Problemas y conflictos ambientales

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El manejo de conflictos ambientales como herramienta para la sustentabilidad ambiental
Dr. Luis Alfonso Sandia Rondón1
Centro Interamericano de Desarrollo e Investigación Ambiental y Territorial
Universidad de Los Andes (CIDIAT-ULA).
Mérida, Venezuela
Telf. 00 58 274 2449511. Fax 00 58 274 2441461
[email protected]
Resumen
El avance de la gestión ambiental no ha sido totalmente exitoso para superar las inadecuadas relaciones
entre el uso del ambiente, su conservación y el mejoramiento de la calidad de vida de la población. La
experiencia demuestra intensificación de la degradación de recursos naturales y crecimiento del número
de personas en condiciones de pobreza. Surge entonces la necesidad de abordar los problemas
ambientales desde perspectivas alternativas, que pasen por la participación de los actores involucrados,
los acuerdos por consenso y el reconocimiento de las responsabilidades de todos frente a las situaciones
de deterioro ambiental. Aquí se abordan los principios y bondades del manejo de conflictos
ambientales, herramienta usada cada día con mayor fuerza, dentro de la realidad ambiental
latinoamericana. Esto implica un enfoque metodológico que explota la capacidad social de la
participación voluntaria, plural, creativa y pacífica como herramienta de trabajo para la resolución de
los problemas ambientales que afectan los entornos locales, y que, en suma, se convierten en problemas
globales.
1
Geógrafo, Doctor en Ciencias Naturales. Profesor del Centro Interamericano de Desarrollo e Investigación
Ambiental y Territorial - Universidad de Los Andes (CIDIAT-ULA). Mérida, Venezuela
El manejo de conflictos ambientales como herramienta para la sustentabilidad ambiental
Dr. Luis Alfonso Sandia Rondón
Centro Interamericano de Desarrollo e Investigación Ambiental y Territorial
Universidad de Los Andes (CIDIAT-ULA).
Mérida, Venezuela
Telf. 00 58 274 2449511. Fax 00 58 274 2441461
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Introducción
Los avances en materia ambiental, caracterizados por acuerdos internacionales, aprobación de políticas
de sustentabilidad, promulgación de marcos jurídicos, fortalecimiento de la investigación y
capacitación, y formulación de medidas de control ambiental, han sido poco exitosos para superar las
inadecuadas relaciones entre el uso del ambiente, su conservación y el mejoramiento de la calidad de
vida de la población. Organismos internacionales y la experiencia a nivel local, indican que en las
últimas décadas se ha intensificado la degradación de los recursos naturales y ha crecido el número de
personas en condiciones de pobreza en el mundo (CIDIAT-GTZ, 2002).
La experiencia ha demostrado, la necesidad de abordar los problemas ambientales desde perspectivas
alternativas que pasan por la participación de los actores involucrados, los acuerdos por consenso y el
reconocimiento de las responsabilidades de todos frente a las situaciones de deterioro ambiental.
Paralelamente se ha reconocido la necesidad de identificar, probar y difundir herramientas
metodológicas que permitan superar las actuales deficiencias en las acciones tendientes a la
sustentabilidad ambiental del desarrollo.
En este trabajo se abordan los principios y bondades del manejo de conflictos ambientales, el cual
constituye una herramienta que cada día debe cobrar mayor fuerza dentro de la realidad ambiental
latinoamericana. En síntesis, el manejo de conflictos ambientales implica un enfoque metodológico que
explota la capacidad social de participación voluntaria, plural, creativa y pacífica como herramienta de
trabajo para la resolución de los problemas ambientales que afectan los entornos locales y que, en
suma, se convierten en problemas globales.
Gestión ambiental y conflictos ambientales
Desde mediados del siglo XX, la sociedad mundial ha experimentado una creciente atención por los
aspectos relacionados con la contaminación ambiental, la pérdida del patrimonio natural y sus
incidencias negativas en las condiciones de calidad de vida de la población. Hasta esos años, tales
aspectos no estuvieron presentes en la agenda de las preocupaciones de gobiernos, políticos, opinión
pública y sociedad en general, y probablemente su interés se restringía a pequeños grupos de
científicos, académicos o grupos sociales sensibilizados en la ecología y las ciencias de la tierra.
Pese a que el interés por el ambiente y por las implicaciones que sobre él tienen las actividades
humanas, tales efectos negativos no son recientes. Desde los inicios de la civilización, el hombre ha
intervenido y alterado las condiciones naturales de su entorno con el propósito de satisfacer sus
necesidades. La domesticación de plantas y animales, que implico inicio de la civilización, marca el
inicio masivo, organizado y estructurado de ese proceso de alteración del entorno natural. En efecto, las
actividades agrícolas imponen la necesidad primaria de preparación del área de cultivo, que implica
casi siempre la eliminación o intervención de la cobertura vegetal y la consecuente exposición directa
del suelo a las condiciones meteorológicas, el potencial arrastre de sedimentos y pérdida del suelo, la
sedimentación y turbiedad de los cuerpos de agua, los potenciales cambios micro-climáticos, entre
otros efectos ambientales subsecuentes.
Tales implicaciones fueron prácticamente inofensivas en términos globales hasta décadas muy
recientes, dada la alta magnitud de la oferta de áreas naturales prístinas del mundo. Sin embargo, el
incremento de las presiones de uso por el surgimiento de nuevas formas de explotación e
intensificación de las existentes, han superado las capacidades propias del ambiente para recuperar sus
condiciones naturales y ponen en peligro la permanencia de especies, ecosistemas y la propia
supervivencia del hombre en el planeta. Entre tales formas de presión sobre el medio natural destaca la
minería, la industria, la urbanización, la agricultura y su revolución verde. También cuentan como
importantes el crecimiento demográfico de los últimos cien años, la exacerbación de los patrones de
consumo de una parte de la población mundial y los fuertes desequilibrios sociales que favorecen el
creciente número de población en condiciones de pobreza, cuyos efectos fueron declarados en la
Conferencia de Río de Janeiro (1992) como el principal problema ambiental del mundo. Las formas de
tensión sobre los recursos naturales y el ambiente en general, están caracterizadas también por el
incentivo permanente de fuertes diferencias entre ricos y pobres (grupos sociales, países y sectores de
las propias ciudades), lo que implica finalmente consecuencias dramáticas sobre las posibilidades
equitativas de acceso de mayoritarios sectores de la población a la satisfacción de las necesidades
básicas humanas.
Como consecuencia, hoy los aspectos relacionados con el aprovechamiento sustentable de los recursos
naturales son considerados como retos ineludibles de las generaciones presentes, a fin de garantizar la
supervivencia de la vida del hombre en el planeta, así como el compromiso ético y moral necesario
para que los contingentes humanos desfavorecidos social, económica, -y a veces ecológicamentepuedan acceder a la satisfacción de sus necesidades, en condiciones de equidad natural, económica,
social y cultural.
De las relaciones del hombre y la sociedad con la naturaleza surgen procesos de tensión asociados al
uso de los recursos naturales y sus cada vez más mayor escasez. Eso genera disputas por la apropiación
de su uso, lo cual evoluciona a condiciones de conflictos, enmarcados hoy día en lo que técnicamente
se ha denominado Conflictos Ambientales o “Socio Ambientales”.
Qué es el Conflicto Ambiental
En términos generales podría entenderse por Conflicto al enfrentamiento entre dos o más partes debido
a los desacuerdos por la distribución, uso o dominio de los recursos materiales o simbólicos. González
(1997) basado en autores como Ross, Pruitt, Rubin y Kreisberg, define al conflicto como aquella
situación en que las partes están en desacuerdo o tienen posiciones encontradas con respecto a la
distribución de los recursos materiales y/o simbólicos determinados; por ello actúan movidas por la
percepción de que los intereses de cada uno de los actores involucrados son contrapuestos.
El Conflicto Ambiental a su vez estaría enmarcado en una disputa o enfrentamiento declarado entre dos
o más partes, por la posibilidad del usar o poseer recursos naturales. Ese acceso a los recursos podría
tener dos características, a saber: una asociada a un usufructo real, tangible, como la extracción de
minerales, utilización de tierras para la agricultura o el agua de un río para riego; y otra, relacionada a
un uso simbólico como el resguardo de un área con significado histórico-cultural o místico-religioso, o
sencillamente poseer el derecho de mantener el bien o recurso bajo el poder de una de las partes sin
necesidad de intervenirlo o aprovecharlo directamente. Un ejemplo de este caso sería la disputa de una
comunidad, que reconoce valores místico-religiosos de área cercana, contra el gobierno o un promotor
privado que planifica la utilización las tierras para un desarrollo industrial, residencial o su afectación a
través del emplazamiento de una carretera. Ambas posiciones implican usos, uno de resguardo,
preservación, y otro directo, de aprovechamiento de sus potencialidades naturales o de ubicación
estratégica.
De la definición de conflicto pueden destacarse cuatro aspectos de fundamental importancia, a saber:
1. Los conflictos se presentan porque surgen actores o partes que manifiestan Posiciones en
desacuerdo o encontradas. Cada una de ellas tiene argumentaciones contrapuestas, aparente o
realmente, irreconciliables sobre un mismo asunto. Normalmente la raíz de los conflictos se
establece en la defensa de lo propio, con argumentaciones unilaterales que no involucran o
consideran las posiciones o puntos de vista que los demás actores tengan sobre la misma
circunstancia. Con ello se enfatiza que una situación de conflicto requiere de al menos dos partes o
actores que manifiesten o expresen desacuerdo frente a una situación cualquiera.
2. La forma de distribución y o apropiación de los recursos naturales o simbólicos es normalmente
una causa potencial de conflictos. Los recursos constituyen en esencia la raíz de los conflictos. La
incertidumbre general y la certeza particular de cada actor involucrado acerca de cómo se utilizan
los recursos y en qué medida se va a tener acceso a ellos en condición de propiedad, es lo está
siempre detrás de la situación conflictiva. Esa manera de distribución y acceso a los recursos genera
tensiones que desencadenan los conflictos, bajo la sospecha -o la evidencia- de que en la medida
que los demás actores usen o usufructúen el o los recursos en cuestión, se le limitará a la otra parte
las posibilidades de acceso y uso del mismo.
3. Los conflictos se manifiestan basados muchas veces en el terreno de las percepciones distintas, es
decir, cada una de las partes tiene una percepción distinta de la situación conflictiva. Mientras que
una parte puede percibir que una cuenca hidrográfica, por ejemplo, debe estar reservada para su
protección y el mantenimiento irrestricto de sus componentes ecológicos que la conforman, otros
sectores están interesados en el aprovechamiento económico de la misma mediante la explotación
de sus recursos. Muchas veces las percepciones aparentemente contrarias pueden ser absolutamente
complementarias, especialmente si las partes están dispuestas a ceder terreno para encontrar
campos de conciliación. Por ejemplo, un aprovechamiento sustentable de la cuenca, en el caso que
se indica, permitiría el mantenimiento de los valores ecológicos naturales del área a la vez que
favorecería el crecimiento económico de la población asociada y el mejoramiento de su calidad de
vida. He aquí una gran potencialidad del manejo alternativo de conflictos ambientales.
4. La existencia de intereses reales de las partes, pocas veces expuestos de manera explícita por los
actores en conflicto. Los conflictos además de estar enmarcados por posiciones y/o percepciones,
también están caracterizados por intereses específicos o difusos, explícitos u ocultos que pueden ser
de carácter económico, cultural, histórico, simbólico, emocional, etc. y que son los que en definitiva
mueven a los actores a enfrentarse.
Problemas y conflictos ambientales
Para reconocer los conflictos ambientales hay que tener en cuenta su estrecha relación con las
condiciones problemáticas de carácter ambiental y por ello es necesario determinar las sustanciales
diferencias entre problema ambiental y conflicto ambiental, lo cual normalmente genera confusiones
que no contribuyen adecuadamente para su manejo.
Un conflicto impone la necesaria participación de dos o más partes enfrentadas por intereses real o
aparentemente incompatibles. En ese sentido puede afirmarse que el enfrentamiento entre las partes
constituye una condición básica del conflicto. El enfrentamiento al que se hace referencia no es
meramente simbólico, asumido o sospechado, pues para determinarse la condición de conflicto, el
enfrentamiento debe ser explícitamente declarado: una parte debe reconocer que hay al menos otra que
se opone a sus intereses y que las actuaciones de aquella pueden poner en riesgo el logro sus objetivos.
Por lo tanto, se ve movida a enfrentarla o encararla a fin de solventar ese bache que significan los
intereses y la posición de la otra parte para el logro de sus propios intereses o propósitos.
Por su parte, las situaciones problemáticas en materia ambiental, están caracterizadas por las
afectaciones reales o potenciales de las condiciones naturales de calidad del ambiente, o de uno de sus
componentes. En la medida en que un componente ambiental pierde o está en riesgo de perder, por
razones naturales o antrópicas sus niveles de calidad ambiental, se estaría en presencia de un problema
ambiental que ameritaría ser resuelto a través de la aplicación de alguna medida de control ambiental,
correctiva, mitigante o preventiva. Un problema ambiental puede ser reconocido una vez que se
presentan las condiciones de deterioro ambiental o puede ser identificado previo a su aparición a través
de ciertos síntomas o indicadores de riesgo. Ante los problemas ambientales potenciales será necesario
el desarrollo de medidas de prevención que eviten o mitiguen la definitiva ocurrencia del problema. En
términos de una gestión ambiental eficientemente desarrollada, siempre será necesario, y
definitivamente preferente, la implementación de medidas preventivas, las cuales no solo pueden
implicar acciones de instalación o construcción de obras civiles (infraestructurales), sino aquellas de
carácter administrativo o político-legales, como la declaración de un área protegida o el desarrollo de
un programa de educación ambiental o de gestión comunitaria, entre otras.
Un problema ambiental no llega a ser un conflicto cuando, ante el problema, las posiciones de los
actores sociales son de aceptación, resignación o indiferencia; nadie se preocupa ni se ocupa del asunto
con lo cual el problema ambiental puede sencillamente evolucionar sin la atención de los actores
sociales probablemente afectados o involucrados, tanto en su aparición como en sus consecuencias
degradantes. Puede darse el caso que el problema ambiental mueva a los actores a reaccionar y de
manera más o menos efectiva desarrollen mecanismos para controlarlo, restituyendo las condiciones
ambientales degradadas a sus condiciones originales, o mitigando las incidencias del deterioro. Si en
tales circunstancias las posiciones e intereses de los actores no se enfrentan, sino que, de manera
solidaria, se unen para corregirlo, tampoco se dan las condiciones para el surgimiento del conflicto.
Sin embargo, un conflicto ambiental se presenta como consecuencia de un problema ambiental, cuando
las condiciones de deterioro o daño de la calidad ambiental constituyen las causas de las diferencias y
de las posiciones encontradas entre los actores. Así el problema ambiental se convierte en conflicto.
Fases del Conflicto Ambiental
Los conflictos ambientales tienen una serie de fases que van desde estadíos en los cuales son
inexistentes o imperceptibles hasta condiciones de crisis donde se hace imperativo la necesidad de
enfrentarlos para disminuir o en el mejor de los casos eliminar sus consecuencias negativas.
González (1997), plantea que las relaciones sociales de individuos o grupos humanos se identifican
varios niveles, a saber: Cooperación, Indiferencia, Competencia, Tensión, Conflicto y Crisis. En efecto
cada una de estos niveles indican unas formas de relación que van desde fases de armonía, cordialidad,
cooperación, hasta formas enmarcadas en la disputa, el enfrentamiento (ver figura 1).
Cooperación
Indiferencia
Competencia
Tensión
Conflicto
Crisis
Planificación Participativa
Proceso de Consulta
Proceso de Negociación de Conflictos
Figura 1. Fases de evolución de los conflictos.
Fuente: González, 1997
Manejo de conflictos ambientales
A partir de la década de 1950 en Europa y Estados Unidos se inicia la reflexión sistémica sobre la
resolución de conflictos. Este enfoque se inscribe en una nueva sensibilidad, radicalmente contraria a la
violencia, que cobra ímpetu en occidente después de la segunda guerra mundial. En realidad la
experiencia de dos conflictos bélicos mundiales y sus traumáticas consecuencias imponían la búsqueda
de estrategias alternativas a las diferencias entre partes enfrentadas. Por ello, desde esos años se
estructuraron centros especializados sobre el manejo de conflictos en los países desarrollados. Sin
embargo, este era un campo relativamente desconocido hasta hace pocos años en los países de habla
hispana (Martínez, 1999) y normalmente estuvo restringido a problemas o conflictos de matices sociopolíticos o culturales. Debido a esto, las técnicas de negociación, facilitación o mediación enmarcadas
dentro del manejo de conflictos han sido ampliamente aplicadas y desarrolladas en conflictos
sociopolíticos de América Latina. Vale decir también que en el campo social y político las técnicas de
manejo de conflictos han sido implementadas unas veces con más éxitos que otras, debido a que el
eficiente manejo de conflictos impone ciertas condiciones básicas de sentido común, voluntad de
negociación y transparencia, no totalmente puestas como fundamento en el manejo de conflictos que en
lo político se ha practicado en nuestra región.
Sin embargo, muy poco se ha experimentado en la aplicación de estas herramientas en el campo de las
disputas por el aprovechamiento de recursos naturales y los conflictos ambientales -socioculturales y
físico naturales, que es el interés de este trabajo. Hay que hacer por supuesto la salvedad que se
entiende que los conflictos sociopolíticos no son ajenos a los conflictos ambientales y que los
conflictos de carácter físico-natural tienen un importantísimo y fuerte componente de carácter social,
económico, político y cultural. Por ello muchas veces se tienden a denominar conflictos socioambientales, enfatizando el carácter social y cultural vinculado a lo físico-biótico.
Debido a que los mecanismos normales u oficiales, que se han instaurado en la sociedad reciente para
enfrentar los conflictos, son la mayor parte de las veces complicados, limitados, costosos y largos, con
formas de interpretación rigurosamente apegadas a legislaciones, tales conflictos no se controlan
eficientemente, y mucho menos disminuyen sus consecuencias negativas sobre el ambiente, los
recursos naturales y el hombre mismo. Bajo esa premisa, los enfoques de manejo alternativo de
conflictos ambientales surgieron como alternativa viable, económica y definitivamente eficiente para
manejar los conflictos, revalorizando formas tradicionales presentes en el quehacer cotidiano de los
pueblos y amparadas también en estrategias novedosas de participación social voluntaria, plural,
responsable, creativa y pacífica en los procesos de gestión pública. Este enfoque, que fue originalmente
desarrollado en las ciencias sociales, no es exclusivo de éstas, coma ya se ha dicho. Sin embargo, ha
tenido su incidencia más importante en organismos de carácter educativo, de promoción del desarrollo,
de los derechos humanos y de gestión pública en general.
González (1997), indica que ante el incremento de los conflictos ambientales, las respuestas
convencionales ofrecen poca eficacia para resolverlos. Gran parte de las veces se acude a fórmulas
judiciales mediante querellas interpuestas ante tribunales, lo cual ofrece opciones de baja eficacia para
resolver el conflicto, dado que los marcos legales están poco articulados y frecuentemente ignoran, o
abordan insuficientemente, la materia ambiental en su dimensión social y natural. A esto se añaden
también los mecanismos de corrupción instaurados como estrategias de superioridad de algunos actores
que inciden desgraciadamente muy frecuentemente en el ámbito legal para amoldar las decisiones, sin
permitir alcanzar un estadío de consenso y satisfacción suficiente para todas las partes. Esto
definitivamente no contribuye a la solución de conflictos, sino definitivamente los acentúa y prolonga.
Además, los tratamientos convencionales a los problemas ambientales, están normalmente apegados a
formulaciones técnicas muy específicas que no integran una visión holística de lo ambiental y donde
pocas veces se refuerza la participación activa de la comunidad como actor fundamental en la búsqueda
de estrategias de solución sustentables.
También es común, y esperable, que ante las diferencias de los actores involucrados en los conflictos
por intereses y posiciones, quienes trabajan en pro de la solución no están especialmente preparados a
fin de orientar a la búsqueda de puntos de encuentro a partir de los cuales se generen acuerdos que
permitan a las partes beneficiarse de manera simultánea con alternativas sustentables social y
ecológicamente.
En ese sentido, se han propuesto y desarrollado diferentes formas de manejo alternativo de conflictos
las cuales destacan la conciliación, el arbitraje, la consulta y la negociación. Las mismas pueden ser
desarrolladas de manera particular o complementariamente en un proceso alternativo de manejo de
conflictos. Las variantes metodológicas para la resolución de conflictos ambientales, recientemente
difundidas, son tema de interés para los organismos públicos encargados de la gestión ambiental y para
la sociedad civil que busca incidir en el manejo de su ambiente.
González (1997) indica cinco procedimientos alternativos de manejo de conflictos a saber: la
conciliación, el arbitraje la consulta, la negociación mediada y el proceso de construcción de
consensos. Cada una de esas técnicas tiene sus características particulares y de acuerdo a las mismas
pueden ser desarrollados con mayor o menor éxito, dependiendo de las circunstancias específicas de
cada conflicto. A la vez, estas técnicas, no son absolutamente excluyentes; por el contrario pueden ser
perfectamente complementarias. De los procedimientos planteados solo los mecanismos de
conciliación o arbitraje pueden parecerse o corresponder a regulaciones o mecanismo jurídicos
existentes en nuestros países.
La conciliación, por ejemplo, es muy propicia para resolver conflictos de poca envergadura. Implica
que un actor, distinto a las partes en conflicto y que goce del reconocimiento de éstas, por su
imparcialidad y credibilidad, ejerza las veces de mediador. Este actor debe aproximarse a escuchar y
conocer las diferentes posiciones e intereses de cada uno de contendientes para buscar y proponer
estrategias de acercamiento que permitan aproximarlas a estadíos de solución aceptables para todas.
Este procedimiento pude ser reconocido como un mecanismo normal utilizado en sociedades
tradicionales, donde el conciliador puede ser el anciano más respetado entre los vecinos, un abogado
con muy clara reputación, o un juez de paz. Este proceso además se caracteriza por la posibilidad de
llegar a arreglos entre las partes solamente con la intermediación del conciliador y no requieren del
enfrentamiento de las partes contendientes en una mase de discusión. En este proceso las partes no
necesariamente se enfrentan, sino que comunican con el conciliador que sirve de puente entre ambas.
El arbitraje implica también la intervención de un tercero, que conoce reglas de cumplimiento general,
bien de carácter formal (normativa legal vigente en el país o región), o bien de carácter informal
(tradicionales, culturales, místicas o religiosas) las cuales son conocidas –y aceptadas- por las partes y a
las cuales deberían apagarse para la búsqueda de entendimientos que superen las condiciones
conflictivas. El árbitro sería, tal y como el caso anterior, alguien envestido de autoridad moral, social
que puede ser, en algunos casos, reforzada por un reconocimiento oficial. Puede ser un abogado o un
juez de paz (ambos con apoyo de poder oficialmente declarado), siempre y cuando gocen del
reconocimiento y confiabilidad de las partes enfrentadas. Además del conocimiento y ajuste a normas
oficiales, morales, religiosas, familiares o tradicionales, el árbitro se caracteriza por recurrir en el
proceso de arbitrio al enfrentamiento en una mesa de discusión y acuerdo a las partes en conflicto,
permitiendo la puesta en la mesa de los argumentos de ambas, pero a la vez, presentando para la
discusión y el posible acuerdo, sus propios argumentos basados en las normas por todos reconocidas
que le sirven de base.
La consulta requiere de la actuación de actor independiente con legitimidad social suficiente para que
desarrolle el papel de facilitador entre las partes enfrentadas. El proceso se caracteriza porque este actor
convoca a las partes enfrentadas a escucharse mutuamente, considerando y reconsiderando en el
proceso de consultas sucesivas, las posibilidades de cambio o las reformulaciones de sus
planteamientos en la medida que se van integrando las opiniones de los otros actores contendientes. En
el proceso interactivo se van tomando en cuenta progresivamente las opciones de acercamiento a
soluciones planteadas sucesivamente por el facilitador, quien debe explicar claramente a cada una de
las partes, cómo tomó en consideración los diferentes puntos de vistas, necesidades, intereses y
posiciones de los actores en conflicto, y cómo cada una de las partes pueden salir beneficiadas al
suscribir el acuerdo potencial que el facilitar plantea como resultado de las sucesivas rodas de
consulta.
La negociación, como en los dos últimos casos, implica que los actores en conflicto acepten sentarse a
la mesa de discusión. La posibilidad de conformar la mesa de discusión o negociación va depender de
la decisión de los actores o conflicto, y puede ser propuesta por uno de ellos o un actor extraño. La
negociación puede ser realizada de manera directa por los actores en conflicto, pero para ello se
requieren de unas condiciones bien particulares referidas a: 1) suficiente voluntad por arribar a
acuerdos, 2) acuciante necesidad del acuerdo y/o 3) una desarrollada cultura de negociación que a
veces es innata en los grupos sociales y pocas veces valorada. También la negociación puede llevarse a
cabo con la participación de un actor externo, igualmente reconocido y valorado positivamente por
todos, que serviría de facilitador.
La negociación, como se ha indicado, no se ajusta con normalidad a los procesos judiciales o
normativos utilizados para zanjar conflictos. Esta surge, como los otros mecanismos señalados, de las
tradiciones y la idiosincrasia de los actores en conflicto, o de su voluntad, positiva disposición y buen
criterio para la búsqueda de soluciones. González (1997) señala por una parte que este proceso en el
más eficaz para enfrentar conflictos ambientales. Trolldalen (1992), Ruiz (1995), Restrepo (1995) y
Zazueta (1995) citados por González (1997) destacan además la importancia de la negociación mediada
para dirimir conflictos mayores o de carácter violento a diversas escalas.
En cualquier caso, los procesos alternativos de manejo de conflictos requieren de algunas condiciones
que les particularizan como procedimientos alternativos, no ajustados del todo a los procedimientos
jurídicos convencionales. Entre tales características cabe mencionar: l) la creatividad, para explorar
formas distintas de solución y acuerdos que pueden ser novedosas o tradicionales, normalmente no
valorizadas o frecuentemente desechadas por las vías convencionales; 2) la flexibilidad, que implica no
sustentar los procesos en estrategias finamente acabadas y absolutamente apegadas a guiones rígidos
preestablecidos que impidan oportunamente amoldarse a circunstancias cambiantes y/o no previstas; 3)
la voluntad política de los actores públicos de decisión para que apoyen e instauren de manera eficiente
estos mecanismos como procedimientos alternativos a los cuales recurrir ante las demostradas fallas de
los métodos convencionales, esto permitiría darle incluso rango o apoyo institucional, esto podría
mejorar la gestión pública en materia ambiental; 4) la paz, como marco y principio de gestión, esto
implica el desechar las estrategias violentas por formas cordiales de acercamiento y respeto a la
persona humana, su género, su dignidad e idiosincrasia.
Otras condiciones no menos importantes se refieren a la necesaria conciencia pública del conflicto y
del problema ambiental asociado. En un mundo sensible, litigante, cuestionador, es siempre saludable
la disputa y la controversia positiva; ella ayuda sin duda alguna a propiciar los necesarios cambios y
potencia la transformación del status quo para arribar hacia estadíos de beneficio para todos. Sin
embrago, esa posibilidad requiere de un alto grado de sensibilidad que puede ser construido
progresivamente a través de un proceso de formación, educación y concienciación ambiental.
También la responsabilidad y el compromiso constituyen eslabones fundamentales para el
enfrentamiento y manejo de los conflictos ambientales. Tales condiciones permiten encontrar confianza
mutua entre las partes en conflicto y reconocer que cualquier acuerdo que se decida en la mesa de
negociación será cumplido cabalmente por las partes responsables, alentando a la vez a los actores no
primariamente comprometidos a dar respuestas similares ante la contundencia y responsabilidad de los
demás actores.
Además, para adelantar exitosamente el proceso de manejo alternativo de conflictos ambientales los
actores enfrentados deben mostrar posibilidades de disposición al diálogo, debe ser un proceso
voluntario, sin coerciones, ni violencia y debe ser plural y participativo.
Frente a un conflicto no necesariamente los actores involucrados pueden tener intereses contrapuestos,
distintos. Puede darse el caso que un conflicto ambiental sea generado por la necesidad de distintas
partes de usar un recurso natural escaso, por parte de actores distintos, con propósitos comunes, pero
individualizados. Sería el caso de dos grupos de agricultores, usuarios del agua de una cuenca para
riego. En esta situación el uso actual o potencial del agua es el mismo por parte de los actores y
probablemente perfectamente compatibles con las condiciones ambientales.
La superación aparente de los conflictos no necesariamente resuelven los problemas ambientales, y
probablemente en estos casos se dejan las puertas abiertas para la aparición postergada de nuevas
expresiones conflictivas que requieran ser atendidas. Es posible que las partes pacten mediante el
soborno de un actor con capacidad económica o con poder de decisión suficiente para “comprar” el
apoyo o aceptación popular o administrativa de sus intereses y/o fines. Se destaca aquí que cuando
queda en la “mesa de conflictos” solo una de la partes enfrentando, desaparece el conflicto pues su
condición básica para que se manifieste es que exista al menos dos partes enfrentadas. En tal caso, una
parte cede a los intereses de la otra. Por ello, si un actor no tiene contrincantes no tiene enfrentamiento
y por tanto no tiene objeciones para llevar a cabo sus intereses mediante el uso particular de un bien.
La manifestación de los conflictos está necesariamente fortalecida en las condiciones de participación
libre, voluntaria, asociada indubitablemente a regímenes de participación, abiertos, plurales, libres,
democráticos. Sin la democracia verdadera los conflictos son soterrados, abortados, eliminados a priori,
pues las condiciones reinantes inhiben la participación y favorecen la avasallante actuación de los
actores vinculados al poder, por encima de los intereses y deseos de aquellos que, dada la fuerza y el
autoritarismo, carecen de los medios legales para la expresión de sus deseos en condiciones de
igualdad.
Conclusión
Ante el avasallante surgimiento de situaciones de conflicto asociadas al uso y aprovechamiento de los
recursos naturales que se presentan en nuestras realidades latinoamericanas, es necesario el
fortalecimiento de estrategias de gestión ambiental que aborden de manera integral las fases de
actuación en materia preventiva, mitigante, correctiva y de mantenimiento y control de las
problemáticas ambientales detonadoras de los conflictos. Dentro de tales acciones, las herramientas de
manejo alternativo de conflictos ambientales juegan un papel de fundamental importancia que debe ser
asumido tanto por el sector oficial, encargado legal de la gestión y control del uso de recursos naturales
como por parte de los actores privados, organizacionales y comunitarios. Para ello es necesario el
afianzamiento de principios básicos de convivencia entre gobierno, empresariado, y comunidades, que,
apoyados en basamentos legales convencionales, exploren y adopten opciones distintas de abordaje
para el análisis de los problemas ambientales de sus potenciales y reales conflictos y de la búsqueda de
soluciones equitativas, solidarias, responsables y sustentables.
Bibliografía
CIDIAT-GTZ (2002). Memorias del curso regional sobre manejo de conflictos ambientales. Mérida,
Venezuela, Septiembre de 2002. Convenio de Cooperación Técnica Alemania-Venezuela. CIDIAT.
González, A. (1997). Métodos alternativos de manejo de conflictos ambientales. Aplicaciones en
materia ambiental. SEMARNAP, México DF. México.
Martínez, B. (1999). Mediación y resolución de conflictos. Una guía introductoria. Paidós. México,
D.F. México.
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