EL PAPEL DE LAS TECNOLOGÍAS VESTIBLES EN LA PRODUCCIÓN, PROPAGACIÓN Y FRUICIÓN DE UN CONOCIMIENTO DESPACIALIZADO Marco Centorrino Sebastiano Nucera [email protected] [email protected] Resumen La historia del hombre es una historia de interacciones y relaciones entre prácticas, tecnologías y ambiente. La herencia teórica de Dewey y una cada vez más rica literatura apoyan el propósito de analizar estas relaciones empezando por un análisis del cuerpo que lo interprete como una verdadera tecnología natural. Brian Arthur (2011) reconoce a cualquiera tecnología una intrínseca naturaleza combinatoria pero está en la extensión de la corporeidad a través de artefactos que semejante combinación se convierte en una “gramática” de la interacción continuamente re-funcionalizada. Resulta sorprendente que semejante relación haya sido analizada solo parcialmente y muchas veces dicotomizada. No se trata solamente de una nueva definición metodológica-conceptual que supere áridos dualismos como estático/dinámico o individuo/sociedad sino de adoptar una perspectiva que vaya hacia un análisis de la corporeidad dentro de ámbitos actuativos caracterizados por una contracción espacial y una dilatación de lo “real”. Entre las nuevas ecologías de la comunicación, el cuerpo se convierte en “lugar” y “flujo” (Castells, 2009) donde se experimentan estas formas de hibridación que determinan la reducción de la fractura ontológica que separa la tecnología de su utilizador (Clark, 2008). Los indicadores en los mercados tecnológicos son señales que validan esta tendencia. La idea que queremos proponer según las teorías de Marshall McLuhan, es que la canalización de las “sensibilidades humanas” (Montani, 2014) y de las relaciones individuales cosifica habilidades sociales que van más allá de un simple complacimiento de la experiencia. Las tecnologías vestibles vuelven a proponer un nuevo proceso especialmente dilatado de domesticación/condivisión del conocimiento (de Kerkhove, 1991). Estas nuevas maneras de producir y fruir conocimientos son el resultado de un proceso que lleva a los individuos a vestirse del espacio o sea a concretar una fluidez total entre cuerpo y dominios del conocimiento. Semejante aspecto se revela determinante en las actividades de “e-coaching” y “e-mentoring”. En conclusión las tecnologías vestibles representan una ulterior manifestación de nuestras flexibilidades fenotípicas haciéndose estructura fundante de otra manera de percibir, fruir y compartir diferentes realidades cuyos significados socio-culturales asumen significados nuevos en el mundo de la práctica (Wenger y Lave, 1991) y en las formas de empleo tecnológico. Estos significados han logrado niveles operativos extremadamente amplificados por la posibilidad de estructurar espacios y tiempos personales, por eso también ya no pueden ser analizados como la simple utilización de un instrumento sino como procesos de incorporación espacial multilocalizados. Palabras clave: Tecnologías vestibles, Ecología de la comunicación, Contextos de formación, Gramáticas tecnológicas, Flexibilidad fenotípica Introducción A partir de los estudios conducidos por Ian Gilligan (2010) sobre la evolución del vestuario desde un punto de vista arqueológico, evolutivo y cultural, los análisis sobre las prácticas del vestuario han construido interesantes paradigmas interpretativos que se sitúan dentro de un universo metodológico muy diferentes. Los estudios sobre la moda, e-textile, smart-clothing e wearable technologies realizan un análisis exuberante dentro del cual las dinámicas de la experimentación sociológica se convierten en una interpretación y declinación de lenguajes diferentes que dilatan el concepto de cultura. Hoy esta tendencia parece canalizada por una orientación estimulante que individua el uso de ropa y accesorios siempre mas impregnados por las tecnologías, un proceso de cooptación funcional (Nucera, 2014; Nucera y Centorrino 2015) y de extensión de la sensibilidad (Manovich 2006; Guerra y Parisi, 2012; Montani, 2014). En otras palabras se asiste a un connubio encontrado entre niveles diferentes de nuestro ser como humanos que reconcilia la materialidad cultural con el ambiente cultural (Pennisi, 2014). En particular, muchos autores, a través de metodologias y análisis diferentes, sugieren la necesidad de reconocer al cuerpo la capacidad de convertirse en una interfaz tecnológica , es decir un instrumento útil para la aplicación práctica de mecanismos naturales (Ingold, 2004; Cfr. Arthur, 1999) y de la captación de la sensibilidad humana devolviendo una interacción con el mundo físico y social que se condensa en ambientes comportamentales nuevos y peculiares. No hay duda que nuestra evolución cultural cumulativa, es decir nuestra capacidad de acumular conocimientos, competencias y habilidades tienen una fuerte relación causada con nuestro éxito evolutivo (Flannery, 1972; Boyd y Richerson, 1985; Shennan, 2001; Henrich y McElreath, 2003; Ziman, 2003; Plummer, 2004; Geels, 2005; Enquist y Ghirlanda, 2007; Whiten et al., 2009; Tomasello, 2007; Dean, et al., 2012). Es claro que si bien en la base de la cultura cumulativa hay un proceso de acumulación de conocimientos hay que decir también que no es razonable reducir la adquisición de informaciones que acontecen durante el aprendizaje social a un simple download de nociones. Paradójicamente si hubiera una réplica fiel de la cultura cumulativa no habría ningún tipo de proceso de evolución cultural porque ésta última estaría encajada dentro de un proceso inmóvil. Ehn y Laland (2012) sostienen que paralelamente al proceso de aprendizaje social, los individuos mejoran individualmente estrategias propias en el comportamiento social creando verdaderas mezclas entre cultura cumulativa y ambientes no cumulativos. Se trata de una serie de consideraciones absolutamente razonables y compartibles (Ehn y Laland 2012, 110) sobre todo en relación con la capacidad social de equilibrar presiones ambientales. La capacidad típica de nuestra especie, es como imaginarse un contrapeso respecto a situaciones potencialmente peligrosas si bien es necesario analizarla en cada caso de la misma manera que un intercambio de experiencias subjetivas y aprendizajes de carácter interactivo que asignan una forma y un significado preciso a las acciones de los individuos que participan en la “práctica” y dentro de la “comunidad” (Wenger y Lave, 1991). Desde esta perspectiva, las “comunidades de práctica” se convierten en lugares ideales donde, no solo se comparte información y conocimientos para la producción de cultura material e inmaterial, sino también el lugar donde los mismos conocimientos se recombinan constantemente a fin de constituir el motor natural para la consecución de formas nuevas y una mayor organización y producción cultural. En los objetivos de este trabajo no se quiere hipotetizar ninguna dicotomía nueva entre individuo y ambiente ya que los procesos culturales de homeostasis compensativa que equilibran los desajustes producidos, tienen lugar justamente en función de comportamientos auto-conservadores del individuo y dentro del mismo ambiente. En esta dirección, imaginamos la cultura material y en particular las tecnologías vestibles, no solamente como una serie de objetos que engloban una función pero también como un detonador de modalidad de uso potencialmente muy diferentes respecto a las previstas. La perspectiva que adoptamos nace de la consideración que sería irrazonable imaginar una evolución socio-técnica de tipo linear. Muchos autores, con objetivos y metodologías diferentes ya han sostenido esta posición en ámbito socio-antrológico (Morgan 1877; Boas, 1938; White, 1943; 1947; Tönnies, 1963; Parsons, 1964; 1971; 1973; Ingold, 2004; Saporiti, 2004) en la psicología evolutiva (Dunbar, 2004) y en primatología (Tomasello, 2007). En otro trabajo se ha indicado que no es nuestra intención sostener una equivalencia directa entre tecnologías y utilidad inmediata. En otras palabras, imaginemos los procesos de afinamiento funcional y material de los productos tecnológicos, así como la aparición de las primeras sociedades humanas, no como una línea espaciotemporal que marca nuevas “conquistas”, sino como un “árbol” o modelo pluridireccional cuyas posibles ramificaciones pueden revelarse como auténticos fracasos (Arthur, 1999). No es en absoluto probable que a cada innovación correspondiese, necesariamente, un progreso. De hecho, es más lógico imaginar que antes de llegar a un producto provisto de características capaces de hacer conveniente su “adopción”, haya habido muchos pasos intermedios cronológica y espacialmente heterogéneos. Esta argumentación se aplica no solamente a la evolución de manufacturados pero en general a todas las formas y a los productos de la cultura material e inmaterial (Nucera, 2014). Evolución del vestuario: de los objetos a la interfaz. Unos de los aspectos más interesantes de la evolución del vestuario es relativo al impacto que ha tenido durante nuestra historia. Si, por un lado, los estudios de la historia de la vestimenta y de la moda han evidenciado características y dinámicas peculiares en uno u otro ámbito, desde nuestro punto de vista los análisis diacrónicos relativos a las capacidades materiales y a las cooptaciones funcionales de la ropa ofrecen la posibilidad de explorar itinerarios de anális actuales y de grande interés. En otras palabras , se trata de retomar las importantes herencias teóricas de Roland Barthes e Marshall McLuhan a través de las cuales es posible especificar dos niveles de anális del vestuario: por un lado (la moda) consideramos el proceso creativo como propulsor de un nivel de significado que se compone justo a partir de la representación de los artefactos mismos y de la posibilidad de acción que se realizan como resultado de una “ intersubjetividad”; por el otro ( el aspecto material y la modalidad de uso ) se observa la dimensión “extensivo-protesica” donde la ropa y los accesorios se convierten en instrumentos reales de codificación exteroceptiva y propioceptiva perdiendo además lo que podríamos definir de un punto de vista físico “la pátina del estatismo”. Se realiza, en potras palabras, una plataforma tecnológica que explotando nuestra sensibilidad genera modalidad de producción e introyección del mundo completamente diferentes y mucho más rápida respecto al pasado. Las prendas y las telas que pertenecen a la dimensión “inteligente” tienen características especiales, a saber, la integración de un componente electrónico dentro de la textura textil (Hildebrandt et al, 2015). No se trata, claramente de una simple evolución de la tecnología que modifica o agiliza viejas rutinas (Appadurai, 1996) dado que el cuerpo re-vestido y equipado (Fiorani, 2006) activa procesos de incorporación de información y de relación muy diferentes. Se trata de una serie de cambios ampliamente analizados en la literatura científica sea en términos cualitativos que cuantitativos. La distribución planetaria (con obvias excepciones) de tecnologías handlehed (como smartphones, laptop, tabletas) demuestra una determinada fuerza de penetración sujeta a costos accesibles y buenas prestaciones de estos instrumentos. Este aspecto es además catalizado por la portabilidad de servicios (de las compras online a la home banking), de la digitalización de la información a través de la convergencia medial (Morcellini, 2013; Jenkins, 2004, 2006a; Morcellini y Gavrila, 2005; Dworak, 2008; Kelly, 2011) y de la desmaterialización identitaria (Jenkins, 2006b; Lovink, 2011; Buckingham y Willett, 2013). Un nivel adicional que explica las razones por las que estos objetos están disfrutando de una difusión notable se relaciona con los flujos de moda. La combinación entre investigación científica y firmas de moda ha producido y, sin duda, seguirá produciendo, prendas y accesorios que atestiguan la aplicación de funcionalidades que hasta hace pocos años eran absolutamente improbables. La colaboración entre el diseñador Pauline Van Dongen y Han University, por ejemplo, ha llevado a la creación de una “prenda solar” que integra una serie de células fotovoltaicas en su superficie, sin sacrificar la comodidad general del atuendo. Más recientemente, para mejorar la ergonomía y el confort, se crearon los primeros prototipos de baterías flexibles (Lee et al, 2013) y de hilar (He et al, 2013). La relación entre la moda y la tecnología (en referencia a las tecnologías portátiles) se ha debatido ampliamente por parte de diferentes autores, pero para un análisis minucioso, por favor, consulte Seymour (2008) y Sinclair (2014). Para el análisis de las tendencias relativas a la utilización de materiales nobles en la producción de tecnologías vestibles se recomienda el artículo de Miner y colegas (2001), mientras que, en cuanto a la relación entre el cuerpo, la moda y las tecnologías de comunicación, se aconseja consultar Fortunati et al (2003). Los datos de “Research Forecast Report Smart wearables: worldwide market trends, forecasts and strategies 2014–2020” (2014) asumen ventas de 758 millones de dispositivos atribuibles a las tecnologías vestibles en los siete años examinados con una tasa de crecimiento anual compuesto (CAGR) de 50%. Para tener una idea de esta tendencia es suficiente observar las inclinaciones de capitalización de algunas de las importantes industrias del sector (Graf. 1) que sólo en algunos casos presentan disminuciones. La ropa y los accesorios durante su evolución han sufrido algunos recalibrados que, cada vez han variado el carácter funcional, ergonómico y social a causa de un natural proceso tecnológico y el resultados de profundos cambios de las estructuras y de las dinámicas sociales. Hoy, este aspecto ha sido analizado de diferentes puntos de vista y estamos convencidos de que, justamente por la “esencia evolutiva” del argumento, será objeto de análisis por mucho tiempo. Si bien no es argumento de este trabajo, las tecnologías vestibles y la “ropa inteligente” (Smart clothing) constituyen un óptimo ejemplo para verificar este desliz de la sensibilidad y analizar el impacto social y económico que producen. Come hemos señalado anteriormente, las tendencias económicas parecen bastante claras. Sin embargo, hasta ahora se ha dicho poco sobre el proyecto que es necesario para garantizar el utilizo y la ergonomía de los objetos. En otras palabras, la construcción de la interfaz entre usuario y tecnología constituyen un punto importante. Es necesario precisar que la tecnología vestibles (por ejemplo Google Glass) desarrolla una propia ergonomía para la reducción del peso, el confort, y un uso fácil del instrumento a través de mandos vocálicos, la ropa inteligente necesita un proyecto cuidadoso porque está en contacto con una superficie corporal más amplia. Los estudios de McCann (1999, 2005) resultan más útiles para representar las dinámicas y las fases comprendidas en su ideación, proyectación y promocón. Por razones de síntesis se prefiere presentar una descripción esquemática (Imagen 1) El esquema propuesto por McCann demuestra que la producción de un objeto debe cumplir con una serie de requisitos de gran importancia y seguir cierto orden para llegar a un producto cómodo y funcional. Aplicaciones prácticas La tecnología vestible (que incluye e-textile y smart clothing) se utiliza hoy en día en diversos campos. Al principio, el campo de aplicación principal era militar (aunque sigue siéndolo hoy en día con los robots vestibles, exoesqueletos capaces de aumentar considerablemente la capacidad física de los soldados. Los exoesqueletos robóticos se utilizan también en la rehabilitación de personas con déficits motores. Para una descripción completa, consulte los trabajos de Buesin et al, 2015; Huanh et al, 2015; Torricelli et al, 2015. Sin embargo, hoy en día los escenarios de aplicación incluyen mediciones en el deporte (Gusmer et al, 2014; Li et al, 2016) y médico (Dixon et al, 2016; Zhu y Cahan, 2016), aplicaciones lúdicas vinculadas al mundo de los juegos y el entretenimiento (Jackman, 2015; Foottit et al, 2016) con un incremento notable de las tecnologías hápticas (Kuber et al, 2007). Un campo adicional, el que nos interesa analizar en este trabajo, es el ámbito de las aplicaciones educativas. Las experiencias en este sentido son múltiples y extraordinariamente prometedoras. En particular, la posibilidad de combinar el aprendizaje con los sistemas inmediatos de evaluación y orientación (Pan et al, 2006) sin duda representa una ventaja considerable para los profesores y los estudiantes. Un estudio reciente ha demostrado que el uso de Google Glass durante la explicación y la realización concreta de un experimento físico mejora el rendimiento de los estudiantes y, en particular, su curiosidad (Lukowicz et al, 2015). En concreto, se ha observado que algunas de las características del vidrio inteligente son particularmente útiles para crear contextos educativos específicos, no solo en las escuelas sino también, posiblemente, en el sector industrial (Scavo et al, 2015). Una característica adicional de este nuevo paradigma educativo se aprecia en la posibilidad de crear entornos virtuales dentro de los cuales los individuos físicamente distantes colaboran en conjunto para lograr un objetivo (Suh, 2011), materializando, como se ha demostrado recientemente, los procesos interactivos basados en la confianza (Schiller et al, 2014). También en este sentido, pronto se harán públicos los resultados de las investigaciones realizadas por Alzahrani y colegas (2015). Sin embargo, estamos convencidos de que los modelos de difusión del conocimiento basados en la realidad aumentada (en lugar de la realidad virtual) componen un marco de formación de mayor impacto en relación con la posibilidad de fusionar el mundos físico y el mundo virtual (Schiller et al, 2014; Martín-Gutiérrez, 2015 ). Conclusiones Si la invención de la escritura (Martin, 1995; Mithen, 2002) y, posteriormente, de la imprenta móvil (McLuhan, 1962; Eisenstein, 1990) han traducido la voz en un medio visual, las tecnologías vestibles, parafraseando de Kerckhove (1991), han ofrecido al hombre y a la mente humana nuevos brainframes o nuevas formas de experimentar, interactuar y dar sentido al mundo. La gran difusión de estas tecnologías, como hemos señalado, ha transformado por completo las dinámicas a través de las cuales los individuos experimentan nuevas formas sensibilidad, catalizando aún más la que Buffardi y de Kerckhove (2011) definen como la “cultura de la profundidad”. Las nuevas tecnologías que, según Castells (2009), construyen una nueva “ecología del conocimiento”, hacen posible la autocomunicación de masas, es decir, la creación de streamings informativos autogenerados que identifican las formas en que los individuos exteriorizan los brainframes fuera de su “entorno natural”, lo que ocasiona un cambio radical en el flujo de la información. Dentro de estos marcos, las tecnologías vestibles son herramientas formidables para la producción, la propagación y el uso de la inteligencia conectiva, una inteligencia despacializada, distribuida y estructurada a partir de cada esfuerzo individual, que se detecta y renegocia incluso en sistemas educativos, produciendo formas de aprendizaje personalizado y flexible. Esta tendencia alimenta un paradigma de entrenamiento muy diferente al tradicional. Las realidades virtuales y aumentadas reestructuran los contenidos educativos y los métodos de enseñanza, lo cual permite combinar conceptos tradicionales dentro de modelos educativos fundados, en gran parte, en la realidad aumentada. En este sentido, el aprendizaje despacializado, pero interactivo y colaborativo, representa sin duda un potencial de aplicación con impacto social y cultural de gran importancia. La contracción de espacios y tiempos en la comunicación y en la formación proporcionada por la fusión de las tecnologías adaptativas e interactivas requiere de compromiso y utilización de la tecnología mucho mayores que lo observado en el pasado. El resultado, como hemos visto, aunque brevemente, son ecologías de la actuación humana diferentes, coexistentes y coevolucionadas, que se han incorporado en el incesante dilatación de sistemas simbólicos transducidos, transmitidos y amplificados por plataformas tecnológicas, a las que se da un nuevo uso para necesidades y propósitos concretos. Referencias Alzahrani, A., Gardner, M., Callaghan, V., Alrashidi, M. (2015). Towards Measuring Learning Effectiveness considering Presence, Engagement and Immersion in a Mixed and Augmented Reality Learning Environment. En D. Preuveneers (Ed.) Workshop Proceeding of the 11th International Conference on intelligent Environments (pp. 252-264). Amsterdam: IOS Press. Appadurai, A. (1996). Modernity al large: cultural dimensions of globalization. Minneapolis: University of of Minnesota Press. Arthur, W. B., (1999). The Nature of Technology: What It Is and How It Evolves. New York: Free Press. Boas, F. (1938). 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