A efectos de comprender de mejor manera la materia de la litis en

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AMPARO EN REVISIÓN 2676/2003.
QUEJOSO: **********.
RECURRENTE: LUIS RAÚL IBÁÑEZ
DOMÍNGUEZ, DEFENSOR PÚBLICO
FEDERAL DE **********.
Vo. Bo.
MINISTRO ENCARGADO DEL ENGROSE: JOSÉ DE JESÚS
GUDIÑO PELAYO.
SECRETARIO: MIGUEL BONILLA LÓPEZ.
México, Distrito Federal. Acuerdo de la Primera Sala de la
Suprema Corte de Justicia de la Nación, correspondiente al día
cinco de octubre de dos mil cinco.
VISTOS para resolver los autos del juicio de amparo en
revisión 2676/2003, relativo al recurso interpuesto por el defensor
público federal del quejoso **********; y,
R E S U L T A N D O:
COTEJADO.
PRIMERO. Por escrito de fecha doce de diciembre de dos
mil dos, recibido en la Oficina de Correspondencia Común de los
Juzgados de Distrito en Cancún, Quintana Roo, Luis Raúl Ibáñez
Domínguez, en su carácter de Defensor Público Federal de
**********, solicitó el amparo y protección de la Justicia Federal
contra las autoridades y por los actos que a continuación se
precisan:
1
“AUTORIDADES RESPONSABLES:
Congreso de la Unión.
Presidente de los Estados Unidos Mexicanos.
Director del Diario Oficial de la Federación.
Tribunal Unitario del Décimo Cuarto Circuito en
Mérida, Yucatán.
El Juez Segundo de Distrito del Estado de
Campeche.
El Director del Centro de Readaptación Social San
Francisco Kobén, (sic) en Campeche.
ACTOS RECLAMADOS:
Del H. Congreso de la Unión la aprobación del
artículo 191 del Código Penal Federal. (En su
momento Código Penal para el Distrito Federal y
territorios en materia del Fuero Común y para toda
la República en materia del Fuero Federal) que
prevé el tipo de Ultrajes a las Insignias Nacionales.
Del Presidente de los Estados Unidos Mexicanos y
del Director del Diario Oficial de la Federación, la
promulgación y publicación, respectivamente, del
artículo referido por decreto de fecha 2 de enero de
1931.
Del Tribunal Unitario del Décimo Cuarto Circuito en
Mérida, Yucatán. La sentencia dictada en el toca
penal número **********, por medio de la cual se
2
confirma el auto de término constitucional de fecha
tres de octubre de dos mil dos, que decreta la
sujeción a proceso del C. **********, como probable
responsable en la comisión del delito de Ultrajes a
las Insignias Nacionales.
De la C. Juez Segundo de Distrito del Estado de
Campeche, el auto de término constitucional de
fecha tres de octubre de dos mil dos, dictado en la
causa penal **********, que decreta la sujeción a
proceso
del
C.
**********,
como
probable
responsable en la comisión del delito de Ultrajes a
las Insignias Nacionales y la orden de identificación
del procesado por los medios administrativos.
Del Director del Centro de Readaptación Social San
Francisco
Kobén,
identificación
que
(sic)
en
pretende
Campeche.
La
hacer
mi
de
patrocinado por los medios administrativos”.
(Fojas 5 y 6 del cuaderno de amparo).
SEGUNDO. El quejoso invocó como garantías violadas las
contenidas en los artículos 6, 7, 14, 16 y 22, de la Constitución
Política de los Estados Unidos Mexicanos y señaló, en su
condición de antecedentes, los siguientes:
“PRIMERO.- Por auto de fecha tres de octubre de
dos mil dos, la Juez Segundo de Distrito en el
Estado de Campeche, resolvió dictar el auto de
3
sujeción a proceso en mi contra, por la probable
comisión del delito de ultraje a las insignias
nacionales, en el punto resolutivo segundo de
dicha determinación, se ordenaba que el suscrito
tenía que identificarme por los sistemas adoptados
administrativamente.
SEGUNDO.- Inconforme con la determinación que
antecede, interpuse recurso de apelación en contra
de la determinación de referencia, mismo que fue
admitido por la Juez del conocimiento por auto de
fecha siete de octubre de 2002.
TERCERO.- Por acuerdo de fecha treinta y uno de
octubre de 2002, la Juez del conocimiento ordenó
fuera
a
registrarme
administrativos
consecuencia
Francisco
(sic)
por
los
correspondientes
acudiera
Kobén,
al
y
CERESO
para
medios
los
en
de
San
efectos
correspondientes.
CUARTO.- Inconforme con dicha determinación,
por escrito presentado en fecha 6 de noviembre de
la
presente
revocación
anualidad
en
contra
interpuse
de
la
recurso
de
determinación
impugnada, manifestando los agravios que me
causaba.
4
QUINTO.-
Por
resolución
de
fecha
once
de
noviembre de dos mil dos, el Tribunal Unitario del
Décimo
Cuarto
Circuito
en
Mérida
Yucatán,
determinó confirmar en sus términos el Auto de
Término Constitucional de fecha tres de octubre de
dos mil dos.
SEXTO.- Por resolución de fecha veintiuno de
noviembre de dos mil dos, la Juez del conocimiento
determinó confirmar en sus términos el auto de
fecha treinta y uno de octubre del presente año”.
(Foja 6 del cuaderno de amparo).
Por otro lado, respecto del tema de constitucionalidad, el
quejoso expuso los siguientes conceptos de violación:
“PRIMERO: El acto reclamado es violatorio de los
artículos
sexto
y
séptimo
de
nuestra
carta
fundamental, que establece la libertad de la que
goza todo gobernado de escribir y publicar
escritos.
‘ARTÍCULO 6.—La manifestación de las ideas no
será objeto de ninguna inquisición judicial o
administrativa, sino en caso de que ataque a la
moral, los derechos de tercero, provoque algún
delito o perturbe el orden público, el derecho a la
información será garantizado por el Estado.
5
ARTÍCULO 7.—Es inviolable la libertad de escribir y
publicar escritos sobre cualquiera materia. Ninguna
ley ni autoridad puede establecer la previa censura
ni exigir fianza a los autores, ni coartar la libertad
de imprenta, que no tiene más límites que el
respeto a la vida, a la moral y a la paz pública. En
ningún caso podrá secuestrarse la imprenta como
instrumento del delito.
Las leyes orgánicas
dictarán cuantas disposiciones sean necesarias
para evitar que so pretexto de las denuncias por
delitos
de
prensa,
sean
encarcelados
los
expendedores de papeleros, operarios y demás
empleados del establecimiento de donde haya
salido el escrito denunciado’.
Del análisis de los citados artículos se deduce que
el legislador en ningún momento quiso imponer
más límites a la libertad de expresión, de escribir y
publicar cualquier clase de escritos, que el respeto
a la vida, a la moral y a la paz pública, por tal razón,
como escritor y poeta mi defendido se encuentra
en pleno ejercicio de sus derechos públicos
subjetivos al momento de escribir su poema.
La libertad establecida como garantía individual en
el artículo 7 y en correlación al 6 de la Constitución
Política de los Estados Unidos Mexicanos, impone
alcances mayores, y es precisamente en esta parte
donde el mismo ordenamiento se considera como
6
una verdadera conquista democrática, pues pone
de manifiesto la voluntad del legislador de que todo
gobernado escriba y publique sobre el tema que le
sea de mayor interés, pudiendo éste realizar las
críticas que considere.
Bajo
este
orden
de
ideas
se
considera
inconstitucional el artículo 191 del Código Penal
Federal, no asistiéndole la razón a quienes en
forma forzada, fuerzan la definición de moral, para
encuadrarla en las restricciones establecidas en tal
dispositivo, como un ataque a la moral. Para una
correcta interpretación del artículo 7 de nuestra
Carta
Fundamental
interpretación
a
y
las
para
normas
la
adecuada
constitucionales
autorizadas o permitidas, están establecidas dentro
de las normas relacionadas con las facultades y
atribuciones del poder legislativo en el inciso f) del
artículo 72 que determina sin duda que la única
forma válida de interpretación de la ley es
buscándola dentro de los pasos o procesos
necesarios para su creación.
‘ARTÍCULO 72.—Inciso f)…’ (lo transcribe).
Por lo que la correcta interpretación de la norma
constitucional ha de encontrarse la intención del
legislador, ya sea en la exposición de motivos o en
el Diario de Debates, que en este caso sería el
7
Congreso Constituyente de 1916-1917, que nos
explica cuáles son los alcances que tiene la
garantía.
Aunque
existen
varias
escuelas
o
métodos para interpretación de la ley, en nuestro
país por mandato constitucional sólo existe un
método
y
una
autoridad
facultada
para
su
interpretación, y lo es el recurrir a la exposición de
motivos del texto de la ley propuesta, que
adquieren
validez
constitucional
si
el
poder
legislativo los hace suyos aprobándolos, previo
debate y discusión, por ello los documentos en que
conste esa discusión (Diario de Debates) servirán
para su interpretación, de ese modo se ha
denominado interpretación auténtica constitucional
la que está de acuerdo con el espíritu del
legislador.
Es decir ha de buscarse ese espíritu en todo el
conjunto o cuerpo de ley no en forma aislada en
cada una de las disposiciones normativas del texto
global. Ahora bien el artículo 133 constitucional
establece que:
‘Art. 133.- Esta Constitución, las leyes del Congreso
de la Unión que emanen de ella y todos los
Tratados que estén de acuerdo con la misma,
celebrados y que se celebren por el Presidente de
la República, con aprobación del Senado, serán la
Ley Suprema de toda la Unión…’
8
De
manera
que
cualquier
ley
secundaria
o
resolución judicial que no tome este de acuerdo
(sic) con la Constitución o su interpretación
sistemática será por lo mismo anti-constitucional.
El primer párrafo del artículo 7 de la Constitución
de 1917, cuyo texto original no ha sido modificado,
fue tomado del precepto del mismo número de la
Constitución de 1857, que sirve de base para el
proyecto, por lo que en el particular se hará
referencia a dichos debates, los cuales mantienen
su vigencia pues en sus términos fueron aceptados
por el constituyente del 17; en el que señala
respecto a las restricciones impuestas a la libertad
de imprenta:
DEBATES.
Sesión del 25 de julio de 1856.
El señor Cendejas declaró que está por el principio
de libertad sin ningún género de restricciones que
la hagan ilusoria, y para evitar todo cargo de
inconsecuencia, explica que votó en contra del
artículo 13 porque no deseche (sic) el principio de
la inviolabilidad del pensamiento.
Cree que las restricciones de la vida privada, de la
moral y de la paz pública son demasiadas vagas
para dar lugar a los abusos y que, si el artículo se
9
aprueba,
no
se
podrá
escribir
sobre
nada,
convirtiendo la libertad de imprenta en simple
ironía y dándole a los mexicanos tal cual la pinta de
fígaro de España.
En materias de libertad de imprenta, no hay término
medio
o
libertad
completa
o
restricciones
completas.
Zarco agregó:
‘Un célebre escritor inglés ha dicho, ¡Quitadme
toda clase de libertad, pero dejadme la de hablar y
escribir conforme a mi conciencia!, Estas palabras
demuestran lo que al prensa (sic) tiene que esperar
un pueblo libre. Pues a ella señores, no solo es el
arma
más
poderosa
contra
la
tiranía
y
el
despotismo, sino el instrumento más eficaz y más
activo del progreso y de la civilización’
Continúa más adelante
‘Yo creo que la opinión, si puede ser un error,
jamás un delito… Convengo que el bien de la
sociedad exige ciertas restricciones… si estamos
mirando que las predicaciones de un clero fanático
existan al pueblo…’
10
Respecto a las restricciones en moral señala el
ilustre periodista:
‘¡La moral!, ¡quien no respeta la moral!, ¡Que
hombre no la lleva escrita en el fondo del corazón!,
La calificación de actos o escritos inmorales la
hace conciencia sin errar jamás (sic) pero cuando
hay un gobierno perseguidor, cuando hay jueces
corrompidos, y cuando el odio de partido quiere no
solo
callar,
sino
ultrajar
a
un
escritor
independiente… Se califican de escritos inmorales
para echar sobre un hombre la mancha de libertino.
Sentencia el legislador:
Yo no quiero estas restricciones, no las quiere el
partido liberal, no las quiere el pueblo, porque
todos queremos que las leyes y las autoridades, y
esta misma Constitución que estamos discutiendo.
Queden sujetas al libre examen y puedan ser
censuradas
para
que
se
demuestren
sus
inconvenientes…’
Por su parte el Señor Mata manifiesta:
‘En cuanto a la moral, los impugnadores convienen
en que se siente en el corazón más que se define’.
El diputado CENDEJAS agrega:
11
‘En materia de libertad de imprenta, no hay
términos medios, o libertad absoluta o restricción
absoluta.
La moral, según la comisión, es una cosa
indefinida, cada cual la entiende a su modo’.
Regresando al diputado Zarco señala:
‘Las trabas mal definidas como la de la moral, que
consulta la comisión, han sido el origen de todas
sus persecuciones (de la prensa) y las que han
hecho ilusoria su libertad.
A todo esto nos contesta la comisión que nos
ocupamos de abuso y que ella ha tomado
precauciones para evitarlos. Yo sostengo que los
abusos pueden nacer de la vaguedad del artículo y
aunque no soy abogado, entiendo que el delito
debe estar bien definido para que no haya
arbitrariedad ni abuso en los jueces letrados ni en
los jurados.
Yo quisiera que en lugar de hablar vagamente de la
moral se prohibieran los escritos obscenos, pues
con esto (sic) y exigir la firma de los autores, estoy
seguro que ningún hombre honrado que se respeta
12
así mismo se atrevería a ofender las buenas
costumbres en un libro o periódico’.
El diputado Garza Melo, sostiene:
‘Tampoco se entiende lo que es la moral, pero el
Congreso sabe que es el conjunto de los principios
del derecho natural, y sabrá defenderla’.
Don IGNACIO RAMÍREZ señala:
‘Poner restricciones a la inteligencia humana en la
imprenta, en su trono es lo mismo que profanar a
una deidad en su santuario.
En referencia a la moral señala:
Después
de
descender
a
pormenores
reglamentarios y que tocan a las leyes orgánicas o
secundarias, establece como límites de la libertad
el respeto a la vida privada, la moral y la paz
pública. A primera vista esto parece justo y
racional; pero artículos semejantes hemos tenido
en casi todas nuestras constituciones, de ello se ha
abusado escandalosamente, no ha habido libertad
y los jueces y los funcionarios todos se han
convertido en perseguidores.
13
¡La moral! ¡Quien no respeta la moral! ¡Que hombre
no lleva escrita en el fondo de su corazón! La
calificación de actos o escritos inmorales la hace
conciencia sin errar jamás; pero, cuando hay un
gobierno
perseguidor,
cuando
los
jueces
corrompidos, y cuando el odio de partido quiere no
solo
callar,
sino
ultrajar
a
un
escritor
independiente, un máxima política, un alusión (sic)
festiva, un pasaje de jocoso de los que se llaman
colorados, una burla inocente, una chanza sin
consecuencia, se califican de escritos inmorales
para echar sobre la mancha de libertino.
¿Queréis restricciones? Las quiero yo también;
pero prudentes, justas y razonables. Aunque lo que
voy a proponer parece mas bien propio de la Ley
Orgánica, yo desearía que se adoptara como
principio en la misma Constitución. Propongo que
se establezca que ningún escrito pueda publicarse
sin la firma de su autor, y en esto no encuentro
ninguna restricción ni taxita (sic) que sea contraria
a la verdadera libertad. Cuando hablamos, lo
hacemos con la cara descubierta; quien recibe un
anónimo
lo
mira
con
desprecio.
¿Qué
inconveniente hay pues, en que todo hombre
honrado que escribe conforme a su conciencia
ponga su nombre al pie de sus escritos?
14
Sesión ordinaria celebrada la tarde del miércoles de
20 de diciembre de 1916’.
El C. Martínez de Escobar: Señores constituyentes:
vamos ahora, pues, tranquilos, a ocuparnos sin
pusilanimidad y sin miedo a discusión… La
imprenta acabamos de leer algo del libro en donde
están las crónicas del constituyente de 57. Alguien
dijo: ‘Arrancadme todas las libertades, arrancadme
todos derechos, pero dejadme la libertad de emitir
mis ideas, dejadme la libertad de emitir mis
pensamientos, dejadme la libertad de la imprenta,
la libertad de la prensa, porque ella transforma el
pensamiento en un águila potente que no solo
vuela hacia las simas (sic) de las montañas, sino la
cima de todo el mundo, de todos los océanos, a
todas partes.
Se entiende que el Constituyente, al aceptar el
término de la moral, como bien jurídico protegido y
limitación al ejercicio de la libertad de imprenta y
de libre (sic), lo hace en un término restrictivo y
ante la ausencia de un vocablo que expresara en
exactitud sus intenciones, en cuanto a los límites
que debe imponerse a la libertad de expresión y la
cual fue tamizada en los siguientes términos:
…es la moral… es el conjunto de los principios del
derecho natural… .
15
La moral, según la comisión, es una cosa
indefinida. Cada cual la entiende a su modo.
En cuanto a la moral, los impugnadores convienen
en que se siente en el corazón más que se define.
De lo anterior, podemos demostrar que el concepto
de moral, utilizado por el legislador va encaminado
a la apreciación que el individuo tenga de sí mismo,
a los derechos universalmente aceptados, y al
derecho natural, mismo que como restricción en
cuanto al actuar del Estado, deberá tomarse en un
sentido restrictivo, por lo que indudablemente el
contenido de un tipo penal como el caso a estudio,
rebasa por mucho los límites que le han sido
impuestos por nuestra Carta Magna.
El concepto de moralidad como límite para la libre
expresión de las ideas y para la libertad de prensa
(artículos 6 y 7 de la Constitución), deberá ser
limitante, siempre y cuando dicha expresión de
ideas ataque directamente a los derechos naturales
o
a
los
modernamente
humanos.
Definida la moral como:
16
llamados
derechos
principios
fundamentales
que
deben
regir
la
conducta humana.
Conjunto de reglas de conducta inherentes a una
determinada condición.
Por lo que siendo las insignias como valor cultural,
surgen dentro del Estado Nacional Moderno, y las
cuales
surgen
como
una
representación
del
sistema, las cuales tendrán contenido cultural
siempre
y
cuando
éstas
sean
tomadas
en
consideración con una gesta o pasaje histórico, por
lo que el concepto de símbolos patrios no entra en
la
concepción
de
los
bienes
protegidos
y
aceptados por el concepto de moralidad, y mucho
menos si tomamos en consideración el contenido
específico que el Constituyente Liberta (sic) del 57
le concedió, mismo contenido que fue ratificado
por el Congreso Constituyente de 1916-1917’.
Establecidos los derechos de terceros, la paz
pública y principalmente la moral como restricción
a la libre expresión de las ideas, resulta que el
poema, escrito por mi defendido, de ninguna
manera afecta dicho bien jurídico, por lo que la
restricción que establece el artículo 191 del Código
Penal es inconstitucional, por no encontrarse
apegado a dichos principios.
17
SEGUNDO: En el particular mi defendido se
encuentra procesado en términos de lo establecido
en el artículo 191 del Código Penal Federal, que
establece:
‘Al que ultraje el escudo de la república o el
pabellón nacional, ya sea de palabra o de obra, se
le aplicará de seis meses a cuatro años de prisión o
multa de cincuenta a tres mil pesos o ambas
sanciones, a juicio del juez’.
Del análisis de los elementos constitutivos del
cuerpo del delito, se desprende que el sujeto activo
del mismo debe exteriorizar su conducta, motivado
por un elemento subjetivo específico, que en el
particular lo es que tenga éste la intención real de
ultrajar el símbolo nacional, es decir, que su
conducta sea considerada ultrajante y que sea ésta
con la intención de ultrajar.
Por lo que para la determinación del alcance y
contenido del poema, como obra literaria deberá
ser analizada como tal, es decir, como obra
literaria, y específicamente como un poema, ya que
el análisis semántico, en base al significado de las
palabras, resulta en una tergiversación, en cuanto a
lo expresado por el artista y en cuanto al mensaje
que pretende éste transmitir.
18
Ya que como poema se encuentra integrado de
versos, que en base a su estructuración y a las
conjunciones entre sí, conforman figuras literarias,
imágenes que en muchas ocasiones van más allá
de la simple literalidad
Por lo que toda vez que no hay en actuaciones
elemento de prueba alguno que demuestre que la
intención de mi defendido, lo era el ultrajar las
insignias
nacionales,
es
evidente
que
nos
encontramos en presencia de una incorporación de
uno de los elementos constitutivos del delito.
Como elemento, base de la acusación obra en el
expediente un supuesto dictamen en materia de
símbolos patrios, suscrito por el perito oficial Lic.
**********, es de señalar que aún suponiendo que
exista dicha materia, no es posible que establece
(sic) que el poema ********** constituye ultraje a la
bandera nacional de México. Dictamen al cual no es
dable concederle valor probatorio alguno, pues el
mismo
carece
de
los
elementos
técnicos
necesarios para analizar una obra poética, ya que
debería entrar al estudio estructural de cada verso
y señalar cada significado dentro de cada frase,
pues
contrariamente
éste
es
dogmático,
limitándose a una simple interpretación semántica,
y aún sin relacionar los términos utilizados,
establece a su leal saber y entender que el poema
19
materia de la presente causa es vejatorio y
ultrajante, a la bandera nacional de México, cuando
como
ya
se
señaló
no
hace
el
análisis
correspondiente, que es el estudio del poema en
su conjunto y los versos que lo conforman. Siendo
al
efecto,
aplicables
los
siguientes
criterios
jurisprudenciales:
Novena Época.
Instancia: Tribunal Colegiado en Materia Penal del
Séptimo Circuito.
Fuente: Semanario Judicial de la Federación y su
Gaceta.
Tomo: III, abril de 1996.
Tesis: VII.P. 30 P.
Página: 444.
‘PRUEBA
CUANDO
PERICIAL
DEBE
EN
MATERIA
CONSIDERARSE
PENAL.
DOGMÁTICA
(AUDITORÍAS).— …’ (la transcribe).
Octava Época.
Instancia: Segundo Tribunal Colegiado del Sexto
Circuito.
Fuente: Gaceta del Semanario Judicial de la
Federación.
Tomo: 59, noviembre de 1992.
Tesis: VI. 2°.J/223.
Página: 67.
20
‘PERITAJE FORMULADO EN LA AVERIGUACIÓN
PREVIA. VALOR DEL.— …’ (la transcribe).
Además la materia sobre símbolos patrios, no es la
indicada para el análisis de un poema, es como
solicitar a un médico cirujano, dictamine sobre la
materia odontológica o psiquiátrica. Por lo que el
poema
como
expresión
artística
deberá
ser
estudiado bajo un enfoque literario, a efecto de
determinar su verdadero alcance y contenido.
Por lo que ante la incomprobación del cuerpo del
delito resulta procedente le sea concedido a mi
defendido el amparo y protección de La Justicia
Federal.
TERCERO: La determinación impugnada viola en
perjuicio de mi defendido, las garantías previstas
en los artículos 14, 16 y 21, pues no podrá
imponerse
pena
alguna
sino
por
sentencia
definitiva.
Definida la pena como:
‘Pena: mal que el Juez inflinge al delincuente, a
causa de delito para expresar la aprobación social
respecto del acto y del autor.
21
Es una consecuencia del delito cometido. Desde
tiempos remotos ha existido una amplia gama de
variantes de la pena: penas corporales, laborales,
infames, contra la vida, pecuniarias, restrictivas de
la libertad, privativas de la libertad, restrictivas de
derechos, privativas de derechos, etc.
Actualmente la pena por excelencia es la privativa
de la libertad, también llamada pena de prisión. En
realidad la función principal de la pena, más que un
castigo o retribución es lograr la prevención a
futuro (reincidencia), la adaptación o readaptación
social del sujeto.
Debe atender a criterios
humanitarios y no representar una venganza
pública’.
Diccionarios Jurídicos Temáticos, de Términos
Penales, Editorial Oxford, volumen primero, pág.
123.
El artículo 22 en su párrafo primero de nuestra
Carta Fundamental establece que:
‘Quedan…’ (lo transcribe).
Es menester resaltar el significado de ‘pena
infamante’, en la inteligencia de robustecer el
criterio sostenido:
22
‘Pena infamante: La que en la antigüedad, trataba
de
quitar
el
honor
o
denigrar
al
sujeto,
generalmente ridiculizándolo, exponiéndolo a la
burla de los demás’.
Según
el
Términos
Diccionario
Penales,
Jurídico
Editorial
Temático
Oxford,
de
Volumen
primero, pág. 124.
Por lo que al realizarse la identificación que
dispone el artículo 165 del Código Federal de
Procedimientos
Penales,
se
actualizarían
los
supuestos prohibitivos consignados en el párrafo
primero del artículo 22 de nuestra Carta Magna.
De todo lo anterior, se desprende que pena, es el
mal ordenado por el Juez como consecuencia de
una conducta delictiva. Por lo que la concepción de
pena, es tenido como todo mal que en ejercicio de
sus
funciones
inflija
el
Juez
(autoridad
competente), por lo que en el particular, el registro
administrativo viene a representar una pena, pues
representa,
independientemente
del
acto
de
molestia en sí, un mal ordenado al ciudadano, al
cual se le considera probable responsable de un
delito.
Por lo que tal carácter de pena, está
determinado por la connotación cultural, ya que la
misma en nuestro país, no sólo es una pena, sino
que la misma resulta infamante, pues es asentada
23
dicha circunstancia (ser procesado por un delito)
en un catálogo nacional de delincuentes, sin que
haya declaración de que el procesado lo es, pues
no se ha dictado sentencia.
Recurriendo al análisis y definición que de la ficha
signalética ha dado el Poder Judicial Federal, en la
Jurisprudencia, señala:
Novena Época
Instancia: Pleno
Fuente: Semanario Judicial de la Federación y su
Gaceta
Tomo: IV, Noviembre de 1996 (9A)
Tesis: P./J. 160/95
Página:
‘FICHAS
5
SIGNALÉTICAS,
IDENTIFICACIÓN
FORMACIÓN
ADMINISTRATIVA
DE.
DE
PROCESADOS. Es un error considerar como pena
la identificación, es decir, la elaboración de la ficha
dactiloscópica correspondiente, siendo que la
naturaleza de esas medidas es completamente
diferente
y
entre
ellas
existen
diferencias
substanciales. En efecto, en materia penal, por
pena se considera, en términos generales, la
sanción
económica
o
privativa
de
libertad,
publicación del fallo y otras que enumeran las leyes
represivas, que el órgano jurisdiccional competente
24
impone a un individuo atendiendo a conductas
activas u omisivas, previstas en la ley aplicable. En
cambio, la identificación del procesado no es una
pena porque no se decreta en la sentencia y es una
simple
medida
administrativa;
constituye
una
reglamentación judicial y policiaca, necesaria en
esos órdenes para identificación y antecedentes
del proceso; es decir, configura una medida cuya
ejecución aporta al Juez del proceso, y de futuros
procesos,
más
elementos
del
juicio
para
individualizar la pena que deba imponerse al que
cometió uno o varios delitos. Desde otro punto de
vista, la identificación del procesado tampoco
constituye una pena, porque éstas se imponen
hasta la sentencia, mientras que la identificación
del procesado, por imperativo del artículo 165 del
Código Federal de Procedimientos Penales, debe
realizarse apenas dictado el auto de formal prisión
o el de sujeción a proceso. En tales condiciones,
como la identificación del procesado no es una
pena,
deben
considerarse
infundadas
las
argumentaciones en el sentido de que se trata de
una pena infamante y trascendental, porque, no
teniendo el carácter de pena, de acuerdo con lo
antes expuesto, menos puede tratarse de una pena
infamante y trascendente, de las prohibidas por el
artículo 22 de la Constitución Federal’.
25
Interpretación que en opinión del suscrito recurre a
una visión formalista del concepto de pena, es
decir, si dicho acto no está contemplado como una
pena en términos del artículo 24 del Código Penal
Federal, no puede ser considerada una pena; o si
no es ordenado al momento de dictarse una
sentencia, tampoco puede ser considerado una
pena, pese a que dicho acto represente un mal que
inflige el Juez como consecuencia de un acto de
autoridad.
Al efecto de entender verdaderamente su alcance y
contenido paso a señalar:
Ejemplos: Un agente de la Policía Preventiva,
detiene a un delincuente, quien se opone y sufre
una lesión leve que tarda en sanar menos de
quince días, por lo que al declarar denuncia el
delito de abuso de autoridad, siendo delito grave en
el Distrito Federal es detenido y acusado de
abandono de empleo, después de un procedimiento
se le concede el amparo al reconocer el Juez de la
causa que la fuerza ejercida es legítima y la
necesaria para haber dominado al sujeto.
Dicho
sujeto acude al día siguiente a solicitar su alta no
como policía "preventivo sino como policía judicial,
dicho antecedente obviamente en el sorteo de
selección representa un antecedente negativo, y
que
lo
señala
de
por
26
vida,
ya
que
dicha
circunstancia sería determinante en la selección,
pues ninguna autoridad se arriesgaría a ser
señalada por haber contratado a una persona como
policía judicial la cual fue procesada anteriormente
por el delito de abuso de autoridad. Es donde
verdaderamente tiene efectos dicha sanción y
donde verdaderamente viene a representar una
pena inusitada y trascendental, y por demás
injusta.
La joven de 17 años sale embarazada ante dichas
circunstancias, los padres van al Ministerio Público
y denuncian el delito de violación en contra del
novio, el cual es detenido por el Ministerio Público,
procesado y sentenciado en primera y segunda
instancia, pero absuelto en amparo, dicha persona
con el tiempo aspira a un cargo de elección
popular.
Yo me pregunto si no sería una pena
infamante y afectaría a su persona, si en el
periódico a ocho columnas sale publicado que fue
procesado por violación.
Mas sin embargo la explicación y definición que
siempre se le da (aún suponiendo que no se trate
de una pena) es en relación con la sanción a
imponer al sentenciado, y por lo que su validez y
efectos jurídicos serán sólo si el ciudadano ha sido
sentenciado
previamente
y
que
esa
sanción
(sentencia) haya causado ejecutoria, es decir, dicho
27
acto de molestia aún suponiendo que no sea una
sanción, por su teleología y por su naturaleza, tiene
eficacia
jurídica
en
razón
de
una
sentencia
ejecutoriada, es decir, es el acto consecuente de
manera lógica y natural con la imposición de una
pena.
Por lo que al compartir la naturaleza con la
sentencia, ordenar que la misma sea practicada al
inculpado,
sin
que
se
haya
declarado
su
responsabilidad penal, representa un estigma que
como sanción se le impone, de manera previa a la
sanción, pues lo deja marcado de por vida”.
(Fojas 6 a 17 del cuaderno de amparo).
TERCERO. El Juez Tercero de Distrito en el Estado de
Quintana Roo, a quien por razón de turno correspondió conocer
de la demanda de amparo, por auto de trece de diciembre de dos
mil dos, declinó competencia en favor del Tribunal Unitario del
Vigésimo Séptimo Circuito.
Dicho órgano jurisdiccional, mediante acuerdo de fecha seis
de enero de dos mil tres, aceptó la competencia, admitió la
demanda a trámite y la registró con el número **********. Previos
los trámites procesales necesarios, en audiencia constitucional de
diecinueve de marzo de dos mil tres, dictó sentencia que terminó
de engrosar el veinticuatro del mismo mes y año, en la que
resolvió:
28
“PRIMERO.- Se SOBRESEE en el presente juicio de
garantías, respecto de los actos reclamados al
Congreso de la Unión, Presidente de los Estados
Unidos Mexicanos, y Director del Diario Oficial de la
Federación, en los términos de los considerandos
SEGUNDO y CUARTO de esta sentencia.
SEGUNDO.- LA JUSTICIA DE LA UNIÓN NO
AMPARA NI PROTEGE a **********, contra los actos
que reclama del Magistrado del Tribunal Unitario
del Decimocuarto Circuito, Juez Segundo de
Distrito en el Estado de Campeche, Director del
Centro de Readaptación Social, de San Francisco
Kobén, Campeche, precisados en el resultando
primero de esta resolución”.
(Foja 173 vuelta del cuaderno de amparo).
Las razones por las que el referido tribunal de amparo arribó
a la anterior determinación, son esencialmente las siguientes:
“CUARTO.- De conformidad con lo dispuesto por el
artículo 73, último párrafo, de la Ley de Amparo,
previo al estudio de los conceptos de violación,
debe analizarse la procedencia del juicio de
garantías, por ser ésta una cuestión de orden
público y examen preferente.
En ese orden, se estima innecesario el análisis de
los conceptos de violación que hace valer la parte
29
quejosa con relación al artículo ciento noventa y
uno del Código Penal Federal que tilda de
inconstitucional, toda vez que en el caso se
actualiza la causal de improcedencia prevista en la
fracción XII del artículo 73, de la Ley Reglamentaria
de los Artículos 103 y 107 Constitucionales,
advertida de oficio que establece:
‘Artículo 73.- El juicio de amparo es improcedente:
XII.-
Contra
actos
consentidos
tácitamente,
entendiéndose por tales aquéllos contra los que no
se promueva el juicio de amparo dentro de los
términos que se señalan en los artículos 21, 22 y
218.
No se entenderá consentida tácitamente una Ley, a
pesar de que siendo impugnable en amparo desde
el momento de la iniciación de su vigencia, en los
términos de la fracción VI de este artículo, no se
haya reclamado, sino sólo en el caso de que
tampoco se haya promovido amparo contra el
primer acto de su aplicación en relación con el
quejoso.
Cuando contra el primer acto de aplicación proceda
algún recurso o medio de defensa legal por virtud
del
cual
pueda
ser
modificado,
revocado
o
nulificado, será optativo para el interesado hacerlo
30
valer o impugnar desde luego la ley en juicio de
amparo. En el primer caso, solo se entenderá
consentida la ley si no se promueve contra ella el
amparo dentro del plazo legal contado a partir de la
fecha en que se haya notificado la resolución
recaída al recurso o medio de defensa, aun cuando
para fundarlo se hayan aducido exclusivamente
motivos de ilegalidad.
Si en contra de dicha resolución procede amparo
directo, deberá estarse a lo dispuesto en el Artículo
166,
fracción
IV,
párrafo
segundo,
de
este
ordenamiento’.
Por su parte, los artículos 21 y 22, fracción I, de
dicho ordenamiento legal, previenen:
‘ARTÍCULO 21.- El término para la interposición de
la demanda de amparo será de quince días. Dicho
término se contará desde el día siguiente al en que
haya surtido efectos, conforme a la ley del acto, la
notificación al quejoso de la resolución o acuerdo
que reclame; al en que haya tenido conocimiento
de ellos o de su ejecución, o al en que se hubiese
ostentado sabedor de los mismos.
ARTÍCULO 22.- Se exceptúan de lo dispuesto en el
artículo anterior:
31
I.- Los casos en que a partir de la vigencia de una
ley, ésta sea reclamable en la vía de amparo, pues
entonces el término para la interposición de la
demanda será de treinta días.
II.- Los actos que importen peligro de privación de
la vida, ataques a la libertad personal, deportación,
destierro, cualquiera de los actos prohibidos por el
artículo 22 de la Constitución, o la incorporación
forzosa al servicio del ejército o armada nacionales.
En estos casos la demanda de amparo podrá
interponerse en cualquier tiempo.
En los casos en que el acto de autoridad
combatible mediante demanda de amparo consista
en
acuerdo
de
la
Secretaría
de
Relaciones
Exteriores favorable a la extradición de alguna
persona reclamada por un Estado extranjero, el
término para interponerla será siempre de 15 días.
III.- Cuando se trate de sentencias definitivas o
laudos y resoluciones que pongan fin al juicio, en
los que el agraviado no haya sido citado legalmente
para el juicio, dicho agraviado tendrá el término de
noventa días para la interposición de la demanda,
si residiera fuera del lugar del juicio, pero dentro de
la República, y de ciento ochenta días, si residiere
fuera de ella; contando en ambos casos, desde el
32
siguiente al en que tuviere conocimiento de la
sentencia; pero si el interesado volviere al lugar en
que se haya seguido dicho juicio quedará sujeto al
término a que se refiere el artículo anterior.
No se tendrán por ausentes, para los efectos de
este artículo, los que tengan mandatarios que los
representen en el lugar del juicio; los que hubiesen
señalado casa para oír notificaciones en él, o en
cualquiera
forma
se
hubiesen
manifestado
sabedores del procedimiento que haya motivado el
acto reclamado’.
En ese sentido, resulta necesario señalar que el
Pleno de la Suprema Corte de Justicia de la Nación,
en la tesis de jurisprudencia número 328, visible en
la página 383 y siguiente, del Tomo I, Materia
Constitucional,
en
el
Apéndice
al
Semanario
Judicial de la Federación de 1917-2000, estableció
un elemento objetivo de referencia, que permite
precisar la procedencia del juicio de garantías en
contra de una ley. Tal criterio establece:
‘LEYES
AUTOAPLICATIVAS
Y
HETEROAPLICATIVAS. DISTINCIÓN BASADA EN
EL
CONCEPTO
DE
INCONDICIONADA.
Para
INDIVIDUALIZACIÓN
distinguir
las
leyes
autoaplicativas de las heteroaplicativas conviene
acudir
al
concepto
33
de
individualización
incondicionada de las mismas, consustancial a las
normas que admiten la procedencia del juicio de
amparo desde el momento que entran en vigor, ya
que se trata de disposiciones que, acorde con el
imperativo
en
ellas
contenido,
vinculan
al
gobernado a su cumplimiento desde el inicio de su
vigencia, en virtud de que crean, transforman o
extinguen situaciones concretas de derecho. El
concepto
de
individualización
constituye
un
elemento de referencia objetivo para determinar la
procedencia
del
juicio
constitucional,
porque
permite conocer, en cada caso concreto, si los
efectos de la disposición legal impugnada ocurren
en forma condicionada o incondicionada; así, la
condición consiste en la realización del acto
necesario
para
individualización,
que
que
la
bien
ley
puede
adquiera
revestir
el
carácter de administrativo o jurisdiccional, e
incluso comprende al acto jurídico emanado de la
voluntad del propio particular y al hecho jurídico,
ajeno a la voluntad humana, que lo sitúan dentro de
la hipótesis legal. De esta manera, cuando las
obligaciones derivadas de la ley nacen con ella
misma, independientemente de que no se actualice
condición alguna se estará en presencia de una ley
autoaplicativa
o
incondicionada;
en
de
cambio,
individualización
cuando
las
obligaciones de hacer o de no hacer que impone la
ley, no surgen en forma automática con sola
34
entrada en vigor, sino que se requiere para
actualizar el perjuicio de un acto diverso que
condicione su aplicación, se tratará de una
disposición heteroaplicativa o de individualización
condicionada, pues la aplicación jurídica o material
de la norma, en un caso concreto, se halla
sometida a la realización de ese evento’.
De esta forma, se asentó que el concepto de
individualización constituye un elemento objetivo
de referencia para la procedencia del juicio de
amparo, puesto que permite conocer, en cada caso,
si los efectos que produce el precepto impugnado
se
producen
en
forma
condicionada
o
incondicionada.
Así, una ley será autoaplicativa cuando por su sola
vigencia cause un agravio personal y directo a los
gobernados.
En tanto que será heteroaplicativa, si se requiere de
un acto concreto de aplicación que afecte su esfera
jurídica, es decir, que cuando las obligaciones de la
ley nacen con ella misma, con independencia de
que no se actualice condición alguna, se estará en
presencia
de
individualización
una
ley
autoaplicativa
incondicionada,
y
o
de
podrá
promoverse el juicio de amparo en dos momentos,
a saber:
35
a).- Dentro de los treinta días siguientes a su
entrada
en
vigor,
de
conformidad
con
lo
establecido por el artículo 22, fracción I, de la Ley
de Amparo; y
b) Dentro de los quince días siguientes al primer
acto de aplicación de la ley impugnada, conforme
lo previene el artículo 21, de la Ley de la Materia.
Por el contrario, cuando las obligaciones de hacer
o de no hacer que impone la ley, no surgen
automáticamente con su sola vigencia, sino que
requiere para actualizar el perjuicio, de un acto
diverso que condicione su aplicación, se tratará de
una
disposición
heteroaplicativa
o
de
individualización condicionada, pues la aplicación
jurídica o material de la norma, en un caso
concreto, depende de la realización de ese acto
diverso y el término para la promoción del juicio de
garantías será, entonces, dentro de los quince días
siguientes al en que se tenga conocimiento del
primer acto de aplicación, en términos de la regla
general establecida en el artículo 21 citado y 73,
fracción XII, de la propia ley de la materia.
Lo anterior encuentra apoyo en la tesis del Primer
Tribunal Colegiado del Décimo Sexto Circuito,
publicada en la página 124, del Tomo IX, Enero de
36
1992, del Semanario Judicial de la Federación,
Octava Época, que dice:
‘AMPARO
CONTRA
TÉRMINO
PARA
LEYES.
CÓMPUTO
…’
INTERPONERLO.—
DEL
(la
transcribe).
Asimismo
sirve
de
sustento
a
la
anterior
consideración, la Jurisprudencia de la entonces
Tercera Sala de la Suprema Corte de Justicia de la
Nación publicada bajo el número 3a./J. 40/91, en la
página 26, del Tomo VIII, Septiembre de 1991, del
Semanario Judicial de la Federación, Octava Época,
cuyo rubro y texto es:
‘LEYES AUTOAPLICATIVAS. EL AMPARO EN SU
CONTRA ES IMPROCEDENTE SI LA DEMANDA SE
INTERPONE
RELACIÓN
SIGUIENTES
EXTEMPORÁNEAMENTE
CON
A
EL
TÉRMINO
SU
VIGENCIA,
DE
Y
EN
30
NO
DÍAS
SE
DEMUESTRA LA EXISTENCIA DE ACTOS DE
APLICACIÓN. De acuerdo con lo dispuesto por los
artículos 21, 22, fracción I, y 73, fracción XII,
segundo párrafo, de la ley de la materia, el amparo
contra una ley autoaplicativa puede interponerse en
dos oportunidades: la primera dentro de los treinta
días contados desde que entra en vigor, la
segunda, dentro de los quince días a partir del
siguiente al en que tiene lugar el primer acto de
37
aplicación de la propia ley, en perjuicio de la parte
quejosa; mas cuando la demanda de amparo se ha
interpuesto extemporáneamente en relación con el
plazo de treinta días siguientes a su vigencia, y por
otro lado no comprueba la quejosa haberse
colocado ella misma en la hipótesis que dicha ley
prevé,
ni
tampoco
que
las
autoridades
responsables hayan aplicado en su contra el
ordenamiento reclamado, debe concluirse que el
amparo es improcedente, porque se dejó pasar la
primera oportunidad para impugnar la ley, y aún no
se presenta la segunda, por falta de actos de
aplicación’.
Así, para la impugnación de las normas generales
mediante el juicio de amparo, se requiere acreditar
que esas normas afectan la esfera jurídica de quien
solicita la protección federal, ya sea porque con su
entrada en vigor tal afectación se genere de
inmediato, o bien, porque dichos efectos se hayan
causado con motivo de un acto de aplicación, el
cual
puede
provenir,
generalmente,
por
la
actuación de una autoridad, pero también de los
propios particulares, si mediante estas conductas
se vincula de modo necesario al solicitante del
amparo
con
lo
dispuesto
en
los
preceptos
impugnados, por actualizarse sus supuestos.
38
En ese orden de ideas, se considera que la norma
atacada de inconstitucionalidad, es de naturaleza
heteroaplicativa.
Para arribar a tal conclusión, es indispensable citar
el contenido del precepto legal impugnado, que es
del tenor literal siguiente:
‘Artículo 191. Al que ultraje el escudo de la
República o el pabellón nacional, ya sea de palabra
o de obra, se le aplicará de seis meses a cuatro
años de prisión o multa de cincuenta a tres mil
pesos o ambas sanciones, a juicio del juez’.
De la exposición acerca de la naturaleza jurídica de
la
norma
reclamada,
se
corrobora
que
es
heteroaplicativa, ya que por su sola vigencia no
causa perjuicio a los gobernados sino que, en
términos del artículo 73, fracción VI, de la Ley de
Amparo, requiere de un acto de aplicación para que
se genere ese perjuicio y justifique, al mismo
tiempo, la procedencia del juicio de amparo en su
contra, lo que acontece, cuando, como en el caso,
al inculpado se le sujeta a un procedimiento penal
por la comisión del delito antes indicado; sujeción
a proceso que es confirmada por un tribunal de
segundo grado, al resolver el recurso de apelación
en contra del señalado primer acto de aplicación.
39
En esas condiciones, es incuestionable que con
relación al primer acto de aplicación de la norma en
comento,
la
demanda
de
garantías
debió
presentarse dentro del término de quince días,
contado desde el día siguiente al en que fuera
notificado el inculpado **********, por conducto de
su defensor oficial, de la sentencia de once de
noviembre del año dos mil dos, pronunciada por el
Magistrado del Tribunal Unitario del Decimocuarto
Circuito, en toca penal **********, en la cual confirmó
la resolución impugnada en apelación, en la que se
decretó auto de sujeción a proceso al aquí quejoso
como probable responsable del delito de ultrajes a
las insignias nacionales, que prevé y castiga el
artículo 191 del Código Penal Federal.
En esa tesitura, la sentencia de segundo grado fue
notificada al aquí quejoso, por conducto de su
autorizado para oír notificaciones, esto es, por el
defensor público adscrito al tribunal de alzada, el
doce de noviembre del año de dos mil dos.
Por lo tanto, es inconcuso que del día siguiente de
dicha notificación, o sea, del trece de noviembre de
dos mil dos, al doce de diciembre del propio año,
en que fue presentada la demanda de garantías,
transcurrió con exceso el término de quince días
previsto en el artículo 21 de la Ley de Amparo.
40
En esa tesitura, procede sobreseer en el presente
juicio
de
garantías,
respecto
de
los
actos
reclamados al Presidente de los Estados Unidos
Mexicanos, y al Director del Diario Oficial de la
Federación, con apoyo en el artículo 74, fracción III,
de la Ley de Amparo, por actualizarse la causal de
improcedencia prevista en la fracción XII, del
artículo 73, de dicho ordenamiento legal.
QUINTO.- Son ciertos los actos reclamados a las
autoridades responsables, Magistrado del Tribunal
Unitario del Decimocuarto Circuito, Juez Segundo
de Distrito en el Estado de Campeche, Director del
Centro de Readaptación Social, de San Francisco
Kobén, Campeche, por haberlo admitido en sus
respectivos informes justificados.
SEXTO.- Los conceptos de violación formulados
por la parte quejosa en su demanda de garantías,
se tienen aquí por reproducidos en obvio de
innecesarias repeticiones, citándose al respecto la
Jurisprudencia número VI.2o. J/129, sustentada por
el Segundo Tribunal Colegiado del Sexto Circuito,
que este tribunal comparte, localizable en las
páginas 414 y 415, del Tomo VI, Materia Común, del
Apéndice al Semanario Judicial de la Federación,
1917-2000, que a la letra dice:
41
‘CONCEPTOS DE VIOLACIÓN. EL JUEZ NO ESTÁ
OBLIGADO A TRANSCRIBIRLOS. El hecho de que
el juez federal no transcriba en su fallo los
conceptos de violación expresados en la demanda,
no implica que haya infringido disposiciones de la
Ley de Amparo, a la cual sujeta su actuación, pues
no
hay
precepto
alguno
que
establezca
la
obligación de llevar a cabo tal transcripción;
además de que dicha omisión no deja en estado de
indefensión al quejoso, dado que no se le priva de
la oportunidad para recurrir la resolución y alegar
lo que estime pertinente para demostrar, en su
caso, la ilegalidad de la misma’.
SÉPTIMO.- Del duplicado del toca penal número
**********, que remitió el juez responsable, probanza
que tiene valor probatorio pleno en términos de los
artículos 129 y 202, del Código Federal de
Procedimientos Civiles, de aplicación supletoria a
la
Ley
de
Amparo,
destacan,
entre
otras
constancias, las siguientes:
1).- Oficio DCI/0637/01, de fecha dieciocho de junio
de año próximo pasado, signado por el licenciado
Miguel García Flores, Director de Coordinación
Interinstitucional y Fomento Cívico de la Secretaría
de Gobernación, dirigido al agente del Ministerio
Público Federal, en el cual señala que la Asociación
Civil ‘**********, A.C.’ denunció ante sus oficinas en
42
el Estado de Campeche que en la revista local
titulada ‘Criterios’, apareció publicado un texto
denominado ‘**********’ en que se presume se
comete ultraje al lábaro patrio, anexando un
ejemplar de dicha revista, número **********, en cuya
página ********** obra el texto citado (foja 7 del
duplicado de la causa penal).
2).- Ejemplar número **********, de la revista
‘Criterios’, en cuya página ********** aparece el
siguiente texto:
‘**********
**********
**********’. (fojas 8 a 21 del duplicado de la causa
penal).
3).- Fe ministerial de fecha veinte de julio de dos mil
uno, de una revista constante de veinticuatro fojas
a blanco y negro, cuya portada presenta un fondo
de
color
blanco,
observándose
la
leyenda
‘Criterios’ en letras rojas, Director **********, RIP,
‘**********’, Revista de Información y Análisis N°.
**********, y en cuya página **********, en su parte
derecha, se observa la poesía **********, en cuya
parte superior se observa el nombre ********** (foja
22 del duplicado de la causa penal).
43
4).- Declaración de **********, ante el Representante
Social de la Federación, del día veinticuatro de
octubre del año próximo pasado, en la que
manifestó que es el director de la revista ‘Criterios’,
que el tipo de trabajo que realiza es de libertad de
expresión, y en el interior de la revista citada se
aprecia que en la parte inferior del directorio de
‘Criterios’
número
**********,
dice:
toda
correspondencia así como los artículos firmados
son responsabilidad del autor, por lo que apuntó
que era completamente ajeno a las investigaciones
que se llevaban a cabo, añadió que el nombre del
señor **********, no es seudónimo y que como era la
primera colaboración no se le pagó, sino hasta la
segunda ocasión, en la revista que estaba por salir
(fojas 30 a 33 del duplicado de la causa penal).
5).-
Comparecencia
Representación
de
Social
de
**********
la
ante
la
Federación,
del
primero de noviembre del año próximo pasado, en
la que se acogió al beneficio de no declarar en ese
acto, manifestando que lo haría posteriormente, por
escrito (fojas 37 y 38 del duplicado de la causa
penal).
6).- Escrito de fecha cinco de noviembre de dos mil
uno, ratificado ministerialmente, de **********, en el
cual expresa que no existe delito que perseguir
porque, en primer lugar, lo ampara la Constitución
44
Política de los Estados Unidos Mexicanos, que
permite la libre expresión de "ideas; en segundo
lugar, el poema ‘**********’ no puede considerarse
delito, pues su estilo o forma personal de escribir
sobre un tema está basado en un lenguaje real,
cotidiano, crudo, escatológico, el cual en ocasiones
se puede interpretar por algunas personas que no
conocen la teoría o el desarrollo actual de la
literatura, como obras ofensivas por el tema o los
términos utilizados; en tercer plano, añadió que en
nuestro país existen muchos ejemplos de poemas
como el de su autoría, los cuales son conocidos
como poesía de compromiso o crítica social,
presentando dos textos, el primero de Jaime
Sabines, titulado ‘Diario Oficial’ y el segundo de
nombre ‘Alta Traición’ de José Emilio Pacheco, y
concluyó apuntando que su intención al escribir el
poema en ningún momento fue de ofender o
ultrajar a la bandera ya que como mexicano está
orgulloso de ella así como por lo que representa
para la historia, sólo que un escritor puede utilizar
diferentes estilos al hacer una obra literaria, para lo
cual anexó un poema sobre los símbolos patrios en
donde emplea un lenguaje diferente, aclarando que
toda obra literaria es polisémica, pues tiene
muchos y diversos significados según el tiempo y
la época en que se escribe (fojas 41 a 49 del
duplicado de la causa penal).
45
7).- Oficio número DGAJ/808/02, con número de
folio 343666, de veintidós de abril del presente año,
signado por el licenciado Daniel Francisco Cabeza
de Vaca Hernández, Director General de Asuntos
Jurídicos de la Secretaría de Gobernación, a través
del cual anexa el dictamen emitido por el perito
designado,
licenciado
Departamento
de
**********,
Normatividad
Jefe
Cívica
del
de
la
Dirección de Coordinación Interinstitucional y
Fomento Cívico de la Dirección de Gobernación de
la Secretaría de mérito, dictamen en el cual se
determinó que: ‘PRIMERA Del análisis efectuado a
los elementos base del presente dictamen y de
acuerdo a mi leal saber y entender, se determina
que el término ‘Pabellón Nacional’ se considera y
es sinónimo del término ‘Bandera Nacional’.- SEGUNDA Del análisis realizado al poema ‘**********,
del autor **********’ y a los elementos base del
dictamen, y de conformidad con lo dispuesto en los
artículos 1º, 2º y 3º de la Ley sobre el Escudo, la
Bandera y el Himno Nacional, y 191 del Código
Penal Federal y a mi leal saber y entender se
determina que el poema ‘********** constituye ultraje
a la Bandera Nacional de México’. El referido
dictamen
fue
debidamente
ratificado
ante
la
autoridad investigadora federal el quince de agosto
del presente año (fojas 82 a 87 y 122 a 124 del
duplicado de la causa penal).
46
8).- Comparecencias ministeriales de **********,
********** y **********, miembros directivos de la
Asociación
Civil
‘**********,
A.C.’,
de
fecha
veintinueve de mayo del presente año, quienes
ratificaron en todas y cada una de sus partes el
escrito de denuncia de fecha dieciocho de mayo de
dos mil uno, en el cual solicitan se actúe en contra
de quien o quienes resulten responsables por actos
cometidos en agravio de los símbolos patrios, al
incluir inserto en la página número **********, un
seudo poema con el título: ‘**********’, en la revista
de publicación local ‘Criterios’
número **********
(fojas 92 a 115 del duplicado de la causa penal).
9).-
Declaración
preparatoria
del
encausado
**********, rendida el treinta de septiembre de dos
mil dos, en la que ratificó en todas y cada una de
sus partes sus comparecencias ministeriales de
fecha primero y ocho de noviembre del año
próximo pasado, la última en la que ratificó su
escrito fechado el cinco del citado mes y año (fojas
167 a 169 del duplicado de la causa penal).
10).- Resolución de tres de octubre del año dos mil
dos, en la que se decretó auto de sujeción a
proceso en contra de **********, como probable
responsable del delito de ultrajes a las insignias
nacionales, que prevé y castiga el artículo 191 del
47
Código Penal Federal (175 a 186 del duplicado de la
causa penal).
QUINTO.- (sic) Resulta infundado el segundo de los
conceptos de violación expresados por la parte
quejosa, en el que hace referencia a la sentencia
reclamada en este juicio de garantías, atentas las
razones que a continuación se exponen.
Cabe precisar, que de la demanda de garantías, se
aprecia que el acto ordenador que reclama el
impetrante del amparo consiste en la resolución de
segunda instancia dictada por el Magistrado del
Tribunal Unitario del Decimocuarto Circuito, el once
de noviembre del año dos mil dos, en toca penal
**********, en la cual confirmó el auto de sujeción a
proceso pronunciada por el Juez Segundo de
Distrito en el Estado de Campeche, en la causa
penal
**********, en contra
de
**********
como
probable responsable del delito de ultrajes a las
insignias nacionales, que prevé y castiga el artículo
191 del Código Penal Federal (fojas
9 a 14 del
duplicado del toca penal).
Del análisis de la mencionada resolución reclamada
se advierte que el Magistrado responsable no dejó
de observar los "principios reguladores de la
prueba, pues ciñéndose a las constancias de la
causa penal **********, actuó en forma correcta al
48
considerar que con los medios de convicción que
se reseñaron en el considerando que antecede, con
pleno valor al tenor de los artículos 284, 286, 287,
288,
289
y
290,
Procedimientos
del
Penales,
Código
se
Federal
de
demostraron
debidamente los elementos que integran el cuerpo
del delito de ultraje a las insignias nacionales,
previsto y sancionado por el artículo 191, del
Código Penal Federal.
En efecto, el análisis del material probatorio antes
relacionado y valorado, lleva a la determinación de
que el mismo es suficiente para tener por
acreditados los elementos que integran el cuerpo
del delito de que se trata, los cuales son:
a).- Que el sujeto activo ultraje el escudo de la
República o el pabellón nacional; y,
b).- Que dicha conducta la realice de palabra o de
obra.
El ultraje a la bandera nacional, a que se contrae el
primero de los citados elementos, se demuestra,
con las siguientes probanzas: 1.- El ejemplar de la
revista
de
circulación
local
en
Campeche
‘Criterios’, correspondiente al número **********, en
el que aparece publicado, en la página **********, el
artículo intitulado ‘**********’, que a la letra dice:
49
‘**********’. (fojas 8 a 21 del duplicado de la causa
penal); 2.- La fe "ministerial respecto del artículo
antes transcrito, publicado en la página ********** del
número ********** de la revista ‘Criterios’ (fojas 22
del duplicado de la causa penal); y, 3.- El dictamen
emitido
por
el
perito
**********,
Departamento
de
Normatividad
jefe
Cívica
de
del
la
Dirección de Coordinación Interinstitucional y
Fomento Cívico de la Dirección de Gobierno de la
Secretaría de Gobernación, en el que concluye que
el ‘poema’ de que se trata constituye un ultraje a la
Bandera Nacional de México, de acuerdo con lo
dispuesto en los artículos 1º., 2º. y 3º., de la Ley
sobre el Escudo, la Bandera y el Himno Nacionales
(fojas 84 a 87 del duplicado de la causa penal).
El segundo de los elementos integradores del
delito que nos ocupa, consistente en que la
conducta de ultraje la cometa el activo por medio
de la palabra escrita, queda comprobado con las
probanzas señaladas y valoradas en el párrafo que
antecede, y además, con la confesión de **********,
producida por escrito ante el fiscal de la Federación
y ratificada en preparatoria, por cuanto admitió
haber realizado el poema denominado ‘**********’
(fojas 41 a 49 y 167 a 169 del duplicado de la causa
penal).
50
Como se ve, estuvo en lo correcto el magistrado
responsable al considerar acreditado el cuerpo del
delito en estudio, toda vez que los elementos
probatorios referidos, demuestran, sin lugar a
dudas, que un sujeto activo injurió, ofendió o
despreció
la
expresiones
bandera
en
nacional,
deshonra,
al
proferir
descrédito
o
menosprecio de este símbolo patrio, como lo es
específicamente
sugerencia
a
la
los
siguiente:
lectores
‘**********’
‘**********’,
y
la
con
la
conclusión de que ‘**********’, pues en todas esas
expresiones se evidencia el ánimo de desdeñar y
tener a menos una insignia nacional como lo es la
bandera.
Asimismo, los elementos probatorios relacionados
son
suficientes
para
acreditar
la
probable
responsabilidad del aquí quejoso en la comisión
del aludido delito; quedando demostrados los
presupuestos jurídicos que precisa el numeral 168
del Código Federal de Procedimientos Penales, al
ser evidente la vulneración del bien jurídico
protegido por la norma citada, que lo es el respeto
a las insignias nacionales; actualizándose la
probable participación del agraviado de mérito, en
términos de la fracción II, del artículo 13 del código
punitivo federal, de manera directa y personal, y la
realización fue dolosa, actualizándose la hipótesis
prevista en el diverso 9o., primer párrafo, íbidem.
51
Lo anterior, porque con los hechos relatados, la
prueba de ellos y el enlace natural entre unos y
otras, se llega al conocimiento de que fue
probablemente ********** la persona que, a través de
un
artículo
que
escribió
titulado
‘**********’,
publicado en la página ********** del ejemplar
número ********** de la revista ‘Criterios’, de
circulación local en el Estado de Campeche, ultrajó
a la bandera nacional, al proferir expresiones en su
descrédito, que hieren la dignidad de ese símbolo
patrio.
Con base en lo anterior, deviene infundado el
segundo concepto de violación expresado por la
parte agraviada en el que, en síntesis, argumenta:
a).- Que uno de los elementos constitutivos del
cuerpo del delito, consiste en que el sujeto activo
tenga la intención de ultrajar el símbolo nacional, lo
que no se demostró en autos;
b).- Que para la determinación del alcance y
contenido del poema, éste debe ser analizado como
obra literaria, ya que el análisis semántico, en base
al significado de las palabras, tergiversa
lo
expresado por el artista y el mensaje que pretende
transmitir; y,
52
c).- Que el dictamen en materia de símbolos patrios
suscrito por el perito oficial Lic. **********, no puede
establecer que el poema ********** constituya ultraje
a la bandera nacional, ya que ese dictamen carece
de valor legal, pues no analiza la obra poética de
manera estructural, estudiando cada verso y
señalando el significado de cada frase, y, en
cambio, se limita a una simple interpretación de
semántica, estableciendo de manera dogmática que
el poema materia de la presente causa es vejatorio
y ultrajante, a la bandera nacional de México.
Se afirma que no le asiste la razón al peticionario
de amparo en el concepto de violación antes
sintetizado, atento los siguientes razonamientos:
Por ultrajar, entendemos, injuriar a algo o alguien,
ofendiéndolo, denotando de esa manera desprecio.
El ultraje, como acontece en el presente caso,
puede
ser cometido por medio de palabras,
expresadas de manera oral u escrita, las cuales
deben
tener
una
connotación
injuriosa
o
difamatoria.
En nuestro país, el Escudo, la Bandera y el Himno
Nacional, son símbolos patrios, ya que constituyen
los elementos fundamentales de identidad de los
mexicanos, reconociéndose en ellos un patrimonio
53
cultural común. Por tanto, el artículo 191 del código
sustantivo de la materia, protege el respeto a
dichos símbolos de identificación nacional.
Por otra parte, la libertad de la manifestación de
ideas, creencias, pensamientos, arte y escritura,
consagrada en nuestra Constitución, tiene como
únicas restricciones, la no comisión de un delito o
la perturbación del orden público.
En esa tesitura, contrario a lo expuesto por la parte
quejosa, la obra motivo de la causa penal que se
examina, revela la intención de ********** de ultrajar
uno de los símbolos patrios, como es la bandera
nacional, ya que basta la lectura del mismo, para
advertir con meridiana claridad, que en él se
expresan ideas difamantes al lábaro patrio, como lo
es la que señala: ‘**********’; frase con la cual se
ultraja al pabellón nacional; conclusión a la que se
arriba, sin necesidad de que exista dictamen
especial que así lo indique, ni tampoco que se
requiera un análisis integral de la obra en cuestión,
ni de cada verso, como se aduce en el concepto de
violación que nos ocupa, ya que como dijimos
líneas arriba, la frase mencionada, de manera
explícita y ultrajante, invita a quien la lea, a usar el
pabellón nacional para limpiarse una parte del
cuerpo en donde se excretan los desechos,
específicamente, el excremento humano, lo que
54
claramente revela una connotación ofensiva y
difamante a nuestra bandera, conducta sancionada
por el artículo 191 del Código Penal Federal.
Por último, deviene inoperante el tercer concepto
de violación expresado por la parte agraviada, en el
que aduce que la resolución impugnada vulnera en
perjuicio del quejoso **********, lo dispuesto en los
artículos 14, 16 y 21 constitucionales, puesto que el
Juez no debió imponerle una sanción sino hasta la
sentencia definitiva, como lo es ordenar su registro
administrativo, a más de que es una pena
infamante.
Respecto a lo planteado en el referido concepto de
violación existe jurisprudencia definida por el Pleno
de la Suprema Corte de Justicia de la Nación,
localizable con el número 151, en las páginas 105 y
106, del Tomo II, Materia Penal, del Apéndice al
Semanario Judicial de la Federación, 1917-2000,
con el rubro siguiente: ‘FICHAS SIGNALÉTICAS,
FORMACIÓN
ADMINISTRATIVA
DE.
DE
IDENTIFICACIÓN
PROCESADOS’;
jurisprudencia que en términos de lo dispuesto en
el artículo 192 de la Ley de Amparo, es obligatoria
para todos los tribunales del país, ya que nos
constriñe a resolver en el mismo sentido fijado en
esa jurisprudencia; por tanto, resulta innecesario
analizar el tema ya tratado por el Pleno de nuestro
55
Máximo
Tribunal,
atento
la
inoperancia
del
concepto de violación referido’.
Sirve de apoyo a lo anterior, la tesis del Primer
Tribunal Colegiado del Décimo Séptimo Circuito,
que comparte este tribunal, visible en la página 724,
del Tomo XII, Septiembre de 2000, del Semanario
Judicial de la Federación y su Gaceta, que a la letra
dice:
‘CONCEPTOS
DE
VIOLACIÓN
INOPERANTES.
RESULTA INNECESARIO SU ANÁLISIS, CUANDO
SOBRE EL TEMA DE FONDO PLANTEADO EN LOS
MISMOS YA EXISTE JURISPRUDENCIA.— …’ (la
transcribe).
Entonces, de lo ya considerado resulta que la
resolución reclamada no infringe las garantías
individuales del quejoso, consecuentemente, no
existiendo alguna deficiencia que amerite suplirse
en términos del artículo 76 bis, fracción II, de la Ley
de Amparo, se impone negar el amparo solicitado,
declaración que se hace extensiva a los actos
reclamados
de
las
autoridades
responsables
ejecutoras, Juez Segundo de Distrito en el Estado
de
Campeche,
y
Director
del
Centro
de
Readaptación Social en San Francisco Kobén,
Campeche, por ser consecuencia de la sentencia
de segunda instancia reclamada”.
56
(Fojas 160 vuelta a 173 del cuaderno de amparo).
CUARTO. Inconforme con la determinación anterior, el
quejoso **********, a través de su defensor, interpuso recurso de
revisión en el que formuló los siguientes agravios:
“I.- La determinación de referencia causa agravios
a mi representado ya que sobresee la demanda de
garantías interpuesta, al determinar que en su
opinión había transcurrido en exceso el término
previsto en el artículo 21 y 22 de la Ley de Amparo,
que prevé un término de 15 y 30 días para impugnar
respectivamente, siendo de notar que en el
particular nos encontramos específicamente en el
supuesto del artículo 22 fracción II de la Ley de
Amparo, que establece que siendo materia penal
(actos que importen privación de la libertad) el
término para la interposición de la demanda de
amparo podrá realizarse en cualquier momento,
pues la aplicación de la fracción primera sobre la
segunda, vulnera las garantías del gobernado, así
mismo
resultaría
absurdo
que
por
dichas
circunstancias se obligue al procesado a interponer
dos amparos, uno dentro de los quince o treinta
días, según el caso contra la Ley Penal, y otro en
cualquier momento contra el acto de aplicación de
la ley, máxime si como en el particular propiamente
el primer acto de aplicación lo es la orden de
comparecencia, porque es el que verdaderamente
57
causa efectos sobre mi defendido, y dicho acto fue
impugnado por los medios legales aplicables, por
lo que dicho acto interrumpe los términos, al ser
optativo para el gobernado agotar los medios de
defensa ordinarios o impugnar mediante el juicio
de
garantías,
siendo
al
efecto
aplicable
la
jurisprudencia siguiente:
‘LEYES, AMPARO CONTRA LAS. TÉRMINO PARA
PRESENTAR LA DEMANDA CUANDO LOS ACTOS
DE
APLICACIÓN
PERSONAL
DEL
ATACAN
QUEJOSO.
LA
Es
LIBERTAD
indefinido
el
término para presentar la demanda de amparo en
contra de una ley, cuya aplicación ataca la libertad
personal del quejoso de acuerdo con el artículo 22,
fracción
II
de
la
Ley
de
Amparo,
independientemente de que lo combatido sea la ley
y no específicamente los actos que ataquen la
libertad, pues éstos pueden reclamarse por ser una
consecuencia de la ley inconstitucional. El término
para pedir amparo lo estableció el legislador para
no afectar la seguridad de las situaciones jurídicas
derivadas de un acto de autoridad, pero en el caso
del artículo 22, fracción II, primera parte de la Ley
de Amparo, prefirió la protección de la libertad a la
satisfacción del interés de seguridad jurídica, si la
ley es violatoria de garantías y por tal motivo, es
indefinido el término para atacar el fundamento que
es la ley estimada inconstitucional’.
58
Por lo que siendo procedente, al entrar al estudio
de los conceptos de violación hechos valer,
respecto a la inconstitucionalidad de la ley, mismos
que solicito se me tengan por reproducidos en sus
términos, agregando a los mismos lo siguiente:
El artículo 191 del Código Penal Federal es
inconstitucional,
pues
restringe
las
garantías
individuales contenidas en los artículos 6 y 7 de
nuestra Constitución, haciendo notar que las
únicas limitaciones que establece dicho artículo
son respecto a la vida privada, a la moral y a la paz
pública.
En efecto, el artículo 7° constitucional, establece
declaraciones generales, toda vez que en el Diario
de Debates del Constituyente de 1916-1917, en
ningún momento expresa definición alguna con
relación a los límites que en el mismo artículo 7°
constitucional se imponen, si se señalan el respeto
a la vida privada, a la moral y a la paz pública, no
puede basarse ésta en apreciaciones subjetivas.
Bajo este orden de ideas, resulta
totalmente
inconstitucional la determinación del auto de
formal prisión, pues mi defenso se encuentra en
pleno uso de sus derechos subjetivos públicos que
celosamente protege el multicitado artículo, pues
uno de los ideales de la Revolución Mexicana
59
(como respuesta a la Ley Mordaza del porfirismo)
es
precisamente
que
todo
mexicano
pueda
expresarse libremente (sin reconocer que exista
ánimo de ofender o ultrajar a las insignias
nacionales en el particular), pues está comprobado
que el ejercicio de la libertad de imprenta, tiene
como finalidad suprema, promover el desarrollo
intelectual entre los ciudadanos, y éste a su vez se
ha convertido en un fuerte instrumento social que
fomenta el desarrollo a través de la sana crítica, y
no cayendo en sentimentalismos estériles, que no
conducen a la inmovilidad y el retraso social, sólo
así se entendería que el legislador quiso reconocer
la libertad de imprenta y no la tolerancia de
imprenta,
es
decir
libertad
absoluta,
sin
restricciones subjetivas.
En efecto, para que pueda existir una verdadera
armonía entre lo consagrado en la referida garantía
y la realidad social, es menester atender a lo
establecido
en
el
Diario
de
Debates
de
la
Federación pues sólo así se puede comprender el
verdadero espíritu del legislador en la manifiesta
(sic) que la libertad de imprenta significa, la
facultad que posee todo gobernado de escribir
sobre lo que sea, sin restricciones.
Por lo que pretendiendo ubicar dicho tipo penal
como agravante a la moral, es de señalar que dicho
60
término hace referencia a las buenas costumbres,
estableciendo en consecuencia restricciones en
relación: prostitución, pornografía, alcoholismo, y
en general a prevenir conductas degradantes en las
personas.
Si bien no existe una definición clara en las leyes
ordinarias, la única referencia legislativa que existe
es el contenido de la Ley Sobre Delitos de
Imprenta, expedida por el Primer Jefe del Ejército
Constitucionalista, Encargado del Poder Ejecutivo
de la Nación, Venustiano Carranza, publicada el 12
de abril de 1917, misma que en lo que importa
establece:
‘LEY SOBRE DELITOS DE IMPRENTA.
Artículo 1°.- Constituyen ataques a la vida privada:
I. Toda manifestación o expresión maliciosa hecha
verbalmente o por señales en presencia de una o
más personas, o por medio de manuscrito, o de la
imprenta, del dibujo, la litografía, fotografía o de
cualquier otra manera que expuesta o circulando
en público, o transmitida por correo, telégrafo,
teléfono, radiotelegrafía o por mensajes, o de
cualquier otro modo, exponga a una persona al
odio, desprecio o ridículo, pueda causarle demérito
o en su reputación o en sus intereses.
61
Artículo 2°.- Constituyen un ataque a la moral I.
Toda manifestación de palabra, por escrito, o por
cualquier otro de los medios de que habla la
fracción I del artículo anterior, con la que se
defiendan o disculpen, aconsejen o propaguen
públicamente los vicios, faltas o delitos, o se haga
la apología de ellos o de sus autores; II. Toda
manifestación verificada con discursos, gritos,
cantos, exhibiciones o representaciones o por
cualquier otro medio de los enumerados en la
fracción I del artículo 2º con la cual se ultraje u
ofenda públicamente al pudor, a la decencia, o a las
buenas costumbres o se excite a la prostitución o a
la práctica de actos licenciosos o impúdicos,
teniéndose como tales todos aquéllos que, en el
conceptos público, estén calificados de contrarios
al pudor; III. Toda distribución, venta o exposición
al público, de cualquiera (sic) manera que se haga,
de
escritos,
folletos,
impresos,
canciones,
grabados, libros, imágenes, anuncios, tarjetas u
otros papeles o figuras, pinturas, dibujos o
litografiados de carácter obceno (sic)
o que
presenten actos lúbricos (sic).
Siendo ésta la interpretación legítima del alcance
de en cuanto al alcance (sic) y contenido de los
artículos 6 y 7 de nuestra Constitución, y que es
congruente con lo expresado por el Constituyente
de 1916 y 1917, durante el debate relativo a dichos
62
dispositivos, como se ha dicho que lo señalado en
nuestro escrito de demanda de garantías.
II.- El análisis que debe hacer el Tribunal de
Amparo de los conceptos de violación debe ser
completo detallado y metódico, limitándose el
Tribunal Unitario a hacer un esbozo superficial de
los conceptos de agravio, siendo que:
De actuaciones no se desprende que el sujeto
activo al momento de exteriorizar su conducta, ésta
haya sido motivada por un elemento subjetivo
específico, que en el particular lo es que tenga éste
la intención real de ultrajar el símbolo nacional, es
decir, que su conducta no sólo bajo ciertas
circunstancias pueda ser considerada ultrajante,
sino que además ésta sea con la intención de
ultrajar.
Así mismo, para la determinación del alcance y
contenido del poema, como obra literaria deberá
ser analizada como tal, es decir como obra literaria,
y específicamente como un poema, ya que el
análisis semántico, en base al significado de las
palabras, resulta en una tergiversación en cuanto a
lo expresado por el artista, siendo lo primordial el
mensaje que éste pretende trasmitir.
63
Ya que como poema, se encuentra integrado de
versos, que en base a su estructuración y a las
conjunciones entre sí conforman figuras literarias,
imágenes que en muchas ocasiones van más allá
de
la
simple
literalidad,
como
pretende
la
juzgadora.
Por lo que toda vez que no hay en actuaciones
elemento de prueba alguno que demuestro que la
intención de mi defendido, lo era el ultrajar las
insignias
nacionales,
es
evidente
que
nos
encontramos en presencia de la incomprobación de
uno de los elementos constitutivos del delito.
Por lo que ante la incorporación del cuerpo del
delito resulta procedente le sea concedido a mi
defendido el amparo y protección de la Justicia
Federal.
III.- La determinación impugnada viola en perjuicio
de mi defendido las garantías previstas en los
artículos 14, 16, 21, pues no podrá imponerse pena
alguna sino por sentencia definitiva, ya que no
analiza acuciosamente como se le señalaron en los
conceptos de violación, los alcances reales del
término ‘pena’, y consecuentemente determinar si
como se señaló en los conceptos de violación, la
ficha sicalíptica aunque no pueda ser considerada
una pena, al ser una de las consecuencias directas
64
de la misma, resulta inconstitucional su práctica,
antes de que el inculpado sea sentenciado, pues si
éste es absuelto carece de razón práctica la misma,
siendo un acto de molestia injustificado, surtiendo
únicamente las veces de una pena injusta, que
como ya se ha señalado resulta trascendental e
infamante.
Como se señaló en los conceptos de violación, la
interpretación dada por nuestro Máximo Tribunal,
en opinión del suscrito recurrente a una visión
formalista del concepto de pena, es decir si dicho
acto no está contemplado como una pena en
términos del artículo 24 del Código Penal Federal,
no puede ser considerada una pena; o si no es
ordenado al momento de dictarse una sentencia,
tampoco puede ser considerado una pena, pese a
que dicho acto represente un mal que inflinge el
Juez como consecuencia de un acto de autoridad.
Sirva de ejemplo del verdadero alcance y carácter
de punición de la Identificación Administrativa los
siguientes
Ejemplos: 1.- Un agente de la policía preventivo,
detiene a un delincuente, quien se opone y sufre
una lesión leve que tarda en sanar menos de
quince días, por lo que al declarar denuncia el
delito de abuso de autoridad, siendo delito grave en
65
el Distrito Federal es detenido, y consecuentemente
por faltas pierde su trabajo, después de un
procedimiento
se
le
concede
el
amparo,
al
reconocer el juez de Amparo que la fuerza ejercida
es legítima y la necesaria para haber dominado al
sujeto. Dicho sujeto acude al día siguiente a
solicitar su alta no como policía preventivo sino
como
policía
judicial,
dicho
antecedente
obviamente en el sorteo de selección representa un
antecedente negativo, y como lo señala de por vida,
ya que dicha circunstancia sería determinante en la
selección, pues ninguna autoridad se arriesgaría a
ser señalada por haber contratado a una persona
como policía judicial, la cual fue procesada
anteriormente por el delito abuso de autoridad. Es
donde verdaderamente tiene efectos dicha sanción
y donde verdaderamente viene a representar una
pena inusitada y trascendental y por demás injusta,
pues indebidamente estigmatiza a las personas.
2.- Una joven de 17 años sale embarazada, ante
dichas circunstancias los padres van al Ministerio
Público, y denuncian el delito de violación en
contra del novio, el cual es detenido por el
Ministerio Público, procesado y sentenciado, en
primera y segunda instancia, pero absuelto en
amparo, dicha persona con el tiempo aspira a un
cargo de elección popular. Yo me pregunto si no
sería una pena infamante y afectaría a su persona,
66
y sus legítimas aspiraciones si en el periódico a
ocho columnas sale publicado que fue procesado
por
violación,
ya
que
existe
un
registro
administrativo que así lo certifica.
Es decir, que exima de que se da una detención
cuestionable al salir absuelto un detenido, siempre
cargará con el estigma de contar con un registro,
que con la nueva ley de acceso a la información,
cualquier ciudadano podrá tener acceso al mismo.
Más sin embargo, la explicación y definición que
siempre se le da (aun suponiendo que no se trate
de una pena) es en relación con la sanción a
imponer al sentenciado, y por lo que su validez y
efectos jurídicos serán sólo si el ciudadano ha sido
sentenciado
previamente
y
que
esa
sanción
(sentencia) haya causado ejecutoria, es decir dicho
acto de molestia aun suponiendo que no sea una
sanción, por su teleología y por su naturaleza, tiene
eficacia
jurídica
en
razón
de
una
sentencia
ejecutoriada, es decir, es el acto consecuente de
manera lógica y natural con la imposición de una
pena.
Por lo que al compartir la naturaleza con la
sentencia, ordenar que la misma sea practicada al
inculpado,
sin
que
se
haya
declarado
su
responsabilidad penal, representa un estigma que
67
como sanción se le impone de manera previa a la
sanción, pues lo deja marcado de por vida.
Por lo antes expuesto y fundado:
A Usted Magistrado del Tribunal Unitario de
Circuito en Cancún Quintana Roo atentamente
solicito:
PRIMERO.-
Tenerme
por
presentado
en
los
términos señalados, interponiendo en tiempo y
forma recurso de revisión
SEGUNDO.- Ordenar la admisión del mismo, y
remitir
las
constancias
correspondientes
al
Tribunal Colegiado del Vigésimo Séptimo Circuito,
para la debida substanciación del recurso.
TERCERO.- En su oportunidad, previo estudio del
presente recurso, por el Tribunal Colegiado de
Circuito, emitir resolución, concediendo el amparo
y protección de la Justicia Federal”.
(Fojas 2 a 7 del toca).
QUINTO. El Tribunal Colegiado del Vigésimo Séptimo
Circuito, a quien por razón de turno le correspondió conocer del
recurso, dictó sentencia en la sesión de fecha diez de diciembre
de dos mil tres, cuyos puntos resolutivos son:
"PRIMERO.- En la materia de la revisión se modifica
la sentencia sujeta a revisión.
68
SEGUNDO.- Se sobresee en el juicio de garantías
promovido
por
**********,
respecto
del
acto
reclamado del Congreso de la Unión.
TERCERO.- Queda insubsistente, y por ende, se
levanta
el
sobreseimiento
decretado
en
el
resolutivo primero de la sentencia recurrida, mismo
que se rige por su considerando cuarto.
CUARTO.- Este Tribunal Colegiado es legalmente
incompetente para conocer del fondo del presente
juicio de amparo, promovido por **********, respecto
de la promulgación y publicación del artículo 191
del
Código
Penal
Federal,
que
reclama
al
Presidente Constitucional de los Estados Unidos
Mexicanos y al Director del Diario Oficial de la
Federación.
QUINTO.- Se deja a salvo la jurisdicción del
Tribunal Pleno de la Suprema Corte de Justicia de
la
Nación,
a
fin
de
que
determine
lo
que
corresponda, únicamente en lo relativo al precepto
precisado, por lo que se ordena remitir los autos
originales a dicho Alto Tribunal”.
(Fojas 37 vuelta a 38 del toca).
Las consideraciones que expuso el Tribunal Colegiado del
Vigésimo
Séptimo
Circuito
para
arribar
determinación, fueron del tenor literal siguiente:
69
a
la
anterior
“QUINTO.-
En
principio
cabe
decir,
que
el
Magistrado del Tribunal Unitario del Vigésimo
Séptimo Circuito, con sede en esta ciudad, actuó
acertadamente al decretar el sobreseimiento en el
juicio por lo que respecta a los actos que se
reclamaron del Congreso de la Unión, consistentes
en la aprobación del artículo 191 del Código Penal
Federal, ya que dicha autoridad responsable negó
la existencia de esos actos y la parte quejosa no
desvirtuó esa negativa, actualizándose con ello el
supuesto previsto en la fracción IV del artículo 74
de la Ley de Amparo.
Ciertamente, aun cuando es legal afirmar que la
aprobación de leyes es facultad del Congreso de la
Unión, en el caso no opera tal circunstancia, pues
como acertadamente afirmó el presidente de la
Mesa Directiva de la Cámara de Diputados al rendir
el informe justificado que se solicitó a dicha
autoridad señalada como responsable (foja 129 del
cuaderno de amparo) no correspondió al Poder
Legislativo aprobar el precepto legal que se tilda de
inconstitucional, pues el Código Penal para el
Distrito y Territorios Federales, en Materia de Fuero
Común, y para la Unión, en Materia de Fuero
Federal, en el que se incluyó por primera vez el
numeral 191, que prevé un tipo penal de ultrajes a
las insignias nacionales, que no ha sido reformado
70
ni
modificado
elaborado,
hasta
la
presente
fecha,
aprobado
y
promulgado
por
fue
el
Presidente de la República el trece de agosto de mil
novecientos treinta y uno, en mérito de las
facultades que se le concedieron en el decreto
expedido por el Congreso de la Unión el dos de
enero de esa propia anualidad, mismo decreto que
se
transcribe
a
continuación
para
mejor
comprensión de lo aquí resuelto:
‘Decreto que faculta al Ejecutivo Federal para
expedir los Códigos Penal y de Procedimientos
Penales, las Leyes Orgánicas del Poder Judicial y
del Ministerio Público, y sus conexas’.
Al margen un sello que dice: Poder Ejecutivo
Federal. Estados Unidos Mexicanos.- México.Secretaría de Gobernación.
El C. Presidente Constitucional de los Estados
Unidos Mexicanos, se ha servido dirigirme el
siguiente
decreto:---
Pascual
Ortiz
Rubio,
Presidente Constitucional de los Estados Unidos
Mexicano, a sus habitantes sabed:
Que el Congreso de la Unión, ha tenido a bien
expedir el siguiente:
Decreto.
71
‘El Congreso de los Estados Unidos Mexicanos,
decreta:
ARTÍCULO PRIMERO.- Se faculta al Ejecutivo de la
Unión para expedir las siguientes leyes:
I.- Código Penal para el Distrito y Territorios
Federales en Materia de Fuero Común, y para la
Unión en Materia de Fuero Federal; II. Código de
Procedimientos
Territorios
Penales
Federales,
para
y
el
Código
Distrito
Federal
y
de
Procedimientos Penales; III. Ley Orgánica del Poder
Judicial del Distrito y Territorios Federales; IV. Ley
Orgánica del Ministerio Público del Distrito y
Territorios
Federales;
V.
Ley
Orgánica
del
Ministerio Público Federal, y VI. Demás leyes
conexas’.
‘ARTÍCULO SEGUNDO.- Se concede al propio
Ejecutivo, para la expedición de las citadas leyes
un plazo que terminará el día 31 de agosto de 1931.
ARTÍCULO TERCERO.- El Ejecutivo Federal dará
cuenta al Congreso de la Unión, del uso que hará
de las facultades que le otorga esta ley.- Pedro C.
Rodríguez, D.P. Agustín Casas, S.P. Rúbricas’.
Por tanto, mando se imprima, publique, circule y se
le dé el debido cumplimiento.
72
Dado en el Palacio del Poder Ejecutivo Federal, en
México, D.F., a los dos días del mes de enero de mil
novecientos
treinta
y
uno.-
P.
Ortiz
Rubio.-
Rúbrica.- El Secretario de Estado y del Despacho
de Gobernación, Carlos Riva Palacio.- Rúbricas.
México, D.F., a 21 de enero de 1931.- El Secretario
de Gobernación, Carlos Riva Palacio.- Rúbrica’.
En esos términos, es inconcuso que el citado
Congreso de la Unión no intervino en el proceso
legislativo por medio del cual se aprobaron los
términos en que quedó redactado el artículo 191 del
actual Código Penal Federal, y por tanto, es legal
que se hubiera decretado el sobreseimiento en el
juicio por lo que corresponde a los actos que se le
atribuyen en la demanda de amparo, al haber
negado la existencia de los mismos y no haber sido
desvirtuada la negativa por la parte quejosa.
SEXTO.- Entrando al estudio pertinente, cabe decir
que son fundados los agravios que expresa el
recurrente, a través del defensor público federal,
específicamente aquéllos que cuestionan el diverso
sobreseimiento que se decretó en términos del
considerando cuarto de la sentencia impugnada.
73
En efecto, en el presente caso el Magistrado del
Tribunal Unitario del Vigésimo Séptimo Circuito, al
dictar la sentencia que se cuestiona en esta vía,
consideró innecesario el análisis de los conceptos
de violación que hizo valer la parte quejosa, en
relación al artículo 191 del Código Penal Federal
que tilda de inconstitucional, por considerar que
dicha norma es de naturaleza heteroaplicativa, y
por
consiguiente,
requiere
para
actualizar
el
perjuicio de un acto diverso que condicione su
aplicación, contando el afectado con el término de
quince
días
siguientes
al
en
que
tenga
conocimiento de ese primer acto de aplicación,
para la promoción del juicio de garantías, en
términos de la regla general establecida en los
artículos 21 y 73, fracción XII de la Ley de Amparo,
concluyéndose en el sentido de que en el caso la
presentación de la demanda resulta extemporánea,
al no haberse interpuesto dentro del plazo de
quince días que le concede la ley al quejoso, debía
sobreseerse con fundamento en el artículo 74,
fracción III de la invocada ley reglamentaria.
Señalado lo anterior, este Tribunal Colegiado
considera que el sobreseimiento decretado por el
Magistrado del Tribunal Unitario del Vigésimo
Séptimo Circuito, no es correcto, porque como bien
señala
el
recurrente,
cuando
los
actos
de
aplicación atacan la libertad personal del quejoso,
74
es indefinido el término para presentar la demanda
de amparo en contra de una ley, de conformidad
con la fracción
II del artículo 22 de la Ley de
Amparo. Lo anterior es así, porque en materia
penal, la procedencia del amparo contra leyes
heteroaplicativas puede plantearse con motivo de
su acto de aplicación, susceptible de ocurrir, para
efectos del amparo, al dictarse cualquier resolución
que condicione o restrinja la libertad personal en
distintas fases del procedimiento, como pueden ser
la orden de aprehensión, el auto de formal prisión y
la sentencia definitiva, lo que propicia que quién se
ubique
en
tales
supuestos,
esté
en
aptitud
discrecional de impugnar la inconstitucionalidad
del
precepto
relativo
en
cualquiera
de
las
mencionadas etapas, inclusive, con motivo del
dictado de la sentencia definitiva.
Apoya las consideraciones anteriores, la tesis
número 2ª. CLIV/2001, emitida por la Segunda Sala
de la Suprema Corte de Justicia de la Nación,
consultable en la página 238, Tomo XIV, Agosto de
2001, Novena Época, del Semanario Judicial de la
Federación
y
su
Gaceta,
del
texto
y
rubro
siguientes:
‘LEYES HETEROAPLICATIVAS TRATÁNDOSE DE
ACTOS PRIVATIVOS DE LA LIBERTAD PERSONAL.
NO PUEDE CONSIDERARSE CONSENTIDA SU
75
APLICACIÓN
AUNQUE
SU
INCONSTITUCIONALIDAD
SE
IMPUGNE
MOTIVO
DE
LA
DEL
DEFINITIVA,
DICTADO
Y
NO
CON
CON
SENTENCIA
MOTIVO
DE
SU
APLICACIÓN EN LA ORDEN DE APREHENSIÓN O
AUTO DE TÉRMINO CONSTITUCIONAL.
En la
materia penal, la procedencia del amparo contra
leyes
heteroaplicativas
presenta
determinadas
peculiaridades, en virtud de que el cuestionamiento
de la constitucionalidad de la norma legal que
establece un tipo penal, puede plantearse con
motivo de su acto de aplicación, susceptible de
ocurrir, para efectos del amparo, al dictarse la
orden de aprehensión, el auto de formal prisión y la
sentencia definitiva, resoluciones que ostentan
características particulares que condicionan y
restringen la libertad personal en distintas fases del
procedimiento, lo que propicia que quien se ubique
en tales supuestos, esté en aptitud discrecional de
impugnar la inconstitucionalidad del precepto
relativo en cualquiera de las mencionadas etapas,
inclusive, con motivo del dictado de la sentencia
definitiva, sin que en este último caso pueda
estimarse consentida la aplicación de la ley, por
tratarse
de
un
segundo
o
ulterior
acto
de
aplicación. Lo anterior es así, porque en ese tipo de
asuntos no rige para la presentación de la demanda
de amparo contra leyes el término de quince días
siguientes a partir de que el quejoso tenga
76
conocimiento del acto reclamado, a que se refiere
el artículo 21 de la Ley de Amparo, o el diverso de
treinta días contados desde que inicie la vigencia
de la ley, a que alude el artículo 22, fracción I, de la
propia ley, ya que su acto de aplicación involucra la
libertad
del
agraviado
y
son
atendibles
los
principios que en la materia recoge dicha ley, entre
otros, en sus artículos 16, 17, 22, fracción II, 37, 73,
fracción X, 76 bis, fracción II, 160 y 161’.
No es óbice a esta conclusión, que el acto judicial
que se combate en esta vía extraordinaria sea un
auto
de
sujeción
a
proceso,
ya
que
esa
característica procesal, no implica que el afectado
quede sujeto a una temporalidad específica para
acudir al amparo, en virtud de que los autos de tal
naturaleza
también
procesado,
al
atacan
sujetarlo
la
libertad
del
a
determinadas
obligaciones, como son, verbigracia, comparecer
periódicamente
ante
el
órgano
jurisdiccional,
concurrir a las diligencias que se practiquen en el
proceso
relativo,
así
como
todas
aquellas
circunstancias inherentes, a las cuales queda
sujeta una persona sometida a un proceso penal, lo
que denota de manera evidente una restricción a la
libertad personal.
Sirve
de
apoyo
a
lo
anterior
la
tesis
de
jurisprudencia sostenida por la entonces Primera
77
Sala de la Suprema Corte de Justicia de la Nación,
visible en la página 269 del Tomo V, Marzo de 1997,
del Semanario Judicial de la Federación y su
Gaceta, que a la letra dice:
‘AUTO DE SUJECIÓN A PROCESO. DEMANDA DE
AMPARO EN SU CONTRA. PUEDE INTERPONERSE
EN CUALQUIER TIEMPO.
El auto de sujeción a
proceso ataca la libertad del procesado al sujetarlo
a
determinadas
comparecer
obligaciones
periódicamente
como
ante
el
son
el
órgano
jurisdiccional, el concurrir a las diligencias que se
practiquen en el proceso relativo, el no poder hacer
uso de su libertad de tránsito si no es con
autorización
del
propio
juzgador,
bajo
cuya
jurisdicción se encuentra sometido, el que se le
dicte, en dado caso, el arraigo domiciliario, así
como a todas aquellas circunstancias inherentes, a
las cuales queda sujeta una persona sometida a un
proceso penal. Por lo tanto, dicho acto queda
comprendido dentro de la excepción prevista en la
fracción II del artículo 22 de la Ley de Amparo, la
cual permite el ejercicio de la acción constitucional
sin limitación temporal alguna, cuando se trate de
actos que lesionen, ataquen o transgredan valores
fundamentales del ser humano como son la vida, la
libertad, o la integridad personal, toda vez que la
expresión ‘ataque’ a la que alude la fracción en
comento, no debe entenderse limitada a una
78
privación total de la libertad, sino a una afectación
de la misma, en función, precisamente, del alto
valor que se protege y cuya defensa mediante el
juicio de garantías no debe quedar sujeta a
requisitos de temporalidad’.
En
esas
condiciones,
procede
revocar
el
sobreseimiento que se decreta en términos del
considerando cuarto de la sentencia recurrida, ya
que en autos no opera la causal de improcedencia
que se invoca en el fallo recurrido; empero, por lo
que atañe al precepto tildado de inconstitucional,
es decir, el artículo 191 del Código Penal Federal,
este Tribunal Colegiado, de conformidad con el
Acuerdo General número 5/2001 de veintiuno de
junio de dos mil uno, del Tribunal Pleno de la
Suprema Corte de Justicia de la Nación, punto
tercero, fracción segunda, carece de competencia
legal
para
conocer
del
problema
sobre
la
constitucionalidad de la norma penal, al subsistir
en
el
recurso
de
revisión
la
materia
de
constitucionalidad de la ley federal de referencia,
habida cuenta que el recurrente pide que en ese
aspecto se levante el sobreseimiento y se entre al
estudio de la inconstitucionalidad planteada.
SÉPTIMO.- En efecto, este Tribunal Colegiado es
incompetente para conocer sobre dicha cuestión,
en mérito de las razones siguientes:
79
El artículo 84, fracción I, inciso a), de la Ley de
Amparo, determina que es competente la Suprema
Corte de Justicia de la Nación, para conocer del
recurso
de
revisión,
contra
las
sentencias
pronunciadas en la audiencia constitucional, por
los
jueces
impugnado
de
en
Distrito,
la
cuando,
demanda
de
habiéndose
amparo,
por
estimarlos inconstitucionales, leyes federales o
locales,
tratados
internacionales,
reglamentos
expedidos por el Presidente de la República, de
acuerdo
con
la
fracción
I
del
artículo
89
constitucional y reglamentos de leyes locales
expedidos por los gobernadores de los Estados, o
cuando
en
interpretación
la
sentencia
directa
de
se
un
establezca
precepto
de
la
la
Constitución, subsista en el recurso el problema de
constitucionalidad.
El artículo 94, párrafo séptimo de la Constitución
Federal dispone que el Pleno de la Suprema Corte
de Justicia estará facultado para expedir acuerdos
generales a fin de lograr una adecuada distribución
entre las Salas de los asuntos que competa
conocer a la Corte, así como remitir a los
Tribunales Colegiados de Circuito, para mayor
prontitud en el despacho de los asuntos, aquéllos
en los que hubiera establecido jurisprudencia, o los
que, conforme a los referidos acuerdos, la propia
80
Corte determine para una mejor impartición de
justicia.
Asimismo, el diverso numeral 11, fracción VI de la
Ley Orgánica del Poder Judicial de la Federación,
establece que el Pleno de la Suprema Corte de
Justicia de la Nación, velará en todo momento por
la autonomía de los órganos del Poder Judicial de
la Federación y por la independencia de sus
miembros y que entre otras atribuciones, tendrá la
de remitir para su resolución a los Tribunales
Colegiados de Circuito, con fundamento en los
acuerdos generales que dicte, aquellos asuntos de
su
competencia
en
que
hubiere
establecido
jurisprudencia y que, si un tribunal colegiado
estima que el asunto remitido debe ser resuelto por
la Suprema Corte de Justicia funcionando en Pleno,
lo hará del conocimiento de este último para que
determine lo que corresponda.
Por su parte el Acuerdo General número 5/2001, de
veintiuno de junio de dos mil uno, del Tribunal
Pleno de la Suprema Corte de Justicia de la Nación,
relativo a la determinación de los asuntos que
preservará para su resolución y el envío de los de
su competencia originaria a las Salas y a los
Tribunales Colegiados de Circuito, en su punto
tercero, fracción II, determinó que conservara para
su resolución, entre otros supuestos, los amparos
81
en revisión en los que subsistiendo la materia de
constitucionalidad de leyes federales o tratados
internacionales, no exista precedente y se requiera
a su juicio fijar un criterio de importancia y
trascendencia para el orden jurídico nacional y,
además, revistan interés excepcional, o por alguna
otra causa.
Así pues, precisando lo anterior de conformidad
con los preceptos de referencia y el acuerdo de
mérito, la Suprema Corte de Justicia de la Nación,
es competente para conocer del presente recurso
de
revisión
en
virtud
de
las
siguientes
consideraciones:
a).- En el presente medio de impugnación sigue
subsistiendo el problema de constitucionalidad del
artículo 191 del Código Penal Federal.
b).- A la fecha nuestro Máximo Tribunal del País,
según se ha constatado en los medios informativos
y en las publicaciones oficiales correspondientes,
no ha emitido criterio alguno, respecto a la
constitucionalidad del artículo 191 del Código
Penal Federal.
En ese entendido, el Tribunal Pleno del Máximo
Tribunal del País, es competente para conocer de
los amparos en revisión, como el de la especie, en
82
donde se controvierte la constitucionalidad de una
ley, respecto de la cual a la presente fecha no
existe precedente alguno al respecto, actualizando
claramente el supuesto establecido en el punto
tercero, fracción II del Acuerdo General 5/2001.
Robustece lo anterior la tesis número 2ª. XXX/2001,
emitida por la Segunda Sala de la Suprema Corte
de Justicia de la Nación, consultable en la página
201, Tomo: XIII, Marzo de 2001, Novena Época del
Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta,
de texto y rubro siguientes:
‘REVISIÓN
EN
AMPARO
INDIRECTO.
LOS
TRIBUNALES COLEGIADOS DE CIRCUITO ESTÁN
OBLIGADOS A VERIFICAR SU PROCEDENCIA Y A
PRONUNCIARSE SOBRE CUALQUIER CUESTIÓN
QUE
AFECTE
ESA
INSTANCIA,
CUANDO
CONOCEN DE AQUÉL EN TÉRMINOS DE LO
DISPUESTO EN EL PUNTO TERCERO, FRACCIÓN I,
DEL
ACUERDO
6/1999
DEL
PLENO
DE
LA
SUPREMA CORTE DE JUSTICIA DE LA NACIÓN
PUBLICADO EL 23 DE JUNIO DE 1999 EN EL
DIARIO OFICIAL DE LA FEDERACIÓN. Conforme a
lo
establecido
en
la
citada
disposición
de
observancia general, los Tribunales Colegiados de
Circuito conocerán de los recursos de revisión en
amparo indirecto cuando en la sentencia recurrida
no se
hubiere
efectuado el análisis
83
de
las
cuestiones
propiamente
constitucionales
por
haberse sobreseído en el juicio o por cualquier otro
motivo; y, en la hipótesis de que el respectivo
tribunal estime que no se actualiza la causa de
sobreseimiento revocará la sentencia recurrida y,
en caso de que no exista jurisprudencia aplicable
respecto de las referidas cuestiones, dejará a salvo
la jurisdicción de la Suprema Corte de Justicia de la
Nación y le remitirá el asunto. Ante tal disposición,
debe
concluirse
que
de
acuerdo
con
su
interpretación teleológica y sistemática, entre las
atribuciones que fueron delegadas a los Tribunales
Colegiados de Circuito para conocer de los
recursos de revisión interpuestos en contra de las
sentencias dictadas en la audiencia constitucional
de un juicio de amparo indirecto, y que deben
ejercer, se encuentra la necesaria para verificar si
el mismo cumple con todos los requisitos que
condicionan su procedencia, entre otros, que se
haya hecho valer en tiempo, que se interponga por
la persona que goce de la capacidad procesal
necesaria y que la resolución reclamada afecte la
esfera jurídica del recurrente, inclusive, ocuparse
de revisar que la instancia respectiva no haya
caducado
y,
en
su
caso,
proveer
sobre
el
desistimiento que de la misma se manifieste por
aquél; conclusión a la que se arriba tomando en
cuenta que la finalidad primordial del referido
acuerdo general fue la de lograr que la Suprema
84
Corte de Justicia conociera exclusivamente de
cuestiones de constitucionalidad de trascendencia
e importancia, dentro de las cuales no pueden
ubicarse las correspondientes a analizar si la
instancia respectiva cumple con los requisitos
legales que condicionan su procedencia, y que
conforme al contenido del artículo 90, párrafo
primero, de la Ley de Amparo, la competencia para
conocer de la revisión conlleva la necesaria para
calificar el cumplimiento de los requisitos que
condicionan la apertura de esa instancia; máxime
que, de estimarse lo contrario, ello implicaría
atribuir al creador del referido acuerdo general la
intención de permitir la resolución de recursos sin
el estudio previo de su procedencia, cuando
constituye
un
principio
general
que
rige
la
actuación de todo órgano jurisdiccional el que
antes de abordar el estudio de las cuestiones que
le sean planteadas mediante una determinada
instancia, debe analizar de oficio si la misma
cumple con todos los requisitos que condicionan
su procedencia’.
En ese contexto y atento a lo previsto en el punto
Décimo Primero, fracción III del Acuerdo General
número 5/2001 del Tribunal Pleno de la Suprema
Corte
de
procedente
Justicia
el
de
presente
la
Nación,
juicio,
y
al
resultar
no
quedar
comprendido el asunto en alguna de las hipótesis
85
previstas en el punto quinto, fracción I incisos B),
C) y D) del citado acuerdo, resulta procedente que
este Tribunal Colegiado deje a salvo la Jurisdicción
de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, y por
consiguiente, deberán remitírsele los autos para los
efectos legales que procedan, lo que da lugar a
que, por ahora, no se examinen los conceptos de
violación que se invocan y que guardan vínculo
con cuestiones de legalidad.
No es óbice a esta determinación, la circunstancia
de que uno de los actos reclamados se traduzca en
la identificación administrativa del procesado,
habida cuenta que el tema esencial de fondo que
atañe el presente asunto, no incide sobre dicho
acto, ya que éste es de mera aplicación y
consecuencia de la ley penal aplicada y el auto de
sujeción a proceso que se combate.
En
tal
virtud,
y
en
congruencia
a
las
consideraciones precedentes, procede modificar la
sentencia recurrida, en el sentido de que debe
prevalecer el sobreseimiento respecto del acto
reclamado del Congreso de la Unión, y levantar el
diverso sobreseimiento respecto a
los
actos
reclamados al Presidente de los Estados Unidos
Mexicanos y del Director del Diario Oficial de la
Federación, ordenándose por consiguiente, la
86
remisión de los presentes autos al Máximo Tribunal
del País, para los efectos legales que procedan”.
(Fojas 28 vuelta a 37 vuelta del toca).
SEXTO. Por auto de seis de enero de dos mil cuatro, el
Presidente de esta Suprema Corte de Justicia de la Nación
admitió el recurso de revisión, ordenó formar y registrar el
expediente respectivo y notificar al Procurador General de la
República para los efectos previstos en la fracción XV del artículo
107 de la Constitución General, el que por conducto del agente
del Ministerio Público de la Federación que designó para tal
efecto, presentó pedimento VI-9/2004, a través del cual solicita se
confirme la sentencia recurrida que sobresee parcialmente en el
juicio y en lo conducente niegue el amparo al quejoso.
Mediante auto de treinta de enero de dos mil cuatro, el
Presidente de la Suprema Corte de Justicia ordenó turnar el
asunto al Ministro José Ramón Cossío Díaz, para que formulara
el proyecto de resolución correspondiente. Previo dictamen del
Ministro Ponente, los autos pasaron a la Primera Sala de este Alto
Tribunal, donde su Presidenta los tuvo por radicados y volvieron
al Ministro a quien originalmente se le habían turnado.
SÉPTIMO. Mediante acuerdo de catorce de mayo de dos mil
cuatro, se radicó el presente asunto en el Pleno de este Alto
Tribunal, a solicitud del Ministro Ponente, por considerar que el
tema implicaba la fijación de un criterio de importancia y
trascendencia.
87
Un nuevo análisis de las constancias que integran el
presente amparo en revisión, sin embargo, llevó a advertir que el
mismo se encontraba en el supuesto previsto en el Punto Cuarto
del Acuerdo 5/2001, emitido por el Tribunal Pleno de esta
Suprema Corte de Justicia de la Nación, por lo que mediante
dictamen de diecisiete de marzo de dos mil cinco, el Ministro
Ponente solicitó que el mismo se avocara para su conocimiento
en la Primera Sala.
Por auto de catorce de abril de dos mil cinco y a la vista de
lo resuelto en la sesión de la Primera Sala celebrada el trece de
abril del mismo año, la Presidenta de la misma solicitó el envío del
expediente al Pleno de esta Suprema Corte, cuyo Presidente, en
auto de veinte de abril, ordenó devolver el expediente al Ministro
José Ramón Cossío Díaz para que formulara el proyecto
respectivo.
Finalmente, por acuerdo de veintinueve de agosto de dos mil
cinco, el Presidente de esta Suprema Corte, con motivo de la
solicitud formulada por el Ministro Ponente, ordenó enviar el
expediente a esta Primera Sala. El dos de septiembre del mismo
año la Presidenta de la Sala ordenó el avocamiento del asunto.
C O N S I D E R A N D O:
PRIMERO. Esta Primera Sala de la Suprema Corte de
Justicia de la Nación, es competente para conocer del presente
recurso de revisión en términos de lo dispuesto en los artículos
94, párrafo séptimo y 107, fracción VIII, inciso a), de la
88
Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos; cuarto
transitorio del decreto de reformas a ésta, de diez de junio de mil
novecientos noventa y nueve; 84, fracción I, inciso a), de la Ley
de Amparo; 21, fracción XI, de la Ley Orgánica del Poder Judicial
de la Federación; conforme a lo previsto en el punto cuarto, en
relación con el tercero, fracción II, del Acuerdo General Plenario
5/2001, emitido el veintiuno de junio del año dos mil uno,
publicado el veintinueve siguiente; Acuerdo Plenario 7/2003 que
adicionó el punto octavo del diverso Acuerdo General 1/1998, que
regula el turno de expedientes, en vigor a partir del primero de
abril de dos mil tres; en virtud que se interpuso contra una
sentencia dictada por un tribunal unitario en la audiencia
constitucional de un juicio de amparo, en el que subsiste la
materia de constitucionalidad de un artículo del Código Penal
Federal, materia en la que esta Sala está especializada.
SEGUNDO. La materia del presente recurso de revisión se
constriñe al estudio de los conceptos de violación que respecto de
la inconstitucionalidad del artículo 191 del Código Penal Federal
expresó el quejoso en su demanda de garantías, cuyo análisis no
realizó el Magistrado titular del Tribunal Unitario del Vigésimo
Séptimo Circuito, en virtud del sobreseimiento decretado por lo
que a dicho artículo se refiere, mismo que fue levantado por el
Tribunal Colegiado de dicho Circuito, reservando el estudio de
ese aspecto a la competencia originaria de esta Suprema Corte
de Justicia de la Nación.
Asimismo, cabe precisar que no es objeto del recurso de
revisión el sobreseimiento que decretó el Magistrado titular del
89
Tribunal Unitario del Vigésimo Séptimo Circuito, respecto al acto
reclamado al Congreso de la Unión consistente en la aprobación
del artículo 191 del Código Penal Federal, por no existir agravio
alguno de la parte a quien pudiera perjudicar tal determinación.
TERCERO. A efectos de comprender de mejor manera la
materia de la litis en esta instancia es oportuno referir algunos
antecedentes:
1. El quejoso —**********— publicó su poema en la revista
Criterios, publicación local de Campeche en
**********.
2. Una asociación civil denunció ante la Secretaría de
Gobernación la publicación del poema, al que estimó ultrajante de
la bandera.
3. El Director de Coordinación Interinstitucional y Fomento
Cívico de la Secretaría de Gobernación dio parte al Ministerio
Público Federal.
4. El Ministerio Público Federal inició la averiguación previa
y finalmente consignó al poeta ante un juez de Distrito en
Campeche, por la comisión del delito previsto en el artículo 191
del Código Penal Federal.
5. El juez de Distrito dictó auto de sujeción a proceso el tres
de octubre de dos mil dos.
6. El procesado apeló. El tribunal unitario confirmó el auto.
90
7. En contra de esta determinación de alzada y del artículo
191 del Código Penal Federal, se promovió amparo indirecto ante
un diverso tribunal unitario de circuito. Éste negó y sobreseyó.
8. En contra de este fallo, el quejoso promovió revisión, en la
que el tribunal colegiado que previno reservó jurisdicción a esta
Suprema Corte de Justicia de la Nación, exclusivamente para
conocer de los planteamientos de inconstitucionalidad contra el
artículo 191 del Código Penal Federal.
9. La inconstitucionalidad se expuso en que el precepto
contraviene las garantías de libertad de expresión y de libre
publicación de las ideas.
La litis en el presente asunto se circunscribe a determinar si el
artículo 191 del Código Penal Federal, el cual tipifica el delito de
ultraje al pabellón nacional, resulta contrario al derecho a la libre
manifestación de ideas y a la libertad de escribir y publicar
escritos sobre cualquier materia, consagrado en los artículos 6° y
7° de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos.
El precepto legal se localiza dentro del Título Sexto, Capítulo
V, de ese Código, relativo a los delitos contra la autoridad y muy
específicamente a “ultrajes a las insignias nacionales”.
Textualmente, el numeral impugnado establece:
91
“Artículo 191. Al que ultraje el escudo de la
República o el pabellón nacional, ya sea de palabra
o de obra, se le aplicará de seis meses a cuatro
años de prisión o multa de cincuenta a tres mil
pesos o ambas sanciones, a juicio del juez”.
Como bien se advierte, son dos las conductas que
contempla y sanciona el tipo penal establecido en este dispositivo:
el ultraje de palabra y el ultraje de obra. En el caso concreto, en el
que el quejoso publicó un poema cuyo contenido se estimó
ultrajante, es claro que se ubicaba en el primer supuesto: ultraje
de palabra.
Conforme a los artículos 76 y 116, fracciones IV y V de la
Ley de Amparo, y conforme al planteamiento hecho por el
quejoso, solo puede analizarse en esta instancia la parte del
precepto controvertido en la que se tipifica el delito de ultraje de
palabra al pabellón nacional.
Es importante enfatizar aquí que para resolver este
planteamiento no puede ni debe discutirse si el poema es en sí
mismo el ejercicio válido del derecho de libertad de expresión (ni,
por supuesto, si tiene méritos literarios); tampoco las bondades de
********** como literato ni patriota. Tampoco corresponde a esta
instancia discutir si el poema es en sí ultrajante o si su publicación
encuadra en el delito previsto en el artículo 191.
Con fundamento en los artículos 107, fracción VIII,
constitucional y 84, fracción I, inciso a), de la Ley de Amparo, que
92
establecen la competencia legal y la forma como dicta la ley que
se resuelvan los recursos de revisión en contra de una sentencia
de amparo de primer grado, a esta Primera Sala sólo corresponde
determinar si este dispositivo, en la porción normativa precisada,
resulta o no apegado a la Constitución.
Sobre esta base, procede examinar ahora las alegaciones
vertidas en contra del precepto.
El
precepto
motivo
de
impugnación
prevé
un
delito
instantáneo que tutela jurídicamente las insignias nacionales, es
decir, el escudo de la República y la bandera, en el que el sujeto
activo
puede
ser
cualquier
persona
capaz
de
vituperar,
menospreciar, ultrajar de palabra o de obra y de manera dolosa
los símbolos nacionales antes referidos, como ya se indicó,
mientras que el sujeto pasivo es la nación mexicana.
El constituyente ha pretendido tutelar bienes culturales de la
Nación, es decir, de sus ciudadanos, y fomentar en ellos el amor
a la patria y la conciencia de la nacionalidad y de la
independencia a través del escudo y pabellón nacionales, pues
estos símbolos constituyen elementos de identidad de los
mexicanos, reconociéndose en ellos un patrimonio cultural
común, con la finalidad de fortalecer las raíces históricas y los
lazos culturales y sociales que unen e identifican como Nación.
En efecto, la doctrina enseña que el bien jurídico tutelado por
este tipo delictivo es la dignidad de la Nación (en ese sentido, por
ejemplo, Mariano Jiménez Huerta y Raúl Carrancá y Trujillo,
93
según se aprecia en JIMÉNEZ HUERTA, Mariano, Derecho Penal
Mexicano, México, Porrúa, 3a ed. 1985, tomo V, p. 375).
Si este es el bien jurídico protegido —la dignidad de la
Nación—, resulta necesario precisar si encuentra fundamento
constitucional, pues, si éste existe, tendrá que admitirse
forzosamente que se tratará de un límite a la libertad de
expresión. En efecto: ante dos normas de igual rango,
pertenecientes ambas a la Constitución, debe entenderse que si
una concede cierto derecho y el otro lo limita, éste constituye un
caso de excepción del primero.
El texto de los artículos 6º y 7º constitucionales es el
siguiente:
“Artículo 6o. La manifestación de las ideas no será
objeto
de
ninguna
inquisición
judicial
o
administrativa, sino en el caso de que ataque a la
moral, los derechos de tercero, provoque algún
delito, o perturbe el orden público; el derecho a la
información será garantizado por el Estado”.
“Artículo 7o. Es inviolable la libertad de escribir y
publicar escritos sobre cualquiera materia. Ninguna
ley ni autoridad puede establecer la previa censura,
ni exigir fianza a los autores o impresores, ni coartar
la libertad de imprenta, que no tiene más límites que
el respeto a la vida privada, a la moral y a la paz
94
pública. En ningún caso podrá secuestrarse la
imprenta como instrumento del delito.
Las leyes orgánicas dictarán cuantas disposiciones
sean necesarias para evitar que so pretexto de las
denuncias por delito de prensa, sean encarcelados
los expendedores, ‘papeleros’, operarios y demás
empleados del establecimiento donde haya salido el
escrito denunciado, a menos que se demuestre
previamente la responsabilidad de aquéllos”.
Tales normas constitucionales prevén
la
libertad de
expresarse y de escribir y publicar escritos.
La libertad de expresión, entendida en su sentido jurídico, se
caracteriza precisamente por ser un fenómeno normativo. En
ocasiones, se pretende sostener que esa libertad es natural,
incuestionable e ilimitada, lo cual puede ser cierto desde el punto
de vista estrictamente filosófico, pero desde el punto de vista
jurídico lo que ha querido el constituyente no es una consagración
en
abstracto
de
la
libertad
de
expresarse,
la
cual
indiscutiblemente es consustancial al hombre, sino una regulación
jurídica que impida al Estado imponer sanciones por el sólo hecho
de expresar ideas, pero también hacer jurídicamente responsable
a quien emite su opinión si de ello derivan consecuencias
antijurídicas, como los ataques a la moral, a los derechos de
tercero, la provocación de un delito o la perturbación del orden
público.
95
No es factible concebir que so pretexto de ejercer las
libertades de manifestación de las ideas y de escribir o publicar
escritos, se vulneren valores que también están protegidos por la
Constitución. Ésta garantiza la libertad de pensamiento y de la
difusión del mismo, pero hace responsable al ciudadano para que
si en uso de esa libertad, violenta la convivencia, la sociedad le
pueda exigir cuentas de ello, siempre que especifique las
infracciones que pueda cometer.
Es
decir,
mientras
que
por
un
lado
las
normas
constitucionales conceden libertades a los gobernados de
manifestar sus ideas y de publicarlas o escribirlas, por otro
restringen a que tales actividades no ataquen a la moral, los
derechos de terceros, a la vida privada, provoquen la comisión de
un delito, o perturben el orden público, y que no se contrapongan
a otra suerte de valores que recoja cualquier otro mandato
constitucional.
Los símbolos patrios están protegidos por el orden jurídico
mexicano.
Amén de un sustento meramente legal del respeto a los
símbolos
patrios,
existe
uno
de
orden
estrictamente
constitucional.
En efecto, en la jurisprudencia de la antigua Cuarta Sala de
esta Suprema Corte de Justicia 41/94, que lleva por rubro
“TRABAJADORES
AL
JUSTIFICADO
CESE DE
EL
SERVICIO
96
UN
DEL
ESTADO.
ES
PROFESOR QUE SE
ABSTIENE DE RENDIR HONORES A LA BANDERA NACIONAL
Y ENTONAR EL HIMNO NACIONAL”, (publicada en la Gaceta del
Semanario Judicial de la Federación, octava época, No. 82,
octubre de 1994, p. 20) se explica que el fundamento de que la
Bandera sea uno de los símbolos patrios radica en que
“constituyen los elementos fundamentales de identidad de los
mexicanos”, sobre la base normativa compuesta por el artículo
3o. de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos,
31 de la Ley Federal de los Trabajadores al Servicio del Estado,
1o., 9o., 12, 14, 15, 21, 38, 46, 54 y 55 de la Ley sobre el Escudo,
la Bandera y el Himno Nacionales, 1o., 2o. y 3o., del decreto que
ordena se rindan honores a la Bandera los días lunes de cada
semana en los planteles educativos de enseñanza primaria y
secundaria, 2o., 3o., fracción III, y 18, fracciones I, IV, XIV y XX,
del Acuerdo que establece la Organización y Funcionamiento de
las Escuelas Primarias, 6o. y 8o. del Acuerdo por el que se
reafirma y fortalece el culto a los Símbolos Nacionales, y 1o., 25,
fracción IV, y 26, fracción VII, del Reglamento de las Condiciones
Generales de Trabajo del Personal de la Secretaría de Educación
Pública.
Sin embargo, como se dijo, es necesario que cualquier límite
a un derecho constitucional esté apoyado en un precepto también
del orden constitucional.
Cabe sostener que de la conjunción de los artículos 3º, 73,
fracción XXIX-B, y 130, párrafo segundo, inciso e), de la
Constitución es posible desprender que ésta protege a los
símbolos patrios de usos irreverentes.
97
El artículo 3º precisa que una de las funciones de la
educación es la de fomentar el amor a la patria. Resulta
contraituitivo que no pueda castigarse la acción de tratar
irreverentemente a los símbolos patrios y, sin embargo, que deba
fomentarse el amor a la patria, si es que aquéllos son los
símbolos que representan ésta.
Evidentemente, nadie puede obligar a otro a sentir amor por
nada ni nadie; eso es del fuero interno de cada quien. La
Constitución no cae en ese error. Por eso, ordena que la
educación estatal debe tender a “fomentar el amor a la patria”,
que es cosa bien distinta. Y justamente en contra de ese mandato
estaría el hecho de que conductas irreverentes, injuriosas hacia
los símbolos que la representan (representación fundada no sólo
en la tradición sino sobre todo en el derecho) puedan realizarse
sin ser denostadas.
Por otra parte, tan una conducta agraviante hacia los
símbolos puede ser tenida como límite a la libertad de expresión,
que el artículo 130, párrafo segundo, inciso e), constitucional
impide a los ministros religiosos “agraviar, de cualquier forma, a
los símbolos patrios”.
Así, el Constituyente ha establecido una prohibición expresa
en el sentido de que cualquier conducta hacia los símbolos patrios
sea permitida, pues prohíbe precisamente la que los agravia si
procede de un ministro de culto. Es clara la raíz histórica de este
dispositivo, nacido en el contexto de enfrentamientos religiosos y
98
políticos que sufrió el país; por ello, se elevó a rango
constitucional semejante prevención.
Esto no significa, sin embargo, que otros sujetos no puedan
tener la misma limitación, primero, porque el 130, párrafo
segundo, inciso e) ni ningún otro artículo constitucional prohíben
de forma expresa castigar las conductas agraviantes o ultrajantes
hacia los símbolos; segundo, porque el 130 no limita la prohibición
sólo a los sacerdotes, y tercero, porque de un diverso precepto
constitucional es posible desprender que el Constituyente sí
buscó y quiso castigar ese tipo de actos.
El artículo 73, fracción XXIX-B constitucional establece en
favor del Congreso de la Unión la facultad “Para legislar sobre las
características y uso de la bandera, escudo e himno nacionales”.
De la interpretación histórica de dicha regla es posible
desprender que en ella se encuentra el fundamento constitucional
para la existencia de los símbolos patrios y el fundamento
constitucional para que su protección sea uno de los límites de la
libertad de expresión.
Además, el mismo Congreso de la Unión tiene la facultad
para legislar en materia penal y establecer los delitos contra la
Federación e imponer su castigo (artículo 73, fracción XXI,
constitucional).
De la conjunción de ambas reglas se sigue que uno de los
mecanismos de protección de los símbolos patrios es el
99
establecimiento de tipos penales que castiguen las acciones
ultrajantes en su contra.
Si ello es correcto o no y si es o no acorde con la realidad que
actualmente vive el país, no corresponde decidirlo a esta
Suprema Corte; legislar en este sentido compete en exclusiva al
poder reformador de la Constitución. A este Alto Tribunal sólo
atañe verificar si el delito previsto en el artículo 191 del Código
Penal Federal encuentra sustento constitucional.
Los antecedentes históricos son los siguientes: en diciembre
de mil novecientos sesenta y cuatro los senadores Florencio
Barrera Fuentes y Rafael Murillo Vidal presentaron sendas
iniciativas de reformas a la Constitución. Ambas tenían un
propósito común: elevar los símbolos patrios (himno, bandera y
escudo) a rango constitucional, en aras de brindarles una
protección contra “usos inconvenientes e irrespetuosos”.
Conviene conocer el texto de la iniciativa formulada por el
senador Barrera Fuentes. Se resaltan los puntos nodales:
“MÉXICO, D.F., A 29 DE DICIEMBRE DE 1964
CC.
SECRETARIOS
DE
LA
H.
CÁMARA
DE
SENADORES
PRESENTES
En uso de la facultad que me refiere la fracción II
del artículo 71 constitucional y la fracción II del
100
artículo 55 del Reglamento para el Gobierno Interior
del Congreso General de los Estados Unidos
Mexicanos, vengo a someter a vuestra aprobación,
la presente iniciativa de reformas y adiciones al
Título Segundo, Capítulo Primero de nuestra Ley
Fundamental, con el objeto de incluir en su texto
disposiciones relativas al
Escudo y
Bandera
Nacionales.
I.- La Bandera y el Escudo de la Nación mexicana,
son emblemas que expresan la mejor de las
tradiciones de nuestro pueblo: la de luchar por la
justicia y la libertad. A lo largo de nuestra historia,
han arraigado en la conciencia cívica de tal modo,
que constituyen los símbolos más valiosos y
venerados por todos los mexicanos y materializan
la idea de la patria, a cuya grandeza consagraron
sus vidas nuestros héroes y las masas anónimas
que los siguieron.
II.- En las distintas etapas de nuestro devenir, el
Escudo y la Bandera de México han experimentado
transformaciones hasta llegar a su forma actual. En
los años de 1823, 1880 y 1916, se expidieron otros
tantos decretos del Poder Ejecutivo con la idea,
respecto del Escudo, de unificar su representación
y reglamentar su uso.
Algo semejante puede decirse del lábaro Patrio.
101
Después de 1916, la anarquía en la representación
del Escudo Nacional llevó a una gran confusión por
la diversidad de imágenes en uso. Debido a ello, el
5 de febrero de 1934, el Presidente de la República
expidió otro decreto, actualmente en vigor con el
objeto de precisar el modelo que deberían adoptar
los Poderes de la Unión. Los artículos 2º y 3º del
referido decreto, dispusieron depositar
en el
Archivo General de la Nación y en el Museo
Nacional de Antropología e Historia, los originales
de los modelos que deberían ostentar las banderas,
monedas, medallas y correspondencia de todas las
oficinas publicas del país, así como las embajadas,
legaciones y consulados en el extranjero y se
prohibieran versiones distintas al original adoptado
en el decreto Presidencial referido.
III.- No obstante lo anterior, en la práctica sigue
subsistiendo una diversidad de representaciones
del símbolo antes dicho. El uso de éste, tanto como
el de la Bandera, por carecer de disposiciones legales
de jerarquía constitucional, se ha deformado sin
respeto para su elevada significación y es frecuente
advertir cómo se emplea para fines ajenos a su único
objetivo: representar a la patria.
IV.- El decreto de 1934, si bien es preciso en cuanto
a las finalidades perseguidas, omitió, en cambio,
102
describir el modelo adoptado. Esta omisión y el
carácter ordinario de la disposición aludida le han
restado eficacia, hasta hacerla inoperante en la
actualidad. Para comprobarlo, basta advertir las
distintas
representaciones
usadas
por
las
dependencias de la Federación y de los Estados,
generalmente diversas al modelo citado en el
Archivo General de la Nación.
V.- Tomando en cuenta que el modelo de 1934 es
representativo del movimiento pictórico de la
Revolución Mexicana, iniciado a 1921 a 1922 que
apartándose de las
tendencias academistas del
arte, toma motivos y temas ligados con nuestras
tradiciones y con las luchas de los obreros y los
campesinos
por
la
justicia
social,
resulta
indispensable incluir la descripción de dicho
modelo en la Constitución en cuya letra están
expresadas las aspiraciones populares por una
vida mejor. Una ley ordinaria debe expedirse
posteriormente a fin de reglamentar su uso.
VI.- En
todo
el
importancia de las
mundo
insignias
se reconoce
nacionales.
la
Las
Constituciones de numerosos países, contienen
capítulos especiales para la descripción de tales
emblemas. Nada justifica, por lo tanto, la ausencia de
disposiciones similares en nuestra Ley Fundamental,
indispensables para preservar a nuestras máximas
103
divisas de usos inconvenientes e irrespetuosos, tanto
como para rodearlas de la dignidad eminente que les
corresponde.
VII.- Por ser expresión de la unidad material y
espiritual de la Patria; por simbolizar nuestra
organización democrática, la soberanía y unidad
nacionales; por presidir la voluntad creadora de
nuestro pueblo y su denuedo por consumar la
distribución de la riqueza; por representar en suma,
la más pura esencia de mexicanidad, el Escudo y la
Bandera de México, son dignos de figurar en nuestra
Ley Suprema al lado de los preceptos tutelares de las
libertades individuales, la dignidad del trabajo, la
distribución de la tierra y el derecho de justicia social,
esencia de la Revolución.
Por lo anteriormente expuesto, me permito someter
a vuestra aprobación, el siguiente proyecto de:
DECRETO QUE REFORMA Y ADICIONA EL TÍTULO
SEGUNDO,
CAPÍTULO
CONSTITUCIÓN
POLÍTICA
PRIMERO
DE
LOS
DE
LA
ESTADOS
UNIDOS MEXICANOS”.
Como bien se ve, una idea permeó en el senador que formuló
la iniciativa: reconocer en el texto constitucional la existencia de
los símbolos patrios y darles una protección de la misma índole.
104
A esta iniciativa recayó el siguiente dictamen:
“MÉXICO D.F; A 7 DE DICIEMBRE DE 1965
(Dictamen de primera Lectura)
- Se va a dar cuenta en el siguiente dictamen.
(Leyendo)
COMISIONES
UNIDAS
GOBERNACIÓN
Y
PRIMERA
SEGUNDA
DE
DE
PUNTOS
CONSTITUCIONALES
H. ASAMBLEA:
Las
Comisiones
Primera
de
Gobernación
y
Segunda de Puntos Constitucionales, recibieron
oportunamente el texto de la moción suspensiva
presentada el 26 de noviembre pasado por el
ciudadano senador Florencio Barrera Fuentes,
relativa al trámite del dictamen producido por
nosotros sobre reformas y adiciones al Título
Segundo,
Capítulo I
de
nuestra
Constitución
Política, creando normas específicas referentes a
los Emblemas de la República y al Himno Nacional.
Como la Asamblea aprobó la moción suspensiva
citada, manifestamos lo siguiente:
105
La proposición del ciudadano senador Barrera
Fuentes en el sentido de adicionar una fracción al
artículo 73 de la Carta Magna, dando facultades al
Congreso para legislar sobre las características y
uso de los Emblemas Nacionales e Himno Patrio,
coincide en el fondo con la iniciativa del ciudadano
senador
Rafael
Murillo
Vidal
adoptada
por
nosotros, o sea, que por su identidad con nuestro
origen histórico y con las luchas del pueblo por la
libertad, el derecho y la justicia, la descripción y
uso de la Bandera, el Escudo e Himno Nacionales
deberían estar consignados en la Ley.
Aún cuando la idea del senador Barrera Fuentes
desplaza la regimentación aludida de la Constitución a
la ley ordinaria, creando una facultad específica del
Congreso en determinado campo legislativo, no por
ello pierde valor el pensamiento original, ni sufren
menoscabo las medidas tendientes a dar ser jurídico a
la descripción, características y uso de los Emblemas e
Himno de la República.
En efecto, -reiterando lo dicho en el dictamen que
dio origen a la moción suspensiva- ninguna de las
Constituciones que han regido la vida del México
independiente, mencionaron en sus textos esa
valiosa trilogía cívica. A pesar de que en 1823 el
Congreso Constituyente -expidió un decreto como
resultado "de la consulta del Gobierno" sobre la
106
materia, la Constitución de 1824 omitió consignar
un precepto específico. Más adelante, sin tomar en
cuenta lo decretado sobre este asunto por el mal
llamado emperador de México, Maximiliano de
Hasburgo, la Circular de la Secretaría de Estado y
del Despacho de Gobernación de 30 de diciembre
de 1880, así como los decretos de 20 de septiembre
de 1916 renovando la vigencia del de 1823 ya
aludido, promulgado por el C. Venustiano Carranza
en su carácter de Primer Jefe, del Ejército
Constitucionalista, y de 5 de febrero de 1934 siendo
titular del Poder Ejecutivo el C. Gral. de División
Abelardo L. Rodríguez, éste último vigente todavía,
son
disposiciones
contemplaron
la
acertadas
necesidad
en
de
cuanto
unificar
la
representación de los Emblemas Nacionales, pero
limitadas
por
su
carácter
exclusivamente
administrativo, no lograron en forma eficiente el
objeto que se proponían.
Con relación al documento de 1934, cabe decir que
aún cuando concurrieron el Presidente de la
Comisión Permanente del Congreso de la Unión y
el Presidente de la Suprema Corte de Justicia a la
firma que auténtico los modelos depositados en el
Archivo General de la Nación y en el Museo
Nacional de Antropología e Historia, dicho acto no
entrañó participación alguna del Congreso de la
Unión en cuanto tal ni se tradujo en la expedición
107
de
una
Ley
que
Constitucionales
reuniese
para
los
hacer
requisitos
obligatoria
su
observancia.
Ello ha sido origen de la anarquía en el uso y forma de
la bandera y escudo nacionales y ha propiciado
prácticas indebidas que restan dignidad y respeto a los
símbolos de la República.
En cuanto toca al Himno Nacional, tampoco han
existido normas destinadas, a reglamentar su uso
con bases constitucionales, no obstante que por su
carácter
de
sentimientos
elemento
aglutinante
populares,
es
de
los
indispensable
constitucionalizarlo, muy a pesar de ser numerosas
las dificultades ténico-legislativas que la materia
suscita.
A
mayor
abundamiento,
las
tendencias
contemporáneas del Derecho, han conducido a
otras
naciones:
Francia,
Panamá,
Venezula,
Alemania Occidental, Líbano, Yugoslavia, Bélgica,
etc., para citar sólo unos cuantos casos, a
consagrar en sus leyes fundamentales y ordinarias,
mandamientos similares. En estas tendencias debe
verse
el
reconocimiento
a
la
necesidad
de
concretar en la ley los elementos simbólicos que
perpetúan los valores históricos y políticos de cada
pueblo y de cada comunidad. De ese modo, la
108
noción de la Patria deja de ser una idea abstracta y
se transforma en un signo tangible que estrecha
los lazos de la nacionalidad.
Como ya se expresó anteriormente, las proposiciones
de los senadores Murillo Vidal y Barrera Fuentes
coinciden en cuanto al contenido y sólo difieren en los
aspectos formales: en tanto el primero, sugiere la
inclusión directa en el texto constitucional de un
artículo específico, previendo la expedición posterior de
una ley reglamentaria, el segundo piensa que es más
conveniente
dotar
al
Congreso
de
facultades,
legislativas sobre la materia, dejando a una ley
secundaria resultado de aquéllas, la descripción y
régimen de la bandera, escudo e himno mexicanos.
Una vez estudiadas las conveniencias de uno y otro
sistemas y hecho el cálculo de eficiencia en
relación con el fin perseguido, estas Comisiones
optan por el último de ellos, no sin antes reconocer
que la iniciativa del senador Murillo Vidal dio origen
al tratamiento de un tema que no obstante su
estrecha unión con las, grandes jornadas históricas
del pueblo mexicano, había sido soslayado por
nuestro Derecho Público.
En virtud de lo expuesto a Vuestra Soberanía
aprobar el siguiente:
109
PROYECTO DE DECRETO:
ARTÍCULO ÚNICO.- Se adiciona el artículo 73 de la
Constitución
Política
de
los
Estados
Unidos
Mexicanos para quedar como sigue:
"ARTÍCULO 73.-El Congreso tiene facultad
……………………
……………………
XXX-B.- Para legislar sobre las características y uso
de la bandera, escudo e himno nacionales”
TRANSITORIO.- El presente decreto entrará en
vigor al día siguiente de su publicación en el Diario
Oficial de la Federación”.
De la lectura del dictamen se desprende la misma idea que se
quiere resaltar: elevar los símbolos patrios a rango constitucional
y darles una protección de la misma índole frente a usos
irreverentes.
Es oportuno saber qué fue lo que se manifestó durante los
debates:
“La C. Presidenta: Tiene el uso de la palabra el
señor senador Andrés Serra Rojas.
110
El C. Serra Rojas: He leído con toda atención el
proyecto de reformas a la Constitución que
propuso el señor senador Rafael Murillo Vidal, así
como el dictamen que rinden las Comisiones
unidas Primera de Gobernación y Segunda de
Puntos Constitucionales; la iniciativa del señor
senador Florencio Barrera Fuentes y el segundo
dictamen elaborado por las mismas Comisiones.
Desde luego digo a ustedes que vengo a apoyar la
iniciativa que se nos propone.
Desde que se nos propuso esta iniciativa, el año
pasado, constituyó para mí una positiva inquietud,
sobre
todo
porque
tratábamos
materias
tan
sumamente delicadas en su expresión y en su
manejo, como son los símbolos nacionales.
Mi primera impresión ha sido que esta reforma, en la
forma en que actualmente se ha planteado, es
sumamente útil. Aplaudo la noble intención del autor de
la iniciativa al tratar de resolver un problema jurídico
constitucional planteado en todas las Constituciones
que han estado vigentes en México, pero que nunca
han encontrado una expresión constitucional real.
Sabemos que la Constitución actual y las anteriores no
aluden a los símbolos patrios, y sin embargo existen
diversos
ordenamientos
111
jurídicos
ordinarios
que
reglamentan el uso de esos símbolos bajo el uso
exclusivo del Gobierno Federal.
Del texto de la iniciativa, así como del dictamen de
las Comisiones, podemos fácilmente deducir que lo
que se pretende es autorizar al Congreso de la
Unión para el uso de estos símbolos patrios. No
vamos, por lo tanto, a crear más adelante ningún otro
precepto, sino simplemente autorizar al Congreso para
que pueda legislar con toda amplitud.
¿Por qué razón no hemos optado por un sistema en
donde se describan nuestros símbolos patrios, y
hemos considerado más prudente que se autorice al
Congreso de la Unión para que esté debidamente
capacitado para expedir las leyes que necesariamente
tendrán
que
surgir?
Es,
sencillamente,
por
el
significado de estos nuestros elevados símbolos
patrios.
...
...
...
...
...
La bandera, el himno y el escudo nacional viven en
el corazón del pueblo mexicano y nadie puede
arrancarlo de él. Nadie puede deformar o alterar la
imagen que el pueblo tiene de sus símbolos. Al
112
Estado le corresponde mantener vivo el fervor de
nuestros símbolos patrios y aun de reglamentar su
uso,
si
ello
divulgación,
es
su
indispensable;
respeto,
regular
asegurar
su
su
mantenimiento; pero no puede sustraer al pueblo
en su devoción hacia ellos, en su fortalecimiento,
en la expresión de su contenido verdadero;
ninguna ley tiene que definir lo que es esta
bandera, porque no hay ningún legislador, por
sabio que sea, que pueda definir este noble
símbolo, dirá simplemente: una bandera es una tela
con tales colores, y eso no es el símbolo patrio; lo
que la bandera es, esto hay que preguntárselo al
pueblo.
Yo quisiera decirles a mis compañeros Senadores por
qué no encerramos en una norma constitucional estos
símbolos
sagrados.
Porque
es
tanto
como
empequeñecerlos, porque por muy hábil que sea el
legislador hay cosas que son intangibles, indefinibles y
que sólo se exteriorizan en el soldado que muere
dando su vida por la patria, como aquel heroíco cadete
que se envolvió en la enseña patria, para que ella,
como madre amorosa lo recogiera en su seno. Es el
maestro rural perdido en la inmensidad de las
montañas enseñándole al campesino las primeras
letras de su liberación; es el obrero que ofrenda su vida
en el engranaje implacable de una mal llamada
civilización industrial. Son todos y cada uno de los
113
actos ejemplares de los mexicanos que han entregado
su vida con nobleza y generosidad. Esto no lo podría
jamás recoger la definición de un símbolo, porque me
recuerda aquel cuento del Viejo Oriente en que un
humilde mortal logra encerrar, en una botella a todos
los genios buenos.
Nosotros debemos considerar dos grupos de
países, los que vienen luchando por la vida al
amparo de sus símbolos; ellos
no permiten
tocarlos porque están en el espíritu de cada uno de
los seres que forman su unidad nacional. Hay
pueblos que tienen un gran temor de que les
puedan cambiar sus símbolos y por eso los han
incorporado a sus constituciones. Nosotros no
somos ya una nación subdesarrollada sino un
pueblo
en
proceso
de
superación.
Nuestros
símbolos no están en duda, en la Constitución o
fuera de ella, en la ley o fuera de ella, de todas
maneras existen y existirán para siempre. No
necesitamos reconocerlos porque existen; han
librado y siguen librando su batalla por México.
Encerrarlos en una norma constitucional es correr
el riesgo de que hoy se les ponga una cosa y
mañana venga otro legislador y quiera agregar una
segunda cosa, Hay banderas, es cierto, que sólo
sirven para dar la vuelta a una plaza pública, mas
hay banderas como la nuestra, que son eternas,
inmortales, indestructibles. De ella podemos decir
114
lo que Lamartine, decía de su propia bandera: "La
bandera tricolor ha dado la vuelta al mundo con el
nombre, la gloria y la libertad de la patria. En
cambio, dejarlos como hoy han estado, al cuidado
del único que debe cuidarlos, que es el pueblo, de
las instituciones que celosamente mantiene su
respeto, es sentar con firmeza, desinterés y
profunda convicción que hay cosas que escapan a
las limitadas facultades de un legislador. Tengo la
convicción que ninguna ley me puede autorizar a
tocar un símbolo patrio, pero sí puedo pensar en
cómo debe protegérsele y cómo debe manejarse a
través de nuestro sistema federal esta materia.
Esta ley sería la opinión de un legislador, mas no la
opinión del pueblo mexicano, Ha sido una tradición
no alterada hasta a la fecha, que los símbolos
patrios
tengan
los
mismos
signos
que
les
asignaron nuestros libertadores originales. Todo
esto hace innecesario pretender encerrar en una
efímera
y
transitoria
fórmula
jurídica
las
características de esos símbolos, que mientras
México exista no podrán ser alterados.
Los países que han llevado a su Constitución estos
símbolos, lo han hecho por razones circunstanciales y
autodefensivas, bajo el temor de que fuerzas extrañas
puedan cambiarlos.
115
Hay una Constitución Social que está integrada con
todas las estructuras, normas, relaciones, que forman
el complejo de la vida social. La vida jurídica de un país
no llega a comprender sino aspectos muy generales de
esta estructura, que es por decirlo con precisión, la
auténtica naturaleza de una comunidad humana. Es en
ella en donde surgen los símbolos, les dan contenido y
precisión y, en muchas ocasiones, materializan estos
símbolos en signos concretos.
Por mucho que se pretenda explicar y definir estos
símbolos, siempre las palabras serán inferiores a
su
verdadero
concepto,
porque
ellos
son
indefinibles, y cuando se les pretende aprisionar en
una norma legislativa, se les desvirtúa y lo más que
se puede hacer es explicar los datos externos con
los cuales el símbolo se exterioriza.
...
...
...
...
...
...
Los grandes Estados del mundo, que al mismo
tiempo son grandes naciones, no han necesitado
incorporar
a
su
Constitución
sus
símbolos,
describiéndolos. Les ha bastado seguir el camino
que nosotros estamos siguiendo. Es cierto que hay
116
algunos
Estados
que
tienen
consignados
esos
símbolos en su Constitución, pero en cada uno de ellos
se encuentran razones históricas y actuales que así lo
pueden justificar. Alemania Occidental, mutilada y
dividida necesita precisar sus símbolos patrios, porque
en la reunificación del Estado alemán el predominio de
un grupo puede hacer prevalecer sus ideas sobre estos
símbolos. Otros Estados modernos, en número muy
limitado. también tienen una explicación de carácter
histórico de por qué han tenido que incorporar a su
Constitución
estos
símbolos.
Nosotros,
señores
Senadores, no necesitamos explicar estos símbolos.
Nos basta consignar en la Constitución que el
Congreso tiene esa facultad, porque es sumamente
necesaria, porque de esta manera se federaliza, se
uniforma, de esta manera se mantiene el respeto a
nuestras
más
puras,
a
nuestras
más
nobles
tradiciones, aquéllas que cada mexicano lleva en su
propio corazón”.
Más allá del nacionalismo exacerbado del senador Serra
Rojas, sus palabras son prueba del sentir de la Cámara de
Senadores
en
cuanto
a
la
necesidad
de
proteger
constitucionalmente el uso correcto de los símbolos patrios, aun y
cuando mediante el mecanismo de delegar esa tarea en el
legislador ordinario federal.
En la Cámara de Diputados se dijo:
117
“MÉXICO D.F; A 28 DE DICIEMBRE DE 1965
Comisiones
Unidas:
Primera
de
Puntos
Constitucionales, Segunda de Gobernación y de
Estudios Legislativos.
Honorable Asamblea:
A las Comisiones que suscriben fue turnado, por
acuerdo de vuestra soberanía, el proyecto de
decreto por el cual se adiciona el artículo 73 de la
Constitución
Política
de
los
Estados
Unidos
Mexicanos facultando al Congreso de la Unión para
legislar sobre las características y uso de la
Bandera, Escudo e Himno Nacionales que fue
enviado a esta Cámara de Diputados por el H.
Senado de la República.
El proyecto de referencia tiene como antecedente
una iniciativa suscrita por el senador Rafael Murillo
Vidal,
que
proponía
adicionar
nuestra
Carta
Fundamental con un artículo en el cual se
establecieran las características de la Bandera y el
Escudo Nacional. A dicha iniciativa recayó un
dictamen
de
Gobernación
las
Comisiones
y
Segunda
Primera
de
de
Puntos
Constitucionales de la H. Cámara de Senadores, en
el
que,
además,
de
modificar
la
redacción
propuesta por el iniciador de dicha reforma, se
118
agregaba un precepto referente al Himno Nacional
Mexicano.
Sin
embargo,
al
ser
sometido
el
dictamen a la consideración del Senado, fue
presentada una moción suspensiva por el senador
Florencio Barrera Fuentes, quien a su vez propuso
que las normas relativas a las características y el
uso de los símbolos nacionales no se insertaran en
el texto constitucional, sino que éste se concretara
a facultar al Congreso de la Unión para legislar
sobre dichas materias.
Esta última proposición fue la que aprobó la
Colegisladora y, consecuentemente, sobre la que
las Comisiones que suscriben deben emitir su
dictamen.
Del estudio acucioso que hemos realizado acerca
de las regulaciones que, en las distintas etapas de
nuestra historia, se ha dado a la configuración y
uso de la Bandera y el Escudo Nacional, se llega a
la conclusión de que fue siempre el Poder Ejecutivo
el que por medio de decretos fijó las normas
relativas. Quiere esto decir que los más altos
símbolos
de
la
Patria
estuvieron
sujetos
a
disposiciones que, desde el punto de vista jurídico,
tienen naturaleza puramente administrativa, lo que no
concuerda con su rango y el valor cívico que
representan.
119
No es preciso ponderar en el presente dictamen el
significado que para el pueblo de México tienen
nuestra Bandera, nuestro Escudo y nuestro Himno.
Baste decir que ellos han sido, no una creación
arbitraria o por lo menos artificial de quienes en un
momento determinado ocuparon los más altos
cargos del Poder Público, sino que han sido
creación espontánea, viva y entrañable del pueblo
mismo.
En
efecto,
nuestra
Bandera,
nuestro
Escudo y nuestro Himno, por simbolizar las más
enconadas luchas del pueblo de México por su
Independencia, su Libertad y su Justicia, han
llegado
a
arraigar
en
la
conciencia
de
los
mexicanos en forma tal, que no es posible ya, en
forma alguna, substituirlos por otros símbolos.
Sin embargo, no en lo esencial, sino en detalles
que muchas veces son sólo perceptibles para
observadores acuciosos, se perciben algunas
diferencias
entre
los
emblemas
usados
oficialmente y los que entidades o personas
particulares utilizan en conmemoraciones cívicas.
Asimismo, no se han reglamentado suficientemente
las condiciones y requisitos con que dichos
símbolos puedan ser usados.
Por estas razones, estas Comisiones encuentran
plausible el propósito de que se legisle con toda
120
precisión, tanto sobre las características, como
sobre el uso de la Bandera, el Escudo y el Himno
Nacionales.
No escapa al juicio de estas Comisiones una
preocupación, quizá compartida por algunos círculos
de opinión: La de que una adición a la Constitución
para el sólo efecto de facultar al Congreso de la Unión
para legislar sobre estas materias, pueda resultar
innecesaria, puesto que, por su propia naturaleza, los
símbolos nacionales no pueden ser sino objeto de
legislación federal. Sin embargo, hemos considerado
pertinente la adición porque ella tiene, además, el
sentido de definir que la regulación relativa a los
emblemas patrios no debe seguir siendo realizada a
través de actos administrativos, sino objeto de una Ley
específica dictada por la Representación Nacional a
través del Congreso de la Unión”.
Dados los antecedentes que se han referido sobre la fracción
XXIX-B del artículo 73, leído conjuntamente con la fracción XXI,
cabe colegir que en ella se encuentra, implícito, el reconocimiento
de los símbolos patrios como objeto de tutela constitucional frente
a usos irrespetuosos (entre los cuales, sin duda, están los que
tiendan a mancillarlos o ajarlos).
Las fracciones XXIX-B y XXI del artículo 73 constitucional no
son normas que exclusivamente facultan al Congreso para
legislar, esto es, no se trata de normas sólo de atribución de
121
competencias. La interpretación realizada por esta Primera Sala
es que la fracción XXIX-B es una norma que atribuye una facultad
al Congreso, pero no sólo eso, sino que, leída de acuerdo con los
trabajos legislativos que le dieron creación, contiene un
reconocimiento de que existen los símbolos patrios y de que éstos
merecen tutela respecto de actos irrespetuosos, incluso en el
orden penal.
Y en ese orden, es dable afirmar que sí hay una atribución
constitucional del Estado a exigir de los gobernados el respeto a
los símbolos patrios; esto encuadra perfectamente en las
limitaciones válidas al derecho de libertad de expresión: proscribir
de su protección las manifestaciones de ideas que ataquen
valores custodiados por el propio Constituyente.
Entre los fines de la reforma estuvo el de unificar la
representación gráfica y el uso oficial de los símbolos patrios; otra
fue dar competencia exclusiva al Congreso de la Unión para
legislar en esa materia. No obstante, esos no fueron los únicos
fines perseguidos. Como ya se estableció (en la iniciativa, en los
dictámenes y en la intervención del senador Serra) uno de los
propósitos, acaso el más relevante, era reconocer la existencia de
tales símbolos a nivel constitucional y, de esa manera, evitar usos
irreverentes.
El significado que cada uno dé a los símbolos patrios es, en
verdad, no susceptible de ser legislado. Eso pertenece al fuero
interno de cada persona. Pero la intención del Constituyente no
era afirmar lo obvio, sino acotar su ámbito: ninguna norma puede
122
ordenar que los símbolos signifiquen algo para nadie, pero sí
puede protegerlos respecto de conductas irreverentes. Esto fue lo
que estaba en la mente de quienes intervinieron en la adición de
la fracción XXIX-B del 73 constitucional.
En el seno del Constituyente se tomó la opción de no regular
en detalle el tema de los símbolos patrios en el texto
constitucional; ello no fue, empero, por virtud de un acuerdo en
que los símbolos no debían ser reconocidos constitucionalmente.
Por el contrario, expresamente se sostuvo que debían incluirse en
la Constitución (tan es así, que se incluyeron) y que ello se hacía
para otorgarles un estatus privilegiado, capaz de servir de
contención a usos irrespetuosos.
Los trabajos legislativos no son vinculantes; son, como se
asienta en una tesis del Pleno (Tesis III/2005, publicada en el
Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, novena época,
tomo XXI, febrero de 2005, p. 98, de rubro: “LEYES. ALCANCE
DEL CONTENIDO DE LOS DOCUMENTOS QUE INTEGRAN EL
PROCESO
LEGISLATIVO
PARA
FIJAR
SU
SENTIDO”),
persuasorios y sirven para otorgar sentido a las expresiones
normativas. Es más, en caso de contradicción entre lo
manifestado en los debates parlamentarios y lo finalmente
consignado en la norma promulgada, debe optarse por ésta. Pero
no es el caso que nos ocupa ahora. En este asunto se trata de
interpretar si la fracción XXIX-B del 73 es meramente una norma
que otorga competencia al Congreso de la Unión para legislar en
cierta materia o si puede ser leída en comunión con la clara
intención que se tuvo al crearla: entre otras y tal vez la más
123
importante, la de elevar a rango constitucional a los símbolos
patrios y protegerlos de usos ultrajantes.
En ese orden de ideas, si la protección de los símbolos
patrios está reconocida en la Constitución, deviene un límite a la
libertad de expresión. Se podrá manifestar ideas contrarias a
ellos, pero no injurias, insultos. El Estado, entonces, puede
adoptar medidas de contención de esa clase de conductas, entre
las que se cuentan las legislativas, que pueden ir desde el
establecimiento de faltas administrativas hasta la creación de
tipos penales.
En el caso, el sistema normativo secundario establece los
límites en lo tocante a la bandera, himno y escudo nacionales. El
Código Penal Federal vigente, por lo que hace a las conductas
ultrajantes a las que convierte en delitos; la Ley sobre el Escudo,
Bandera e Himno Nacionales (publicada en el Diario Oficial de la
Federación el ocho de febrero de mil novecientos ochenta y
cuatro) por lo que hace a usos irreverentes que no impliquen
ultrajes,
a
los
que
da
el
tratamiento
de
infracciones
administrativas (“Artículo 56: Las contravenciones a la presente
Ley que no constituyan delito conforme a lo previsto en el Código
Penal para el Distrito Federal en materia de fuero común, y para
toda la República en materia de fuero federal, pero que impliquen
desacato o falta de respeto a los Símbolos Patrios, se castigarán,
según su gravedad y la condición del infractor, con multa hasta
por el equivalente a doscientas cincuenta veces el salario mínimo,
o con arresto hasta por treinta y seis horas. Si la infracción se
comete con fines de lucro, la multa podrá imponerse hasta por el
124
equivalente a mil veces el salario mínimo. Procederá la sanción
de decomiso para los artículos que reproduzcan ilícitamente el
Escudo, la Bandera, o el Himno Nacionales”).
Y el legislador puede válidamente establecer qué conductas
merecen castigo penal, como en el caso, en que se busca
proteger a ciertos emblemas a los que el propio orden jurídico
constitucional reconoce como susceptibles de protección.
En otro orden, es cierto que en otros sistemas jurídicos los
tribunales constitucionales han declarado que dispositivos como
el que nos ocupa constituyen límites indebidos a la libertad de
expresión.
Ello ha sido porque en sus respectivas constituciones no se
encuentra, como en la nuestra, un mandato expreso sobre la
necesidad de salvaguardar semejantes emblemas de acciones
ultrajantes, que ameritan ser castigadas.
Además, los criterios que han empleado esos tribunales se
refieren a la noción de vaguedad en la descripción de la conducta
prohibida y/o en la falta de proporcionalidad de la pena impuesta.
No es el caso del artículo 191 del Código Penal Federal, del
cual se inserta de nueva cuenta su contenido:
“Artículo 191. Al que ultraje el escudo de la
República o el pabellón nacional, ya sea de palabra
o de obra, se le aplicará de seis meses a cuatro
125
años de prisión o multa de cincuenta a tres mil
pesos o ambas sanciones, a juicio del juez”.
En la descripción del tipo, según se ha manifestado, no hay
imprecisión tal que lo haga susceptible en sí mismo de ser
aplicado arbitrariamente.
Ello podría ocurrir, como en el caso de cualquier otra norma,
por un error en el aplicador de la misma, pero para defenderse de
esta suerte de errores hay medios ordinarios de defensa.
En el caso, no podría concluirse que, por razón de vaguedad,
la norma atenta contra el principio de seguridad jurídica, al no
prever de forma clara y delineada la conducta que se tipifica como
delito.
En efecto, el ultraje, conforme a la definición que proporciona
la Real Academia, es la acción de ajar, de tratar con desprecio o
de injuriar (que no es sino agraviar de palabra u obra). Agraviar,
pues, es el hecho o dicho contra toda razón y toda justicia.
No es difícil advertir que la palabra “ultrajar” resulta de la
conjunción de dos voces, el prefijo “ultra” y el verbo “ajar”, con lo
que da en significar el ajar en forma extrema.
Ajar significa maltratar o tratar mal con el ánimo de humillar,
de lastimar la dignidad; conoce como sinónimos menoscabar,
zaherir, baldonar, mancillar, vilipendiar, ofender, injuriar. Lo
126
anterior muestra que es posible dar de manera racional un
contenido preciso al verbo empleado por el legislador.
De esta simple enumeración cabe concluir que no puede
haber duda del sentido que quiso imprimir el legislador al tipo
penal. No se castiga a la opinión disidente sobre los símbolos
patrios, sino a la injuria. No se prohíbe hablar en contra del
escudo ni del pabellón nacional, se prohíbe hablar en forma
injuriante. Se prohíbe ultrajar, zaherir, ofender, insultar. A quien
corresponda aplicar la norma, tocará evaluar los hechos y decidir
si encuadran o no en ella. Y si esta aplicación se hace
equivocadamente, para eso existen medios de defensa ordinarios.
Tampoco puede analizarse en esta instancia el planteamiento
de una supuesta desproporcionalidad en la pena prevista en el
artículo 191 respecto de la conducta allí proscrita, pues en el
caso, el acto concreto de aplicación del mismo lo es la resolución
de segunda instancia que confirmó un auto de sujeción a proceso
y no una sentencia definitiva, en la que la pena hubiere sido
impuesta.
En suma: de lo expuesto al momento cabe concluir que 1) el
delito previsto en el artículo 191 sí encuadra en una de las
excepciones constitucionales que conoce el derecho a la libertad
de expresión; 2) los símbolos patrios sí están protegidos en el
orden jurídico mexicano a nivel constitucional, y 3) la expresión
“ultraje” no es de tal modo vaga, que violente la seguridad
jurídica.
127
De acuerdo con el orden jurídico constitucional que nos rige,
debe decirse como lo ha hecho alguno: “El escudo de la
República y el pabellón nacional son los símbolos de la nación
mexicana. Esta simple consideración explica fundadamente que
cualquier acto de vituperio, baldón u oprobio en contra de dichos
símbolos sea merecedor de sanción penal” (JIMÉNEZ HUERTA,
Mariano, loc. Cit.).
En otro orden de ideas, la posibilidad de ultrajar —con lo que
esto significa— sea a las personas, sea a las instituciones, sea a
los símbolos patrios, no puede tener un apoyo en la libertad de
expresión que establece la Constitución; en un Estado donde el
ultraje se estime como un ejercicio ordinario del derecho a la
manifestación de las ideas, sí se afectaría gravemente la
convivencia social.
En el caso del artículo 191 del Código Penal Federal se está
frente a uno de los límites constitucionales de la libertad de
expresión, y dicho en pocas palabras, quien ultraja a otro, no
puede tener como respaldo la libertad de expresión que establece
la Constitución, pues ésta, suma de los derechos y límite de los
deberes, no autoriza a nadie a ultrajar y menos cuando la propia
Carta Magna protege de forma tan específica a ciertos entes.
Así, el tipo penal en cuestión no impide la libre manifestación
de ideas ni vulnera la libertad de escribir y publicar textos y
expresar las convicciones que se tengan a favor o en contra de la
bandera nacional, sino sólo aquéllas que sean vertidas para
ajarla, ofenderla, mancillarla.
128
Conforme a lo manifestado, en la materia de la revisión
competencia de esta Primera Sala de la Suprema Corte de
Justicia de la Nación procede negar el amparo solicitado en
contra del artículo 191 del Código Penal Federal; y, reservar
jurisdicción al Tribunal Colegiado del Vigésimo Séptimo Circuito,
con residencia en la ciudad de Cancún, Quintana Roo, respecto
de los agravios que atañen a la legalidad del acto de aplicación
impugnado.
Por lo expuesto y fundado, se resuelve:
PRIMERO. En la materia de la revisión competencia de esta
Primera Sala de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, la
Justicia de la Unión no ampara ni protege a **********, en contra
de los actos que reclamó del Presidente de los Estados Unidos
Mexicanos y el Director del Diario Oficial de la Federación,
consistentes en la promulgación y publicación del artículo 191 del
Código Penal Federal, por las razones expuestas en la parte
considerativa de esta ejecutoria.
SEGUNDO. Se reserva jurisdicción al Tribunal Colegiado del
Vigésimo Séptimo Circuito, con residencia en Cancún, Quintana
Roo, para los efectos precisados en el último considerando de
esta resolución.
NOTIFÍQUESE; con testimonio de esta resolución, envíense
los autos al Tribunal Colegiado del Vigésimo Séptimo Circuito y,
129
en su oportunidad, archívese el expediente como asunto
concluido.
Así lo resolvió la Primera Sala de la Suprema Corte de
Justicia de la Nación, por mayoría de tres votos de los Señores
Ministros: José de Jesús Gudiño Pelayo, Sergio A. Valls
Hernández y Presidenta Olga Sánchez Cordero de García
Villegas; los Ministros José Ramón Cossío Díaz (ponente) y Juan
N. Silva Meza votaron en contra, y manifestaron que formularán
voto de minoría, se hizo cargo del engrose el Ministro José de
Jesús Gudiño Pelayo.
Firman la Ministra Presidenta de la Sala, el encargado del
engrose y los demás Ministros que integran la Primera Sala, con
el Secretario de Acuerdos, que autoriza y da fe.
PRESIDENTA:
MINISTRA OLGA SÁNCHEZ CORDERO DE GARCÍA
VILLEGAS.
MINISTRO PONENTE:
JOSÉ RAMÓN COSSÍO DÍAZ
ENCARGADO DEL ENGROSE:
MINISTRO JOSÉ DE JESÚS GUDIÑO PELAYO
130
MINISTRO SERGIO A. VALLS HERNÁNDEZ
MINISTRO JUAN N. SILVA MEZA
SECRETARIO DE ACUERDOS:
MANUEL DE JESÚS SANTIZO RINCÓN
“En términos de lo previsto en los artículos 3, fracción II, 13, 14 y 18 de la Ley
Federal de Transparencia y Acceso a la Información Pública Gubernamental, en
esta versión pública se suprime la información considerada legalmente como
reservada o confidencial que encuadra en esos supuestos normativos”.
131
VOTO DE MINORÍA QUE FORMULAN EL MINISTRO JOSÉ RAMÓN
COSSÍO DÍAZ Y EL MINISTRO JUAN N. SILVA MEZA EN EL A. R.
2676/2003 (QUEJOSO: **********), FALLADO POR LA PRIMERA
SALA DE LA SUPREMA CORTE EN SU SESIÓN PÚBLICA DE 5 DE
OCTUBRE DE 2005.
La Primera Sala emitió el pasado cinco de octubre una
resolución que incide en la delimitación del ámbito de protección que
tiene en nuestro país uno de los derechos humanos más básicos: la
libertad de expresión. Y lo ha hecho de un modo que, a nuestro juicio,
refleja un entendimiento equivocado del contenido y alcance de dicho
derecho, así como de la manera en que un Estado democrático puede
condicionar su libre ejercicio mediante normas de rango legal y, en
particular, mediante normas de naturaleza penal.
Las libertades fundamentales a expresarse y a publicar escritos.
Como es generalmente aceptado, la libertad de expresión es uno
de los derechos que radican en el núcleo mismo del Estado
democrático de derecho. Testimonio de ello es su consagración en los
principales instrumentos internacionales de derechos de los que
México es parte, como el Pacto Internacional de los Derechos Civiles y
Políticos (artículo 19) o la Convención Americana sobre Derechos
Humanos (artículo 13). Dicha libertad contiene una primera faceta
esencialmente negativa e individual, desde la que destaca su
condición de derecho que impone al Estado el deber de no interferir en
la actividad expresiva de los ciudadanos, y que asegura a estos
últimos un importante espacio de creatividad y desarrollo individual.
Pero la libertad de expresión e imprenta goza también de una vertiente
pública, institucional o colectiva de inmensa relevancia. Tener plena
libertad para expresar, difundir y publicar ideas es imprescindible no
solamente
para
poder
ejercer
plenamente
otros
derechos
fundamentales como el de asociarse y reunirse pacíficamente con
cualquier objeto lícito, el derecho de petición o el derecho a votar y ser
1
votado, sino que constituye además un elemento funcional de esencial
importancia en la dinámica de una democracia representativa.
En efecto: si los ciudadanos no tienen plena seguridad de que el
derecho los respeta y protege en su posibilidad de expresar y publicar
libremente sus ideas, es imposible avanzar en la obtención de un
cuerpo extenso de ciudadanos activos, críticos, comprometidos con
los asuntos públicos, atentos al comportamiento y a las decisiones de
los gobernantes, y capaces así de cumplir la función que les
corresponde en un régimen democrático. En otras palabras, cada vez
que un tribunal decide un caso de libertad de expresión o imprenta,
está afectando no solamente las pretensiones de las partes en un
litigio concreto, sino también el grado al que en un país quedará
asegurada la libre circulación de noticias, ideas y opiniones, así como
el más amplio acceso a la información por parte de la sociedad en su
conjunto, todo ello condición indispensable para el adecuado
funcionamiento de la democracia representativa. Así lo ha destacado
la Comisión Interamericana de Derechos Humanos en numerosos
informes, así como la Corte Interamericana de Derechos Humanos,
intérprete primario de instrumentos internacionales que nos vinculan,
en casos entre los que destaca la opinión consultiva 5/85. En esta
resolución, la Corte Interamericana destacó lo siguiente:
“… cuando la libertad de expresión de una persona es
restringida ilegalmente, no es sólo el derecho de esa
persona el que se está violando, sino también el derecho
de los demás de “recibir” información
e ideas. En
consecuencia, el derecho protegido por el artículo 13 tiene
un alcance y un carácter especiales, que evidencian por el
doble aspecto de la libertad de expresión. Por una parte,
requiere que nadie se vea limitado o impedido
arbitrariamente de expresar sus propios pensamientos. En
ese sentido, es un derecho que pertenece a cada persona.
En su segundo aspecto, por otra parte, implica un derecho
colectivo a recibir cualquier información y de tener acceso
a los pensamientos expresados por los demás”.
La libertad de expresión es un elemento fundamental sobre
el cual se basa la existencia de una sociedad democrática.
2
Resulta Indispensable para la formación de la opinión
pública. También constituye una conditio sine qua non para
el desarrollo de los partidos políticos, los gremios, las
sociedades científicas y culturales y, en general, de todos
los que desean influir al público. En resumen, representa la
forma de permitir que la comunidad, en el ejercicio de sus
opciones,
esté
suficientemente
informada.
En
consecuencia, puede decirse que una sociedad que no
está bien informada no es verdaderamente libre”.1
Esta relación entre libertad de expresión y práctica democrática,
así como la idea de que la misma confiere un “plus” a la primera,
cuando su ejercicio interactúa con otros derechos y bienes que los
órganos jurisdiccionales no pueden obviar, está en el centro de lo que
podemos llamar la “teoría estándar de la libertad de expresión”, que es
aplicada y salvaguardada por las Cortes constitucionales de los
Estados democráticos y de derecho de nuestro tiempo.
Es importante subrayar que el derecho que nuestra Constitución
Federal garantiza no es simplemente un derecho a expresarse, sino
un derecho a expresarse libremente. La libertad de expresión, en otras
palabras, protege al individuo no solamente en la manifestación de
ideas que comparte con la gran mayoría de sus conciudadanos, sino
también de ideas impopulares, provocativas o, incluso, aquellas que
ciertos sectores de la ciudadanía consideran ofensivas. La libertad de
expresión es, en muchos sentidos, un derecho al disenso, y esta
dimensión dota de pleno sentido al hecho de que la Constitución
Federal la consagre como un derecho fundamental que, como es
sabido, es una figura jurídica cuya razón de ser es la salvaguarda del
individuo frente a la decisión de las mayorías. Los derechos tienen por
naturaleza un carácter contramayoritario que obliga a desvincular su
contenido y alcance protector de las opiniones y determinaciones
tomadas por las mayorías en un cierto momento histórico.
Hay que precisar, asimismo, que las libertades de expresión e
imprenta protegen de manera especialmente clara y enérgica el
1
Opinión consultiva de trece de noviembre de mil novecientos ochenta y cinco (OC-5/85, Serie a,
número 5, párrafos 30 y 70).
3
derecho del individuo a expresar sus ideas en materia política. El
discurso político está más directamente relacionado que otros —por
ejemplo, el discurso de la publicidad comercial— con la función pública
e institucional de la libertad de expresión. Por lo tanto, la protección de
su libre difusión resulta especialmente relevante para que la libertad
de expresión cumpla cabalmente con su posición estratégica de cara a
la formación de la opinión pública, dentro del esquema estructural de
funcionamiento de la democracia representativa.
Lo anterior no significa que las libertades de expresión e
imprenta no tengan límites. Como cualesquiera otros derechos, no son
libertades ilimitadas. La Constitución Federal realiza una enumeración
explícita de cuáles son aquéllos. Al respecto, es digno de ser
destacado que la redacción del texto constitucional obliga claramente
a hacer una interpretación estricta de tales restricciones.2 Así, el
artículo 6° tiene una redacción que privilegia y destaca la imposibilidad
de someter la manifestación de ideas a inquisiciones de los poderes
públicos —“la manifestación de ideas no será objeto de ninguna
inquisición judicial o administrativa”—, mientras que las limitaciones al
derecho se presentan como excepción a un caso general —“sino en el
caso de que…”—.
Es necesario precisar, además, que aun cuando del tenor literal
del artículo 6° parece desprenderse que sólo las autoridades
jurisdiccionales o administrativas están sujetas a la prohibición
establecida, si entendemos correctamente la función de los derechos
fundamentales podemos fácilmente concluir que el legislador es,
desde luego, un destinatario pasivo tácito de la misma. Lo anterior no
es una cuestión de simple simetría, sino que obedece al hecho de que
El artículo 6° establece que “[l]a manifestación de ideas no será objeto de ninguna inquisición
judicial o administrativa, sino en el caso de que ataque a la moral, los derechos de tercero,
provoque algún delito, o perturbe el orden público; el derecho a la información será garantizado por
el Estado”; el primer párrafo del artículo 7º, por su parte, establece que “[e]s inviolable la libertad de
escribir y publicar escritos sobre cualquier materia. Ninguna ley ni autoridad puede establecer la
previa censura, ni exigir fianza a los autores o impresores, ni coartar la libertad de imprenta, que no
tiene más límites que el respeto a la vida privada, a la moral y a la paz pública. En ningún caso
podrá secuestrarse la imprenta como instrumento de delito”.
2
4
sólo bajo una interpretación de esa especie es posible el cumplimiento
integral de las funciones de este tipo de derechos en nuestro orden
jurídico. Es claro que, dada la estructura de nuestro ordenamiento
jurídico, las mencionadas autoridades jurisdiccionales y administrativas
sólo podrían realizar las inquisiciones a las que se refiere el artículo 6°
con una cobertura legal previa, con lo cual se sobrentiende que el
legislador se encuentra constitucionalmente impedido para proveerla.
En la redacción del artículo 7°, la intención de contener dentro de
parámetros estrictos las limitaciones a la libertad de expresión, es
todavía más clara: así, se dice que la libertad de escribir y publicar
escritos sobre cualquier materia es “inviolable”, y que “ninguna ley ni
autoridad puede establecer la previa censura, ni exigir fianza a los
autores o impresores, ni coartar la libertad de imprenta, que no tiene
más límite que el respeto a la vida privada, a la moral y a la paz
pública. En ningún caso podrá secuestrarse la imprenta como un
instrumento de delito” (énfasis añadido). Todas las expresiones
subrayadas, son claramente indicativas de la importancia que el
Constituyente atribuyó a consagrar del modo más enérgico la libertad
de
imprenta
y
someterla
a
límites
tasados
y
directamente
especificados por la Constitución Federal.
No hay duda de que el legislador puede dar especificidad a los
límites a las libertades de expresión e imprenta contemplados de
manera genérica en la Constitución, y de que el Código Penal no
puede ser, prima facie, excluido de los medios de los que puede
valerse a tal efecto. Sin embargo, tampoco es dudoso que la labor del
legislador penal debe poder cohonestarse en todos los casos con unas
previsiones constitucionales que no dan carta blanca a las autoridades
públicas a la hora de desarrollar y concretar los límites a los mismos,
sino que les obligan a examinar de modo muy cuidadoso los casos en
que la libertad de expresión entra en conflicto con bienes jurídicos o
derechos que la Constitución configura como límites a la misma y a
ponderar sus diversas exigencias. De lo contrario, se pondría en
5
riesgo el carácter supralegal de los derechos fundamentales y se
otorgarían
atribuciones
extraordinarias
al
legislador
ordinario,
representante de ciertas mayorías históricas y, por ende, contingentes.
Toda actuación legislativa que efectúe una limitación a los
derechos de libre expresión e imprenta, con la pretensión de concretar
los límites constitucionales previstos debe, por tanto, respetar
escrupulosamente el requisito de que tal concreción sea necesaria,
proporcional y por supuesto compatible con los principios, valores y
derechos constitucionales. El cumplimiento de estos requisitos es
especialmente importante cuando dichos límites son concretados
mediante el derecho penal que, como es sabido, es el instrumento de
control social más intenso con el que cuenta el Estado, lo cual exige
que su uso esté siempre al servicio de la salvaguarda de bienes o
derechos con protección constitucional clara.
Será obligado, pues, considerar constitucionalmente ilegítimas
aquellas determinaciones legislativas que afecten el ejercicio del
derecho a la libre expresión de un modo que demuestre claramente
que el legislador se ha apartado de su obligación de equilibrar de una
manera proporcionada las exigencias que derivan de este derecho,
con las exigencias de resguardar los bienes y derechos mencionados,
por vía de limitación, en los artículos 6° y 7° de la Constitución, cuyo
alcance, hay que subrayarlo también, debe delimitarse a la luz de la
totalidad de las disposiciones constitucionales.
La inconstitucionalidad del artículo 191 del Código Penal Federal
En este contexto, el delito tipificado en el artículo 191 del Código
Penal Federal no puede considerarse, a nuestro entender, una
concreción constitucionalmente legítima de los límites constitucionales
a la libertad de expresión e imprenta —los cuales, haciendo una
interpretación conjunta de lo establecido en los artículos 6° y 7°, se
concretan en la necesidad de no atacar la moral, los derechos de
6
tercero (y en especial la vida privada), no provocar algún delito y no
perturbar el orden público o la paz pública—3.
Empecemos por la necesidad de que el ejercicio de la libertad de
expresión no “ataque la moral”. No cabe duda que el concepto de
moral tiene una carga emotiva y una dimensión valorativa muy
grandes, y que difícilmente podrá desprenderse de su condición de
concepto esencialmente controvertido. Ello no significa, sin embargo,
que sea imposible darle concreción a los efectos de la interpretación
constitucional. Lo que sí es claro, es que dicha concreción no puede
venir dada por lo dispuesto, por ejemplo, por la Ley sobre Delitos de
Imprenta publicada el doce de abril de 1917, frecuentemente invocada
en el contexto de las discusiones sobre la libertad de expresión: si lo
que
queremos
es
interpretar
el
significado
de
los
límites
constitucionales del legislador (entre otras autoridades) en materia de
la libertad de expresión, es obvio que no podemos delegarle a él la
definición de tales límites, pues ello lo convertiría en un sujeto que
decide acerca de la constitucionalidad de sus actos, en lugar de que la
misma sea evaluada por un órgano jurisdiccional a la luz de lo
dispuesto en la Carta Magna.
La resolución del presente caso, sin embargo, no nos obliga a
proporcionar una definición exhaustiva del término “moral”, sino más
sencillamente a precisar lo que no puede entenderse comprendido en
la mención que a la misma se hace en los artículos 6° y 7° de la
Constitución. En este sentido, hay que afirmar que el término “moral”
que la Constitución menciona como límite expreso a la libertad de
expresión e imprenta, no puede hacerse coextensivo con la moral
“social” de un grupo determinado, esto es, no puede identificarse con
el conjunto de normas culturales que prevalecen en una sociedad y en
una época determinadas, plasmadas en sus costumbres, tradiciones y
estados de opinión más extendidos. El término “moral” mencionado en
El artículo 191 del Código Penal Federal dispone que “[a]l que ultraje el escudo de la República o
el pabellón nacional, ya sea de palabra o de obra, se le aplicará de seis meses a cuatro años de
prisión o multa de cincuenta a tres mil pesos o ambas sanciones a juicio del juez”.
3
7
los artículos constitucionales que nos ocupan, debe entenderse de un
modo muy restrictivo como equivalente de la moral “pública”, esto es,
el núcleo de convicciones básicas y fundamentales sobre lo bueno y lo
malo prevalecientes en un determinado núcleo social, sin que puedan
incorporarse dentro de esta categoría juicios sobre las más variadas
cuestiones que acontecen socialmente.
Si se interpreta el término “moral” de modo más extenso, se
convierte
en
una
cláusula
con
un
evidente
potencial
para
desnaturalizar la libertad de expresión, en vez de simplemente
limitarla. De poco serviría en la realidad la garantía de la libertad de
expresión e imprenta protegida como derecho fundamental por la
Constitución Federal, si los individuos sólo pudieran ejercerla hasta el
límite de no contrariar la moral social imperante en la comunidad en la
que viven, la cual, como es sabido, incluye a menudo creencias
totalmente incompatibles con el necesario respeto a los derechos
fundamentales de todas las personas, e intolerantes con el pluralismo
ideológico, político y filosófico inherente a las sociedades modernas.
De nuevo, hay que subrayar que sería imposible proteger la vigencia
de un derecho fundamental entendido como un derecho individual al
disenso, si el término “moral” se definiera de un modo no estrictamente
condicionado por la necesidad de fomentar el pleno ejercicio de las
libertades individuales fundamentales y el desarrollo desinhibido de la
vida democrática.
El delito tipificado por el artículo 191 del Código Penal Federal no
supera, desde esta perspectiva, el escrutinio constitucional. La
bandera y el escudo nacional son objetos materiales a los que muchas
personas atribuyen un significado simbólico relacionado, de un modo
no siempre fácil de aprehender, con sus convicciones políticas y con
aquellos elementos que, estiman, dotan a la sociedad de cohesión. Sin
embargo, en la medida en que el legislador ha emitido una norma
penal cuyo indeterminado alcance incide y limita el significado político
de la bandera —al tipificar un delito que castiga a aquel que “ultraje” el
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escudo de la república o el pabellón nacional—, va mucho más allá de
cualquier entendimiento razonable de lo que puede estimarse cubierto
por la necesidad de preservar la moral pública. Un delito así concebido
afecta directamente el núcleo protegido por la libertad de expresión, en
el que se encuentra, como ha quedado señalado anteriormente, la
libertad de expresar libremente las propias convicciones en cualquier
materia, y de modo especial en materia política.
El artículo 191 impone a todos los individuos el deber de aceptar
el significado simbólico de ciertos objetos tal y como es formulado por
ciertos sectores sociales, así sean estos mayoritarios, coartando con
ello la capacidad de los individuos de atribuir a dichos objetos un
significado simbólico diferente. Dicho precepto legal legitima la
imposición de una pena para todos aquellos que se atrevan a disputar
o desconocer, de palabra o de obra, en público o en privado, el
significado simbólico que las mayorías le otorgan a ciertos objetos. El
efecto del artículo examinado es obligar a los individuos a no
controvertir, en ningún caso, ciertas convicciones políticas, y no
simplemente asegurar la protección del núcleo de convicciones
morales sobre lo bueno y lo malo, básicas y fundamentales, de una
sociedad, haciendo nugatorio el derecho fundamental a la libre
expresión y la base del pluralismo político que nuestra Constitución
garantiza al más alto nivel.
Hay ciertamente muchas maneras de entender la moral y
muchas maneras de entender qué es lo debido, correcto y conveniente
en materia política, y sin duda el debido respeto a la moral impone
ciertas restricciones a lo que puede decirse y hacerse en materia
política. Sin embargo, el marco constitucional que nos rige no autoriza
que estas restricciones morales sean entendidas de modo que
permitan imponer a los individuos, bajo amenaza de sanción penal,
qué significado político simbólico deben atribuir a ciertos objetos,
porque ello equivaldría a despojar de toda significación a la libertad de
expresión e imprenta constitucionalmente protegidas.
9
No soslayamos, en conclusión, que el escudo y el pabellón
nacionales son, ciertamente, objetos dotados de un alto contenido
simbólico para un número importante de mexicanos. Que ello sea así,
sin embargo, en modo alguno significa que todos y cada uno de los
ciudadanos mexicanos deban, bajo amenaza de sanción penal,
conferirle
un
valor
simbólico
idéntico,
o
un
valor
simbólico
invariablemente positivo. Precisamente por las posibles diferencias
existentes en la consideración que se otorga a tales objetos, hay que
reconocer que la amenaza de sanción penal a quienes no adopten los
símbolos de la mayoría o, al menos, les confieran un valor diverso, no
es aceptable en nuestro orden jurídico; estas manifestaciones de
diferencia constituyen el contenido esencial de la libertad de expresión
y, por tanto, la discrepancia en el significado simbólico no puede dar
lugar a un ataque a la moral pública. Ver en las diferencias de
entendimiento o valoración de ciertos símbolos un ataque a la moral
que justifique una restricción a la libertad de expresión, es tanto como
abogar por la imposición de una homogeneidad social moralizante y
una particular visión nacionalista, lo cual es claramente incompatible
con el avance hacia la sociedad abierta y democrática que nuestra
Constitución postula.
En cuanto al límite consistente en la necesidad de respetar los
“derechos de terceros” y, en especial, su derecho a la privacidad, nos
parece también claro que no puede aplicarse en casos relacionados
con la bandera nacional. Los derechos cuyo respeto puede justificar
limitaciones a las garantías constitucionales descritas, tienen que ser
derechos fundamentales de las personas, y no cualquier derecho o
bien relacionado con lo que los particulares pueden hacer en ausencia
de
prohibiciones
legales
expresas,
pues
de
otro
modo
se
desconocerían las exigencias del texto constitucional sistemática y
coherentemente interpretado. A la luz de esta consideración, es claro
que la Constitución mexicana no otorga, ni explícita ni implícitamente,
a ningún individuo o colectivo, un “derecho fundamental a la bandera”
10
—esto es, un derecho subjetivo a que la bandera sea debidamente
venerada—, como es igualmente claro que tampoco puede pensarse
que la bandera en sí misma sea titular de derechos fundamentales. En
una democracia liberal, sólo las personas son titulares de derechos
fundamentales, y ello es uno de los rasgos que distinguen
radicalmente a este tipo de sistema político de los regímenes
totalitarios que tantas veces han instrumentalizado a la persona y a
sus derechos básicos en aras de proteger o engrandecer objetos o
entidades supraindividuales.
En cuanto al límite consistente en evitar la “provocación de algún
delito” mediante el ejercicio de la libertad de expresión e imprenta, es
igualmente claro que no es el objeto al servicio del cual el legislador
penal estableció el artículo 191 del Código Penal Federal. La
Constitución Federal prescribe acertadamente la necesidad de limitar
la libertad de expresión cuando la misma se use para incitar al odio,
hacer daño a los demás, cometer delitos, o hacer apología pública de
actos delictuosos. En los casos concretos, trazar la línea entre
aquellas expresiones que caen bajo el ámbito protegido por la libertad
de expresión y aquellas que pueden calificarse de incitación a la
comisión de delitos, es una operación no siempre fácil, que no
precluye la aparición de casos dudosos situados en la zona de
penumbra entre los dos ámbitos citados. Sin embargo, al nivel de
interpretación constitucional de la ley en el que se sitúa la labor de
esta Suprema Corte, es fácil concluir que el delito tipificado por el
artículo 191 no tiene por objeto evitar que la gente salga a las calles a
invitar a los demás a delinquir y causar daños. El objeto central del
delito contemplado en tal artículo es, por el contrario, sustraer del
ámbito de lo optativo para los individuos a ciertas ideas en materia
política.
En el contexto de nuestro ordenamiento, nada autoriza a los
particulares a incitar a la realización de actos delictuosos en los que
por alguna razón se haga intervenir a la bandera o al escudo nacional.
11
Sin embargo, tales actos podrán ser en todo momento perseguidos de
conformidad con lo dispuesto por otras disposiciones de nuestro orden
jurídico, sin que necesiten de una previsión legal que, como el artículo
191 del Código Penal Federal examinado, se proyecta de hecho sobre
comportamientos individuales de naturaleza radicalmente distinta.
Finalmente, tampoco puede sostenerse que el delito de ultraje a
la bandera o al pabellón nacional, queda cubierto por el límite de que
el ejercicio de la libertad de expresión no “perturbe el orden público”.
La mención al concepto de “orden público”, en el contexto de los
derechos fundamentales constitucionalmente garantizados, tiene un
referente esencialmente fáctico, extremo que queda confirmado por el
uso de las expresión “perturbar” el orden público en el artículo 6° de la
Constitución, y por el hecho de que el artículo 7° emplea la expresión
“paz” pública. Ello significa que lo que con la Constitución se quiere
evitar son los alborotos y las alteraciones graves a la paz pública que
redunden en daños directos a las personas o las cosas.
Es difícil, desde esta perspectiva, considerar al delito tipificado
en el artículo 191 del Código Penal Federal sea un instrumento al
servicio del mantenimiento del orden público, porque ello significaría
tanto como presumir, ex ante, que ciertas modalidades de ejercicio del
derecho a la libertad de expresión e imprenta, ocasionarán una
alteración de la paz pública, presunción que resulta incompatible con
una postura comprometida con la plena vigencia de los derechos
fundamentales. Si el ejercicio de la libre expresión provoca o no una
alteración a la paz y al orden público es algo que, en un Estado
democrático de derecho, sólo puede precisarse ex post y a la luz de
las pruebas sobre lo sucedido en un caso concreto, sin que sea
legítimo usar el Código Penal para realizar conclusiones apriorísticas
al respecto. De nuevo, hay que decir que las alteraciones al orden
público debidamente acreditadas, podrán legítimamente tratarse en
procesos orientados a establecer la comisión de delitos cuyo objeto
específico es evitarlas.
12
Es cierto que, junto con la interpretación fáctica de la expresión
“orden público” a la que nos acabamos de referir, es posible hacer una
interpretación normativa de la misma, caso en el cual se entendería
como una referencia al conjunto de bienes y derechos de los que el
Constituyente se erige en garante y expulsa del ámbito de lo
disponible por los individuos. Si este fuera el sentido que se le quisiera
dar a la expresión “orden público” en el artículo 6° constitucional —lo
cual pugnaría en algún grado con los resultados de una interpretación
sistemática de este artículo con el 7°—, habría que reproducir en este
punto lo que hemos señalado al referirnos a la noción de moral
pública: toda noción de orden público cuya delimitación no esté
presidida por el objetivo de fomentar la plena vigencia de los derechos
fundamentales
individuales
y
el
respeto
a
los
bienes
constitucionalmente protegidos, se convierte en un instrumento que,
lejos de dar efectividad a los valores superiores de un Estado
democrático de derecho, se convierte en una seria amenaza al mismo.
Desde esta perspectiva, hay que destacar que la Constitución
Federal no incluye a la bandera y el escudo entre los bienes
constitucionalmente valorados y protegidos. La Constitución menciona
en algunos puntos a los símbolos patrios, pero ello no permite
considerarlos “bienes constitucionalmente protegidos”, situados a un
nivel comparable al de los derechos fundamentales individuales. Las
referencias textuales son reveladoras al respecto.
El artículo 3°, primeramente, menciona como uno de los variados
objetivos que debe perseguir la educación en nuestro país la de
“fomentar, simultáneamente, el amor a la patria y la conciencia de la
solidaridad internacional en la independencia y en la justicia”, objetivos
que posteriormente se desglosan en una serie de apartados que
revelan el compromiso de nuestra Constitución con los principios que
sustentan la democracia liberal (libertad, igualdad, solidaridad,
laicidad, pluralismo, defensa de la razón y del progreso científico) y
13
con la premisa, también definitoria del Estado liberal democrático,
según la cual el único modo en que el Estado puede intervenir en la
conformación de las creencias de los individuos es mediante la
educación. La tesis de esta Suprema Corte que algunos de los
Ministros que han conformado la mayoría han sacado a colación,
refleja precisamente que en el contexto de nuestro ordenamiento no
existe un derecho fundamental a recibir una educación absolutamente
ajena al afán de fomentar el amor a la patria.4 Sin embargo, sí existe
un derecho fundamental a que, en otros contextos, los ciudadanos no
puedan ser obligados a sentir amor por la patria (o más exactamente,
por los objetos que tradicionalmente la han simbolizado), bajo
amenaza de una sanción penal que puede acarrear incluso la pérdida
de su libertad. Lo que el Estado quizá puede hacer por la vía de la
educación, no puede hacerlo mediante su instrumento más virulento y
delicado —el derecho penal— cuando ello se dirige, además, no a
colectivos que guardan con el Estado una relación de especial
sujeción (como los militares o los funcionarios públicos civiles) sino al
común de los ciudadanos, y lo que está en juego es preservar algún
tipo de significación para los derechos fundamentales constitucionales
a expresarse y a publicar escritos de modo libre.
Por otra parte, también nos parece digno de mención el que la
fracción XXIX-B del artículo 73 de la Constitución Federal sea una
norma de naturaleza competencial que otorga al Congreso la facultad
para “legislar sobre las características y uso de la bandera, escudo e
himno nacionales”, renunciando de este modo a otorgar categoría
constitucional a los símbolos nacionales, o a su valor. Sin dejar de
tener presente que las normas de competencia no delimitan por sí
mismas el alcance de los poderes y atribuciones de las autoridades
públicas, pues este alcance debe ser siempre el resultado de conjugar
las mismas con aquellas disposiciones constitucionales cuyo objeto es
4
Véase la tesis jurisprudencial 41/94 de la Cuarta Sala de la Octava Época, visible en la
página 20 del tomo 82 del Semanario Judicial de la Federación, de rubro
“TRABAJADORES AL SERVICIO DEL ESTADO. ES JUSTIFICADO EL CESE DE
UN PROFESOR QUE SE ABSTIENE DE RENDIR HONORES A LA BANDERA
NACIONAL Y ENTONAR EL HIMNO NACIONAL.
14
sentar límites o condiciones al proceder de los poderes públicos —
disposiciones constitucionales entre las que se encuentran, de modo
paradigmático, las que garantizan derechos individuales—, nos parece
que los términos en los que se concreta la competencia (legislar sobre
las “características y uso” de la bandera) son en sí mismos indicativos
del alcance que legítimamente puede tener la acción del Congreso en
este ámbito, pues remiten a la determinación de las características
externas, materiales y gráficas de la bandera, y a la regulación de sus
usos institucionales u oficiales.5
Hay una última alusión constitucional a los símbolos patrios
nacionales en el artículo 130 que confirma que las opiniones que uno
tenga sobre los mismos son inescindibles de las opiniones y
convicciones en materia política. Como evidencia su texto, el artículo
130 da concreción al principio histórico de separación entre el Estado
mexicano y las iglesias. En congruencia con este marco general, el
apartado d) de ese precepto limita los derechos políticos de los
ministros del culto, así como la posibilidad de que los ciudadanos
desarrollen actos que mezclen lo religioso y lo político.6 Estas
previsiones exceptúan o limitan los derechos fundamentales de una
categoría de personas —los ministros del culto— o de todos los
5
La revisión de los trabajos parlamentarios que condujeron a la inserción, en mil novecientos
sesenta y siete, de tal fracción en el artículo 73 de la Constitución Federal —la iniciativa presentada
por el senador Barrera Fuentes; el dictamen que en la Cámara de Senadores recayó sobre la
misma, y que la prefirió sobre la iniciativa presentada por el senador Murillo Vidal, que proponía la
inclusión de los símbolos nacionales en el texto constitucional; los debates desarrollados en el
seno de las dos Cámaras— evidencia que los reformadores actuaron movidos por la inquietud que
les provocaba la heterogeneidad de representaciones y materializaciones de la bandera y del
escudo nacional que la ausencia de una regulación adecuada al efecto había propiciado, y que se
inclinaron conscientemente por no otorgar categoría constitucional a los símbolos patrios,
relegando su disciplina al ámbito de la legislación ordinaria, en atención al peso que concedían a la
imposibilidad de imponer, por imperativo constitucional, el significado que los ciudadanos debían
atribuirles. La Ley sobre el Escudo, la Bandera y el Himno Nacionales, publicada en el Diario Oficial
de la Federación el ocho de febrero de mil novecientos ochenta y cuatro, se ciñe a esta intención
constituyente al regular las características físicas o estéticas de la bandera en su artículo 3° y los
detalles de su uso y difusión institucionales en los artículos 7 a 37, que pormenorizan la manera en
que debe ser plasmada en material oficial (sellos, papel, vehículos, medallas y similares), las
instituciones y ocasiones y fechas en la que puede o debe ser exhibida o usada, o el modo en que
debe ser empleada en actos oficiales de carácter internacional.
6 Este apartado establece que los “ministros no podrán asociarse con fines políticos, ni realizar
proselitismo a favor o en contra de un candidato, partido, o asociación política alguna. Tampoco
podrán en reunión pública, en actos de culto o en propaganda religiosa, ni en publicaciones de
carácter religioso, oponerse a las leyes del país o a sus instituciones, ni agraviar, de cualquier
forma, los símbolos patrios”; “[q]ueda estrictamente prohibida”, añade el siguiente párrafo, “la
formación de toda clase de agrupaciones políticas cuyo título tenga alguna palabra o indicación
cualquiera que se relacione con alguna confesión religiosa. No podrán celebrarse en los templos
reuniones de carácter político”.
15
ciudadanos en una dimensión muy particular —la de formar
agrupaciones políticas cuyo título incluya alguna referencia religiosa y
la de congregarse en templos para celebrar reuniones de carácter
político— en aras de proscribir, al máximo nivel normativo, la
interferencia entre los asuntos religiosos y los políticos. En esa
medida, la mención a los símbolos patrios resulta, en cierta medida,
imprescindible: es necesario exceptuar explícitamente a los ministros
del culto de la posibilidad de expresar libremente sus opiniones acerca
de los símbolos patrios, precisamente porque la regla general
constitucional es que ello está implícito en la libertad de expresión de
las propias opiniones políticas. Es necesario realizar una exclusión
específica porque, en ausencia de la misma, lo que las previsiones
constitucionales reflejan es que la libertad de conciencia, de expresión,
de publicación de escritos, así como el ejercicio de los derechos
políticos de los ciudadanos, incluye la libertad de cuestionar el
significado y el valor que las mayorías atribuyen a los símbolos patrios.
De nuevo, es preciso subrayar que tenemos muy presente que
muchas personas incluyen a la bandera nacional dentro del conjunto
de elementos constitutivos del imaginario colectivo del país, con
aquello que cohesiona a la sociedad y conforma en cada individuo
cierta versión de la historia del país. Todo Estado cuenta con
elementos con gran carga simbólica que funcionan como mecanismos
de cohesión social y ciudadana —aunque, es importante subrayarlo,
en los Estados multinacionales y en aquellos que son pluriculturales,
estos elementos no tienen casi nunca un significado simbólico
unívoco, y la cohesión social y ciudadana se articula en torno a
elementos muy distintos de los que tradicionalmente han fungido como
símbolos del Estado-nación: un himno, una bandera, un escudo—. El
Estado puede incluso, lo hemos subrayado, adoptar ciertas medidas
tomando en consideración la existencia de estos símbolos, como por
ejemplo, dictar una ley que regula sus características y su uso
institucional, o dar cierta orientación a los materiales educativos.
16
Lo que es, sin embargo, claramente incompatible con nuestro
marco constitucional, es que el Estado (en este caso el legislador)
decida defender “hasta las últimas consecuencias” —esto es,
mediante el uso del derecho penal— este icono simbólico mayoritario,
sacrificando derechos fundamentales de los individuos que, a
diferencia de la bandera, sí están protegidos por la Constitución. Como
un juez de la Corte Suprema estadounidense dijo en cierta ocasión,
utilizar el derecho penal para “defender la bandera” contradice la idea
misma de libertad que la bandera representa. La operación simbólica
de ver en una bandera un emblema del Estado democrático de
derecho en el que se pretende vivir, se convierte en algo totalmente
hueco si el derecho penal impide la plena vigencia del derecho de
cada individuo a manifestar libremente sus opiniones en materia
política.
No es ocioso concluir estos razonamientos con una reflexión
acerca de la pena contemplada por el artículo examinado. Las
personas que realicen la conducta tipificada por el artículo 191 del
Código Penal Federal, serán condenadas a una pena de seis meses a
cuatro años de prisión, o a una multa de cincuenta a tres mil pesos, o
a ambas sanciones, a juicio del juez. Una previsión que permitiría, en
este caso concreto, recluir al autor de un poema en una prisión hasta
por
cuatro
años
demuestra
que
el
legislador
no
ponderó
adecuadamente los elementos constitucionales relevantes y, en
concreto, la necesidad de equilibrar los límites constitucionales a la
libertad de expresión con el ejercicio verdaderamente libre de la
misma. El uso de una expresión vaga —la noción de “ultraje” al
pabellón o al escudo nacional—, aunada a la posible imposición de
unas penas desproporcionadas, tiene un efecto especialmente
negativo sobre el ejercicio de la libertad de expresión. —con
independencia de los defectos que puedan achacársele desde la
perspectiva que toma en cuenta las exigencias del principio de
legalidad en materia penal—. Si los ciudadanos de este país abrigan
algún tipo de duda acerca de si su comportamiento puede o no ser
17
incluido por las autoridades bajo la amplia noción de “ultraje” a la
bandera nacional, renunciarán a ejercer su derecho a la libre
expresión del modo desenvuelto que es propio de una democracia
consolidada y se refugiarán en la autocensura.
Conclusión
De los argumentos desarrollados se desprende, en conclusión,
que el artículo 191 del Código Penal Federal ha de considerarse
violatorio de la libertad de expresar ideas y escribir y publicar escritos
sobre cualquier materia. Dicho precepto posibilita la sanción de
conductas que no pueden relacionarse con la necesidad de evitar
perturbaciones al orden o a la paz pública, ni de evitar que la gente
incite a la comisión de delitos, ni con la necesidad de proteger la moral
y los derechos de los terceros. La pretensión del legislador de
imponer, mediante un instrumento que en un Estado democrático es
siempre de ultima ratio —el derecho penal—, significados simbólicos
ligados esencialmente a las convicciones políticas de los individuos,
desconoce la libertad fundamental de expresar ideas que en dicho
ámbito les atribuye la Constitución Federal.
Por todo ello, estamos en contra de la resolución apoyada por la
mayoría. Lo que nos correspondía determinar como Primera Sala de la
Suprema Corte, no podemos olvidarlo, no es si el señor **********
escribió un buen o un mal poema, o si nosotros diríamos de la bandera
nacional lo mismo que él dice. Lo que nos competía determinar es
aquello que una persona tiene derecho a decir en México sin sufrir una
persecución penal que lo marca de por vida y que lo puede llevar
incluso a la cárcel. Lo que nos correspondía, en definitiva, era
garantizar el ámbito de protección de un derecho fundamental y emitir
una resolución que diera plena operatividad práctica a lo que nuestra
Constitución establece, otorgando plena vigencia a los derechos
civiles de los ciudadanos, elemento sobre el cual debe apoyarse la
construcción de la democracia que nuestra Constitución prevé. Ello
18
nos obligaba a amparar al quejoso contra el artículo 191 del Código
Penal Federal, como medida imprescindible para salvaguardar el
núcleo de su derecho a expresarse libremente en nuestro país, y a
difundir las propias ideas mediante la publicación de escritos.
Amparar al quejoso en esta instancia no implicaba —es
importante
subrayarlo—
hacer
una
declaración
general
de
inconstitucionalidad del artículo 191 del Código Penal Federal, ni
expulsarlo definitivamente del ordenamiento jurídico. Como es propio
del juicio de amparo en nuestro sistema jurídico, mediante el cual no
se ejerce un control de constitucionalidad de la ley con efectos erga
omnes, sino inter partes, esto es, para el caso concreto y no de
manera abstracta, el delito de ultraje a los símbolos patrios se
mantendría en el Código Penal y podría constituir el parámetro para
perseguir penalmente las conductas que así lo ameriten. En un caso
como el que hemos debatido, sin embargo, en el cual está en juego la
preservación del contenido esencial de la libertad de expresión (pues
escribir poemas es quizá la manifestación más clásica y menos
controvertida de esta libertad), el respeto al orden constitucional
obligaba a esta Sala a declararlo inaplicable, pues el simple hecho de
dejar la puerta abierta a un juez para que pueda utilizarlo para calificar
penalmente la conducta del señor ********** implica legitimar una
violación a las libertades más básicas de este último.
MINISTRO JOSÉ RAMÓN COSSÍO DÍAZ
MINISTRO JUAN N. SILVA MEZA
EL SECRETARIO DE ACUERDOS DE
LA PRIMERA SALA
LIC. MANUEL DE JESÚS SANTIZO RINCÓN.
19
“En términos de lo previsto en los artículos 3, fracción II, 13, 14 y 18 de la Ley
Federal de Transparencia y Acceso a la Información Pública Gubernamental, en
esta versión pública se suprime la información considerada legalmente como
reservada o confidencial que encuadra en esos supuestos normativos”.
20
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