones y Administración Red de Acción en Plaguicidas y sus Alternativas de América Latina (RAP-AL) Bajar revista: http://www4.ensp.fiocruz.br/radis/95/capa.html http://www4.ensp.fiocruz.br/radis/95/capa.html