PRÁCTICA. APARATO HALDAT 83. La presión es independiente de la forma de las vasijas. La presión que un líquido ejerce, en virtud de su peso, en un punto cualquiera de su masa o en las paredes del vaso que le contiene, depende, como se ha visto más arriba (81), de la profundidad y de la densidad del líquido, pero es independiente de la forma del vaso y de la cantidad del líquido. Basta demostrar este principio para la presión trasmitida al fondo de los vasos, pues la demostración es la misma para una capa cualquiera del líquido. Sea, pues, un vaso cónico am (fig. 46) lleno de agua hasta o; para demostrar que, siendo iguales la profundidad y el fondo, la presión que el líquido ejerce es la misma, tanto si el vaso es cónico o cilíndrico, como de otra forma, supongamos dividido el líquido en capas horizontales ab, be, ei, ip, pr, de un espesor un tan pequeño como se quiera, y no consideremos en cada una de ellas más que la masa cilíndrica figurada con líneas punteadas. En virtud del principio de Pascal (80), como la presión que la primera masa ejerce se trasmite a toda la sección bc, es claro que ésta sostiene una presión igual, a la de una columna de agua que tuviese por base bc, y por altura la de la primera capa. En virtud del mismo principio, la presión ejercida sobre la sección ed, es la misma que la de una columna líquida que tuviese por base esta sección, y una altura igual a la suma de las alturas de las dos primeras capas, y así sucesivamente en las secciones iq, pn, de donde se deduce que el fondo está a su vez oprimido por el peso de una columna de agua, cuya base fuese este fondo, y la altura om, lo cual demuestra el principio. La misma demostración sería aplicable si, siendo aún cónico el vaso, estuviese en una posición inversa de la representada en la fig. 46. Se puede demostrar también de un modo experimental, que la presión sobre el fondo de las vasijas es independiente de su forma, por medio del siguiente aparato debido a M. de Haldat. Este aparato se compone de un tubo acodillado ABC (fig. 47), terminado en A por una llave de cobre, en cuyo tubo se pueden atornillar sucesivamente dos vasijas M y P, de igual altura, pero de forma y de capacidad diferentes, pues la primera es cónica y la segunda casi cilíndrica. Para hacer el experimento, se principia por echar mercurio en el tubo ABC, de manera que su nivel no llegue enteramente a la llave A. Atorníllase entonces en el tubo la vasija M, que se llena de agua, y ésta, por su peso, oprime al mercurio y le eleva en el tubo C, en el cual se marca su nivel, por medio de una virola a, que puede correr a lo largo del tubo. Señálase al mismo tiempo el nivel del agua en la vasija M con una varilla móvil o situada encima. Hecho esto, se vacía la vasija M abriendo la espita A; se la desatornilla y reemplaza por la vasija P. Echando por fin, agua en ésta, se ve que el mercurio, que había recobrado su primer nivel en las dos ramas del tubo ABC, sube de nuevo en el C, y luego que en la vasija P llega el agua a la misma altura que tenía en la M, lo cual se reconoce por medio de la varilla o, adquiere el mercurio en el tubo C el mismo nivel que en el primer caso, según lo indica la virola a. Dedúcese de esto, que en ambos casos es idéntica la presión trasmitida al mercurio en la dirección ABC. Esta presión es, pues, independiente de la forma del vaso, y por lo tanto de la cantidad del líquido. En cuanto al fondo del vaso, es evidentemente el mismo en los dos casos, o sea la superficie del mercurio en el interior del tubo A. Tenemos, pues, que con una cantidad muy pequeña de líquido, se pueden producir presiones considerables. Para esto, basta fijar, en la pared de un vaso cerrado, y lleno de agua, un tubo de pequeño diámetro y de gran altura. Lleno este tubo de agua, la presión trasmitida sobre la pared del vaso es igual al peso de una columna de agua que tuviera por base esta pared y una altura igual a la del tubo. En nuestra mano está, por lo tanto, aumentarla todo lo que queramos. Así consiguió Pascal que reventara un tonel sólidamente construido, con un simple hilito de agua de diez metros de altura. En vista del principio que acaba de demostrarse, es fácil calcular las presiones que actúan sobre el fondo de los mares. En efecto, la presión de la atmósfera equivale a la de una columna de agua de diez metros; y como los navegantes han observado con frecuencia que la sonda no llegaba al fondo de los mares a una profundidad de 4000 metros, es evidente, por lo mismo, que el fondo de ciertos mares, resiste una presión superior a la de 400 atmósferas. GANOT, ADOLPHE: Tratado elemental de física, París 1871. Pag 61-62