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RECUPERAR LA ESPIRITUALIDAD DE JESÚS
Este es el tema que me propongo abordar en este Foro que trata de
buscar «Nuevos caminos para una nueva espiritualidad». Lo hago desde
la convicción de que nada hay más urgente en la Iglesia de hoy que
volver a Jesús para centrar con más verdad y más fidelidad nuestra
espiritualidad en su persona y en su proyecto del reino de Dios. Lo hago
también desde la conciencia de que no es posible hoy hacer una oferta de
caminos nuevos de espiritualidad sino desde una actitud de «humildad,
desnudez y amor» 1.
En el libro de Isaías se dice que en el exilio, los israelitas,
viviendo en un pueblo extraño, lejos de su tierra, preguntan al profeta:
«Centinela, ¿qué ves en la noche?». Y él replica de manera enigmática:
«Se hizo de mañana y también de noche. Si queréis preguntar,
preguntad…» 2.
¿Qué podemos preguntar en este tiempo de luces y sombras?
¿Hacia qué noche se encamina el nihilismo moderno, olvidado de la
interioridad y sin un horizonte capaz de orientar y alentar la existencia?
¿Empieza a clarear alguna luz desde esa constelación de espiritualidades
que nacen, crecen y se entrecruzan dentro de ese fenómeno complejo de
la «Nueva Era» (New Age) 3? ¿Es posible atisbar algún amanecer en esa
noche cerrada de una Humanidad inhumana que hunde en el hambre y la
miseria a millones de hombres y mujeres, mientras sigue destruyendo de
modo imparable la casa de todos, y poniendo en peligro la trama misma
de la vida? ¿Está amaneciendo realmente un día nuevo con el nacimiento
1
Marià Corbí, Hacia una espiritualidad laica. Sin creencias, sin religiones, sin dioses. Herder,
Barcelona, 2007, p.191-294.
2
Isaías 21, 12.
3
Jean Vernette, Jésus dans la Nouvelle Religiosité, Desclée, 1987.
1
de esa espiritualidad laica dispuesta a reemplazar en un futuro no muy
lejano las religiones y creencias del pasado?
Mientras tanto, a juicio de no pocos observadores y pastoralistas,
es cada vez más patente en la Iglesia Católica la «mediocridad
espiritual» que denunciaba hace años Karl Rahner con tanta lucidez.
Nuestra Iglesia no posee hoy el vigor espiritual que necesita para
enfrentarse a los retos del momento actual. Después de veinte siglos de
cristianismo, el corazón de la Iglesia necesita conversión y purificación.
En unos tiempos en que se está produciendo un cambio socio-cultural sin
precedentes, la Iglesia necesita una conversión sin precedentes. No estoy
pensando en un «aggiornamento», siempre necesario; tampoco en
algunas reformas religiosas, sino en una conversión al Espíritu que
animó la vida entera de Jesús. Si en las próximas décadas no se produce
un clima nuevo de conversión humilde, gozosa, radical al Espíritu de
Jesús, el cristianismo entre nosotros corre el riesgo de diluirse en formas
religiosas cada vez más decadentes y sectarias, y cada vez más alejadas
de lo que fue el movimiento inspirado y querido por Jesús.
Estoy convencido de que Jesús puede ser, en estos momentos
difíciles
pero
apasionantes,
fuente
y
camino
humilde
de
una
espiritualidad sana, creativa, liberadora y generadora de esperanza.
Entiendo por «espiritualidad de Jesús» un estilo concreto de vivir que se
alimenta de su Espíritu, es reconocible por sus opciones y su práctica, y
conduce a quienes lo siguen a vivir al servicio de una vida más digna y
más abierta a la esperanza en el Misterio bueno de Dios 4. No pretendo
elaborar una exposición sistemática. Deseo sembrar en este Foro la
inquietud por Jesús para despertar nuestras conciencias y para empezar a
4
No voy a hablar de la mística cristiana que hunde sus raíces en la cristología yoanea; tampoco de la
«cristología interior» que es posible desarrollar desde la experiencia paulina del «vivir en Cristo», ni
de los diversos caminos que se ensayan hoy para acceder a la espiritualidad oriental desde la persona
de Jesús. Se puede leer a Javier Melloni. El Cristo interior. Herder, Barcelona, 2010.
2
creer que Jesús puede hoy encender entre nosotros ese fuego que vino a
prender en el mundo 5.
1. Espiritualidad enraizada en la pasión profética
Lo primero que hemos de captar bien es que la espiritualidad de
Jesús se enraíza en la experiencia bien conocida de los profetas de Israel.
Jesús no es un sacerdote del templo ocupado en el servicio religioso.
Nadie lo confunde tampoco con un maestro de la ley dedicado a defender
el marco legal. Los campesinos de Galilea ven en sus gestos y palabras
la actuación de un hombre impulsado por el espíritu profético: «Un
profeta grande ha surgido entre nosotros» 6.
Jesús, como los profetas de Israel, no forma parte de la estructura
política ni religiosa. No es nombrado por ninguna autoridad, no es
ordenado ni ungido por nadie. Su vida está marcada por el Espíritu de
Dios empeñado en guiar al pueblo por los caminos de la justicia 7. Tres
rasgos caracterizan la espiritualidad profética: presencia alternativa,
indignación profética; apertura a la esperanza.
•
Presencia alternativa
En medio de una sociedad injusta donde los poderosos no tienen
conciencia de estar arrebatando el pan a los pobres, donde los
privilegiados buscan su propio bienestar silenciando el sufrimiento de
los que lloran, el profeta introduce una forma alternativa de entender y
de vivir la realidad a la luz de la compasión de Dios y sus deseos de
justicia. Por otra parte, cuando la religión se acomoda a un estado de
5
«He venido a prender fuego en el mundo: ¡y ojalá estuviera ya ardiendo!» (Lucas 12, 49); «El que
está cerca de mí, está cerca del fuego. El que está lejos de mí, está lejos del reino» (Evangelio
apócrifo de Tomás).
6
Lucas 7, 16; ver Marcos 6, 15; 8, 27-28.
7
El profeta es «nabi», es decir alguien que ha sido «llamado» por Dios para escuchar un mensaje que
ha de comunicar en su nombre. Se le llama también «ro’eh» y «hozeh», es decir, «un vidente» que,
desde Dios, ve lo que otros no ven.
3
cosas injusto; cuando los intereses religiosos no coinciden ya con los
intereses de la justicia de Dios, cuando la crítica no puede ser practicada
desde el templo porque ha desaparecido la pasión por el Dios de los
pobres, sustituido por el Dios del orden y del culto…, se hace presente
el profeta con su manera de leer y de vivir la realidad desde la verdad de
Dios.
Así hemos de captar la presencia profética de Jesús en medio de la
cultura dominante de indiferencia en la sociedad judía de los años treinta.
La vida entera de este hombre que recorre las aldeas de Galilea
impulsado por el Espíritu de Dios es un grito: las cosas no son como las
quiere el Padre. En Galilea no reina su justicia. Hace tiempo que la
política de Roma y de sus vasallos herodianos viene oprimiendo a los
más débiles, mientras los dirigentes religiosos del templo se han
desentendido de su sufrimiento.
•
Indignación profética
La indignación es la primera reacción de quien vive desde el
Espíritu de Dios, ante los abusos e injusticias que afligen a los inocentes.
Esta indignación expresa la rabia y la impotencia de las víctimas, saca a
la luz las causas que se ocultan bajo tanto sufrimiento, sacude de la
indiferencia,
el
conformismo
y
el
autoengaño
generalizado.
Esta
indignación es necesaria para que no se apague la confianza en la vida ni
la esperanza en Dios. Abre las heridas de la sociedad, no para destruir a
los culpables sino para iniciar la curación. Cuando otros permanecen
callados
por
inconsciencia,
ceguera
o
cobardía,
Jesús
grita
su
indignación: el sufrimiento de los inocentes ha de ser tomado en serio;
no puede ser aceptado como algo normal pues es inaceptable ante Dios.
Movido por su espíritu profético, Jesús alza su voz: «Los jefes de
las naciones las dominan como señores absolutos, y los grandes las
4
oprimen con su poder. No ha de ser así entre vosotros» 8. Dios está contra
el poder opresor. Grita también: «En la cátedra de Moisés se han
sentado los escribas y los fariseos… Atan cargas pesadas y las echan a
la espalda de la gente, pero ellos ni con el dedo quieren moverlas» 9. No
ha de ser así. Dios está contra la religión opresora. La indignación de
Jesús es su reacción profética ante una sociedad no suficientemente
indignada.
•
Apertura a la esperanza
Cuando la sociedad no permite apenas expectativas de cambio para
los
pobres,
cuando
la
religión
cierra
el
paso
a
toda
novedad
considerándola como una amenaza para lo establecido, cuando nadie
sabe cómo y dónde podría brotar una esperanza nueva para los últimos y
para esa sociedad cínica e indiferente que les da la espalda…, aparece el
profeta luchando contra el escepticismo, criticando la ilusión de
eternidad y absoluto que paraliza a la religión, y recordando a todos que
sólo Dios es dueño del futuro. Entonces la indignación profética se
convierte en imaginación y aliento para pensar el futuro desde la libertad
de Dios, amigo de la vida.
Así hemos de leer la trayectoria profética de Jesús. El imperio
romano pretende que la «pax romana» es la paz plena y definitiva; la
religión del templo defiende que la «Torá de Moisés» es inmutable y
eterna. Mientras tanto, los excluidos del imperio y los olvidados por la
religión, están condenados a vivir sin esperanza. Puede haber alguna
mejora en la «pax romana», se puede cumplir de manera más escrupulosa
la «Torá de Moisés», pero nada decisivo cambia para los pobres: el
mundo no se hace más humano. No es posible imaginar un nuevo
comienzo.
8
9
Mateo 20, 25-26a
Mateo 23, 2-4
5
Jesús rompe ese mundo cerrado anunciando la irrupción del reino
de Dios. Esa situación sin alternativa ni esperanza es falsa. Esa política
que no admite una crítica de fondo, esa religión segura de sí misma que
ni siquiera sospecha la interpelación de Dios desde los pobres, no
responden a la verdad del Padre. Es posible luchar por el reino de Dios y
su justicia. El mundo querido por el Padre va más allá de los derechos
del César y más allá de lo establecido por la Ley. Impulsado por ese
espíritu, Jesús contagia su esperanza con sus gritos subversivos: «los
últimos serán los primeros y los primeros últimos»
10
; «quienes se
ensalcen serán humillados y quienes se humillen serán ensalzados» 11 .
Los publicanos y las prostitutas entran en el reino de Dios antes que los
dirigentes religiosos
12
. Será grande quien se ponga a servir a los
últimos 13.
Esta espiritualidad profética, marcada por la presencia alternativa,
la indignación y la apertura a la esperanza es el marco de la
espiritualidad de Jesús y de todo aquel que sigue sus pasos inspirado por
su espíritu.
1.
Espiritualidad centrada en el reino de Dios
Con una audacia desconocida, Jesús sorprende a todos afirmando
algo que ningún profeta de Israel se había atrevido a declarar: «Ya está
aquí Dios, con su fuerza creadora de justicia, tratando de reinar entre
nosotros». Marcos resume así su mensaje: «El tiempo se ha cumplido. El
reino de Dios está cerca. Cambiad de manera de pensar y de actuar, y
creed en esta Buena Noticia» 14 . Empieza un tiempo nuevo. Dios no
10
Este dicho aparece con pequeñas modificaciones en Marcos 10,31; Mateo 19,30; 20,16; Lucas 13,30.
Lucas 14, 11; 18,14; Mateo 23,12
12
Mateo 21,31.
13
Marcos 10, 43-44.
14
Marcos 1, 15.
11
6
quiere dejarnos solos ante nuestros problemas, desafíos y sufrimientos.
Quiere construir, junto a nosotros, una vida más humana. Hemos de
aprender a vivir de esta Buena Noticia. En este gran símbolo del «reino
de Dios» Jesús recoge las aspiraciones y expectativas más hondas de
Israel: el anhelo que encontró en el corazón de su pueblo, que está vivo
en todos los pueblos, y que Jesús supo recrear desde su propia
experiencia de Dios, dándole un horizonte nuevo y sorprendente. Este
proyecto del reino de Dios constituye el principio estructurante de su
espiritualidad.
•
Buscar el reino de Dios y su justicia
El centro de la experiencia mística de Jesús y de su actividad
profética no lo ocupa propiamente Dios, sino «el reino de Dios», pues
Jesús no separa nunca a Dios de su proyecto de transformar el mundo.
No lo contempla encerrado en
su misterio insondable, ajeno al
sufrimiento humano. Lo experimenta como la presencia buena de un
Padre que está buscando abrirse camino en el mundo para humanizar la
vida. Este es el horizonte de la espiritualidad de Jesús. Por eso, no invita
a sus seguidores a buscar a Dios por caminos de perfección y santidad,
sino a «buscar el reino de Dios y su justicia»
15
. No llama a la
«conversión» a Dios volviendo a la observancia a la Ley, sino que invita
a «entrar» en el reino de Dios 16.
•
Los caminos del reino de Dios
Este «reino de Dios» no es una religión. Es mucho más. Acoger el
reino de Dios va más allá de la aceptación de las creencias, preceptos y
15
Mateo 6, 33.
Los profetas de Israel llaman a la «conversión» (teshubá), que consiste en abandonar los caminos
desviados para volver (shub) al Dios de la Alianza. Jesús llama a entrar en el reino de Dios saliendo de
otros reinados (Dinero, César,…).
16
7
ritos de una religión. Es una experiencia nueva de Dios que lo resitúa
todo de manera nueva. Hay que aprender a captar y buscar la presencia
humanizadora de Dios no en el marco de la religión sino en la
experiencia de una vida cada vez más sana, más justa, más liberada, más
acorde con lo que quiere el Padre para sus hijos e hijas. Se suelen citar
unas
palabras
de
Jesús
que
pueden
distorsionar
gravemente
su
pensamiento 17 pues la expresión original de Lucas «entos hymin» admite
dos lecturas posibles. Siguiendo una primera posibilidad, se ha traducido
tradicionalmente así: «El reino de Dios está dentro de vosotros» con el
riesgo de reducir el reino de Dios a una realidad íntima y espiritual, que
se produce en el interior de la persona cuando se abre a la acción de
Dios. Hoy, sin embargo, siguiendo otra posibilidad más probable, se
tiende a traducir: «El reino de Dios está entre vosotros» con el riesgo de
hacer del reino de Dios un proyecto ideológico o político, ajeno a la
transformación de las conciencias. En realidad Jesús está pensando en
una transformación que abarca la totalidad de la vida y humaniza todas
las dimensiones del ser humano. De ordinario, la acogida del reino
comienza en el interior de la persona que se convierte al Dios revelado
en Jesús, y se va haciendo realidad social allí donde la vida se va
haciendo más humana 18.
•
La oración del buscador del reino de Dios
Jesús dejó en herencia a sus seguidores una oración, la única que
les enseñó para alimentar su actitud espiritual. Esta oración constituye el
núcleo de su identidad de hombres y mujeres comprometidos en la tarea
del reino. Es una oración confiada al Padre de todos, que nos enraíza en
la fraternidad universal recogiendo tres grandes anhelos centrados en el
17
Lucas 17, 21
El evangelio apócrifo de Tomás atribuye precisamente a Jesús estas palabras: «El reino de Dios está
dentro y fuera de vosotros» (3).
18
8
reino de Dios y tres gritos salidos desde las necesidades más básicas del
ser humano 19.
«Santificado sea tu Nombre» de Padre. Que nadie lo desprecie
violando la dignidad de tus hijos e hijas. Que sean desterrados los
nombres de los ídolos que matan a tus pobres. Que todos bendigan tu
nombre de Padre bueno. «Que venga tu reino». Que abramos caminos a
tu justicia, tu verdad y tu paz. Que no reinen los ricos sobre los pobres,
que los poderosos no abusen de los débiles, que los varones no dominen
a las mujeres. «Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo». Que
no encuentre tanta resistencia en nosotros. Que en la creación entera se
haga lo que tú quieres, y no lo que buscan los poderosos de la Tierra.
Que se vaya haciendo realidad entre nosotros lo que deseas en tu corazón
de Padre.
«Danos el pan de cada día». Que a nadie le falte pan. No te
pedimos bienestar abundante para nosotros, sino pan para todos. Que los
hambrientos de la Tierra puedan comer, que tus pobres dejen de llorar y
empiecen
a
reír,
que
los
podamos
ver
viviendo
con
dignidad.
«Perdónanos nuestras deudas». Necesitamos tu perdón y tu misericordia.
Estamos en deuda contigo por nuestro vacío inmenso de respuesta a tu
amor liberador. Que tu perdón transforme nuestro corazón y nos haga
vivir perdonándonos unos a otros. «No nos dejes caer en la tentación»
de alejarnos definitivamente de tu reino. Somos débiles y estamos
expuestos a riesgos y crisis que pueden arruinar la vida humana. No nos
dejes caer derrotados. «Líbranos del mal». Arráncanos de la frustración.
Esta oración repetida diariamente, a solas y en comunidad,
fortalece nuestro espíritu, nos configura como seguidores de Jesús y nos
19
Lucas 11, 2-4 // Mateo 6, 9-13. Probablemente Jesús la entendía como una oración para ser
pronunciada cada día.
9
compromete en la búsqueda del reino de Dios y su justicia. Recuperar la
espiritualidad de Jesús es centrar la religión cristiana en la búsqueda del
reino de Dios, poner a la Iglesia al servicio de un mundo más justo, más
digno y más dichoso para todos, empezando por los últimos, entender y
vivir el seguimiento a Jesús colaborando con todos los hombres y
mujeres que caminan y trabajan en esa dirección.
2. Espiritualidad al servicio de una vida más humana
Para entender y vivir esta espiritualidad del reino de Dios, hemos
de captar bien la intención de fondo del proyecto de Dios, que no es otra
sino hacer la vida más humana, digna y dichosa. Esto es lo decisivo.
•
La pasión por el Dios, amigo de la vida
Jesús no discute sobre Dios con ningún grupo judío: todos creen en
el mismo Dios, el Creador de los cielos y la tierra, el Liberador de su
pueblo querido. La diferencia está en que, mientras los letrados de la ley
y los dirigentes del templo asocian a Dios con su sistema religioso, Jesús
lo vincula con la vida 20. Los sectores más religiosos de Israel se sienten
llamados por Dios a asegurar los sacrificios rituales, la observancia de la
ley o el cumplimiento del sábado. Jesús, por el contrario, se siente
impulsado por Dios a promover la vida: «yo he venido para que las
gentes tengan vida y vida en abundancia» 21. Para Jesús, lo primero es la
vida de las personas, no el culto; la curación de los enfermos, no el
sábado; la reconciliación social, no las ofrendas que lleva cada uno hacia
el altar; la acogida amistosa al pecador y el perdón sanador, no los ritos
de expiación.
20
21
Christian Duquoc, Dios es diferente. Sígueme, Salamanca, 1978, 39-55.
Juan, 10,10. el cuarto evangelista resume bien el recuerdo que quedó de Jesús.
10
Al parecer, Jesús tenía la costumbre de despedir a los enfermos
curados y a los pecadores perdonados con este saludo: «Vete en paz» 22 y
disfruta de la vida. Jesús les desea lo mejor: salud integral, bienestar
completo, una convivencia dichosa en el hogar y en la aldea, llena de las
bendiciones de Dios. El término hebreo shalom indica lo más opuesto a
una vida indigna, desdichada, maltratada por las desgracias o la pobreza.
El Dios de Jesús es «amigo de la vida» 23.
•
En dirección a los pobres
El espíritu de Dios empuja a Jesús hacia los últimos. Los primeros
en experimentar esa vida más digna y liberada han de ser aquellos para
los que la vida no es vida. En esa dirección se vive la espiritualidad de
Jesús. Lucas lo ha captado muy bien cuando lo presenta en la sinagoga
de Nazaret aplicándose a sí mismo unas palabras del profeta Isaías 62, 12: «El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido. Me ha
enviado a anunciar a los pobres la Buena Noticia, a proclamar la
liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, para dar libertad a los
oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor» 24.
Se habla aquí de cuatro grupos de personas: los «pobres», los
«cautivos», los «ciegos» y los «oprimidos». Ellos simbolizan y resumen
la primera preocupación espiritual de Jesús: los que lleva más dentro de
su corazón profético. Nosotros hablamos de «democracia», «derechos
humanos», «progreso», «bienestar»… Aquí se sugiere una vida nueva y
liberada que puede emerger precisamente entre los últimos. Allí donde se
cultiva una espiritualidad marcada por Jesús, tarde o temprano, de una
manera o de otra, el Espíritu se comunica y difunde como «Buena
Noticia» para los pobres, como «liberación» para los que viven cautivos
22
Marcos 5, 34; Lucas 7, 50; 8, 48.
Sabiduría 11, 26.
24
Lucas 4, 16-22. La escena es probablemente una composición del evangelista, pero recoge bien la
experiencia profética de Jesús y su programa de impulsar el reino de Dios entre los últimos.
23
11
de tantas esclavitudes, como «luz» para quienes caminan en tinieblas,
como «libertad» para los oprimidos y «gracia» para los desgraciados.
Aunque lo hayamos eliminado prácticamente de nuestra conciencia
cristiana, al hombre o la mujer «espiritual» se le conoce por su cercanía
a los pobres, su defensa de los últimos y su práctica liberadora.
•
Luchando contra los ídolos que dan muerte
El Dios de Jesús, Amigo de la vida, está siempre junto a sus hijos e
hijas, en contra del mal, el sufrimiento y la muerte. Jesús le vive a Dios
como una Fuerza contra el mal, una Presencia buena que bendice la vida
y atrae a todos a luchar contra lo que hace daño al ser humano y al
mundo entero: el «Antimal» en expresión feliz de E. Schillebeeckx 25. Así
lo experimenta Jesús y así lo comunica a través de toda su vida. Por eso
lucha contra ídolos como el Poder o el Dinero, que deshumanizan a
quienes les rinden culto y exigen siempre más víctimas para subsistir.
«Devolved al César lo que es del Cesar, pero a Dios lo que es de Dios» 26.
Si queréis dar culto a Tiberio, retirado ya en la isla de Capri, devolvedle
su dinero injusto que es lo único suyo, pero no deis a ningún César lo
que sólo pertenece a Dios: sus pobres, los excluidos de la ciudadanía
romana, los olvidados por todos. «No podéis servir a Dios y al Dinero» 27.
No es posible vivir acumulando dinero y bienestar, y estar al mismo
tiempo al servicio del Dios de la vida que no puede reinar en el mundo si
no es haciendo justicia a los que nadie hace. Quien vive desde el
Espíritu de Jesús lucha contra ídolos, poderes, sistemas, costumbres o
movimientos que hacen daño al ser humano, deshumanizan el mundo e
introducen muerte.
25
«Jesús, fenómeno personal inédito en Israel, experimenta a Dios como una potencia que abre futuro,
que es contraria al mal, que sólo quiere el bien, que se opone a todo lo que es malo y doloroso para el
hombre… y, por tanto quiere redimir la historia del dolor humano» (Jesús, la historia de un viviente,
Cristiandad, Madrid, 1981, 209-232).
26
Lucas 16,13 // Mateo 6,24
27
Lucas 20,25 // Mateo 22,21
12
Recuperar la espiritualidad de Jesús es entender y vivir su Iglesia
como un espacio desde el que se defiende y se difunde vida, desde donde
se lucha por hacerla mejor. Hacer de las comunidades cristianas un lugar
donde los seguidores de Jesús aprenden a vivir de manera más humana y
humanizadora. Ni la práctica religiosa ni los códigos morales nos han de
hacer olvidar que seguir a Jesús es vivir haciendo la vida más humana.
Pocas tareas pueden ser más apasionantes.
3. Espiritualidad alentada por la compasión
Esta espiritualidad al servicio de una vida más humana está
alentada por una compasión activa y solidaria. No lo hemos de olvidar.
En la raíz de la trayectoria de Jesús al servicio del reino de Dios, como
principio dinamizador encontramos la compasión por las víctimas.
•
La compasión como principio de actuación
Jesús capta y vive la realidad insondable de Dios como bondad y
compasión. Lo que define a Dios no es el poder ni la sabiduría, sino sus
entrañas maternales de Padre. La compasión es el modo de ser de Dios,
su manera de mirar el mundo y de reaccionar ante sus criaturas. El Padre
lo vive todo desde la compasión. Esta es la experiencia de Dios que
comunica Jesús en sus parábolas más conmovedoras 28. Movido por esta
experiencia, va a proclamar Jesús un nuevo principio de actuación. La
espiritualidad más estimada en la sociedad judía, contemporánea de
Jesús, arrancaba de una exigencia básica, aceptada por todos los sectores
y formulada así en el Levítico: «Sed santos porque, yo, el Señor vuestro
Dios, soy santo» 29. El pueblo de Dios ha de imitar la santidad del Dios
del templo: un Dios que ama a su pueblo y rechaza a los paganos,
bendice a los justos y maldice a los pecadores, acoge a los puros y
28
Parábola del padre bueno (Lucas 15, 11-32); parábola del dueño bueno de la viña (Mateo 20, 1-15);
parábola del fariseo y el recaudador que subieron al templo a orar (Lucas 18, 9-14).
29
Levítico 19, 2.
13
separa a los impuros. La santidad es la cualidad esencial de Dios. El
ideal es ser santos como Dios es santo.
Paradójicamente, esta imitación de la santidad de Dios, entendida
como separación de lo «no-santo», lo impuro, lo contaminante, fue
generando de hecho una sociedad discriminatoria y excluyente. El
pueblo judío busca su propia identidad santa y pura excluyendo a las
naciones paganas e impuras. Pero, además, dentro del pueblo elegido, los
sacerdotes gozan de un rango de pureza superior al resto del pueblo pues
están al servicio del templo donde habita el Santo de Israel. Los varones
pertenecen a un nivel superior de pureza sobre las mujeres, sospechosas
siempre de impureza por su menstruación y por los partos. Los que
gozan de salud están más cerca de Dios que los leprosos, ciegos y
tullidos, excluidos del acceso al templo. Esta búsqueda de santidad
generaba barreras y discriminaciones; no promovía la mutua acogida, la
fraternidad y la comunión.
Jesús lo captó enseguida. Esta visión religiosa no responde a su
experiencia de un Dios compasivo y acogedor. Entonces, con una audacia
y lucidez sorprendentes introduce un nuevo principio que lo transforma
todo: «Sed compasivos como vuestro Padre es compasivo»
30
. Es la
compasión y no la santidad el principio que ha de inspirar la conducta de
los hijos e hijas de Dios. Jesús no niega la «santidad» de Dios, pero lo
que cualifica esa santidad no es la separación de lo impuro o el rechazo
de lo no santo. Dios es grande y santo, no porque rechaza paganos,
pecadores e impuros, sino porque ama a todos sin excluir a nadie de su
compasión. Esta compasión activa no es una virtud más, sino la única
30
Lucas 6, 36. La versión paralela de Mateo 5, 48 se ha traducido tradicionalmente así: «Sed perfectos
(teleioi) como vuestro Padre del cielo es perfecto» justificando y promoviendo una espiritualidad de
perfeccionamiento progresivo en santidad. Es mejor traducir: «Sed buenos del todo como es bueno del
todo vuestro Padre del cielo» o «No pongáis límites a vuestra bondad como tampoco pone límites a su
bondad el Padre del cielo» (David Flusser).
14
manera de mirar la vida, de sentir a las personas y de reaccionar ante su
sufrimiento, que nos aproxima al Padre de las misericordias.
En esta compasión podemos diferenciar tres elementos. En un
primer momento, por decirlo así, Jesús interioriza el sufrimiento ajeno,
deja que penetre en sus entrañas, en su corazón, en su ser: lo hace suyo,
le duele a él. En un segundo momento, ese sufrimiento interiorizado,
provoca en él una reacción, se convierte en punto de partida de un
comportamiento activo y comprometido; viene a ser un principio de
acción, un estilo de vivir. Por último, este principio de acción se va
concretando en acciones y compromisos, orientados a erradicar el
sufrimiento o, al menos, a aliviarlo.
•
La mirada compasiva
Las tradiciones sobre Jesús han conservado el recuerdo de su
mirada compasiva a los enfermos, leprosos y desquiciados y, sobre todo,
su mirada conmovida a las gentes. «Al desembarcar, vio mucha gente,
sintió compasión de ellos y curó a sus enfermos» 31; «Al ver a la gente,
sintió compasión de ellos porque estaban cansados y abatidos, como
ovejas sin pastor» 32 . Al entrar en Naín, se encuentra con que llevan a
enterrar al hijo único de una viuda: «el Señor, la vio, se conmovió y le
dijo: No llores» 33 . Johan Baptist Metz ha recordado que, frente a la
«mística de ojos cerrados» más propia de la espiritualidad de Oriente,
volcada sobre todo en la atención a lo interior, quien se inspira en Jesús
está
llamado
a
cultivar
una
«mística
de
ojos
abiertos»
y
una
espiritualidad de responsabilidad absoluta hacia los que sufren.
31
Mateo 14, 14
Mateo 9, 36
33
Lucas 7, 13. Los evangelistas emplean el término «splanchnizomai» que expresa una reacción
visceral, una conmoción entrañable.
32
15
La espiritualidad de Jesús hace vivir a sus seguidores atentos al
sufrimiento de las personas, o como diría el filósofo francés Emmanuel
Levinas, atentos a la aparición del rostro del otro, que expresa, incluso
sin palabras, el carácter vulnerable y frágil del ser humano. La
compasión no brota de la atención a la ley o del respeto a los derechos
humanos, se despierta desde la mirada atenta al que sufre. Esta mirada al
que sufre nos libera de ideologías que bloquean nuestra compasión o de
marcos normativos que nos hacen vivir con la conciencia tranquila. Esa
mirada nos arranca de la indiferencia, nos recuerda nuestra propia
condición vulnerable, despierta en nosotros la solidaridad fraterna 34. En
casi todos los caminos espirituales se privilegia la importancia de la
«consciencia», la «atención al aquí y al ahora», la «experiencia de
unidad», el «silencio interior»… y con razón
35
. Sin embargo, me
atrevería a decir que el camino más eficaz para sintonizar con la
espiritualidad de Jesús es aprender a mirar detenidamente el rostro del
otro con compasión.
•
Gestos de bondad
El buen samaritano de la parábola es, para Jesús, el modelo de
hombre compasivo que vive imitando la compasión del Padre del cielo:
ve al herido del camino, siente compasión y se acerca a él: venda sus
heridas, echa en ellas aceite y vino, le monta sobre su propia
cabalgadura, lo lleva a la posada, cuida de él, se compromete a pagar los
gastos… 36 Este hombre no se siente obligado a cumplir un determinado
código moral, responde al sufrimiento del herido inventando toda clase
de gestos orientados a aliviar el sufrimiento y restaurar la vida del
34
Joan-Carles Mélich Ética de la compasión, Herder, Barcelona, 2010; José María Castillo, La
sensibilidad de Jesús, en Varios, El grito de los excluidos. Seguimiento de Jesús y teología, Estella,
Verbo Divino, 2006, 153-172.
35
Ver la hermosa síntesis de Willigis Jäger, Sabiduría eterna. El misterio que se esconde detrás de
todos los caminos espirituales, Verbo Divino, Estella, 2010.
36
Lucas 10, 30-37. Sorprende el carácter detallado y minucioso con que Lucas describe la reacción
«maternal» del samaritano
16
herido. La respuesta a los que sufren siempre es insuficiente, inadecuada
e imperfecta, pero lo decisivo es vivir sembrando gestos de bondad e
inventando respuestas al sufrimiento.
Así es Jesús que, «ungido por Dios con el Espíritu Santo y con
poder, pasó la vida haciendo el bien» 37 . No tiene poder político, no
posee ninguna potestad religiosa, no puede resolver las inmensas
injusticias que se cometen en aquel rincón del imperio, pero camina por
Galilea y Judea, movido por el Espíritu de Dios sembrando gestos de
bondad. Abraza a los niños y niñas de la calle porque no quiere que los
seres más frágiles de aquella sociedad vivan como huérfanos; bendice a
los enfermos y enfermas para que no se sientan «malditos de Dios» al no
poder recibir la bendición en el templo; toca a los leprosos y acaricia su
piel para que nadie los excluya de la convivencia; cura rompiendo el
sábado para que todos sepan que ni la ley más sagrada está por encima
de la atención a los que sufren 38 . Acoge a los indeseables y come con
pecadores despreciados por todos porque, a la hora de practicar la
compasión, el malo y el indigno tienen tanto derecho como el bueno y el
piadoso para ser acogidos con misericordia.
Estos gestos no son convencionales. Le nacen a Jesús de su
voluntad de hacer un mundo más amable y solidario en el que las
personas se ayuden y se cuiden mutuamente. No importa que, con
frecuencia, sean gestos pequeños. Dios tiene en cuenta hasta el «vaso de
agua» que damos a quien tiene sed. Son gestos orientados a afirmar la
vida y la dignidad de los seres humanos. Recuerdan que siempre es
posible intervenir para sacar bien del mal que existe en el mundo. Son
gestos que van más allá de la respuesta técnica y administrativa de los
problemas. Acompañan
la
indignación
37
profética
abriendo
caminos
Hechos de los apóstoles 10,38.
Marcos 2, 27. «Dios creó el sábado por amor al ser humano y no al ser humano por amor al
sábado».
38
17
directos e inmediatos frente a la pasividad y la indiferencia social, para
no dejar abandonado en su desgracia a ningún doliente.
1. Espiritualidad sanadora
La espiritualidad de Jesús, alentada por la compasión activa, tiene
una dimensión claramente terapéutica, orientada a curar la vida tanto a
nivel individual como social. Los evangelios subrayan que Jesús es un
Profeta curador: «Ungido por Dios con el Espíritu Santo y con poder,
pasó la vida haciendo el bien y curando a todos los oprimidos por el
diablo porque Dios estaba con él» 39.
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Curar la vida
La clave más importante desde la que Jesús trabaja por abrir
caminos a su reino de paz y de justicia, no es el pecado, la moral o el
culto, sino el sufrimiento, la enfermedad, el deterioro de la vida, las
condiciones insanas de la sociedad, la falta de justicia y compasión
solidaria. La gente tuvo que captar el contraste enorme que había entre
el Bautista y Jesús. La trayectoria profética del Bautista está inspirada y
orientada por la lucha contra el pecado. Es su preocupación suprema:
denunciar los pecados del pueblo, llamar a la conversión y purificar con
el rito del bautismo a quienes acuden al Jordán. El Bautista no cura a
ningún enfermo, no toca a los leprosos, no libera a los poseídos por
espíritus malignos, no alivia el sufrimiento. No hace gestos de bondad.
No cura la vida.
Los evangelios, por el contrario, presentan a Jesús caminando por
Galilea, no en busca de pecadores para convertirlos de sus pecados, sino
acercándose a los enfermos de los caminos y las aldeas para curarlos de
sus
39
sufrimientos.
Su
trayectoria
Hechos de los apóstoles 10,38.
18
profética
está
encaminada
primordialmente a aliviar a quienes viven agobiados por el mal y
excluidos de una vida sana. Cuando los enviados del Bautista le
preguntan si viene en nombre de Dios, Jesús responde con su actuación
curadora: «Los ciegos ven y los inválidos andan; los leprosos quedan
limpios y los sordos oyen; los muertos resucitan y a los pobres se les
anuncia la Buena Noticia. Y dichoso el que no se siente escandalizado
por mí» 40. Jesús proclama la cercanía del reino de Dios curando; anuncia
la salvación de Dios introduciendo en el mundo salud. Esto es lo nuevo.
Y es necesario recordarlo pues, con frecuencia, la teología cristiana ha
acentuado hasta el extremo su atención al pecado atenuando la tragedia
del sufrimiento. J. B. Metz ha denunciado repetidamente este grave
desplazamiento: «La doctrina cristiana de la salvación ha dramatizado
demasiado el problema del pecado mientras ha relativizado el problema
del sufrimiento» 41
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Ofrecimiento de salud integral
Los enfermos que encuentra Jesús en su camino son, sin duda, el
sector más desvalido y marginado de aquella sociedad. Muchos de ellos
son incurables. Abandonados a su suerte, incapacitados para ganarse su
sustento, bastantes viven arrastrando una vida de mendicidad que roza la
miseria y el hambre. No experimentan su desgracia como un problema
médico, sino como exclusión injusta de la vida: no pueden vivir como
los demás. Son ciegos que no pueden captar la vida de su entorno; sordos
y mudos que no pueden comunicarse, ni cantar ni bendecir a Dios;
paralíticos que no pueden moverse, trabajar ni peregrinar a Jerusalén;
enfermos de piel repugnante que son alejados del hogar y la aldea;
desquiciados que han perdido el señorío de sus vidas. La mayor tragedia
40
Mateo 11, 4-6. No nos ha de escandalizar pues para Jesús el pecado que ofrece mayor resistencia al
reino de Dios es precisamente causar injustamente sufrimiento o tolerarlo con indiferencia
desentendiéndonos de él.
41
Ver «Memoria passionis. Una evocación provocadora en una sociedad pluralista», Sal Terrae,
Santander, 2007, 160-183
19
de estos enfermos es sentirse olvidados por Dios: su Espíritu creador de
vida los ha abandonado probablemente a causa de algún pecado grave.
Por eso, precisamente, son marginados y excluidos en mayor o menor
grado de la convivencia social y religiosa. La exclusión del templo les
confirma lo que viven en el fondo de su enfermedad: Dios no los quiere,
no pueden confiar en él.
Para entender en toda su hondura la actuación curadora de Jesús,
hemos de notar que se acerca a estos enfermos y enfermas esforzándose
por sanarlos desde sus raíces. No busca sólo resolver un problema
orgánico de carácter físico o síquico, sino reconstruir su vida entera. La
salud física o síquica va incluida dentro de una acción sanadora más
integral. Los diferentes relatos sugieren con diversos rasgos que el
proceso
de
curación
generado
por
Jesús
es
una
experiencia
de
recuperación de la vida, afirmación de la propia dignidad, crecimiento de
libertad, reconciliación con Dios, integración en la convivencia social.
Jesús pone al enfermo en contacto con esa parte de su ser que está
todavía sana para suscitar el deseo de vida que se esconde en todo ser
humano: «Tú, ¿quieres curarte?» 42. Despierta en su interior la confianza
en Dios como fuerza curadora: «Levántate y vete, tu fe te ha salvado» 43.
Libera de la culpa y del miedo a Dios, ofreciendo su paz y su perdón
reconciliador: «Tus pecados te son perdonados» 44. Desata las ataduras y
esclavitudes
para
vivir
en
libertad:
«Mujer,
quedas
libre
de
tu
enfermedad» 45. Devuelve de nuevo a la convivencia: «Levántate, toma tu
camilla y vete a tu casa» 46. Los orienta hacia una existencia nueva vivida
42
Juan 5, 6.
Lucas 17, 19.
44
Marcos 2, 5.
45
Lucas 13, 12.
46
Marcos 2, 11.
43
20
desde la alabanza y el agradecimiento a Dios: «Vete a tu casa con los
tuyos y cuéntales lo que el Señor ha hecho contigo» 47.
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Impulsar un proceso de curación social
Jesús nunca pensó en sus curaciones como una forma fácil de
suprimir el sufrimiento en el mundo, sino sólo como un signo para
indicar en qué dirección hemos de trabajar para acoger e introducir entre
nosotros el reino de Dios. Por eso Jesús pone en marcha un proceso de
sanación tanto individual como social, con una intención de fondo: curar
la vida enferma. Toda su actuación trata de encaminar a la sociedad
hacia una vida más saludable.
Pensemos en su preocupación por curar la religión rebelándose
contra tantos comportamientos patológicos de raíz religiosa (legalismo,
hipocresía, rigorismo, culto vacío de justicia y amor) 48. Jesús es un gran
curador de la religión: libera de miedos religiosos, no los introduce;
hace crecer la libertad no las servidumbres; atrae hacia el amor de Dios,
no hacia la Ley; despierta la compasión, no el resentimiento.
Pensemos en sus esfuerzos por lograr una convivencia más sana,
creando unas relaciones más humanas entre personas que se respeten más,
se comprendan mejor, y se perdonen sin condiciones 49, defendiendo a la
mujer del dominio posesivo del varón 50, invitando a una vida liberada de
la esclavitud del dinero y la obsesión por las cosas
51
ofreciendo el
perdón a personas hundidas en el fracaso moral y la ruptura interior 52.
47
Marcos 5, 19; Lucas 13, 13; 17, 15; 18, 43.
Lucas 40-42; Mateo 23, 23-24.
49
Mateo 5, 21-26; 7,15; 18, 21-22.
50
Marcos 10, 1-9; Juan 8, 1-11.
51
Mateo 6, 21; 6, 24.
52
Marcos 2, 1-12; Lucas 7, 36-50; Juan 8, 1-11.
48
21
Es significativo, que al confiar su misión a sus discípulos, Jesús
hable invariablemente de una doble tarea: «Id y anunciad el reino de
Dios», «Id y curad» 53. El anuncio misionero y la tarea sanadora son parte
de la misma dinámica que ha de abrir camino al reinado de Dios. Jesús
les invita a promover la sanación como horizonte, cauce y contenido de
la acción evangelizadora 54.
53
Lucas 9, 2; 10, 8-9; Mateo 10, 7-8.
Sobre la actuación sanadora de Jesús me permito citar mi estudio: «Id y curad. Evangelizar el
mundo de la salud y la enfermedad». PPC, Madrid 2004, sobre todo 9-50.
54
22
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