El manejo de conflictos ambientales como herramienta para la sustentabilidad ambiental Dr. Luis Alfonso Sandia Rondón1 Centro Interamericano de Desarrollo e Investigación Ambiental y Territorial Universidad de Los Andes (CIDIAT-ULA). Mérida, Venezuela Telf. 00 58 274 2449511. Fax 00 58 274 2441461 [email protected] Resumen El avance de la gestión ambiental no ha sido totalmente exitoso para superar las inadecuadas relaciones entre el uso del ambiente, su conservación y el mejoramiento de la calidad de vida de la población. La experiencia demuestra intensificación de la degradación de recursos naturales y crecimiento del número de personas en condiciones de pobreza. Surge entonces la necesidad de abordar los problemas ambientales desde perspectivas alternativas, que pasen por la participación de los actores involucrados, los acuerdos por consenso y el reconocimiento de las responsabilidades de todos frente a las situaciones de deterioro ambiental. Aquí se abordan los principios y bondades del manejo de conflictos ambientales, herramienta usada cada día con mayor fuerza, dentro de la realidad ambiental latinoamericana. Esto implica un enfoque metodológico que explota la capacidad social de la participación voluntaria, plural, creativa y pacífica como herramienta de trabajo para la resolución de los problemas ambientales que afectan los entornos locales, y que, en suma, se convierten en problemas globales. 1 Geógrafo, Doctor en Ciencias Naturales. Profesor del Centro Interamericano de Desarrollo e Investigación Ambiental y Territorial - Universidad de Los Andes (CIDIAT-ULA). Mérida, Venezuela El manejo de conflictos ambientales como herramienta para la sustentabilidad ambiental Dr. Luis Alfonso Sandia Rondón Centro Interamericano de Desarrollo e Investigación Ambiental y Territorial Universidad de Los Andes (CIDIAT-ULA). Mérida, Venezuela Telf. 00 58 274 2449511. Fax 00 58 274 2441461 [email protected] Introducción Los avances en materia ambiental, caracterizados por acuerdos internacionales, aprobación de políticas de sustentabilidad, promulgación de marcos jurídicos, fortalecimiento de la investigación y capacitación, y formulación de medidas de control ambiental, han sido poco exitosos para superar las inadecuadas relaciones entre el uso del ambiente, su conservación y el mejoramiento de la calidad de vida de la población. Organismos internacionales y la experiencia a nivel local, indican que en las últimas décadas se ha intensificado la degradación de los recursos naturales y ha crecido el número de personas en condiciones de pobreza en el mundo (CIDIAT-GTZ, 2002). La experiencia ha demostrado, la necesidad de abordar los problemas ambientales desde perspectivas alternativas que pasan por la participación de los actores involucrados, los acuerdos por consenso y el reconocimiento de las responsabilidades de todos frente a las situaciones de deterioro ambiental. Paralelamente se ha reconocido la necesidad de identificar, probar y difundir herramientas metodológicas que permitan superar las actuales deficiencias en las acciones tendientes a la sustentabilidad ambiental del desarrollo. En este trabajo se abordan los principios y bondades del manejo de conflictos ambientales, el cual constituye una herramienta que cada día debe cobrar mayor fuerza dentro de la realidad ambiental latinoamericana. En síntesis, el manejo de conflictos ambientales implica un enfoque metodológico que explota la capacidad social de participación voluntaria, plural, creativa y pacífica como herramienta de trabajo para la resolución de los problemas ambientales que afectan los entornos locales y que, en suma, se convierten en problemas globales. Gestión ambiental y conflictos ambientales Desde mediados del siglo XX, la sociedad mundial ha experimentado una creciente atención por los aspectos relacionados con la contaminación ambiental, la pérdida del patrimonio natural y sus incidencias negativas en las condiciones de calidad de vida de la población. Hasta esos años, tales aspectos no estuvieron presentes en la agenda de las preocupaciones de gobiernos, políticos, opinión pública y sociedad en general, y probablemente su interés se restringía a pequeños grupos de científicos, académicos o grupos sociales sensibilizados en la ecología y las ciencias de la tierra. Pese a que el interés por el ambiente y por las implicaciones que sobre él tienen las actividades humanas, tales efectos negativos no son recientes. Desde los inicios de la civilización, el hombre ha intervenido y alterado las condiciones naturales de su entorno con el propósito de satisfacer sus necesidades. La domesticación de plantas y animales, que implico inicio de la civilización, marca el inicio masivo, organizado y estructurado de ese proceso de alteración del entorno natural. En efecto, las actividades agrícolas imponen la necesidad primaria de preparación del área de cultivo, que implica casi siempre la eliminación o intervención de la cobertura vegetal y la consecuente exposición directa del suelo a las condiciones meteorológicas, el potencial arrastre de sedimentos y pérdida del suelo, la sedimentación y turbiedad de los cuerpos de agua, los potenciales cambios micro-climáticos, entre otros efectos ambientales subsecuentes. Tales implicaciones fueron prácticamente inofensivas en términos globales hasta décadas muy recientes, dada la alta magnitud de la oferta de áreas naturales prístinas del mundo. Sin embargo, el incremento de las presiones de uso por el surgimiento de nuevas formas de explotación e intensificación de las existentes, han superado las capacidades propias del ambiente para recuperar sus condiciones naturales y ponen en peligro la permanencia de especies, ecosistemas y la propia supervivencia del hombre en el planeta. Entre tales formas de presión sobre el medio natural destaca la minería, la industria, la urbanización, la agricultura y su revolución verde. También cuentan como importantes el crecimiento demográfico de los últimos cien años, la exacerbación de los patrones de consumo de una parte de la población mundial y los fuertes desequilibrios sociales que favorecen el creciente número de población en condiciones de pobreza, cuyos efectos fueron declarados en la Conferencia de Río de Janeiro (1992) como el principal problema ambiental del mundo. Las formas de tensión sobre los recursos naturales y el ambiente en general, están caracterizadas también por el incentivo permanente de fuertes diferencias entre ricos y pobres (grupos sociales, países y sectores de las propias ciudades), lo que implica finalmente consecuencias dramáticas sobre las posibilidades equitativas de acceso de mayoritarios sectores de la población a la satisfacción de las necesidades básicas humanas. Como consecuencia, hoy los aspectos relacionados con el aprovechamiento sustentable de los recursos naturales son considerados como retos ineludibles de las generaciones presentes, a fin de garantizar la supervivencia de la vida del hombre en el planeta, así como el compromiso ético y moral necesario para que los contingentes humanos desfavorecidos social, económica, -y a veces ecológicamentepuedan acceder a la satisfacción de sus necesidades, en condiciones de equidad natural, económica, social y cultural. De las relaciones del hombre y la sociedad con la naturaleza surgen procesos de tensión asociados al uso de los recursos naturales y sus cada vez más mayor escasez. Eso genera disputas por la apropiación de su uso, lo cual evoluciona a condiciones de conflictos, enmarcados hoy día en lo que técnicamente se ha denominado Conflictos Ambientales o “Socio Ambientales”. Qué es el Conflicto Ambiental En términos generales podría entenderse por Conflicto al enfrentamiento entre dos o más partes debido a los desacuerdos por la distribución, uso o dominio de los recursos materiales o simbólicos. González (1997) basado en autores como Ross, Pruitt, Rubin y Kreisberg, define al conflicto como aquella situación en que las partes están en desacuerdo o tienen posiciones encontradas con respecto a la distribución de los recursos materiales y/o simbólicos determinados; por ello actúan movidas por la percepción de que los intereses de cada uno de los actores involucrados son contrapuestos. El Conflicto Ambiental a su vez estaría enmarcado en una disputa o enfrentamiento declarado entre dos o más partes, por la posibilidad del usar o poseer recursos naturales. Ese acceso a los recursos podría tener dos características, a saber: una asociada a un usufructo real, tangible, como la extracción de minerales, utilización de tierras para la agricultura o el agua de un río para riego; y otra, relacionada a un uso simbólico como el resguardo de un área con significado histórico-cultural o místico-religioso, o sencillamente poseer el derecho de mantener el bien o recurso bajo el poder de una de las partes sin necesidad de intervenirlo o aprovecharlo directamente. Un ejemplo de este caso sería la disputa de una comunidad, que reconoce valores místico-religiosos de área cercana, contra el gobierno o un promotor privado que planifica la utilización las tierras para un desarrollo industrial, residencial o su afectación a través del emplazamiento de una carretera. Ambas posiciones implican usos, uno de resguardo, preservación, y otro directo, de aprovechamiento de sus potencialidades naturales o de ubicación estratégica. De la definición de conflicto pueden destacarse cuatro aspectos de fundamental importancia, a saber: 1. Los conflictos se presentan porque surgen actores o partes que manifiestan Posiciones en desacuerdo o encontradas. Cada una de ellas tiene argumentaciones contrapuestas, aparente o realmente, irreconciliables sobre un mismo asunto. Normalmente la raíz de los conflictos se establece en la defensa de lo propio, con argumentaciones unilaterales que no involucran o consideran las posiciones o puntos de vista que los demás actores tengan sobre la misma circunstancia. Con ello se enfatiza que una situación de conflicto requiere de al menos dos partes o actores que manifiesten o expresen desacuerdo frente a una situación cualquiera. 2. La forma de distribución y o apropiación de los recursos naturales o simbólicos es normalmente una causa potencial de conflictos. Los recursos constituyen en esencia la raíz de los conflictos. La incertidumbre general y la certeza particular de cada actor involucrado acerca de cómo se utilizan los recursos y en qué medida se va a tener acceso a ellos en condición de propiedad, es lo está siempre detrás de la situación conflictiva. Esa manera de distribución y acceso a los recursos genera tensiones que desencadenan los conflictos, bajo la sospecha -o la evidencia- de que en la medida que los demás actores usen o usufructúen el o los recursos en cuestión, se le limitará a la otra parte las posibilidades de acceso y uso del mismo. 3. Los conflictos se manifiestan basados muchas veces en el terreno de las percepciones distintas, es decir, cada una de las partes tiene una percepción distinta de la situación conflictiva. Mientras que una parte puede percibir que una cuenca hidrográfica, por ejemplo, debe estar reservada para su protección y el mantenimiento irrestricto de sus componentes ecológicos que la conforman, otros sectores están interesados en el aprovechamiento económico de la misma mediante la explotación de sus recursos. Muchas veces las percepciones aparentemente contrarias pueden ser absolutamente complementarias, especialmente si las partes están dispuestas a ceder terreno para encontrar campos de conciliación. Por ejemplo, un aprovechamiento sustentable de la cuenca, en el caso que se indica, permitiría el mantenimiento de los valores ecológicos naturales del área a la vez que favorecería el crecimiento económico de la población asociada y el mejoramiento de su calidad de vida. He aquí una gran potencialidad del manejo alternativo de conflictos ambientales. 4. La existencia de intereses reales de las partes, pocas veces expuestos de manera explícita por los actores en conflicto. Los conflictos además de estar enmarcados por posiciones y/o percepciones, también están caracterizados por intereses específicos o difusos, explícitos u ocultos que pueden ser de carácter económico, cultural, histórico, simbólico, emocional, etc. y que son los que en definitiva mueven a los actores a enfrentarse. Problemas y conflictos ambientales Para reconocer los conflictos ambientales hay que tener en cuenta su estrecha relación con las condiciones problemáticas de carácter ambiental y por ello es necesario determinar las sustanciales diferencias entre problema ambiental y conflicto ambiental, lo cual normalmente genera confusiones que no contribuyen adecuadamente para su manejo. Un conflicto impone la necesaria participación de dos o más partes enfrentadas por intereses real o aparentemente incompatibles. En ese sentido puede afirmarse que el enfrentamiento entre las partes constituye una condición básica del conflicto. El enfrentamiento al que se hace referencia no es meramente simbólico, asumido o sospechado, pues para determinarse la condición de conflicto, el enfrentamiento debe ser explícitamente declarado: una parte debe reconocer que hay al menos otra que se opone a sus intereses y que las actuaciones de aquella pueden poner en riesgo el logro sus objetivos. Por lo tanto, se ve movida a enfrentarla o encararla a fin de solventar ese bache que significan los intereses y la posición de la otra parte para el logro de sus propios intereses o propósitos. Por su parte, las situaciones problemáticas en materia ambiental, están caracterizadas por las afectaciones reales o potenciales de las condiciones naturales de calidad del ambiente, o de uno de sus componentes. En la medida en que un componente ambiental pierde o está en riesgo de perder, por razones naturales o antrópicas sus niveles de calidad ambiental, se estaría en presencia de un problema ambiental que ameritaría ser resuelto a través de la aplicación de alguna medida de control ambiental, correctiva, mitigante o preventiva. Un problema ambiental puede ser reconocido una vez que se presentan las condiciones de deterioro ambiental o puede ser identificado previo a su aparición a través de ciertos síntomas o indicadores de riesgo. Ante los problemas ambientales potenciales será necesario el desarrollo de medidas de prevención que eviten o mitiguen la definitiva ocurrencia del problema. En términos de una gestión ambiental eficientemente desarrollada, siempre será necesario, y definitivamente preferente, la implementación de medidas preventivas, las cuales no solo pueden implicar acciones de instalación o construcción de obras civiles (infraestructurales), sino aquellas de carácter administrativo o político-legales, como la declaración de un área protegida o el desarrollo de un programa de educación ambiental o de gestión comunitaria, entre otras. Un problema ambiental no llega a ser un conflicto cuando, ante el problema, las posiciones de los actores sociales son de aceptación, resignación o indiferencia; nadie se preocupa ni se ocupa del asunto con lo cual el problema ambiental puede sencillamente evolucionar sin la atención de los actores sociales probablemente afectados o involucrados, tanto en su aparición como en sus consecuencias degradantes. Puede darse el caso que el problema ambiental mueva a los actores a reaccionar y de manera más o menos efectiva desarrollen mecanismos para controlarlo, restituyendo las condiciones ambientales degradadas a sus condiciones originales, o mitigando las incidencias del deterioro. Si en tales circunstancias las posiciones e intereses de los actores no se enfrentan, sino que, de manera solidaria, se unen para corregirlo, tampoco se dan las condiciones para el surgimiento del conflicto. Sin embargo, un conflicto ambiental se presenta como consecuencia de un problema ambiental, cuando las condiciones de deterioro o daño de la calidad ambiental constituyen las causas de las diferencias y de las posiciones encontradas entre los actores. Así el problema ambiental se convierte en conflicto. Fases del Conflicto Ambiental Los conflictos ambientales tienen una serie de fases que van desde estadíos en los cuales son inexistentes o imperceptibles hasta condiciones de crisis donde se hace imperativo la necesidad de enfrentarlos para disminuir o en el mejor de los casos eliminar sus consecuencias negativas. González (1997), plantea que las relaciones sociales de individuos o grupos humanos se identifican varios niveles, a saber: Cooperación, Indiferencia, Competencia, Tensión, Conflicto y Crisis. En efecto cada una de estos niveles indican unas formas de relación que van desde fases de armonía, cordialidad, cooperación, hasta formas enmarcadas en la disputa, el enfrentamiento (ver figura 1). Cooperación Indiferencia Competencia Tensión Conflicto Crisis Planificación Participativa Proceso de Consulta Proceso de Negociación de Conflictos Figura 1. Fases de evolución de los conflictos. Fuente: González, 1997 Manejo de conflictos ambientales A partir de la década de 1950 en Europa y Estados Unidos se inicia la reflexión sistémica sobre la resolución de conflictos. Este enfoque se inscribe en una nueva sensibilidad, radicalmente contraria a la violencia, que cobra ímpetu en occidente después de la segunda guerra mundial. En realidad la experiencia de dos conflictos bélicos mundiales y sus traumáticas consecuencias imponían la búsqueda de estrategias alternativas a las diferencias entre partes enfrentadas. Por ello, desde esos años se estructuraron centros especializados sobre el manejo de conflictos en los países desarrollados. Sin embargo, este era un campo relativamente desconocido hasta hace pocos años en los países de habla hispana (Martínez, 1999) y normalmente estuvo restringido a problemas o conflictos de matices sociopolíticos o culturales. Debido a esto, las técnicas de negociación, facilitación o mediación enmarcadas dentro del manejo de conflictos han sido ampliamente aplicadas y desarrolladas en conflictos sociopolíticos de América Latina. Vale decir también que en el campo social y político las técnicas de manejo de conflictos han sido implementadas unas veces con más éxitos que otras, debido a que el eficiente manejo de conflictos impone ciertas condiciones básicas de sentido común, voluntad de negociación y transparencia, no totalmente puestas como fundamento en el manejo de conflictos que en lo político se ha practicado en nuestra región. Sin embargo, muy poco se ha experimentado en la aplicación de estas herramientas en el campo de las disputas por el aprovechamiento de recursos naturales y los conflictos ambientales -socioculturales y físico naturales, que es el interés de este trabajo. Hay que hacer por supuesto la salvedad que se entiende que los conflictos sociopolíticos no son ajenos a los conflictos ambientales y que los conflictos de carácter físico-natural tienen un importantísimo y fuerte componente de carácter social, económico, político y cultural. Por ello muchas veces se tienden a denominar conflictos socioambientales, enfatizando el carácter social y cultural vinculado a lo físico-biótico. Debido a que los mecanismos normales u oficiales, que se han instaurado en la sociedad reciente para enfrentar los conflictos, son la mayor parte de las veces complicados, limitados, costosos y largos, con formas de interpretación rigurosamente apegadas a legislaciones, tales conflictos no se controlan eficientemente, y mucho menos disminuyen sus consecuencias negativas sobre el ambiente, los recursos naturales y el hombre mismo. Bajo esa premisa, los enfoques de manejo alternativo de conflictos ambientales surgieron como alternativa viable, económica y definitivamente eficiente para manejar los conflictos, revalorizando formas tradicionales presentes en el quehacer cotidiano de los pueblos y amparadas también en estrategias novedosas de participación social voluntaria, plural, responsable, creativa y pacífica en los procesos de gestión pública. Este enfoque, que fue originalmente desarrollado en las ciencias sociales, no es exclusivo de éstas, coma ya se ha dicho. Sin embargo, ha tenido su incidencia más importante en organismos de carácter educativo, de promoción del desarrollo, de los derechos humanos y de gestión pública en general. González (1997), indica que ante el incremento de los conflictos ambientales, las respuestas convencionales ofrecen poca eficacia para resolverlos. Gran parte de las veces se acude a fórmulas judiciales mediante querellas interpuestas ante tribunales, lo cual ofrece opciones de baja eficacia para resolver el conflicto, dado que los marcos legales están poco articulados y frecuentemente ignoran, o abordan insuficientemente, la materia ambiental en su dimensión social y natural. A esto se añaden también los mecanismos de corrupción instaurados como estrategias de superioridad de algunos actores que inciden desgraciadamente muy frecuentemente en el ámbito legal para amoldar las decisiones, sin permitir alcanzar un estadío de consenso y satisfacción suficiente para todas las partes. Esto definitivamente no contribuye a la solución de conflictos, sino definitivamente los acentúa y prolonga. Además, los tratamientos convencionales a los problemas ambientales, están normalmente apegados a formulaciones técnicas muy específicas que no integran una visión holística de lo ambiental y donde pocas veces se refuerza la participación activa de la comunidad como actor fundamental en la búsqueda de estrategias de solución sustentables. También es común, y esperable, que ante las diferencias de los actores involucrados en los conflictos por intereses y posiciones, quienes trabajan en pro de la solución no están especialmente preparados a fin de orientar a la búsqueda de puntos de encuentro a partir de los cuales se generen acuerdos que permitan a las partes beneficiarse de manera simultánea con alternativas sustentables social y ecológicamente. En ese sentido, se han propuesto y desarrollado diferentes formas de manejo alternativo de conflictos las cuales destacan la conciliación, el arbitraje, la consulta y la negociación. Las mismas pueden ser desarrolladas de manera particular o complementariamente en un proceso alternativo de manejo de conflictos. Las variantes metodológicas para la resolución de conflictos ambientales, recientemente difundidas, son tema de interés para los organismos públicos encargados de la gestión ambiental y para la sociedad civil que busca incidir en el manejo de su ambiente. González (1997) indica cinco procedimientos alternativos de manejo de conflictos a saber: la conciliación, el arbitraje la consulta, la negociación mediada y el proceso de construcción de consensos. Cada una de esas técnicas tiene sus características particulares y de acuerdo a las mismas pueden ser desarrollados con mayor o menor éxito, dependiendo de las circunstancias específicas de cada conflicto. A la vez, estas técnicas, no son absolutamente excluyentes; por el contrario pueden ser perfectamente complementarias. De los procedimientos planteados solo los mecanismos de conciliación o arbitraje pueden parecerse o corresponder a regulaciones o mecanismo jurídicos existentes en nuestros países. La conciliación, por ejemplo, es muy propicia para resolver conflictos de poca envergadura. Implica que un actor, distinto a las partes en conflicto y que goce del reconocimiento de éstas, por su imparcialidad y credibilidad, ejerza las veces de mediador. Este actor debe aproximarse a escuchar y conocer las diferentes posiciones e intereses de cada uno de contendientes para buscar y proponer estrategias de acercamiento que permitan aproximarlas a estadíos de solución aceptables para todas. Este procedimiento pude ser reconocido como un mecanismo normal utilizado en sociedades tradicionales, donde el conciliador puede ser el anciano más respetado entre los vecinos, un abogado con muy clara reputación, o un juez de paz. Este proceso además se caracteriza por la posibilidad de llegar a arreglos entre las partes solamente con la intermediación del conciliador y no requieren del enfrentamiento de las partes contendientes en una mase de discusión. En este proceso las partes no necesariamente se enfrentan, sino que comunican con el conciliador que sirve de puente entre ambas. El arbitraje implica también la intervención de un tercero, que conoce reglas de cumplimiento general, bien de carácter formal (normativa legal vigente en el país o región), o bien de carácter informal (tradicionales, culturales, místicas o religiosas) las cuales son conocidas –y aceptadas- por las partes y a las cuales deberían apagarse para la búsqueda de entendimientos que superen las condiciones conflictivas. El árbitro sería, tal y como el caso anterior, alguien envestido de autoridad moral, social que puede ser, en algunos casos, reforzada por un reconocimiento oficial. Puede ser un abogado o un juez de paz (ambos con apoyo de poder oficialmente declarado), siempre y cuando gocen del reconocimiento y confiabilidad de las partes enfrentadas. Además del conocimiento y ajuste a normas oficiales, morales, religiosas, familiares o tradicionales, el árbitro se caracteriza por recurrir en el proceso de arbitrio al enfrentamiento en una mesa de discusión y acuerdo a las partes en conflicto, permitiendo la puesta en la mesa de los argumentos de ambas, pero a la vez, presentando para la discusión y el posible acuerdo, sus propios argumentos basados en las normas por todos reconocidas que le sirven de base. La consulta requiere de la actuación de actor independiente con legitimidad social suficiente para que desarrolle el papel de facilitador entre las partes enfrentadas. El proceso se caracteriza porque este actor convoca a las partes enfrentadas a escucharse mutuamente, considerando y reconsiderando en el proceso de consultas sucesivas, las posibilidades de cambio o las reformulaciones de sus planteamientos en la medida que se van integrando las opiniones de los otros actores contendientes. En el proceso interactivo se van tomando en cuenta progresivamente las opciones de acercamiento a soluciones planteadas sucesivamente por el facilitador, quien debe explicar claramente a cada una de las partes, cómo tomó en consideración los diferentes puntos de vistas, necesidades, intereses y posiciones de los actores en conflicto, y cómo cada una de las partes pueden salir beneficiadas al suscribir el acuerdo potencial que el facilitar plantea como resultado de las sucesivas rodas de consulta. La negociación, como en los dos últimos casos, implica que los actores en conflicto acepten sentarse a la mesa de discusión. La posibilidad de conformar la mesa de discusión o negociación va depender de la decisión de los actores o conflicto, y puede ser propuesta por uno de ellos o un actor extraño. La negociación puede ser realizada de manera directa por los actores en conflicto, pero para ello se requieren de unas condiciones bien particulares referidas a: 1) suficiente voluntad por arribar a acuerdos, 2) acuciante necesidad del acuerdo y/o 3) una desarrollada cultura de negociación que a veces es innata en los grupos sociales y pocas veces valorada. También la negociación puede llevarse a cabo con la participación de un actor externo, igualmente reconocido y valorado positivamente por todos, que serviría de facilitador. La negociación, como se ha indicado, no se ajusta con normalidad a los procesos judiciales o normativos utilizados para zanjar conflictos. Esta surge, como los otros mecanismos señalados, de las tradiciones y la idiosincrasia de los actores en conflicto, o de su voluntad, positiva disposición y buen criterio para la búsqueda de soluciones. González (1997) señala por una parte que este proceso en el más eficaz para enfrentar conflictos ambientales. Trolldalen (1992), Ruiz (1995), Restrepo (1995) y Zazueta (1995) citados por González (1997) destacan además la importancia de la negociación mediada para dirimir conflictos mayores o de carácter violento a diversas escalas. En cualquier caso, los procesos alternativos de manejo de conflictos requieren de algunas condiciones que les particularizan como procedimientos alternativos, no ajustados del todo a los procedimientos jurídicos convencionales. Entre tales características cabe mencionar: l) la creatividad, para explorar formas distintas de solución y acuerdos que pueden ser novedosas o tradicionales, normalmente no valorizadas o frecuentemente desechadas por las vías convencionales; 2) la flexibilidad, que implica no sustentar los procesos en estrategias finamente acabadas y absolutamente apegadas a guiones rígidos preestablecidos que impidan oportunamente amoldarse a circunstancias cambiantes y/o no previstas; 3) la voluntad política de los actores públicos de decisión para que apoyen e instauren de manera eficiente estos mecanismos como procedimientos alternativos a los cuales recurrir ante las demostradas fallas de los métodos convencionales, esto permitiría darle incluso rango o apoyo institucional, esto podría mejorar la gestión pública en materia ambiental; 4) la paz, como marco y principio de gestión, esto implica el desechar las estrategias violentas por formas cordiales de acercamiento y respeto a la persona humana, su género, su dignidad e idiosincrasia. Otras condiciones no menos importantes se refieren a la necesaria conciencia pública del conflicto y del problema ambiental asociado. En un mundo sensible, litigante, cuestionador, es siempre saludable la disputa y la controversia positiva; ella ayuda sin duda alguna a propiciar los necesarios cambios y potencia la transformación del status quo para arribar hacia estadíos de beneficio para todos. Sin embrago, esa posibilidad requiere de un alto grado de sensibilidad que puede ser construido progresivamente a través de un proceso de formación, educación y concienciación ambiental. También la responsabilidad y el compromiso constituyen eslabones fundamentales para el enfrentamiento y manejo de los conflictos ambientales. Tales condiciones permiten encontrar confianza mutua entre las partes en conflicto y reconocer que cualquier acuerdo que se decida en la mesa de negociación será cumplido cabalmente por las partes responsables, alentando a la vez a los actores no primariamente comprometidos a dar respuestas similares ante la contundencia y responsabilidad de los demás actores. Además, para adelantar exitosamente el proceso de manejo alternativo de conflictos ambientales los actores enfrentados deben mostrar posibilidades de disposición al diálogo, debe ser un proceso voluntario, sin coerciones, ni violencia y debe ser plural y participativo. Frente a un conflicto no necesariamente los actores involucrados pueden tener intereses contrapuestos, distintos. Puede darse el caso que un conflicto ambiental sea generado por la necesidad de distintas partes de usar un recurso natural escaso, por parte de actores distintos, con propósitos comunes, pero individualizados. Sería el caso de dos grupos de agricultores, usuarios del agua de una cuenca para riego. En esta situación el uso actual o potencial del agua es el mismo por parte de los actores y probablemente perfectamente compatibles con las condiciones ambientales. La superación aparente de los conflictos no necesariamente resuelven los problemas ambientales, y probablemente en estos casos se dejan las puertas abiertas para la aparición postergada de nuevas expresiones conflictivas que requieran ser atendidas. Es posible que las partes pacten mediante el soborno de un actor con capacidad económica o con poder de decisión suficiente para “comprar” el apoyo o aceptación popular o administrativa de sus intereses y/o fines. Se destaca aquí que cuando queda en la “mesa de conflictos” solo una de la partes enfrentando, desaparece el conflicto pues su condición básica para que se manifieste es que exista al menos dos partes enfrentadas. En tal caso, una parte cede a los intereses de la otra. Por ello, si un actor no tiene contrincantes no tiene enfrentamiento y por tanto no tiene objeciones para llevar a cabo sus intereses mediante el uso particular de un bien. La manifestación de los conflictos está necesariamente fortalecida en las condiciones de participación libre, voluntaria, asociada indubitablemente a regímenes de participación, abiertos, plurales, libres, democráticos. Sin la democracia verdadera los conflictos son soterrados, abortados, eliminados a priori, pues las condiciones reinantes inhiben la participación y favorecen la avasallante actuación de los actores vinculados al poder, por encima de los intereses y deseos de aquellos que, dada la fuerza y el autoritarismo, carecen de los medios legales para la expresión de sus deseos en condiciones de igualdad. Conclusión Ante el avasallante surgimiento de situaciones de conflicto asociadas al uso y aprovechamiento de los recursos naturales que se presentan en nuestras realidades latinoamericanas, es necesario el fortalecimiento de estrategias de gestión ambiental que aborden de manera integral las fases de actuación en materia preventiva, mitigante, correctiva y de mantenimiento y control de las problemáticas ambientales detonadoras de los conflictos. Dentro de tales acciones, las herramientas de manejo alternativo de conflictos ambientales juegan un papel de fundamental importancia que debe ser asumido tanto por el sector oficial, encargado legal de la gestión y control del uso de recursos naturales como por parte de los actores privados, organizacionales y comunitarios. Para ello es necesario el afianzamiento de principios básicos de convivencia entre gobierno, empresariado, y comunidades, que, apoyados en basamentos legales convencionales, exploren y adopten opciones distintas de abordaje para el análisis de los problemas ambientales de sus potenciales y reales conflictos y de la búsqueda de soluciones equitativas, solidarias, responsables y sustentables. Bibliografía CIDIAT-GTZ (2002). Memorias del curso regional sobre manejo de conflictos ambientales. Mérida, Venezuela, Septiembre de 2002. Convenio de Cooperación Técnica Alemania-Venezuela. CIDIAT. González, A. (1997). Métodos alternativos de manejo de conflictos ambientales. Aplicaciones en materia ambiental. SEMARNAP, México DF. México. Martínez, B. (1999). Mediación y resolución de conflictos. Una guía introductoria. Paidós. México, D.F. México.