UNA ETNOGRAFÍA DE LA PARTICIPACIÓN CIUDADANA EN LA PRODUCCIÓN DE CONOCIMIENTO CIENTÍFICO Y TECNOLÓGICO David Gómez Abad Universidad Complutense de Madrid [email protected] Resumen Hace ya más de tres décadas que los Estudios Sociales de la Ciencia y la Tecnología (CTS) vienen explorando lo que entendemos como la participación ciudadana en ciencia y tecnología. La panoplia de proyectos y de formas en que el público participa en ellos parece abrumadora, al mismo tiempo que tanto desde las instituciones, el sector privado como la sociedad civil se fomenta cada vez más esta participación alrededor de lo que se ha venido a denominar Ciencia Ciudadana. El presente artículo pretende arrojar luz sobre estas nuevas modalidades de participación ciudadana en proyectos de ciencia y tecnología; explorando la idea de una participación que nace y es guiada desde la sociedad civil, reuniendo a expertos y a legos en comunidades de concernidos dedicados a la producción de conocimiento científico y tecnológico en común. Para ello se expone el análisis de los datos construidos mediante el proceso etnográfico sobre dos casos de estudio; los colectivos Greening Roofs y Autofabricantes. El estudio en profundidad de estos casos y de sus entornos epistémicos pretende ser una contribución rigurosa al estudio de los procomunes del conocimiento y su cristalización como auténticos laboratorios ciudadanos. Palabras clave: Participación ciudadana, laboratorio ciudadano, procomunes del conocimiento, colectivos de concernidos, ciencia ciudadana. La emergencia de la participación ciudadana en ciencia y tecnología Al finalizar la Segunda Guerra Mundial se abre un periodo hasta la década de los setenta, en el que la política científica desarrollada por los países industrializados está marcada por la experiencia del Proyecto Manhattan, a partir del cual la ciencia había conseguido erigirse como el motivo fundamental del éxito en la guerra. Tras este hecho la política científica se basó principalmente en el denominado contrato social de la ciencia Jasanoff (2003), en el que las relaciones entre ciencia y política se guiaban por el principio de la delegación ciega. El sistema político otorgaba a la ciencia una autonomía casi absoluta en su autorregulación mientras que la dotaba de grandes cantidades de financiación con el fin de desarrollar lo que se conoce como big science. A nivel político, esta idea queda patente a través de los planteamientos de V. Bush, en su escrito Science, the end less frontier (1945), un informe acerca de las líneas que debía seguir la política de la ciencia de la posguerra. Las ideas de Bush defendían que una investigación libre, financiada por el Estado, pero sin intervención del mismo ni en las líneas ni en los programas de investigación, redundaría en mayor beneficio público. Estas son las bases del modelo lineal en que la inversión pública y la autonomía profesional de los científicos son las condiciones que conducen indefectiblemente a más crecimiento económico y mayor bienestar social. Durante este período, las propuestas de ampliación de participación del público tanto en la actividad científica como en las políticas que la regulan fueron escasas. A partir de la década de los setenta se inicia una reacción frente al triunfalismo con respecto a las potencialidades de la ciencia y la tecnología surgido del fin de la segunda guerra mundial y, por otra parte, una reacción frente a la visión académica tradicional de la ciencia como actividad independiente de los contextos en los que se desarrolla. Ambas reacciones inauguran dos tendencias en los estudios CTS cuyos hitos fundacionales suelen marcarse con la publicación de Silent Spring (1962), libro en el que la autora R. Carson denuncia los efectos nocivos del DDT, y de La estructura de las revoluciones científicas (1962), con el que su autor T. S. Kuhn abría la posibilidad del estudio de la ciencia en su contexto. Esta reacción da pie a una nueva fase que, sin duda, representa la eclosión definitiva de la cuestión de la participación. Por un lado, durante las décadas de los setenta y ochenta se produce la crisis del modelo imperante en política científica tras varios escándalos públicos producidos por errores en los mecanismos de autorregulación y una disminución drástica de la confianza del público en la experticia científica y en las políticas científicas. La emergencia de diversos movimientos sociales que situaron la tecnología en el centro de sus reivindicaciones (movimiento antinuclear, el ecologista o el feminista) marcan la denominada como época de la relevancia social de la ciencia y la tecnología. Más recientemente, la influencia de determinados grupos de afectados (las asociaciones de afectados por el sida, son un ejemplo paradigmático) ha logrado reorientar las prácticas de investigación imperantes en la medicina y reafirmar la posición de los colectivos de afectados en el diálogo con los expertos. Decidir si sólo los expertos o si también el público lego en general, puede intervenir en la toma de decisiones, en la producción de la ciencia o en la evaluación de las tecnologías, ha tomado una especial relevancia en el debate durante los últimos años en lo que ha sido denominado por Sheila Jasanoff (2003) como el giro participativo. Numerosos estudios como Jasanoff (1990), Funtowicz (1993), Latour y Woolgar (1995), Bijker (1997), Callon (1998) han mostrado que la forma y orientación que toman la ciencia y la tecnología en cada momento no son inevitables ni siquiera necesarias. Lejos de seguir una trayectoria unidireccional o autónoma, el desarrollo de la ciencia y la tecnología es un proceso contingente expuesto a factores económicos, sociales, culturales e institucionales que provocan continuas disyuntivas, negociaciones y cambios de dirección. Esta perspectiva constructivista muestra, en resumen, que, dado que las decisiones científico-tecnológicas que se toman desde las estructuras tecnocráticas no son neutrales y, sin embargo, resultan cargadas de valores, es factible plantear que tales decisiones se trasladen a un debate político explícito en el que las cuestiones axiológicas sean tratadas de forma abierta. En los últimos años debido a un estallido de participación creciente en diferentes ámbitos de la vida pública, está surgiendo la llamada ciencia ciudadana, que aspira a estrechar la relación con y para la sociedad. Esta se presenta como la participación del público en general en la toma de decisiones relacionadas con algún asunto científico- tecnológico o en las actividades de investigación científica. Esta participación se da de múltiples formas; aportando su esfuerzo intelectual, con sus herramientas y recursos, proporcionando datos y dispositivos experimentales, planteando nuevas preguntas de investigación, donando tiempo de computación, recogiendo muestras, documentando su trabajo o incluso produciendo conocimiento y artefactos de forma autónoma. Gracias a esta interacción los ciudadanos adquieren nuevos conocimientos, nuevas habilidades y una comprensión más profunda de la actividad científico-tecnológica. Esta colaboración/participación del público lego y los expertos da como resultado las interacciones ciencia-sociedad-política conduciendo a una investigación más democrática basada en una toma de decisiones que se sustenta en la información. La participación en ciencia y tecnología hará ciudadanos más informados indudablemente, pero la idea no es solo ampliar y mejorar los mecanismos tradicionales de representación y participación. Lo que está en juego no es solo una lógica de la representación sino, como nos demuestran estudios de referencia como el de Callon (2003), también una lógica de la intervención lo cual permite a los grupos de forma simultánea discutir su identidad y sus expectativas alimentando el proceso de investigación con su propia experiencia (en el caso de afectados por ejemplo con su propia experiencia de la enfermedad). Los grupos preocupados por particulares desarrollos tecno-científicos ofrecen oportunidades para expresarse y se vuelven progresivamente interesados/concernidos. En definitiva, es a través de su participación que el ciudadano manifiesta sus intereses y criterios que permiten orientar una parte del desarrollo científico-tecnológico. A pesar del aparente consenso que puede despertar la necesidad de extender la participación al ámbito de la ciencia y la tecnología el problema de la legitimación y la extensión que pueda tener esa participación es un tema de extenso debate en el cual podríamos destacar la aportación de Collins y Evans (2002). Ambos autores tratan de establecer en su teoría de la expertise que el grado de experiencia o pericia previa determina la capacidad legítima para participar en una controversia. De tal forma que la capacidad de un agente se demuestra por su habilidad para contribuir de forma relevante a los debates sobre un tema específico, tratándose esta de un tipo de expertise que denominan “contributiva”. Por otro lado, definen la “expertise interactiva” como aquella que capacita a un agente para dialogar sobre el tema con los expertos, pero no puede, en cambio, hacer contribuciones razonables al problema. Esta distinción nos permite plantear el problema del tipo de expertise que puede adquirir a priori los miembros no expertos del público. En este sentido la mayor parte de estudios sobre controversias científico-tecnológicas públicas demuestran que son pocas las controversias de este tipo las que plantean problemas tan difíciles como para que el público interesado no pueda entenderlos o hacerse una idea lo suficiente aproximada de las cuestiones centrales, adquiriendo de esta forma, una cierta expertise interactiva. Algunos casos paradigmáticos en la literatura al respecto son: el esfuerzo llevado a cabo por los afectados por el sida en los Estados Unidos (Epstein, 1995) a través del cual llegaron a conseguir una expertise interactiva que les permitió, finalmente, acabar dialogando directamente con los expertos científicos involucrados e influir, al final, en el diseño de los ensayos clínicos. Otro ejemplo fue el reconocido estudio sobre la controversia en torno a los efectos de la contaminación radiactiva procedente de Chernobyl en la región de Cumbria, en Inglaterra, donde Wynne (1996) defiende la existencia de una expertise relevante no científica encarnada por los granjeros de Cumbria próximos a la central nuclear de Windscale Sellafield. La observación de un público, o en su defecto, sectores específicos de él, que también pueda tener conocimiento experto de origen no científico, que puede ser complementario, o rival en cuestiones concretas, al de los expertos certificados ha sido señalado por otros autores (Yearley, 1999); (Lafuente, 2007, 2013). Estos autores señalan que este tipo de conocimiento experto se basa, en el conocimiento que el público construye a través de su experiencia continuada en circunstancias locales en que desarrolla sus actividades. Un tipo de saber profano, el que habilitan los expertos en experiencia, que sirve para vascular el conocimiento tecnocientífico (Lafuente, 2007). De tal forma que el problema de la extensión encuentra su satisfacción en la resignificación del experto y su papel en las controversias y toma de decisiones. Si a través de esta resignificación de la idea de experto aceptamos, por el peso que representan y no por un acto de fe o buenísimo, tanto aquellos agentes con expertise certificada, como con una no certificada podremos incorporando a la escena a aquellos “expertos en experiencia” que se ven dotados de un tipo muy particular de expertise que le posibilita su actuación y contribución al campo de conocimiento. Las Ciencias Ciudadanas Una de las grandes dificultades a la hora de tratar de estudiar el fenómeno de la participación ciudadana en ciencia y tecnología es, como ya hemos comentado, su carácter multiforme y heterogéneo. Como se ha expuesto anteriormente las formas en las cuales se virtualiza la participación son muy variadas; la donación de tiempo de computación, observación de fenómenos, la realización de encuestas, el monitoreo de especies, la construcción de bases de datos, la toma de fotografías, recogida de muestras y su archivo, la programación de código, o la fabricación autónoma de prototipos son algunas de ellas. Pero además de participar en esta variedad de tareas que evidencian hasta qué punto la ciencia es algo más que la experimentación, existen distintas formas de agrupación y colaboración. Si hubiese que resumir brevemente lo que entendemos por Ciencia Ciudadana, tendríamos que asumir que es más ciencia, pero desarrollada extra muros de la academia. De tal forma, la ciencia ciudadana es ciencia independiente, conocimiento que es producido alrededor de comunidades virtuosas que, aunque muestran su radicalidad en su retórica política hasta el punto de tornarse contra hegemónicas, en su práctica científica siguen siendo conservadoras (Lafuente y Estalella, 2015). Bajo el ala de la Ciencia ciudadana existe una gran variedad de experiencias, tanto es así que sería más conveniente hablar entonces de Ciencias Ciudadanas. Para comenzar a establecer una distinción que nos permita avanzar en nuestra empresa, dedicada a arrojar algo de luz sobre este fenómeno, distinguiremos dos grupos amplios basándonos en el tipo de participación voluntaría. Algunas de las experiencias a las que nos referimos apelan a un discurso romántico que ensalza el poder de la ciudadanía y la necesidad de que este instruida debidamente en la cultura científica1. Este discurso evidencia la existencia de una serie de actores e intereses que impulsan el proceso de un tipo muy determinado de participación ciudadana en ciencia y tecnología. Estas experiencias de Ciencia Ciudadana de carácter tutorizado, “invitado” (Wynne 2007) o “contributivo” (Follet y Strezov, 20015) están organizadas jerárquicamente alrededor de un proyecto de investigación dirigido por un grupo de expertos. En estos casos son los propios investigadores los que promueven procesos de participación motivando a la multitud de voluntarios ciudadanos para que colabore como sensores encargados del monitoreo de fenómenos, la recopilación de datos en bruto o como un aumento en el porcentaje de potencia de cálculo computacional. A cambio los voluntarios participantes reciben comunicación científica de los resultados. Socientize Project (2013). “Green Paper on Citizen Science: Citizen Science for Europe – Towards a better society of empowered citizens and enhanced research”. Socientize consortium, European Commission. 1 Socientize Project (2014). “White Paper on Citizen Science: Citizen Science for Europe”. Socientize consortium, European Commission. Los beneficios proclamados de esta colaboración entre expertos y legos son numerosos; se economizan recursos, se amplía el alcance de las observaciones, se aumenta la potencia de cálculo, pero sobre todo se promueve la alfabetización científica de los ciudadanos implicados en el proyecto. Entendemos que cualquier paso en el camino de acercar la ciencia a sus públicos es positivo y debe tenerse en cuenta. Pero de la misma forma puede entreverse como este aparente beneficio a un lado y otro de la barbacana se traduce en una extensión de la ya tradicional comprensión pública de la ciencia basada en el modelo del déficit cognitivo, que tiene como objetivo alinear y hacer partícipes a los ciudadanos del statu quo científico. Mientras tanto, los Estudios Sociales de la Ciencia y la Tecnología (CTS) vienen dando cuenta de otras experiencias de participación ciudadana en ciencia y tecnología que muestran como hay otras formas alternativas de relacionarse con el entorno político, económico, científico y ambiental (Lafuente y Estalella, op.cit). Hablamos de espacios y formas de producción de conocimiento situados en la periferia de los centros tradicionales. Estos nuevos espacios reúnen a distintos actores sociales; afectados, activistas, amateurs, makers, hacker y en definitiva ciudadanos que sienten la necesidad de participar en la cogestión de diferentes dimensiones de la vida que les afectan directa o indirectamente. Cualquier lugar es adecuado para encontrarse, si reúne las condiciones necesarias para juntarlos alrededor de aquellos problemas que les afectan con el objetivo de ponerlos en común, explorarlos y plantear una solución que sea a su vez validada por los mismos. Estamos hablando de espacios situados al margen tales como; las plazas, los muchísimos huertos urbanos que trufan nuestras ciudades, las asambleas de barrio, los centros okupados, mercados venidos a menos, solares abandonados, y demás espacios que gracias a la fuerza de voluntad de mucha gente se convierten en auténticos laboratorios ciudadanos. En muchos casos, la producción de conocimiento que llevan a cabo estos colectivos con un fuerte componente de autogestión se hace desde su experiencia. Esto promueve un tipo de investigación parcialmente distinta de aquella que se realiza dentro de las cuatro paredes de un laboratorio y que, sin embargo, puede ser compatible con esta última. Los procesos de producción de conocimiento a los que nos referimos hunden sus raíces en una mayor extensión de aquellos actores que en su producción intervienen y a su vez, ahonda en una mayor legitimidad social pues reúne el punto de vista tanto de los expertos como del resto de la ciudadanía. Los colectivos de afectados/concernidos que participan de ello aspiran a un ensanchamiento de la vida pública por medio de un proceso de modernización epistémica (D. Hess, 2007) que impulsa la inclusión de nuevos actores, otros problemas, distintas evidencias y diferentes agendas que amplían los campos de conocimiento. La denominamos Ciencia Ciudadana Común no sólo porque no responde a un diseño u organización externa sino porque, además, la agenda de investigación es coproducida por todos los participantes en común. Que es lo mismo que decir, que todos ellos son los artífices del presente y futuro de la investigación. Este punto toma especial relevancia si tenemos en cuenta como ante muchos de los grandes desafíos a los que se enfrenta la tecno-ciencia, principalmente en materia medioambiental y de salud, la comunidad científica se ve dividida; por lo que la extensión de la comunidad de expertos no es entonces, un mero acto político o una causa de justicia moral, sino una cuestión mucho más práctica, pues la asamblearización de nuevas perspectivas y hechos puede traer consigo una mayor comprensión del problema y por consiguiente redundar en un mayor enriquecimiento de la investigación científica. Los casos de estudio que trata en este artículo pertenecen a este segundo grupo de experiencias de ciencia ciudadana. Están formados por colectivos de afectados/concernidos que sienten como algo que les es importante se ve amenazado. En su travesía “de la protesta a la propuesta”, tratan de visibilizar su problema, producir pruebas, hacer circular los hechos, producir argumentos y crear alianzas estratégicas en un proceso de empoderamiento por el cual su identidad pública se construye mientras construyen su problema (Lafuente, 2010). Nos referimos además a grupos que adoptan como base de su desarrollo e institución, de una forma o de otra, los principios propios del procomún. Es por ello que la forma de pensarlos y acercarnos a ellos es mediante el conocido como “paradigma de los comunes” (Bollier, 2007; Laval y Dardot, 2014). Ciencia Ciudadana Común Para explorar nuestro objeto de estudio es importante antes de nada recordar a E. Ostrom (1990) y su lección magistral que tras años de olvido hizo resurgir la temática de los comunes o procomunes. Cuando tradicionalmente se habla de procomunes el concepto hace énfasis no solo en los bienes (materiales o inmateriales) entendidos como bienes comunes, sino, el conjunto de reglas, normas y costumbres que permiten su gestión. Frente a la antigua concepción de los bienes comunes naturales aquí se asume que el procomún es construido como un objeto epistémico, un dominio experimental distanciado de las formulaciones convencionales que lo piensan como un tipo de bien o un régimen de propiedad (Estalella, Rocha y Lafuente, 2013). Esta nueva configuración permite la emergencia de nuevos objetos que se piensan como un procomún entre los que se encuentra el conocimiento científico y tecnológico. La principal aportación que rescatamos del premio Novel y su gobierno de los comunes es haber entendido que los commons tenían la singularidad de ser objeto de una regulación colectiva autoorganizada. De esta forma transitamos desde una conceptualización de los bienes comunes como cosas físicas anteriores a las prácticas en cuestión, o dominios naturales a los que aplicar reglas por añadidura para entenderlos como relaciones sociales entre individuos que explotan determinados recursos en común, de acuerdo con reglas de uso, de reparto o coproducción. El énfasis puesto sobre el establecimiento colectivo de reglas de acción práctica, que es en lo que consiste para Ostrom una institución, introduce una concepción gubernamental de los comunes, entendidos como sistemas institucionales de incitación a la cooperación (Laval y Dardot, op.cit). Para Bollier (2007) el paradigma de los comunes tiene dos dimensiones: una es de carácter defensiva y tiene relación con un movimiento de defensa de los comunes, es decir, todos los recursos comunes existentes que deben permanecer a disposición de una comunidad restringida o de la sociedad por entero. La otra de carácter ofensiva atiende a la promoción de prácticas de puesta en común que pueden desarrollarse sobre la base de los recursos comunes existentes promoviendo alrededor suyo la constitución de nuevas prácticas sociales de puesta en común (commoning). Respecto a los bienes comunes tradicionales, las reglas colectivas de uso van encaminadas a instaurar un reparto equitativo y óptimo desde un punto de vista colectivo, de tal manera que no se esquilme y se permita su renovación. En materia de conocimiento la irrupción en nuestra sociedad de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación (TIC’s) han desbordado el esquema propuesto sobre los bienes comunes. Esto ha provocado que el conocimiento se expanda, abonando de un modo que no tiene precedente el terreno de la participación ciudadana. Así las ciencias ciudadanas, en gran medida, regresan a las esencias de la ciencia amateur del siglo XIX pero insertas en el contexto contemporáneo de la cultura digital. La infraestructura informacional permite aumentar el número de participantes en una actividad común creándose de esta forma posibilidades cognoscitivas nuevas. Es por tanto que en lo que a la producción de conocimiento se refiere los problemas serian inversos a los de los bienes comunes tradicionales. Las reglas de uso deben velar para impedir lo que tras Boyle (2003) se ha venido a denominar como new enclosures (nuevos cercamientos) que consisten en los derechos de propiedad, patentes, derechos de acceso, etc. Mientras que la ciencia económica entiende que los recursos naturales son recursos escasos y rivales, los comunes del conocimiento son bienes no rivales cuya utilización por parte de unos tiende a aumentar la del resto. Pero es importante no dejarse llevar por la ilusión naturalista que entiende la dinámica de la producción del conocimiento como si del efecto de una cornucopia se tratase. Como ya hemos expuesto anteriormente ni los cercamientos ni los comunes del conocimiento son naturales. Resultan de una construcción social, basada en dispositivos legales, marcos reglamentarios e instituciones que promueven un tipo de acceso u otro al conocimiento. “No es la naturaleza del conocimiento lo que hace que sea productivo, sino las reglas jurídicas y las normas sociales que garantizan o no su extensión y su fecundidad” (Laval y Dardot, op.cit). Es precisamente en este punto y bajo la dimensión defensiva propia del paradigma de los comunes donde C. Hess y E. Ostrom (2007) aseguran que, puesto que el conocimiento es apropiable mediante el uso de las nuevas tecnologías, el conocimiento es asimilable a un recurso común muy parecido a los comunes naturales. Es por ello que “necesita ser gestionado, controlado y protegido para garantizar su sostenibilidad y su preservación”. En este sentido es que se entienden los “comunes del conocimiento”, no por su naturaleza no sustractiva, sino por dotarse de los dispositivos necesarios que permitan una vía alternativa al cercamiento y el abuso perpetrado por los free riders. Aunque las experiencias que nos disponemos a presentar se vean inscritas en un marco encabezado por el paradigma de los bienes comunales y el paradigma de lo open, no hay que confundir el open access con una gestión óptima del procomún. Y es que razones no faltan para unirse a la causa del open access, que se ha convertido en emblema de la lucha contra la externalización de la comunicación científica, la trasparecía de los resultados científicos y la defensa de la propia ley para la ciencia en España2. Sin embargo, el acceso abierto, aunque aparentemente sea conveniente en pos de una sociedad más democrática que se sustente sobre políticas y decisiones bien informadas, no es suficiente. Como veremos más adelante ante los retos que se enfrentan nuestros protagonistas, la vieja paradoja que describe como un aumento en el acceso a la información no repercute necesariamente en una mejor transformación del conocimiento, agua la fiesta de la democracia a quienes se conforman con agitar la bandera del open access. Pues que se disponga de la información pertinente, no significa que pueda ser usada por todo aquel que la encuentre, ya que “seguirá siendo un material demasiado vinculado a las tecnologías y los valores con los que fue producida” (Lafuente y Estalella, op.cit). Metodología El diseño metodológico de la investigación parte de un enfoque cualitativo propio de las ciencias sociales, dentro de este, debido a que el objetivo es hacer explícitas ciertas formas de construir sentido de las personas, que suelen ser tácitas o que se dan por supuestas, emplearemos como estrategia principal de investigación la etnografía a través de la triangulación de varias técnicas de investigación que combina la observación participante, entrevistas informales y análisis de contenido. El uso de estas técnicas para la producción de datos facilita la comprensión de aquellos factores que condicionan la producción en el entorno cotidiano, es en este punto donde la etnografía puede proporcionarnos esos matices que se hallan en la rutina, en la cotidianidad, en el día a día del contexto de producción de conocimiento. Otra de las virtudes que tiene un abordaje etnográfico es atender al estudio de la dimensión conductual y mental de los agentes sociales con la que poder conocer el punto de vista del actor social en los términos con que ellos mismos formulan sus vivencias y como las llevan a cabo. Debido al carácter multiforme y al entramado complejo de elementos que se dan cita en el lugar de estudio, se ha procedido a poner en práctica una observación participante prolongada en el tiempo, teniéndola en cuenta como la técnica propicia para desenmarañar estas redes complejas. Del mismo modo, se ha convenido proceder a 2 Artículo 37 sobre la difusión en acceso abierto de la Ley 14/2011, de 1 de junio, de la Ciencia, la Tecnología y la Innovación (España). realizar entrevistas en profundidad como una herramienta complementaria a la observación participante. Desde un enfoque mental, con la que poder conocer el punto de vista del actor social, en los términos con que ellos mismos formulan sus vivencias y llegar a la información que la propia observación de los hechos conductuales no nos permite conocer. Las ventajas que presenta la entrevista en profundidad son entre otras, el estilo especialmente abierto de esta técnica, permitiéndonos la obtención de una gran riqueza informativa (intensiva, de carácter holístico o contextualizada), en las palabras y enfoques de los entrevistados. Por otro lado, proporciona al investigador la oportunidad de clarificación y seguimiento de preguntas, respuestas incluso por derroteros no previstos, en un marco de interacción más directo, personalizado, flexible y espontáneo que otro tipo de entrevistas estructuradas o la encuesta. Como última técnica considerada destacamos el trabajo sobre documentos, mediante la lo cual se ha llevado a cabo el análisis de materiales relacionados, por un lado bibliografía que nos permitiera desarrollar un marco teórico desde el cual abordar y construir teórica y metodológicamente el objeto de estudio; y por otro lado, el material generado por los propio grupos estudiados a nivel individual y colectivo, permitiéndonos conocer el contenido de sus producciones y establecer la trayectoria de producción desarrollada por el colectivo y sus miembros. La selección tanto de los colectivos en los que se ha practicado la observación participante, como de los informantes entrevistados se ha realizado atendiendo a un tipo de muestreo teórico, es decir, siendo determinados en función de los intereses teóricos de la investigación, de los que se derivan los criterios de selección. Estos criterios a priori se fundamentan en: • • • • • Que los sujetos de estudio sean ciudadanos con una dedicación no profesional respecto de la investigación en la que participan. Que los colectivos de estudio integren diferentes puntos de vista, es decir, que estén formados por agentes sociales pertenecientes a diferentes culturas epistémicas. Que los colectivos de estudio se configuren en espacios más allá de la academia (para- académicos). Investigaciones en las que la experiencia de los sujetos de estudio tenga una importancia y un sentido epistémico con relación al problema de investigación. Que la autoría y la explotación de los datos producidos sea propia a los agentes sociales estudiados. Presentación de los casos de estudio En el marco de la tesis doctoral se ha llevado a cabo un primer acercamiento exploratorio a lo que está siendo un mapeado de experiencias de participación ciudadana en la producción de conocimiento localizado en la ciudad de Madrid. Esta primera experiencia de campo ha permitido poner en práctica tanto las distintas técnicas de investigación detalladas con anterioridad, como definir una serie de problemáticas que conceptualizar. Con el fin de contextualizar la experiencia de campo haré una breve panorámica sobre los espacios dentro de los cuales se ha desarrollado el proyecto de participación ciudadana “Greening Roofs” y “Autofabricantes” durante los meses de febrero a junio de 2015 y de octubre a mayo de 2015/2016 respectivamente. 1º Caso: El colectivo Greening Roofs en el espacio Esta es una Plaza En el caso de la propuesta del colectivo Greening Roofs el espacio y la asociación que la acoge es Esta es una Plaza. La asociación surge como un proyecto de rehabilitación del solar abandonado en la calle Doctor Fourquet, 24 a finales del año 2008. La iniciativa nace a raíz del taller Intervenciones en espacios vacíos de la ciudad, organizado por el colectivo Urbanación en colaboración con La Casa Encendida y coordinado por Esterni de Milán. Una vez cristaliza el proyecto físicamente son los vecinos del centrico barrio de Lavapiés quienes toman el relevo. Esta es una Plaza se inscribe como asociación consiguiendo la cesión del espacio público en 2010 para 5 años. El pasado año la asociación presentó al ayuntamiento de Madrid un dossier con la memoria de actividades desarrolladas durante los 5 años de cesión con el fin de renovarla. Esta es una Plaza ha desarrollado durante sus primeros 5 años de actividad una estructura horizontal. Su organización de carácter asambleario (asamblea general 3º lunes de cada mes) está abierta a la participación en la toma de decisiones tanto a los miembros de la asociación como al resto de ciudadanos interesados en participar en ella. Respecto a la organización alrededor de los proyectos, los participantes forman comisiones de trabajo independientes donde tratan los temas relacionados con cada proyecto en cuestión. En Esta es una Plaza que incluye, tanto el espacio como la asociación que lo sostiene, se evita el intercambio monetario. La financiación de los proyectos se basa en una economía de intercambio y del regalo. La idea principal es, “cuidar al de al lado y sacar entre todos/as los proyectos adelante con lo que cada cual pueda contribuir en la medida de sus posibilidades”, es decir un sistema de transacciones en el que el intercambio de bienes y servicios se produce sin un acuerdo explícito de quid pro quo. Eventualmente y de forma puntual se aceptan donaciones ciudadanas a cambio de la realización de alguna actividad tal como, una comida popular, un concierto, fiesta estival, etc… para la financiación de algún proyecto de los que se desarrollan en el espacio. Esta es una Plaza es un espacio donde a través de la experiencia de participación directa en la auto-organización, auto-gestión y el mantenimiento sostenible del espacio los ciudadanos/as participantes adquiere un aprendizaje y educación en valores cívicos y ecológicos. El hecho de reunir en un mismo espacio abierto al público distintos proyectos y actividades que se entrelazan y complementan; ya sea en actividades puntuales, en la organización de eventos para captar financiación conjunta o el mismo uso de las herramientas y materiales comunes, produce que agentes sociales de distinta índole coincidan. Esto contribuye a dar forma a un espacio intergeneracional e intercultural que permiten la transmisión didáctica y reciproca de saberes formando una gran red de participación. Este artículo se centrará en describir una de las actividades que se aceptó y desarrolló el año 2015 en la cual se participó de forma activa aplicando la metodología descríta, la actividad en cuestión es La Cubierta Vegetal. El colectivo estudiado, Greening Roofs, nace como un proyecto de un grupo de alumnos de la facultad de Biología en la Universidad Complutense de Madrid. En su inicio el grupo estaba compuesto por cuatro biólogos/as a los que posteriormente se les sumó una arquitecta. Más tarde durante el proceso de construcción de la instalación en el espacio Esta es una Plaza se unieron al proyecto dos ingenieros agrónomos, un escenógrafo y demás ciudadanos/as que se han pasado por la Plaza y han querido colaborar con el proyecto de forma puntual. La problemática que plantea el colectivo y que pretenden resolver con la construcción de una Cubierta vegetal en el espacio Esta es una Plaza es combatir el efecto Isla de Calor y promover la restauración del suelo natural en la ciudad de Madrid. El Efecto isla de calor consiste en la acumulación y concentración del calor en las ciudades debido a su construcción con materiales absorbentes que impiden que el calor se disipe. La construcción de Cubiertas vegetales permite la amortiguación del efecto Isla de calor. Por otro lado, permiten la restauración del suelo natural destruido por la urbanización de las ciudades. 2º Caso: El colectivo Autofabricantes en el espacio MediaLab-Prado Medialab-Prado pertenece al Área de Gobierno de Cultura y Deportes (antes Área de Las Artes, Deportes y Turismo) del Ayuntamiento de Madrid, su origen se remonta al año 2000 cuando se encontraba en el Centro Cultural Conde Duque. En el año 2002 toma el nombre de MediaLabMadrid, y en septiembre de 2007 se traslada a la Plaza de las Letras, en los bajos de la Antigua Serrería Belga. Es entonces cuando pasa a denominarse Medialab-Prado, en alusión a su nueva ubicación junto al Paseo del Prado. Tras la rehabilitación del edificio, en abril de 2013 se convierte en su sede definitiva. A la hora de plantearse posibles modelos de interacción social y participación, MediaLab-Prado, un espacio físico dedicado a la cultura digital, se inspira en las nuevas formas de relación, participación y creación colectiva que se dan en la red. Así toma como referencia fenómeno como las comunidades virtuales de software libre, experiencias de colaboración masiva como la Wikipedia o la categorización colectiva de contenidos en la web. Todos caracterizados entre otras cosas por el trabajo colaborativo, las redes de intercambio, las estructuras horizontales y la distribución de la autoridad. De la misma forma que el caso de Esta es una Plaza el acceso a MediaLab-Prado es abierto invitando a visitar y participar en el a cualquier usuario, sea éste un experto, un aficionado o un nuevo visitante interesado que toma contacto por primera vez. Todos ellos pueden intervenir en la marcha de las actividades, decidiendo su grado de compromiso y participación. Nuevamente nos encontramos con que, de la misma manera que en el caso descrito anteriormente, el espacio físico de MediaLab-Prado funciona como un lugar de encuentro y de intercambio de información y conocimientos entre personas con diferentes grados de especialización y trayectorias. Medialab-Prado trabaja con formatos de gestión “abierta”, combinando las orientaciones de expertos profesionales con las convocatorias abiertas para la presentación de propuestas que se desarrollan colaborativamente. La dirección está distribuida, de forma que se ha creado una red de “comisarios” cada uno de los cuales dirige una línea de trabajo que se materializa en talleres. En estos talleres artistas, científicos, programadores, estudiantes e investigadores de diversas disciplinas intervienen en un proceso de creación y aprendizaje colectivo transparente y abierto a las aportaciones del público a lo largo del proceso de producción cultural. Una figura fundamental para entender esta dinámica y que tiene un gran valor para nuestro estudio es la figura del "mediador cultural", que trabaja como receptor y dinamizador dentro del propio espacio de trabajo: investiga, orienta y promueve el contacto entre todos los agentes que visitan e intervienen en las actividades. Otro punto importante a la hora de caracterizar el trabajo en MediaLab-Prado es el fomento del uso de herramientas de hardware y software libre y de código abierto, insertas en la filosofía del libre acceso al conocimiento y del trabajo colaborativo. Así siempre que es posible, bien a nivel técnico o por permiso explícito de los autores, se publica todos sus contenidos online (textos, imágenes y vídeos) bajo una licencia Creative Commons By-SA. Además, MediaLab-Prado soporta una comunidad virtual formada por el entramado de wikis, foros de discusión y blogs para canalizar la comunicación y el desarrollo de las actividades entre los propios participantes. Todas estas plataformas digitales están permanentemente abiertas al público general que desee realizar un seguimiento del desarrollo de las actividades. Una de estas actividades vinculadas a un proyecto de investigación/mediación es el que se presenta a continuación. Autofabricantes es un proyecto que se inscribe en el marco de la convocatoria de proyectos de investigación del curso 2015/2016 dentro del equipo de mediación. El proyecto parte de un trabajo ya iniciado por el colectivo Exando una Mano, un proyecto de autofabricación colectiva de prótesis en código abierto establecido en Sevilla. Este primer proyecto matriz ha pretendido desde sus comienzos establecer una alternativa ética y política al sistema protésico de patentes y sobrecostes de una industria cerrada. Hasta ahora se ha desarrollado en él una prótesis de extremidad superior motora y se sigue trabajando para el acompañamiento de las familias afectadas que participan en el proyecto. Así una vez aterriza el proyecto en MediaLab Prado, se forma un grupo de 40 personas aproximadamente de las cuales la mitad participan de forma presencial en el proyecto. El elenco de participantes está formado por sujetos pertenecientes a distintas culturas epistémicas; arquitectos, ingenieros, informáticos, abogados, terapeutas ocupacionales, comunicadores, estudiantes y familias afectadas. El colectivo se ha marcado como objetivo proseguir trabajando en una alternativa al panorama reinante en el sector protésico español. Marcado, por un lado, por una oferta privada a la que no puede acceder la mayor parte de la población, y por el otro a una administración que produce desigualdades territoriales, se caracteriza por una evaluación de los casos muy estricta y en el mejor de los casos oferta unas prótesis desfasadas cuyos desperfectos no son cubiertos. Para ello propone un proceso de búsqueda de nuevos avances teóricos y técnicos en la autofabricación colectiva de prótesis apoyándose en la impresión 3D, además de tejer y generar las redes entre comunidades de apoyo/fabricación y las familias. Análisis de los casos de estudio A la luz de los datos producidos durante el trabajo de campo alrededor de los dos casos presentados se ha podido observar, con todas sus diferencias y similitudes, como a medida que los agentes sociales participaban en la construcción de la cubierta vegetal y la fabricación de la prótesis de código abierto los grupos iban tomando forma. Para poder participar en el grupo no hay ningún requisito, ni currículum, ni prueba de acceso. Ambos proyectos han sido impulsados por dos colectivos que viendo como existe una amenaza o una falta de responsabilidad por parte de las administraciones sobre el medio ambiente y la salud, han sido capaces de congregar a un grupo más amplio de ciudadanos/as concernidos y afectados. La clave que les ha permitido sumar voluntades es la de no excluir ninguna forma de colaboración que aporte una contribución significativa al proyecto. Este punto es importante porque, lo que marca en estos colectivos el límite a la participación no es una restricción en el aforo, ni como hemos dicho antes un embudo que filtre acorde con el grado expertise certificada, sino la autopercepción de las capacidades que posee cada individuo, ya sea de la naturaleza que sea, sobre aquello que le parece puede o no aportar al proyecto de investigación. El éxito reside entonces en ser capaces de asamblear alrededor del proyecto una pluralidad de visiones suficientes que permitan trabajar en una alternativa que les satisfaga. Pero para construir una alternativa es tan importante el papel de los expertos que son siempre bienvenidos, recordemos no tanto por su estatus de experto como por la capacidad que tiene de contribuir positivamente al proyecto, como de aquellos afectados que pueden contribuir al proyecto con su experiencia. En el caso específico de Autofabricantes esto es negro sobre blanco. Durante las reuniones de trabajo el dialogo entre expertos y familias de afectados es clave ya que los distintos perfiles técnicos; ingenieros, terapeutas, diseñadores, informáticos, arquitectos aportan su conocimiento sobre el campo de estudio, instruyendo al resto y estableciendo las bases técnicas mínimas que permitan avanzar en la investigación sin redundar innecesariamente sobre conocimiento ya establecido. Por otro lado, las familias afectadas colaboran con su experiencia, situando la investigación y aportando todo ese conocimiento que tradicionalmente la ciencia descarta por no poder contrastar al ser subjetivo. Unos y otros unidos, están construyendo un espacio en el que a través del contraste de experiencias y conocimientos exploran nuevas preguntas y asuntos por aclarar con el fin de dar con una alternativa al problema que les ocupa. Al observar ambos casos se ha podido comprobar como la experiencia de los agentes sociales que participan en el proyecto, desborda los objetivos del propio proyecto planificado. Durante la participación en el proyecto también se experimentan formas de colaborar, gestionar, producir, evaluar y solucionar problemas. De tal forma que se promueve una dinámica de aprendizaje reciproco, en donde los distintos actores sociales representan el rol de maestro y aprendiz sucesivamente intercambiando ambos papeles en según qué actividad. A través de este intercambio de roles los agentes sociales movilizan sus conocimientos y los métodos propios de la cultura epistémica a la que pertenecen. Esta integración entre distintas culturas epistémicas, de formas de abordar los problemas y enfrentarse al objeto de estudio configura una propuesta original, situada. Durante todo el proceso este siempre ha estado abierto a la incorporación de nuevas perspectivas y experiencias, inclusive a que el mismo proyecto se haya bifurcado tomando distintos caminos, pero en la misma dirección. Esta investigación en común es experimental porque que los sujetos que forman parte de ella comparten y contrastan sus experiencias de forma abierta y pública. En los dos casos el material producido se encuentra abierto al público, tanto el prototipo, como los materiales que han permitido su producción y que se han generado de forma complementaría. En el caso de Autofabricantes es tal el compromiso por la trasparecía de la investigación, que las reuniones son grabadas y alojadas en su plataforma virtual a ojos de todos. En ambos casos los colectivos se han reunido de forma presencial con una periodicidad de dos a tres veces por semana para la celebración de sus reuniones de trabajo. En estas reuniones han participado tanto los miembros del colectivo, como aquellos agentes sociales que han colaborado puntualmente con el proyecto o han tenido interés en él. Las decisiones tomadas en estas reuniones eran por consenso de todos los agentes sociales implicados, este hecho ha dotado de legitimidad todas las acciones que se han llevado a cabo en la construcción del prototipo. A estas reuniones presenciales hay que añadirle aquellas que se han realizado de forma telemática a través de la aplicación Whats App o Telegram y las listas de correo electrónico. Hay que destacar que en este último caso el conjunto de agentes sociales que forman parte de los distintos grupos de Whats App y Telegram es reducido por ser funcional. Ya que se restringen únicamente a los integrantes del colectivo que participan de forma activa en el proyecto. Las decisiones tomadas a través de este canal han sido igualmente por consenso de todos los participantes en el grupo. El resto de participantes y/o interesados en el proyecto se informan del día a día a través de la plataforma digital y las listas de correo electrónico donde se informa de manera general de como transcurren las investigaciones. Sobre el estudio de los colectivos que nos compete y en referencia a lo citando anteriormente sobre la teoría del gobierno de los comunes de Ostrom (op.cit) se ha podido observar como no hay una única manera, que se pueda transponer a todos los casos. La teoría de Ostrom, que permite una gran diversidad y concede mucha importancia a la dinámica de las instituciones, demuestra como cierto número de cuestiones deben resolverse para que un sistema de explotación perdure. Vemos entonces como los colectivos estudiados, aunque abiertos a la participación, establecen límites claramente definidos que permiten identificar al colectivo por el concernido; ellos se dotan de una serie de reglas y normas no necesariamente explicitas que se van adaptando adecuadamente a las necesidades y condiciones del entorno en la búsqueda y persecución de los objetivos establecidos; los individuos a quienes afectan las reglas en cuestión participan regularmente en las instancias encargadas tanto de crearlas como modificarlas; al visibilizar su causa en su camino desde la reivindicación hasta la producción de una alternativa consiguen el reconocimiento y la legitimidad de las autoridades externas de su derecho a fijar y modificar estas mismas normas; además todos los miembros del colectivo tienen voz y voto dentro del sistema de resolución de conflictos. Esta lista de principios constitutivos de los comunes estudiados por Ostrom y que podemos observar en los colectivos estudiados pone de relieve el “estrecho vínculo entre la norma y la reciprocidad, la gestión democrática y la participación activa en la producción de cierto número de recursos” (Laval y Dardot, op.cit.). Los casos de estudio resultan ilustrativos de como en realidad, aunque existan resistencias y desencuentros, cuando los individuos pueden reunirse, hablar, decidir conjuntamente, las estrategias cooperativas se hacen posibles contemplándose un acuerdo no impuesto desde instancias exteriores. La capacidad de elaborar colectivamente las reglas de uso depende del encuentro comunicativo del colectivo y del reconocimiento por parte de todos de un sistema de normas propias. De tal forma que los sujetos estudiados son capaces de autoorganizarse y autogestionarse fabricando, Ostrom lo llama Crafting en alusión al trabajo del artista o del artesano, su propio sistema de reglas y normas. Este trabajo de verdadera orfebrería social se expresa en una forma de gobierno único (situado) pero que al mismo tiempo es capaz por medio de la interacción entre sus creadores de adaptarse a las especificidades de cada situación. La fabricación del colectivo supone un trabajo constante de reflexión, de negociación y de experimentación. Los colectivos estudiados trabajan en sus proyectos bajo una lógica del prototipado. Esta lógica de actuación se extiende más allá de sus productos tecnológicos y de lo que convencionalmente entendemos como tecnologías de prueba o en fase beta. Su lógica se extiende a la creación de un contexto de investigación abierto al cambio y a las nuevas aportaciones, así los colectivos se muestran abiertos a prototipar no solo sobre la cubierta vegetal o sobre la prótesis, sino sobre sus propias interacciones, su puesta en común de los problemas y la forma que tienen de afrontarlos. Es entonces cuando en cada gesto de estas características resuena la distinción que plantea Latour (1998) en la que contrapone el mundo de la ciencia; recta, consolidada, distante, jerarquizada frente al mundo de la investigación; flexible, en desarrollo, como un proceso abierto a la participación, a la problematización y a las controversias. A lo largo de la observación de ambas experiencias se ha podido contrastar como los participantes iban compartiendo con el grupo distintos materiales, herramientas, informaciones, exposiciones con el fin de aportar y contribuir al buen funcionamiento del grupo y la consecución de sus objetivos. Este intercambio de materiales y de aportaciones se ha convertido en el eje vertebrador de su economía. Recordamos la financiación de ambos colectivos es mínima; en el caso de Greening Roofs cuentan con un almacén de herramientas provisto por las aportaciones de la gente de la asociación Esta es una Plaza y las aportaciones económicas que nacen de los participantes; en el de Autofabricantes aun contando con las infraestructuras de MediaLab-Prado (salas de reuniones, impresoras 3D, fresadoras, herramientas, etc…) y un deposito mínimo de 500€ para materiales y 800€ para montar talleres no es suficiente para dar viabilidad a su proyecto, pues requiere de muchas pruebas de ensayo y error en lo que a utilización de materiales se refiere. Por lo tanto, si contamos con que el uso de las herramientas e instalaciones en ambos casos se comparte con una multitud de colectivos y actividades, el resultado es que sin las aportaciones de los participantes el trabajo sería prácticamente imposible desanimando por el camino a muchos colaboradores. Pero es entonces cuando podemos percatarnos de que a través de este sistema de transacciones de intercambio de bienes e informaciones lo que circula no es solo un bien en sí, sea de la naturaleza que sea, o un valor sino el colectivo mismo. Como ya apuntaba Mauss en su Ensayo sobre el Don (2009) estas interacciones dentro del grupo se conjugan bajo una forma desinteresada que a su vez es una figura obligatoria que vincula a todos los participantes en la construcción del colectivo. Esta dinámica encerrada en el Don y contra Don fuerza a sus participantes a dejar su huella en el devenir del proyecto a través de sus aportaciones. Por último, cabe destacar la condición de recursividad que guardan las experiencias de participación que tratamos. Decimos que son recursivas porque en ellas hemos podido observar como en cada acción, cada toma de decisión, cada código o partes de la producción se reflejan los mimos valores que sostienen al colectivo. Dicho de otra forma, tanto el producto, la plataforma que utilizan y la comunidad que sostienen son procomunes portadores de los valores que hacen el proyecto tal y como es, cooperativo, participativo, abierto, informal e inclusivo. CONCLUSIONES A modo de conclusión podemos subrayar como tras estudiar ambos colectivos se muestra fundamental entender que; más importante aún que registrar que y cuantos objetos se han propuesto producir, es reflejar las prácticas de construcción del colectivo en sí y las estrategias que desarrollan para reunir a los participantes alrededor de un mismo problema y enfrentar las adversidades juntos. Lo avisamos, el conocimiento y los aprendizajes a los que nos referimos nada tienen que ver con el que se codifica en las bibliotecas, es un tipo de conocimiento relacional, informal que hunde sus raíces en la práctica situada. Por lo que se antoja difícil de capturar y universalizar. Es en este punto donde toma especial relevancia el mantenimiento de las redes y los nodos de producción de conocimiento. Para ello es preciso facilitar el encuentro y la realización de tales experiencias que congreguen a agentes heterogéneos permitiendo complementar los fragmentos cognitivos que cada actor posee. Tanto la cubierta vegetal como la prótesis de código abierto se presentan como un dispositivo de resistencia contra-hegemónico ya que el colectivo con su construcción no solo cuestiona el modelo de producción en términos de su contenido, sino también en términos de los procesos involucrados en su producción. Las decisiones que se han tomado a lo largo de estos meses respecto al diseño y a la construcción del prototipo experimental se han dado de forma abierta, horizontal y democrática. Otros de los aspectos destacables que nos permite entender ambos prototipos como un dispositivo contra-hegemónico en su contenido y proceso de producción es que tanto su gestión como su producción han sido autónoma. La construcción integra de la cubierta se ha llevado a cabo bajo la fórmula de trabajo autónomo y autogestionado haciendo uso de materiales reutilizados, salvo algunas excepciones en las que no se encontraba algún material determinado en el espacio. Por su lado el colectivo de autofabricantes se esfuerza cada día por mantener en la fabricación de la prótesis la máxima de trabajar con materiales accesibles y en código abierto para ofrecer a los usuarios la posibilidad de replicar de forma autónoma el prototipo. Sobre este aspecto cabe destacar la tensión que existe dentro del propio grupo al respecto pues, aunque todos coinciden en mantener esta máxima, muchos apelan a la necesidad de recurrir a un nodo de fabricación como es Autofabricantes para una fabricación optima del prototipo por parte de los usuarios. Además, el acceso a los prototipos es abierto y transparente ya que tanto el acceso a la instalación como los datos y cronología de la construcción se publica en Internet contrastando con la falta de transparencia subyacente al conocimiento producido en los centros tradicionales. Entendemos que ambas experiencias suponen una forma independiente de producir conocimiento riguroso y contratado por expertos. Ya que su actividad se sitúa al margen de los objetivos y las motivaciones de la producción científica hegemónica basada actualmente en la producción de patentes, la proyección de carreras científicas individuales y el uso de modelos de evaluación como la revisión por pares. Los colectivos han sido capaces de reunir a un grupo heterogéneo de individuos que poco a poco a lo largo de su travesía y de la formulación de su problema tomaron consciencia de su situación realizando un ejercicio de empoderamiento que les sitúa en el papel de afectados/concernidos. En el caso de la cubierta vegetal es claro. Aunque al inicio de la experiencia muchos participantes ignoraban su situación de afectados por el efecto de la isla de calor y el deterioro de los espacios verdes en la urbe, a lo largo del proceso de construcción de la cubierta todos ellos fueron tomando consciencia de su condición. En el caso de Autofabricantes es similar; la gran mayoría de los participantes, ya fueran familias afectadas o colaboradores que demuestran cierto interés sobre la problemática, durante el proceso de fabricación de la prótesis y el consiguiente conocimiento de las informaciones alrededor de la industria protésica y el sector sanitario, les ha provocado un cambio en su sensibilidad hacia el tema y por consiguiente la toma de una postura respecto a la problemática. Los colectivos que aquí hemos presentado plantean con el prototipo que han producido una problemática y una nueva forma de dar respuesta a ese problema frente a la administración y las instituciones. Habitando este problema los agentes sociales plantean nuevos conflictos que dan pie a nuevos espacios de conocimiento. Es entonces que el ciudadano como sujeto de derechos se convierte en productor de derechos. La propia existencia de ambas producciones echa en cara a las instituciones no haber formulado las preguntas de otra forma. Podríamos decir pues que no encontramos ante dos experiencias que han sido capaces de crear un entorno experimental donde se producen nuevas problemáticas que abren la puerta a nuevos espacios de conocimiento. Referencias Bijker, W. (1997). “La construcción social de la baquelita: hacia una teoría de la invención”, en González, M; López, J. A. y Luján, J.L. (Eds.) Ciencia, Tecnología y Sociedad. Ed. Ariel, Barcelona. pp. 103-129. Bollier, D. (2007). The growth of the commons paradigm. Understanding knowledge as a commons, 27. Boyle, J. (2003). The second enclosure movement and the construction of the public domain. Law and contemporary problems, 66(1/2), pp. 33-74. Callon, M. (1998). “El Proceso de construcción de la sociedad. El estudio de la tecnología como herramienta para el análisis sociológico”, en Doménech, M. y Tirado, F. Sociología Simétrica. 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