LECCIÓN TERCERA DE APUNTES DE ECONOMÍA MUNDIAL: EL DESARROLO ECONÓMICO

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LECCIÓN TERCERA DE APUNTES DE ECONOMÍA MUNDIAL:
EL DESARROLO ECONÓMICO
1. El desarrollo económico: concepto y medición
El concepto de desarrollo debe afrontarse siempre desde una perspectiva temporal y espacial determinada. Lo
que en un momento histórico o una región mundial se considera subdesarrollado, en otra circunstancia deja de
considerarse y viceversa. En la práctica, el hecho de que el desarrollo sea un concepto relativo nos obliga a
cuantificar este fenómeno al objeto de poder efectuar comparaciones tanto temporales como espaciales. No
obstante, aunque el desarrollo se pueda cuantificar a través de diversos indicadores, no ha de olvidarse que un
país desarrollado es el que ha acometido los cambios estructurales económicos y sociales que le han hecho
salir de la situación de baja renta y nivel de vida que caracteriza al subdesarrollo. De esta forma podemos
distinguir entre crecimiento económico fenómeno cuantitativo), entendido como el aumento real del producto
o de la renta y desarrollo económico (fenómeno cualitativo), considerado como la transformación estructural
que mejora los modos de producción y el nivel de vida de una realidad determinada. Por último, en la década
de los noventa se ha introducido una nueva concepción de progreso económico entendida como desarrollo
sostenible, que según el Banco Mundial se identifica como aquella tasa de crecimiento que se puede
prolongar de forma indefinida en el tiempo en la medida que no degrada ni explota el medio ambiente de
forma catastrófica ni produce desigualdades de renta excesivas que al final lo estrangularían, que mejora el
nivel de vida del conjunto de la sociedad
Cuadro 1 . Las veinte principales economías del mundo
Población1998
(mill.)
Orden
1
2
3
4
5
6
7
8
9
10
11
12
13
14
15
16
17
18
19
Estados Unidos
Japón
Alemania
Francia
Reino Unido
Italia
China
Brasil
Canadá
España
India
Holanda
Méjico
Australia
Corea
Rusia
Argentina
Suiza
Bélgica
270
126
82
59
59
58
960
166
31
39
980
16
96
19
46
147
36
7
10
PNB 1998
(m.mill. $)
7.921
4.090
2.123
1.466
1.264
1.167
929
758
612
554
421
389
381
381
370
338
324
285
259
% Población
Mundial
% Renta Mundial $
4,6%
2,1%
1,4%
1,0%
1,0%
1,0%
16,3%
2,8%
0,5%
0,7%
16,6%
0,3%
1,6%
0,3%
0,8%
2,5%
0,6%
0,1%
0,2%
27,4%
14,2%
7,4%
5,1%
4,4%
4,0%
3,2%
2,6%
2,1%
1,9%
1,5%
1,3%
1,3%
1,3%
1,3%
1,2%
1,1%
1,0%
0,9%
1
20
Suecia
9
227
0,2%
0,8%
Fuente: Elaboración propia a partir de Banco Mundial (1999), Informe sobre el desarrollo mundial
1999−2000, Washington D.C.
El crecimiento económico de un país se calcula comparando la producción obtenida en dos períodos. Desde el
punto de vista del desarrollo económico, más importante que el crecimiento que es un fenómeno coyuntural
fruto de la comparación entre dos períodos es a la producción obtenida o la renta generada. Así, en general los
países con menor nivel de renta suelen crecer a tasas mayores que los países con renta superior, pero esto no
significa que los primeros estén más desarrollados que los segundos, sino todo lo contrario. En este sentido,
para que dos países se aproximen aritméticamente en términos de renta tiene que suceder que:
Ypaís rico/ Y país pobre< ðY país rico/ ðy país pobre
La renta suele ser un indicador incompleto para medir el desarrollo, ya que un nivel elevado de la misma en
términos absolutos puede deberse a que el país en cuestión tenga un elevado número de habitantes y no a que
éstos disfruten de un alto nivel de renta, como por ejemplo sucede con los casos de China o India. Para evitar
esta disfunción hay que relacionar la renta absoluta con la población que la genera o consume, cálculo que se
efectúa a través de la renta per cápita. En función del nivel o umbral que alcance la renta per cápita de un
país en un momento determinado se considerará subdesarrollado o desarrollado. Así el Banco Mundial
considera que a estos efectos existen cutaro grupo de países: a) de baja renta (PNBpc < 760 $), b) de renta
mediana baja 760 $ <PNBpc < 3.030$), c) de renta mediana alta (3.031$ <PNBpc < 9.360$) y d) de renta alta
(9.361$ <PNBpc ). En principio sólo consideraremos desarrollados a los países de renta alta y a algunos de
media alta. Es importante destacar que los países desarrollados producen el 78 por 100 de la renta mundial
con el 18 por 100 de la población mundial, mientras que en los países subdesarrollados vive más del 60 por
100 de la población mundial que participa con sólo un 6 por 100 de la renta mundial.
Cuadro 2 . La distribución de la renta mundial
Grupos de países
Baja renta
Renta mediana baja
Renta mediana alta
Renta alta
Total mundial
Umbral renta
PNBpc < 760 $
760 $ <PNBpc < 3.030$
3.031$ <PNBpc < 9.360$
9.361$ <PNBpc
Población
1998( mill.)
3.515
908
588
885
5.897
PNB 1998
Población Renta
(m.mill. $)
1.844
1.557
2.862
22.599
28.862
(%)
60%
15%
10%
15%
100%
(%)
6%
5%
10%
78%
100%
Fuente: Elaboración propia a partir de Banco Mundial (1999), Informe sobre el desarrollo mundial
1999−2000, Washintong D.C.
Aunque la renta per cápita es el indicador de desarrollo más habitualmente utilizado, la misma no está
exenta de defectos o sesgos que pueden inducirnos a error en su utilización. Abundan las insuficiencias
estadísticas, que atañen tanto a la renta como a los censos utilizados por este indicador; en general las
estadísticas de los países más subdearrollados suelen ser menos fiables técnicamente cuando no inexistentes.
Además, por convención contable en el cálculo del PIB no se consideran partidas como los recursos no
renovables consumidos o la contaminación provocada que en principio debían minorarlo. Existen también
sesgos a la baja debidos a la existencia de economía sumergida e ilegal (que se suele infraestimar ya que los
agentes involucrados en las mismas dificultan su registro al incimplir sus obligaciones contables, fiscales,
censales, etc. ) o de economía informal (efectuada al margen del mercado, orientada a la subsistencia y con
utilización ocasional de trueques). La renta per cápita o promedio de las ventas que obtienen los individuos,
2
puede no ser representativa de la realidad de un país como cosnecuencia de que la distribución de la renta sea
muy desigual. La distribución de la renta de una sociedad se suele representar gráficamente con la curva de
Lorenz que relaciona el porcentaje de la renta obtenida con un porcentaje dado de la población y cuantificar
con el Indice de GINI que en la medida que sea más bajo supone una distribución de la renta más equitativa o
igualitaria.
Para las comparaciones internacionales se suelen homogeneizar las cifras a través de la conversión a un tipo
de cambio común, por ejemplo el dólar o el euro, aunque con el problema de distorsionar las cifras en la
medida en que el tipo de cambio no refleje el poder adquisitivo relativo de las monedas, dificultad que
generalmente se soslaya con la utilización como factor de conversión de las Paridades de Poder de Compra.
En general sucede que los países más pobres tienen un mayor poder adquisitivo con su moneda en el interior
del país que fuera, sucediendo justo lo contrario para los países más ricos.
Cuadro 3. Comparación entre Renta per cápita en $ y en PPC (1998)
Suiza
Noruega
Dinamarca
Japón
Singapur
Estados Unidos
Austria
Alemania
Suecia
Bélgica
Francia
Finlandia
España
Rusia
China
Indonesia
Pakistán
India
Bangladesh
Vietnam
Nigeria
Etiopía
Renta per cápita $
40.080
34.330
33.260
32.380
30.060
29.340
26.850
25.850
25.620
25.380
24.940
24.110
14.080
2.300
750
680
480
430
350
330
300
100
Renta per cápita PPA$
26.620
24.920
23.830
23.180
28.620
29.340
22.740
20.810
19.480
23.480
22.320
20.270
16.060
3.950
3.983
2.790
1.560
1.700
1.100
1.690
820
500
Diferencia %
50,6%
37,8%
39,6%
39,7%
5,0%
0,0%
18,1%
24,2%
31,5%
8,1%
11,7%
18,9%
−12,3%
171,7%
531,1%
410,3%
325,0%
395,3%
314,3%
512,1%
273,3%
500,0%
Fuente: Elaboración propia a partir de Banco Mundial (1999), Informe sobre el desarrollo mundial
1999−−2000, Washington D.C..
Como la renta per cápita en algunos casos no refleja el desarrollo ni el nivel de vida relativo existente en los
diferentes países en ocasiones se utilizan indicadores alternativos de desarrollo. Las posibilidades son
múltiples como por ejemplo basarse en la importancia relativa del sector industrial; la disponibilidad de bienes
de consumo superiores (coches, teléfonos, electrodomésticos...); el grado de urbanización; tasas demográficas;
el nivel y calidad de las condiciones alimenticias, sanitarias, educativas, etc. En aras a la homogeneización, el
3
programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo empezó a elaborar un índice sintético de desarrollo el
índice de desarrollo humano, que se basa en la utilización ponderada de tres indicadores alternativos de
desarrollo: la renta per cápita medida en términos de paridades de poder adquisitivo, la esperanza de vida y
nivel educativo, que oscila entre 0 (los menos desarrollados) y 1 (los más desarrollados), el problema de este
índice radica en la arbitrariedad de selección de los indicadores utilizados, la ponderación de los mismos y su
nivel de referencia considerado como deseable y mínimo. A título orientativo se puede señalar que a mediados
de los noventa las referencias utilizadas eran en la esperanza vida (85−25 años); tasa de alfabetización (100−0
%); años de escolarización obligatoria (15−0 años); PIB real per cápita en términos de paridades de poder de
compra (40.000−200 $ ppc).
2. Los frenos al desarrollo
2.1 Las carencias de capital
La dotación de factores productivos (capital y trabajo) condiciona el crecimiento económico. Si bien se puede
crecer (fenómeno cuantitativo) incorporando unidades adicionales de inputs productivos, sobre todo trabajo,
para hablar de desarrollo económico (fenómeno cualitativo), hemos de introducir la variable productividad,
ya que es consecuencia de la eficiencia en el uso de los recursos disponibles y permite aumentar las
retribuciones y capacidad de gasto de los trabajadores empleados. El incremento de la productividad de los
factores empleados, se identifica con los aumentos de la producción no explicados por el incremento en la
cantidad de los factores empleados, sino por otras causas como son el avance tecnológico incorporado en el
nuevo capital, la mejora de las infraestructuras públicas, las economías de escala, el capital humano o la
resignación de factores de unas actividades a otras, circunstancias todas ellas que se identifican con el
desarrollo económico pero que son difíciles de potenciar en los países subdesarrollados.
La financiación de la inversión, puede efectuarse de forma interna, apelando al ahorro nacional o de forma
exterior. Los flujos de capital foráneos son un factor impulsor de desarrollo económico y el nivel alcanzado
por los mismos depende de que la rentabilidad que se les ofrezca les compense el riesgo asumido, cuestión
nada sencilla, −a pesar de la existencia de rendimientos marginales decrecientes en el uso del capital− y que es
consecuencia y causa del desarrollo económico, ya que suele ir pareja a la creación de un marco institucional
y de estabilidad económica que caracteriza a los países más prósperos. Mejor alternativa es, como
posteriormente luego se verá, la obtención de recursos foráneos obtenidos a través de las exportaciones, pero
éstas, no suelen abundar en las fases iniciales del subdesarrollo, sobre todo si se carece de una generosas
dotación de recursos naturales que les permita efectuar exportaciones de recursos primarios con carácter
previo y temporal a las exportaciones de productos manufacturados que son las que verdaderamente
constituyen la clave para el desarrollo.
En la práctica, el ahorro interno del país se suele convertir en la principal fuente de financiación de la
inversión que el mismo efectúa en los estadios iniciales de desarrollo, condicionando el nivel del ahorro en
última instancia el nivel alcanzado por la inversión, ante la reducida importancia cuantitativa de los flujos
netos de entrada de capitales foráneos. El problema es que ante el bajo nivel de renta existente en los países
subdesarrollados, sus habitantes se ven obligados a dedicar un alto porcentaje de la misma a satisfacer
necesidades básicas primarias ineludibles (como sucede con la alimentación y la vivienda), cuya satisfacción
deja reducidas posibilidades de ahorrar. Esta baja propensión al ahorro, que se reduce aún más en los casos en
los que el sistema fiscal y la inflación merman en exceso sus rendimientos, provoca que disminuya el nivel de
inversión o stock de capital disponible por trabajador, lo que a su vez provoca que la productividad y la renta
sea baja, generándose así un círculo vicioso de pobreza (que es un fenómeno empobrecedor que se
realimenta a si mismo).
Los países subdesarrollados suelen tener deficiencias en sus infraestructuras económicas que se convierten
en cuellos de botella para el desarrollo económico. Sus limitados niveles de renta dejan poco margen para
invertir en capital social, al que sólo se dedican los recursos residuales posteriores a satisfacer las necesidades
4
primarias de las capas de población más desfavorecidas (como son las subvenciones para alimentación o
acceso a servicios públicos elementales, muchas veces concedidas de forma regresiva la concentrase en las
zonas urbanas) y de atender los gastos de sostenimiento de los regímenes (como son las burocracias
administrativas y los gastos militares). Las peores carencias son las existentes en las infraestructuras básicas
de transportes, comunicaciones y suministro de energía, que fragmentan sus mercados, encarecen sus
producciones y los aislan del exterior. Otro problema generalizado, es las carencias de viviendas con aspectos
tan básicos como el agua corriente, la electricidad o saneamiento; ya que el fuerte crecimiento demográfico y
los flujos migratorios hacia las ciudades, generan desarrollos de infraviviendas en las mismas.
2.2. El problema de la explosión demográfica y la desigual distribución de la renta
La explosión demográfica que experimentan los países subdesarrollados se convierte en muchos ocasiones en
un lastre para el desarrollo económico. El aumento de la población, posibilitado por la reducción de las
tasas de mortalidad, dificulta el crecimiento de la renta per cápita creándose así condiciones propicias para la
aparición de trampas de pobreza y situaciones de inestabilidad política. La población de los países con menor
nivel de desarrollo suele crecer a tasas elevadas como consecuencia del retardo existente entre la caída de la
mortalidad y el subsiguiente ajuste de la natalidad. En cuanto comienza la mejora de la renta, lo primero que
se observa es una mejora en la satisfacción de las necesidades básicas, alimenticias y sanitarias, que reducen
la mortalidad en general y la infantil en particular. Según se van desarrollando los países, éstos efectúan su
transición demográfica, por la cual las tasas de natalidad decaen y se ralentiza el crecimiento poblacional.
Como consecuencia de la mejora del nivel de vida: al reducirse la mortalidad infantil las familias reducen el
número de nacimientos; la incorporación de la mujer al mercado de trabajo encarece el coste de la crianza y
educación de los hijos al tiempo que las brinda un mayor poder de decisión en la elección del tamaño de
familia y por último, cambia el papel de los hijos dentro de la familia, que dejan de ser una fuente de renta
(mano de obra agrícola y pensión familiar para la vejez) para convertirse en una fuentes de gasto (es necesario
educarles y alimentarles durante muchos años antes de su emancipación).
El crecimiento demográfico dificulta el aumento de su renta per cápita, ya que su pirámide poblacional muy
joven hace que sus tasas de dependencia aumenten retardando así el crecimiento económico e impidiendo
que se generalicen los esfuerzos de educación y capacitación profesional. La distribución de la renta y la
riqueza en los países subdesarrollados suele ser muy desigual lo que reduce las posibilidades de desarrollo.
Gran parte de la población vive por debajo de los umbrales mínimos de pobreza lo que imposibilita la
generación de ahorro e introduce restricciones de endeudamiento que les imposibilita efectuar inversiones a
las personas con vocación emprendedora. Aunque en el largo plazo el desarrollo económico suele conllevar
una aproximación de las rentas dentro de una sociedad, en los momentos iniciales del despegue pueden
producirse aumentos temporales de las desigualdades en favor de aquellos colectivos que poseen los factores
productivos más escasos, como son por ejemplo el capital humano cualificado, la capacidad emprendedora o
el capital productivo. Aunque en general el ahorro el aumenta en función de la renta, cuando esta se concentra
en pocos individuos esta circunstancia no se produce tan claramente, ya que los colectivos más ricos dejan de
ahorrar, al carecer ya de incentivos para aumentar su patrimonio (ya son los más ricos) al tiempo que intentan
acometer las pautas de consumo de los colectivos más acaudalados de los países ricos (consumo imitación),
gastando así muchas veces por encima de sus posibilidades reales. Cuestión distinta es cuando el aumento de
la renta posibilita que surga una extendida clase media, ya que la misma sí que genera altos niveles de ahorro,
en cuanto cauce para mantener sus niveles intertemporales de consumo relativamente constantes en el tiempo
como para efectuar las inversiones que les permitan aspirar a mejorar su nivel relativo económico: capital
humano y financiero.
2.3. La ausencia de un marco institucional favorable al crecimiento
El sector público de los países subdesarrollados suele tener amplias competencias de intervención en el
ámbito económico. La corrupción y el intervencionismo público, estimuladas por burocracias hipertrofiadas,
entorpecen y dificultan el funcionamiento correcto de la actividad económica e impiden las señales del
5
mercado guíen la transformación estructural necesaria para el progreso económico. Se suele generalizar la
presencia de empresas públicas en todos los ámbitos del tejido productivo. Los regímenes políticos
autoritarios suelen tener una mayor propensión a estas prácticas, que permiten obtener rentas extraordinarias
del ejercicio del poder, al no estar sometidos a la disciplina que introduce el riesgo de no reelección en los
países democráticos o un sistema judicial independiente que controle las ilegalidades ejercidas por el poder
administrativo. Como consecuencia de la ilegimitidad de algunos gobernantes aumentan las posibilidades de
acceso al poder por medios violentos golpes de Estado con los consiguientes riesgos de inestabilidad políticas
o guerras civiles.
Los países subdesarrollados suelen carecer de un marco institucional (normativa legal y sistema judicial)
que garantice la defensa de los derechos elementales de los individuos, como son el respeto a la vida
humana, a la libertad, a la propiedad privada, etc. Esta circunstancia provoca que las inversiones con
prolongados períodos de maduración (las más intensivas en capital) lleven consigo un nivel de riesgo e
incertidumbres que disuaden a los agentes económicos de acometerlas. De hecho, la combinación de un
reducido nivel educativo y un bajo nivel de renta aumenta el riesgo de aparición de gobiernos populistas,
caracterizados por su visión miope y a corto plazo que no son sino fuente permanente de inestabilidad política.
Aún así, tampoco suele ser la solución una retribución forzada de la renta a través de mecanismos coactivos
como han realizado en el pasado los países con regímenes colectivistas o comunistas, ya la experiencia ha
demostrado su invialibilidad como consecuencia entre otras razones de que no puede desarrollarse una
economía de mercado sin que existan derechos de propiedad en los que se materialicen los incentivos a las
actuaciones económicas. El respeto a la propiedad privada (piedra clave del progreso económico) se concilia
con la mejora de la distribución de la renta a través del desarrollo económico y la creación de empleo. Por
contra, cuando se quiere mejorar artificialmente la redistribución de la renta el desarrollo económico se
ralentiza, con lo que se llega a un resultado de sociedades cuya mayor igualdad es indeseable por cuanto se
produce a un nivel más bajo de renta para el conjunto de la sociedad, como sucedía en las economías
planificadas.
El Estado puede desempeñar un papel de estímulo al desarrollo interfiriendo la asignación de recursos en
beneficio del mismo. En este sentido, cuando los países reorientan su gasto público de carácter
improductivo (militar, subvenciones, etc.) hacia la construcción de infraestructuras económicas se suele
producir una mejora del bienestar global del conjunto de la población. Estos retos suelen chocar con las
dificultades que tienen estos países para exigir un nivel de impuestos suficiente para sus necesidades,
centrados en el gravamen del consumo más que en la obtención de renta, por la presencia de economía
informal y sumergida y por el bajo nivel de renta. Las múltiples demandas de gasto y la insuficiencia de
ingresos eleva los déficits públicos, y en la medida que se financian monetariamente son la génesis de
situaciones inflacionarias, factores ambos que presionan al alza los tipos de interés. Las inflaciones de los
países subdesarrollados, se ven estimuladas por los múltiples cuellos de botella existentes y por el limitado
nivel existente de competencia, distorsionan fuertemente la asignación de recursos y hacen perder
competitividad a sus producciones en los mercados internacionales.
Como ejemplo, basta citar la generalización de los déficit públicos en diversos países iberoamericanos en la
década de los ochenta que les llevaron a acumular ingentes niveles de deuda externa y a alimentaba la
inflación, configurándose así permanentes expectativas de devaluación de sus monedas que les obligaban a
pagar elevadas primas de riesgo país y estimulaban la fuga de los capitales endógenos de la zona, proceso
todo ello que al ser insostenible en el tiempo dio lugar a la llamada crisis de la deuda y a una recesión
económica que se prolongaría más allá de la década. De hecho, la gravedad extrema de la situación
desembocó en la necesidad de acometer drásticos programas de estabilización ( recorte del déficit público,
financiación ortodoxa de los déficit, anclaje monetario, liberalización interior y exterior, etc.) con los
consiguientes costes en términos de bienestar en el corto plazo.
3. El desarrollo económico como transformación estructural
6
3.1 El cambio sectorial
La estructura productiva de las economías subdesarrolladas se caracteriza por el fuerte protagonismo del
sector primario y terciario frente al sector secundario. La participación de la agricultura en el total de renta
de un país subdesarrollado puede rondar el 30 por 100, porcentaje que en el caso de los servicios supera el 55
por 100, mientras que el sector secundario suele ser minoritario, con una proporción sobre el producto del 15
por 100. A medida que los países se desarrollan suele perder peso el sector primario, cuyo cambio
estructural le permite liberar recursos productivos al sector que más peso gana, el sector industrial. Por
su parte, el sector servicios no suele variar su importancia cuantitativa en función del desarrollo, aunque si se
cambian la tipología de los servicios producidos, ya que el comercio interior y los servicios personales, son
progresivamente reemplazados por los servicios financieros, de distribución, a empresas, ocio, etc. Este
proceso se ve reforzado por el hecho de que la estructura de la demanda de los países también se modifica
según aumenta su nivel de renta (Ley de Engel). A bajos niveles de renta los gastos principales son la
alimentación y la vivienda. Posteriormente, empiezan a ganar peso los bienes de consumo duradero
(electrodomésticos, automóviles, etc.). Para llegar a una situación que el principal gasto es el consumo de
servicios: financieros, educativos, de ocio, sanitarios, personales, etc.
En los estadios iniciales de desarrollo la mayor productividad relativa de la industria (que se refleja también
en los salarios relativos) estimula la afluencia de nuevos trabajadores en la misma, siempre y cuando no se
interfiera artificialmente las señales del mercado manifestadas a través de la estructura de precios relativos.
Posteriormente, la agricultura en la medida que se va modernizando consigue también productividades
elevadas y se convierte en un sector competitivo, quedándose sólo rezagado en este aspecto, el sector servicios
cuya menor productividad, consecuencia de la dificultad de capitalización, le obliga a absorber un porcentaje
creciente de ocupados. Aunque en la medida que los países se desarrollan la agricultura pierde peso, no
porque la agricultura pierda importancia se favorece el desarrollo, ya que una agricultura competitiva es una
de las condiciones necesarias para el desarrollo económico, so riesgo de incurrir en balanza de pagos y
encarecimiento de los inputs primarios para el resto de sectores, con el consiguiente efecto sobre la
configuración de precios y salarios de la economía. De hecho, para que surja un sector no agrícola la
agricultura debe obtener un excedente que lo alimenta, circunstancia que es imposible en una agricultura
limitada al autoconsumo.
3.2 La urbanización
La acelerada migración de las zonas rurales a las regiones urbanas se produce como consecuencia de los
diferenciales de niveles de vida y salariales existentes entre ambas zonas, circunstancias que se ve
estimulada en ocasiones por que las autoridades penalizan a la agricultura con impuestos, aranceles a sus
inputs exteriores, apreciación de la moneda que dificulta sus exportaciones y control de sus precios. Por el
contrario, en las zonas urbanas se benefician de las subvenciones que se suelen conceder al acceso a los bienes
básicos y a la industrialización, sector que también se apoya a través de la política comercial y cambiaria. En
ocasiones la agricultura se ve tan penalizada que ve reducida su producción, generándose situaciones de
insuficiencia alimentaria y freno a la industrialización que se ve obligada a pagar por sus inputs agropecuarios
y a sufrir elevaciones salariales a sus trabajadores para compensarles la pérdida de poder adquisitivo derivada
de la subida de los precios de los alimentos. Como resultado, se desperdician las ventajas comparativas que
algunos países tienen en determinadas producciones agropecuarias que en otro caso hubieran podido ser
fuente de generación de rentas y obtención de recursos exteriores.
Las economías subdesarrolladas suelen tener una fuerte dualidad entre las zonas rurales y urbanas que se
identifican con la dicotomía existente entre el sector agrario e industrial y entre la economía informal y
formal. La economía informal se identifica con la parte de la economía que opera al margen de las
regulaciones laborales, fiscales, etc. y está compuesta por actividades de lo más diverso: servicios personales,
agricultura de subsistencia, economía de trueque, artesanía, etc, cuyo común denominador suele ser los bajos
niveles de rentas obtenidas y su alta intensidad de factor trabajo, por lo que se identifican en ocasiones con el
7
sector tradicional. Por contra, la economía formal se compone de la actividad moderna, de carácter agrícola,
industrial o servicios que cumple con las normas y regulaciones públicas, lo que las obliga a mantener un
nivel de productividad superior a la informal en aras a financiar estos sobrecostes con lo que constituyen el
sector más moderno de la economía. Las interrelaciones existentes entre el sector tradicional y el sector
moderno de la economía son claves para comprender el proceso de crecimiento. En este sentido, el modelo de
Lewis se centraba en que la existencia de mano de obra sobrante de baja productividad existente en el sector
tradicional informal favorecía la industrialización en la medida que la acumulación de capital no llevaba a una
escasez del factor trabajo (que desembocaría en un encarecimiento relativo del mismo que frenaría la
inversión) sino a una utilización del excedente laboral existente en el sector tradicional, alimentándose así el
progreso económico al difundirse este a nuevos colectivos. Muy ligado a este fenómeno se evidencia el
proceso migratorio de las zonas rurales a las zonas urbanas al rebufo de los diferenciales de salarios y
retribuciones existentes en las mismas.
El reducido nivel de actividad económica impide que se desarrollan las externalidades y complementariedades
que la concentración de la actividad económica genera. En este sentido, las localizaciones donde existe una
mayor densidad de empresas gozan de una mayor fluidez de flujos económicos de conocimientos, capital
humano y relaciones interempresariales que permiten una mayor especialización en productos o procesos. Los
mercados con mayor tamaño (parámetro que depende tanto de factores demográficos como del nivel de renta)
permiten la aparición de economías de escala. Por todo ello y de forma pareja al desarrollo el crecimiento
económico se tiende en los primeros estadios a concentrarse en determinadas localizaciones, generalmente las
zonas urbanas, que absorben recursos (capital y trabajo) del resto del territorio hasta alcanzar un nivel de
actividad en el que el proceso de absorción se troca en un proceso de difusión del crecimiento económico
hacia otras localizaciones.
3.3 La apertura comercial
No existe una pauta generalizada entre apertura comercial (medida como la suma de las sumas de las
exportaciones e importaciones en relación a la renta) y desarrollo económico, ya que esta circunstancia se ve
influida por el tamaño de los países: por lo general, los más grandes suelen ser más cerrados en términos
relativos que los más pequeños. Aún así, es obligado recordar que algunos países subdesarrollados puedan
situarse en un círculo vicioso de pobreza, en el que el débil crecimiento entrampa a los países den una
situación en la que los países por si sólo tienen muchas dificultades para salir, a no ser que obtengan un
empuje del exterior, por vía financiera o comercial.
El comercio exterior es un factor dinamizador del desarrollo por diversas vías. La principal es que permite
aprovechar el amplio tamaño del mercado mundial y que los países se especialicen en función de sus ventajas
relativas, obteniendo así un mayor nivel de producción que a través del comercio exterior, nos sitúa a la postre
en unas mayores posibilidades de consumo, que si hubiéramos intentado producir la totalidad de bienes y
servicios que demandan los consumidores y productores de un país. En todo caso, existen bienes como los
inputs energéticos o los bienes de capital con las tecnologías más avanzadas, cuya producción es imposible
técnicamente en algunos países, por lo que como el desarrollo económico obliga a un uso creciente de los
mismos, su importación necesita de la obtención previa de recursos internacionales a través de las
exportaciones. Además, la apertura comercial genera efectos procompetitivos que estimulan la eficiencia y
permite alcanzar economías de escala al aumentar el tamaño de mercado, circunstancia muy importante para
los países reducidos en términos relativos. En general, la evidencia empírica nos señala que los países con una
mayor proporción de exportaciones en relación a su renta suelen alcanzar mayores tasas de crecimiento. Hoy
en día, el entorno económico mundial goza de una elevada apertura comercial que por esta vía ofrece mayores
oportunidades para los países que opten por estrategias de desarrollo basadas en una industrialización
orientada hacia las exportaciones a los mercados mundiales.
Existen algunas regularidades específicas de los países subdesarrollados en la composición de su comercio
internacional que se caracteriza por la gran importancia de los productos primarios (recursos naturales y
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productos agropecuarios) dentro de sus exportaciones. Por el contrario, sus importaciones son de todo tipo:
productos primarios, bienes manufacturados y servicios avanzados. Dado que la demanda de productos
primarios tiende a reducirse en términos relativos dentro de la estructura de consumo de los países más ricos,
los precios relativos de los mismos (su relación real de intercambio) tienden en general a deteriorarse en el
tiempo, con la excepción de los productos energéticos. El deterioro de la relación real de intercambio ha
sido malinterpretado en el pasado y ha servido de excusa junto con las erróneas teorías de la dependencia para
dar lugar a la falacia de la explotación de los países desarrollados, por la que muchos países cuyos problemas
son de carácter endógeno descargan sus responsabilidades culpando al exterior. Como consecuencia inmediata
de ello suelen incurrir en desacertadas políticas de proteccionismo, que les impiden aprovechar el potencial
que para el crecimiento económico tiene la división internacional del trabajo y la globalización comercial y
financiera. Aún así, la exportación de productos primarios puede utilizar como fuente de financiación del
proceso de desarrollo, aunque siempre bajo el riesgo de la enfermedad holandesa.
El paradigma más cercano de las políticas proteccionistas está en las políticas iberoamericanas de la década de
los 50´s y 60´s, orientadas a desarrollar una industrialización sustitutiva de importaciones, por las que se
intentaba desarrollar una industria que abasteciera la totalidad de los requerimientos nacionales (manifestados
por las importaciones), mediante el apoyo de la protección y la distorsión en la asignación eficiente de
recursos, prescindiendo de las ventajas comparativas naturales o adquiridas propias de cada país. De esta
forma sólo conseguían frenar la competitividad internacional del sector exportador (industrial y agrario) al ver
encarecidas sus importaciones de bienes intermedios e hipertrofiar artificialmente industria de invernadero los
sectores industriales no competitivos, que se veían beneficiados por la afluencia de recursos (capital y trabajo)
resultante de la estructura de precios relativos existentes entre los distintos sectores de la economía. Como
resultado de la ineficiencia industrial resultante de esta estrategia y de la ausencia de economías de escala
fruto del reducido tamaño del mercado interno (en comparación con los mercados mundiales) la industria
nacional se volvía dependiente del proteccionismo con el consiguiente coste en términos de bienestar para el
conjunto del país. El problema es que a la postre, tarde o temprano, el país en cuestión se veía imposibilitado
de obtener ingresos procedentes de la exportación suficientes para financiar algunas inversiones ineludibles,
como los bienes de equipo con las tecnologías más avanzadas o los inputs energéticos, con lo que la estrategia
terminaba estrangulándose internamente viéndose obligados los países involucrados a abandonar de repente la
autarquía con los consiguientes costes transitorios de ajuste.
Es posible que la mejor estrategia sea la industrialización orientada a las exportaciones ya que ésta permite
especializarse de acuerdo a las ventajas comparativas (iniciales y adquiridas) y obtener recursos de la
demanda externa de forma continúa y creciente en el tiempo, lo cual estimula el desarrollo desde la
perspectiva de la renta. Además, en la medida que la industria exportadora esté imbricada e interrelacionada
con el resto del tejido productivo, el tirón de la exportación actuará de locomotora para el aumento de la
oferta. Esta ha sido la estrategia seguida en gran parte de los países emergentes del sudeste asiático (incluido
Japón).
3.4 El aumento de la productividad
Es necesario distinguir entre mejora del producto debida al incremento de la dotación de capital empleado o la
explicada por incremento de su productividad. En general, los países cuanto más desarrollados son, su
crecimiento se explica por la productividad, mientras que cuanto menos desarrollados la base del aumento del
producto se suele producir más como consecuencia del incremento en la dotación de capital. Esta
circunstancia es bastante lógica y obedece a que la menor dotación de capital les permite crecer simplemente
incorporando nuevo capital sin necesidad de mejorar los rendimientos del ya existente, cuestión que por otro
lado, en los estadios de mayor pobreza les resulta difícil alcanzar, en la medida en que en términos relativos
les es más difícil generar los factores ajenos al capital que aumentan su productividad que el capital en si
mismo. A este respecto, la introducción de algunas tecnologías avanzadas desarrolladas en los países más
ricos en función de los precios relativos de sus factores productivos (con encarecimiento continuo del factor
trabajo) puede ser contraproducente en un país más pobre donde el factor trabajo es más abundante y por lo
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tanto más barato. Por ello, es importante que los países subdesarrollados utilicen las tecnologías idóneas a su
situación específica lo que en la práctica lleva a que el nivel tecnológico óptimo para un país subdesarrollado
sea distinto que para un país desarrollado sin que ello quiera decir que en determinados procesos productivos
éstos últimos se vean obligados a adoptar las tecnologías más avanzadas disponibles.
Los aumentos de productividad del trabajo, aumentan las posibilidades de creación de empleo y de mejoras de
salarios reales, lo que incrementa el nivel de vida al existir una mayor disponibilidad y accesibilidad de bienes
y servicios o lo que es lo mismo, un mejor nivel de vida. Así pues, el desarrollo económico es un proceso
dinámico que necesariamente ha de ir acompañado de elevaciones continuas de la productividad, para lo que
es necesario invertir, para aumentar el stock disponible de capital por trabajador y renovar y mejorar la
tecnología utilizada en el proceso productivo (proceso de catch up que acelera el desarrollo mediante el
acceso a las tecnologías líderes). En este sentido, los países según van aumentando su nivel de desarrollo
suelen dedicar a la inversión un porcentaje mayor de su renta.
4. El crecimiento económico moderno
El crecimiento económico es uno de los asuntos de mayor complejidad y su explicación ha variado en el
tiempo de acuerdo a la evolución de los modelos teóricos y su contrastación empírica en el tiempo. A nuestros
efectos vamos a prescindir de desarrollar el álgebra de estos modelos, muchas de veces de difícil
comprensión, para centrarnos exclusivamente en la descripción y explicación de las variables que el resultado
de cada uno de ellos considera más relevante para alcanzar el crecimiento económico, centrándonos en los
más reputados: el modelo de Harrod−Domar; el modelo de Solow y las nuevas teorías del crecimiento
endógeno.
El modelo clásico de Harrod−Domar, desarrollado en torno a la segunda guerra mundial, basaba el
crecimiento económico en la tasa de ahorro y la relación entre el capital y el producto, que en el caso de
rendimientos constantes, se considera invariable. Así, aquellos países que una mayor proporción de su renta
destinara al ahorro (que a la postre se traduciría en inversión o aumento del capital productivo) serían los que
alcanzaran un mayor grado de crecimiento económico. Si consideramos también el aumento de la población,
el desarrollo económico identificado con aumentos de la renta per cápita, sólo se produciría cuando la tasa de
crecimiento de la producción fuera mayor que la de la población. En este modelo, el ahorro y el crecimiento
demográfico son endógenos, ya que con bajos niveles de renta cercanos al nivel de subsistencia es difícil
ahorrar mientras que el crecimiento demográfico en los estadios iniciales de desarrollo suelen ser muy
elevados, por la llamada transición demográfica que luego veremos. De esta forma, se generan trampas o
círculos viciosos que lastran el desarrollo económico y que han de resolverse incentivando el ahorro o
reduciendo el crecimiento poblacional.
El modelo de crecimiento económico del nobel Solow fue desarrollado en la década de los sesenta y explica el
crecimiento económico de acuerdo a la acumulación de factores productivos (trabajo y capital) bajo el
supuesto de rendimientos crecientes, que conduce a que la combinación óptima varíe de acuerdo a la
proporción de la dotación relativa de los mismos. Esto es, en términos marginales, cuando el capital es escaso
la incorporación de nuevas unidades aumenta la producción a un mayor ritmo que el que se producirá en el
futuro una vez la acumulación de capital haya provocado que este factor se convierte en abundante (y por lo
tanto el trabajo se convertirá ahora en el factor escaso) hasta un nivel en que su productividad marginal sea tan
reducida que se alcance un estado estacionario en el aumento de la producción por trabajador, que ya no
aumenta aunque se incremente el capital per capita.
Hay que destacar que en el modelo de Solow la proporción capital− trabajo varía en el tiempo de forma
endógena al comportamiento del modelo y provoca que hasta llegar a la situación estacionaria y bajo el
supuesto de rendimientos marginales decrecientes, un país crecerá más rápidamente cuando menor sea su
dotación inicial de capital. Así, en principio las economías más atrasadas crecerán a tasas superiores a las de
más avanzadas, hasta que en el largo plazo convergen en términos absolutos en sus niveles de renta per cápita,
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en los casos en que sus tasas de ahorro, nivel tecnológico y crecimiento demográfico sean similares; si estos
parámetros fueran distintos, la convergencia no se produciría necesariamente entre todos los países sino sólo
entre grupos de países que tuvieran una cierta homogeneidad en ellos, produciéndose así lo que se llama la
convergencia condicional. Como consecuencia, los países no pueden aumentar de forma indefinida su renta
per cápita, a no ser que introducimos una nueva variante, el progreso técnico que permite obtener una mayor
producción con una misma cantidad de inputs (o lo que es lo mismo, cambia la función o métodos de
producción), variable que en este planteamiento se considera exógena.
Las nuevas teorías del crecimiento endógeno fueron desarrolladas en la década de los ochenta por una serie
de autores entre los que destacan el nóbel Robert Lucas y el profesor Paul Romer y destacan como factores
endógenos de crecimiento al capital humano y al progreso técnico. El capital humano (conjunto de
conocimientos aplicables a la producción que se adquieren a través de la formación y la experiencia) es más
abundante en los países desarrollados, ya que su menor población y sus mayores tasas de ahorro les permiten
invertir más en el mismo. Este capital complementa al físico en la función de producción de los mismos
permitiendo alcanzar en ocasiones rendimientos mayores, a pesar de la productividad marginal decreciente,
que los que se obtienen en los países subdesarrollados donde la ausencia de capital humano (ya que lo que les
sobra es trabajo no cualificado) restringe los rendimientos marginales del capital físico, a pesar de la baja
dotación que tienen también de este último.
El progreso técnico se explica dentro del modelo, ya que los estímulos a la investigación e innovación se
establecen en función de la rentabilidad esperada para estas actividades, que depende ante todo del grado de
concurrencia de los mercados (cuanto más competencia más rentable suele ser innovar, sobre todo si la
innovación posibilita rentas temporales de monopolio) y del nivel acumulado en el resto de factores (cuanto
más cerca esté una economía de su estado estacionario más beneficios se obtienen de la innovación
tecnológica). Una vez desarrollada una innovación su incidencia sobre el crecimiento económico dependerá
ante todo del grado de difusión que alcancen en el tejido productivo, surgiendo aquí una curiosa paradoja: la
mayor difusión se produce cuanto menores derechos de propiedad sobre los resultados de I+D tengan los
innovadores, pero que el nivel absoluto de las innovaciones depende a su vez de estos mismos resultados. Con
todo, desde la perspectiva aislada del cambio técnico los países más pobres les resultará menos costoso
adquirir la tecnología más moderna (catch−up tecnológico) aunque sea con retardos temporales respecto a su
desarrollo, circunstancia que permite a los países más innovadores mantener un nivel superior de desarrollo.
De hecho, aunque los países más pobres crezcan a mayores tasas, las diferencias en términos de capital, sobre
todo humano y tecnológico, permitirán que las desigualdades se mantengan en el tiempo, entre otras razones
porque este tipo de capital tiene rendimientos crecientes.
5. El desempeño económico de las regiones mundiales en el último cuarto de siglo
El sudeste asiático ha sido la zona donde mejores resultados se han obtenido en las últimas décadas en
términos de desarrollo económico, los primeros éxitos se localizaron en Corea del Sur, Taiwan, Singapur y
Hong Kong para posteriormente extenderse progresivamente a otros países del área como Tailandia, Indonesia
y Malasia. La base de su éxito ha descansado en la apuesta por el mercado como mecanismo de asignación de
recursos; limitando a casos singulares y siempre basados en las ventajas comparativas (entre otras basadas en
sus menores costes sociales y laborales) su apuesta por sectores de futuro a través de subvenciones o
protecciones comerciales (basadas en el argumento de la industria naciente). Sus escasas dotaciones de
recursos naturales les ha inducido a orientarse hacia los mercados exteriores como destino de sus
producciones y lugar de abastecimiento de sus inputs. Su esfuerzo inversor, favorecido por los flujos
financieros foráneos y sus favorables condiciones financieras consecuencia de la estabilidad macroeconómica
perseguida a través de la reducción de déficits público e inflación y por la cultura de esfuerzo, trabajo y ahorro
constante. La intervención pública se ha centrado en la provisión de infraestructuras, educación, marco legal,
promoción comercial hacia el exterior y regulación financiera, aunque en ocasiones han padecido de algunas
deficiencias institucionales como la falta de transparencia de su sistema financiero tal y como evidencia la
crisis de 1998. Además se han beneficiado de las rentas de situación derivadas de su proximidad a Japón
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(flujos financieros, comerciales, tecnológicos, etc. ) y de la tutela y ayuda en algunos casos de los Estados
Unidos.
La mayor parte de los países emergentes de Iberoamérica (Méjico, Brasil, Argentina, Venezuela, etc.)
persiguieron como estrategia de desarrollo la industrialización basada en la sustitución de importaciones, para
lo cual abusaron del proteccionismo frente al exterior, confiados en su amplio tamaño y favorable dotación de
recursos naturales, que les permitían obtener recursos por su exportación. Esta estrategia empezó a mostrar
sus debilidades con ocasión del deteriorio de la relación real de intercambio de los años setenta consecuencia
del encarecimiento del input petrolífero y de su falta de competitividad internacional que les sumió en una
aguda crisis y una amplia brecha exterior que hizo necesario acudir al endeudamiento externo para financiarla.
La situación de crisis, se intentó paliar a través de la incursión en déficits públicos, que se financiaban
monetizándolos, lo que a su vez abrió la brecha de la hiperinflación. Todo ello les situó en espirales
devaluatorias que hicieron perder la confianza internacional en estos países, lo que se tradujo en fugas de
capitales frente al exterior y en un aumento de los tipos de interés que soportaban que les situó en una
situación de tal gravedad la crisis de la deuda que hizo que muchos de ellos tuvieran que pedir ayuda al FMI y
acometer los planes de estabilización y ajuste que éste les requería, con lo que los ochenta fueron su década
pérdida. En los años noventa estos países han cambiado de estrategia y han apostado por la apertura frente al
exterior (creación de la unión aduanera de mercosur y el Nafta) y la estabilidad macroeconómica. Asimismo
para recuperar la credibilidad internacional se han comprometido a mantener sus tipos de cambio fijos frente
al dólar. Aunque esta estrategia fue dura y costosa en un principio, en la actualidad estos países han
recuperado la senda de la prosperidad e incluso se han convertido en uno de los principales focos de atracción
de los flujos internacionales de inversión directa.
Africa ha sido el continente que menos progresos ha hecho en los últimos tiempos y que el contiene los países
más pobres del mundo. Muchos de los países están desvertebrados con múltiples diferencias tribales y étnicas
que son foco de conflictos civiles internos, continuos y de la existencia de intervencionistas sistemas políticos
oligárquicos que entorpecen la actividad económica privada. Sus mercados están fragmentados
geográficamente con inexistencia de infraestructuras de transporte y comunicaciones que les unan
posibilitando reducidos tamaños de mercados y desajustes continuos entre la oferta y la demanda. Son países
que no han logrado industrializarse, con lo que sus exportaciones se basan exclusivamente en el sector
primarios, con el consiguiente riesgo de deterioro de su relación real de intercambio. Su sector primario se ve
hipotecado por múltiples gravámenes (sus inputs pagan aranceles y sus outputs se ven penalizados con
gravámenes a le exportación) y deficiencias institucionales que impiden su desarrollo y dificultan su
transición de agricultura tradicional a moderna, cono lo que se ve impotente incluso para cubrir sus
necesidades alimenticias nacionales. Por último, la explosión demográfica les obliga a dedicar la mayor parte
de sus insuficientes recursos a abastecer sus necesidades primarias más acuciantes como la alimentación y la
sanidad, −máxime cuando tienen relativamente cerrada la válvula de escape migratoria hacia otros países−,
sin permitirles dedicar recursos cuantiosos a la inversión que les permitiría salir de su pobreza.
6. Orientación bibliográfica
La mejor referencia para cuestiones de desarrollo económico es el Informe sobre el desarrollo mundial que
cada año edita en castellano el Banco Mundial, Washington, D.C. el último es el correspondiente al bienio
1999−2000. La principal recopilación teórica sobre economía de desarrollo es la editada por H. Chenery y
T.N. Srinivasan (1988), Handbook of Development Economics, vol. 1 y 2, North−Holland, Amsterdam. Entre
las monografías más actuales destacan las de D. Ray (1998), Development Economics, Princeton University
Press, Nueva Jersey, cuya versión castellana ha publicado Bosch; J. S. Hogendorn (1996), Economic
Development, 3ª edición, Harper−Collins, Nueva York y G.M. Meier (1995), Leading issues in economic
development, 6ª edición, Oxford University Press, Nueva York. Por último, en España también tenemos el
importante trabajo de P. Bustelo (1998), Teorías contemporáneas del desarrollo económico, Síntesis, Madrid.
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