Significado de ser autor científico Dr. Eduardo B. Arribalzaga* MAAC MCSE MWAME * Member Council of Science Editors and Member World Association Medical Editors Editor Jefe Revista Argentina de Cirugía Editor South American Journal of Thoracic Surgery Miembro Consultor Nacional Revista Argentina de Residentes de Cirugía Publicado en Rev Argent Resid Cirug, 2001;VI, 2:37-40. Las publicaciones científicas permiten la difusión de conocimientos surgidos en investigaciones (experimentales o clínicas) que fueron presentados previamente en Congresos o sesiones de sociedades científicas. Por consiguiente y atento a que originan efectos en la salud de la comunidad, es requisito indispensable la aceptación de principios éticos irrenunciables para no cometer inconductas científicas (27). Es difícil probar la inconducta porque puede existir subjetividad en su evaluación, pero puede definirse en un artículo científico porque existen pautas o requisitos ineludibles de cumplir para ser identificado, con justificación, como autor. El objetivo de esta presentación es destacar algunas faltas a los principios éticos que se suelen encontrar en los artículos científicos y las pautas que las evitarían. Inconductas En distintas oportunidades se comunicaron distintas formas, con diferente carácter de gravedad, en investigaciones y publicaciones en todo el mundo (2). El fraude ( información donde se realizan afirmaciones con intención de inducir a otros a creer cosas que el autor sabe que son falsas) es sin embargo distinguible de la información errónea por errores justificables (4) al no tener el autor modo de juzgar que sus afirmaciones eran incorrectas o con errores por descuido (falla en la recolección de datos no detectada) o simplemente por ignorancia. Hay una larga lista de fraudes científicos y médicos - que parece ir en aumento - como el conocido ejemplo de Darsee médico residente de cardiología en la Universidad de Emory en Atlanta (USA) que “inventó pacientes, creó información y manipuló datos inexistentes", con decenas de publicaciones aceptadas en revistas de prestigio como el New England Journal of Medicine; pero actualmente se agregan muchos otros en todo el mundo (13) (26). Es interesante señalar que coautores de esos trabajos eran importantes autoridades e investigadores de la Universidad de Emory que, al comprobar la no veracidad de esos datos y sus conclusiones, tuvieron que retractarse públicamente y asumir ellos mismos la falta de control en dichos artículos. Es destacable que varias publicaciones fraudulentas surgieran en sitios de reconocido y jerarquizado nivel académico y se editaran en revistas de gran prestigio. Y esto tiene una explicación: el fraude es difícil de probar. No obstante ello, la inusual exactitud o el exceso de datos irrelevantes, confusos, mal presentados, analizados y discutidos, son elementos suficientes para sospechar en la posibilidad de un fraude, más aún si existen numerosas publicaciones en cortos períodos o si los autores rehúsan los datos ante el pedido de verificación por parte de lectores o Editores (8)(13) . En la patogénesis del fraude (31) existen distintos factores como el síndrome premédico, donde se acepta como verdadero algo que se sabe falso (excesivo énfasis en enseñanza escolástica que se sabe que no sirve para la práctica asistencial pero sí para aprobar exámenes), el avance inusitado, ininterrumpido y avasallante de la tecnología y la competitividad (tanto económica como profesional). También contribuyen la posibilidad de enviar un mismo artículo a distintas revistas o el agregado de autores que desconocen la existencia previa del trabajo (6) (24). El plagio, otra inconducta científica, sin embargo no se considera fraude porque su definición es "copiar o reproducir en lo substancial obras ajenas, dándolas por propias" (2). Es legítimo en publicaciones médicas reproducir párrafos o fragmentos de artículos de otros autores, siempre que se lo cite correctamente. Pero el plagio, como el fraude, aparece con mayor frecuencia, en especial el autoplagio ( publicar el mismo autor artículos en distintas revistas con el mismo texto). Si en cada uno de los artículos se analizara un aspecto o punto de vista diferente, no se cometería autoplagio, aunque tampoco es recomendable este tipo de artículos (muy parecido al artículo “salame”). A veces se comete plagio involuntariamente: cuando se escucha en una conferencia o clase magistral las ideas allí vertidas que se toman como propias para posteriormente incorporarse en un trabajo omitiendo la citación de la fuente real. En este tipo de acto el plagio es difícilmente comprobable. Las palabras cuando construyen sentencias y párrafos son la expresión de ideas, que devienen en la propiedad intelectual de un autor original (35). El mejor antídoto contra el plagio es citar siempre las fuentes bibliográficas. Pero otra forma de inconducta, no muy frecuente de ver, es el vandalismo (29), que lisa y llanamente es la apropiación indebida (un robo) de un trabajo científico sin el conocimiento (y por ende, su consentimiento) del verdadero autor. Este hecho, además de un delito comprobable, es una de las peores formas de inconducta científica. En este caso, todos los autores participantes del artículo vandalizado son corresponsables (19) (20) ya que ser autor es “estar dispuesto a responder públicamente por la totalidad del contenido”, máxime si uno de ellos es Jefe de Sección o Departamento asistencial (37). Goodman (14) demostró que en 12 artículos donde existían 84 autores, 6 con características de Jefe fueron incluidos como autores sin haber verificado los criterios de autoría. Esta última forma se emparenta con la más común (70 %) como es la autoría injustificada (32)(36), basada en la ignorancia del significado de ser autor científico. La autoría no es un acto de graciosa concesión, donación, regalo o sumisión, porque genera faltas a la ética como es aceptar el crédito por algo que no se hizo y usarlo en beneficio propio: nadie que se precie puede pretender figurar en algo que no hizo y sólo figura quien trabaja, investiga y/o estudia y nadie más (5). De diversas maneras, editores (14) y asociaciones editoriales (23)(28) resaltan la importancia de definir los criterios de autoría de un artículo científico (tabla 1), más en un mundo “globalizado” y fácilmente interconectado vía INTERNET (7). Tabla 1 Criterios de autoría según Goodman (14) Contribución Idea original del estudio Diseño del estudio Cumplimiento de criterio SI SI Obtener el subsidio de investigación NO Jefe de Departamento o Servicio NO Enviar pacientes para el estudio NO Examinar pacientes NO Coleccionar muestras o especimenes de laboratorio NO Supervisar la recolección de datos Posible Proporcionar ayuda con los datos NO Analizar datos Posible Realizar análisis estadístico NO Escribir borrador inicial SI Escribir borrador final SI Brindar ayuda técnica durante la presentación NO Aprobar la versión final SI El autor científico es quien promueve, aumenta u origina el conocimiento (18) y provoca un impacto por su trabajo en distintos niveles: desde el editor de la revista elegida para publicar, al lector (para convencer y transferir el mensaje de su artículo) y a los posibles miembros de jurados en concursos asistenciales o académicos (para ser promovido). Si bien es cierto que publicar puede ser fácil, más si se cuenta con ideas, imaginación, creatividad y perseverancia, también se ha visto que muy pocos se disgustan al ver su nombre impreso como autor en un artículo que no contó con su trabajo intelectual dando lugar a aquello conocido como “Síndrome de Hollywood” (2). Existe más una compulsión a publicar, a ser considerado autor (3), que a la real necesidad de ser leído por aquello que realmente contribuye con la ciencia médica. Un autor se reconoce al contribuir sustancialmente en: la concepción y diseño del trabajo, análisis e interpretación de los datos. redacción del borrador y la versión final del contenido con actitud crítica. aprobación de esa versión final. Estos criterios de autoría del Comité Internacional de Editores Médicos (22), también conocido inicialmente como grupo de Vancouver (33) y que hoy se reúnen en el Council of Science Editors, demandan que se cumplan en su totalidad y no en alguno de ellos (10)(21) . Así como no haríamos figurar como coautor a quien sólo sacó fotografías o pasó en limpio un borrador, tampoco figurara quien no acepte la totalidad de los criterios de autoría, aunque fuera un Jefe o personaje importante en el grupo de trabajo. Soluciones Las posibles soluciones deben separar las emociones para así lograr la objetividad necesaria en todo juicio evaluador. No hay que sobre valorar los antecedentes de los autores, porque es muy fácil olvidar o soslayar la falta ética si el autor posee relevantes antecedentes profesionales y/o académicos (o más simplemente, es nuestro Jefe). La educación de todos los involucrados con un artículo científico (autores, editores, lectores, jurados, etc) con pautas y normas es el punto clave para solucionar las faltas éticas en las publicaciones científicas. Existen asociaciones de Editores que promueven una mejoría en las formas de evaluar protocolos y artículos científicos (9) (12)(38), e incluso la creación de la figura de un "defensor del lector" (el ombudsperson) (17) (39) para evitar estos fraudes. Por consiguiente, es necesario establecer con rigor científico indiscutible, que se escribe sobre algo que realmente uno es responsable y que se basa en la real investigación hecha (34) . Ser autor también significa poder responder en forma pública de la totalidad del contenido de su artículo. La autoría es el sustento del artículo científico y es una responsabilidad que identifica a las personas que hacen públicas sus investigaciones, y un honor indelegable. Lo escrito representa el máximo fruto de su ciencia y de su arte y una buena oportunidad para reflejar su verdadera personalidad y honestidad. Por esta razón no pueden ni deben existir autores "fantasmas" también llamados "furgones de cola de tren", porque se debe siempre identificar a todos los que participaron en la elaboración de un artículo. Si el autor es único, dicha tarea es sencilla, pero si hay más de uno y no existe aclaración detallada, los lectores pueden inferir (a veces en forma errónea) que todos los autores son corresponsables de la totalidad del contenido y no serlo. Para evitar este problema, antes de diseñar un trabajo que posteriormente se querrá publicar, se definirá con consenso, generosidad, justicia y equidad los nombres participantes y su ubicación final de acuerdo a la tarea realizada durante la investigación. Otra solución es solicitar a la totalidad de los investigadores/autores el compromiso escrito de hacerse responsables de la publicación de su artículo y autorizar a la revista simultáneamente y en forma expresa de aparecer como autor (16). Esto evita conflictos de intereses que pudieran surgir por dicha publicación . Una posibilidad para evitar autorías injustificadas es considerar en concursos las mejores y más recientes publicaciones (calidad más que cantidad) y no tener en cuenta el resto: si la productividad de un autor es extremadamente alta, su participación en cada artículo seguramente ha sido baja. En Argentina no existen las presiones económicas como estímulo para ser autor de numerosos artículos, como sí lo hay en otros países como en Estados Unidos de América con el único fin de lograr los tan preciados, buscados y solicitados "grants" (subsidios o becas). Esto facilita la necesidad real de considerarse un autor científico: es preferible ser autor de un reducido número de trabajos a figurar en muchos donde no se actuó o se lo hizo en forma parcial y circunstancial. Se jerarquiza así el valor de ser autor, tarea muy gratificante pero ardua y con enormes responsabilidades. Por último, otra posible solución es reemplazar el concepto de autoría por el de crédito (11), que establece que es autor quien participa en la totalidad del artículo y no si lo hace parcialmente en las distintas etapas de su elaboración. Sólo si se cumple con la totalidad de los criterios de autoría antes citados, merece considerarse autor. Los demás tendrán el crédito de ser investigadores, colaboradores o recopilador de datos y figuraran en un listado de agradecimientos previo a las citas bibliográficas. Incluso actualmente ya comienzan a "indizarse" las publicaciones empleando este método. Todas estas medidas permitirán evaluar a los verdaderos autores científicos, quienes seguirán pautas similares a un Decálogo deontológico (15) (entre ellos el consentimiento informado de los voluntarios en las investigaciones) y serán fiel reflejo de una conducta correcta: una vez que se pierde el concepto de investigador/autor honrado, no se recupera jamás el prestigio de ser un hombre de ciencia cuyo único fin es buscar y conocer la Verdad. Para no caer en inconductas se tenderá a enseñar que la ética también está presente en las investigaciones y publicaciones científicas y considerar a éstas como medios idóneos en beneficio de la Humanidad. Es de buena práctica científica evitar la deshonestidad (1), que a veces puede repercutir en la práctica asistencial hasta llevar a situaciones legalmente reprochables . Si se sospecha de la existencia de 1 a 2 casos de inconducta científica por cada millón de habitantes (34), y si en LatinoAmérica entre 1973 y 1992 se publicaron 41.228 artículos científicos (30), se infiere que algunas de esas publicaciones pertenecen a la categoría de deshonestas. Los controles ejercidos por Jurados de Investigación, Editoriales de Revistas científicas y los pares de los investigadores/autores son suficientes elementos para conservar al producto científico irreprochable y no ser solamente antiético sino anticientífico (5). La transformación de una investigación científica en un texto apto para publicar exige una visión perspicaz por parte de Editores y Revisores, pero sin dudar de la buena fe con que se envió dicho manuscripto; incluso pueden solicitar que informen cual fue su contribución en dicho texto (25). Si así no lo fuera, la posibilidad de descubrir la inconducta (en cualquiera de sus formas), es muy difícil. En resumen, un trabajo científico es una realización intelectual en la cual todos los autores son responsables públicamente de su contenido: si actúan deshones-tamente, tarde o temprano se descubrirá y no se podrá alegar ignorancia de los criterios de autoría o pretender, después de un lapso prudencial, ser ajeno a dicha inconducta. Si uno conoce un hecho anormal, no se debe esperar a que terceros lo denuncien, sino denunciarlo inmediatamente, apenas conocido el suceso. Un Comité Editorial considera a ésto como un imperativo ético para llamar la atención de sus lectores y prevenir futuras ocurrencias. Por lo tanto, es fundamental que la totalidad de los autores y coautores reconozcan la importancia del papel de ser autor que conlleva una responsabilidad individual para la integridad (en todas sus acepciones) de un artículo científico. Estas faltas de ética, aunque no tengan una condena formal, señalan a los involucrados como autores deshonestos entre sus colegas, alumnos y eventualmente sus pacientes . Bibliografía Andersen D: “Guidelines for good scientific practice”. Dan Med Bull, 1999;46(1):60-1. Arribalzaga EB: “Inquietudes ante un artículo científico”. Rev Argent Cirug, 1995;65:86-90. Becú J: “La publicación en medicina: su necesidad, sus obligaciones y su ética” Medicina (Bs As), 1965;25(3):195-9. Bullimore MA, Scheetz MD, Tumas J, Field B: ”Guidelines for authors: what`s new?” Science Editor, 2000;23(6):198. Cleophas RC, Cleophas TJ: “Is selective reporting of clinical research unethical as well as unscientific?” Int J Clin Pharmacol Ther, 1999;37(1):1-7. Consensus statement in submission and publication of manuscripts. Amer Surgeon, 2001;67:607-8. Davidoff F:”Authors, editors and readers in the brave new (electronic)world”. Ann Intern Med, 2001;134:78. 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