Domingo 19º Tiempo durante el año. Ciclo B. Día del Niño

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Domingo 19º Tiempo durante el año. Ciclo B. domingo 12 de Agosto de 2012. Día del Niño
1º Re 19,1-8
Ef 4, 30-5,2
Jn 6, 41-51
“Fortalecido por ese alimento caminó hasta la montaña de Dios”
“Practiquen el amor a ejemplo de Cristo”
“Yo soy el pan vivo bajado del Cielo”
Evangelio
Los judíos murmuraban de Jesús, porque había dicho: «Yo soy el pan bajado del cielo». Y decían:
« ¿Acaso este no es Jesús, el hijo de José? Nosotros conocemos a su padre y a su madre. ¿Cómo
puede decir ahora: "Yo he bajado del cielo?"» Jesús tomó la palabra y les dijo:
«No murmuren entre ustedes.
Nadie puede venir a mí,
si no lo atrae el Padre que me envió;
y Yo lo resucitaré en el último día.
Está escrito en el libro de los Profetas:
"Todos serán instruidos por Dios".
Todo el que oyó al Padre
y recibe su enseñanza,
viene a mí.
Nadie ha visto nunca al Padre,
sino el que viene de Dios:
sólo Él ha visto al Padre.
Les aseguro
que el que cree, tiene Vida eterna.
Yo soy el pan de Vida.
Sus padres, en el desierto,
comieron el maná y murieron.
Pero éste es el pan que desciende del cielo,
para que aquél que lo coma no muera.
Yo soy el pan vivo bajado del cielo.
El que coma de este pan vivirá eternamente,
y el pan que Yo daré
es mi carne para la Vida del mundo».
Comentario
Levántate y come
La primera lectura de este domingo, presenta un episodio de la vida del profeta Elías, tomada
del primer libro de los Reyes. Este hombre de Dios, un profeta justo y celoso de las cosas del Señor,
sufre la persecución con sentencia de muerte, por orden de la Reina Jezabel, ante la muerte los
profetas de Baal. Angustiado y cansado, clama a Dios pidiendo la muerte, en una situación de crisis
y pasando por una prueba tan difícil para su vida. Así lo expresa el texto:
“¡Basta ya, Señor! ¡Quítame la vida, porque yo no valgo más que mis padres!» Se acostó y se quedó
dormido bajo la retama”
Pero el Señor, viene en su auxilio, no abandono a sus hijos fieles. El Salmo 33 es un
testimonio del auxilio de Dios
“Este pobre hombre invocó al Señor: Él lo escuchó y lo salvó de sus angustias”
Dios, a través del Ángel, le concede alimento y agua, que le servirá para continuar su camino,
pero antes su palabra lo consuela, lo reanima y lo fortalece. “Levántate, come”
El profeta, reanuda su camino, fortalecido con este alimento, caminando cuarenta días y
cuarenta noches hasta llegar a la montaña de Dios, el Horeb.
Este suceso del profeta Elías, es todo un simbolismo para cada uno. Antes momentos de
miedo y de muerte, cuando se desatan las contrariedades y las injusticias, la salida pasa por clamar
con Fe al Dios de la vida, para que vuelva a hacerse presente con su gracia y con su misericordia,
dándonos el pan de su Palabra, ahora a través de la Escritura, o utilizando como instrumentos a
personas que como ángeles traen el pan del consuelo y el pan del alimento para que sigamos
caminando en el desierto de esta vida, hacia llegar al monte del Señor, anticipo del cielo, donde ya
no necesitaremos la comida celestial, porque veremos a Dios cara a cara, y donde no habrá ni llanto,
ni penas ni dolor.
Mi carne para la vida el mundo
El evangelio presenta ahora, a Jesús, como a El mismo como verdadero alimento en el
peregrinar de esta vida, pero no como alimento material, que calmó el hambre del profeta Elías, sino
como pan de vida eterna, que siempre sostiene nuestra marcha por este mundo.
Los judíos no entendían este lenguaje. Murmuraban de Jesús, lo criticaban, no entendían
como este hombre, de condición humilde, el hijo de José, puede hablar de que es el pan bajado del
cielo. El texto de San Pablo, no advierte sobre esta conducta y esta falta, cuando no estamos
animados por el Espíritu Santo, y la fe esta dormida, es una puerta abierta a los arrebatos.
Eviten la amargura, los arrebatos, la ira, los gritos, los insultos y toda clase de maldad. Por el
contrario, sean mutuamente buenos y compasivos, perdonándose los unos a los otros como Dios los
ha perdonado en Cristo.
Jesús, explica que se necesita la fe y la gracia, para recepcionar su don, nadie puede venir a
mí sino lo atrae el Padre que me envió. Esta atracción, esta ejercida por el amor de Dios, y no por la
presión o coacción. El Señor aclara que este pan, que es el mismo como alimento, es para la vida
eterna, que no significa que no vamos a morir, sino que nos va a ayudar librándonos de la muerte
espiritual, o a sacarnos de ella. El Señor da un paso más sobre el misterio de su presencia en esta
catequesis eucarística:
El pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo.
No solo es alimento, pan, sino que es carne, vida entregada, en la cruz, y anticipada en las
palabras de la última cena, cuando instituya la eucaristía, tomen y coman esta es mi carne.
Los milagros eucarísticos confirman esta verdad de fe. Para hablar de este misterio la Iglesia
habla teológicamente de palabras precisas, especialmente de transubstanciación. Escuchemos:
El modo de presencia de Cristo bajo las especies eucarísticas es singular. Eleva la Eucaristía por
encima de todos los sacramentos y hace de ella "como la perfección de la vida espiritual y el fin al
que tienden todos los sacramentos" (Santo Tomás de Aquino, Summa theologiae 3, q. 73, a. 3). En
el Santísimo Sacramento de la Eucaristía están "contenidos verdadera, real y substancialmente el
Cuerpo y la Sangre junto con el alma y la divinidad de nuestro Señor Jesucristo, y, por consiguiente,
Cristo entero" (Concilio de Trento: DS 1651). «Esta presencia se denomina "real", no a título
exclusivo, como si las otras presencias no fuesen "reales", sino por excelencia, porque es
substancial, y por ella Cristo, Dios y hombre, se hace totalmente presente» (MF 39). (1374)
El Concilio de Trento resume la fe católica cuando afirma: "Porque Cristo, nuestro Redentor, dijo que
lo que ofrecía bajo la especie de pan era verdaderamente su Cuerpo, se ha mantenido siempre en la
Iglesia esta convicción, que declara de nuevo el Santo Concilio: por la consagración del pan y del
vino se opera la conversión de toda la substancia del pan en la substancia del Cuerpo de Cristo
nuestro Señor y de toda la substancia del vino en la substancia de su Sangre; la Iglesia católica ha
llamado justa y apropiadamente a este cambio transubstanciación" (DS 1642). (1376)
El Padre Rainero Cantalamessa hace una hermosa catequesis sobre la realidad de la
transubstanciación:
Para comprender transustanciación pedimos ayuda a una palabra cercana a ella y que nos es más
familiar: la palabra transformación. Transformación significa pasar de una forma a otra,
transustanciación pasar de una sustancia a otra. Pongamos un ejemplo. Al ver a una señora salir de
la peluquería, con un peinado completamente nuevo, es espontáneo decir: «¡Qué transformación!».
Nadie sueña con exclamar: «¡Qué transustanciación!». Claro. Ha cambiado su forma y aspecto
externo, pero no su ser profundo ni su personalidad. Si era inteligente antes, lo sigue siendo ahora;
si no lo era, lo siento, pero tampoco lo es ahora. Han cambiado las apariencias, no la sustancia.
En la Eucaristía sucede exactamente lo contrario: cambia la sustancia, pero no las apariencias. El
pan es transustanciado, pero no transformado; las apariencias (forma, sabor, color, peso) siguen
siendo las de antes, mientras que cambia la realidad profunda: se ha convertido en el cuerpo de
Cristo. Se ha realizado la promesa de Jesús escuchada al comienzo: «El pan que yo daré es mi
carne para la vida del mundo».
El Señor nos llama a comer de su pan vivo, transustanciado, pero también a ser pan para los
hermanos dejarnos comer por ellos, en nuestro tiempo, y entrega, ser pan fresco, de caridad, y
docilidad, no duros como piedras, ser pan sabroso, que irradie alegría y gusto de compartir la vida,
ser pan solidario, que este dispuesto ayudar materialmente y espiritualmente con el hermano.
Padre Luis Alberto Boccia. Cura Párroco. Parroquia Santa Rosa de Lima. Rosario
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