Articulo Juventud DEF - Colegio profesional de educadores y

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LA EDUCACIÓN SOCIAL ANTE EL RETO
CONSTANTE DE LA ATENCIÓN A LA JUVENTUD
Septiembre, el mes de la vuelta al cole, los coleccionables, la renovación de los
buenos propósitos que nos hicimos al comenzar el año y en cierto modo el final del
despendole y la alegría de vivir que se le presupone al verano. Qué mejor momento
pues para abordar el tema de la juventud y más este año en el que tras algunos
cambios de gobierno en distintas partes del territorio, ya hay nuevas personas al
frente de consejerías, direcciones generales, gerencias y demás organismos que
estarán al frente de las políticas que se desarrollen en nuestro país en los próximos
años. Muchos de ellos y ellas no lo tienen difícil para superar el listón de sus
predecesores.
Hablar de la juventud suele ser alzar la voz en uno de estos desiertos nuestros y
más si es para pedir que se aborde su atención desde el máximo rigor y profesionalidad
posible. Y es que todo suele ser confuso cuando hablamos de jóvenes. Para empezar el
propio término es difícil de acotar y definir, así que muchas veces se acude al socorrido
parámetro de la edad, pero ni en los números nos ponemos de acuerdo y ser joven varía
según la institución, organismo o territorio de referencia. Para no irnos muy lejos nos fijamos
en la Ley Aragonesa de Juventud (que en sintonía con la mayoría de textos europeos
actuales) acota el termino entre los 14 y los 30 años. Pero ser joven es algo más que tener
cierta edad y no son pocas las definiciones que presentan a la juventud como una transición
entre niñez y vida adulta, algo que a priori parece cierto pero que también se nos ha quedado
algo desfasado actualmente. En nuestra sociedad con una infancia acorralada por la
adolescencia que asoma ahora muchísimo antes y la prolongación de la etapa de estudios
por un lado y la casi imposible emancipación por otro… pensar en una transición no es del
todo realista. Así pues deberíamos de entender la Juventud en clave de proceso, un
periodo en el que la persona va tomando decisiones que tendrán repercusiones para su
instalación en el mundo adulto, formación, vida laboral… todo al mismo tiempo que se vive y
por tanto se siente y se relaciona con su entorno. Casi nada.
El abandono de estilos de vida lineales (en muchos casos ocasionados por las
dificultades para el acceso al empleo), la difuminación de fronteras entre edades, la eclosión
de las nuevas tecnologías y una mayor tolerancia familiar nos devuelve una fotografía de una
juventud que en poco se parece a otros momentos de nuestra historia. Una juventud
preocupada por el paro, por su falta de futuro y por la corrupción de la vida política, una
juventud que según el estudio Jóvenes y Valores Sociales (Centro Reina Sofía 2014), ha
asumido que les tocará vivir una vida “low cost”, y que se muestra resignada a revisar a la
baja sus expectativas vitales. Desde el comienzo de la crisis económica se han marchado
más de 400.000 jóvenes de nuestro país y el paro juvenil ha llegado a alcanza el 57%. Parte
de la juventud se encuentra al borde de la exclusión social, según el recientemente publicado
informe Skills Outlook (OCDE 2015) el 26,8 % de los jóvenes en España ni estudia, ni
trabaja ni parece tener esperanza en hacerlo, esto nos sitúa a la cabeza de los países de la
OCDE, donde la media se sitúa en el 14,9 %. No es difícil derivar de estos datos que se esta
formando un bolsa de jóvenes que tienen una actitud de negación frente a la escuela y a la
sociedad, que comienza a desarrollar una sociedad paralela donde ellos constituyen el
centro y donde cuentan con internet y las redes sociales como única herramienta de
comunicación (que no diálogo), con el mundo adulto.
En lo que coinciden casi todos los estudios es en que la Juventud es un periodo lleno
de novedades y adaptaciones. Unos cambios para los que las entidades con competencias
sobre la juventud no siempre están preparadas, ni tienen respuestas ágiles para adaptarse a
un sector que abraza la novedad desaforadamente. Así pues las hasta ahora políticas
centradas en la información juvenil, las publicaciones, apoyo a la empleabilidad, el intento
por ampliar la oferta de ocio y tiempo libre, los distintos carnés jóvenes (ya viejos), etc. tienen
que estar en una revisión constante que los adapte al tiempo de las y los jóvenes.
Por todo ello la necesidad de realizar un trabajo serio y estructurado. Abandonar
planes poco realistas y no acordes a las necesidades actuales del sector. Dejar de lanzar
ideas centradas en aspectos negativos que rodean a este grupo de ciudadanos y fomentar
una mentalidad de crecimiento y de confianza en sus capacidades como bien defiende el
pedagogo José Antonio Marina en una de sus últimas publicaciones. En el pasado ha sido
habitual abordar la atención a la juventud de manera sesgada, con planes que atendían sólo
a parcelas de su desarrollo (información, tiempo libre, prevención de consumos, apoyo a la
emancipación, etc.) y que se han venido elaborando sin una escucha real a sus
destinatarios. Esos planes sólo sirven a las instituciones que los realizan para justificar un
trabajo en muchas ocasiones estéril. Hacen falta abordajes integrales e integradores que
vayan enfocados a que las y los jóvenes se conviertan en ciudadanos de pleno
derecho y parte activa de la sociedad en la que viven. El papel de la Educación Social en
este campo es fundamental, sirve tanto para mediar con este colectivo, escucharles y
comprenderles, como para la conceptualización de planes, programas y proyectos, su puesta
en marcha y evaluación. La juventud ha sido uno de los campos habituales de nuestra
profesión y sólo con una atención profesionalizada y comprometida pueden afrontarse los
retos constantes a los que se enfrenta. No es un camino sencillo pero tenemos que hacerles
saber a los y las jóvenes que no están solos, las Educadoras y los Educadores Sociales
estamos para acompañarles.
Alberto Pelegrín es Educador Social, miembro de la Junta de CEES-Aragón y ha
desarrollado su carrera profesional en distintas empresas y organismos que
trabajan en los campos de la Juventud, la Educación no formal, el Voluntariado y
la Cultura.
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