“La radio escolar se vive” - Ministerio de Educación Nacional

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Radios escolares en Colombia (I)
Aliadas de los estudiantes y de la sociedad
Gancho. Las radios escolares no son legales en el país, así la historia haya
demostrado que cotidianamente comunican, crean participación, abren
espacios y mejoran entornos. En esa labor, de construir país, los protagonistas
son niños, niñas y jóvenes, docentes, algunos directivos docentes y
organismos de gobierno y Estado y, en ocasiones, sus aliados naturales, las
radios comunitarias y ciudadanas. Esta es la historia de un mundo en el que se
expresan preocupaciones y deseos, y que intenta ser un retrato de la Colombia
joven del siglo XXI.
Un mañana mucho mejor…
En Roncesvalles, Tolima, revolotean los loros orejiamarillos. Dicen que los han
visto en Ecuador, que andaban desaparecidos desde 1920 –“cuando no había
violencia”-, y que varios científicos han llegado hasta la zona para mirarlos y
estudiarlos. Todo eso lo saben los roncesvallenses, incluyendo a los
estudiantes del colegio La Voz del Campo, quienes viven orgullosos de “este
único reducto en el mundo del animalito”. Así lo dicen y defienden en su
emisora comunitaria-escolar, que tiene el mismo nombre del colegio.
Cada año, en abril, padres y madres de familia, hijos e hijas, estudiantes y
autoridades gozan con “el Festival Educativo y Ambiental del Orejiamarillo”. En
él se le hace un homenaje al lorito, a la palma en donde habitan y a las
esponjas de agua que regulan los cauces de quebradas y ríos, riquezas de
esta población ubicada a ocho horas por tierra de la capital del Tolima, “por un
camino vergonzoso”.
Con buen humor, algún habitante cuenta que por allá “entran dos emisoras del
Tolima”, pero que prácticamente “todos los mensajes son de Cundinamarca y
Bogotá, del centro del país. ¿Y eso de qué le ha servido a la gente?”, se
pregunta. Muy sencillo, responde este colombiano de aproximadamente 50
años: “para querer y cuidar su emisora, La Voz del Campo”.
Paradójicamente, no es la riqueza natural lo que ha hecho aparecer en titulares
a Roncesvalles. Allá llegó el terremoto del Eje Cafetero del 25 de enero de
1999, que les sirvió para recibir apoyos, entre los que se cuentan ciertos
equipos para la emisora comunitaria-escolar, y un plan “para reconstruir el
tejido social”. Y, como un lugar común en este país, también han llegado las
balas del conflicto.
Pero esta no es una historia sobre esa situación, así suenen en ella
helicópteros, revoloteen en manada los orejiamarillos cuando oyen el primer
disparo, se vean desplazados y autoridades de gobierno que no quieren o
pueden “ejercer desde allá, sino desde Ibagué”. Aquí lo que importa es que la
radio escolar vive para construir, y que quienes así lo quieren son seres reales,
de carne y hueso: estudiantes, docentes, comunidad y uno que otro
colombiano más.
“Doctor, hay una parte bien importante en esto de La Voz del Campo”, recalca
el profesor Jesús Pareja. “La emisora nunca… ni para un lado ni para el otro.
Aunque estamos en una zona de alta conflictividad y todavía en una etapa
difícil, no se ha prestado para decir: ‘Aquí se mataron tantos guerrilleros y
murieron tantos otros soldados’”.
Los equipos nuevos llegaron el 14 de julio de 1999, hace algo más de diez
años. “Lo recuerdo tanto porque esa noche fue la toma guerrillera que marcó
muchísimo a Roncesvalles y a buena parte de lo que es la cordillera de la zona
suroccidental de Colombia. Usted conoce lo terrible que fue la muerte de
policías y lo bastante terribles que fueron los días posteriores. Ese día yo
estaba esperando al señor rector Luis Alberto Carmona Suárez, para ayudarle
a llevar los equipos… pues desde el parque hasta el colegio -ubicado en la
zona rural-, siempre son como diez cuadras”. Era la culminación de múltiples
peripecias.
“Y por la noche se desató la toma guerrillera… ¡Y no estábamos al aire! Le
habíamos avisado a la gente que dejaríamos de transmitir dos días, que
aprovecharíamos para entregar los equipos alquilados e instalar unos nuevos.
En esa época, las comunidades estaban en un renacer. Y esa noche sucede
esto. Y comienza sobre las nueve y veinte cuando suena el primer disparo y las
explosiones, que no duraron uno sino tres días y los cuatro años posteriores, y
que afectaron fuertemente al pueblo. De repente, sucede algo que nos llama
poderosamente la atención: viene la retoma y la llegada de las Fuerzas
Militares y una población por el piso, y un coronel que se da cuenta y dice:
‘¿Cómo hacemos para cambiarle la motivación a la gente?”. Y alguien de la
escuela responde: ‘Aquí, con la emisora’. ‘¿En dónde funciona?’, pregunta.
‘Tenemos los equipos, pero la emisora no está funcionando’. Entonces otro
grita: ‘Móntenla’. Habían pasado 36 horas desde la toma: sin luz, teléfono,
prácticamente sin agua ni transporte, con la vía dinamitada y el pueblo aislado.
‘Instalemos esto ya, porque tenemos que levantarle el ánimo a la gente’,
repitieron. Y no seremos nosotros, sino ustedes mismos’, subrayó el militar,
señalando a quienes hacíamos parte de la Institución y de la población.
“Es así como nos damos cuenta de algo que la gente ha aprendido por sí
misma: se visualizan los problemas pero, a nosotros, nos toca darle forma a la
solución. Entonces, rapidito, con las pilas puestas, se instalaron los equipos; no
duramos más de cuatro horas y estábamos al aire. Y el mismo párroco, Juan
David, dinámico, comenzó a decir no cosas sobre violencia sino para elevarle
el ego a la misma población, desde el punto más sensible. Créame, doctor, que
muchas veces estábamos emitiendo al aire en medio de balas, y colocando
música y diciendo: ‘que este fin de semana tenemos reunión, que los
estudiantes del grado tal deben mejorar’… Cuestiones para sacar a la gente de
ese marasmo que causa una confrontación. Y hay que decirlo claramente:
nunca se criminalizó o descalificó; es que si se dice ‘emisora educativa y
comunitaria’, eso da otro carácter, otro estatus.
“Cuando las autoridades tuvieron que gobernar desde fuera, la emisora le dio
vida a una estructura que en ese momento estaba decaída”, recuerda un
habitante. En otro sentido, ayudó a rescatar la institucionalidad: “es que la
estructura del Estado era la misma emisora; allí era adonde llegaba el usuario
que buscaba la Alcaldía”.
Pero también es muy importante La Voz del Campo, porque fue asumida por
los estudiantes como propia. “Nosotros, los civiles, no tenemos velas en estos
enfrentamientos”, les decían a los oyentes. Y al fondo se oían los disparos. “Así
tengamos miedo, no hay por qué escondérnosle a nadie”, afirmaban. “Tampoco
queremos que nos corten del aprendizaje”, asegura haberle oído el profesor
Pareja a un estudiante: “el aprendizaje es nuestra forma de combatir”.
“Todo esto es encarador y da fortaleza”, recalca el docente. Y cuando se le
pregunta por los nombres de los alumnos más activos, recuerda a Wilmar y a
Leidy, porque “le infundían tranquilidad, calma y ánimo a la gente. En un pueblo
campesino, trabajador como es Roncesvalles, si un estudiante de un colegio le
hace llegar ese ánimo al oyente más humilde, provoca un cambio de actitud.
Ellos ponían sus tipos de música, y cuando terminaba la canción lanzaban
mensajes diciendo que iba a haber un mañana mucho mejor. Y repetían que
fuéramos prudentes en el hablar, en saber lo que se estaba diciendo para que
no se fuera a incidir ni en unos ni en otros”.
Así, de una u otra forma, el manejo resulta similar a lo que ocurre en la emisora
Risalda Estéreo del colegio que lleva el mismo nombre, en Chaparral, Tolima, y
en la que los jóvenes, en palabras de un profesor, han decidido que “los del
conflicto están allá con su mundo, y nosotros acá con el nuestro, netamente
educativo. Comprendemos que existen, pero nos respetamos”.
“Una de las ventajas de las radios escolares, señala el profesor Pareja de
Roncesvalles, es que allí los jóvenes comienzan a manifestar emociones y
sentires que, muchas veces, los adultos no somos capaces de contar”.
Como anota la investigadora Olga Marín Arango, tallerista de radios
comunitarias para el Ministerio de Cultura, “por las radios circulan
informaciones para oyentes que van consolidando comunidades de interés y
haciendo de las estaciones (del dial) el lugar de encuentro; así, la radio se
convierte en escenario público”.
A ritmo de champeta
Sentarse bajo una ceiba con el calor del Caribe colombiano, es un placer. Pero
lo es más cuando los estudiantes de grados 8°, 10° y 11° de la Institución
Educativa Santa Ana -Erlina, Arnovis, Derly, Wendy y Verónica- explican lo que
quieren hacer con su incipiente experiencia en radio escolar, que en 2009
cumplió un año de existencia.
A Santa Ana lo llaman “Territorio de paz… y por eso te necesito”. Está
localizada en la isla de Barú, más allá de Cartagena, el canal del Dique,
Pasacaballos y Araraca, al final de una trocha de 7 kilómetros y luego de una
travesía que no duda en bautizar Aleida Bonnet, docente de la Institución,
como “diaria odisea y peripecia santaneca”. Allí, uno se encuentra con siete
galpones, mucho sol y arena y varios afiches que llaman a emprender
“compromisos indulgentes y amables”.
Entonces resulta posible comprender por qué la necesidad de la emisora y por
qué la música es la esencia de la comunicación juvenil. Arnovis, al comienzo
del diálogo silencioso y ahora desbordante y con ánimo de carnaval, se para,
canta y baila lo que él cree son temas para la emisora escolar. También
reproduce, con excelente tono y afinación, una melodía que “pega ahora, en
ritmo de champeta, sobre el amor y la tristeza: ‘Cada vez que estoy con ella,
veo la luna y las estrellas’”.
Entre tanto, sus compañeros complementan las temáticas diciendo que en la
emisora “hay que hablar de la basura y el cuidado del medio ambiente, el
turismo, las tierras -hay un complejo pleito al respecto en la Isla-; el respeto, el
abandono de la mujer y los hijos, el maltrato familiar, la responsabilidad y el
embarazo, la sexualidad y los padres, drogadicción y tolerancia, pues “cuando
los estudiantes llegaban al Santa Ana, se veía mucho la violencia y los niños no
se entendían… pero eso era antes…”. Y otro alumno agrega: “la emisora para
que nos ayude a resolver las tareas, a hacernos amigos, amar y compartir las
diferencias”. Y otro mas: “para la comunidad, los temas de salud; hoy, por
ejemplo, se había programado una campaña de desparasitación y hubiera sido
muy interesante que todos se hubieran enterado de eso por la emisora”.
Apenas se plantea la posibilidad, abruman ánimo y temáticas, como la del que
quiere hacer la historia del señor que logró que se construyera en Barú un
“centro de vida para la tercera edad”.
“Lo que yo deseo, asegura la profesora, es que ellos hablen, se expresen y
sepan que sí son capaces”. Y ya lleva un año en esa tarea.
Tres momentos en la Institución
Suena música. “Sube y baja”, dice el libreto para Audio Arte-Green Moon: la
emisora de Los Santos, de la Institución Educativa Distrital San Agustín, al sur
de Bogotá. “Nuestro tema del día: Profesor ideal versus profesor real. ¿Cuál es
el profesor con el que sueñan los estudiantes?”... En el salón se oyen cosas
como: ‘Ojalá este profesor no sea un amargado como el otro’. Y entre las niñas:
siempre pensando ‘qué tan lindo, buena o mala gente es…’. Y un día, cinco
estudiantes armaron el profesor perfecto: no era regañón, físicamente muy
atractivo, explicaba cosas muy sencillas, les dejaba clases libres, no ponía
tareas y nadie reprobaba la materia. ¡Qué más necesitaban! Pero no resultó
verdad. Sube y baja la música. Muchas veces queremos algo, pero no nos
resulta y ahí, ¿qué podemos hacer? “Pues tratar de llevarse lo mejor posible
con ese profesor”.
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Segunda historia colegial. Innovar y crear a partir de una remolacha, como un
ejercicio para fomentar el juego como instrumento pedagógico, propone el
profesor de educación física. Algunos muchachos construyen pistolas y otros
deciden “pegarse remolachazos en los recreos”. Ahora, todo el colegio anda
armado. Se prende la radio y en los recreos -de lunes a viernes- abren un
espacio para la discusión. Toda una semana de debate en torno a los valores,
la autoestima, el trabajo en equipo, la convivencia… Así, los muchachos y los
docentes construyen.
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Tercer momento institucional. Sube la música del CD 21, track 10. Tema del
día para hoy: “la depresión, porque los jóvenes están inconformes, se dejan
reprimir o se doblegan ante el primer obstáculo. La depresión atrae adicciones
al alcohol y los fármacos, y lleva a la tendencia del suicidio. Hay que dejar los
pensamientos negativos de lado”. Sube y baja la música. No hay que perder las
esperanzas. Siempre va a haber algo que recompense nuestras lágrimas… “Y
que nuestro tema del día les sirva de reflexión para la toma de decisiones. Los
esperamos mañana en una nueva emisión de Audio-arte”. Sube la música, se
diluye la música del CD 66, track 06.
La radio, memoria colectiva
“Hay que salir del salón a buscar temas para nuestra radio”, propone la
profesora a un encantado grupo de 14 estudiantes. Los muchachos toman las
grabadoras de reporteros, que servirán para reproducir y contar lo encontrado,
de viva voz, al resto del colegio. Van en búsqueda de Los Molinos, unos
terrenos que anteriormente “pertenecieron a una familia adinerada y en donde
hoy habitan nuestros alumnos del Diana Turbay y El Danubio”, en Bogotá. Es la
hacienda de los Morales, señala uno de los estudiantes, una extensión que
anteriormente incluía las tierras en donde hoy está el Batallón de Artillería.
“Sabemos que existe la hacienda, explica otro alumno, porque está ahí y la
vemos diariamente cuando venimos al colegio. Pero hoy también vamos a La
Pichosa”, como llaman a la que fue una quebrada de aguas cristalinas que en
los mapas aparece como Chiguaza, y que todos imaginan cuando una señora
de la hacienda la describe como ‘el lugar en donde había piedritas de colores
que brillaban. Aquí, en la hacienda, les cuenta, se casó uno de los presidentes
de Colombia’. Y el grupo entra a la casona de más de 200 años, y ve los
“mismos muebles, los libros viejitos pero en su lugar, empolvados,
cuadraditos”. “Un recurso para entender la historia”, recalca la maestra.
Después, los estudiantes elaboran los libretos para la radio escolar, que
refuerzan con las declaraciones en vivo. “La radio nos ayuda para que todos
entendamos que los Morales también hacen parte de esta memoria colectiva”.
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Es un caso similar al que ocurrió en otra emisora escolar de la capital, que a
partir de la reportería callejera de sus estudiantes logró impulsar un debate
sobre el trato que se les daba a los niños amanerados de la Institución. Como
cuenta la profesora que lideró el proceso, la vida estaba siendo prácticamente
imposible para un joven de un grado intermedio, hijo de una señora que
atendía en un salón de belleza del barrio y con familiares que desempeñan el
oficio de peluqueros. Entonces, alumnos y docente decidieron montar una serie
sobre las peluquerías. Salieron de las cuatro paredes, visitaron varias,
entrevistaron personas, recogieron testimonios de vida, indagaron por qué
realizaban ese oficio y comenzaron a descubrir que “los peluqueros son
profesionales de su arte, estudiados y viajados, que en algunos casos han sido
maltratados socialmente por ciertos comportamientos que no son aceptados”,
recuerda la profesora. “Y aunque no hubo una resolución del conflicto que
teníamos en la Institución” -el estudiante no soportó la presión y se retiró unos
meses después-, varios alumnos entendieron “que detrás de cada homosexual
hay una historia, buena o mala, pero importante, todo gracias a la información
difundida por radio en los recreos”.
Con los cables cruzados
Algunos días después de su grado, en tres colegios distintos del mismo
municipio –“el Técnico, Promoción Social y el Gabriela Mistral”-, Gustavo
González, Marlon Reales y Javier Lora decidieron lanzar una emisora para
“matar el tiempo”. Vivían en Carmen de Bolívar, departamento de Bolívar, y
creían que para algo debía servir eso del saber y el saber hacer con lo que se
sabe.
“Armamos un tinglado con objetos conseguidos en el barrio -de la televisión de
Doña Isa, con el cable de Francisco y un tubo que nos donó Doña Leidy-, y
experimentamos una antenita de 25 metros de alto”. ¡Gran sorpresa! “La vaina
salió por todo el municipio”, recuerda hoy Gustavo González. Era parte del
resultado de un aprendizaje y una práctica bien ganada en Constelación
Estéreo, la emisora “del Técnico”, en donde él había empezado sus labores
como historiador local.
“Éramos un grupo convencido de la necesidad de consolidar las radios
escolares en la zona; hacíamos programitas de salud sexual, medio ambiente,
reciclaje, tala de bosques y buenas prácticas agrícolas”, explica el que hoy es
un estudioso de las ciencias sociales y naturales.
Y el asunto de Constelación Estéreo pasó a mayores. “Le quitamos la
audiencia a la única emisora comercial legal que funcionaba en ese momento
en Carmen de Bolívar; también bajó en sintonía la comunitaria Carmen Estéreo
y hasta logramos que perdiera público Resistencia Estéreo, de las Fuerzas
Armadas Revolucionarias de Colombia”.
Era el año 2004 y Carmen, en los Montes de María, “había puesto el 13.5% de
toda la población desplazada de Colombia; la situación resultaba tremenda por
las masacres y por las luchas territoriales entre paracos y guerrillos”, recuerda
González. “Acabábamos de salir de ser Zona de Rehabilitación y Consolidación
(decretada por el gobierno de Álvaro Uribe Vélez el 21 de septiembre de 2002),
y todo lo que pasaba era ilegal”.
Constelación Estéreo estaba en medio del conflicto. Pero no sólo en el del
Estado y los movimientos al margen de la ley, sino en uno que a todos los del
Carmen les llamaba especialmente la atención.
Allí, habían comenzado a circular unos panfletos diciendo que algunas niñas de
distintos colegios se prostituían… “y hasta se podía conseguir un video.
Tocamos el tema en la emisora y la gente llamaba para decir ‘que no era de
hombres difundir ese tipo de cosas’”. Constelación alimentó el debate que
alcanzó a producir un movimiento social grande, “una movilización por la
población que terminó en un amplio apoyo a las niñas”.
La emisora estuvo al aire algunos meses más, contando las intermitencias,
“pues a veces apagábamos para que no nos cerraran”. Y llegaron a transmitir
desde el parque, con un teléfono inalámbrico, hasta que un día arribó la Policía
y confiscó lo que tenían: la videocasetera de la vecina, el micrófono de un
aficionado al canto, el teléfono de Doña Belky, en fin… Ante las demandas de
sus dueños, que salían de las casas a reclamar lo que tres jóvenes habían
tomado sin su consentimiento, lo único que pudieron confiscar las autoridades
fueron 40 metros de alambre y el oscilador”, recuerda González.
Pero les sirvieron. Los socios de Constelación Estéreo, distinguidos alumnos
en materia de comunicaciones en sus respectivos colegios, acabaron
negociando con la Policía: “Para que nos metieran presos, los asesoramos con
Verde Estéreo”. Pocos días después del decomiso, se inauguraba una nueva
emisora de la Policía Nacional, que tuvo una corta pero fructífera vida de dos
años. Hoy, caminando por el parque central de Carmen de Bolívar, muchos
saludan a Gustavo, Marlon y Javier, tres pelados que también lograron
sobrevivir a los amargos tiempos de violencia en los Montes de María.
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Cuando se le pregunta a uno de los líderes de la red de radios escolares del
Cauca qué cree que pasó con los aparatos que le confiscaron en una época a
la radio del INEM, de Popayán, responde: “Tal vez los utilizaron para su
emisora”.
Trescientos kilómetros al norte de esa ciudad, en Bogotá, los estudiantes del
Colegio Patria también han demostrado que, gracias a la experiencia adquirida
en la radio de su colegio militar, fue factible tener un espacio para ellos en la
potente emisora del Ejército.
“A nosotros la radio escolar nos dio muy buenos resultados en las zonas rojas,
de violencia y alto peligro”, asegura Fabiola Pardo, miembro de la Secretaría de
Educación de Cundinamarca. “Fue una manera de meter a los muchachos en
otra cosa totalmente diferente a la que proponían los medios”.
Ruega por nosotros
Llueve a cántaros en Piendamó, departamento de Cauca. Urgente, hay que
entrar los equipos de la radio, repite a los estudiantes el profesor de Sociales
de la Institución Educativa Madre de Dios, Elmer Gallego. Al mismo tiempo, la
hermana Aminta López, de la comunidad de San Antonio de Padua, impulsora
del programa “radio educativa enlazada con radio comunitaria”, también corre
por el patio. “Queda suspendida la emisión del Grupo Radial Mater Dei”. ¿Qué
hará hoy la radio comunitaria con la que trabajan? Fin de la conexión,
comienzo de la invención.
Las redes y la radio
Se trata de fomentar redes de radios escolares y utilizar la virtualidad. Así, no
se cuestiona su legalidad, se fomenta el intercambio de experiencias, se
mejora técnicamente y, sobre todo, se conocen estudiantes y docentes entre sí
y con otras personas de “la localidad, la región y el mundo”.
Esa es una de las ideas centrales del encuentro anual de Radio 24 Horas que
organizan el colegio privado Gimnasio del Norte, de Bogotá, y la asociación
Aire Colombia, cuya tercera transmisión se realizó en octubre de 2009. Temas:
jóvenes y conflicto armado, la importancia del juego como motor de vida y, en
2009, hablamos por el Planeta. Ahí llegan colegios y radios educativas de
Chile, Argentina, España, Estados Unidos y Colombia, por mencionar algunas,
en una maratón de intercambios que dura 24 horas seguidas.
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Intercambio de saberes y contacto directo es también el propósito de la Red de
Emisoras Alternativas Escolares del Territorio Sur (REATS), de Bogotá,
liderada por docentes de instituciones de las localidades Ciudad Bolívar, Usme,
Kennedy, Mártires y Antonio Nariño. “Radio alternativa, más allá de lo
comercial, que construye sujetos y ciudadanía y pensamiento crítico y
propositivo”, asegura una de sus integrantes. “Conjugamos intereses y
necesidades de los estudiantes, pero también los de su colectividad, su gente y
su territorio”. Allí, los estudiantes se preguntan: “¿Cuál futuro? ¿Cuál espacio?
¿Tenemos oportunidad de ser jóvenes?”. Y también, en www.reats.org
presentan, “Doña Juana se derrumba”, reportaje testimonial con líderes, padres
y madres y niños que viven alrededor del vertedero de basuras de una ciudad
de 7 millones de habitantes. Igualmente, REATS ha rescatado la radionovela y
los dramatizados, la vida diaria a partir de temáticas sobre el conflicto en el
hogar y con los compañeros, o la muerte de un vecino.
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Y creación de redes también es la experiencia promovida por la reconocida
maestra Carolina Rodríguez, quien obtuvo un reconocimiento en Canadá por
su trabajo en radio. Ella y sus alumnos se conectan con Medellín, España,
Chile, Escocia, Canadá, Rusia e Inglaterra, a través de temas interculturales:
la música, los deportes o el aprendizaje de una segunda lengua. “Es muy
bonito cuando los chicos canadienses mandan sus temas en español a través
del mini-spot o el jingle -que reproducimos acá-, o cuando ocurre algo similar
con nuestros mensaje en inglés, que ellos se encargan de contar allá”.
En la web y con las redes, la radio escolar une y conecta al norte, sur, oriente y
occidente. “Estamos en todas las horas del mundo, y a una hora en cualquier
parte del planeta”, explica Mauricio Romero, cabeza de la experiencia del
Gimnasio del Norte.
“¡Oye tu voz cuadro!”
Febrero del año 2009. Mensaje de la rectora Leddy Zapardiel Herrera, de la
Institución Educativa Juan José Nieto, de Cartagena de Indias: “Abrazo
afectuoso desde la Comuna 12 y de parte de los 1900 estudiantes de estrato 1
que oyen Tu Voz en Sintonía, ‘un espacio en el que te estás formando como
ciudadano de bien’. La radio difusora escolar va muy bien. Tengo 3 docentes
capacitados y estamos iniciando una campaña por la transparencia en las
elecciones del gobierno escolar”.
Próxima entrega:
Radios escolares en Colombia: un camino al mundo de los jóvenes (II)
“Soñamos la radio como la queríamos”
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