1 DIVERSIDAD FUNCIONAL. ANÁLISIS EN TORNO A LA PROPUESTA DE UN CAMBIO TERMINOLÓGICO PARA LA DISCAPACIDAD. A Manuel Lobato, pionero del Movimiento de Vida Independiente en España INTRODUCCIÓN Las personas cuyo cuerpo, órganos y funciones biológicas, incluidas las funciones cognitivas, operan de manera distinta a las de la mayoría, pueden requerir frecuentemente apoyos técnicos y/o humanos para realizar actividades que las demás personas puede llevar a cabo de manera autónoma. “Diversidad funcional” es el último de una serie de términos que trata de dar nombre a este fenómeno y responde a un intento de plantear el viejo problema de la “discapacidad” en unas categorías distintas a las tradicionales. Javier Romañach y Manuel Lobato lo introdujeron en un documento1 del Foro de Vida Independiente2 en sustitución de otros términos tradicionales de semántica más peyorativa como discapacidad, minusvalía, invalidez, etc. El propósito de este trabajo es proporcionar un análisis de las causas y argumentos expuestos por los introductores del término para justificar su propuesta, así como de las controversias que se han suscitado a partir de su aparición. Se ofrecen también ideas sobre las posibilidades de que el uso del término se generalice e instale en la comunidad de hablantes. UN NUEVO PLANTEAMIENTO PARA UN VIEJO PROBLEMA. Sucesivos planteamientos van apareciendo según varían las condiciones socio históricas que afectan a un problema, y sucesivos conceptos aparecen para formularlos3. En el 1 ROMAÑACH, J. y LOBATO, M., (Mayo 2005), Diversidad funcional, nuevo término para la lucha por la dignidad en la diversidad del ser humano, Foro de Vida Independiente, Mayo 2005. En el libro El modelo de la diversidad publicado posteriormente se ofrece una defensa más elaborada del nuevo término. PALACIOS, A. y ROMAÑACH, J. (2007), El modelo de la diversidad. La Bioética y los Derechos Humanos como herramientas para alcanzar la plena dignidad en la diversidad funcional, Diversitas Ed. 2 El Foro de Vida Independiente es una comunidad virtual que se organiza a través de Internet para difundir el Movimiento de Vida Independiente y luchar por los derechos civiles de las personas con diversidad funcional (discapacidad). Fue fundado en junio de 2001 como un grupo de discusión sobre temas de discapacidad y derechos civiles. En la actualidad agrupa a 811 miembros en España y Latinoamérica y difunden su mensaje a través de la web: http://www.minusval2000.com/relaciones/vidaIndependiente/ Parafraseando a Dominique Lecourt en “la historia epistemológica de Canguilhem”, Canguilhem, G. Lo Normal y Lo Patológico, “Las transformaciones y deformaciones de un concepto son en última instancia 3 2 caso que nos ocupa estas reformulaciones se remontan a términos tan negativos como anormales, subnormales o inválidos y llega a nuestros días con la expresión personas con discapacidad, sancionada por la OMS en su Clasificación Internacional del Funcionamiento (CIF)4 y que busca la corrección política mediante el recurso de realzar la condición de persona por encima de la falta o deterioro de la capacidad que le acompaña. En realidad las distintas voces con las que se hace referencia a este fenómeno, en diferentes culturas a lo largo de la historia, responden a una pugna entre el ancestral rechazo y la compasión que inspira este grupo en la sociedad mayoritaria5. En este análisis se busca reconstruir la trayectoria reciente de sucesivos planteamientos que ha venido adoptando el problema del cuerpo diverso. Dicha trayectoria se describe por medio de dos ejes que ligados a las dos tendencias que más fuertemente han influido el indicio de la constante reformulación del problema al que dichos conceptos ayudan a formular. Dichas reformulaciones del problema se dan en campos teóricos diferentes, por obra de determinaciones ideológicas diversas e incluso contradictorias.” CANGUILHEM, G. (1970), Lo normal y lo patológico, s.XXI, Argentina editores, Buenos Aires. 4 OMS-CIF. (2001) Clasificación Internacional del Funcionamiento, de la Discapacidad y de la Salud. IMSERSO. Madrid. Henri – Jacques Stiker señala que este rechazo podría tener su origen en causas antropológico-culturales relacionadas con un deseo instintivo de acabar con todo aquello que nos recuerda nuestra naturaleza inacabada, imperfecta, degenerativa y finita. Este instinto de eliminación hacia lo considerado defectuoso se ha manifestado a lo largo de la historia a través de diversos programas de aislamiento, a veces rehabilitación y/o eliminación de personas infravaloradas por el modo de funcionar de sus cuerpos. HENRI – JACQUES S. (1999). A History of Disability. English translation by William Sayer. The University of Michigan Press, pp. 8-9 5 El interés social, cuando aparece, por atender las necesidades de este colectivo tiene dos posibles orígenes. Por un lado, la percepción tradicional cristiana de la persona con diversidad funcional como objeto de caridad (HENRI – JACQUES S., 1999, pp. 33-37), receptor de un cuidado y un amor paternalistas que satisface y realiza a quien lo ofrece, pero que niega la condición de sujeto libre y autónomo a quien lo recibe. Por otro lado, el interés de las sociedades industrializadas en las personas con diversidad funcional podría ser consecuencia de la abundancia de recursos de la que se dispone, gracias a la eficiencia de su sistema productivo, la cual hace posible que cierta calidad de vida sea accesible a los segmentos más desfavorecidos de la población. Esta sería más o menos la visión liberal del asunto. Sin embargo, existen autores que desconfían de estas aparentes tendencias solidarias surgidas del liberalismo político y económico. Opinan que el principio de maximización de la productividad rige, igual que en todo lo demás. De esta manera, se presiona a estas personas para que se rehabiliten y reinserten al trabajo remunerado, que continúa siendo el principal medio de asignación de valor social. Aquellos cuya rehabilitación no satisface los criterios mínimos de productividad son introducidos en un sistema asistencial denominado "industrias de servicio humano" (que han experimentado un espectacular crecimiento desde el fin de la Segunda Guerra Mundial), con la función declarada de rehabilitar e insertar a estas personas en la comunidad, pero que en realidad responden a unas funciones latentes que suelen estar más cerca de los intereses de los gestores y profesionales (sin diversidad funcional) que desarrollan esta labor. Para un tratamiento más amplio de esta perspectiva crítica de la denominada industria de la discapacidad léase STONE, Deborah. (1984) The Disabled State. Philadelphia: Temple University Press, WOLFENSBERGER, W. (1989) “Human Service Policies: The Rhetoric versus the Reality” in BARTON, L. (ed.) Disability and Dependence. Lewes, Falmer, ALBRECHT, Gary L. (1992) “The Disability Business: Rehabilitation in America”. Newbury Park, California: Sage Publications 3 en las diferentes formulaciones del mismo. El primer eje se sitúa entre la atribución total al individuo de la responsabilidad del problema (modelo médico-rehabilitador), y la atribución total a la sociedad de esa misma responsabilidad (modelo social). El segundo eje se tiende desde la percepción estigmática de la discapacidad hasta su percepción más positiva. Veamos a continuación estas dos tendencias con un poco más de detalle. ENTRE EL INDIVIDUO Y EL ENTORNO SOCIAL Con la llegada del auge de la ciencia médica como fuerza de transformación social a través de los programas de salud pública, se abrió la posibilidad de que estas personas “defectuosas”, que a partir de entonces fueron consideradas como “enfermas”, “recuperaran la salud” por la vía de la rehabilitación6, siempre y cuando adquirieran el firme compromiso de “curarse”7. Los términos utilizados para denominarlos (impedido, disminuido, discapacitado, etc.) subrayaban una condición de inferioridad que podía y/o debía ser “reparada”, y en caso de no ser posible debía ser apartada del mundo en su supuesto beneficio, para que no sufriera ella, ni sobre todo su entorno familiar, las consecuencias de lo que se consideraba una situación desafortunada8. Este es el paradigma del denominado “modelo médico” de la percepción de la discapacidad. Su origen oficial y más reconocible se sitúa históricamente tras la Primera Guerra Mundial (HENRI – JACQUES S., 1999, p.121), aunque se pueden rastrear sus orígenes en los albores del siglo XIX, analizando el discurso que la ciencia médica adoptaba en torno a las nociones de salud y cuerpo normal. 6 El modelo médico de la discapacidad establece que la única prioridad de la persona con diversidad funcional es curarse, razón por la cual debe depositar toda su confianza en el conocimiento del médico que se convierte en la única autoridad reconocida que puede tomar decisiones respecto a la vida del paciente. Bajo el paradigma de este modelo el individuo con diversidad funcional es considerado como una persona defectuosa o enferma que sufre porque no es normal y a la que, por tanto, hay que curar o rehabilitar. Si la rehabilitación no es posible, entonces la condición de enfermo domina la vida de la persona que pasa a vivir institucionalizada o recluida al cuidado de la familia, y cuyos intereses y aspiraciones quedan supeditados al criterio de los médicos y profesionales del complejo asistencial, que son quiénes deciden, en un pretendido interés del otro, cuáles son las prioridades que se deben atender con el objetivo de cuidarle y protegerle. PALACIOS, A. (2008), El modelo social de discapacidad: orígenes, caracterización y plasmación en la Convención Internacional sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad, Colección: CERMI.es, Ed.: Cinca, Cap I, ap. 2.4), p. 90-103 7 Las comillas se utilizan para señalar que los términos y el enfoque utilizado por la tradicional interpretación médica de la diversidad funcional son ante todo negativos y minusvalorantes, lo cual los sitúa como poco adecuados para ofrecer una imagen positiva, y a la vez objetiva, de esta condición humana. Según hizo ver Paul Hunt en su ensayo sobre la discapacidad como “Una condición crítica”, hay cinco formas en que el estigma de la discapacidad afecta a las personas con discapacidad, pero de manera especial a los que presentan discapacidades severas: son vistos como individuos desafortunados, inútiles, diferentes, oprimidos y enfermos. Aunque parezcan facetas diferentes de una misma cosa, conviene 8 4 A raíz del Movimiento de Vida Independiente9 que, desde los años 60 del s. XX, lucha por el reconocimiento y emancipación de los colectivos oprimidos a causa de su diversidad funcional, surgió el denominado “modelo social” británico10 que definió la “discapacidad” no como una condición trágica referida al individuo, sino de la siguiente manera: En nuestra opinión, es la sociedad la que discapacita a las personas con deficiencias. La discapacidad es algo impuesto, sobre la base de nuestras deficiencias, por el modo en que somos innecesariamente aislados y excluidos de una plena participación en la sociedad. Las personas con discapacidad son en consecuencia un grupo oprimido en la sociedad. Para comprender esto es necesario captar la distinción entre la deficiencia física y la situación social, llamada “discapacidad”, de la gente con tales deficiencias. Así definimos la deficiencia como la falta total o parcial de un miembro, o el tener un miembro, órgano o mecanismo del cuerpo, defectuoso, y definimos la discapacidad como la desventaja o restricción de una actividad que es causada por una organización social contemporánea que toma poco o nada en cuenta a las personas que tienen deficiencias físicas y de esta manera las excluye de participar en la corriente analizarlas por separado como propone el autor. HUNT, Paul “A Critical Condition” in HUNT, Paul (ed.) (1966) Stigma: The Experience of Disability, London, Geoffrey Chapman, pp. 145-164 9 El Movimiento de Vida Independiente, comprende un conjunto de organizaciones sociales que luchan por los derechos civiles de las personas con diversidad funcional. Comenzó en los EEUU, promovido por familiares, asociaciones de veteranos de guerra y estudiantes universitarios con diversidad funcional, vinculado a la lucha social que otros colectivos igualmente discriminados estaban desarrollando en los años 60 y 70. Su primer objetivo fue la desinstitucionalización del colectivo de la discapacidad que vivía recluido en residencias, hospitales y en sus propios domicilios familiares, situación que, a día de hoy, continua siendo la realidad cotidiana para la mayoría de las personas con diversidad funcional en el mundo. Más tarde, este movimiento fue exportado a Europa a través de Inglaterra, donde adquirió una mayor fundamentación teórica de sus planteamientos que hasta el momento habían sido meramente reivindicativos. GARCÍA ALONSO, J.V. (coord.) (2003), El movimiento de Vida Independiente: Experiencias internacionales, Fundación Luis Vives, Madrid. Existe una amplia bibliografía sobre el Movimiento de Vida Independiente que se puede consultar en las webs de los Centros de Estudios sobre Discapacidad (Disability Studies Center) algunas de las cuales son: The Disability Archive UK (http://www.leeds.ac.uk/disability-studies/archiveuk/), The Independent Living Institute (http://www.independentliving.org/library.html). Para consultar bibliografía de estos temas en español es muy recomendable la web: http://www.um.es/discatif/PROYECTO_DISCATIF/Discatextos_1.htm 10 En este modelo se promueve la transformación de la sociedad en lugar de obligar a los individuos a que se adapten a ella. En él las instituciones sociales son las responsables de aportar los recursos y apoyos necesarios para posibilitar la igualdad de oportunidades y la no discriminación de estas personas, conservando sus diferencias, sin necesidad de exigirles que se rehabiliten o de que permanezcan recluidas en una institución. Para más información sobre el modelo social y su bibliografía asociada puede consultarse SHAKESPEARE, Tom & WATSON, Nicholas (2002) “The Social Model of Disability: An outdated ideology?”, in: Journal Research in Social Science and Disability Volume 2, pp. 9-28 5 principal de las actividades sociales. La discapacidad física es por consiguiente una forma particular de opresión social.11 De esta manera, la deficiencia hacía referencia al cuerpo biológico, mientras que la discapacidad adquiría un nuevo significado para referirse a una situación de desventaja determinada por el diseño social, funcionando de forma similar a como lo hacía el binomio sexo-genero en el contexto de los estudios del feminismo12. Esta variación de significado de una palabra que hasta el momento había aludido a una condición biológicamente inferior del individuo, corresponde a una estrategia de transformación de la percepción social. Consiste en recuperar términos que, a pesar de su carga negativa, se hayan constituido, por razones socio históricas, como marcadores eficaces de un determinado colectivo, de manera que es muy fácil identificar a sus miembros mediante ese término o etiqueta. La recuperación, en este caso, implica apropiarse del término “discapacidad”, de manera que lo negativo que subyace en él esté orientado hacia el grupo o institución que ejerce la opresión sobre el colectivo discriminado. El modelo social sitúa, pues, en las circunstancias medioambientales toda causa posible de discapacidad, relativizando la importancia de las características particulares de los cuerpos cuyo funcionamiento difiere de la media estadística. Llega, en los casos más extremos, a anular la importancia de esta diferencia. Esta brusca transición desde la culpabilización del individuo hasta su inclusión a través de la vía de la transformación social, ha generado un vacío conceptual para aludir a unas diferencias corporales que, supuestamente, no es necesario cubrir, puesto que tendrían que ser compensadas mediante las oportunas adaptaciones ambientales. Desde el modelo social, aunque siempre está presente, se evita hablar de la deficiencia como causa de discapacidad por temor a que su recuperación vuelva a situar la causa del problema en el individuo, cuando el problema pretende situarse siempre en el campo de lo social13. Esta reserva ha contribuido a cierta contradicción interna del modelo social, UPIAS (1976). “Fundamental Principles of Disability”, (London: Union of the Physically Impaired Against Segregation - UPIAS). 11 12 Esta distinción es análoga a la distinción entre sexo y género, que establecieron feministas como OAKLEY, Ann ,(1972). Sex, gender and society. London: Maurice Temple Smith citada en ÁGUILA, L.M., (2007), El concepto de discapacidad y su importancia filosófica. Investigación sobre un aspecto fundamental de la condición humana. Pontificia Universidad Católica del Perú. 13 En términos de Tom Shakespeare, uno de los revisores más lúcidos del modelo social, la deficiencia es la “presencia ausente” en este discurso ortodoxo. SHAKESPEARE, Tom & WATSON, Nicholas (2002) 6 pues trata de una discriminación que se da en un grupo de personas cuya identidad no se atreven a establecer por temor a ofrecer nuevos argumentos que justifiquen su discriminación. No se han atrevido, en suma, a definir su diferencia en términos plenamente positivos. Estas críticas en torno a cierta excesiva ortodoxia del modelo social a la hora de negar la diferencia como parte del problema, y a la hora de tratar otras cuestiones en las que el modelo no ofrecía respuestas satisfactorias14, animó a ciertos autores a plantear un nuevo modelo como ampliación del anterior, que conservara su denuncia de la opresión social, sin renunciar a cierta reivindicación de la experiencia que supone vivir en un cuerpo diverso. Ésa fue una de las razones que vio surgir el modelo de la diversidad15. ENTRE EL ESTIGMA Y LA PERCEPCIÓN POSITIVA Ya se señaló anteriormente que, conscientes de este cambio de mentalidad que se intenta promover, ciertos organismos internacionales relacionados con el mundo de la diversidad funcional vienen intentando acuñar nuevos términos, en busca de una nueva visión social y positiva de este fenómeno16. Este propósito de atraer la cuestión de la discapacidad del ámbito médico al territorio de lo social coincide con la progresiva aceptación del modelo social de la discapacidad procedente del Movimiento de Vida Independiente17. 14 Una de estas cuestiones era la excesiva importancia que algunos autores del modelo social daban a la transformación del entorno social para habilitar la capacidad productiva como vía de realización y reconocimiento social para las personas con diversidad funcional. Pero es evidente que existen personas que ni siquiera con el entorno mejor habilitado podrán ser tan productivas como otras. Por tanto, surge la necesidad de buscar otras medidas de valoración social distintas a las del trabajo productivo Por otro lado, esa misma sobrevaloración de la capacidad, hacía que el modelo social careciera de un discurso fundamentado y coherente en torno a asuntos donde la productividad y la capacidad jugaban un papel menos importante frente a otras cuestiones morales. Por ejemplo, en el ámbito de la bioética a la hora de tratar temas como la eugenesia, basada en el diagnóstico prenatal, o la eutanasia. 15 Aunque el modelo de la diversidad no tiene aún el impacto y recorrido histórico con el que cuenta el anterior modelo, poco a poco va cobrando fuerza como posible alternativa al modelo social, sin renunciar a todo lo bueno que éste ha aportado. 16 La mayor parte de la información sobre los clasificaciones internacionales presentada en este apartado está extraída del artículo de EGEA, Carlos y SARABIA, Alicia (2001) “Clasificaciones de la OMS sobre discapacidad” 17 El problema es que estos organismos internacionales están vinculados al mundo de la medicina, y les resulta difícil ofrecer una concepción dinámica, social e inherentemente humana de algo que están acostumbrados a explicar como fijo, objetivo y desviado de lo natural. 7 La Clasificación Internacional de Deficiencias, Discapacidades y Minusvalías (CIDDM) de 1980, partiendo de la idea de que la causa última de toda discapacidad es una enfermedad, analiza una serie de consecuencias de la enfermedad que afectan al individuo como cuerpo, como persona y como actor social. El esquema de la CIDDM propone la enfermedad como causa de la deficiencia, que es la expresión física y corporal de la misma. La discapacidad es el efecto limitante de la deficiencia en la actividad. Por último, la minusvalía hace referencia a la situación de desventaja social que se experimenta por causa de las restricciones a la actividad y a la participación relacionadas con la discapacidad. Este esquema causal, lineal y determinista fue muy criticado durante los 20 años de aplicación de esta clasificación, por lo cual se sugirió que debía ser revisada. En la nueva Clasificación Internacional del Funcionamiento, de la Discapacidad y de la Salud (CIF), surgida de la revisión de la anterior y publicada por la OMS en 2001, se introdujeron nuevos términos y se varió el significado de otros. En la nueva clasificación se adopta un enfoque bio-psico-social que pretende abandonar el esquema de la CIDDM de “consecuencias de la enfermedad” y adoptar un esquema basado en la salud y en sus estados relacionados. De esta manera, discapacidad queda como un término genérico que recoge las deficiencias en las funciones y estructuras corporales, las limitaciones en la capacidad de llevar a cabo actividades y las restricciones en la participación social del ser humano. Como puede verse, a pesar de todo, la CIF insiste en utilizar calificadores negativos (como déficit al funcionamiento, límite a la capacidad, barrera, restricción a la participación, etc.) para describir la situación de diversidad funcional. Esto se debe a que esta clasificación es una herramienta construida por profesionales de la salud que necesitan saber en qué circunstancias y condiciones deben entrar en acción. No es una herramienta, en principio, construida para garantizar los derechos, en cuyo caso deberían entrar en acción otro tipo de profesionales e instrumentos legales18. Ni tampoco es, finalmente, un instrumento para la construcción de una identidad positiva alrededor de una determinada condición física y/o psíquica. 18 Para eso se desarrolló en 2006 la Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad de las Naciones Unidas, incorporada al sistema legal español el 21 de abril de 2008. La implantación de este instrumento legal puede considerarse un logro del Movimiento de Vida Independiente que ha conseguido colocar en la agenda política internacional la tarea de eliminar la discriminación por causa de diversidad funcional. PALACIOS, A. (2008) 8 En cualquier caso, parece innegable que las sucesivas clasificaciones internacionales son progresivamente más conscientes de la dimensión social del fenómeno de la diversidad funcional, pero parten siempre de una visión medicalizada de la misma, centrada en los trastornos de salud y de funcionamiento que impone, bien sea por los límites a la capacidad o por las barreras sociales. Como señalan Romañach y Lobato, este intento de desplazar el problema de la persona al entorno queda en un “vano intento de cambiar una realidad en la que sus propios promotores no terminan de ver su lado cuando menos neutro o positivo”19. ANÁLISIS SEMÁNTICO DE LA PROPUESTA TERMINOLÓGICA La diversidad funcional describe las diferencias orgánicas y de funcionamiento que puede presentar el cuerpo diverso. Una de las cosas más específicamente valiosas que las personas con diversidad funcional pueden aportar a nuestra riqueza cultural, es la percepción positiva de su diferencia, sean cuales sean sus consecuencias para sí mismas y para aquellos que les rodean20. El concepto “diversidad funcional” cuenta con buenos elementos semánticos para convertirse en signo de identidad y orgullo, cosa que no parece ocurrir con el de “discapacidad” ni siquiera en sus versiones más positivas y políticamente correctas. El término sitúa lo que se quiere referir en dos territorios semánticos que no aluden a aspecto negativo alguno que pueda implicar esta situación vital. El primer territorio semántico es el de la diversidad y es genuinamente positivo. La diversidad alude a una desemejanza en la naturaleza, especie o forma que no se considera negativa y que lleva asociada la noción de numerosa y variada como forma de riqueza. Por tanto, lo diverso es un atributo compartido por todos los elementos de un conjunto aunque haga mención a la diferencia particular de cada uno de ellos. Además se opone a la homogeneidad, la 19 ROMAÑACH, J. y LOBATO, M., (Mayo 2005), p. 3 20 El valor de la vida humana es intrínseco sea cual sea su condición. Una dependencia física o psíquica de otros, una corta esperanza de vida, o un trastorno que provoque algún tipo de sufrimiento, son condiciones que determinan la vida pero que no niegan, ni al individuo que lo tiene ni a su entorno, la posibilidad de ser feliz con los apoyos adecuados. Por otra parte, la ventaja de vivir en comunidad debería ser la de facilitar comodidades que hagan posible que cualquier persona, sea cual sea su condición, pueda aspirar a ser feliz en igualdad de condiciones con los demás. La felicidad no es responsabilidad de la sociedad, salvo que se constituya en una sociedad paternalista, pero si es en parte responsable de que todos tengamos las mismas oportunidades para ser felices. 9 monotonía y la indiferencia. El segundo territorio semántico es el de la función entendida como la capacidad de actuar propia de los seres vivos y de sus órganos, y es un territorio neutro, es decir, sirve para situar la fuente de diversidad, para decir en qué consiste la diferencia. Ahora podemos analizar algo más detenidamente el último término (“persona con discapacidad”) propuesto por los organismos oficiales y compararlo con la propuesta de la diversidad funcional. Persona con discapacidad ya dijimos que anteponía la condición de persona a la de la capacidad nula o defectuosa. Además tiene la ventaja de que no extiende la falta de capacidad a todos los aspectos de la vida del individuo, evitando así la engañosa sustantivación de situaciones adjetivas, como ocurría con el término “discapacitado” en español21. Muchas personas con diversidad funcional se sienten cómodas con el término persona con discapacidad, pues asumen que carecer parcial o totalmente de una capacidad determinada no tiene por qué ser causa de discriminación, y están en lo cierto. Por otro lado, aquellos que defienden la nueva denominación, diversidad funcional, sostienen que no es una falta de capacidad lo que identifica a este colectivo, sino más bien una diferencia de funcionamiento y la discriminación que por ello soportan. No atribuyen distinto valor a las diferentes maneras de desempeñar una actividad, simplemente asumen que cualquier manera de funcionar es válida si cumple las expectativas de quien la utiliza, en cuyo caso debe ser reconocida, legitimada y puesta a disposición por la sociedad22. El término “discapacidad” equivale a admitir que hay un defecto, una tara, que puede ser compensada, o no, con rehabilitación y esfuerzo No ocurre lo mismo con la traducción inglesa de “discapacitado” (disabled) donde el modelo social determina que es la sociedad la que “discapacita”. Por lo tanto no hay mayor problema en utilizar el término persona discapacitada, como sinónimo de persona oprimida y discriminada por una sociedad que no ha sido diseñada pensando en ella. OLIVER, M. (1990), The Politics of Disablement, The Macmillan Press Ltd, cap. 1 21 22 Un argumento a favor del término diversidad funcional construido desde este enfoque puede ser el siguiente: existen capacidades concretas, que son consideradas tradicionalmente propias de la naturaleza humana (ver, oír, caminar, comprender y utilizar el lenguaje, etc.), que pueden desempeñarse a través de modos de funcionar, o funcionalidades diversas. En el caso de una persona sorda existe una diferencia en su modo de funcionar a la hora de comunicarse, puesto que ella lo hace mediante la lengua de signos, pero esto no significa que esa persona tenga la capacidad menor o nula de comunicarse, significa simplemente que lo hace de una manera diferente a la de la mayoría. Asimismo podemos decir que una persona usuaria de silla de ruedas se desplaza lo mismo que una persona que camina, pero con ayuda de un artefacto que le habilita para deambular fácilmente en espacios convenientemente adaptados para silla de ruedas. Bajo este paradigma amplio, la capacidad para cualquier cosa, en principio, es igual para cualquier persona, sólo que cada una la realiza de una manera distinta, bien con las funcionalidades que le ofrece su propio cuerpo, o bien con ayuda de otros apoyos técnicos y/o humanos. 10 personal, o bien con la adaptación necesaria del entorno social. Todo esto sitúa al individuo en la tesitura de tener que superar la barrera de su discapacidad para demostrar que puede “ser como los demás”. Quienes son definidos desde la discapacidad inmediatamente tienen que aclarar, con argumentos o con hechos, que ellos pueden participar en cualquier actividad considerada socialmente valiosa, porque el término que los define ofrece semánticamente la información contraria. La estrategia del término diversidad funcional es, al contrario, aludir a un atributo humano universal que únicamente se torna problemático en determinados ambientes y ordenamientos sociales excluyentes, con el objeto de que la comunidad se implique más en las demandas de participación y no discriminación del colectivo. El problema continúa en la sociedad, que es donde lo situó el modelo social, pero desaparece de lo que caracteriza a la estructura corporal y funcional de la persona, que encuentra así una manera de identificarse con su diferencia en positivo, cosa que no logró el modelo médico que la identificaba con los aspectos negativos de su diferencia y la responsabilizaba de superarlos mediante rehabilitación, ni el modelo social (en sus versiones más radicales) que responsabilizaba a la sociedad de esos mismos aspectos, negándole cualquier posibilidad de relacionarse de una manera no conflictiva con sus propias capacidades (sean estas cuales fueran). CONTROVERSIAS EN TORNO A LA PROPUESTA Llegados a este punto, y conociendo la trayectoria que han seguido los términos para identificar el fenómeno que nos ocupa (de lo individual a lo social, y de lo estigmático a lo identitario) cabría preguntarse si era necesario introducir un nuevo término en el ya de por sí amplio repertorio existente. Podría aludirse al proceso de emancipación de otros colectivos históricamente oprimidos que, en su proceso de construcción de una identidad como imagen positiva de sí mismos, han tenido que desembarazarse de los calificativos negativos que un grupo opresor les asignaba e implicarse en la tarea de definirse a sí mismos en términos positivos, o al menos neutros. Así ocurrió con el colectivo afroamericano en Estados Unidos y con el colectivo gay en todo el mundo, y emulando la lucha social de estos colectivos, se plantea esta propuesta que no queda a salvo de controversias. 11 Para empezar, aún no está claro que el territorio semántico de la diversidad funcional sea exactamente el mismo que el del término discapacidad. Para Agustina Palacios23 la diversidad funcional es, en el modelo de la diversidad, lo equivalente a la deficiencia (impairment) en el modelo social, mientras que conserva la palabra discapacidad para referirse a la interacción problemática del sujeto con un entorno social que no ha sido diseñado pensando en su diversidad funcional. Este uso sustitutivo del término es correcto, pero es posible que renuncie a parte de su potencial inspirador de identidad de grupo, ya que, en lugar de la diferencia, continúa dejando en manos de la opresión social el criterio de pertenencia al colectivo. Esto no tiene por qué ser contraproducente si no se busca desarrollar una identidad en torno a la diferencia hasta las últimas consecuencias, es decir, la identificación a través de la exclusión del otro. Parece que los defensores del término no quieren avanzar por ese camino, sino que ofrecen una propuesta más integradora24. Aludir o no a la discriminación El aspecto negativo de la diversidad funcional aparece cuando el entorno social no ofrece los apoyos necesarios para disfrutar de las mismas oportunidades que los demás. Los propios autores recomiendan aludir a esta discriminación siempre que ésta no sea percibida25. En tal caso, habría que hablar de “personas discriminadas por su diversidad funcional”26. “En lo personal, quien escribe prefiere utilizar el término “diversidad funcional” en remplazo del término “deficiencia”, porque de este modo se elimina la connotación negativa sobre las palabras que aluden a las características de un ser humano”. PALACIOS, A. (2008), p. 34 23 “Pretendemos ir incluso más allá y obviar la estrategia social del “desviacionismo”. Esa que obtiene como resultado el “ellos” y “nosotros”, para plantear que la diversidad funcional es algo inherente al ser humano.” ROMAÑACH, J. y LOBATO, M., (Mayo 2005), p. 5 24 “Por este motivo, este concepto, la discriminación, puede y debe ser resaltada en el uso del término cuando resulte necesario, especialmente cuando se trate de dirigirse a personas que no la hayan percibido todavía.” PALACIOS, A. y ROMAÑACH, J. (2007), pp. 110-111 25 26 No todas las personas con diversidad funcional están discriminadas. “Así, por ejemplo, una persona miope tiene ojos que funcionan de otra manera, pero al existir soluciones socialmente extendidas como las gafas, no sufre ninguna discriminación por su diferencia. Sin embargo, cuando las gafas, lentillas o elementos similares se demuestran insuficientes, la persona pasará a ser discriminada por su diversidad funcional ya que, por ejemplo, no recibirá la misma información escrita y de orientación que el resto de la sociedad.” PALACIOS, A. y ROMAÑACH, J. (2007), p. 110. Esto es una prueba de que, desde el modelo de la diversidad, la naturaleza de la situación vital a la que alude no pertenece en exclusiva a un colectivo concreto sino a una situación que se da bajo una serie de circunstancias contingentes, internas y externas, que afectan al individuo en un momento determinado o durante toda su vida. Por ello el modelo permite hablar de diversidad funcional circunstancial o transitoria 12 Otras veces, sin embargo, indican que la discriminación se sobreentiende dada la tradicional opresión y marginación a la que ha estado sometido el colectivo27 y que el propósito último de la filosofía que lo inspira es hacer desaparecer el concepto discriminación de su uso cotidiano. La relativización del concepto Al proponer un concepto totalmente positivo de una situación vital, que a priori no tiene nada de malo, pero que puede ser motivo de discriminación, se corre el peligro de que la situación de opresión social que experimentan estas personas quede relativizada por la potencia universalista y positiva del término. Ocurre con frecuencia que, en los foros de debate en los que se propone este cambio terminológico, la mayoría que no sufre discriminación por su diversidad funcional se apropia del término en un supuesto ejercicio de “reconocimiento solidario”. Pero esta actitud conduce a un peligroso silogismo que casi nunca se hace explícito, pero que está presente en cierta postura conservadora a la hora de escatimar recursos y apoyos para garantizar la igualdad de oportunidades de las personas con diversidad funcional. El silogismo es: Todo el mundo es diverso puesto que cada persona es diferente; por tanto los problemas que tienen las personas con diversidad funcional deben ser similares en cualidad e importancia a los que tiene todo el mundo; por tanto las personas con diversidad funcional no sufren mayor discriminación que la que pueda sufrir cualquier ser humano. Es en la segunda proposición en la que falla el silogismo. Los problemas que tienen las “personas discriminadas por su diversidad funcional” son muy distintos a los que tiene la mayoría, sobre todo en calidad e importancia para su proyecto de vida personal. Llegados a este punto la lucha social pierde todo su impulso por la vía de una burda utilización de un término por parte de una mayoría que se empeña en no ver un problema que no le afecta y que lo relativiza en cuanto tiene ocasión. Por todo ello, continúa siendo importante aludir a la discriminación, sobre todo en ciertos debates académicos, para evitar que se desactive esta conciencia de la necesidad de un cambio social. “[…] No obstante, la tradicional vinculación entre la diversidad humana y la discriminación social, hace que nos resulte necesaria la inclusión de este aspecto en la definición del término, ya que luchamos para que llegue un tiempo en el que la discriminación desaparezca y la diversidad funcional sea aceptada como una riqueza más dentro de la diversidad de la especie humana.” ROMAÑACH, J. y LOBATO, M., (Mayo 2005), p. 6 27 13 Diversidad Funcional Vs Funcionalidad Diversa. Surgió otra controversia en torno al orden de las palabras que planteó Carlos Egea28 proponiendo la expresión funcionalidad diversa. Su principal crítica consiste en que el término diversidad funcional sitúa lo sustantivo, es decir, lo importante en la diferencia y que eso podría favorecer la discriminación. Sin embargo, los creadores del término defienden que resaltar la diferencia no implica necesariamente negativizarla, sino ensalzarla como algo positivo, de lo que sentirse orgulloso y hacer parte de la identidad de uno. Aunque ambas posturas parecen razonables, no tienen por qué excluirse mutuamente. Desde un enfoque más teórico se puede hacer uso de las dos formas para referirnos a conceptos que entran dentro de la misma esfera semántica, pero que aluden a aspectos distintos. La diversidad funcional hace alusión al hecho objetivo de que existe una dimensión de la existencia humana que está relacionada con la manera diferente en que las personas realizan las actividades cotidianas en las que está implicado su cuerpo. Es la versión abstracta y universal de la funcionalidad diversa, es decir, del modo concreto en que alguien realiza una actividad determinada. Una funcionalidad diversa es una particularización de la diversidad funcional. Dentro del colectivo de la diversidad funcional existen personas con funcionalidades diversas. El manejo de la diversidad en los diferentes niveles de lenguaje. La propuesta terminológica esta orientada a los ámbitos académico, científico, filosófico, político y legislativo en los que los autores detectan un uso del lenguaje degradante cuando en sus documentos se refieren a la diversidad funcional. Este trato degradante se transmite inevitablemente a otros niveles del lenguaje como el coloquial contribuyendo a su percepción negativa. Para ciertos niveles de lenguaje, sin embargo, el término diversidad funcional puede resultar demasiado genérico29. Tanto Javier Romañach como Manuel Lobato son conscientes de la diversidad que encierra el propio término30. Así proponen el uso del término aislado en los contextos más teóricos; pero 28 ROMAÑACH, J. y LOBATO, M., (Mayo 2005), p. 8 29 Sobre esta cuestión véase el debate surgido a partir de un mensaje del Foro de Vida Independiente titulado “Sobre los niveles del lenguaje”. Mensaje 15956 del 1 de Septiembre de 2005. “No obstante, si se quiere hacer efectivo el uso del término como herramienta de cambio de mentalidad, éste deberá tomar varias formas, en función del público al que vaya dirigido. Así, para su uso en textos técnicos y a efectos de diferenciar ámbitos de discusión, puede que la amplitud del término pueda dar lugar a ambigüedades”. PALACIOS, A. y ROMAÑACH, J. (2007), p. 115 30 14 en los contextos más técnicos en los que sea necesario recomiendan especificar qué tipo de diversidad funcional se trata. De esta manera, en estos contextos se habla de diversidad funcional física, diversidad funcional sensorial (visual, auditiva), diversidad funcional psíquica (para referirse a los trastornos de conducta) o intelectual (para referirse a las dificultades de aprendizaje), diversidad funcional transitoria, etc. Todo esto, sin dejar de ser necesario, alarga más aún este concepto que ya de por sí resultaba extenso, lo cual no deja de ser una dificultad más para su implantación. Para los contextos más coloquiales se ha propuesto el término “diverso/a” como simplificación del original, aunque continúa percibiéndose de manera confusa entre el público poco habituado. La diversidad alude habitualmente a variedades entre los seres vivos, las razas y las culturas humanas. No se suele relacionar con lo que el público en general entiende por discapacidad, porque no perciben a la persona con diversidad funcional como alguien sencillamente diferente, sino que lo perciben como alguien defectuoso.31 Finalmente, en ciertos casos, en los que es necesario especificar la diversidad concreta o qué clase de apoyos se necesitan, muchos prefieren continuar usando una terminología menos genérica y más descriptiva para cada caso concreto, siempre que los términos utilizados no sean peyorativos. Usuario de silla de ruedas, persona ciega o sorda, podrían valer como ejemplos de términos fáciles de entender por todos para utilizar en contextos del día a día32. La cuestión del grado. Existe también la cuestión de la aparente importancia que tiene la diferencia de grado dentro de la comunidad de personas con diversidad funcional. Es evidente que hay gente que necesita más apoyos que otra, a las que se puede denominar personas con gran diversidad funcional o grandes diversos funcionales. Sin embargo, esta denominación gradual puede interpretarse como una herencia del modelo médico rehabilitador. Podemos hablar de grandes diversidades funcionales, de 31 En la medida en que el necesario cambio de mentalidad se produzca, cuando los ciudadanos, políticos, periodistas, etc., adopten con naturalidad el término diversidad funcional, entonces es posible que el término “diverso” arraigue en el ámbito coloquial. Naturalmente, entre la comunidad familiarizada con el término no existen estos problemas. 32 De hecho, y en general, las propias mujeres y hombres con diversidad funcional prefieren los términos que designan directamente su diferencia funcional tales como sordo, ciego, tetrapléjico, etc., porque constatan una realidad de su propia vida y muchos de ellos ya no le ven el valor negativo PALACIOS, A. y ROMAÑACH, J. (2007), p. 107 15 una manera cualitativa, referida al modo de funcionar de la mayoría, pero generalmente tiende a interpretarse de una manera cuantitativa, referida a la cantidad y coste de los apoyos necesarios. En un contexto técnico, de modificación del entorno social, es necesario estimar con cierta precisión cuál es la cantidad de apoyos que necesita una persona para desenvolverse como cualquier otra; cuanto más haya que modificar el entorno, mayor se estimará, bajo este enfoque cuantitativo, la diversidad funcional del sujeto. Pero esta situación de restricción a la actividad varía una vez que esos apoyos son puestos a disposición. En entornos de agencia dinámicos y adaptativos como estos, no tendría sentido, entonces, hablar de grados de diversidad funcional relacionados con la cantidad de ayuda que se necesita, porque dicha cantidad no es fija ni especifica nada importante para la persona. El término “gran diversidad funcional” se suele interpretar de una manera negativa, como referido a una persona que necesita muchos, quizá demasiados o inasumibles, apoyos para realizar las mismas actividades que los demás. Lo mismo ocurre, de manera mucho más clara, con el término “diversidad funcional severa”, que toma su calificativo directamente como si se tratara de una enfermedad. CONCLUSIONES. El término diversidad funcional permite a las personas con discapacidad establecer una relación positiva con sus diferencias orgánicas y funcionales, sin desfavorecer la labor del modelo social en denunciar su situación de colectivo oprimido socialmente. Puesto que esta situación de opresión se pretende que algún día acabe, la identidad como colectivo también estaría destinada a desaparecer cuando acabe la discriminación que la suscita. Otra cuestión diferente es la identificación de cada sujeto con su diversidad funcional particular, que no tiene por qué desaparecer, sino, al contrario, puede formar parte de la identidad de la persona, junto a otros muchos rasgos que lo definen y lo particularizan como individuo33. 33 La propuesta de Agustina Palacios (2008) de continuar utilizando discapacidad para referirse a una situación de opresión social que se pretende que algún día desaparezca, es una alternativa que, desde un punto de vista estratégico, reúne ventajas de ambas propuestas. Conserva la palabra discapacidad, aunque con un significado centrado en lo social y no en el individuo, como categoría reconocible del colectivo, e introduce la diversidad funcional como sustituta de la categoría negativa que representaba la deficiencia. Parece más fácil que el público en general acepte estos cambios que los derivados del uso del término diversidad funcional en todos los casos. 16 Por otro lado, aunque pueda ser cierto, como señalan los autores del término34, que las palabras llevan asociadas ideas, pensamientos y valores culturalmente aceptados, existe la posibilidad de que un cambio forzado de terminología no signifique más que una superficial modificación estética del lenguaje, que conduzca a una devaluación del nuevo término. Algunos ejemplos y pruebas de esta posible degeneración y tergiversación del término se han ofrecido aquí. De esta manera podemos encontrarnos con que, al cabo del tiempo, llamar a una persona “diverso funcional” sea tan insultante o discriminatorio como llamarla discapacitada o minusválida. A menudo, los intentos de imponer una terminología que pretenda cambiar la realidad de lo que nombra pueden acabar en fracaso. No obstante, estos cambios de nomenclatura suelen darse en contextos de cambio de paradigma, y acompañan y señalan dicho cambio, antes que promoverlo y menos aún liderarlo. A largo plazo, normalmente, es el cambio de ideas y valores los que van guiando el cambio terminológico que queda como registro histórico cultural del cambio social producido, siendo la variación ligüística el signo que da testimonio de ese cambio cultural. El éxito de la empresa no depende tanto de las posibles debilidades que acarrea la expresión, y que aquí hemos comentado, pues siempre existirán tales debilidades, tomemos el término que tomemos. Depende más bien de otros factores como el grado de compromiso del colectivo por cambiar la realidad en que viven, y el momento sociohistórico en el que se pretende llevar a cabo la revolución social deseada. Teniendo en cuenta lo anterior, el término diversidad funcional es correcto y responde a todas las expectativas del cambio social buscado para que la discriminación de éste colectivo desaparezca, por lo que puede ser un magnífico marcador histórico para saber si el momento de ese cambio social ha llegado. Puede que la transformación social no consista en un cambio de terminología, pero el cambio de terminología llegará seguro cuando se produzca la trasformación social. Sin embargo, también se puede sostener que la palabra discapacidad tiene una connotación demasiado negativa en español, y que lo que se ganaría en facilidad de reconocimiento sería porque el público en general continuaría asociando esta situación vital a una enfermedad o una tragedia personal. “Sabemos que las palabras o términos llevan asociados ideas y conceptos, y que esta correspondencia no es azarosa sino que representan valores culturalmente aceptados del objeto o ser nombrado. Éstos valores se transmiten en el tiempo utilizando las palabras como vehículo. Con el tiempo, si queremos cambiar las ideas o valores no tendremos más remedio que cambiar las palabras que no soportan y le dan vida. [...]” ROMAÑACH, J. y LOBATO, M., (Mayo 2005), p. 1 34 17 BIBLIOGRAFÍA. ÁGUILA, L.M., (2007), El concepto de discapacidad y su importancia filosófica. Investigación sobre un aspecto fundamental de la condición humana. Pontificia Universidad Católica del Perú. ALBRECHT, Gary L. (1992) “The Disability Business: Rehabilitation in America”. Newbury Park, California: Sage Publications CANGUILHEM, G. (1970), Lo normal y lo patológico, s.XXI, Argentina editores, Buenos Aires. EGEA, Carlos y SARABIA, Alicia (Noviembre, 2001) "Clasificaciones de la OMS sobre discapacidad", Boletín del Real Patronato Sobre Discapacidad GARCÍA ALONSO, J.V. (coord.) (2003), El movimiento de Vida Independiente: Experiencias internacionales, Fundación Luis Vives, Madrid HENRI – JACQUES S. (1999). 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