La puerta sigue En este mundo nuestro

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En este mundo nuestro
En este mundo nuestro
La puerta sigue
abierta, pero…
¿dónde abrir las
puertas hoy?
Cuando en el Icono del mes de junio leía: Un
hospital de Madrid en 1864, pensaba, ¡qué lejos
queda aquel hospital!, y me surgían algunas consideraciones que ofrezco por si complementan el
panorama de la misión recibida y compartida.
En Almería, hace muchos años se abrieron
puertas y ventanas a muchas mujeres necesitadas
de acogida y promoción para situarse en igualdad
y gozar de una cierta independencia personal y
laboral. En el año 2002, con la expansión de los
invernaderos y la llegada de mano de obra extranjera, la prostitución era una alternativa laboral
para muchas de las mujeres sin papeles y necesitadas de pagar la deuda adquirida en el viaje.
Contemplar esta nueva realidad socio-eclesial
provocó un discernimiento sobre nuestra presencia
en Almería. Se iniciaron, entonces, dos proyectos
que pretendían responder a las necesidades de
estas mujeres, preferentemente extranjeras, que
llegaban en grupos numerosos:
El Proyecto Encuentro de acercamiento al medio
donde viven y trabajan (cortijos, clubes, pisos y
espacios urbanos abiertos).
El Proyecto Oblatas de pisos de
acogida donde ofrecer seguridad y
apoyo para que puedan desplegar
sus posibilidades personales y laborales.
Se trata de soñar un nuevo
rostro de la misión
El perfil de estas mujeres ha ido
cambiando, sus demandas también.
Esto nos vuelve a cuestionar. Urge
buscar nuevas respuestas para que,
de verdad, podamos ser hospitales
de campaña como nos pide el papa.
Queremos estar en salida y ser signos
de la misericordia, pero no resulta fácil.
14 ICONO / Julio-Agosto 2016
Vicenta Martín Ruiz
Oblata del Santísimo Redentor
Intuimos que no se trata tanto de renovar lo establecido, como de soñar con un nuevo rostro de la
misión que nos configura e inaugurar un estilo de
presencia evangélica más pobre y cercana a las
periferias; en definitiva, más carismática. Ligeras
de equipaje debemos responder a los retos que
plantean las nuevas formas de prostitución, la
trata de seres humanos y el tráfico de personas.
Las puertas, como veis, siguen abiertas, no se
trata solo de acoger, sino de acompañar la integración plena.
Una historia de mujeres explotadas
Empeñadas en hacer camino con estas mujeres
que sacan lo mejor de nosotras mismas y nos
permiten mantener la esperanza de que otro
mundo es posible, compartimos historias preciosas,
en las que el ser humano agudiza su ingenio y se
siente seguro al contemplar un rostro misericordioso. Termino con una de esas historias, la de
dos mujeres rumanas, víctimas de la trata para la
explotación sexual, que pasaron por el piso y que
visibiliza lo que venimos diciendo.
“Os cuento mi historia por si sirve a otras
jóvenes o por si os hace cambiar de opinión
cuando veáis a mujeres inmigrantes en las
carreteras o en los clubes o que, simplemente,
se cruzan en vuestro camino y percibís angustia en su mirada...
Tuve un sueño y quise realizarlo sin saber
dónde me llevaría. Lo comencé en Rumanía
y terminé en el sur de España, junto al Mediterráneo. Mi vida y la de mi hermana menor
transcurrían tranquilas sin otra preocupación
que estudiar y poder viajar, alguna vez, en
vacaciones al extranjero para conocer otras
culturas y lugares europeos. Nuestros padres
apoyaban estos proyectos, pues desde sus
trabajos como médico y secretaria sabían lo
importante que era salir a la Unión Europea.
Un mal día nos propusieron un viaje turístico
para conocer Barcelona por un precio muy
asequible y aceptamos. El viaje sería en autocar
y los días concertados quince. La ilusión y el
entusiasmo acompañaron los preparativos y
despedidas antes de iniciar el viaje que nos
llevaría a nuestro destino.
Ya en el viaje percibimos que la agencia no
era lo que pensábamos y que la mayoría de
pasajeros venían en busca de trabajo u otros
cometidos, muy distintos a los nuestros, pero
Barcelona era la primera parada y allí podríamos aclarar nuestras dudas.
¡Qué grande fue la sorpresa al ver que el
autocar continuaba hacia el sur de España!
Empezamos a sospechar que algo raro estaba
sucediendo, pues todos los pasajeros seguían
tranquilos, sin protestar, ante nuestras preguntas y temores. Sumidas en un total desconcierto y sin saber qué hacer ni a quién
acudir, llegamos a un pueblo de Almería,
Vera. Allí nos dijeron que nuestro viaje había
finalizado. Nos esperaba un joven rumano, el
encargado de llevarnos al hotel.
Así comenzó nuestro secuestro y posterior
esclavitud.... El hotel era un piso donde había
otras jóvenes rumanas que la mafia repartía,
cada atardecer, por los distintos clubes de la
zona, para ejercer la prostitución más denigrante. Sin posibilidad de comunicación con
otras personas que no pertenecieran a la
mafia.
Intenté que, a mi hermana, de 17 años, no
la llevaran a ningún club, pues no podría soportar ese trabajo tan humillante. Fue inútil,
no tenían corazón ni sentimientos. Entonces,
comencé a pensar estrategias que nos permitieran escapar de aquel infierno con el menor riesgo posible.
Mi primera tarea fue aprender el nombre
del club donde dejábamos a mi hermana y
otras jóvenes, y los letreros de los pueblos
por donde pasábamos. La segunda, buscar
y aprender las pocas palabras en español
que me permitieran pedir ayuda a algún cliente. Y ya, segura de que Dios pondría su
parte, me decidí a pedir socorro para ser
nuevamente libres.
Con muy pocas palabras y muchos gestos,
un buen ser humano comprendió mi angustia
y me dijo:
−‘No te preocupes, diré que vamos a fumar
un cigarro fuera y cuando te indique sales
corriendo diciendo a quien te encuentres:
¡policía, policía!’.
Así lo hice. En unas horas la policía me
había acompañado al club donde trabajaba
mi hermana y éramos libres.... Desde ese
momento todo fue sorprendente:
− El trato de la policía española, inmejorable
en respeto y atención.
− La acogida en un piso de religiosas,
donde nos sentimos seguras, como en casa.
− La comunicación inmediata con nuestros
padres, desesperados ante nuestro silencio
y prontos a enviarnos el dinero suficiente
para regresar lo antes posible.
− Y Dios, que escuchó mi oración a través
de personas buenas que me ayudaron desinteresadamente en un país que no conocía”.
Aquí termina el relato. Estas dos jóvenes, llegadas
a Rumanía nos envían una postal:
“No olvidaremos lo vivido con vosotras; seguid
ayudando a jóvenes como nosotras, sois muy queridas por nosotras y nuestros padres. ¡Que Dios os
bendiga siempre!”.
ICONO / Julio-Agosto 2016 15
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