“La eutanasia es homicidio” - Universidad Católica de Córdoba

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“La eutanasia es homicidio”
Por Natalia Lazzarini
No es fácil hablar sobre ética en la medicina y, menos, sobre eutanasia. Son temas en los que los argumentos dispares llegan a
dividir hasta países enteros. Y mientras a nivel nacional los miembros de la Suprema Corte de Justicia acordaron negar todo tipo
de entrevista directa con la prensa, en Córdoba, un vocal del órgano más importante de Justicia de la provincia accedió a dar su
postura ante La Voz del Interior sobre un tema tan polémico como lo es la eutanasia y los derechos de los enfermos.
La estrategia comunicacional de Armando Andruet no es casual. El vocal del Tribunal Superior de Justicia y director del Centro
de Bioética de la Universidad Católica de Córdoba sostiene que el debate y el intercambio de ideas es necesario para que una
sociedad internalice una norma. “No se puede aprobar por decreto una ley como la del testamento vital (ver “Voluntad anticipada”)
si la sociedad no está preparada para eso. El proceso anterior a la creación de una norma es muy rico y necesita de un mayor
compromiso de la sociedad civil. Los actores son quienes tienen que instalar estos temas para que sean debatidos”.
¿Qué opina sobre la eutanasia?
–Estoy en contra de la eutanasia, en primer lugar, porque es un homicidio. Desde el punto de vista jurídico, es una conducta que
se define como matar a otro para evitarle el sufrimiento o quitarle el dolor y la medida de dolor no es una medida objetiva sino
subjetiva. No existe razón que pudiera sostener una norma con un carácter particular o subjetivo, ésta siempre debe ser general.
Pero, además, sostengo razones desde la ética: si me quito la vida o pido aplicar eutanasia a otro estoy afectando a terceros, es
un problema social. No es que es un problema sólo de esa persona.
¿Existe una tendencia por parte de los médicos a prolongar la vida del paciente a cualquier precio?
–Pienso que en el fondo existe una mentalidad médica fuertemente dominante que cree que no existen enfermedades incurables y
que si una persona no muere, la ciencia ha triunfado. Nosotros mismos defendemos este paradigma cuando tenemos a un ser
querido enfermo y les pedimos a los médicos: “Hagan todo lo que puedan”, pero ¿estamos seguros de saber qué significa eso?
Esa conducta se llama distanacia o encarnizamiento terapéutico y se hace posible porque hay un soporte técnico que lo permite.
La naturaleza humana es conservada en vida a costa de haberla cosificado u objetivado. No se permite ni la muerte natural ni se
concluye en un acto eutanásico. Esto existe actualmente pero todos tenemos derecho a una muerte digna.
¿Cuál es la salida que cree conveniente frente a la intervención de los médicos en pacientes terminales?
–En Argentina tenemos la herramienta del consentimiento informado. Presupone que el paciente es un sujeto que tiene capacidad
para comprender y discernir el tipo de tratamiento que le de el médico.
Un juez marplatense impidió en 1995 que a un enfermo le sea amputada su pierna y, a los tres días, el paciente
murió.
–Ahí se abre un camino de la jurisprudencia sobre los derechos de los enfermos en el que se le reconoce a esa persona un poder
de autonomía. Si un paciente tiene una pierna engangrenada y el médico ordena su amputación para alargarle la vida pero la
persona opta por morir con las dos piernas, el juez le da la razón al paciente. Si a los pacientes se les reconoce su autonomía para
decidir aun a costa de morirse, ¿no se podrá pensar que esta persona tiene la capacidad de definir posiciones para cuando no
pueda decidir por sí misma porque va a estar inconsciente?.
Usted se está refiriendo al testamento vital. ¿Cree que debería implementarse en nuestro país?
–Yo creo que estamos en ese camino. Es un instrumento que ayudaría mucho a la gente. Si para muchos la muerte es una
realidad que la vemos muy lejana, pero a cierta edad de la vida, la muerte se convierte en una obsesión. En muchas personas la
muerte se da como un proceso lento y de agonía, y uno quiere tener la tranquilidad de que nos vamos a morir lo mejor posible. Y
no estar pendientes de una amenaza.
Espejo o reflejo
En el caso de que usted tuviera que resolver como miembro del Superior Tribunal de Justicia un caso como el de
Terri Schiavo, ¿qué decisión tomaría?
–No voy a opinar desde mi función de juez sino como estudioso de la bioética y en los contextos de realidad que tenemos hoy. Los
contextos de realidad a mí me indicarían inicialmente que si el caso de Estados Unidos fuese el caso nuestro, en Córdoba, un juez
no podría ordenar desconectar a un paciente como en Estados Unidos. Porque hay un marco legislativo en Estados Unidos que
aquí no existe. Allí está permitido el testamento vital y sobre esa base es que el esposo de la señora Schiavo intenta demostrar
que la mujer le había dicho que frente a determinadas circunstancias ella no quisiera pasar por un encarnizamiento terapéutico. Es
una cuestión de prueba, es algo que se debe demostrar, pero esa cuestión se enmarca en un plafón legal. Eso aquí no existe.
¿Existe un vacío legal en Argentina?
–Sí. Pero creo que estamos en puertas de cambios legislativos importantes. De todas maneras, la Justicia no puede resolver todos
los temas, no se puede judicializar todo. La sociedad tiene que discutir acerca de los mecanismos y los instrumentos para resolver
sus problemas.
¿Es necesario un cambio en la legislación?
–Sí. Son cuestiones muy importantes para dejarlas en la incertidumbre. En principio, no debe confundirse la eutanasia con este
proyecto de testamento vital, aunque son campos lindantes. En estos proyectos hay una indicación que bajo ningún aspecto los
médicos podrían obrar en contra del derecho.
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