1 El marco de referencia de la vulnerabilidad de los activos: Reevaluando las estrategias de reducción de la pobreza urbana CAROLINE O. N. MOSER The World Bank, Washington, DC, USA Resumen.- Identificar lo que los pobres tienen, en vez de lo que no tienen, enfoca la atención en sus activos. Este trabajo contribuye a la extensa literatura de la vulnerabilidad de los activos al categorizar los activos de los pobres urbanos en términos de un “marco de referencia de la vulnerabilidad de los activos”. Estos incluyen los activos tangibles, como la mano de obra y el capital humano, y activos productivos menos conocidos, como la vivienda, así como las relaciones domésticas y el capital social. Los resultados de un estudio urbano reciente muestran que los pobres administran portafolios complejos de activos, e ilustran cómo la administración de los activos afecta a la pobreza y la vulnerabilidad de las familias. Traducido a la práctica operacional, este marco de referencia facilita las intervenciones que promueven oportunidades, a la vez que eliminan obstáculos, para asegurar que los pobres urbanos usen sus activos productivamente. © Elsevier Science Ltd. Todos los derechos reservados. Palabras clave – activos, vulnerabilidad, relaciones familiares, capital social, mano de obra, vivienda. 1. INTRODUCCIÓN Después de más de una década de deuda y recesión, y de políticas de estabilización económica y ajuste estructural, tanto en las economías en desarrollo como en las que están en transición, la reducción de la pobreza estructural ha resurgido como una prioridad central del desarrollo. Esta revivida atención a la pobreza no sólo ha renovado los debates conceptuales y metodológicos acerca de los significados y las mediciones de la pobreza, sino que también ha desafiado a los diseñadores de políticas a reevaluar la viabilidad de las intervenciones utilizadas actualmente para la reducción de la pobreza. Este trabajo intenta contribuir al debate acerca de las estrategias locales de reducción del nivel de pobreza más sustentables, que fortalezcan las soluciones inventivas propias de la gente, en vez de sustituirlas, bloquearlas o socavarlas. Basado en los resultados empíricos de un estudio de investigación urbano recientemente terminado, busca identificar lo que los pobres tienen, en vez de lo que no tienen, y al hacerlo dirige la atención hacia sus activos. Apoyándose en el extenso trabajo de Sen (1981), Swift (1989), Maxwell y Smith (1992), Davies (1993), Devereux (1993) y Putnam (1993), este trabajo categoriza los activos de individuos (mujeres, hombres y niños), familias y comunidades urbanos pobres en términos de un “marco de referencia de vulnerabilidad de los activos” de cinco líneas. Estas incluyen activos tangibles bien conocidos como la mano de obra y el capital humano, activos productivos menos conocidos como la vivienda, y activos intangibles mayormente invisibles como las relaciones dentro de la familia y el capital social. 2 Esto proporciona la oportunidad de explorar empíricamente la contribución de un estudio urbano de respuestas longitudinales a la crisis macroeconómica, en vez de estudios de respuestas a corto plazo a desastres naturales y de causas humanas, a los debates actuales sobre la vulnerabilidad de los activos y las estrategias de reducción de pobreza que van asociadas con ellos. Los resultados de investigación muestran que los mismos pobres son administradores de portafolios complejos de activos. Al subrayar tanto los obstáculos como las oportunidades en la acumulación de activos, este trabajo ilustra cómo la administración de los activos afecta la administración familiar. Traducido a términos operacionales, este marco de referencia contribuye al desarrollo de herramientas analíticas más apropiadas para facilitar las intervenciones que promueven oportunidades, a la vez que eliminan obstáculos clave. Se espera que esto ayude a los pobres urbanos a usar todo su portafolio de activos tan productivamente como sea posible, complementando las políticas actuales de reducción de la pobreza que dirigen su atención especialmente al capital humano y la mano de obra (World Bank, 1990). 2. ANTECEDENTES El renovado interés en la reducción de la pobreza dentro de la comunidad internacional fue marcado por el Reporte de Desarrollo Mundial sobre la Pobreza [World Development Report on Poverty (WDR)] (World Bank, 1990).1 Siguiendo esta línea, un resurgimiento similar del interés por parte de importantes agencias de ayuda multinacionales y bilaterales significa que la mayoría de las agencias han convertido ya a la reducción de la pobreza en su objetivo primario (UNDP, 1993; Camdessus, 1990; ODA, 1995). Desde 1990, no sólo ha crecido el número de pobres, sino también el debate conceptual acerca de las diferencias en el significado y en la medición de la pobreza. En su forma más simplista, la llamada “nueva agenda de la pobreza” (Lipton y Maxwell, 1992) ha sido resumida de manera muy útil en términos de dos aproximaciones alternativas “polarizadas” a la pobreza ((Baulch, 1996a). La primera es la aproximación “convencional” y “objetiva” que identifica el ingreso/consumo como el mejor representativo de la pobreza (Ravallion, 1992). Este es usualmente medido mediante estudios en familias con un muestreo al azar en gran escala, con una preferencia por el gasto de consumo sobre los ingresos como más estable a lo largo del tiempo (Lipton y Ravallion, 1995). La segunda es la aproximación “subjetiva” y “participativa”, que rechaza la aproximación del ingreso/consumo como una visión estrecha y reduccionista, que sirve a las necesidades tecnocráticas de los profesionales del desarrollo y no comprende las complejas y diversas realidades locales en las que los pobres viven (Chambers, 1992, 1995). La aproximación “participativa” utiliza indicadores múltiples y subjetivos del estatus de pobreza que emergen de la experiencia de los pobres, recolectados mediante técnicas participativas que incluyen discusiones de grupo de atención, ejercicios de visualización y caminatas transversales. En cuanto a las políticas, el Reporte WDR (World Bank, 1990) delineó una estrategia generalizada de reducción de la pobreza basada en tres componentes internamente consistentes: primero, el crecimiento económico, utilizando intensivamente la mano de obra de los pobres como su activo más importante; segundo, inversiones en educación y salud básicas (capital humano) para permitirle a los pobres utilizar su mano de obra productivamente; y tercero, la provisión de redes de seguridad social para proteger a 3 los grupos vulnerables y los más pobres.2 Los principios básicos de esta estrategia triple han sido respaldados por la mayoría de las agencias de desarrollo, y adoptados ampliamente para el desarrollo de soluciones de reducción de la pobreza. En el Banco Mundial, por ejemplo, proporcionan el prototipo de marco de referencia para todas las evaluaciones a nivel nacional de la pobreza que son emprendidas como la base para el diálogo entre el gobierno y la sociedad civil sobre la reducción de la pobreza, y en la posterior integración de la reducción de la pobreza en estrategias de asistencia nacional. Aunque los que promueven las aproximaciones más “participativas” frecuentemente han proporcionado menús y listas de “implicaciones prácticas” (Chambers, 1989, 1995, p. 37), han tendido a evitar desarrollar marcos de referencia operacionales generalizados para intervenciones participativas de reducción de la pobreza a nivel local.3 3. LA VULNERABILIDAD Y LOS ACTIVOS: DEBATES CONCEPTUALES Detrás de este simplificado “dualismo” de las mediciones, los significados y las estrategias de reducción de la pobreza hay un escenario mucho más complejo. Una reciente revisión del rango de los conceptos de pobreza, por ejemplo, esquematizó una pirámide de seis niveles, con el consumo privado en la parte más alta de la pirámide y el consumo privado, los recursos de propiedad común, los bienes proporcionados por el estado, los activos, la dignidad y la autonomía en la base de la pirámide. (Baulch, 1996b). Al mismo tiempo, recientes debates conceptuales y recomendaciones de políticas, tales como las que se derivan de la investigación de la hambruna rural y la seguridad alimentaria (incluyendo emergencias causadas por sequía o guerra), han cambiado fundamentalmente el “panorama” al introducir conceptos como las vulnerabilidades y las capacidades con políticas que se enfocan en los activos y los derechos inherentes [“entitlements”]. En la década desde que Sen escribió su obra pionera acerca de las hambrunas y los derechos inherentes (Sen, 1981), las ideas acerca de las causas e impactos de las crisis del sustento [“livelihood” = modo de ganarse la vida] han proliferado, dando como resultado una considerable, a veces “desconcertante” confusión de marcos de referencia intelectuales y paradigmas alternativos en competencia que utilizan palabras similares de diferentes maneras (Longhurst, 1994, p. 17). Desde esta rica área de creciente interés, varias cuestiones conceptuales son operativamente relevantes para un estudio urbano recientemente terminado de respuestas de las familias a la “crisis” económica. Este estudio urbano fue realizado en cuatro comunidades pobres en ciudades cuyos países estaban experimentando dificultades económicas durante los años ochenta: Lusaka, Zambia; Guayaquil, Ecuador; el área metropolitana de Manila, Filipinas, y Budapest, Hungría. Los resultados empíricos hicieron notar las limitaciones de analizar los datos sólo en términos de mediciones de pobreza de consumo/ingresos. El marco de referencia para examinar las respuestas de cada familia al deterioro de las circunstancias macroeconómicas y las condiciones del mercado laboral – “cómo se ha sentido el impacto en el piso” (World Bank, 1995)4 – identifica las siguientes cuatro cuestiones como de especial importancia: (a) Diferenciar entre pobreza y vulnerabilidad Capturar los aspectos multidimensionales del cambiante bienestar socioeconómico en las comunidades pobres requiere identificar los niveles de pobreza y los tipos de vulnerabilidad. El concepto de vulnerabilidad, aunque ha sido usado a menudo como 4 sinónimo de pobreza, no es lo mismo. Como las medidas de pobreza están generalmente fijas en el tiempo, la pobreza es esencialmente un concepto estático. En contraste, la vulnerabilidad es más dinámica, y captura mejor los procesos de cambio conforme “la gente entra y sale de la pobreza” (Lipton y Maxwell, 1992, p. 10). Aunque la gente pobre está usualmente entre los más vulnerables, no toda la gente vulnerable es pobre, una distinción que facilita la diferenciación entre poblaciones de bajos recursos. En áreas como el manejo de desastres, la epidemiología y la seguridad alimentaria, la vulnerabilidad ha sido definida específicamente.5 Sin embargo, con el paso de los años, su significado se ha expandido considerablemente para incluir una variedad de elementos y situaciones de “seguridad del sustento”, incluyendo la exposición a riesgos, situaciones peligrosas, choques traumáticos y estrés, dificultad para afrontar contingencias, y vinculado a los activos netos (Longhurst, 1994, p. 18). Cualquier definición requiere la identificación de dos dimensiones de vulnerabilidad: su sensibilidad (la magnitud de la respuesta de un sistema a un evento externo) y su resistencia (la facilidad y rapidez de la recuperación de un sistema tras un problema) (Blaikie y Brookfield, 1987; Bayliss-Smith, 1991). El estudio urbano define la vulnerabilidad como la inseguridad y la sensibilidad en el bienestar de los individuos, las familias y las comunidades al enfrentarse a un entorno cambiante, e implícito en esto su resistencia y capacidad de respuesta a los riesgos que enfrentan durante tales cambios negativos. Los cambios ambientales que amenazan el bienestar social pueden ser ecológicos, económicos, sociales y políticos, y pueden tomar la forma de impactos repentinos, tendencias a largo plazo o ciclos de temporadas. Junto con estos cambios con frecuencia vienen un creciente riesgo e incertidumbre y una disminución de la autoestima.6 (b) Diferenciar entre vulnerabilidad y capacidades Una segunda cuestión de relevancia operacional tiene que ver con la importante distinción entre vulnerabilidad y la capacidad. Al argumentar que “el desarrollo es un proceso mediante el cual las vulnerabilidades (o capacidades) físico/materiales, socio/organizacionales y motivacional/actitudinales son reducidas o incrementadas, Anderson y Woodrow (1989, p. 12) argumentaron que los trabajadores de auxilio deberían evitar ver a los clientes como “víctimas indefensas”, porque tienen muchos recursos incluso en tiempos de emergencia, y que estos recursos deberían formar la base para la recuperación (Longhurst, 1994). Las dificultades y caídas económicas pueden intensificar la adversidad tanto como los impactos o desastres repentinos. En este caso las capacidades de los individuos o de las familias son influenciados profundamente por factores que van de las posibilidades de ganarse la vida a los efectos sociales y psicológicos de la privación y la exclusión. Estos incluyen las necesidades básicas de las personas, el empleo con salarios razonables y las facilidades de salud y educación (Streeten et al., 1981), y pueden incluir también el sentimiento socialmente generado de indefensión que frecuentemente acompaña a la crisis económica – lo que Sen (1985), en su discusión de las capacidades humanas, llama la “política de la esperanza y la desesperación” – con sus tasas delictivas asociadas (Bardhan, 1996). (c) Relacionar la vulnerabilidad con la posesión de activos La relación crítica entre vulnerabilidad y posesión de activos proporciona una tercera cuestión operacionalmente significativa. Analizar la vulnerabilidad requiere 5 identificar no sólo la amenaza sino también la “resistencia”, o la capacidad de respuesta al explotar oportunidades, y al resistir o recuperarse de los efectos negativos de un entorno cambiante. Los medios de resistencia son los activos y los derechos inherentes que los individuos, las familias o las comunidades pueden movilizar y administrar al enfrentar las dificultades. La vulnerabilidad está por lo tanto estrechamente vinculada a la posesión de activos. Entre más activos tienen las personas, menos vulnerables son, y entre mayor es la erosión de los activos de las personas, mayor es su inseguridad. Como en el caso de la vulnerabilidad, las confusiones conceptuales y categorías que se sobreponen entre sí en la extensa literatura acerca de los derechos inherentes, los activos y la dotación [“endowment”] reflejan no sólo un debate en rápido desarrollo, sino también los divergentes objetivos de los diferentes investigadores del área. Así, Sen (1981), en su aproximación de los derechos inherentes, distingue entre dotaciones de posesión (de tierra, mano de obra, etc.) y derecho inherente de intercambio;7 Swift (1989) analiza la vulnerabilidad y la seguridad como una función de los activos, que clasifica como inversiones (inversiones humanas en educación y salud, e inversiones físicas en vivienda, equipo y tierra); reservas (alimentos, dinero u objetos valiosos como las joyas) y reclamos hacia otros de asistencia (incluyendo la amistad, el parentesco, las redes y los patrocinadores en la comunidad, el gobierno y la comunidad internacional);8 y finalmente Maxwell y Smith (1992), al identificar los riesgos para el derecho inherente a la alimentación, clasifican cinco fuentes de derechos inherentes como el capital productivo, el capital no productivo, el capital humano, los ingresos y los reclamos.9 El debate vulnerabilidad/posesión de activos ha tenido que ver principalmente con el sector rural. En consecuencia, en el contexto de un estudio urbano es importante también identificar cualquier rasgo distintivo de la vulnerabilidad urbana derivado de los activos específicos que los pobres urbanos controlan. Tres características generalizadas de la vida urbana identificadas a menudo como que diferencian las áreas urbanas de las rurales son los niveles de cosificación [“commoditization”], riesgo ambiental y fragmentación social. La naturaleza altamente “cosificada” del sector urbano significa que la mano de obra es el activo más importante de los pobres urbanos, generando ingresos ya sea directamente en términos de su valor de intercambio monetario a través del empleo asalariado o indirectamente mediante la producción de bienes y servicios que son vendidos a través de las actividades de autoempleo del sector informal (World Bank, 1991c, p. 3).10 Otro aspecto de un contexto cosificado es que las familias urbanas pagan por sus alimentos y su vivienda en vez de depender de su propia producción. También pueden depender más de la compra de servicios como el transporte y la educación que los que viven en un entorno rural. Aunque el acceso a la tierra y la vivienda varía de un contexto a otro y es a menudo ilegal e inseguro, cuando lo hay representa más que un techo para asegurar el bienestar físico (Hardy et al., 1990). En el contexto urbano, la vivienda es un activo importante que genera ingresos mediante, por ejemplo, la renta de habitaciones y el uso de su espacio para actividades de producción basada en el hogar. Aunque los pobres urbanos se pueden beneficiar de la provisión de servicios del sector público, la vivienda de mala calidad y los inadecuados suministro de agua, salubridad y recolección de desperdicios sólidos son riesgos ambientales que a menudo tienen un impacto especialmente serio sobre el capital humano, la salud y el bienestar de los pobres urbanos (Harday et al., 1990). La contaminación del ambiente debida a la mala salubridad y recolección de desperdicios puede ser exacerbada por la contaminación industrial y vehicular del aire y el agua. 6 Finalmente, los pobres urbanos pueden ser especialmente vulnerables a la fragmentación social. Los mecanismos comunitarios e interfamiliares de confianza y colaboración pueden ser debilitados por una mayor heterogeneidad social y económica, asociada con un rango de distribución más amplia de ingresos, oportunidades y acceso a infraestructura, servicios, e influencia política en las áreas urbanas. Esto contrasta con la “economía moral” de las áreas rurales, en donde el derecho de hacer reclamos a otros y la obligación de transferir un bien o servicio están incrustadas en el tejido social y moral de las comunidades (Scott, 1976), y un “continuo de intercambio” (Sahlins, 1965) de transferencias fuera del mercado es sostenido en su mayor parte por el interés propio a largo plazo de las familias en busca de un aseguramiento mutuo contra la inseguridad del sustento (Platteau, 1991). La evidencia de que una escasez moderada puede engendrar un mayor intercambio fuera del mercado proporciona recomendaciones de políticas para fortalecer y extender los sistemas locales de aseguramiento mutuo (Adams, 1993). Otra investigación reciente sobre la confianza y la colaboración relevante al contexto urbano incluye nuevos trabajos acerca de la “exclusión social”, crucial para el discurso en Europa Occidental acerca del desempleo y la privación en contextos de globalización económica (Gore, 1995), y el rápidamente creciente debate sobre el “capital social”. Aunque los antropólogos han reconocido desde hace mucho tiempo la importancia del capital social como algo crítico para construir y mantener la confianza necesaria para la cohesión social y el cambio, los economistas están empezando a reconocer su importancia como determinante de la viabilidad y productividad de las actividades económicas.11 Putnam, por ejemplo, define las “existencias” [“stocks”] de capital social como las redes recíprocas informales y organizadas de confianza y normas incrustadas en la organización social de las comunidades, con instituciones sociales tanto jerárquicas como horizontales en su estructura (Putnam, 1993).12 En el estudio urbano, el grado en el que la crisis económica incrementa o erosiona el capital social puede tener consecuencias importantes a largo plazo para la capacidad de una comunidad de crear y sustentar servicios de provisión alternativa si los servicios proporcionados públicamente se deterioran. La capacidad de responder a los cambios en el ambiente externo depende no sólo de la confianza y la colaboración a nivel comunitario, sino también de la cohesión social incrustada en las relaciones a nivel familiar e intrafamiliar. En el nivel de la familia, los factores internos del ciclo de vida que afectan la estructura y la composición de las familias, como el nacimiento, el matrimonio, y la muerte, pueden afectar su capacidad de responder a cambios externos (Evans, 1989). Al interior de las familias, las asimetrías de los derechos y las obligaciones basadas en el género y la edad se traducen en diferencias en la capacidad de afrontar las dificultades económicas (Sen, 1990; Elson, 1991; Moser, 1993). Contribuyendo a los extensos debates sobre activos/vulnerabilidad identificados anteriormente, el estudio urbano desarrolló una clasificación de activos, apropiada para los pobres urbanos identificados en términos de un “marco de referencia de vulnerabilidad de los activos”. Esto incluye activos tangibles bien conocidos como la mano de obra y el capital humano, priorizados en el Reporte de Pobreza WDR de 1990 (World Bank, 1990), pero es un marco de referencia más inclusivo que comprende activos productivos menos conocidos como la vivienda, y activos intangibles mayormente invisibles como las relaciones familiares y el capital social. Estos pueden ser resumidos como sigue: - Mano de obra: comúnmente identificado como el activo más importante de la gente pobre. 7 - Capital humano: estado de salud, que determina la capacidad de las personas para trabajar, y destrezas y educación, que determinan la retribución de su trabajo. Activos productivos: para las familias pobres urbanas el más importante es a menudo la vivienda. Relaciones familiares: un mecanismo para conjuntar los ingresos y compartir el consumo. Capital social: la reciprocidad dentro de las comunidades y entre las familias basada en la confianza derivada de los lazos sociales. (d) Categorizar las estrategias de afrontamiento y administración de los activos La capacidad de evitar o reducir la vulnerabilidad depende no sólo de los activos iniciales, sino también de la capacidad de administrarlos, de transformarlos en ingresos, alimentos u otras necesidades básicas. La cuarta y última cuestión de relevancia operacional considerada aquí tiene que ver con la categorización de las estrategias de afrontamiento/supervivencia/respuesta. Estos conceptos no son de ninguna manera nuevos: durante los últimos treinta años, en el contexto urbano del Tercer Mundo, por ejemplo, se han convertido en elementos importantes en las etnografías antropológicas de las “villas miseria” [“shanty town”]. El papel de las redes económicas, sociales y políticas de intercambio recíproco como mecanismos críticos para la supervivencia fue subrayado en la “cultura de la pobreza” de Lewis (Lewis, 1961), el “mito de la marginalidad” de Perlman (Perlman, 1976) y las “redes y marginalización” de Lomnitz (Lomnitz, 1977), para citar tres estudios clásicos de los barrios pobres en América Latina. La literatura de la seguridad alimentaria, sin embargo, le ha dado un nuevo significado al término “estrategia de afrontamiento”, debido a su uso operacional como un predictor de la crisis alimentaria. Ya que las herramientas de monitoreo requieren indicadores mesurables, se han desarrollado definiciones más precisas y categorizaciones sofisticadas (Maxwell y Frankenberger, 1992). Davies (1993), por ejemplo, distingue entre afrontar, una respuesta de corto plazo a una inmediata y poco habitual disminución del acceso a los alimentos, y adaptarse, definido como un cambio permanente en la mezcla de formas en las que se adquieren los alimentos, independientemente del año de que se trate (Davies, 1993, p. 60). Existe un creciente reconocimiento de que los pobres son administradores estratégicos de complejos portafolios de activos. Esto subraya las limitaciones de utilizar indicadores unidimensionales de las estrategias de afrontamiento para medir las “complejidades que necesitan ser comprendidas antes de que puedan ser simplificadas para la elaboración y la implementación de políticas” (Davies, 1993, p. 68). En el contexto urbano, en el que los riesgos y la incertidumbre son la consecuencia de menores ingresos reales, precios más altos y la disminución de la cantidad o la calidad de la infraestructura económica y social, dos herramientas analíticas de la literatura de la seguridad alimentaria parecen ser especialmente relevantes. La primera es una útil distinción entre “estrategias de obtención de ingresos”, cuyo objetivo es adquirir alimentos, y “estrategias de modificación del consumo”, cuyo objetivo es restringir el agotamiento de los recursos alimenticios y no alimenticios (Devereux, 1993, p. 57). La segunda es la importancia de la “secuenciación de las estrategias” – la adopción secuencial de las estrategias de afrontamiento – subrayada por la evidencia empírica que demuestra que la preservación de los activos frecuentemente tiene prioridad sobre la 8 satisfacción de las necesidades alimentarias inmediatas (de Waal, 1989). Esto muestra que las familias seleccionan de entre una variedad de respuestas nutricionales, económicas y sociales que tienen disponibles (Corbett, 1988), y la secuenciación es “el producto de varios cálculos complejos (aunque mayormente intuitivos) acerca de la viabilidad, los costos relativos y la ganancia esperada de cada opción, tanto inmediatamente como para el futuro”. En el estudio urbano, es útil explorar se puede aislar una secuencia lineal, o “etapas discretas” o, como se encontró en algunos estudios rurales, “la adopción simultánea de varias respuestas confunde esto” (Devereux, 1993, p. 59). 4. RESULTADOS DE INVESTIGACIÓN: LA ADMINISTRACIÓN DEL PORTAFOLIO DE ACTIVOS EN UN CONTEXTO URBANO DE CRISIS ECONÓMICA Esta sección subraya los principales resultados del estudio urbano,13 incorporando cuestiones sustantivas identificadas anteriormente en un marco de referencia de la vulnerabilidad de los activos.14 De esta manera, el estudio relaciona las mediciones de ingresos-pobreza con dimensiones más dinámicas de la vulnerabilidad, relativas a las “existencias” de activos que las familias pobres acumulan o pierden durante un período de “crisis económica”. Ilustrar cómo las familias pobres administran sus portafolio plantea varias preguntas críticas: ¿Qué riesgos toman las familias pobres para soportar crisis económicas de largo plazo, sin daños irreversibles a su posición de activos netos? Bajo condiciones de incertidumbre prolongada, ¿cómo diversifican las familias sus activos, minimizan la vulnerabilidad y previenen la erosión de los activos? Finalmente, ¿son algunos activos más finitos que otros? ¿En qué etapa están los activos tan agotados que incluso una recuperación de la economía no puede revertir el daño? En otras palabras ¿cuáles son las implicaciones para las familias cuando todo “el capital ha sido gastado”? Para facilitar la identificación de las intervenciones que ayudan a la consolidación de los activos, se examinan los hallazgos acerca de los cinco activos a la luz de estas preguntas. (a) Características de las comunidades de investigación El estudio urbano fue realizado en 1992 en Chawama, en Lusaka, Zambia; Cisne Dos, en Guayaquil, Ecuador; Commonwealth, en el área metropolitana de Manila, Filipinas, y Angyaföld, en Budapest, Hungría.15 Su antecedente fue un estudio de panel comunitario longitudinal que comparó familias en una comunidad de bajos ingresos en Guayaquil, Ecuador, durante 1978-88 (Moser, 1992). El presente estudio extendió el estudio de Guayaquil y realizó tres estudios de comunidades urbanas adicionales.16 Los casos fueron elegidos para proporcionar ejemplos de experiencias contrastantes de dificultades económicas de diferentes regiones del mundo, y no fueron “representativos” como tales, ya que cada contexto tenía una claramente distinta experiencia histórica de gobernación, base de recursos, ruta de desarrollo económico e ingreso per cápita. El único país no en desarrollo elegido, Hungría, fue incluido para identificar las estrategias en una economía en transición, pero Angyaföld, Budapest, fue mayormente excluida del análisis comparativo. Los países de estudio de caso tienen en común una década de dificultades económicas en los años ochenta, cuando todos ellos enfrentaron una alta inflación y un ingreso per cápita más bajo que el promedio o en disminución. Debido al enfoque urbano, 9 se eligieron países con tasas crecientes de urbanización y en los cuales más de 40% de la población vive en áreas urbanas. Se seleccionaron comunidades en áreas pobres “típicas”. A fines de los años setenta estas áreas estaban característicamente habitadas por poblaciones jóvenes, de bajos ingresos y con aspiraciones. Todas excepto Angyaföld, Budapest, eran áreas “marginales”, ocupadas originalmente mediante “invasión” o “paracaidismo” [“squatting”]. Pasaron por un complejo proceso de consolidación durante los años setenta y principios de los ochenta, en el que las viviendas improvisadas fueron transformadas en estructuras permanentes, y los residentes gradualmente lograron acceso a los servicios. Al mismo tiempo, se dio una considerable diferenciación socioeconómica conforme unas familias prosperaban más que otras. (b) Midiendo las tendencias de pobreza en las comunidades de investigación El estudio urbano utilizó los ingresos para medir los niveles de pobreza en cada comunidad (véase Tabla 1), y utilizó también mediciones de pobreza de los ingresos para mostrar que los cambios en los precios, los salarios y el gasto público durante períodos de dificultades económicas aumentan las dificultades para las familias urbanas pobres. Tabla 1. Incidencia de la pobreza en las comunidades estudiadas, 1992 (porcentaje de familias, basado en líneas de pobreza específicas al país) Comunidad Chawama Commonwealth Cisne Dos Angyaföld Pobres 54.3 24.0 77.2 17.8 En las comunidades en las que existe información de tendencias, los resultados de investigación indican que los pobres se están haciendo más pobres. De 1978 a 1992, el ingreso real per cápita cayó un 39% en Chawama, Lusaka, y un 14% en Cisne Dos, Guayaquil.17 Las familias en ambas comunidades, en promedio, estaban peor que una década antes. Este fue especialmente el caso de Chawama en donde, consistentemente con las tendencias nacionales, el ingreso real cayó dramáticamente. Como lo ilustra la Tabla 2, el estudio también documentó “estrategias de modificación del consumo” comunes para la caída del ingreso real, como reducir todos los gastos, cambiar los hábitos dietéticos, y disminuir las compras de bienes no esenciales. (c) Administrando los portafolios de activos: el marco de referencia de la vulnerabilidad de los activos Aunque la información de las tendencias del ingreso y las características del consumo fueron un punto de arranque importante para el estudio, proporcionan sólo una imagen parcial, y no pueden capturar la diversidad de respuestas a las dificultades económicas. El estudio urbano documentó las respuestas de las familias al deterioro de la situación económica en términos del marco de referencia de la vulnerabilidad de los activos. Como se resume en la Tabla 3, las comunidades estudiadas mostraron importantes similitudes y diferencias en la elección de las “estrategias generadoras de ingresos” que adoptaron para “acolchonarse” a sí mismas y limitar el impacto de los choques externos. En 10 tales procesos de ajuste hay ganadores y perdedores: hubo diferencias importantes entre las familias dentro de las comunidades, y algunas lo afrontaron mejor que otras, dependiendo de las limitantes que les impedían acumular activos. Finalmente, algunas estrategias tuvieron efectos negativos no esperados sobre la igualdad dentro de las familias, sobre la integridad familiar, y sobre la cohesión social. Tabla 2. Estrategias de las familias para reducir gastos en las comunidades estudiadas Comunidad Chawama % de Sustituciones familias de alimentos que redujeron sus gastos 56 Verduras por carne Commonwealth 30 Cisne Dos 45 Angyaföld - Cambios en hábitos alimenticios Cambios en hábitos de compra Cambiar a comidas principales consistentes sólo en verduras y nshima Am para niños Reducir de 3 a 2 Eliminar la (agua de arroz comidas al día botana de la hervido) en tarde y las vez de leche compras de Marcas alimentos genéricas en cocinados (la vez de mitad lo alimentos hace) procesados de Comprar calidad pequeñas cantidades Agua en vez de Reducir el Eliminar las leche en las número de compras de bebidas de la comidas alimentos mañana (primero la cocinados y cena, luego el comida desayuno) o rápida comer menos al Reducir la mediodía para cantidad para poder cenar comida de los niños en la escuela y los adultos en el trabajo Huevos por Usar cortes carne de carne más Sustitutos de baratos baja calidad Comprar en tiendas de descuento de alimentos Artículos no alimenticios identificados para eliminarlos Medicina, educación, transporte, ropa, regalos, recreación Medicina, libros, ropa, reparaciones a la casa Lavadoras semiautomáticas, televisores en blanco y negro 11 (i) La mano de obra como un activo En contextos económicos en deterioro, los portafolios de mano de obra de las familias se administran más efectivamente incrementando el número de trabajadores. Cuando el ingreso familiar cae, la primera y más importante respuesta es movilizar mano de obra adicional, lo que demuestra la importancia de la mano de obra como un activo. Esta es una tarea compleja, y las diferencias en la estructura familiar y su composición afectan las elecciones y la secuenciación de la estrategia. La información de las tendencias mostró que en las cuatro comunidades de investigación, cuando las familias se volvían más pobres, la respuesta común fue que más mujeres se integraran a la fuerza laboral. De 1978 a 1992, la participación de las mujeres en el trabajo se incrementó más dramáticamente en Chawama, Lusaka, de 9% a 34%; en Cisne Dos, Guayaquil, de 32% a 46%, y en Commonwealth, en el área metropolitana de Manila, de 1988 a 1992 se incrementó de 22% a 37%. La contribución de las mujeres al ingreso familiar varió, dependiendo de sus oportunidades y de sus limitantes: sus niveles educativos y su necesidad de equilibrar el empleo con sus múltiples responsabilidades domésticas. La gran mayoría de las mujeres en las tres comunidades en países en desarrollo trabajaban en el pequeño comercio y en servicios del sector informal como sirvientas, lavanderas, vendedoras callejeras o recolectoras de desperdicios útiles (en México, “pepenadoras”. N. del T.). se vieron forzadas por una falta de opciones a ingresar en ocupaciones competitivas, sin futuro, con baja remuneración y horarios largos. En 1992, las mujeres que trabajaban en el sector informal ganaban menos que los hombres, y la brecha en los ingresos era mayor que en el sector formal. La siguiente respuesta de las familias es que los niños siguieran a las mujeres hacia la fuerza laboral. La información mostró que las familias más pobres, en las que los trabajadores adultos no podían ganar lo suficiente para mantener a la familia a flote, tenían una mayor probabilidad de enviar a los niños a trabajar. El empleo de los niños es difícil de medir porque a menudo es “escondido”, intencionalmente por el estigma de mantener a los niños fuera de la escuela, o no intencionalmente, cuando los niños trabajan en empresas de la familia. Los datos de la investigación en las familias muestran que la mano de obra de los niños reduce la vulnerabilidad, en vez de mantener a las familias fuera de la pobreza: las familias con niños que trabajan no están necesariamente por encima de la línea de pobreza. Las divisiones de género de la mano de obra hacen que los niños varones usualmente ganen ingresos directamente, mientras que las niñas ayudan indirectamente, haciéndose cargo de las responsabilidades del cuidado de los niños para permitir que otros miembros de su familia – principalmente sus madres – trabajen. Tanto los niños como las niñas ayudan en empresas basadas en el hogar. Los niños que trabajan no necesariamente dejan la escuela: mientras que las niñas añaden a la escuela sus responsabilidades de cuidado de sus hermanitos, los niños añaden su trabajo, y ambos usan los sistemas de turnos en las escuelas en donde éstos existen para continuar su educación. La entrada de las mujeres y los niños en el mercado laboral no ha significado que menos hombres estén trabajando. Los portafolios de activos familiares dependen cada vez más de múltiples generadores de ingresos, complementando, no sustituyendo el ingreso masculino. Entre más pobre es la familia, mayor es el número de mujeres que trabajan, y más dependiente es de sus ingresos. En Chawama y en Cisne Dos, las mujeres contribuían más de la mitad de los ingresos en las familias pobres, en comparación con sólo un tercio en las familias que no eran pobres. En Commonwealth, contribuían casi la mitad de los 12 ingresos de la familia en todos los grupos de ingresos. Aunque el empleo de los hombres ha caído un poco en Chawama debido a la contracción del sector formal, y en Angyaföld debido al desmantelamiento de empresas estatales insolventes, el cambio más importante ha sido en la naturaleza contractual del trabajo, con un descenso en el empleo de salario seguro y un incremento en la mano de obra casual. Tales cambios son una manifestación de mercados laborales más flexibles, lo que lleva a una mayor inseguridad para muchos trabajadores hombres, y una menor dependencia en la mano de obra masculina como un activo. Tabla 3. Estrategias de las familias para movilizar activos en respuesta a cambios en las circunstancias económicas Tipo de Respuesta de las familias activos Mano de obra Incrementar el número de mujeres que trabajan, principalmente en el sector formal Los datos de largo plazo muestran un incremento dramático de 32% a 46% en Cisne Dos y de 9% a 35% en Chawama. Los datos de corto plazo para Commonwealth muestran un incremento de 22% a 37% (para cabezas de familia y cónyuges solamente). Asignar una parte desproporcionada del tiempo de las mujeres para cumplir con crecientes responsabilidades Aunque los hombres y las mujeres en 1992 trabajaron casi el mismo número de horas en trabajo productivo, las mujeres tienen una considerable carga de tiempo extra en responsabilidades domésticas más allá y por encima del cuidado de los niños. En Commonwealth, Chawama y Angyaföld las mujeres trabajaron un promedio de 15 horas a la semana en tareas domésticas en 1992, en comparación con 3.5 horas de los hombres. Asignar más tiempo para obtener servicios en respuesta a la decreciente calidad de la infraestructura Los servicios inaccesibles y de mala calidad imponen un costo de tiempo sobre los pobres, particularmente las mujeres, que son responsables por la mayoría de las tareas domésticas. En 1992, las familias se pasaron en promedio 45 minutos al día yendo por agua en Cisne Dos, 90 minutos en Commonwealth y 90 minutos en Chawama. Incrementar la dependencia en la mano de obra infantil Las familias más pobres tienen la mayor probabilidad de depender de la mano de obra infantil. Los niños varones tienen más probabilidades de ganar ingresos, y las niñas de ayudar con el cuidado infantil (66% de las niñas en Cisne Dos, 50% en Commonwealth, y 20% en Chawama). En los tres comunidades de países en desarrollo los niños trabajaron un promedio de 13-15 horas a la semana en empresas basadas en el hogar. Vivienda Diversificar los ingresos mediante empresas basadas en el hogar y rentas Los propietarios de casas usan la vivienda (casa y tierra) como activos generadores de ingresos. En 1992, en Cisne Dos y Commonwealth, una en tres familias ganaron ingresos mediante empresas basadas en el hogar. En Angyaföld las mujeres trabajan como costureras, peluqueras, y estilistas. En Chawama casi la mitad de los casatenientes ganan ingresos extra por rentas. Adoptar estrategias de identificación de terrenos para las familias de los hijos La información de tendencias de largo plazo en Cisne Dos muestra que las familias están “anidando”, conforme los hijos construyen casas en los terrenos de sus padres para reducir la vulnerabilidad. 13 Infraestructura Sustituir bienes y servicios públicos con privados social y En 1992 las familias que no eran pobres en Cisne Dos compraron agua para beber económica de vendedores de agua e instalaron bombas de agua para afrontar la baja presión. En 1992, más de 50% de los que estaban enfermos en Cisne Dos y Chawama optaron por la atención a la salud privada. Las familias más acomodadas en Angyaföld también optaron por doctores privados. Una tercera parte de las conexiones eléctricas en Cisne Dos y un cuarto en Chawama son ilegales. Relaciones Incrementar la dependencia en las redes de apoyo de la familia extendida familiares Los datos de largo plazo muestran un incremento en familias extendidas de 33% a 38% en Cisne Dos y de 32% a 46% en Chawama. La información de tendencias de largo plazo de Commonwealth muestran un incremento de 35% a 38%. Los datos de 1992 muestran cabezas de familia femeninas “escondidas” en 50% de las familias extendidas en Cisne Dos, en 25% en Commonwealth y en 20% en Chawama. Incrementar la migración de la mano de obra y las remesas En Commonwealth, la migración internacional, en su mayoría de mano de obra masculina, resultó en un incremento en el número de familias que recibían remesas del extranjero, de cero en 1988 a 22% en 1992. en Cisne Dos el crecimiento en la industria de las granjas de camarones llevó a una emigración de algunos trabajadores hombres a áreas rurales. Capital social Incrementar la dependencia de arreglos informales de crédito En Chawama, Commonwealth y Cisne Dos alrededor de 50% a 75% de las familias pidieron prestado dinero de amigos y vecinos en 1992 para pagar sus alimentos. En Cisne Dos 42% tuvieron arreglos de crédito con doctores privados, y más de la mitad de las familias en Commonwealth pidieron prestado a prestamistas informales para gastos médicos. En Angyaföld una tercera parte de las familias y 57% de las familias más pobres pidieron prestado a vecinos y parientes para cumplir con necesidades diarias. Incrementar las redes de apoyo informal entre familias Las redes de parentesco y vecindario comparten el cuidado infantil y el espacio. En Chawama y Cisne Dos, entre 15% y 25% de las familias con niños de menos de diez años dependían de los vecinos para el cuidado de los niños en 1992. Incrementar la actividad a nivel comunitario Las comunidades consiguieron un incremento en la provisión de servicios urbanos – tales como reparaciones de las escuelas, letrinas, y equipamiento preescolar – a través de proyectos de ONGs nacionales e internacionales que requerían la participación de la comunidad. Para maximizar las ganancias, las familias han respondido de una manera proactiva a la demanda cambiante de mano de obra. En Cisne Dos, los trabajadores han emigrado a áreas rurales para aprovechar nuevas oportunidades en la acuacultura de camarones, enviando a casa remesas; en Commonwealth, las familias han podido contrarrestar parcialmente la vulnerabilidad en el mercado formal de trabajo mediante remesas de miembros de la familia que trabajan en el extranjero, y expandiendo las oportunidades en el sector informal. En Chawama, sin embargo, las limitadas oportunidades en el sector informal para algunos comerciantes hombres han sido insuficientes para compensar la reducción del empleo de servicios en el sector formal. Movilizar mano de obra adicional de la familia puede traer significativas ganancias económicas en el incremento y la diversificación del ingreso familiar. Pero esta estrategia puede tener también costos importantes. En Commonwealth, las familias que no son pobres 14 dependen con éxito de remesas del exterior para reducir la pobreza, pero con el costo a largo plazo de familias permanentemente separadas, un mayor número de ellas es vulnerable al debilitamiento de las relaciones familiares. Las mujeres del lugar expresan su preocupación acerca de la erosión de los valores familiares, los efectos a largo plazo en sus hijos de una crianza sin la guía paterna, y el declive de las complejas redes de reciprocidad familiar, parte importante de la sociedad filipina. La mano de obra infantil plantea también preocupaciones importantes. Cuando las familias más pobres dependen de la mano de obra de sus hijos como un activo para mantener el consumo actual, en vez de invertir en el futuro de ellos ponen en riesgo su capacidad de ganar ingresos en el futuro, perpetuando la pobreza de una generación a la siguiente. (ii) El capital humano como un activo El desarrollo del capital humano está estrechamente vinculado con la provisión de infraestructura social y económica. Los servicios sociales, como la educación, aseguran que la gente incrementó sus destrezas y conocimientos, mientras que la infraestructura económica como el agua, el transporte y la electricidad – junto con la atención a la salud – aseguran que usaron sus destrezas y conocimientos de manera productiva. En las cuatro comunidades estudiadas, la provisión constantemente mejorada de infraestructura social y económica de fines de los años setenta a principios de los ochenta dio como resultado incrementos en el capital humano. De 1978 a 1992, esto hizo una diferencia crucial en la capacidad de los pobres urbanos para superar la pobreza y reducir la vulnerabilidad. Tanto en Chawama como en Cisne Dos, las inversiones públicas en educación dieron como resultado que la población trabajadora estuviera mejor educada que una década antes, reflejando las tendencias nacionales. La brecha en la educación de hombres y mujeres también se redujo en Cisne Dos, aunque no en Chawama. Los datos que relacionan el ingreso familiar con los niveles educativos demuestran claramente la importancia del capital humano como un activo. En las cuatro comunidades, el nivel educativo de las cabezas de familia estaba vinculado con el nivel de ingresos de la familia, y era más probable que las familias con cabeza de familia menos educada estuvieran debajo de la línea de pobreza (véase Tabla 4). Tabla 4. Promedio de años de escolaridad de las cabezas de familia por grupo de pobreza en las comunidades estudiadas – 1992 Comunidad Chawama Commonwealth Cisne Dos Angyaföld * Excluyendo a dos casos No pobres 8.8 9.0 10.4 11.4 Pobres 8.0 7.4 8.0 8.6 Todos 8.3 8.6 8.6 10.9* Desde fines de los años ochenta hasta principios de los noventa, las tendencias de la inversión pública se revirtieron con una reducción en la provisión de infraestructura en Chawama, Cisne Dos y Commonwealth. Una caída en la calidad de los servicios, y en su accesibilidad, ha dado como resultado que las familias opten por asignar sus escasos recursos para pagar servicios privados. En Chawama y Cisne Dos, por ejemplo, la mitad de los que se enfermaron en 1992 optaron por la atención a la salud privada; en Angyaföld, unas pocas familias acomodadas pagaron profesionales privados de la salud. En ambos 15 casos se le da prioridad al estado de salud sobre otros gastos, para asegurar que todos los miembros de la familia estén trabajando o estudiando. Las familias que no son pobres tienen una mejor capacidad que las familias pobres de reemplazar los servicios públicos con servicios privados: en Commonwealth los que no son pobres utilizan servicios de atención a la salud privados, mientras que los pobres dependen de la atención a la salud pública. Aunque el gasto familiar en infraestructura es similar en las cuatro comunidades, y las familias gastan en promedio de 20 a 30% de sus ingresos en ella, las familias pobres pagan por lo menos dos veces más de sus ingresos por estos servicios que las familias que no son pobres. La insatisfacción con el acceso a y la calidad del agua fue universal en todos los contextos de países en desarrollo. En Cisne Dos la cada vez peor calidad del agua entubada llevó a las familias no pobres a sustituir el suministro público con el privado, comprando agua para beber de vendedores de agua, y a instalar bombas de agua para compensar la baja presión. En Commonwealth, la mayoría de las familias han tenido que depender de pozos artesianos desde que el suministro público de agua fue interrumpido en 1984. En 1992, las mujeres de Chawama hicieron por lo menos dos viajes al día para ir por agua, y cada viaje les tomaba más de una hora. La mayor vulnerabilidad de las familias más pobres a las deficiencias de los servicios y las reducciones en el gasto público ha influido en su capacidad de movilizar su mano de obra como un activo. Por ejemplo, el deterioro en el acceso a los servicios significa que se requiere más tiempo para satisfacer las necesidades básicas de todos los días, y las mujeres son las más severamente afectadas. Esto tiene implicaciones importantes para el bienestar de las familias. Cuando a las mujeres les toma más tiempo realizar tareas como ir por agua, tienen menos tiempo para actividades que generan ingresos, y la interrelación entre estos dos activos es de importancia crítica para la vulnerabilidad de la familia. (iii) Activos productivos como la vivienda Mientras que la investigación de orientación rural ha considerado durante mucho tiempo la importancia de la tierra como un activo productivo para los pobres rurales (Bardhan, 1996), la importancia de la vivienda (la casa y su terreno) como un activo productivo ha recibido mucha menos atención. Ya que los resultados en las cuatro comunidades revelaron que la posesión de vivienda era con mucho el activo productivo más importante de los pobres urbanos, esta sección enfoca su atención específicamente en la vivienda, aunque otros activos productivos, como las máquinas de coser, los radios, los refrigeradores y en mucho menor grado las bicicletas y los vehículos de motor también fueron identificados. Resulta interesante que en ninguna de las cuatro comunidades los lotes de granjas urbanas contribuyeran al ingreso familiar.18 La vivienda es comúnmente identificada como una necesidad o artículo básico de consumo familiar. Sin embargo, también es un importante activo productivo que protege a las familias de la pobreza severa. La inseguridad de la vivienda, como cuando las familias “paracaidistas” carecen de un título de propiedad formal legal, crea una sensación extrema de vulnerabilidad. En contraste, la seguridad de la tenencia y el título legal de la vivienda les da a las familias el incentivo para invertir en mejoras a sus hogares y la seguridad para usar este activo de manera productiva, especialmente cuando otros recursos de ingresos se reducen. Mientras que una estrategia centrada en la vivienda como un activo ayuda a 16 algunos a salir de la pobreza, para otros les evita deslizarse hasta el punto en el que se vuelvan incapaces de responder a nuevas oportunidades. Los cuatro estudios de caso muestran que la capacidad de los propietarios de casas de usar su vivienda para reducir la vulnerabilidad es dependiente del ambiente regulatorio (véase Tabla 5). En Cisne Dos, donde el mercado de terrenos no está regulado, las familias han usado una estrategia de densificación intergeneracional de “anidación” (construir estructuras separadas de vivienda en su terreno de manera informal para miembros adicionales de la familia extendida) para reducir la vulnerabilidad de las familias jóvenes recién formadas o de padres de edad avanzada. En 1992, una de cada tres familias jóvenes (aquellas cuya cabeza tenía 45 años de edad o menos) eran anidadores. Como resultado, ha habido poco desarrollo de un sector de rentas, y el número de propietarios de terrenos sólo ha bajado de 88% a 75% entre 1978 y 1992.19 En Chawama, en contraste, el mercado de terrenos regulado de Zambia ha impedido tales estrategias de densificación, estimulando el crecimiento de un sector de rentas de alto costo e ilegal. Las familias arrendatarias aumentaron de 40 a 60% de las familias entre 1978 y 1992, y los pagos de la renta fueron una sangría importante para los ingresos familiares. Los residentes jóvenes que no podían pagar renta se vieron forzados a mudarse con parientes casatenientes, incrementando la proporción de dependientes de las familias y disminuyendo sus ingresos per cápita. En consecuencia, la propiedad en Chawama se ha convertido más en un pasivo que en un activo para el decreciente número de casatenientes, que se ven forzados a mantener a numerosos miembros sin casa de sus familias extendidas. En Commonwealth, en donde el título de propiedad legal no es seguro, las familias se sienten vulnerables sin importar su nivel de ingresos. Su inseguridad se ve reflejada en una reticencia a invertir en mejorar sus viviendas y en una población relativamente transitoria. Tabla 5. Situación de ocupación de vivienda en las comunidades estudiadas, 1992 (porcentaje de familias) Comunidad Ocupada por propietarios a Chawama 37.6 Commonwealth 79.0 Cisne Dos 94.7 Angyaföld 30.7 a No necesariamente con título de propiedad legal b Rentando del gobierno local Inquilino 62.4 21.0 5.3 69.3 b Los resultados de investigación muestran que la propiedad de la casa proporciona oportunidades para empresas basadas en casa, que son especialmente importantes para las mujeres que tienen que quedarse en el hogar, permitiéndoles contribuir a los ingresos de la familia. El éxito de tales empresas, sin embargo, depende también del acceso a activos que complementen la propiedad de la casa, como la electricidad, el agua, las destrezas y el crédito. Las diferencias en la reducción de la pobreza logradas a través de empresas basadas en la casa reflejan las disparidades iniciales en el acceso de las familias a tales activos. En 1992, una cuarta parte de las familias de Chawama operaban algún tipo de empresa basada en casa para protegerse de la pobreza extrema. En Commonwealth, donde una tercera parte de las familias tenían empresas basadas en casa, la mitad del ingreso de las familias se obtenía de la empresa. Su importancia como un activo productivo es subrayada por el 17 hecho de que los ingresos per cápita en familias con empresas basadas en casa eran 22% más altos que los de las familias sin actividades basadas en casa. Como lo ilustran los estudios de caso en los países en desarrollo, el reconocimiento de la vivienda como un activo proporciona una importante evidencia no disponible en los estudios de ingresos-pobreza, que puede ser de ayuda fundamental en las estrategias de reducción de la pobreza. En los contextos urbanos en los que los pobres están excluidos sistemáticamente de los empleos en el sector formal, y la capacidad de las estrategias de crecimiento macroeconómico de generar más empleos es limitada, la eliminación de los obstáculos relacionados con la inseguridad de la tenencia de la vivienda que impiden o limitan a las familias para usar sus viviendas efectivamente como un activo productivo es posiblemente la intervención más crítica para la reducción de la pobreza. (iv) Las relaciones familiares como un activo Aunque las relaciones familiares son rara vez consideradas un activo, en realidad juegan una parte muy importante en la capacidad de una familia de ajustarse a los cambios en el ambiente externo. La composición y la estructura de la familia, y la cohesión de sus miembros, determinan su capacidad de movilizar mano de obra adicional, como se mencionó anteriormente. Además, las familias son instituciones adaptativas para conjuntar los ingresos y otros recursos, y para compartir las estrategias de modificación del consumo y de obtención de ingresos. En tiempos de dificultades económicas, las familias funcionan como redes de seguridad críticas, mucho antes de que se proporcione asistencia externa. Como “amortiguadores” a corto plazo, reducen la vulnerabilidad de los individuos que se unen a ellas. A un plazo más largo, la reestructuración puede aumentar o disminuir la vulnerabilidad para toda la familia, dependiendo de las contribuciones de los nuevos miembros. Los resultados de investigación mostraron que las familias se reestructuran rutinariamente por razones internas como el nacimiento, la muerte, el matrimonio, las necesidades del cuidado de los niños, los conflictos conyugales, y la necesidad de mantener a miembros más débiles, como los de edad avanzada. También se reestructuran en respuesta a crisis externas, como los problemas de vivienda y de empleo. En Chawama y en Angyaföld, el hacinamiento y la privacidad limitada fueron especialmente problemáticas, causando una reestructuración. Dos tendencias de largo plazo en la reestructuración de las familias, similares en las cuatro comunidades, proporcionan evidencia de la manera en la que las “existencias” cambiantes pueden afectar la vulnerabilidad, aumentándola o disminuyéndola. Primero, consistentemente con la tendencia global, un creciente número de familias son encabezadas por mujeres, aunque la escala del fenómeno varía de región en región. En 1992, en Chawama, 10% de las familias eran encabezadas por mujeres; en Commonwealth, 15%; en Cisne Dos, 20%, y en Angyaföld 38%.20 Contra lo que se podría intuir, tales familias no son necesariamente más pobres que las familias encabezadas por hombres. De hecho, los datos muestran que con frecuencia son sólo las mujeres mayores y con una mejor educación, con hijos adultos, las que pueden hacerse cargo de encabezar una familia. Una segunda tendencia de largo plazo es el creciente número de familias extendidas. En 1992 estas constituían más de una tercera parte de las familias en Chawama, Cisne Dos y Commonwealth. Las familias nucleares se expanden hacia familias más grandes, extendidas – con menores ingresos per cápita y mayor proporción de dependientes – ya sea para proporcionar un refugio o red de seguridad para individuos vulnerables ó en una 18 estrategia consciente de conjuntar de manera más efectiva recursos como los alimentos, el espacio, los ingresos y el cuidado de los niños. Las familias más pobres son con más frecuencia familias extendidas, que típicamente comprenden a una pareja, sus hijos, y otros adultos y niños emparentados, una estructura que lleva a altas proporciones de dependientes y bajos ingresos per cápita. La única excepción a este patrón es Chawama, donde la incidencia de pobreza es mayor entre las familias encabezadas por mujeres que entre aquellas encabezadas por hombres. Los resultados del estudio subrayan también tres tipos comunes de reestructuración de las familias para reducir la vulnerabilidad relacionada con la edad y el género con una secuenciación de estrategias dependiendo de las etapas del ciclo de vida. Cada caso demuestra la importancia de las relaciones familiares como un activo. Primero, las familias a menudo se reestructuran para integrar cabezas de familia femeninas “escondidas”, madres solteras jóvenes, no casadas o separadas de sus parejas. Este fenómeno generalmente no reconocido es común en las tres comunidades de los países en desarrollo. En 1992, la mitad de las familias extendidas en Cisne Dos, una cuarta parte de las de Commonwealth y una quinta parte de las de Chawama incluían a madres jóvenes, generalmente con educación limitada, la mayoría de las cuales no se consideraban a sí mismas como cabezas de familia. Dependiendo de las asignaciones de recursos dentro de la familia, y de si las mujeres están trabajando, podrían ser las más pobres de los pobres, aunque para propósitos de identificación son generalmente invisibles. Las familias también se reestructuran para ayudar a hombres jóvenes desempleados, lo que puede resultar ser una sangría significativa para los recursos. En Chawama, la pobreza en las familias extendidas estaba relacionada con el hecho de que la mitad de las familias extendidas tenían hombres jóvenes desempleados entre sus miembros (las tres cuartas partes de los cuales tenían menos de 25 años de edad). Una segunda estrategia importante, en este caso para las mujeres pobres de edad madura, es evitar encabezar una familia. En Chawama las mujeres ven a una mujer como cabeza de familia como un arreglo de alto riesgo, sobre todo por razones económicas. Las estrategias para evitar hacerse cargo de la responsabilidad primaria por la generación de ingresos giran alrededor de una monogamia en serie. Cuando las relaciones se disuelven, las mujeres buscan rápidamente nuevas parejas. Las complejas negociaciones de pareja frecuentemente dan como resultado que se mande a los niños al cuidado de parientes. Finalmente, las estrategias de las mujeres mayores para afrontar la reestructuración de las familias, provocada por la terminación del matrimonio por divorcio, separación, o muerte, varían dependiendo del contexto social e institucional. En Angyaföld las mujeres frecuentemente se quedan solteras después de que los matrimonios terminan para seguir teniendo derecho a los beneficios para las mujeres solteras, aunque a menudo mantienen una relación con una pareja no residente. En Cisne Dos, donde casi la mitad de las mujeres cabeza de familia son separadas o divorciadas, y otra tercera parte son viudas, las mujeres mayores absorben a parientes más jóvenes en sus familias, conjuntando los ingresos y compartiendo las responsabilidades por el cuidado de los niños y las personas de edad avanzada. Aunque las familias son un activo importante que proporciona seguridad y redistribuye los ingresos, también pueden ser fuente de desigualdad para los miembros a los que se les imponen cargas desiguales. En las cuatro comunidades, el estudio encontró que dentro de la familia el peso de afrontar las crisis económicas está distribuido de una manera desigual. Las mujeres, debido a sus múltiples responsabilidades, asumen una parte 19 desproporcionada de la carga de ajustarse a circunstancias económicas adversas. Aunque cada vez más han encontrado trabajo pagado además de sus responsabilidades familiares, los hombres no se han ajustado haciéndose cargo de más tareas domésticas. Tampoco los gobiernos ni las comunidades locales han hecho ajustes compensatorios proporcionando más servicios de cuidado infantil. Como muestra la Tabla 6, en las cuatro comunidades estudiadas los datos intrafamiliares de la administración del tiempo mostraron que los hombres y las mujeres contribuyen casi el mismo número de horas en trabajo productivo.21 Las mujeres contribuyen también hasta 16 horas a la semana en actividades reproductivas, excluyendo el cuidado de los niños,22 mientras que los hombres un promedio de cinco o menos horas a la semana. Tanto hombres como mujeres dedican poco tiempo a la administración comunitaria,23 pero en estas tareas también las mujeres tienen un promedio de más tiempo que los hombres. Las mujeres, en promedio, pasan consistentemente más tiempo trabajando que los hombres. Tabla 6. Horas a la semana dedicadas a diferentes tareas por sexo en las comunidades estudiadas, 1992 Comunidad Hombres P R CM Total Chawama 50 2 0.6 53 Commonwealth 53 3 0.1 56 Cisne Dos 47 5 0.1 52 Angyaföld 45 4 0.0 49 P = Actividades productivas, generadoras de ingresos R = Tareas reproductivas excluyendo el cuidado de los niños CM = Actividades de administración comunitaria R 20 18 16 14 Mujeres CM 0.8 0.2 0.8 0.0 Total 71 68 58 59 El hecho de que el tiempo total de las mujeres en un empleo pagado dependa de la estructura familiar demuestra que la mano de obra y las relaciones familiares son activos interrelacionados. Las mujeres en familias extendidas reasignan tareas reproductivas a hijas, madres y hermanas. En Commonwealth, por ejemplo, hay fuertes tradiciones de apoyo intergeneracional para el cuidado de los niños. En Cisne Dos, donde las hijas mayores rápidamente asumen la responsabilidad por hermanos más jóvenes, las madres frecuentemente asignan todas las tareas reproductivas a las hijas – incluyendo asistir a juntas comunitarias – y se dedican por completo al trabajo productivo. En una situación peor están las mujeres con hijos muy jóvenes pero sin apoyo para el cuidado de los niños: no les queda otra alternativa que dejar a sus hijos encerrados en la casa mientras están en el trabajo. Los ajustes familiares que diversifican o incrementan los ingresos de la familia reducen la vulnerabilidad pero pueden tener costos sociales. Aunque son difíciles de cuantificar, varias características comunes en las cuatro comunidades subrayan esta cuestión. Las familias perciben que han cambiado normas y patrones tradicionales de la paternidad. Las mujeres se preocupan por el descuido de los niños, la menor guía para las hijas mayores y, sobre todo, la disminución del control sobre los hijos varones adolescentes. Con menos supervisión, es más probable que estos chicos dejen la escuela, se integren a pandillas callejeras y estén expuestos a las drogas. Las condiciones económicas adversas ejercen una presión adicional sobre las relaciones humanas, dando como resultado un aumento de los conflictos y la violencia entre 20 miembros de la familia. En todas las comunidades estudiadas, las mujeres reportaron que la violencia doméstica estaba generalizada, identificando un vínculo directo entre el descenso en los ingresos de los hombres y el aumento de la violencia doméstica, con frecuencia en conjunción con el abuso del alcohol. Menos reconocida es la manera en que el aumento de la dependencia en la mano de obra de los niños puede exacerbar el conflicto entre padres e hijos. Esto ocurre cuando los jóvenes se resisten a más responsabilidades, cuando con menos supervisión de sus padres no estudian o no ayudan en la casa, o cuando los hijos varones en particular pasan demasiado tiempo en la calle, con frecuencia bebiendo. La importancia de las relaciones familiares como un activo y la manera en la que los cambios en la estructura y la composición de la familia pueden afectar drásticamente la vulnerabilidad están ilustradas más dramáticamente en el proyecto de investigación por datos de submuestreo que dan seguimiento a los cambios de las familias durante un período de 10 años. Tanto en Angyaföld como en Cisne Dos el conflicto conyugal fue la causa principal de la reestructuración de las familias. Aunque la separación reduce el estrés y la violencia, significa también que las familias tienen menos activos en que apoyarse. Para las mujeres en las comunidades estudiadas, es el alto riesgo económico, más que el estigma social de la separación, lo que proporciona el mayor incentivo para permanecer en relaciones conflictivas. (v) El capital social como un activo El grado en el que una comunidad misma puede ser considerada un activo que reduce la vulnerabilidad o incrementa las oportunidades depende de sus “existencias” de capital social. Como con otros activos, el capital social no es estático: la evidencia de las cuatro comunidades subraya las maneras en que las circunstancias cambiantes lo consolidan o lo erosionan. Primero, la consolidación de asentamiento afecta a las existencias de capital social de una comunidad. Las relaciones recíprocas y las redes sociales, que se originan en redes urbano-rurales, basadas en el parentesco y el lugar de origen, y en redes locales formadas más recientemente, son importantes en el proceso de consolidación. La reciprocidad de corto plazo, centrada principalmente en el dinero y las respuestas a crisis como la muerte y la enfermedad, y la reciprocidad de largo plazo en alimentos, agua, espacio y cuidado de los niños, son con frecuencia una precondición para la confianza y la cooperación que subyacen a las organizaciones basadas en la comunidad (OBCs) [CBOs por sus siglas en inglés]. Utilizando el número y la duración de las OBCs como un indicador del capital social, los resultados de la investigación muestran que diferentes patrones de consolidación han llevado a diferencias en las “existencias” comunitarias de capital social. Las comunidades de “paracaidistas” como Cisne Dos y Commonwealth, consolidadas a través de largos procesos de conflictivas negociaciones con partidos políticos y gobiernos, han desarrollado OBCs estructuradas horizontalmente capaces de negociar mejoras en los servicios, proporcionados por instituciones gubernamentales u organizaciones no gubernamentales (ONGs), durante períodos de recursos limitados. En comunidades como Chawama, atendidas por sistemas de provisión de bienestar social del gobierno y de iglesias y ONGs estructuradas jerárquicamente, que no necesariamente incrementan las existencias de capital social, las OBCs están menos desarrolladas. Estos hallazgos, aunque preliminares, concuerdan con la tesis de Putnam (1993) de que entre mayor sea la colaboración de las instituciones sociales basadas horizontalmente al nivel comunitario, mayores serán las existencias de capital social. 21 Los resultados de la investigación muestran también que la permanencia del capital social no es algo que pueda darse por hecho. Cuando las familias están afrontando la situación, apoyan a otras. Pero cuando sus activos se agotan, dejan de apoyar a la comunidad. Los estudios de caso muestran una imagen mezclada de erosión y consolidación del capital social bajo condiciones económicas difíciles. En general, la evidencia sugiere que donde las familias tienen suficientes recursos, la reciprocidad en los intercambios en efectivo y no monetarios se ha sostenido. En todas las comunidades, los vínculos recíprocos entre las mujeres vecinas, por ejemplo, se han fortalecido. En sofisticados arreglos recíprocos, diseñados para lograr un uso eficiente del tiempo, las mujeres comparten alimentos, agua, labores de cocina y cuidado de los niños. Se encontraron arreglos tradicionales de crédito en todas las comunidades estudiadas, en los que las familias más pobres pedían prestado a corto plazo a sus vecinos, y los parientes cercanos, para necesidades d consumo cotidiano como alimentos y agua, y para pagar los recibos de la luz. Las redes de reciprocidad también se extienden más allá de la comunidad local. En Commonwealth, por ejemplo, complejos sistemas de reciprocidad urbano-rural se han mantenido fuertes, reduciendo la vulnerabilidad tanto para las familias urbanas como para las rurales. Otra evidencia sugiere, sin embargo, que la crisis económica ha empujado a algunas familias más allá del punto en el que pueden sostener tal reciprocidad. En Chawama, las mujeres pobres dijeron que habían dejado de pedir prestado a sus vecinos por los crecientes problemas para pagarles, mientras que los vínculos recíprocos de las comunidades rurales se han dañado, al verse forzadas las familias a concentrarse en su propia supervivencia. En Cisne Dos, el debilitamiento de los arreglos informales de préstamos en la comunidad impulsó a dos ONGs locales a establecer programas de fondos de emergencia a fines de los años ochenta. Como se mencionó en la sección anterior, los datos de la administración del tiempo de 1992 muestran que las limitaciones crecientes sobre el tiempo de las mujeres les han hecho difícil continuar sus actividades de administración comunitaria, con frecuencia críticas para proporcionar o mantener servicios tan básicos como el agua, la nutrición y la atención a la salud. En 1992 la única institución a la que se asistió ampliamente en las comunidades estudiadas fue la iglesia, y pocas mujeres estuvieron activas en las OBCs por su mayor necesidad de obtener ingresos. Las ONGs administradas externamente y los proyectos de instituciones gubernamentales con componentes de ingresos o bienestar social son la actividad más importante en todas las comunidades. Finalmente, el estudio muestra que los niveles crecientes de violencia, que se perciben como asociados con la crisis económica, han erosionado el capital social. Los residentes de los tres contextos de países en desarrollo percibieron un escalamiento en los niveles de delincuencia y violencia, que ellos atribuyeron al aumento del desempleo, especialmente entre los hombres jóvenes, y el creciente abuso del alcohol y las drogas. En Commonwealth, seis de cada diez mujeres que enviudaron durante un período de diez años habían perdido a sus maridos como resultado de una muerte violenta, usualmente asociada con episodios de consumo de alcohol que llevaron a desacuerdos políticos, o rencillas de largo plazo, con un desenlace peligroso. En Cisne Dos, en un período de seis meses, una de cada cinco mujeres fue robada en un autobús público – atacada por pandillas de hombres jóvenes armados con cuchillos, machetes o pistolas – y una de cada dos fue testigo de uno de esos ataques. En Chawama, el vandalismo ha reducido las actividades comunitarias. Después de perder instalaciones eléctricas, las escuelas cancelaron clases nocturnas para adultos, mientras que los centros comunitarios que habían perdido su equipo recreativo, su 22 mobiliario y sus auxiliares de enseñanza dejaron de ofrecer programas para mujeres y jóvenes. El aumento en el número de robos a casa habitación ha erosionado la antigua confianza recíproca entre vecinos y miembros de la comunidad. Las tasas crecientes de asesinatos, delitos en la calle y en el transporte público, y vandalismo de propiedad pública, han amenazado la seguridad personal, exacerbando el aislamiento conforme la gente se vuelve cada vez más reticente a salir de sus casas después de oscurecer. Esto, a su vez, ha reducido la participación en las OBCs. En contextos como Cisne Dos y Commonwealth, en donde estas organizaciones juegan un papel crítico en la negociación de mejoras de los servicios proporcionados por agencias gubernamentales o por ONGs, el descenso en las existencias de capital social tiene implicaciones para el acceso a y el mantenimiento de una vital infraestructura social y económica. En parte debido a la creciente corrupción, todas las comunidades carecen de confianza en la capacidad o disposición de la policía para abordar tales problemas. Existe ya una creciente evidencia de que el capital social puede tener un impacto significativo sobre los procesos y resultados de desarrollo para ayudar a construir capital social (Coleman, 1990) y contribuir al bienestar de las familias (Narayan y Pritchett, 1997). La inclusión del capital social dentro del marco de referencia de la vulnerabilidad de los activos subraya cómo un fenómeno de nivel comunitario puede jugar un papel crítico en el bienestar individual y de las familias, y plantea también preguntas importantes acerca de las implicaciones de la erosión de la confianza y la seguridad para el desarrollo económico. 5. CONCLUSIÓN Al demostrar la complejidad de la administración del portafolio de activos en el contexto de la crisis económica urbana, el estudio contribuye a una creciente acumulación de evidencia que señala las limitaciones de las mediciones de ingresos-pobreza para capturar complejos factores externos que afectan a los pobres, así como sus respuestas a las dificultades económicas. El marco de referencia de los activos va más allá de una medición “estática” de los pobres, hacia la clasificación de las capacidades de las poblaciones pobres para usar sus recursos para reducir su vulnerabilidad. Los resultados de investigación de las cuatro comunidades ilustran cómo la administración del portafolio afecta a la vulnerabilidad. La administración de los activos incluye la mano de obra, con múltiples generadores de altos niveles de ingresos como la estrategia óptima; el capital humano, con cabezas de familia mejor educadas progresando; los activos productivos, con casatenientes que tienen ventajas considerables; las relaciones familiares, en las que a las familias estables y nucleares o pequeñas y extendidas con bajos niveles de conflictos intrafamiliares les va mejor, y finalmente, el capital social, con activas redes de apoyo dentro de las comunidades, especialmente entre las mujeres, y la participación en actividades comunitarias, facilitando la confianza y la colaboración. Al mismo tiempo, las diferencias en las estrategias de generación de ingresos tienen como resultado que las familias que eran pobres en ingresos en 1992, en el momento específico de la recolección de datos, pueden estar participando en estrategias de administración de portafolios de activos diseñadas para incrementar su seguridad a lo largo del tiempo. Por ejemplo, las familias que mantienen a los niños en la escuela en vez de mandarlos a trabajar eran más pobres en términos de ingresos. Sin embargo, a un plazo más largo su estrategia buscaba reducir la vulnerabilidad mediante la consolidación del capital 23 humano como un activo. De manera similar, las familias que no son pobres no son necesariamente las menos vulnerables: las estrategias para incrementar sus ingresos a corto plazo pueden dañar su base de activos a largo plazo. Por ejemplo, las familias separadas que viven bien con las remesas, como Commonwealth y Cisne Dos, pueden ser vulnerables a los costos a largo plazo del abandono cuando los cónyuges toman otras parejas y dejan de contribuir al ingreso familiar. Los resultados de investigación muestran también la complejidad de determinar la secuenciación de la estrategia, no sólo debido a las estrategias simultáneas sino también por la interrelación entre la consolidación de diferentes activos. Por ejemplo, la llamada “descomposición” de la familia resultante del aumento de la violencia – la erosión de las relaciones familiares como un activo – no es sólo un problema social sino también una seria limitante económica que incrementa la vulnerabilidad de las familias. Aunque la separación de la pareja, o que un joven difícil se vaya de casa, pueda reducir la violencia doméstica, también puede tener como resultado que las familias tengan menos mano de obra en que apoyarse. De manera similar, grandes “existencias” de capital social pueden servir para muy poco si la familia no tiene una casa, amigos, o educación. Así, entre más activos maneje la gente en la mezcla correcta, mayor será su capacidad para protegerse de los choques externos. Pasando a las políticas, los resultados del estudio urbano contribuyen a los debates actuales que demuestran la importancia de cambiar de las recomendaciones “de arriba” – como la popular estrategia triple de reducción de la pobreza del WDR de 1990 – a más flexibles, “desordenadas” y diversificadas intervenciones, basadas en las percepciones de los pobres en cuanto a los activos priorizados para su consolidación. La Tabla 7, por ejemplo, proporciona una lista generalizada de soluciones potenciales, derivadas de las cuatro comunidades estudiadas, cada una de las cuales está diseñada para consolidar un activo diferente. Un ejemplo más específico de una intervención enfocada en las políticas utilizando un marco de referencia de la vulnerabilidad de los activos es el que proporciona un reciente estudio apoyado por el Banco Mundial en Ecuador (World Bank, 1996). Este estudio identificó las limitantes de la oferta de mano de obra relacionadas con el cuidado de los niños (una determinante crítica para la participación de la mujer en la fuerza de trabajo) y los reglamentos existentes de la tenencia de la vivienda que restringen el uso por parte de los pobres de la vivienda como un activo productivo como dos áreas para intervenciones de políticas en pro de los pobres diseñadas para fortalecer los activos de los pobres. El estudio también contribuye a los debates sobre activos/vulnerabilidad en el contexto urbano al subrayar la importancia crítica para el bienestar familiar de activos intangibles mayormente invisibles, tales como las relaciones familiares y el capital social. Una reciente evaluación participativa de la violencia y la pobreza en áreas urbanas de Jamaica utilizando el marco de referencia de la vulnerabilidad de los activos concluyó que la gente local percibe la erosión de la mano de obra y del capital social como los problemas más serios, resultantes de la escalada en los niveles de violencia en sus comunidades locales. El estudio analizó cómo la erosión de estos dos activos crea a su vez un entorno que impide que las familias utilicen su mano de obra y su capital humano para generar ingresos (Moser y Holland, 1997a). Como consecuencia, el Fondo para la Inversión Social de Jamaica [Jamaican Social Investment Fund] actual incluye en su menú de subproyectos elegibles a intervenciones para facilitar la consolidación o la reconstrucción del activo del capital social, como los programas de resolución de conflictos y la rehabilitación de 24 “espacios comunitarios integrados”, incluyendo instalaciones deportivas, para adolescentes y para entrenamiento (Moser et al., 1996b). Tabla 7.Vulnerabilidad de los activos en las cuatro comunidades estudiadas: resultados y soluciones potenciales Tipo de vulnerabilidad Mano de obra Capital humano Vivienda e infraestructura Relaciones familiares Capital social Resultado Solución potencial Pérdida de ingresos Proporcionar entrenamiento adecuado en destrezas no tradicionales apropiado para la comunidad Incapacidad de mantener los niveles de inversión en educación y atención preventiva a la salud Incapacidad de proporcionar agua segura y limpia Desarrollar esquemas de crédito de ONGs para empresas basadas en casa Proporcionar atención a la salud adecuada, accesible y de bajo costo Proporcionar recursos para educación primaria (profesores, libros de texto, salones de clase) Proporcionar créditos para los gastos educativos, como los uniformes Reparar y mantener el suministro de agua Proporcionar tuberías seguras y accesibles Incapacidad de usar la vivienda Facilitar la propiedad o subdivisión de los como un activo productivo terrenos Revisar el marco regulatorio de la tierra Proporcionar electricidad para operar empresas basadas en casa Aumento en la violencia Dar apoyo a estaciones de policía manejadas doméstica por mujeres Falta de cuidado adecuado de Proporcionar atención basada en y sostenida por los niños la comunidad para niños y personas de edad Falta de cuidadores para la avanzada gente de edad avanzada Proporcionar tecnología que ahorre tiempo y Familias separadas trabajo Caída en la asistencia de las A través de fondos sociales, proporcionar OBCs, especialmente de las oportunidades reales para intervenciones mujeres, o en la actividad de organizadas por OBCs que reconozcan el las OBCs trabajo pagado así como el voluntario Incremento de las pandillas Dar prioridad a instalaciones comunitarias, juveniles especialmente para los jóvenes Incremento de la delincuencia Apoyar soluciones basadas en la comunidad y homicidios para la delincuencia Descenso en la asistencia a Aumentar la capacidad de policía escuelas nocturnas Proporcionar un suministro de agua cercano a los vecindarios residenciales Proporcionar transporte seguro Proporcionar iluminación tecnológicamente adecuada Proporcionar espacios amplios y abiertos para los vendedores Ubicar las escuelas nocturnas cerca de las áreas residenciales 25 Mientras que el estudio urbano, con su marco de referencia de vulnerabilidad de los activos, tiene la intención de contribuir a debates acerca de intervenciones más apropiadas y locales, plantea tantas preguntas como las que responde. Así como los investigadores de la hambruna/seguridad alimentaria con un enfoque en las políticas buscan identificar indicadores más apropiados para monitorear el “estrés alimentario” (Davies, 1993), así se deberían desarrollar indicadores para predecir cómo los cambios en las circunstancias macroeconómicas pueden afectar a los pobres. El estudio urbano muestra que las existencias de activos de las familias son el resultado son el resultado neto de la acumulación a lo largo del tiempo. Si dos familias con ingresos similares, pero existencias muy diferentes de activos, tienen diferentes capacidades para manejar las caídas económicas, entonces un inventario de los flujos de ingresos, los servicios adquiridos y las decisiones tomadas en el pasado pueden tener un poder predictivo que es mejor que el ingreso por sí solo. El estudio, al mostrar importantes similitudes en las estrategias de administración del portafolio de activos en comunidades en contextos globales muy diferentes, apunta hacia las posibilidades para desarrollar tales indicadores, que podrían ayudar a identificar las intervenciones con más probabilidades de tener el mayor impacto en el bienestar de las familias. Ya que las medidas de reducción de la pobreza nunca serán simples ni directas, el desarrollo de tales indicadores es ahora un enorme desafío para los diseñadores de políticas y para quienes las aplican. 1 Este compromiso reconfirmado con los objetivos de reducción de la pobreza como el objetivo operacional más amplio del Banco Mundial fue reforzado por un documento de políticas (World Bank, 1991a), una Directiva Operacional (O.D.4.15) (World Bank, 1991b) y un Manual de Reducción de la Pobreza (World Bank, 1992). 2 Aunque originalmente fue identificada como una estrategia doble junto con la tercera, la red de seguridad, identificada como un “complemento importante a la estrategia básica de dos partes (World Bank, 1990, p. 3; World Bank, 1991a, p.18), referencias más recientes la citan como de naturaleza triple (véase por ejemplo Toye y Jackson, 1996). Así, la OD 4.15 afirma que “El WDR mostró que la reducción sostenible de la pobreza podría ser alcanzada mediante (a) un crecimiento económico de base amplia para generar oportunidades eficientes de generación de ingresos para los pobres, y (b) un mejor acceso a la educación, la nutrición, la atención a la salud y otros servicios sociales: mejorar el bienestar social directamente y aumentar la capacidad de los pobres de aprovechar las oportunidades descritas en (a). la aproximación también incluye una red de seguridad social para los más pobres y más vulnerables elementos de la sociedad (World Bank, 1991b, p. 1). 3 La reciente inclusión de las técnicas participativas dentro de estudios más convencionales de la pobreza, como las evaluaciones de la pobreza del Banco Mundial, sugiere una convergencia metodológica, y los estudiosos cada vez más recomiendan “caminar con dos piernas” al estudiar la pobreza (Baulch, 1996b). Sin embargo, pese a algunos ejemplos innovadores, todavía quedan retos considerables para vincular satisfactoriamente las mediciones cuantitativas de ingresos-pobreza con las percepciones cualitativas de bienestar (IDS/IUED, 1994). 4 En cada una de las comunidades el estudio combinó tres herramientas de investigación idénticas: un estudio de muestra al azar de cerca de 200 familias; un estudio de submuestra de 30-40 mujeres seleccionadas de la muestra para recolectar datos de percepción y a profundidad, y un estudio comunitario (véase Moser et al, 1996a). 5 En el área de la seguridad alimentaria/hambruna, una definición bastante aceptada de la vulnerabilidad es “una medición agregada, para una población o región dada, del riesgo de exposición a la inseguridad alimentaria, y la capacidad de la población de afrontar las consecuencias de la inseguridad” (Downing, 1991). 26 6 Para una revisión detallada de las definiciones de vulnerabilidad, véase Longhurst (1994, pp. 17-19). En un estudio reciente de datos de panel en Perú, la vulnerabilidad fue definida como “un concepto dinámico, que generalmente involucra una secuencia de eventos después de un choque macroeconómico” (Glewwe y Hall, 1995, p. 3). 7 Así, Dreze y Sen definen los derechos inherentes como “el conjunto de paquetes alternativos de objetos sobre los que una persona puede establecer... comando”. El derecho inherente de un trabajador asalariado está dado por “lo que puede comprar con su salario, si es que en realidad consigue encontrar empleo” (Drexe y Sen, 1989, pp. 9-10). 8 Swift argumenta que los activos crean un amortiguamiento entre la producción, el intercambio y el consumo. Las actividades de producción e intercambio crean activos, y en caso de ser necesario, los activos pueden ser transformados en insumos para la producción o directamente en consumo. 9 El capital productivo se define como la tierra, la maquinaria, los animales, las construcciones de granja, los árboles, los pozos, etc.; el capital no productivo, como las joyas, las habitaciones, los graneros, algunos animales, el efectivo, los ahorros; el ingreso como las cosechas, el ganado, la actividad que no es de granja ni agrícola, y los reclamos como los préstamos, los regalos, los contratos sociales y la seguridad social (Maxwell y Smith, 1992, p. 16). 10 Esto no trata de sugerir que todas las familias rurales tienen acceso a la tierra como un activo productivo. Para una descripción amplia de la problemática de los que no tienen tierra en las áreas rurales, véase Dasgupta (1993). 11 Por ejemplo, el antropólogo social Meyer Fortes afirmó que “Para que un sistema social se mantenga a sí mismo, sus dos recursos vitales... son su capital humano y su capital social” (Fortes, 1958, p. 1). 12 Putnam argumenta que las estructuras organizacionales, basadas en vínculos horizontales, tienen más probabilidades de incrementar la confianza y la cooperación necesarias para el desarrollo de “existencias” de capital social que las organizaciones basadas en las organizaciones basadas en vínculos jerárquicos verticales (Putnam, 1993). 13 El estudio fue realizado dentro de la División de Desarrollo Urbano del Banco Mundial, en colaboración con las ONGs y los investigadores locales. El apoyo financiero fue proporcionado por el Ministerio Holandés de Cooperación para el Desarrollo, la UNICEF, la Autoridad Sueca para el Desarrollo, el UNCHS (HABITAT) financiado por el Programa de Desarrollo de las Naciones Unidas/Programa de Administración Urbana del Banco Mundial, y el Banco Mundial. 14 Para una documentación más detallada de los hallazgos de investigación, véase Moser (1996, 1997); Moser y Holland (1997b), y Moser y McIlwaine (1997a, 1997b). 15 Para facilidad del lector, la primera referencia cita el nombre de la ciudad junto con el de la comunidad. Las referencias siguientes usan simplemente el nombre de la comunidad. 16 La investigación fue realizada con cerca de 60 investigadores en cuatro etapas: investigación, desarrollo de herramientas, consulta y seguimiento. 17 Hubo datos disponibles de tendencias de panel a nivel comunitario de 1978 a 1992 para Chawama y Cisne Dos, y datos de tendencias de 1988 a 1992 para Commonwealth. La falta de datos de tendencia para Angyaföld dio como resultado que fuera excluida de todos los análisis de tendencias de los resultados de investigación. 18 Chawama fue la única comunidad en la que las familias tenían terrenos utilizados para la producción de subsistencia. Sin embargo, los datos revelaron que la contribución de alimentos de subsistencia era mínima. 19 Es importante reconocer que esta estrategia de densificación puede causar problemas ambientales o de espacio adicionales cuando tiene como resultado que más gente dependa de las mismas instalaciones, como al compartir letrinas. 20 Este resultado está sesgado por el inusualmente grande número de personas jubiladas en el estudio de muestra. 21 Definido como el trabajo por efectivo o especie, incluyendo la producción para el mercado y la subsistencia. 22 Definidas como el trabajo para mantener y reproducir la fuerza laboral, incluyendo tener hijos y las tareas domésticas. Donde no se pueden realizar cálculos detallados del tiempo, esta metodología estima el tiempo promedio dedicado a varias tareas reproductivas diferentes, excluyendo el cuidado de los niños, que no puede ser incluido por la complejidad de medir la intensidad del trabajo. 23 Definida como el trabajo en la comunidad para asegurar la provisión y el mantenimiento de los recursos colectivos.