UNA INOFENSIVA LLUVIA DE ESTRELLAS

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UNA INOFENSIVA LLUVIA DE ESTRELLAS
No hay nada tan relajante como echarse de espaldas sobre un prado y disfrutar un cielo nocturno y estrellado.
¡Cuántos astros!¡Y todos en su lugar! La brisa húmeda se pone de manifiesto al hacer titilar esos lejanos luceros.
La Vía Láctea, con su sutil resplandor, cruza el cielo de norte a sur. Por un momento, sentimos despegar del suelo,
cuando –súbitamente- el paisaje celeste se ve interrumpido por un rayo luminoso. Silencioso. No hay trueno. No
hay nubes, y sólo los más avispados tuvieron oportunidad de contemplar la fugaz vida de un meteoro.
Algunos llaman a este fenómeno “estrella fugaz” Los norteamericanos dicen que es una estrella que se cae (falling
star). Pero no son estrellas de verdad. De ser estrellas cayendo a Tierra, ya se habrían agotado hace mucho tiempo.
Son trocitos de material desprendidos de algún cometa o asteroide, y seguían su propio camino alrededor del Sol
hasta que la Tierra interrumpió su viaje. La fricción con nuestra atmósfera a altas velocidades (10 a 70 km/s) es
suficiente para que estos “meteoroides” alcancen momentáneamente una temperatura tan alta como la superficie
del Sol y queden convertidos en cenizas dispersas. El meteoro es tan breve, que típicamente no excede una
duración de 2 décimas de segundo (Por eso son tan difíciles de ver, parece que juegan a las escondidas).
Aparentemente, este tipo de fenómeno no es muy frecuente, pero –por increíble que parezca- la Tierra recibe
alrededor de 10 toneladas de material meteorítico cada día. Y su cantidad aumenta notoriamente cuando la Tierra
cruza un “torrente de meteoroides”: algo así como un río de partículas que se mantienen fieles a la órbita de un
antiguo cometa. En algunas ocasiones, conocemos a los cometas que las producen: el próximo 13 y 19 de
noviembre, la Tierra atravesará un enjambre de material desprendido por el cometa Tempel-Tuttle y en un par de
noches podremos contar centenares de meteoros que cruzan la bóveda celeste. Las lluvias de estrellas –como son
llamadas estas visitas periódicas- son nombradas de acuerdo a la región del cielo donde parecen originarse los
meteoros. Los fragmentos del cometa Tempel-Tuttle llegan a la Tierra desde la dirección en que se ve la
constelación de Leo y así la lluvia de estrellas de esta fecha se llama “Leónidas”. Las lluvias de estrellas están
rodeadas de mitos: Hay gente que se agacha para no ser golpeada, pero estos fragmentos se consumen a alturas de
80 a 100 km , muy por encima de las rutas de aviación. Otros, se imaginan que se ven como una auténtica lluvia,
cuando en realidad se trata de una llovizna extraordinariamente ligera: pueden pasar minutos entre la precipitación
de un meteoro y el siguiente, de tal modo que hay que esperar con paciencia y atención.
Ciertas artimañas muy sencillas nos pueden ayudar a sacar el máximo provecho de un acontecimiento así: Buscar
un lugar muy oscuro, lejos de la ciudad y de las vías de comunicación transitadas. Adaptar los ojos a la oscuridad
por más de 15 minutos y evitar el uso de linternas de luz blanca: la luz roja es mejor para mantener la visión
nocturna. Es muy recomendable llevar ropa de invierno, pues la lluvia de estrellas suele verse mejor después de
medianoche, cuando el clima es más frío. Contar los meteoros en voz alta mantendrá a todos alerta y un par de
binoculares nos darán la oportunidad de observar el rastro humeante e iluminado que dejan los meteoros más
brillantes (bólidos). No apartes tu mirada del cielo y concentra tu campo de visión a no menos de 45° del horizonte
(No desperdicies tu mirada hacia objetos terrestres).
Pocos son los espectáculos celestes que se pueden disfrutar sin necesidad de equipo costoso y sofisticado, pero una
lluvia de estrellas es para todos y especialmente para aquellos que saben disfrutar de un espléndido cielo a simple
vista con esmero, atención y paciencia.
Que tengan un cielo “lluvioso”, “relampagueante” y muy, muy despejado.
Pablo Lonnie Pacheco Railey
[email protected]
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