"Ponencia preparada para el XII Congreso Nacional de Ciencia Política, organizado por la Sociedad Argentina de Análisis Político y la Universidad Nacional de Cuyo, Mendoza, 12 al 15 de agosto de 2015" Industria, Tecnología y pensamiento estratégico de defensa, el caso brasileño en perspectiva histórica1 Autor: Mg. Aureliano da Ponte (Escuela Superior de Guerra/USAL/INEST-UFF) Correo electrónico: [email protected] Resumen El vínculo entre tecnología y estrategia no es un fenómeno nuevo. De hecho, el problema de la preparación de la movilización industrial con arreglo al principio de la libertad de acción, ha sido motivo de preocupación sustantiva de los pensadores militares, al menos, desde el siglo XIX. Desde principios del siglo XX, producto de los avances de la ciencia y la técnica surgieron nuevas industrias que por su incidencia sobre la estructura productiva se perfilaron como estratégicas. Consecuentemente, los niveles de desarrollo científico-tecnológico e industrial han constituido dos de los indicadores más contundentes del Poder de los Estados. En ese marco, la ponencia indaga en el pensamiento estratégico y en el pensamiento militar de Brasil en la perspectiva de analizar cómo ha sido comprendida la relación entre Política de Defensa, estrategia militar y autonomía tecnológica. Esta ponencia se desarrolla en el marco del Proyecto de Investigación: “Política de Defensa, Estrategia militar y Autonomía tecnológica: Trayectorias industriales estratégicas de la República Argentina (1914-1995)”, Escuela Superior de Guerra, acreditado por el Instituto Universitario del Ejército. Período 2014-2015. 1 Introducción Durante algunos meses, más precisamente entre fines de 1909 y comienzos de 1910, la Marina brasileña fue, junto a Gran Bretaña, una de las armadas más modernas del mundo. Con la llegada de los tres acorazados dreadnoughts y su efectiva incorporación a la escuadra, accedió a la última tecnología naval de aquel entonces (Martins Filho, 2010).2 Sin embargo, la correlación entre la realidad económico-social del país y la disposición de esa capacidad militar contrastaba notoriamente. De acuerdo a Vidigal (1997), la flota de 1910, cuyos barcos fueron comprados íntegramente a Inglaterra3, “no representó más que una ilusión”, debido a que el país no contaba con una estructura apropiada de apoyo.4 En la misma línea, Alves sostiene Además de la respuesta de los vecinos hispanos, otro factor impediría cualquier deseo mayor por la supremacía en el Brasil: el atraso industrial. La posesión de buques modernos se convirtió en un espejismo de poder, porque la flota adquirida llegó a tener un potencial de uso muy pequeño. (...) La dependencia externa para el mantenimiento y reparación de buques constituyó un poder naval nacional menor de lo esperado (2005: 154-155). En efecto, la economía era fundamentalmente exportadora de materias primas y el sector industrial prácticamente inexistente, la infraestructura precaria y con un desarrollo limitado casi con exclusividad a las regiones costeras del país. Los sectores vinculados a las actividades primarias y extractivas, como la cafetera y la ganadera, prevalecían tanto en la vida económica como en la conducción política del Estado (Fausto, 2003). Con todo, incluso antes de la Gran Guerra, los llamados ‘jóvenes turcos’ se manifestaban a favor de la necesidad de que Brasil absorbiese las novedades extranjeras para tener dominio tecnológico propio. La revista ‘La Defensa Nacional”, creada en 1913, se constituyó en el órgano 2 Dreadnought, es un tipo de Buque de Guerra de origen británico que fue construido por esa Marina hacia 1906. Por sus características, estableció un nuevo patrón en los navíos a lo largo de las siguientes décadas. Estaba impulsado por turbinas que incrementaron sustancialmente la velocidad de navegación, 18,000 toneladas de desplazamiento aproximadamente, 160 metros de largo y una tripulación de unos 800 marineros. En cuanto al poder de fuego, el armamento principal era de un solo calibre (10/12 pulgadas), montado en cinco torretas gemelas. Además, 24 armas de disparo rápido de 3 pulgadas, 5 ametralladoras Maxim y 4 Tubos lanzatorpedos destinados a combatir contra los destructores y lanchas torpederas (Enciclopedia Británica). 3 La compra de armamento implicó la influencia británica en el pensamiento militar de la época. El programa naval presentado en el Congreso a mediados de 1904 “preveía la adopción de ‘navíos de desplazamiento moderado, compatibles con los recursos del país, y más adecuados a nuestras necesidades’. (…) La licitación fue ganada por la firma británica Armstrong, que dividió la encomienda con su concurrente Vickers, en los cuadros de la estrategia empresarial –y a veces gubernamental- de control del mercado entonces vigente” (Martins Filho, 2010: 63). De acuerdo a Smith, Humm y Fontanel (1989 citado en De Souza, 2012), las razones de naturaleza política que motivan a un país a desarrollar su industria de defensa se vinculan a la búsqueda por mayor influencia política en las relaciones internacionales. Al respecto, debe recordarse que al abastecer de armas un país puede tanto asistir a un aliado como reforzar su posición militar pero a la vez influir en su comportamiento. Por eso, como advierte De Souza “(…) innumerables transferencias de armas forman parte de acuerdos y tratados políticos más amplios que incluyen otras obligaciones o restricciones en cuanto al uso del sistema de armas transferido. Además, en caso de conflicto, la recusación en abastecer piezas de reposición puede influenciar decisivamente en el resultado de un conflicto” (2012: 89). 4 Ello era producto de la decadencia del Arsenal de Río de Janeiro, así como del abandono de otros proyectos como el arsenal en Jacuecanga. mediante el cual esta corriente modernizadora comenzaba a expresarse.5 Por cierto, es pertinente indicar que la configuración de este pensamiento se fue articulando sobre la base de la influencia de distintas potencias mundiales. La situación de atraso comenzaría a modificarse en diversas dimensiones luego del impacto de dos acontecimientos que tuvieron lugar hacia 1930, uno de origen externo y el otro doméstico. El primero, la crisis económica mundial sucedida pocos meses antes. El segundo, cristalizado con la llegada al poder de Getúlio Vargas ese mismo año, supuso una reorientación novedosa para la política económica que ubicó el centro en la industrialización. Conocido luego como nacionaldesarrollismo, esta doctrina enlazaba al interés nacional con el desarrollo, por intermedio de la voluntad política concentrada en el Estado, quien debía ser el generador de nuevas actividades, particularmente industriales. Para ello debió fortalecerse la estructura de aparato estatal en tanto organización burocrática. En este sentido, Goldoni refiere las percepciones de una parte de esa elite señalando que (…) las elites brasileras, durante la Primera República, sostenían la convicción de que la construcción de un Estado soberano exigía la modernización de sus corporaciones y la implantación de un parque industrial capaz de atenuar la dependencia de las importaciones de material bélico y reducir la gran diferencia entre la capacidad militar del país en relación a la de las potencias industriales (2012: 64, traducción AdP). Estas preocupaciones tuvieron su correlato en las instituciones militares. Según Domingos Neto y Goldoni (2010), en el trascurso de 1930, el ministro de Guerra general Pedro Aurélio Góes Monterio (posteriormente Jefe del Estado Mayor del Ejército), presentó a Getúlio Vargas un balance de la capacidad de la industria bélica nacional en tono alarmante y alertó sobre la necesidad de iniciativas para impulsarla. Consideraba que poco servía a los oficiales jóvenes realizar comisiones en los Ejércitos de las economías desarrolladas, importar armamentos y equipos o contratar misiones extranjeras sin que se adoptaran cambios en el propio país. En sus palabras, “un ejército moderno sólo cabría en el seno de una sociedad moderna”. En la misma 5 Este trabajo adopta la categorización y consiguiente distinción entre Pensamiento Estratégico y Pensamiento Militar de Vargas García (1997). Al respecto, el autor propone que “el “pensamiento estratégico” podría ser definido como aquel ligado a concepciones amplias que pueden ser o no de naturaleza militar, pero que envuelven siempre cuestiones consideradas “estratégicas” por los actores en interacción, condicionando, así, padrones de comportamiento. Comprende la definición de objetivos, anticipación de movimientos, planeamiento de largo plazo, cálculo de costo-beneficio, manejo de información, toma de decisiones y grados variados de incertidumbre en relaciones complejas de conflicto, competición o negociación. Pensar estratégicamente, por lo tanto, no es necesariamente prerrogativa del profesional militar, ya que tal ejercicio puede servir tanto para la política de un Estado, como para una organización, empresa o individuo. La idea de “pensamiento militar”, a su vez, puede ser tomada en sentido estricto y aplicada específicamente a la estrategia y a la táctica militares, o aquello que se convenciona en llamar “arte de la guerra”. Es el caso, por ejemplo, de la doctrina militar, entendida como un ‘conjunto de principios y enunciados que sirven de fundamento para el uso del poder nacional’, por los cuales se sistematiza y se coordina el empleo conjunto de las fuerzas de un Estado” (Vargas García, 1997: 19). línea se expresó su sucesor en el cargo, general Eurico Gaspar Dutra (luego Presidente), ministro de 1936 a 1945, agregando que a la baja calidad de la producción de las fábricas militares se sumaba la falta de preparación del parque industrial civil. Dichas circunstancias sirven para apuntar dos aspectos que formaron cuestiones sustantivas dentro del pensamiento estratégico y el pensamiento militar brasileño. Por un lado, un notable interés por la educación y la formación de recursos humanos, particularmente de las carreras tecnológicas. Por el otro, el involucramiento relativo de algunos empresarios tanto en la discusión como en las actividades.6 Algunas décadas después, particularmente desde los años 1950 en adelante, fruto del proceso de industrialización surgieron divisiones dentro de la corriente desarrollista que enfocaban de distinta manera la forma en que debía continuar ese desarrollo.7 Silva Moreira considera que “como forma de reacción al nacional-desarrollismo, surgió un modelo híbrido, llamado dependiente-asociado, que no negaba la participación activa del Estado, en tanto atribuía otro papel al capital extranjero, papel ese fundamental, de alianza y promoción de las inversiones en sectores de punta y estratégicos para el país”. El principal debate se centraba en cuál debía ser el papel asignado al capital privado nacional. De ahí que distingue diversas corrientes. “Para los desarrollistas ligados al sector privado, el Estado debía actuar en las ramas en que la iniciativa privada nacional no tenía interés y reclamaban enfáticamente que el gobierno adoptase un elevado proteccionismo a la industria nacional”. En cambio, los sectores vinculados al Estado estaban divididos en dos. Por una parte quienes defendían alianzas con el capital nacional. Por la otra los que sostenían la asociación con el capital extranjero como factor para superar el subdesarrollo. Si bien ambos pugnaron en favor de su visión, este último es el que pasaría a predominar desde los sesenta. Posiblemente uno de los exponentes más destacados sea Roberto Simonsen, considerado uno de los “capitanes de la industria”, y parte de un sector empresario que apoyo activamente la vinculación entre industrialización, defensa nacional y educación. En un trabajo de su autoría sobre la evolución de la industria en Brasil, afirma que “Según la moderna orientación, las industrias van siendo ejercidas en los medios adelantados con la preocupación máxima de “servir”, de ser útiles a los medios en que se hallan establecidas, siendo la ganancia, antes que un fin, una función derivada. En los Estados Unidos, por todas partes se hace una intensa propaganda del perfeccionamiento de los métodos de la industria y de los negocios que son considerados como una especie de función pública, comportando responsabilidades sociales y deberes para con la comunidad. La produción en todos sus aspectos está siendo considerada em los países que se ubican en la vanguardia de la civilización, como un negocio de la nación y no como un interese individual” (SIMONSEN, 1973: 62). 7 Es pertinente señalar que estas divisiones son el emergente de un debate que se venía desarrollando desde antes. Sobre este tema, Domingos Neto y Guerreiro Moreira afirman que “Un intenso y acalorado debate acerca del papel del capital extranjero en el desarrollo económico dominaba la escena política. El llamado nacional-desarrollismo, pretendiendo la autonomía económica, sostenía que correspondería al Estado garantizar las inversiones fundamentales a la modernización de las actividades industriales sobre control doméstico (2010: 106). 6 Este punto no es apenas una discusión de ideas abstractas, sino por el contrario, es uno de los sustentos que conformó la base ideológica desde la cual se formuló e implementó la política industrial de la defensa en aquellas décadas. Una vez más, las Fuerzas Armadas no sólo acompañaron cada una de estas etapas, verificándose también las diferencias al interior de su pensamiento, sino que fueron un actor protagónico. En otras palabras, de acuerdo con la conceptualización adoptada por este trabajo, el pensamiento militar, de manera articulada con sus propias especificidades, reflejó las transformaciones del pensamiento estratégico. A su vez, ambos se vieron fuertemente condicionados por la dinámica del sistema internacional, aunque esto no necesariamente coincidiera con los objetivos de desarrollo tecnológico autónomo declamados. Los ochenta empezaron con previsiones promisorias, el país llegó a ocupar el 8º lugar como exportador de armamentos, destacándose blindados, aeronaves, misiles y cohetes, pero terminó la década con una situación bastante crítica. La confluencia de un conjunto de factores (finalización del conflicto Irán-Irak, la caída de la URSS, la crisis de la deuda, el “neoliberalismo”, entre otros), ocasionaron grandes dificultades para la industria brasilera de defensa.8 Este período, analizado desde en una suerte de lógica “darwiniana”, dejó afuera a quienes no demostraron la capacidad de adaptarse a los nuevos tiempos. De hecho, cerraron y quebraron empresas de economías industrializadas. De todos modos, el estudio detallado de estos años revela, en casos como el de Brasil, que no fueron sólo variables contingentes las que explican el desempeño del sector, sino que es la interacción entre estos elementos con debilidades estructurales las que ayudan a comprender con mayor profundidad los resultados (Franko-Jones, 1992; Dagnino, 2010). En definitiva, partir de estas breves consideraciones resulta adecuado para colocar en perspectiva la temática particular que se aborda en este escrito, aún reconociendo cierta simplificación en ellas. El objetivo es analizar la manera en la que las Fuerzas Armadas brasileñas concibieron la cuestión industrial y tecnológica en su vinculación con la Defensa Nacional y la Estrategia Militar en el período 1914-1990. No obstante, si bien se propone una aproximación cuyo foco principal es el ámbito intelectual, reseña sintéticamente algunas 8 La situación de las industrias del sector Defensa vivieron hasta 1986 un período de crecimiento que posicionó al país entre los mayores exportadores mundiales de armamentos. Para que esto sucediera confluyeron varios factores que incluyen desde políticas e instrumentos de apoyo específicos, un soporte concreto de diversas agencias estatales, hasta la fabricación de productos con ciertas ventajas comparativas que encontraron en los países en vías de desarrollo un mercado con creciente demanda. Sin embargo, en los últimos años de la década, el mundo comenzó a cambiar y muchos de los clientes cesaron en sus compras. A eso se sumó el problema fiscal que fue restringiendo el margen de maniobra del Estado (da Ponte, 2012b). experiencias que evidencian empíricamente el impacto práctico de ese pensamiento. De igual modo, es menester advertir que se presenta en un acercamiento de nivel general al tema, por lo que innumerables dimensiones no serán abordadas. El Ejército Brasileño y la modernización Al igual que ocurrió en otros países no industrializados, la relación entre industria y Defensa Nacional fue una cuestión sustantiva que formó parte de la reflexión de buena parte de los oficiales del Ejército. Ello no es novedoso en tanto se explica por la influencia de los libros de Clausewitz, pero esencialmente por la noción de “Nación en Armas” de von der Goltz.9 Por lo tanto, es importante señalar ese clima intelectual en el campo de la estrategia para comprender las ideas de la época. El conflicto bélico, fenómeno que demandaba la contribución de todas las fuerzas de de la Nación, le exigía a estos países, una profunda (re)organización de las actividades económicas. Expresada como una preocupación asociada a la movilización para la guerra, las vulnerabilidades producto de la falta de infraestructura, recursos y materiales críticos, ganaron terreno tanto en el pensamiento estratégico como en el pensamiento militar de no pocos ambientes intelectuales.10 Respecto a estos puntos, lo que develan las lecturas de los documentos es que el “asunto estratégico” pasaba por la necesidad ineludible de “modernizar al Brasil”. En la Memoria del ministerio de Guerra dice, [...] La solución del problema de los caminos interesa, en gran medida, la defensa nacional. Las carreteras, para el ejército, juegan el mismo papel que los ferrocarriles, ya que sin el transporte rápido y de gran capacidad, sin la facilidad de las comunicaciones, no se puede mantener la vida del mecanismo complejo constituido por los ejércitos modernos. [...] La rapidez de acción y la facilidad de movimiento son factores decisivos para el éxito de una campaña. ¿Cómo obtener todo eso sin caminos? Sin rutas, ¿Cómo reunir los grandes recursos que la capacidad del país puede producir? ¿De qué nos servirán las mejores organizaciones, si, en el momento oportuno, no las podremos movilizar? [...] Recordaran por último, nuestros representantes la conveniencia de que el ministerio de Guerra ayude a la construcción de carreteras consideradas de interés estratégico por el Estado Mayor General del Ejército, que ya se está haciendo en muchos de nuestros Estados (MG. RMG, 1935, p. 16-18). Ahora bien, lo que se desprende de las manifestaciones pero además de lo realizado, es que ello suponía emprender dos acciones simultáneas. Promover el proceso de industrialización e impulsar la educación. En esta visión, el rol para el Ejército era el de fomentar el desarrollo científico-tecnológico e industrial, así como la organización de la burocracia estatal. Esta mirada Para completar el marco debería mencionarse también el concepto de “Guerra total” de Luddendorf. Franco Goldoni apunta que “la industrialización fue vislumbrada por parte de las elites nacionales como la respuesta para las vulnerabilidades económicas y defensivas del país. Pensando en la defensa, el ministerio de Guerra formaría una gran variedad de profesionales, construiría vías ferroviarias y autopistas, crearía centros de investigación, patrocinaría actividades de I+D y financiaría la construcción de fábricas e industrias” (2012: 75). 9 10 puede encontrarse en la revista “A Defesa Nacional”, desde la cual Góes Monteiro expone las ideas que circulan en la fuerza, La política del ejército es la preparación para la guerra, y esta preparación interesa y envuelve todas las manifestaciones y actividades de la vida nacional, en el campo material – en lo que se refiere a la economía, a la producción y a los recursos de toda naturaleza – y en el campo moral, sobretodo en lo que concierne a la educación del pueblo y a la formación de una mentalidad que sobreponga a todos los intereses de la Patria, suprimiendo, cuando sea posible, el individualismo o cualquier otra especie de particularismos (MONTEIRO, s/d, p. 130. citado en Franco Goldoni, 2012).11 Por otra parte, antes de avanzar resulta adecuado agregar algunas consideraciones referidas la influencia extranjera, aspecto central que apenas se mencionó en la introducción. Una vez finalizada la Gran Guerra, se instaló en Brasil bajo la conducción del general Gustave Gamelin la Misión Francesa. Este hecho fue significativo durante algunos años en tanto influyó decisivamente en las primeras transformaciones del Ejército, sobre todo aquellas destinadas a la capacitación del cuadro de oficiales. El resultado fue la creación en 1928 de la Escuela de Ingeniería Militar. Sin embargo, “la enseñanza especializada en ingeniería militar ofertada en el país estaba desconectada con las tendencias mundiales, puesto que Francia no conseguía acompañar el ritmo vertiginoso de la renovación tecnológica e industrial, bien con las mudanzas en las concepciones estratégicas y en la dinámica de los aparatos militares” (Domingos Neto y Guerreiro Moreira, 2010: 100). Por lo tanto, sería reorganizada en 1933, siendo rebautizada con el nombre de Escuela Técnica del Ejército (EsTE) y en 1934, la fuerza recibía una Misión norteamericana, que comenzaría a actuar junto al Centro de Instrucción de Artillería de Costa (CIAC) y a la EsTE. Este cambio reflejaba un gradual alejamiento de la influencia francesa que sería reemplazada por la de Estados Unidos, pero además daba cuenta del realineamiento externo de Brasil, que pasaba a tener en cuenta el poderío industrial y militar de este último. Si en el corto plazo la nueva orientación buscó integrar el máximo posible las actividades de enseñanza a las demandas de la producción industrial, en el contexto de la Guerra Fría adquirió otras connotaciones propias de la lógica bipolar.12 11 Dutra era aún más radical con respecto a las dificultades de la defensa, del sistema de educación y de investigación científica. Durante los años que su gestión coincidió con la Segunda Guerra, la memoria del Ministerio de Guerra dice que “Si en los ejércitos el valor del material depende del valor de los hombres que los utilizan, en las industrias de guerra las características, la calidad y la cantidad de los ingenios, máquinas de guerra, armas y municiones es función primordial del valor y eficiencia de la mano de obra. Formar entonces esta mano de obra e deber imperioso y urgente” (MG. RMG, 1942: 77). 12 En el caso de la Marina en 1922 había sido contratada una misión naval norteamericana para “insertar al poder naval de Brasil en la modernidad” (Alves, 2005). Su función específica era la instrucción en técnicas, tácticas y organización modernas. En cuanto a las influencias propias de la Guerra Fría, serán comentadas un poco más adelante. Enmarcado en este proceso, la EsTE en los treinta comenzó a formar personal en diferentes ramas de la ingeniería como química, mecánica, óptica, telecomunicaciones. Para los años 1940 ya se habían capacitado unos 14 mil técnicos e especialistas, dotando a las fábricas militares. Asimismo, según la investigación de Domingos Neto y Goldoni (2010), el general Dutra planteaba la necesidad de participación civil en la producción bélica.13 En abril de 1939, la Dirección de Material Bélico, responsable de administrar las fábricas y arsenales, emprendió una campaña bajo la premisa “Consumo de artículos nacionales”, en la cual se buscaba estimular que las industrias compren materias primas nacionales. Los establecimientos dependían críticamente de productos extranjeros, siendo preferidos frente a los nacionales. En ese contexto, el ministerio se envolvía en un esfuerzo modificar las cosas en favor de la producción doméstica. De hecho, había fábricas militares que importaban materias primas que, originalmente, habían sido exportadas por Brasil. De acuerdo a los autores, “esto derivaba del desconocimiento de la capacidad productiva nacional, de la desconfianza en relación a la calidad del producto doméstico o simplemente de la mentalidad colonizada, que tendía a valorizar lo que era producido en Europa (Domingos Neto y Goldoni, 2010: 78). Por otra parte, mientras que la participación de Brasil en la Segunda Guerra Mundial evidenció los problemas de su estructura productiva como de su infraestructura científicotecnológica en el campo militar, a la vez generó las bases sobre las cuales se constituyeron un conjunto de iniciativas relevantes que buscaron modificar la situación. En esta línea, Goldoni (2010) plantea que el Ejército, intentando producir rápidamente el material bélico en el transcurrir del conflicto, fue tomando conciencia de la necesidad de planificar a largo plazo, así surgieron diversas instituciones importantes. Por un lado, se crearon los apoyos necesarios para modernizar la economía, como grandes empresas estratégicas, instituciones financieras y un sistema de producción de conocimiento científico y tecnológico (Domingos Neto y Goldoni, 2010: 95).14 Por el otro, nacieron en 1949 el Instituto Militar de Ingeniería (IME), con la misión de formar ingenieros militares y la Escuela Superior de Guerra (ESG).15 13 El ministerio de Guerra estaba decidido a incentivar a la industria privada por medio de las grandes encomiendas de productos acabados o semiacabados. Esos contratos garantizarían el retorno de las inversiones y estimularían la expansión industrial. 14 Una de las más destacadas fue el Consejo Nacional de Pesquisa (CNPq) en 1951 bajo el liderazgo del Almirante Álvaro Alberto. Esta institución desempeñó en sus primeros tiempos un rol fundamental para la actividad nuclear. 15 La Ley de creación Nº 785 dice que “es creada la Escuela Superior de Guerra, instituto de altos estudios subordinado directamente al Jefe del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas, destinado a desarrollar y consolidar los conocimientos necesarios para el ejercicio de las funciones de dirección y para el planeamiento de la seguridad nacional”. La Escuela Superior de Guerra La ESG, concebida como un instituto de altos estudios para el planeamiento, cumplió un papel sustantivo en la institucionalización y difusión de la doctrina de “Segurança e Desenvolvimento” (Seguridad y Desarrollo), así como en el establecimientos de tres preceptos básicos: a) Expansión del concepto de Defensa Nacional incluyendo la seguridad política y la económica; b) Concepción geopolítica de “Brasil Gran Potencia”; y c) Elaboración del proceso de formulación de las políticas nacionales bajo parámetros científicos en pos de lograr las prioridades (da Ponte, 2011: 58). Asimismo, en la evolución de sus estudios y publicaciones puede observarse tanto los cambios en el pensamiento estratégico, que generaron la reorientación en la política económica que tuvo lugar a partir del golpe de Estado de 1964 cuando pasó a predominar el desarrollismo dependiente-asociado, como también los efectos de estas mudanzas sobre el pensamiento militar.16 Igualmente, el panorama estaría incompleto sino se menciona como factor decisivo el posicionamiento asumido por Brasil en su política exterior durante la Guerra Fría y sus concretas derivaciones sobre la doctrina militar, al menos, hasta mediados de los años 1970. En relación a ello, algunos autores sostienen que Las dificultades de esta institución para consolidar proposiciones relativas al desarrollo (…) resultaban de la paradoja de afirmar la perspectiva nacional profundizando los lazos de subordinación implícitos en el alineamiento automático inherente a la Guerra Fría. La opción por la alianza con la potencia hegemónica inhibió iniciativas más sólidas en cuanto a la producción de tecnología militar y alimentó divergencias que se reflejaron en la sociedad como un todo y, en particular, en la comunidad académica (Domingos Neto, 2010: 14). La Marina de Brasil y la estrategia naval En una investigación sobre la Marina de Brasil, Martins Filho (2010) argumenta que las armadas que identifica como “periféricas” para diferenciarlas de aquellas pertenecientes a las potencias, presentan trayectorias que las distinguen. De esta manera, evolucionan en función de lo que el autor define como “saltos tecnológicos”. En el caso de Brasil, destaca tres coyunturas. Primera vinculada a los programas navales de 1904-1906, que resultaron en la adquisición de los acorazados (dreadnoughts) Minas Gerais y Sao Paulo. Luego, la Segunda Guerra Mundial, durante lo que se conoció como la “alianza especial”, en el marco de los acuerdos de lend-lease, El golpe de Estado implicó la puesta en práctica, como sustento de la política oficial, de la doctrina de “Seguridad y Desarrollo”. Al respecto el general Carlos de Meira Mattos dice que “cuando la Revolución de 1964 llegó, la doctrina de la Escuela Superior de Guerra estaba ya formulada y ejercitada en el laboratorio o en términos académicos. Fue sencillo (…) transformarla en una práctica del gobierno (…)” (De Meira Mattos, 1975: 46). 16 con los EE.UU., cuando se incorporación los contratorpederos escolta clase cannon.17 Tercera, a inicios de los años setenta, con la compra a Inglaterra de las fragatas Vosper MK-10. En palabras de Martins Filho, “esas adquisiciones significaron el ingreso de la Marina brasileña, respectivamente, en la era de los grandes cañones, del radar y del sonar y de los misiles y sistemas” (2010: 58). Además, argumenta que La cuestión no es apenas de modificaciones tecnológicas, sino de surgimiento de nuevas matrices, con efectos múltiples sobre la Marina de las décadas subsiguientes. Durante treinta y dos años, tuvimos una marina de grandes acorazados. En los cerca de treinta años siguientes, el esqueleto de la flota fueron los destructores o contratorpederos norteamericanos prestados a Brasil y la introducción de las fragatas inglesas en los años setenta tiene consecuencias que se extienden hasta hoy. Mismo si pensamos en la carrera naval, esas matrices definen épocas (Martins Filho, 2010: 58). El problema de este enfoque, al menos sin hacer algunas consideraciones, es que soslaya el hecho de que la adquisición de un sistema de armas, por caso un acorazado, un destructor, un crucero, un contratorpedero, tiene diversas derivaciones. Por un lado, no necesariamente implica la absorción de la tecnología, pero además se genera un vínculo con el vendedor en cuanto a la logística que nunca estará disociado de las relaciones políticas entre ambos y de los condicionantes geopolíticos. Por el otro, la compra de un sistema complejo conlleva asociada una doctrina de empleo que ha sido definida por aquellos que lo concibieron y construyeron. Esto que parece una obviedad, generalmente es relegado de los estudios que analizan la relación entre estrategia, tecnología y política internacional.18 Con todo, en función de la economía de espacio, favorece una presentación puntual de algunas cuestiones relevantes. Siguiendo el esquema, el segundo “salto tecnológico” se produjo con los contratorpederos escolta norteamericanos clase Cannon adquiridos mediante el esquema de leasing. Consecuentemente, fueron sustituidos los grandes acorazados por navíos pequeños, rápidos, ágiles con un desplazamiento de 1240 toneladas.19 En los décadas del cincuenta y sesenta, los Para un estudio que analiza en mayor detalle cómo se fue gestando esta percepción de “Alianza especial” puede consultarse Alves (2005). Por razones de espacio esta cita resumen en alguna medida lo sucedido: “Del punto de vista militar, particularmente durante el Estado Novo (1937-1945), gran esfuerzo fue realizado para la modernización de las Fuerzas Armadas. De 1942 a 1945, cuando Brasil estuvo en guerra formal contra Alemania e Italia y en alianza con los Estados Unidos, los auxilios técnico e material ofrecidos por los norteamericanos y la proximidad entre las respectivas fuerzas militares alimentaron la idea de que los Estados Unidos continuarían subscribiendo una “alianza especial” con Brasil, proveyendo los medios para que el país tuviese la supremacía militar en el continente. Esa idea acompañó a los militares brasileros durante gran parte de la Posguerra, especialmente en los cinco o seis primeros años” (Alves, 2005: 152). 18 “La historia naval moderna no es solo anglófona; es anglocéntrica’ y ‘las historias navales de otros países (…) tienden a ser escritas a partir de modelos británicos’ (SHOWALTER, citado en HATTENDORF, 1995). 19 Las nuevas unidades representaban un avance importante que suplantaba las calderas y máquinas por los motores diesel. Asimismo, los cañones livianos de doble empleo y los torpedos de superficie y armamento antisubmarino. También, implicaban la llegada de los radares de superficie y los sonares. En suma, representaban ‘navíos antisubmarinos completos, poderosos, confortables’. 17 contratorpederos clase Fletcher fueron incorporados en el marco de los términos del Programa de Asistencia Militar del gobierno de Estados Unidos. Al respecto de este proceso, Vidigal afirma Sobre el comando americano, aprendimos a hacer la guerra en el mar en moldes modernos, entramos en contacto con equipamientos de proyectos recientes y sofisticados, como el sonar y el radar, pasamos a pensar en términos mundiales más que en términos regionales, despertamos, una vez más para nuestra vocación atlántica. Con todo, a la total dependencia material sumaríamos una subordinación intelectual esterilizadora en los años subsiguientes (Vidigal, 1985: 89). El planteo introducido por el autor, que fue Almirante de la Marina de Brasil, es central para este trabajo en tanto permite evidenciar en términos empíricos afirmaciones que han sido colocadas anteriormente. Durante la Segunda Guerra, la guerra antisubmarina, para la cual en un principio el país no estaba preparado, terminó transformándose en la razón de ser central de la fuerza.20 Esto respondió a las necesidades de los Estados Unidos, para las cuales el poder militar naval debía ser formulado “teniendo como principio básico a la defensa hemisférica” (citado en Alves, 2005: 164). Más allá de lo coyuntural, el punto relevante que se pretende referir es que el pensamiento estratégico y el pensamiento militar derivado no eran autóctonos, sino que se inscribía en una estrategia foránea. Por cierto, esto no implica un juicio de valor, sino un dato. De acuerdo al autor, La subordinación material, táctica y doctrinaria de la Marina brasilera en los años ‘50 y ‘60 en nada alteró la decisión norteamericana de mantener el equilibrio naval entre ABC. El fin de la demanda de guerra, el elevado precio de navíos modernos y la oferta gratuita o casi gratuita de ellos por los Estados Unidos a partir de los años ‘50, interrumpió el programa de construcción naval militar brasilero de fines de los años ‘30, que había contado incluso con el auxilio norteamericano. Casi treinta años pasaron hasta que un gran navío de guerra fuese nuevamente lanzado en el arsenal de marina, a mediados de los años ‘70. La dependencia tuvo también consecuencia prejudicial para el pensamiento estratégico de la fuerza naval brasilera, que se acostumbró a pensar en términos de acciones en conjunto con la marina de los Estados Unidos, algo corporizado en el énfasis anti-submarino como principal papel de la Marina brasilera, en detrimento de otras modalidades de guerra naval. (Alves, 2005: 176).21 En los años setenta, enmarcado en el Plan de Modernización dispuesto a fines del gobierno de Castello Branco, tuvo lugar el tercer “salto tecnológico” con la compra de las fragatas clase Vosper MK-10 de origen inglés. A partir de esta adquisición se fue generando una serie de Alves menciona que “Durante la guerra, en términos navales, la protección de la navegación en la costa brasilera ocupó primordialmente a las fuerzas norteamericanas, actuando la Marina de Brasil subsidiariamente” (2005: 11). 21 En función de los objetivos de la Política Exterior de los Estados Unidos, “En 1951, no sólo la escuadra brasilera recibió dos potentes y modernos cruceros – el Barroso y el Tamandaré – sino que lo mismo ocurrió con las escuadras chilena y argentina – con el O’Higgins y el Capitán Prat, y el General Belgrano y el 9 de Julio, respectivamente-. A semejanza del equilibrio alcanzado en los años ‘10, entre las escuadras de acorazados de los países del Cono Sur, en los años 50 ocurría lo mismo, sólo que esa vez por decisión única del país más poderoso del mundo. (...) El equilibrio naval entre Argentina, Brasil e Chile (ABC), orientación expresa de los Estados Unidos en la venta de los cruceros, se mantendría en las siguientes décadas en las demás transferencias de embarcaciones efectuadas” (Alves, 2005: 174). 20 procesos cuyos efectos se observan actualmente. Por un lado, se produjeron cambios en la currícula de las escuelas de formación y de especialización de oficiales, introduciéndose el sistema de formación diversificado para los aspirantes del cuerpo de Armada, que pasaron a ser distinguidos por especialidades específicas como sistemas de armas, mecánica, y electrónica/comunicaciones. Por el otro, en el plano tecnológico-industrial, la construcción de las fragatas Independencia y Unión en el Astillero Militar de Río de Janeiro (AMRJ), además de retornar a la política que se intentó en la década de 1930, impulsó conocimientos que fueron aprovechadas posteriormente en el programa de construcción de corbetas clase Inhaúma. Según Martins Filho, “A fines de los noventa, el Programa de Modernización de las Fragatas (MODFRAG) también resultó del Know-how adquirido en los años setenta” (2010: 72). Ahora bien, para entender este viraje es pertinente contextualizar esta etapa. Al respecto, el almirante Vidigal en su trabajo sobre la evolución del pensamiento naval brasilero dice (...) Geisel, de pronto, descartó toda ayuda militar norteamericana que ya era entonces insignificante y, en marzo de 1977, denunció el Acuerdo Militar y determinó el cierre de la Misión Naval. Terminaba así un largo período de acentuada influencia americana sobre la Marina brasilera y tenía inicio una nueva era en que ella procuraría sus propios rumbos. En verdad, la ruptura oficial es apenas un marco en ese proceso, cuyos antecedentes deben ser buscados, (...), en 1967, con el Plano Decenal, fruto de una evaluación estratégica menos condicionada por la nación hegemónica (1997: 57). Por último, debe apuntarse en particular el Programa del Submarino Nuclear Brasileño que, por razones de espacio apenas se menciona. Sin embargo, si llegase a concretarse, sería un salto cualitativo. La Aeronáutica: Formación, Investigación y Desarrollo e industria Desde comienzos de siglo XX, el pionero Henrique Santos Dumont, considerado el padre de la actividad aeronáutica brasilera por su actuación, primero en Francia y luego en el propio Brasil, escribió un libro titulado “O que vi, o que veremos” en el cual enfatizó la importancia estratégica que los aviones tendrían en el futuro. Sin embargo, en el caso particular de esta fuerza, fue, primero el contexto internacional del periodo entreguerras, más luego la propia Segunda Guerra Mundial lo que influyó sustancialmente en el pensamiento de los líderes militares. De acuerdo al análisis de Ferolla, la combinación de ambas circunstancias motivó un especial cuidado por parte de los oficiales en la elaboración de los principios doctrinarios que orientaron al “naciente Poder Aéreo”. De esta manera, las preocupaciones se concentraron en la instalación de “una infraestructura logística y técnica capaz de permitir la operación eficiente de la nueva organización” (2012: 13, traducción AdP). Para eso, se vincularon con los centros de enseñanza de los países industrializados, en particular, de los Estados Unidos. Getúlio Vargas creó mediante Decreto N° 2.961 del 20 de enero de 1941 el Ministerio de Aeronáutica, el cual establecía la fusión de la aviación de Ejército y de la Marina bajo el nuevo comando. La denominación original de Fuerzas Aéreas Nacionales cambió poco tiempo después por un nuevo decreto, el N° 3.302 de mayo del mismo año, llamándola Fuerza Aérea Brasilera (FAB). La doctrina político-militar de la nueva fuerza plantea como puntos centrales: a) Comando único, político y estratégico, rigiendo a todas las actividades aeronáuticas del país, civiles y militares;22 b) Integración de organismos dispersos a través de tres ministerios con actividades absolutamente correlacionadas; c) Integración de la infraestructura de la aviación para el uso común, civil y militar, con gran economía de medios; d) Lanzamiento de las bases para la instalación definitiva de la industria aeronáutica brasileña y e) Institucionalización de la investigación orientada al desarrollo tecnológico.23 Ello implicó un concepto singular de Poder Aéreo Unificado en el cual incidió la necesidad de “integración nacional” como elemento relevante. Como se observa, desde la propia conformación de la aeronáutica, la dimensión ocupó un lugar preponderante. Bajo la conducción del Brigadier Casimiro Montenegro Filho se puso énfasis en la educación, por lo cual la formación de recursos humanos se instaló como un objetivo primario fundamental. El Brigadier afirma que “solamente podremos hacer aviones si antes producimos ingenieros”. Spina Forjaz (2005) sostiene que “el proyecto estratégico de la Aeronáutica, del cual derivó posteriormente la fundación de Embraer, priorizó la formación de recursos humanos de alto nivel”. Es importante destacar que esta cuestión ha sido remarcada por algunos autores, quienes afirman que los líderes aeronáuticos implementaron una organización integrada por tres partes: Centros de enseñanza, investigación tecnológica e industria (Estevez Martínez, 2007, cap. IV y V; Silva, 2009: 78; Spina Forjaz, 2005: 289). Como parte del esquema concebido por Montenegro, la conformación de centros de enseñanza de primer nivel representaba un aspecto esencial. Los esfuerzos realizados para que las universidades nacionales brasileras desarrollen carreras de ingeniería aeronáutica no tuvieron éxito. En septiembre de 1945, Richard Smith, Jefe del Departamento de Aerodinámica del Massachusetts Institute of Technology (MIT), era invitado a exponer frente a las autoridades del 22 23 La Aviación Naval fue desarticulada, siendo recién reactivada en 1965, aunque limitada al empleo de helicópteros. La aviación naval dejó de existir como tal, sólo operando en las décadas siguientes helicópteros. Ministerio de Educación. En su presentación que se tituló “Brasil- futura potencia aérea”, subrayó la idea de crear un centro de formación apoyado por el Estado. El nuevo organismo estaría compuesto por un instituto de enseñanza y por una unidad de investigación científica y tecnológica encargada de llevar a la práctica los proyectos de profesores y estudiantes. La propuesta se convirtió en el “Plan de creación del Centro Técnico de Aeronáutica (CTA)”, y fue estudiada por diferentes organismos del Estado, consiguiendo todas las autorizaciones en un proceso que llevó tres años. En 1948 se construyeron las instalaciones del Instituto Tecnológico de Aeronáutica. El Decreto N° 27.695 del 16 de enero de 1950 firmado por el Presidente Gaspar Dutra creó formalmente el instituto. El MIT además de servir como modelo institucional para la creación del ITA, colaboró con el grupo militar brasilero en relación a la definición de la orientación que tendría la industria aeronáutica del país.24 Para completar la organización del Centro Tecnológico, fue creado en noviembre de 1953 el Instituto de Investigación y Desarrollo (IPD, por sus siglas en portugués) representando el área vinculada a la investigación científica. Sus funciones más amplias tenían como objetivos la administración de la enseñanza universitaria correspondiente a las actividades de interés de la aviación nacional y en particular de la FAB; promover, conducir y ejecutar la investigación científica y técnica; la homologación de aeronaves en el país; la cooperación con la industria nacional a fin de orientarla, con prioridad en las necesidades de la Fuerza Aérea; colaborar con organizaciones científicas, técnicas y de enseñanza nacionales y extranjeras para el progreso de la ciencia y la técnica. Por otra parte, es menester avanzar ahora sobre los debates que se dieron en relación a la orientación y características que tendría la aeronáutica. En 1934 se organizó el Primer Congreso de la industria aeronáutica por iniciativa de Aeroclub de San Pablo. El objetivo era esbozar los lineamientos de una política de fomento para la aviación militar y civil, para la investigación tecnológica y la instalación de una industria específica. Entre las personalidades más destacadas, el oficial ingeniero de Ejército Guedes Muniz planteaba tres alternativas para el tipo de industria que debía crearse. La primera consideraba que el Estado tenía que estar al frente, referenciándose Ferolla comenta al respecto “En 1949, en las instalaciones de la Escuela Técnica del Ejército, hoy Instituto Militar de Ingeniería – IME, en Río de Janeiro, comenzaban las clases para la primera camada concursada, que ya en el año siguiente llegaría a São José dos Campos, para integrarse al recién creado ITA, Instituto Tecnológico de Aeronáutica. En un país con una infraestructura industrial mínima, incapaz de fabricar bicicletas, se iniciaba la formación de ingenieros aeronáuticos altamente calificados, seguidos por nuevas especializaciones en electrónica, mecánica y infraestructura aeronáutica, dando inicio a los meritorios trabajos que le otorgaron reconocimiento nacional, como uno de los fenómenos inductores del moderno desarrollo tecnológico brasilero” (2012: 15). 24 en la Fábrica Militar de Aviones de Argentina, la segunda opción por medio de inversiones de capital extranjero. La tercera consistía en la adaptación de la industria brasilera a la fabricación de aviones. Según Roberto Portella Bertazzo, el Ten. Guedes Muniz desechaba las primeras dos. En junio de 1949 se celebró el Segundo Congreso de la Industria Aeronáutica en Río de Janeiro. El documento producido en dicha ocasión sostiene por un lado, la “necesidad del desarrollo de proyectos adaptados a las condiciones específicas brasileras”, pero que también atendiese las necesidades de la propia región, de Australia, Canadá y el continente africano. Por otro lado, proponía una política de encomiendas del Ministerio de Aeronáutica que permitiera generar economías de escala de mercado para los empresarios nacionales que atravesaban entonces un complejo escenario. Este reclamo respondía a que durante el mandato de Eugenio Gaspar Dutra entre 1946 y 1951, la política hacia el sector aeronáutico recibió una orientación muy diferente, se discontinuaron las encomiendas de aviones por parte del gobierno siguiendo principios que sostenían que las fuerzas del mercado debían actuar libremente, lo cual motivó una apertura a los productos norteamericanos. Esto implicó que la concurrencia perjudicara a los emprendimientos nacionales por su debilidad relativa con la competencia. En 1955 se realizó el Tercer Congreso de Aeronáutica. En el mismo el eje principal se relacionó con el análisis de las experiencias en el sector, manifestándose la preocupación por la falta de una planificación comercial que fuera capaz de garantizar la continuidad de las actividades industriales, con base en el mercado privado. Sin embargo volvieron las tesis sobre las posibilidades de instalar una industria aeronáutica en Brasil. En el debate, algunos sectores sostenían que difícilmente los industriales privados invertirían en la producción de aviones sin algún tipo de protección frente a las empresas extranjeras. Otros presentaban una postura que basaba sus argumentos en la expansión de las fronteras agrícolas del país en su nueva fase de desarrollo. Ese movimiento demandaba en forma creciente al avión como medio de transporte. El factor común entre ambas perspectivas era que coincidían en el financiamiento del Estado como indispensable para el fomento de la industria. En concordancia con las conclusiones del Segundo Congreso, las diferentes líneas que surgieron en el seno de los grupos militares y civiles sobre el camino a seguir tuvieron en cuenta que Brasil era un país importador de combustible, por lo cual “debería procurar desarrollar tipos de avión cuya principal característica fuese la economía”. Luego de las discusiones, predominó la idea de orientarse hacia la aviación comercial para el transporte de carga de bajo costo ya que no sería competitiva sino complementaria de las industrias inglesa y norteamericana. Por otro lado, la fundación de Brasilia en 1961 expresaba la decisión de interiorizar el desarrollo. Las Fuerzas Armadas alentaban esa idea y, en el caso de la Fuerza Aérea, las nuevas rutas cada vez más distantes que cubría el Correo Aéreo Militar eran concurrentes con el proyecto de integración nacional, lo que permitía imprimir gran dinamismo en la vinculación entre las diversas regiones del país, en especial entre los polos de producción y desarrollo económico y los centros administrativos y políticos. En este escenario nació, en el seno de Departamento de Aeronaves (PAR) del Instituto de Investigación y Desarrollo del CTA, el proyecto IPD-6504, que sería conocido luego como Bandeirante. Este departamento había protagonizado los fracasos de los proyectos Convertiplano y Beija-flor, por lo cual estuvo a punto de cerrarse. Sin embargo, luego de convencer a las autoridades, el PAR comenzó en junio de 1965 el diseño del futuro avión. Durante los tres años que llevó la fabricación, desde el diseño hasta la construcción del primer prototipo, el equipo conducido por el Ingeniero Ozires Silva fue comprendiendo las características de la industria aeronáutica, las leyes y dinámicas que la rigen. Estos fueron aspectos que determinaron tanto el modelo de producción como las estrategias que se implementaron durante las décadas posteriores. Las palabras de Silva reflejan la perspectiva y los desafíos del grupo en esta etapa inicial Con formación básicamente técnica, poco sabíamos sobre leyes de mercado, ventas, marketing y publicidad. (…) precisábamos adquirir otros conocimientos (…). Solamente tenía sentido fabricar un avión que atendiese los deseos y necesidades del público consumidor. Sin un plan que le garantizase sustentabilidad económica en el largo plazo, nuestro proyecto fracasaría, como tantos otros” (Silva, 2008: 45). Simultáneamente con el desarrollo del avión, el equipo necesitaba definir según qué forma sería industrializada su producción, ya que el proyecto central era la instalación de una empresa y consideraban que era posible “crear una alternativa que llevase una marca brasilera al exterior (…) no podíamos aceptar que Brasil fuese atendido solamente por tecnologías y Know-how de otros países”. Por ello, al vuelo inaugural del primer prototipo le siguieron los desafíos de la fabricación en serie. La necesidad de organizar una estructura empresarial con la capacidad de emprender esta tarea se hacía imprescindible. La hipótesis predominante fue invitar a empresas privadas nacionales para concretar este objetivo. Sin embargo, inicialmente la respuesta de los empresarios a arriesgarse fue negativa, pese a que el Estado les garantizaba la mayor parte de la infraestructura tecnológica, los gastos en investigación y desarrollo que ya habían sido absorbidos y recursos para la producción de las primeras 80 aeronaves requeridas. En definitiva, el Estado brasileño creó la Empresa Brasileña de Aeronáutica el 19 de agosto de 1969 mediante el Decreto Ley N° 770. La empresa fue fundada el 2 de enero de 1970 como una sociedad mixta de capital abierto, controlada por el Estado con el 51% de las acciones y vinculada al Ministerio de Aeronáutica. Como el objetivo de las autoridades consistía en que el sector privado participara de la industria, el 49% restante del paquete les fue ofrecido a través de un programa de incentivo fiscal que permitía deducir el 1% del impuesto a las ganancias (o a las rentas) para la compra de acciones de la nueva compañía permitiendo parte de su acumulación durante la primera etapa. El pensamiento económico brasilero partía de que el Estado debía actuar sólo cuando fuera necesario, en forma complementaria y no ocupando un espacio que, se consideraba, le correspondía al sector privado. Esto contribuyó a que la relación entre ambos fuera cooperativa. Cuando las firmas no tenían el capital para desarrollar sistemas tecnológicos o actividades de investigación y desarrollo, los centros tecnológicos como el CTA colaboraban y los resultados eran transferidos a las empresas.25 Ese enfoque articulaba la búsqueda de autonomía e innovación tecnológica con la conquista de segmentos de mercado doméstico y mundial que permitieran la sustentabilidad económica.26 Durante el período en que Embraer fue estatal, entre los puntos más importantes a señalar se destaca que aglutinó a más de doscientas PYMES abastecedoras de componentes, piezas y aeropartes. El apoyo estatal resultó fundamental desde los comienzos y se produjo por medio de instrumentos y mecanismos de fomento específicos, créditos a la producción y a la demanda y del establecimiento de relaciones comerciales en países extranjeros a través de las embajadas que a la vez promocionaron los productos. Además, las compras del Estado garantizaron las series de lanzamiento. Por cierto, su evolución no puede comprenderse en su totalidad si no se consideran Las Fuerzas Armadas de Brasil junto a la Federación de Industrias de San Pablo participaban desde 1965 del Grupo Permanente de Movilización Industrial, en el cual Embraer “estableció una estrecha colaboración con empresas del sector privado brasilero, que proporcionaron una fracción cada vez mayor de los componentes finales. Además, la mitad de los miembros del directorio eran ejecutivos del sector privado” (RAMAMURTI, 1987). 26 Por intermedio de las compras de las compañías aéreas regionales y de las Fuerzas Armadas se garantizaron las “series de lanzamiento” de los diferentes aviones, lo cual es fundamental para bajar los costos de producción y generar economías de escala. 25 otros dos aspectos esenciales e interrelacionados: la estrategia industrial y la estrategia empresarial. La primera se expresa en la concentración en el diseño y calidad del producto. En este sentido, la empresa fue concebida como ensambladora final de aviones, generándose una red de empresas del sector privado para la confección de piezas, componentes y subsistemas. De esta manera se cumplió el objetivo de evitar la integración vertical en una única unidad productiva. Al fortalecerse en la fabricación de aparatos de mediano porte, pudo expandirse a la construcción de aeronaves militares en un proceso gradual que fue aumentando el nivel de complejidad. La segunda, se comprueba en su especialización en un segmento específico, logrando en pocos años ocupar una porción importante de ese mercado, a partir de una activa política de exportaciones. A pocos años de su creación ya había exportado a todos los continentes. De todos modos, no debe confundirse este relativo éxito en el plano empresarial ya que es adecuado señalar que al estar ubicada en un país no industrializado, la necesidad de proveerse de componentes y subsistemas es un aspecto relevante que ha incidido en más de una ocasión en las opciones de la industria. Por ejemplo, en una ocasión que Embraer intentó exportar a Venezuela el Tucano, la operación fue vetada por los Estados Unidos Consideraciones finales La relación entre tecnología y estrategia militar es una dimensión sustantiva dentro de la temática de la Defensa Nacional. Sin embargo, la cuestión es mucho más compleja de lo que una aproximación superficial o sesgada puede ofrecer. El caso de Brasil es muy interesante para pensar cómo se gestaron a lo largo del siglo XX una serie aspectos positivos a la vez que problemáticas y dificultades asociadas al desarrollo industrial-tecnológico en países emergentes. A continuación se destacan las más sustantivas. Primero, como parte de un proceso de imitación de lo que ha sucedido en las economías industrializadas, los “emergentes” no sólo identifican como modelo lo que sucede en los primeros, sino inclusive importan sus enfoques de naturaleza más teórica. Proença Júnior (2011) plantea como problema relevante el propio entendimiento de la tecnología, sobre todo por quienes integran las Fuerzas Armadas, ya que se supone que “de la misma forma que la innovación tecnológica es el motor de la competición entre empresas, se pasó a considerar la innovación tecnológica como la clave para la ventaja combatiente” (citado en Duarte, 2012: 21). Ahora bien, esto no es simplemente una cuestión apenas conceptual, sino que encierra una serie de implicancias y derivaciones empíricas sustantivas. El punto central es que la tecnología es considerada como una variable determinante y autónoma, es decir, una fuerza que va por delante de la realidad social y, en el campo estratégico, por delante del fenómeno bélico (Duarte, 2012). Como este punto de vista es el que suele predominar entre quienes reflexionan acerca del vínculo entre tecnología y guerra, se termina imponiendo una lógica que entiende que la adquisición de un Sistema de Armas militar avanzado implica automáticamente disponer de ciertas capacidades militares.27 No obstante, las perspectivas que ubican al factor científico-tecnológico como un fin en si mismo y por delante de la estrategia, soslayan que no es la tecnología en sí misma, sino “una articulación lúcida e inteligente de ella con la táctica y la estrategia, doctrinariamente amalgamadas en su adecuación a la percepción política de las circunstancias, la que puede decidir una guerra e innovar en los asuntos militares”.28 Segundo, el trabajo ha evidenciado sucintamente los diversos impactos que resultan cuando un país formula su propia visión de manera subordinada a los objetivos de política exterior de otro actor. Oliveira Lopes Serrano ubica en el centro del análisis la cuestión fundamental planteada en el marco de lo que entiende es una necesidad para Brasil en las próximas décadas, Al Brasil le interesa erguirse como potencia regional y actor mundial, constituyéndose como un polo en las relaciones internacionales. Ese anhelo, las peculiaridades de sus condiciones fisiográficas, de su ambiente geopolítico, de sus intereses y de su visión de las relaciones internacionales requieren el desarrollo de un pensamiento propio en defensa. Debemos desarrollar una escuela de pensamiento de defensa atenta a lo que pasa en el mundo, más esencialmente brasilera en su elaboración, tallada sobre la medida de nuestras capacidades, intereses y motivaciones. No nos convendrá movernos más al sabor de conceptos y de ideas desarrolladas para atender necesidades de defensa que no son nuestras (2014: 27). 29 Evidentemente, lo anterior permite concluir que el pensamiento estratégico y el pensamiento militar son aspectos medulares a partir de los cuales se articulan la industria y la tecnología con la política de Defensa y la estrategia militar. Ahora bien, la clave es que sean formulados con el interés nacional como criterio orientador. El problema pero también el desafío para los países emergentes es, entonces, ponerlos en debate. Referencias ALVES, Vágner Camilo (2005). “Ilusão desfeita: a “aliança especial” Brasil-Estados Unidos e o poder naval brasileiro durante e após a Segunda Guerra Mundial”, Revista Brasileira de Política Internacional 48 (1): 151-177. da PONTE, A. (2013). De la Política tecnológica de defensa a los desafíos de la cooperación regional. 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