IMPACTO FINANCIERO DE LA CRISIS EN LAS FAMILIAS HIPOTECADAS

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IMPACTO FINANCIERO DE LA CRISIS EN LAS FAMILIAS HIPOTECADAS
Jacobo Blanco Fernández
Pragma Sociología Aplicada
[email protected]
Uno de los efectos más notables de la Gran Recesión fue incapacidad de muchas familias para
hacer frente a sus hipotecas. Sin embargo, pocas veces se ha analizado el perfil de estas
familias, medido su alcance y las causas por las que se han visto abocadas a esta situación. Un
análisis longitudinal de la Encuesta Financiera de las Familias (EFF), así como de las de
Condiciones de Vida y Presupuestos Familiares, además de algunos documentos de organismos
internacionales permiten extraer varias conclusiones, si bien lastrados, en el caso de la EFF, por
la ausencia de datos más allá de 2011, primer año completo transcurrido tras el proceso de
estabilización económica iniciado en 2010. Los resultados muestran que a) las familias más
afectadas no fueron tanto las de menores ingresos como aquellas de ingresos medios-bajos con
escasa cualificación y notable vulnerabilidad que compraron vivienda en los últimos años
previos a la crisis y que además b) presentan a la vez un mayor nivel de endeudamiento en
relación con los bienes y la renta disponibles, habiendo c) concentrado todo su riesgo financiero
en un crédito hipotecario concedido sobre un activo que ha perdido buena parte de su valor en
los años de la crisis. Una pauta muy distinta a la seguida en otros países de la Unión Europea, y
cuyas consecuencias deben tenerse en cuenta para soslayarlas en el futuro.
Las familias y la Gran Recesión
Uno de los efectos más notables de la Gran Recesión fue incapacidad de muchas
familias para hacer frente a sus hipotecas. Sin embargo, conocemos bien los efectos de
la crisis sobre las familias, especialmente en su forma de lanzamientos judiciales –
desahucios- pero pocas veces se ha analizado su perfil, medido el alcance de su
endeudamiento y las causas –más allá de las obvias del propio endeudamiento y el
impacto estructural de la crisis- por las que se han visto abocadas a esta situación. Y ese
es el objeto de este trabajo, analizando además el proceso de endeudamiento…y el
posterior de desendeudamiento, así como las diferentes formas y riesgos que adquiere el
endeudamiento en función de los tramos de renta y perfil de los endeudados. Porque las
forma del endeudamiento, el modo de endeudarse y el momento de contraer la deuda
muestran diferencias apreciables entre perfiles. Son estas diferencias las que explican,
en parte y junto a factores estructurales, un impacto de la crisis muy desigual.
Para ello se utilizan dos fuentes principales de información, todas ellas
secundarias.
Por un lado, la Encuesta Financiera de las Familias (EFF), una muestra trienal
que elabora el Banco de España y que, en nuestra opinión, no tiene la difusión que
merece. Ofrece datos extremadamente interesantes, quizá sin parangón, sobre los
activos y pasivos de los hogares españoles, hasta el extremo de que podría convertirse
en un excelente observatorio con capacidad de predicción. Le lastra, sin embargo, lo
mucho que tardan en aparecer sus resultados –a la hora de escribir estas líneas, están
pendientes aún los de la edición para 2014- nos lleva a la principal limitación de esta
fuente, y es que los últimos resultados disponibles son los de 2011, justo en el cénit de
la crisis, y al inicio de la fase de estabilización económica. Nos quedaría por conocer el
impacto de esta en las finanzas domésticas y, desde luego, el del inicio del tardío ciclo
alcista.
Por otro lado, se utilizan algunas fuentes complementarias, en parte procedentes
del Banco de España, pero también del INE, como la Encuesta de Población Activa
(EPA) o la de Presupuestos Familiares (EPF) que nos permiten completar y contrastar
la información procedente de la EFF. Se utiliza, por último, bibliografía
complementaria.
En el caso de la EFF, se reutilizan los datos con un enfoque sociológico,
llevando a cabo un análisis longitudinal que comprende desde el inicio de la
denominada “burbuja inmobiliaria” (edición para 2002) hasta el cénit de la crisis
(2011). Para ello se han ajustado los valores monetarios que ofrece el Banco de España,
utilizando para el ajuste los valores de IPC que ofrece el INE para cada año.
Un modelo de crecimiento sostenido en la deuda
A partir de mediados de los años 90, y muy en especial desde 2003, se incentivó
un modelo de crecimiento apoyado en el endeudamiento de las empresas, de las propias
entidades financieras y, desde luego, de las familias. A partir de la entrada de España en
la moneda única, endeudarse era barato y el concepto del “nuncabajismo” –esto es, la
creencia, tan arraigada en España de que los precios de la vivienda, “la mejor
inversión”, “nunca bajan”- contribuyó a que las familias españolas se aventuraran en
la economía financiera sin conocerla y, con frecuencia, sin ser conscientes de sus
implicaciones. La consecuencia fue un incremento del enorme endeudamiento familiar,
sin apenas parangón en el mundo, especialmente entre las rentas más bajas.
Efectivamente, el crecimiento económico de los años 1995-2007 fue
consecuencia, en buena medida, del endeudamiento de los ciudadanos, las empresas y
las entidades financieras españolas, tal y como se puede apreciar tras el cotejo con el
gráfico 1. No fue un caso único en Europa ni tampoco constituía una novedad en la
historia económica reciente de nuestro país. Pero sí lo fue la velocidad a la que creció el
endeudamiento, especialmente a partir de 2003, generando una burbuja económica
sobre unos fundamentos ya previamente desequilibrados.
La enorme deuda se multiplicó durante los años de la “burbuja”, y muy
especialmente entre 2003 y 2007 años en los que prácticamente se duplicó, creciendo
siempre a dos dígitos. Buena parte de esa deuda corresponde a las familias y, muy
especialmente, a su consumo inmobiliario: fue también en ese cuatrienio cuando casi se
duplicó el número de viviendas iniciadas, de 400.000 a 800.000, según el INE.
Gráfico 1. Evolución de la financiación a los hogares (1995-2013)
Fuente:Economía Financiera y Monetaria
http://www.economiafinanciera.es/2014/06/consecuencias-del-boom-crediticiosobre.html
La deuda creció alimentada además por la expansión del mercado laboral y de
los ingresos familiares, favorecidos por el incremento en el número de perceptores de
ingresos, que pasó de 1,3 a 1,7 por familia a lo largo de los años 1996-2007 así como el
descenso del tamaño medio familiar. Y, como ya señalamos, por la entrada en la Unión
Monetaria, que supuso de descenso de la inflación y, sobre todo, del precio del dinero a
mínimos históricos.
En 2013, el 23% de la deuda correspondía a las familias. Como señala Ana
DEL
RÍO (2003) el endeudamiento familiar era un problema que ya preocupaba a principios
de la década de 2000, subrayando como “el incremento de la deuda de las familias es
notablemente superior al de su renta bruta disponible”. Y es que el endeudamiento
familiar medido sobre la renta bruta de los hogares pasó del 35% en 1983 al 44% en
1989, para ser del 75% en 2001 y del 131% en 2007, a las puertas del estallido de la
burbuja inmobiliaria; bajando algo, hasta el 123%, en 2012.
Es un fenómeno casi exclusivamente español, siquiera por su veloz progresión y
su lenta regresión. Por su parte, el Informe Anual 2013 del Banco de España “El
endeudamiento de la Economía Española Características, corrección y retos”, nos
muestra cómo el endeudamiento de las familias españolas, que en 2010 era del 90% del
PIB y, aun en 2013 superior al 75%, no sólo era uno de los más elevados del mundo –
superado tan sólo por el Reino Unido- sino uno de los que más rápido creció –en 1995
suponía apenas el 30% del PIB, en línea con el de Francia o Italia- y también de los de
más lento decrecimiento una vez estallada la crisis.
Según el mismo Informe del Banco de España, si ahora el endeudamiento de las
familias disminuye no es tanto por la reducción de la deuda hipotecaria sino porque
bajan las deudas por consumo y otras finalidades. Así, el porcentaje de hogares con
deuda por compra de vivienda –sea primera u otra- estaba en 2011 en torno al 30% algo más elevado de lo que mide la EFF, pero en orden de magnitud con ella- frente a
poco más del 20% en la Unión Europea. Más sorprendente resulta aún la ratio
deuda/renta mediana por quintiles de renta: en el quintil inferior la ratio supera el 300%
frente a poco más del 60% en la Unión. Las diferencias se reducen algo en los quintiles
siguientes, pero siempre en niveles muy superiores a los europeos. Sólo se igualan en el
quintil superior de renta.
En torno al 70% del endeudamiento familiar se destinó a la compra de vivienda.
Una vivienda cuyo precio tampoco dejó de aumentar durante ese periodo de crecimiento
económico, alimentando la espiral hasta 2008, iniciando entonces el camino de la
devaluación. Una evolución que, como veremos, tendrá una enorme importancia, dado
que muchas familias, y en especial las de menores ingresos –precisamente los más
afectados por la Gran Depresión- se hipotecaron en el cénit del mercado inmobiliario,
siendo ahora sus viviendas devaluadas en único bien con el que pueden hacer frente a la
deuda contraída.
Perfil socioeconómico de las familias sobreendeudadas.
Las cifras nos muestran la extrema vulnerabilidad de las familias españolas con
menor renta, que a unos bajos ingresos añaden la reducción de rentas durante la crisis,
un potente endeudamiento, un patrimonio mayormente basado en una primera vivienda
hipotecada, comprada a elevado precio en lo más alto de la burbuja y por tanto muy
depreciada.
En términos dinerarios observamos cómo la renta disponible tras el pago de la
hipoteca pasa de 30.443 euros en 2002 a 28.454 de 2011. Mientras, el pago por
hipotecas sube desde los 5.457 euros de 2002 a los 6.246 de 2011 (Tabla I).
Tabla I: Renta disponible excluida la carga financiera por quintiles (2002-2011)
Pagos anuales por hipoteca
Para resto gastos
2002
2005
2008
2011
2002
2005
2008
2011
5456,8
6260,8
6745
6246
30443,2
30139,2
28755
28454
-20
2839,2
2827,5
3410,4
3696
6260,8
4672,5
5289,6
4304
20-40
3764,8
4157,4
4752
4256
14335,2
12742,6
13248
11744
40-60
4695,6
5438,4
6648
5211,8
22604,4
20961,6
21052
20088,2
60—80
5791,5
6208,8
6766
6625,9
34708,5
33591,2
33034
31674,1
80-90
6523
6973,8
7910
6675,9
52777
52126,2
48590
49424,1
90-100
9341,5
9954,9
11230
10084,8
100558,5
112945,1
101070
104515,2
Total
Quintil de renta
Fuente: Elaboración propia a partir de EFF.
El INE confirma esta tendencia: según la Encuesta Continua de Presupuestos
Familiares (ECPF) el gasto familiar pasa entre 2007 y 2013 de 31.641 euros a 27.098,
una merma de más del 11% (Tabla II). Mientras tanto, el gasto en vivienda pasó de
8.124 euros a 8.964. En realidad es el único capítulo de gasto que crece; todos los
demás, incluida la alimentación en el hogar, disminuyen.
Tabla II: Gasto medio de los hogares en España 2007-2013 (en euros)
Distribución
porcentual
2013
2007
Gasto medio por hogar
2013
2007
España
100
100
27097,95
31641,27
Alquileres reales
3,28
2,19
888,9
692,04
Alquileres imputados
21,83
17,93
5914,33
5673,13
Fuente: Encuesta Continua de Presupuestos Familiares
También podemos decir que el propio pago de la vivienda supone, en sí mismo,
un factor limitante para afrontar otros gastos. Las Tablas 1 y II, aun manejando distintas
fuentes, coinciden en lo esencial, mostrando que al tiempo que desciende la renta de las
familias suben los gastos por vivienda –siendo su pago el rubro fundamental- por lo que
podríamos afirmar que el sobreendeudamiento de muchas familias es un lastre de cara a
su normal desenvolvimiento económico y, desde luego, de cara a satisfacer algunas
necesidades básicas y también de ocio y relación social. Todos los capítulos de gasto,
excepto el de vivienda, han disminuido desde el inicio de la crisis según la EPF. La
incapacidad para consumir supone además, un lastre para la recuperación económica de
la nación, puesto que repercute negativamente sobre las familias, al no elevar sus
perspectivas de empleabilidad o mejora salarial, estableciendo un círculo vicioso.
Así, y siempre según la EPF, los problemas para hacer frente a los pagos
relacionados con la vivienda principal, –hipotecas, pero también alquileres (15% de las
familias) o suministros (luz, agua, etc.) afectan al 9,3% de la familia. El valor en 2007,
antes de la crisis, era del 5,6%.
Las familias sobreendeudadas y por tanto, más vulnerables, responden a un
perfil no ya de ingresos bajos o medios-bajos .primer, segundo y quizá tercer quintil de
renta- sino también de baja cualificación, baja formación e inmigración. Y son
precisamente las familias con menos ingresos y cualificación las más afectadas de la
crisis económica, tanto por pérdida de empleos como por reducción de rentas y riqueza.
Pero también por la pérdida de valor de su vivienda, patrimonio casi único de esas
familias, comprado en el pico de precios.
En el conjunto de España, y según los datos de la EPA recogidos en la Tabla III
los empleos menos cualificados se redujeron en unos 700.000 puestos de trabajo entre
2008 y 2014, los de media cualificación en 600.000 y los cualificados en la industria y
la construcción cayeron en 1.250.000. Por el contrario los técnicos y directivos se
redujeron unos 450.000 –incluyendo directivos- mientras que los empleados de
comercio y servicios subieron 750.000.
Tabla III Evolución de la ocupación por perfil socioeconómico en España 2008-2014
Ocupación
Total
Directores y gerentes
Técnicos y profesionales científicos e intelectuales
Técnicos; profesionales de apoyo
Empleados contables, administrativos y otros empleados de oficina
Trabajadores de los servicios de restauración, personales, protección y vendedores
Trabajadores cualificados en el sector agrícola, ganadero, forestal y pesquero
Artesanos y trabajadores cualificados de las industrias manufactureras y la
construcción (excepto operadores de instalaciones y maquinaria)
Operadores de instalaciones y maquinaria, y montadores
Ocupaciones elementales
Ocupaciones militares
Actual
2014T3
17.504,0
782,2
2.976,9
1.848,7
1.790,2
4.181,1
438,5
1.916,7
Evolución durante la crisis
2008-2014
-3.052,4
-797,9
353,5
-645,2
-133,1
777,7
-66,8
-1.253,7
1.289,9
2.181,4
98,4
-591,4
-698,0
2,4
Fuente: EPA
Son por tanto las ocupaciones elementales o de menor cualificación,
coincidentes básicamente con las de menores ingresos, los que más han sufrido la crisis.
Porque si la reducción de rentas, como vimos, es común a todos los quintiles de renta,
son aquellos que han perdido su empleo los que la sufren en mayor medida. También
son las que, cuando no se ha perdido el empleo, tienen mayores pérdidas salariales
(Martínez García, 2014).
Algo que confirman fuentes como Cáritas a través del informe de la Fundación
FOESSA (Foessa, 2013, 2014), advirtiendo que el aumento del gasto social a lo largo de
los últimos años ha sido insuficiente para compensar la caída de ingresos procedente de
las rentas del trabajo, bien como consecuencia del desempleo o de reducciones
salariales, en claro contraste con las capas con mayores ingresos, en donde los salarios
se han mantenido o estabilizado.
La vivienda como patrimonio casi único y devaluado
Según la EFF, en la década transcurrida entre 2002 y 2011, la riqueza media de
las familias españolas –esto es, su patrimonio, sumando inmuebles, valores,
acciones,…- creció un 47% de promedio (gráfico 2). La mediana aumentó menos, un
35,5%, mostrando que la riqueza se incrementó más en los tramos de renta más
elevados.
Tabla IV: Evolución de la Renta familiar media en miles de euros, por quintiles de población (20022011) Euros de 2011 excepto para 2002, que son de 2009.
2002
2005
2008
2011
2011-2005
%2011-2005
35,9
36,4
35,5
34,7
-1,7
-4,7
-20
9,1
7,5
8,7
8
0,5
6,7
20-40
18,1
16,9
18
16
-0,9
-5,3
40-60
27,3
26,4
27,7
25,3
-1,1
-4,2
60-80
40,5
39,8
39,8
38,3
-1,5
-3,8
80-90
59,3
59,1
56,5
56,1
-3
-5,1
90-100
109,9
122,9
112,3
114,6
-8,3
-6,8
Total
Quintil de renta
Fuente: Elaboración propia a partir de EFF
Gráfico 2: Riqueza de las familias según quintil de renta 2002-2011 (valores en miles de euros)
1000
900
800
Total
700
-20
600
20-40
500
40-60
400
60-80
300
80-90
200
90-100
100
0
2002
2005
2007
2011
Fuente: Elaboración propia a partir de la EFF
Pero no evolucionó por igual a lo largo de todo el periodo. Tal y como muestra
la Tabla V, entre 2002 y 2008, coincidiendo con el auge económico, creció un 57,5%,
siendo el de la mediana exactamente el mismo, apuntando a un crecimiento bastante
equitativo de esa riqueza. Es entre 2008 y 2011, la riqueza familiar cae un -6,7% de
promedio, siendo la mediana del -14%. Esto es, son las familias con menores ingresos
las que sufren una mayor pérdida patrimonial en el curso de la crisis.
Tabla V: Riqueza de las familias españolas según renta y tenencia de vivienda 2002-2011 (valores
en euros)
2002
Total
2005
2008
2011
Variación 2002-2008%
Variación 2008-2011
Variación % 2005-2011
Mediana
Media
Mediana
Media
Mediana
Media
Mediana
Media
Mediana
Media
mediana
Media
Mediana
Media
113,1
181,5
189,8
275,6
178,3
285,8
153,3
266,7
57,6
57,5
-14,0
-6,7
35,5
46,9
Percentil de renta
-20
59,3
86,1
99,6
138,2
113,7
138,8
95,6
128,3
91,7
61,2
-15,9
-7,6
61,2
49,0
20-40
92,7
117,6
129,9
167,7
135,6
175,4
119,1
156,8
46,3
49,1
-12,2
-10,6
28,5
33,3
40-60
102,2
136,7
167,4
208,7
160,3
218,1
138,6
185,7
56,8
59,5
-13,5
-14,9
35,6
35,8
60-80
134,8
189,2
226,4
282,3
210
286,5
206,5
290,1
55,8
51,4
-1,7
1,3
53,2
53,3
80-90
182,7
249
285,7
391,6
284,3
359,7
251,4
345,9
55,6
44,5
-11,6
-3,8
37,6
38,9
90-100
306,6
506
441,3
770,5
456,4
858,8
410,4
794,1
48,9
69,7
-10,1
-7,5
33,9
56,9
Régimen tenencia vivienda principal
Propiedad
135,8
213,1
226,6
330,3
256,4
332,5
187,5
308,2
88,8
56,0
-26,9
-7,3
38,1
44,6
Otra
2
38,3
2,2
39,4
1,6
62,7
4,3
62,8
-20,0
63,7
168,8
0,2
115,0
64,0
Fuente: Encuesta Financiera de las Familias
Por estratos de renta, el crecimiento medio más elevado en 2002-2011 se detecta
en el decil de familias que disfrutan mayores ingresos, un 56,9%, muy superior al
promedio. También es también superior a la media en los quintiles inferiores (-20) y en
el 60-80: la mediana de riqueza que registra mayor incremento es la del quintil con
menor renta, un 61,2% frente al 35,5% de promedio recogido para el conjunto de las
familias. Los datos son aún más elocuentes durante el periodo 2002-2008, el previo a la
crisis, cuando la mediana de riqueza entre las familias con menor renta casi se duplica,
subiendo un 92%.
Todo apunta, de nuevo, a que fueron las familias con menores rentas –segundo a
cuarto quintil- las principales beneficiarias del “efecto riqueza” de los años del “boom”
económico. Pero también sus principales víctimas, al ser los estratos que más riqueza
perdieron durante los primeros compases de la crisis (2008-2011), indicio de la
adquisición de viviendas sobrevaloradas, en lo alto de la burbuja, que luego se
devaluaron o perdieron. De ahí vendría el rápido “enriquecimiento” previo a la crisis y
su posterior “empobrecimento” tras su estallido.
La causa está, por supuesto, en la estructura de sus activos, concentrada en
bienes inmuebles. El principal activo real de las familias españolas es la vivienda, que
suponía en 61,4% del total al estallido de la crisis, en 2007, cayendo hasta el 60,3 en
2011 (Tabla IV).
Tabla VI: Peso de la vivienda principal en los activos de las familias españolas: 2002-2011
(en %)
2002
2005
2008
2011
66,5
66,2
61,4
60,3
-20
81,2
79,4
84,3
74,8
20-40
77,8
79,2
72,4
73,3
40-60
73,6
75,7
69,5
69,2
60-80
67,5
69,5
62,7
60,4
80-90
63,6
61,1
63,4
59,9
90-100
51,3
48,8
42,3
47,7
Total
Percentil de renta
Fuente: Encuesta de Financiera de las Familias
Gráfico 3 Peso de la vivienda principal en los activos de las familias españolas según quintiles de
renta (2002-2011) en %
%
90
80
70
60
EFF 2002
50
EFF 2005
40
EFF 2008
30
EFF 2011
20
10
0
Menor de 20 Entre 20 y 40Entre 40 y 60Entre 60 y 80Entre 80 y 90 Entre 90 y
100
Fuente: Encuesta Financiara de la Familias
Sin embargo, el peso sobre los activos familiares no es igual en toda la escala
rentas. En el decil más elevado es un 47,7%, 15 puntos porcentuales inferior a la media.
En los dos más bajos es muy superior, alcanzando una diferencia de 23 puntos -84,3%-
frente a la media del 61,4%- en el quintil menos pudiente en 2008, justo al inicio de la
crisis.
Esto es, las familias con menor renta no sólo poseen menos patrimonio real –
algo previsible- sino que, además, lo concentran en un solo bien, la vivienda principal,
que contrasta con una creciente diversificación patrimonial a medida que escalamos por
la escalera de rentas. Además, en el periodo previo a la crisis, la concentración
patrimonial de las familias más modestas subió en más de cuatro puntos, hasta el 84%,
descendiendo diez puntos después como consecuencia del ajuste de precios en el sector
inmobiliario.
Pero, y aunque en menor medida, tampoco escapa a ese monocultivo de la
vivienda principal el 60% de las familias con menores ingresos, que presentan
concentraciones siempre iguales o superiores al 70%.
Todo ello convierte a las familias de rentas bajas y medias en extremadamente
vulnerables a cualquier variación en sus niveles de renta dado el notable esfuerzo
financiero que dedican a pagar su hipoteca. Coincide también con los estratos sociales a
los que más ha afectado la Gran Recesión. Y apuntalaría, de paso, los indicios de
endeudamiento tardío en vivienda comprada a elevado precio.
Estos presupuestos nos llevan a interrogarnos acerca del concepto y medición
del sobreendeudamiento familiar.
Sobreendeudamiento
familiar
Concepto
y
medición
del
sobreendeudamiento familiar
El término sobreendeudamiento es un neologismo construido a partir del prefijo,
“sobre” que, entre otros significados, indica acumulación 1, y del término
“endeudamiento” que se asimila a deudas contraídas. De esta manera, por
sobreendeudamiento puede comprenderse aquella situación que denota un exceso de
endeudamiento o un endeudamiento excesivo.
Este término, como se ha de comprobar, viene utilizándose normalmente no sólo
en España, sino en los países de nuestro entorno, para identificar las situaciones por las
que atraviesan ciertas personas y que les imposibilitan para pagar el conjunto de sus
deudas de forma duradera, o les exponen a una amenaza seria de no poder hacerles
frente en el momento en que sean exigibles2.
Sin embargo, no puede aportarse por nuestro sistema una noción jurídica del
fenómeno de que se trata, a diferencia de lo que ocurre en muchos Estados europeos; si
bien, hay que reconocer que los términos precisos de esta noción difieren
considerablemente en cada Estado miembro3.
1
Según el Diccionario de la Real Academia Española, la preposición “sobre” en una de sus
acepciones “Precedida y seguida de un mismo sustantivo, denota idea de reiteración o acumulación” y
recoge dos acepciones de endeudamiento: “1. Acción y efecto de endeudarse. 2. Conjunto de
obligaciones de pago contraídas por una nación, empresa o persona”.
2
Es la definición de REIFNER U., KIESLILAINE, J., HULS, N., SPRINGENEER, H., Consumer
Overindebtedness and Consumer Law in the European Union, Final Report to the Commision of the
European Communities, septiembre 2003, pág. 18, “Consumer overindebtedness is a situation in witch
consumers will definitely not be able to meet their financial obligation in the near future”, donde, además,
se distancia el concepto, del de insolvencia o bancarrota”.
3
El concepto de sobreendeudamiento que subyace a las más variadas iniciativas reguladoras se
deriva esencialmente de las disposiciones jurídicas que fijan las condiciones de acceso a cualquier
procedimiento de reestructuración del pasivo, de tipo tanto judicial como extrajudicial. Así pues, por
ejemplo, el Derecho francés admite el acceso a los deudores de buena fe que se vean en “la imposibilidad
manifiesta de hacer frente al conjunto de sus deudas profesionales vencidas o a vencer” (art. L331-2 del
Code de la Consommation. Del mismo modo, la legislación finlandesa de 1993 considera
sobreendeudado o insolvente “al deudor que no esté en condiciones de pagar sus deudas cuando sean
exigibles; esta incapacidad debe ser permanente y no solamente accidental o transitoria”. En el Derecho
alemán, lo que se define como incapacidad de pago actual o previsible (Zahlungsunfähigkeit), no es el
sobreseimiento, sino la insolvencia, siendo ésta la causa general de la apertura del procedimiento en
Alemania (§§ 18 InsO), entendiéndose que existe incapacidad de pago cuando el deudor no se halla en la
situación de cumplir una obligación de pago vencida. Curiosamente, la Insolvenzordnung sí emplea el
término «sobreendeudamiento» (Überschuldung), pero lo reserva como causa añadida de apertura del
procedimiento de insolvencia para las personas jurídicas que padezcan un desbalance, esto es, que no
dispongan de un patrimonio activo suficiente como para cubrir sus deudas, aunque ello no se haya
traducido en una incapacidad de pago. Sin embargo, otros países se limitan a definir un conjunto de
requisitos procedimentales y personales para el acceso a los regímenes que abordan el
Ante la ausencia de una definición legal de sobreendeudamiento en España, se
prodigan los esfuerzos por parte de la doctrina, instituciones, y asociaciones de
consumidores, con el fin de acotar el término del sobreendeudamiento de los
consumidores. En general, las definiciones concurren en la característica de la
incapacidad de afrontar, por parte del deudor, el pago de sus deudas frente a sus
acreedores.
Para una exacta aproximación al concepto es preciso diferenciar las causas que
han conducido al deudor a la imposibilidad de pagar sus deudas. Esto lleva a diferenciar
entre sobreendeudamiento activo y sobreendeudamiento pasivo. Se reserva la primera
calificación para aquellos supuestos en los que el consumidor provoca de forma dolosa,
o al menos negligente, su propio estado de insolvencia aumentando su endeudamiento
excesiva e irreflexivamente, (mediante la utilización abusiva del pago a través de
tarjetas de crédito por ejemplo) pudiendo llegar incluso, a niveles de conducta
compulsiva.
El llamado sobreendeudamiento pasivo, viene producido por causas ajenas a la
voluntad del consumidor de la más variada índole: pérdida del puesto de trabajo,
accidentes, enfermedades, fallecimiento del cónyuge, sanciones tributarias, disolución
del matrimonio o aumento inesperado de la familia. Todas son circunstancias que, en
definitiva, merman la capacidad de ingresos de la familia o incrementan los gastos. Esta
diferenciación permite distinguir entre deudores de mala fe y deudores de buena fe,
reservándose para estos últimos, un tratamiento favorable con fundamento en la
necesidad de protección evitando su exclusión social. Este trato deferente no es
aplicable para el deudor que no ha actuado diligentemente, observando un
comportamiento inaceptable que ha contribuido activamente a su sobreendeudamiento.
Pero además, no únicamente el concepto de sobreendeudamiento plantea dificultades,
sino también la forma de cuantificarlo es fuente de divergencias. En algunos estudios
encargados por la Comisión Europea se identificaron tres fórmulas o modelos para
medir el sobreendeudamiento: el modelo administrativo, el modelo objetivo y el modelo
subjetivo. En el primero de ellos, la medida del sobreendeudamiento viene dada por las
estadísticas oficiales relativas a los procedimientos formales de tratamiento de estos
sobreendeudamiento, sin arriesgarse a dar una definición de esta figura. Es el caso del Derecho belga
(Ley de 5 de julio de 1998, modificada por la Ley de 19 de abril de 2002) y del Derecho norteamericano
(Bankruptcy Códe, revisado por Bankrupty Abuse Prevention and Consumer Protection Act 2005).
casos. Sin embargo, no todos los deudores en dificultades recurren a procedimientos
oficiales y legales, por lo que esta opción deja fuera una parte de la realidad. A ello hay
que añadir la dificultad de realizar estudios comparativos rigurosos debido a la
diversidad de soluciones jurídicas que presentan las distintas legislaciones nacionales
europeas. El segundo modelo, calificado como objetivo, es la fórmula generalmente
utilizada por las instituciones financieras, así como por algunos ordenamientos jurídicos
nacionales y utiliza como elemento de cuantificación, la situación económica y
financiera del agregado familiar. Para ello pone en relación la deuda total y renta neta o
renta neta y el patrimonio. Aunque no esté exento de problemas -como, por ejemplo,
saber hasta qué punto el comportamiento del deudor, su honradez y su buena fe deben
influir en el acceso a un dispositivo de saneamiento y condonación de sus deudas-, este
criterio parece ser el que permite efectuar algunas comparaciones y puede servir de base
para la elaboración de un concepto jurídico común. El modelo subjetivo se basa en la
percepción que tienen los individuos o las familias de su solvencia financiera. Se
consideran como sobreendeudadas las familias que afirman tener grandes dificultades
para reembolsar todas sus deudas o las que afirman que ya no pueden hacerlo. Sin
perjuicio de que ha de prestarse atención al sesgo de la percepción de los individuos
cuando se trata de evaluar su viabilidad financiera y de decidir recurrir a un crédito overoptimism, underestimation of risk and hyperbolic discount, lo cierto es que este
método plantea dificultades prácticas al poner al relegar la comparación objetiva de los
datos concurrentes.
En realidad, parece aconsejable un método de medición que a partir de datos
objetivos tenga principalmente en cuenta los ingresos del consumidor, o mejor dicho, la
expectativa de sus ingresos futuros, como principal criterio para valorar la posible
recomposición de la economía familiar. Se descarta pues, como valor fundamental de
medición, el patrimonio actual del deudor, ya que éste en tanto que consumidor, obtiene
principalmente sus ingresos, de salarios, retribuciones o pensiones. Es lo que se ha dado
en llamar The Life Cycle/Permanent Income model of Indebteness (LC-PI model).
A continuación, se presenta una medición del endeudamiento familiar en España
haciendo particular incidencia en el hipotecario. Los criterios para decidir cuándo una
familia está sobreendeudada son variados. Sin embargo, el Banco de España sitúa el
nivel para el sobreendeudamiento por vivienda principal en un 40% de la renta
disponible destinada al pago de vivienda.
Lo primero que hay que señalar es que el problema del sobreendeudamiento por
vivienda principal es un problema localizado en sectores muy concretos de la población
que, si bien, y por fortuna, no son mayoritarios, sí alcanzan magnitudes lejos de ser
marginales.
No lo son más porque el endeudamiento por compra de vivienda principal
afectaba en 2011, según el Banco de España, sólo al 26% de las familias (Tabla IV) Una
proporción que, en todo caso, y desde 2002 creció de forma significativa desde el 22%.
Tabla VII: % de familias con deudas por adquisición de vivienda principal (2002-2011)
2002
2005
2008
2011
2011-2002
22,1
25,3
25,9
25,9
3,8
-20
6,8
6,2
7
6,2
-0,6
20-40
18
20,1
20,6
22,8
4,8
40-60
22,8
30,8
38,2
31,4
8,6
60-80
26,9
34,5
33,2
36,2
9,3
80-90
27
36,3
32
37,7
10,7
90-100
32,4
31,9
29,3
27,3
-5,1
Total
Quintil de renta
Fuente: Elaboración propia a partir de la Encuesta Financiera de las Familias
La proporción de familias endeudadas crece en función de la renta, salvo en el
decil más alto: es en los centiles de renta 80 a 90, con una renta media de 56.100 euros
brutos, donde aparece la tasa más alta de endeudados, un 38%, muy superior de la
media. Por el contrario, el quintil más bajo es el menos endeudado.
Igualmente, la tasa de endeudamiento creció más rápidamente en los estratos de
renta más elevados. Así, en los centiles citados -80-90- creció un 11% pasando del 27%
al 38% entre 2002 y 2011, mientras que en el tramo 20-40 –familias con 16.000 euros
de renta media- creció menos y en el 0-20 –renta de 8.000 euros- incluso disminuyó,
quizá por estar constituido en buena parte por jubilados que ya han amortizado su
hipoteca. Resulta significativo que, en el caso del quintil 20-40, la tasa creciera, sobre
todo, a partir de 2008, ya en plena crisis, en más de dos puntos. Y ha crecido
adquiriendo viviendas en la fase más alta del ciclo, cuando los precios empezaban a
estancarse para luego caer. También es posible que haya familias que hayan caído en
este escalón de renta como consecuencia de la crisis.
Al endeudamiento familiar, calculado muchas veces bajo la expectativa de una
progresiva ganancia de poder adquisitivo, se añade la pérdida de rentas reales de las
familias a partir de 2008. Así todos las familias, salvo el 20% con menor renta, han
visto descender sus rentas brutas en una media del -5% desde 2005 hasta 2011 (Tabla
4). Sorprende, en todo caso, el crecimiento de las rentas en ese quintil más bajo. Podría
atribuirse a tres causas: una, el incremento de prestaciones sociales, dos, la
revalorización, pese a la crisis, de las pensiones no contributivas y, en general, las de
menor cuantía, y tres, la caída en ese quintil de personas que antes gozaban de mejores
ingresos y que, por comparación, engordan las rentas en tramos donde son tan bajas.
Fuentes alternativas, como la EPF apunta a una creciente polarización, con tramos bajos
y altos de renta en expansión, mientras encogen los intermedios. Por otra parte, el
importe de los pagos por hipoteca no se ha reducido. Tienden a mantenerse estables o a
repuntar ligeramente desde 2005, lo que unido a esa reducción de rentas señalada,
implica que el esfuerzo financiero de las familias para pagar su vivienda principal es
cada vez mayor.
Las consecuencias de todo ello son que el 40% de las familias españolas con
pagos pendientes de la compra de su vivienda disponen de menos de 11.700 euros
brutos al año para hacer frente a todos sus gastos y que, en 2011, las familias cuyas
cargas financieras suponían más del 40% de su renta disponible –umbral a partir del
cual se considera el sobreendeudamiento- fuera del 13,2 % del total, creciendo
notablemente en los tramos más bajos de renta.
Y es que las tasas más elevadas de sobreendeudamiento –entre las familias
hipotecadas- aparecen, sobre todo, en los dos quintiles más bajos y muy en especial, por
volumen, en el 20-40, donde, con tasas de endeudamiento cercanas a la media (22,8%
en 2011) y crecientes, encontramos a un 27% de las familias endeudadas por la compra
de vivienda principal soportando un esfuerzo financiero –peso de los pagos hipotecarios
sobre el total de rentas brutas- superior al 40%. La tasa alcanza el 58% en el primer
quintil, quizá como consecuencia de la reducción súbita de ingresos de algunas familias
que ha provocado un brusco cambio de estatus económico; porque no parece razonable
un endeudamiento que suponga tal esfuerzo financiero en ese tramo de renta. Cabe
advertir, sin embargo, que los hipotecados por la compra de su vivienda principal en ese
quintil más bajo apenas alcanza el 6%, diluyendo en cierto modo el problema. Pero en
esas familias, la renta disponible excluida la carga financiara quedaría reducida a una
media de poco más de 4.000 euros por año.
Tabla VIII. Familias con deuda hipotecaria por vivienda principal: esfuerzo y sobresfuerzo
financiero: 2002-2011 (En %)
2002
2005
2008
2011
20112002
20112002
40% y
más
Total
Esfuerzo
financiero
15,2
40% y
más
7,2
Esfuerzo
financiero
17,2
40% y
más
11,8
Esfuerzo
financiero
19
40% y
más
16
Esfuerzo
financiero
18
40% y
más
13,2
2,8
6
Quintil de
renta
-20
31,2
30,2
37,7
48,5
39,2
46,7
46,2
57,6
15
27,4
20-40
20,8
14,8
24,6
22
26,4
27,5
26,6
26,6
5,8
11,8
40-60
17,2
5
20,6
9,7
24
16,4
20,6
8,6
3,4
3,6
60—80
14,3
3,7
15,6
5,7
17
11,9
17,3
5,6
3
1,9
80-90
11
1,7
11,8
3,7
14
9,8
11,9
4,5
0,9
2,8
90-100
8,5
1,2
8,1
1,6
10
3,3
8,8
1
0,3
-0,2
Fuente: Elaboración propia a parir de la EFF
Tabla IX. Familias sobreendeudadas en 2011
2011
%familias endeudadas
%Sobreendeudamiento final
(%Familias endeudadas*sobreendeudamiento)
%
Esfuerzo financiero
40% y más
18
13,2
25,9
3,4
-20
46,2
57,6
6,2
3,7
20-40
26,6
26,6
22,8
6,1
40-60
20,6
8,6
31,4
2,7
60—80
17,3
5,6
36,2
2,0
80-90
11,9
4,5
37,7
1,8
90-100
8,8
1
27,3
-
Total
Quintil de renta
Fuente: Elaboración propia a partir de EFF
La Tabla 10 muestra cómo, en 2011, y de acuerdo con la EFF el
sobreendeudamiento afectaría al 3,4% de las familias. Según el INE, hay en España
unos 17 millones de familias –los hogares son algo más de 18 millones- por lo que el
número de familias sobreendeudadas por la adquisición de la vivienda principal estaría
en torno a las 600.000 para toda España – con un tamaño medio, según las mismas
fuente, de 2,5 personas por hogar, 1.550.000 españoles, aproximadamente- 115.000 de
ellas en el escalón más crítico, en el 20% con menos renta y otras 205.000 encuadradas
en el quintil siguiente, con muy escasos recursos disponibles tras abonar su hipoteca.
Cabe decir también que muchas familias situadas en estos niveles de ingresos –
hablamos de un 40% del total, con ingresos medios inferiores a 16.000 euros- el mero
pago de la hipoteca, aún sin superar el 40% de esfuerzo financiero considerado
sobreendeudamiento, supone de por sí un esfuerzo notable, dada la renta disponible que
dejan para otros gastos. Y más en un contexto de reducción salarial, especialmente
significativo, reiteramos, en las rentas más bajas.
A falta de datos disponibles para 2014, el número de familias sobreendeudadas
podría haberse elevado algo desde 2011 como consecuencia de ese progresivo descenso
de ingresos que muestran otras fuentes, como la ya citada ECPF. Cáritas 4, por ejemplo,
estima el sobreendeudamiento –descrito como “gasto excesivo en vivienda” un
concepto más amplio que incluye alquileres y suministros, lo que afectaría a umbrales
mayores de población- en el 11% para el conjunto de España y en el 7,2% para Asturias
en 2014.
La patronal bancaria, igualmente, advertía hace unos meses de que la mora de
pagos hipotecarios de las familias se situaba, en 2013, en el 6%.
Son todas ellas cifras coherentes entre sí, que permiten ahorquillar los problemas
por sobreendeudamiento por pagos de hipoteca de vivienda familiar en torno a un 4-8%
de las familias españolas (entre 600.000 y 1.200.000)
Conclusiones.
El problema del endeudamiento familiar y, más aún, del sobreendeudamiento,
tendía, allá por 2011, a cronificarse. Es posible que la amortización de créditos al
consumo, el descenso en los tipos de interés combinado con el crecimiento del empleo y
un timidísimo repunte de las rentas salariales desde 2015, hayan aliviado algo el pago
de deudas en las familias españolas. Sin embargo, una posible subida en los tipos de
interés, unido a los larguísimos plazos de amortización de las deudas hipotecarias
contraídos por las familias españolas, pone a muchas de ellas en situación de posible
vulnerabilidad futura.
El perfil de riesgo, además, y en contra de la creencia popular, no se concentra
tanto en las rentas más bajas –sin capacidad de endeudamiento, o con deudas ya
liquidadas en el caso de pensionistas- sino en las rentas medias-bajas, correspondientes
al segundo quintil de renta. Familias con ingresos en torno a los 16.000 €, que sí
accedieron al crédito hipotecario y que durante la Gran Recesión han visto descender
sus ingresos o incluso perdido su empleo.
Debe añadirse a ello el agravante de haber comprado vivienda durante los
últimos años de la burbuja inmobiliaria. Esto es, cuando los precios eran más elevados.
En consecuencia, son también los que han sufrido en mayor medida la devaluación de
sus viviendas tras el estallido de la burbuja inmobiliaria.
Súmese el que esa vivienda devaluada constituye, además, el único activo
familiar, incrementando su vulnerabilidad financiera, muy especialmente en caso de
lanzamiento hipotecario.
Nos encontramos, además, ante una situación peculiar en la UE, donde, salvo en
algún caso puntual, el endeudamiento hipotecario de las familias es inferior al de
España y, desde luego, más tardío. Un endeudamiento que, más allá de sus
consecuencias sociales, lastra el crecimiento económico, detrayendo recursos que
podrían destinarse al consumo, a la inversión o a la previsión social familiar.
Cabría pensar por tanto, en corregir tales anomalías estudiando las posibilidades
de poner en marcha una verdadera política pública de vivienda en un país donde las
viviendas con algún tipo de protección han pasado del 80% a finales de la década de los
años 60 del siglo XX a tener un peso testimonial en la actualidad, según el portal
estadístico del Ministerio de Fomento. Más aún cuando el mercado de trabajo parece
orientarse hacia un empleo de salarios relativamente reducidos y elevada rotación. Una
política pública de vivienda dirigida a los estratos medios y medios bajos de renta, y no
tanto a cubrir necesidades perentorias, como parece el caso actual.
Cabe pensar por último, en la conveniencia de formar a los españoles en
economía financiera. Es cuando menos paradójico que en un país donde el 85% de las
familias cuentan con una vivienda en propiedad, la ignorancia o incluso el desprecio por
esa disciplina sea tan notable. Quizá una sólida formación financiera hubiera evitado
muchos de los problemas expuestos en este trabajo.
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