En este mundo nuestro En este mundo nuestro Un hospital de Madrid en 1864 Inmaculada Ruiz de Balugera, Oblata del Santísimo Redentor cuando el hospital les daba el alta, el Gobierno las obligaba a tener un documento especial para mujeres prostitutas y, como con este documento nadie las quiere ni para servir ni para trabajar, se ven precisadas, aunque no quieran, a volver a su vida anterior. Es en este momento cuando el obispo Serra se dispone a “salir de nuevo”, a diseñar, a trazar un estilo de vida nunca soñado. Y exclama: “Esto era demasiado doloroso para que yo pudiera presenciarlo sin determinarme a hacer algo en favor suyo”. Un refugio para las mujeres Monseñor Serra comparte los sentimientos, que le provoca la situación descubierta en la vida de las mujeres del hospital, con Antonia María de Oviedo y Shönthal, pedagoga e institutriz de las hijas del segundo matrimonio de la reina M.ª Cristina de Borbón. En su determinación, se arriesga a pedirle que no solo colabore, sino que se implique con él en la fundación de un refugio para dichas mujeres. Un refugio, un hogar como alternativa de humanización y liberación. Antonia, en un primer momento, se asusta, se resiste y se atreve a expresar las objeciones que tiene ante semejante proyecto. Monseñor Serra le contesta: “No le pido a usted que haga nada en contra de su voluntad y con repugnancia. Había pensado que usted era muy a propósito para ayudarme, Un breve pasaje tomado de la novela de Pío Baroja, “El árbol de la ciencia”, nos ofrece una idea acerca del hospital de San Juan de Dios, fundado en el siglo XVI. En la época en la que nos lo describe el autor, después de la desamortización de Mendizábal, dependía de la Beneficencia provincial y mostraba un miserable aspecto. El texto dice así: “Para un hombre excitado e inquieto como Andrés, el espectáculo tenía que ser deprimente. Las enfermas eran de lo más caído y miserable. Ver tanta desdichada sin hogar, abandonada en una sala negra, en un estercolero humano; comprobar y evidenciar la podredumbre, que envenena la vida sexual, le hizo a Andrés una angustiosa impresión. El hospital, ya derruido por fortuna, era un edificio inmundo, sucio, maloliente; las ventanas de las salas que daban a la calle de 14 ICONO / Junio 2016 pero no ha de hacer nada a disgusto. Yo quiero ayudar a esas mujeres. Es menester algo en Madrid o en las cercanías y si todas las puertas se cierran, les abriré yo unas donde se puedan salvar. Haré todo lo que pueda y si nadie me ayuda, lo haré solo con la gracia y el apoyo del que llevó en sus hombros a la oveja perdida y que no quiere la muerte del pecador, sino que se convierta y viva”. ¿Cómo reacciona Antonia de Oviedo? Eran los días de la Pascua florida de 1864. En una carta dirigida a unos amigos en el mes de mayo de 1864 les dice: “Yo, entonces, viéndole tan decidido, le pedí que olvidara mis objeciones, que las perdonara, y le prometí, desde luego, que le ayudaría recordándole que bien sabía que con una promesa mía se podía contar y desde luego me puse a la obra, y no he dejado nada por hacer (...). Ya tengo casa en Ciempozuelos”. Un luminoso día del mes de junio de 1864, José M.ª Benito Serra y Antonia M.ª de Oviedo inauguraron un proyecto de acogida para mujeres vulneradas en lo más íntimo de su ser. Se inició, entonces, una corriente de compasión, misericordia y ternura que, a ritmo de paciencia, de fe y de amor, abocó, seis años más tarde, en la fundación de la Congregación de Hermanas Oblatas del Santísimo Redentor. “... tengo casa en Ciempozuelos”. Las puertas están siempre abiertas. Atocha, tenían además de las rejas, unas alambreras, para que las mujeres recluidas no se asomaran y escandalizaran. De este modo no entraba allí ni el sol ni el aire”. Urgido por la compasión A este submundo se aproxima una mañana del otoño de 1863 José M.ª Benito Serra, obispo de Daulia, quien sería, años más tarde, fundador de la Congregación de Hermanas Oblatas del Santísimo Redentor. Desde este primer encuentro su sensibilidad queda tocada, alterada ante el paisaje de inhumanidad e indefensión, donde padecen la humillación más absoluta las mujeres. Se inició, entonces, una corriente de compasión, misericordia y ternura que llega hasta hoy Conmovido en su entraña, se siente urgido por el Dios de Jesús a ser buena noticia de compasión y liberación. Además, toma conocimiento de que ICONO / Junio 2016 15