Calidad de vida en la prisión en España. Rodríguez,J. -Larrauri,E.- Güerri,C.

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Calidad de vida en la prisión en España.
Rodríguez,J. -Larrauri,E.- Güerri,C. (04052016).1
Universitat Pompeu Fabra
La finalidad de este estudio es avanzar en el conocimiento sociológico y criminológico
de las cárceles. En concreto su objetivo es conocer cómo se experimenta la pena de prisión,
cuáles son las penalidades (‘the pains’)2 que esta conlleva más allá de la hueca descripción
jurídica de la pena de prisión como ‘pérdida de libertad’.
Para ello este estudio usa el cuestionario Measuring Quality of Prison Life (en adelante,
MQPL), desarrollado por el Prison Research Center del Instituto de Criminología de
Cambridge, que permite medir la ‘calidad de vida’ en prisión. Una vez traducido y adaptado al
castellano hemos llevado a cabo una encuesta en los cuatro Centros Penitenciarios de
Barcelona, entrevistando a 468 presos, lo que nos ha permitido constatar la diferente evaluación
que los internos realizan de los distintos Centros Penitenciarios.
Este estudio representa un avance respecto el actual estado de la discusión en España
por dos motivos. Por un lado, cubre una laguna en los estudios sobre prisiones. Lo que más ha
preocupado a los académicos ha sido por buenas razones el crecimiento de las tasas de
encarcelamiento (Cid, 2008; Díez-Ripollés, 2006; Becerra, 2012; Brandariz, 2015; González,
2012) y se ha dejado un poco de lado el impacto que este ha tenido en las condiciones de vida
del interior de la prisión.
Por otro lado, este estudio busca reflejar no solo la percepción que los internos tienen de
la vida en prisión sino que la distinta ‘calidad de vida’ de los presos en los diversos centros
penitenciarios. De este modo el análisis criminológico de ‘la prisión’ avanza al constatar la
posibilidad de que existan distintos tipos de prisiones donde las condiciones del
encarcelamiento pueden ser más o menos duras.
Evidentemente el reto es estudiar y comprobar cuáles son los elementos relevantes que
influyen en esta evaluación. En este sentido este artículo representa un primer paso al agrupar
las distintas preguntas en cinco bloques temáticos y analizar su incidencia en la evaluación
global de la prisión.
1
Se inscribe en proyecto "Ejecución y supervisión de la pena: Calidad de la intervención, legitimidad y
reincidencia". Financiado por el Ministerio de Economía y Competitividad (MINECO) (Ref. DER201564403-P).
2
La expresión famosa hace referencia al capítulo ‘The pains of imprisonment’ de The Society of
Captives, de Gresham M. Sykes (1958).
1
1.- Antecedentes: Estudios sobre calidad de vida en prisión en España3
En España, el estudio sobre la calidad de vida o el clima social en prisión es heterogéneo y
proviene de diferentes disciplinas, principalmente de la psicología y la educación social, aunque
también de la sociología, el derecho y la criminología. Podemos clasificar estos estudios en tres
grupos.
En el primero encontramos aquellos que se han centrado en aspectos concretos de la
vida en prisión, como la atención sanitaria (Oviedo-Joekes et al 2005), el trabajo penitenciario
(Alós et al 2009), las relaciones entre presos y funcionarios (García-Vita y Melendro 2013), la
sobreocupación penitenciaria y el hecho de compartir celda (Benito, Gil y Vicente 2007) y las
necesidades socio-emocionales y sexuales de los presos (Carcedo, Lopez y Orgaz 2006). Estos
estudios se caracterizan por abordar un objeto de estudio específico (en contraposición a la
calidad de vida en su conjunto) y por el uso de instrumentos no “estandarizados” para recabar la
información. Este grupo de estudios es el más numeroso y aunque proviene de disciplinas
diferentes, lo que dificulta la sistematización y cohesión de los datos, aporta gran parte de la
información sobre la vida en prisión en España.
El segundo grupo tiene una orientación sociológica y criminológica y aborda la
condiciones de vida en prisión desde una perspectiva global y más bien descriptiva (Ríos y
Cabrera (1998); Ríos y Cabrera (2002); Almeda (2003); Giménez-Salinas et al. (2006) y
Gallego et al. (2010)). En general estos autores han llevado a cabo estudios exhaustivos de la
vida en prisión a partir de encuestas a internos de la mayoría de centros penitenciarios de
España. con el objetivo de conocer la realidad penitenciaria a través de la percepción del
colectivo de presos.
Finalmente, el tercer grupo de estudios está formado por aquellas investigaciones cuyo
objeto de estudio es el clima social en prisión y que han utilizado algún instrumento
“estandarizado” para medirlo (Garrido, Gil y Prestamo 1985; Del Caño y Domínguez 2000;
Camps y Torres 2012), como el Correctional Institutions Environment Scale (CIES) de Moos
(1968). En general la aportación más importante de estas investigaciones es la identificación de
los aspectos que marcan la diferencia entre prisiones: por ejemplo, la formación y características
de los funcionarios, el tamaño de la prisión (Del Caño y Domínguez, 2000) y su grado de
organización en base a un modelo de participación y convivencia (Camps y Torres, 2012).
2.- Estado de la discusión: estudios sobre calidad de vida de la prisión.
En Europa acostumbra a citarse el estudio de Downes, (1988) como pionero al realizar
una comparación de prisiones en distintos países, en concreto entre las prisiones del Reino
Unido y las de Holanda. Así este autor es reputado por haber afirmado que comparar las
3
Este apartado ha sido redactado por Marta Martí.
2
políticas penales de los diversos países no debería realizarse sólo en base a la duración (length)
de las condenas sino también por su ‘severidad’ (depth).4 Estos estudios han continuado de la
mano de algunos autores quienes han persistido en su interés en comparar distintos modelos
penitenciarios de diversos países (Kruttschnitt-Dirkzwager, 2011; Pratt-Eriksson, 2012).
En Estados Unidos encontramos un ejemplo de estos estudios en el análisis de Logan
(1992). De acuerdo a este autor no hay una metodología única para comparar la calidad de vida
de las prisiones, no obstante en su opinión es posible estudiar la calidad de vida de la prisión
prestando atención a ocho indicadores que denomina: custodia, seguridad, orden, bienestar,
justicia, condiciones materiales y gobernanza. Logan (1992) opta por lo que denomina un
‘modelo de justicia de la prisión’ caracterizado por medir la calidad de vida interna y no por las
consecuencias de la prisión en aras de otros objetivos como la prevención del delito o de
rehabilitación que la prisión pueda alcanzar. En consecuencia, se trata de medir aspectos y
variables sobre los que el personal que trabaja en su interior tiene un cierto control.5 Y si bien
admite que en muchos casos estos estudios comparativos son insuficientes para encontrar
vínculos causales fuertes, sí pueden cuando menos apuntar a direcciones en las que intervenir
sea conveniente.
Sin duda estos estudios acerca de la calidad de vida en prisión han recibido un impulso
decidido de la mano de Alison Liebling (2004). Esta autora identifica tres fases en el estudio de
la prisión. Primero, el interés inicial de los sociólogos por la prisión en cuanto es una
organización social, dando lugar a estudios interesados en describir y explicar “la” prisión (por
ejemplo: Clemmer 1940; Sykes, 1958; Jacobs, 1977) pero no en evaluarla. Esta fase se podría
cuestionar si se entendiese que estos autores extrapolaban características universales de “la”
prisión del análisis de una prisión concreta con unas determinadas características.
La segunda fase está influida por los psicólogos y la ideología del tratamiento. Las
investigaciones que pretenden evaluar las prisiones están inicialmente vinculadas al concepto de
tratamiento. El nombre clave en esta época es (Moos, 1968) quien mide el clima social de una
prisión para intentar discernir su efecto terapéutico, y evaluar los efectos de los distintos
regímenes de vida relación a consecuencias diversas (p.ej. el éxito en la libertad condicional).
La tercera fase coincide con el declive de la ideología rehabilitadora y asume el objetivo
de conseguir un ‘confinamiento humano’ eficaz. Esta fase coincide en el Reino Unido con la
‘revolución managerial’, la existencia de un nuevo estilo gerencial que consiste en introducir la
gerencia privada al sector publico (Bennett, 2007), para modernizar la organización del trabajo
en las prisiones. Así el Prison Service desarrolla unos indicadores en base a los cuáles poder
4
Downes se refiere con este concepto a la ‘profundidad’ de la condena, a cuán lejos está la persona de
vislumbrar la libertad. No obstante en su estudio aborda muchas otras variables que permiten considerarlo
como un estudio sobre la calidad de vida en prisión.
5
Determinar qué aspectos están bajo el control del personal que trabaja en la prisión y cuáles no es más
difícil de lo que parece….
3
evaluar las prisiones (ver la tabla en King y McDermott, 1995:52). No obstante muchas veces
estas evaluaciones se han centrado en medir ‘lo medible’ y no ‘lo relevante’.
Por el contrario, la metodología de Liebling parte de la experiencia de los internos y los
funcionarios, a partir de la cual se diseñan los instrumentos para medir la calidad de vida en un
proceso bottom-up (Liebling et al., 2011). En primer lugar, se identificaron los patrones de
discurso de los internos de varios centros penitenciarios del país en relación a qué experiencias
hacen más llevadera la vida en prisión y qué experiencias resultaban desagradables. A través de
conversaciones individuales y grupales, y de entrevistas semi-estructuradas, se elaboró una lista
de las dimensiones que, para los internos, eran determinantes en su percepción de calidad de
vida. En base a las respuestas de los internos de los centros penitenciarios que colaboraron en
esta primera fase, se establecieron las dimensiones y los grupos de afirmaciones que
configuraron la primera versión del MQPL.6
Así pues, la evaluación inicial basada en la eficiencia se completó con la evaluación de
‘indicadores morales’ (Bennett, 2007) acerca del sentimiento de injusticia, del trato humano, y
del tipo de relaciones imperaban en las prisiones. Precisamente, en opinión de Liebling (2004)
la variable clave que permite diferenciar una de otra prisión es fundamentalmente las relaciones
con el personal que trabaja en ella. El respeto, la humanidad, la falta de humillación en el trato
hacia los presos, tienen una gran relevancia para entender su experiencia en una u otra prisión.
Las cárceles, para decirlo en palabras de Alison Liebling (2004), tienen distinta ‘calidad moral’
(‘moral performance’).
Para entender este énfasis en los indicadores morales es necesario apuntar tres
influencias teóricas adicionales: a) las conclusiones de la comisión Woolf creada en Inglaterra
en 1991 para explicar el porqué de los motines sucedidos en 1990, donde los motines se
explicaban en gran parte debido al ‘sentimiento de injusticia’ imperante (Prison Reform Trust,
1992); b) los estudios de Tyler (1999; 2010) acerca de la importancia de la legitimidad para
conseguir la obediencia a las instituciones como los tribunales y la policía a los que cual se
añadieron las prisiones; y c) los estudios precursores de Sparks, Bottoms y Hay (1996)
comparando dos tipos de prisiones en el Reino Unido en su intento de entender cómo se
mantiene el orden en ellas.
Probablemente sea cierto que esta cultura evaluadora se ha visto estimulada por la
introducción el desarrollo de un plan de privatización de las prisiones y el interés en evaluar el
cumplimiento de los objetivos pactados. No obstante, aun cuando en España no existan
prisiones privadas tiene interés conocer qué rasgos convierten a una prisión en más soportable
6
El cuestionario elaborado por Liebling se estructura en tres partes: en la primera se pregunta por la
trayectoria personal y penitenciaria del interno, la segunda parte la forman las 126 afirmaciones a valorar
según una escala Likert y en la tercera se pregunta de modo abierto por los tres aspectos más positivos y
los tres más negativos de la experiencia en prisión, dejando además un espacio para que el interno pueda
añadir cualquier otro comentario.
4
que otra. En definitiva, intentar entender el interior de la cárcel permite compararlas entre sí en
un mismo país, y comparar distintos sistemas penitenciarios en función no solo de la duración
de la condena sino también de la severidad o ‘la dureza’ de las condiciones en las que se cumple
la condena.
3.- Nuestra investigación
El Grupo de Investigación en Criminología y Sistema Penal de la Universitat Pompeu
Fabra se plantea en 2013 utilizar la MQPL en el entorno penitenciario catalán. Después de
traducir la encuesta y obtener los correspondientes permisos del Departament de Justícia de la
Generalitat hemos realizado 468 encuestas, desde 2013 a 2016 en los cuatro CP de Barcelona. 7
Nuestro cuestionario contiene 46 de los 126 ítems de la encuesta original , donde cada dos o
tres ítems pretenden medir una dimensión distinta de la calidad de vida. Esta reducción fue
necesaria, porque a diferencia del método seguido en el Reino Unido, nuestras entrevistas
fueron individuales y cara-a-cara, lo que las alargaba mucho (aproximadamente 40 minutos por
encuesta).
De acuerdo con esta entrevista y otros estudios previos sobre calidad de vida (Logan, 1992;
Downes, 1988; Kruttschnitt-Dirkzwager, 2011; Pratt-Eriksson, 2012) hemos extraído como más
relevantes para la calidad de vida las siguientes dimensiones:
a) Condiciones materiales y standard de vida: parece una obviedad señalar que una cárcel
se experimenta de forma más o menos dura en función de las condiciones de vida. Las
condiciones de la celda (y por ejemplo la existencia de una ducha en la celda), la
alimentación y sanidad son servicios básicos que deben ser suministrados sea cual sea la
filosofía penitenciaria que uno acoja. Unas condiciones de vida ‘humanas’ son el
umbral mínimo para que la pena de prisión no sea considerada un castigo ‘inhumano y
degradante’ y esté prohibido por las normas internacionales, la CEDH y la
Constitución.
b) Actividades: mediante estas preguntas se intenta reflejar el tiempo que los presos pasan
sin hacer nada, en España en el ‘patio’. Estas actividades no tienen necesariamente un
carácter tratamental sino que cubren una necesidad más básica de estar activos en
alguna actividad útil (Logan, 1992). 8 En esta categoría consideramos el trabajo
productivo en talleres, el trabajo de mantenimiento de la propia prisión o actividades
como la escuela o el polideportivo.
c) Perspectivas de futuro: aquí se refleja cómo el propio preso percibe que se le está
ayudando a no delinquir en el futuro, a si la experiencia de la pena de prisión le sirve
7
En el CP 1: Albert Sales y Elena Larrauri; en el CP 2 Marta Martí, Elena Larrauri, Clara Atienza, María
Estévez y Yaiza Gómez; en el CP3 Cristina Güerri, Elena Larrauri, Clara Atienza, María Estévez y Yaiza
Gómez; en el CP4 Martí Rovira, Elena Larrauri, Cristina Güerri y Natalia Neira.
8
Más allá del ocio
5
para alcanzar el fin de la rehabilitación o si experimenta la prisión y su estancia en ella
realmente cómo pasando o perdiendo el tiempo.
d) Relaciones con los presos: las condiciones de vida ‘objetivas’ están marcadas además
por cómo se viven las relaciones con el resto de presos. Hay módulos conflictivos en el
cual el preso siente el temor constante de que sus bienes sean hurtados, o de verse en
medio de una pelea o conflicto y en esta medida su experiencia de calidad de vida en la
prisión disminuye de forma muy significativa.
e) Relaciones con el personal: esta dimensión es muy relevante hasta el punto de colorear
totalmente la experiencia del preso, ya que si las relaciones con el personal son amables,
de respeto, entonces la persona tenderá a pensar que en esta prisión se le trata como un
ser humano. Evidentemente ‘el personal’ es una pregunta ambigua que se optó por
dejarla de esta forma por recomendación de nuestros asesores ingleses con el argumento
de que ello permitía captar la generalidad de las relaciones. En nuestra experiencia
acaba siendo importante diferenciar dos grupos: el grupo de vigilancia, o de
funcionarios de prisiones, o los ‘guardias’, y el grupo de tratamiento o las personas que
llevan a cabo labores como el trabajador social, educador, psicólogo o jurista.
Ciertamente mantener la expresión ‘personal’ ha permitido recoger opiniones respecto
de ambos grupos.
Esta agrupación que hemos realizado en cinco dimensiones que a nuestro entender influyen de
manera decisiva en la calidad de vida de una prisión requiere por lo menos de tres
cualificaciones.
En primer lugar, evidentemente un aspecto muy relevante es el acceso al teléfono, y las
visitas (Downes, 1988; Logan, 1992).
En segundo lugar, uno de los temas más recurrentes es la relación entre la calidad de
vida de una prisión y los permisos. O dicho de otro modo si la persona está dispuesta a aceptar
unas condiciones de vida más precarias si cree que en esta prisión los permisos de salida son
más accesibles. Y a la inversa, si una prisión puntúa de forma excelente en todas las
dimensiones su valoración global puede verse muy disminuida si el interno está resentido
porque cree que no se le dan permisos. Ello desde luego pone de manifiesto hasta qué punto la
valoración de una prisión depende solo de lo que el personal hace en su interior o precisamente
la toma de decisiones está de tal forma repartida (guardias, personal de tratamiento, junta de
tratamiento, dirección general) que estas decisiones influyen en cómo se experimenta la calidad
de vida en el interior.
Por último somos muy conscientes que hay cosas que no hemos preguntado, o que las
preguntas no dejan medir adecuadamente, a pesar de ser relevantes. Así por ejemplo las
personas tienen el tiempo ocupado y ello es bueno porque no están como en otras prisiones en la
6
celda. En efecto en España no se puede estar en la celda, se debe estar en el patio. Pero entonces
esta respuesta refleja no solo el tiempo encerrado (versus el tiempo en asociación con otros), el
tiempo ocupado (vs el tiempo libre) sino una variable como cuánta autonomía se permite a las
personas encerradas que no hemos podido más que intuir.
Aun con todos los problemas que presenta una encuesta de 46 preguntas y con la
agrupación en estas cinco dimensiones esperamos que ello permita conocer un poco mejor cómo
se experimenta la pena de prisión y comparar las 4 prisiones entre sí.
Por último, antes de pasar a exponer los resultados es necesario también introducir una
discusión recurrente. Una de las constantes en la literatura de prisiones al discutir de los valores
culturales de los presos según Crewe (2007) es hasta qué punto estos valores culturales,
asumiendo que pueda hablarse de un código carcelario, surgen en la prisión como respuesta a
una determinada problemática planteada por la estructura y el contexto (Sykes, 1958; Clemmer,
1940) o si por el contrario estos valores son en cierta media un reflejo, una importación de los
valores del exterior (Irwin, 1970; Jacobs, 1977).
Quizás un cierto reflejo de esta discusión es hasta qué punto la prisión ‘causa’
determinados males o si por el contrario las personas que entran en prisión ya son ‘vulnerables’
previamente a los mismos (Liebling y Maruna, 2005:10-12; Crewe, 2007:128-131). Asi por
ejemplo como es reconocido en prisión hay un porcentaje muy alto de personas con enfermedad
mental, o enfermedades físicas (González, 2012; Gallizo). En muchas ocasiones es muy difícil
dilucidar si va primero ‘el huevo o la gallina’, pero parece evidente que si bien muchas personas
que entran en prisión son vulnerables también es cierto que el contexto institucional de la
prisión9 añade un mal a los males previos.
4. Datos y técnicas de análisis
Por desarrollar
5.- Resultados
La Tabla 1 presenta los resultados principales de esta investigación. Cada modelo muestra los
coeficientes estimados como consecuencia de regresar la calidad de vida en prisión (medida con
la escala de 0 a 10 puntos comentada más arriba) sobre un conjunto cada vez más amplio de
variables independientes que miden las distintas dimensiones y sub-dimensiones en las que
estamos interesados. El modelo 1 refleja las diferencias en la calidad de vida de las cuatro
prisiones objeto del estudio. Estas diferencias, que son estadísticamente significativas en lo que
respecta a algunas prisiones, las tratamos de explicar en los siguientes modelos. En los modelos
9
La prisión no es solo una privación de libertad sino una institución total (Goffman, 1961) que aun
cuando tiene cierta porosidad, influencias del exterior, se sigue caracterizando por una pérdida de
libertad, una absoluta reglamentación de todas las actividades, la existencia de un grupo con un poder
(casi) total por encima del interno, y por la falta de privacidad y autonomía constante.
7
1 al 3 evaluamos si las diferencias entre prisiones se deben al impacto que tienen sobre la
calidad subjetiva de vida las características socio-demográficas (modelo 1), psicológicas
(modelo 2) o criminológicas (modelo 3) de los presos que componen cada prisión. Con estos
modelos se trata de evaluar si la calidad de vida en la prisión no es en verdad una consecuencia
del bagaje que los reclusos "traen" a la prisión consigo cuando son encarcelados. En los
modelos 4 y 5 se evalúa si el remanente de las diferencias entre prisiones puede explicarse por
el efecto que tiene sobre la calidad de vida la eficacia de la organización de la prisión, medida
por las actividades formativas que programa (modelo 4) y los tratamientos y orientaciones que
proporciona (modelo 5) a los presos. Por último, los modelos 6 a 8 miden cuánto de las
diferencias entre prisiones en su calidad de vida que no pueden explicarse por los historiales de
los presos y la organización se debe a la calidad de las relaciones que mantienen los presos. Más
concretamente, nos interesa estimar el impacto de tres tipos de relaciones sobre la calidad de
vida en prisión: las relaciones entre presos y funcionarios (modelo 6); las relaciones de los
presos entre sí (modelo 7); y las que mantienen los presos con el mundo exterior (modelo 8). La
contribución independiente o neta de cada una de estas tres grandes dimensiones, con sus
correspondientes sub-dimensiones, a la calidad de vida en prisión aparece en la última columna
de la Tabla 1.
El modelo 1 de la Tabla 1 muestra cómo la calidad de vida de los presos es
significativamente peor en CP2 que en CP1 (la prisión de referencia). Si cambiáramos la prisión
de referencia por CP4 o CP3, veríamos que CP2 también tienen una calidad de vida
significativamente inferior a estas dos prisiones. Las diferencias entre las otras tres prisiones no
son significativas, aunque CP1 tiene una valoración mejor que las otras dos.10
Estas diferencias entre prisiones se reducen algo cuando tenemos en cuenta las
características socio-demográficas de los internos, en concreto, su edad y nacionalidad. Aunque
el efecto de estas dos variables sobre la calidad de vida de los presos es significativo (los
jóvenes y los nativos son los que perciben la prisión en peores términos), las diferencias en la
composición socio-demográfica de las prisiones son pequeñas (si bien apuntan a una sobrerepresentación
de los jóvenes y los nativos en CP4) y apenas tienen impacto sobre las
diferencias detectadas entre ellas en la calidad de vida de los presos. Tampoco tienen mucho
impacto las distintas condiciones psicológicas de los internos de cada prisión en las diferencias
detectadas entre ellas en la calidad de vida, aunque los resultados apuntan a una mayor
presencia de internos con problemas psicológicos serios por motivo de adicción a las drogas en
CP2 (esto explicaría que el coeficiente para CP2 baje en el modelo 2 respecto al 1). Una
Estos resultados resultan de aplicar la corrección de Bonferroni al nivel de significación,
dividiéndolo por el número de comparaciones entre prisiones. Si normalmente utilizamos el
umbral de 0,05 para estimar la significación de un coeficiente, tendríamos que usar un umbral de
0,05/6=0,009 para tomar en consideración que al realizar 6 comparaciones la probabilidad de que
aparezca una diferencia como significativa también aumenta por suerte.
10
8
adicción previa al encarcelamiento reduce la calidad de vida en prisión, y lo hace
significativamente en el caso de la adicción a las drogas (nótese que el impacto de la edad y la
nacionalidad dejan de ser significativos cuando se tiene en cuenta la adicción a las drogas,
indicando que este tipo de adictos se concentran entre los jóvenes y los nativos). Por el
contrario, aunque el coeficiente no sea significativo, la adicción previa al alcohol parece tener
un efecto positivo sobre la calidad de vida del interno dentro de la prisión, lo que apunta a la
posible existencia de dos perfiles distintos de internos con problemas de adicción.
Cuando añadimos el historial penal del reo en el modelo 3, la bajada en el coeficiente
para CP4 es más acusada, aunque sigue siendo moderada. Esta bajada indica que en CP2 hay
más internos que ya habían estado en prisión y con condenas más largas que en las otras
prisiones. Aunque ninguno de estos historiales llega a tener un efecto significativo sobre la
percepción de la calidad de vida, los resultados sugieren que tienen una influencia negativa
sobre esta percepción. La agregación del historial penal del reo afecta al impacto negativo que
la adicción a las drogas tiene en la calidad de vida de los presos, porque según nuestros datos
los adictos tienen más probabilidad de haber sido condenados más veces a prisión.
Consideradas en conjunto, las variables que miden el bagaje personal que con el que los
internos hacen su entrada en prisión explican aproximadamente un tercio de las diferencias entre
prisiones, confirmando solo en parte la hipótesis de que las diferencias en la calidad de vida de
las prisiones tienen mucho que ver con efectos de selección de los internos.
Los modelos 4 y 5 introducen variables que atañen a la organización de la prisión. El
modelo 4 añade información sobre las actividades formativas que realizan los presos y la
valoración que hacen de la organización de la prisión. Cuanto más actividades hacen los presos
(especialmente, en talleres) y mejor organizada creen que está la vida en prisión, mejor perciben
las condiciones en que cumplen su condena. El efecto de las actividades sobre la calidad de vida
es mucho más fuerte y más claramente significativo que el de las variables socio-demográficas
y también explica mejor las diferencias entre las prisiones. En las prisiones donde los presos
participan menos en actividades formativas, la valoración de la vida en prisión es peor. Éste
parece ser el caso de CP2, como demuestra la atenuación de su impacto negativo sobre la
valoración de la vida en prisión de los presos cuando se incluyen las variables de actividades.
En el polo opuesto está CP1, la prisión de referencia en nuestros modelos, que pasa a tener una
valoración más negativa que CP3 y CP4, si bien las diferencias no son significativas. Si no fuera
por el mayor número de internos que realizan actividades, su valoración sería peor que la de las
otras dos prisiones.
Un efecto parecido al de las actividades se observa cuando se añaden las variables que
miden la orientación que reciben los presos para el futuro y su participación en programas de
tratamiento. Cuando éstas se añaden a las anteriores en el modelo 6, las diferencias entre
prisiones se reducen aún más. La contribución a esta reducción es mayor en lo que respecta a la
9
ayuda y a la orientación que a los tratamientos que reciben los internos., porque solo las
primeras aumentan significativamente la calidad de vida en prisión. Es interesante observar el
efecto que tiene la inclusión de las variables de tratamiento sobre el coeficiente que capta el
impacto de problemas de adicción a las drogas sobre la calidad de vida. Si cuando añadíamos
las variables de actividades el impacto negativo de las adicciones a las drogas casi desaparecía,
indicando que quienes tienen estos problemas realizan menos actividades, cuando añadimos las
variables de tratamiento el coeficiente aumenta en positivo. Si no fuera por estos tratamientos,
la calidad de vida de estos presos sería aún peor.
Los modelos 6 y 7 añaden variables que miden la calidad de las relaciones de los presos.
El modelo 6 se focaliza sobre las relaciones entre los internos y los funcionarios. Cuanto más
justo, respetuoso y humanitario es el trato del funcionario con el preso, mejor percibe éste su
calidad de vida en prisión. La reducción en el coeficiente correspondiente a CP2 cuando se
añaden estas variables, indica que las relaciones entre presos y funcionarios son peores en esta
prisión. Por supuesto, no sabemos si esto es producto del comportamiento de los presos hacia
los funcionarios, aunque sí que este comportamiento no está relacionado con las variables que
introdujimos en los modelos anteriores, cuyo efecto hemos controlado en los análisis, y también
que, por lo tanto, deberá estar asociado con características no consideradas explícitamente en
nuestro estudio.
Por el contrario, cuando añadimos las variables relativas a las relaciones de los reclusos
entre sí, las diferencias entre CP2 (y entre las otras prisiones) y CP1 aumentan, indicando que si
no fuera porque las relaciones entre los presos son peores en CP1 (hay más peleas y bullying y
es más fácil tener deudas) las diferencias entre las prisiones serían menores. Este resultado es
sorprendente, dado a que en otros aspectos CP1 parecía estar mejor valorada que las otras
prisiones. Podría deberse a que la dirección de CP1 ha optado por distribuir a los presos entre
módulos más heterogéneos, en vez de agruparlos por tipo de condena o problemáticas
particulares en distintos módulos. Esta heterogeneidad generaría peores relaciones entre los
internos y compensaría (solo levemente) los buenos resultados que esta prisión obtiene en otros
indicadores y especialmente, en la organización de actividades. Cabría resaltar que el último
modelo (7), que incorpora todas las dimensiones, sub-dimensiones y variables en las que
estábamos interesados continúa detectando diferencias significativas entre las prisiones o, más
concretamente, una valoración significativamente peor de la vida en CP2. No sabemos a qué se
debe esta baja valoración, solo que tiene que estar asociada con factores no considerados ni
observados en nuestro estudio. Estos factores podrían ser individuales, organizativos, o
relacionales. De nuestros análisis se desprende que los factores organizativos son muy
importantes para mejorar la calidad de vida en prisión. En torno a un 8% (4,2+3,8, ver última
columna) de la varianza explicada de la variable dependiente se explica por el efecto neto de
estos factores (es decir, descontando el que comparte con otras variables del modelo). Si las
10
buenas relaciones entre reclusos y funcionarios se consideraran también como una consecuencia
de la buena organización de una prisión, este porcentaje ascendería a 14,2 %. Una buena
programación de talleres y un trato digno por parte del funcionariado parecen ayudar mucho a
que la experiencia del encarcelamiento se viva mejor por parte de los internos. Qué
repercusiones puede tener esta experiencia y sobre qué comportamientos dentro y fuera de la
prisión está aún por determinar.
5.- Conclusiones
A pesar de que en España hay estudios de campo realizados en prisión estos
generalmente no han distinguido por tipos de prisiones.
La calidad de vida en prisión depende esencialmente de tres dimensiones, que hacen
que una prisión sea más llevadera que otra: el bagaje individual que trae consigo el interno al
ingresar; la organización de la prisión con la que se encuentra y las relaciones humanas que
establece con otros internos y los funcionarios de la prisión
Sin duda cada prisión es distinta pero hemos detectamos que una determinada política
de la dirección que redunde en una mejor organización y trato por parte del funcionariado tiene
un impacto positivo sobre el centro penitenciario.
Las diferencias entre prisiones se mantienen a pesar de las diferencias individuales y
por tanto sí hay un ‘efecto de la prisión’
Aunque no pretendemos decir que la prisión causa unos determinados efectos sí
queremos advertir que éstos variarán en función de cómo se gestione la prisión.
11
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