XV DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO, 13/7/2014 Isaías 55, 10-11; Salmo 64; Romanos 8, 18-23; Mateo 13, 1-23. Permitirme compartir con vosotros mi alegría en este domingo en el que celebro 18 años de sacerdocio, aunque entonces, en 1996, cayó en sábado. Espero que como se nos indica en la Palabra que nos invita a reflexionar la Iglesia en este domingo, lo que el Señor y la Iglesia sembrarón en mí haya dado buen fruto. Tras esta introducción comenzar mi reflexión con una petición a Dios: ojalá escuchemos su Palabra y la entendamos, porque sólo así podemos dar buen fruto. Hoy su Palabra nos invita a confiar en Él, sabiendo que lo que Él hace y ya ha hecho por todos y cada uno de nosotros no ha sido en vano, sino que dará su fruto, tendrá su efecto, dará resultado, por eso con el salmista podemos decir que la semilla ya ha caído en buena tierra, no suponemos que lo vaya a hacer, sino que sabemos que eso es verdad: la semilla ya ha caído en buena tierra, lo que implica que nosotros somos buenos, hemos escuchado su Palabra y por tanto, daremos buen fruto. Estar convencidos de esto, tan seguros como que el rocío empapa la tierra, tal y como nos indica el profeta Isaías en la primera lectura es algo importante y a tener en cuenta de cara a emprender cualquier acción, pues no es lo mismo actuar sin saber como saldrá o esperando que salga bien, a actuar convencidos de que saldrá bien, tanto como que el rocío empapa la tierra. El creyente, el hombre y la mujer de fe, son quiénes están convencidos de esto, por ello son capaces de afrontar los retos más difíciles y arriesgados, de soportar toda prueba o sufrimiento, porque saben que la meta, la recompensa, el final merece la pena y superará todo lo que se pueda pasar, como nos decía Pablo en la carta a los romanos. Dios ya ha sembrado, demos nosotros ahora el buen fruto, ya que somos la tierra buena capaz de dar. Un fuerte abrazo y feliz domingo.