DISCOGRAFICAS

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Las discográficas recurren a la «guerra sucia» en su lucha
contra la música ilegal en Internet
Autor: JOSÉ MANUEL NIEVES
Fuente: abc.es (17 Julio 2002)
La batalla legal ya no es suficiente. A pesar del éxito en los tribunales (cierre de
Napster y Audiogalaxy), el número de personas que intercambian música ilegal
en Internet no deja de crecer. Nuevos programas, difíciles de perseguir, han
llevado a las discográficas a empezar una «guerra sucia».
Campañas de concienciación ciudadana, amenazas, procesos judiciales, multas millonarias
y, últimamente, incluso acciones que bordean descaradamente la legalidad... No parece
haber límite al tipo de «armamento» que las industrias del disco y el cine están dispuestas
a utilizar con tal de mantener a flote sus negocios, gravemente tocados por la proliferación
de copias ilegales y el tráfico masivo de ficheros de audio y vídeo a través de Internet.
Algunas cifras pueden ayudar a comprender lo que se están jugando los titulares del
lucrativo negocio del entretenimiento: sólo en 2001, un total de 1.900 millones de
grabaciones piratas fueron vendidas en todo el mundo y ya son 25 los países en los que
las ventas de copias ilegales superan a las de productos originales. Esto sin contar que el
uso de programas de intercambio en Internet crece en progresión geométrica: sólo en
Estados Unidos, cuarenta millones de personas reconocen abiertamente haber utilizado
alguno de estos programas para obtener copias gratuitas de canciones o películas de
moda.
Cien millones de personas
El reciente cierre de Napster, pionero en la Red de este tipo de aplicaciones, costó a la
asociación de discográficas norteamericana (RIIA) varios años de procesos judiciales. Al
final, sin embargo, no logró cumplir con su objetivo de frenar el intercambio de música
ilegal en Internet, como tampoco lo ha hecho la inutilización de Audiogalaxy, el heredero
de Napster en la Red de redes. Decenas de otros programas, basados en tecnología P2P,
mucho más difíciles de perseguir legalmente, han tomado el testigo del libre intercambio y
están consiguiendo que millones de personas en todo el mundo se sigan sumando al
tráfico de ficheros ilegales, que no respetan las normativas vigentes sobre derechos de
autor. Se ha calculado que la cifra total de usuarios de esta clase de «software» supera ya
holgadamente los cien millones de personas.
Así las cosas, no resulta extraño que la industria multiplique ahora sus estrategias en la
«guerra al P2P». La semana pasada, durante la ceremonia de entrega en Bruselas de los
Premios Platino de Europa de la IFPI (Federación Internacional de la Industria
Fonográfica), las discográficas pidieron a los consumidores que dejaran de descargar y
grabar música gratis, ya que la piratería está «estrangulando a la industria». «La música
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gratis -dijo el presidente de la IFPI, Jay Berman- significa menos música nueva, menos
artistas nuevos, menos opciones y miles de empleos menos».
Mucho más expeditiva es la estrategia de la RIIA que, incapaz por el momento de
proceder legalmente contra los sitios de intercambio (Kazaa, Morpheus, Gnutella, etc.)
arremete ahora contra las empresas que no impiden a sus empleados descargar música
durante su horario de trabajo. «Queremos -ha dicho el presidente de la RIIA, Cary
Sherman- que las empresas piensen sobre su obligación de respetar los derechos de
propiedad intelectual de nuestros artistas». Dicho y hecho, en abril la RIIA demandó a la
empresa tecnológica de Arizona Integrated Informatios Systems, alegando que sus
trabajadores intercambiaban ficheros musicales a través de sus redes internas. Un millón
de dólares tuvo que pagar la compañía a las discográficas en concepto de indemnización.
El ejemplo ha hecho cundir la preocupación en un buen número de corporaciones
norteamericanas, que se convierten así en «aliados involuntarios» de las discográficas y
refuerzan la vigilancia sobre las actividades de sus empleados.
Muchas compañías de discos, por otra parte, ya han dado comienzo a sus guerras
particulares contra las redes P2P. Utilizando una estrategia que ellas mismas denominan
«engaño», han empezado a invadir la Red con canciones falsas, aparentemente iguales a
las verdaderas pero que, al ser descargadas por un usuario, resultan estar en blanco, o
incluyen mensajes contra la piratería o, sencillamente, consisten en el estribillo de la
canción solicitada, repetido una y otra vez... La práctica, que se viene realizando desde
hace algo más de un año, se había considerado hasta ahora como una simple
«gamberrada de adolescentes», pero la «confesión» la semana pasada, de tres grandes
compañías norteamericanas ha revelado que se trata de una estrategia bien organizada
para frustrar las expectativas de quienes utilizan las redes de intercambio para conseguir
música gratis.
Para cerrar el círculo, el congresista demócrata del estado de California Howard Berman se
dispone a proponer una ley, que aún está en fase de redacción, que permita a las
compañías de discos seguir lanzando, dentro de la legalidad, estos y otros ataques contra
los programas P2P. Algunos de los puntos que propone Berman permitirían a las
compañías discográficas sembrar la red de falsas peticiones y archivos musicales corruptos
que dificultarían el acceso a las canciones originales. Entre las medidas más drásticas
propuestas por el congresista está la de autorizar a las empresas propietarias de los
derechos de autor a introducir virus en las redes P2P.
En los últimos meses, ya han aparecido virus que utilizan estos programas para
propagarse por Internet. Uno de los más recientes, el «W32.Kwbot», utiliza el programa
KaZaa para extenderse de forma masiva entre sus usuarios.
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