La humanización del Homo sapiens

Anuncio
La humanización del Homo sapiens.
La hominización es de capital importancia para la educación de la condición
humana, pues nos muestra cómo animalidad y humanidad constituyen
conjuntamente lo humano de nuestra condición.
La antropología prehistórica nos muestra cómo la hominización es una
aventura de millones de años, a la vez discontinua (procedente de nuevas
especies: habilis, erectus, neanderthal, sapiens y desaparición de los
precedentes, aparición del lenguaje y la cultura) y continua, en el sentido en
que prosigue el proceso de bipedización, de manualización, erección del
cuerpo, cerebralización,…
La hominización desemboca en un nuevo principio. El homínido se humaniza.
Desde este punto, el concepto de hombre tiene un doble principio: un principio
biofísico y otro psicosociocultural; ambos principios remiten el uno al otro.
Somos resultado del cosmos, de la naturaleza, de la vida, pero debido a
nuestra humanidad, a nuestra cultura, a nuestra mente y a nuestra conciencia,
nos hemos vuelto extraños a este cosmos que nos es secretamente íntimo.
Nuestro pensamiento y nuestra conciencia, que nos permiten conocer este
mundo físico, nos alejan en la misma medida de él. El hecho mismo de
considerar racional y científicamente el universo nos separa de él. Nos hemos
desarrollado más allá del mundo físico y viviente. Es en este más allá donde se
produce el pleno despliegue de la humanidad.
La complejidad humana no se puede comprender disociada de los elementos
que la constituyen: la evolución verdaderamente humana significa desarrollo
conjunto de la autonomía indiviual, de la participación comunitaria y del sentido
de pertenencia a la especie humana.
Existe una unidad humana. Existe una diversidad humana. La unidad no está
sólo en los rasgos biológicos de la especie Homo sapiens ni la diversidad está
solamente en los rasgos psicológicos, culturales y sociales del ser humano. En
el seno de la unidad humana existe también un adiversidad propiamente
biológica; no sólo hay una unidad cerebral sino mental, psíquica, afectiva e
intelectual. Además, las culturas y sociedades más distintas poseen principios
generadores u organizadores comunes. Comprender lo humano supone
comprender su unidad en la diversidad y su diversidad en la unidad.
La identidad y la conciencia terrenal
La unidad planetaria es la exigencia racional mínima de un mundo limitado e
interdependiente. Esta unión necesita de una conciencia y un sentido de
pertenencia mutuo que nos ligue a nuestra Tierra, considerada como primera y
última Patria.
Si la idea de patria comporta una idea común, una relación de afiliación afectiva
a una sustancia a la vez maternal y paternal, y por último, una comunidad de
destino, entonces se puede avanzar en la noción de Tierra-Patria.
Ahora necesitamos aprender a ser, a vivir, a compartir como seres humanos
del planeta Tierra. Dejar de ser solamente una cultura y ser también habitantes
de la Tierra. No sólo debemos dedicarnos a dominar, también hay que
acondicionar, mejorar y comprender. Es conveniente que inscribamos en
nosotros:
-
-
La conciencia antropológica que reconoce nuestra unidad en nuestra
diversidad.
La conciencia ecológica, es decir, la conciencia de habitar con todos los
seres mortales en una misma esfera viviente (biosfera); reconocer
nuestro vínculo consustancial con la biosfera nos conduce a abandonar
el sueño proteico de dominio del universo para alimentar la aspiración a
convivir sobre la Tierra.
La conciencia cívica terrenal, es decir, de la responsabilidad y de la
solidaridad para los hijos de la Tierra.
La conciencia espiritual de la condición humana que deriva de un
ejercicio complejo del pensamiento y que nos permite tanto criticarnos
mutuamente como criticarnos a nosostros mismos y comprenernos unos
a otros.
Edgar Morin (2001), Los siete saberes necesarios para la educación
del futuro
Descargar