COOPERACIÓN AL DESARROLLO Y SOBERANÍA ALIMENTARIA: EL PROCESO DE

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COOPERACIÓN AL DESARROLLO Y SOBERANÍA ALIMENTARIA: EL PROCESO DE
ACOMPAÑAMIENTO PARA LA CONSTRUCCIÓN DE LA PLATAFORMA DE
DESARROLLO RURAL SOSTENIBLE EN PARAGUAY.
Marianna Guareschi1, Mamen Cuéllar Padilla2
Resúmen
En el marco del debate sobre la necesidad de una nueva Cooperación Internacional al Desarrollo
(CID), hemos desarrollado un estudio de caso en el contexto paraguayo, en torno a un proyecto de
Cooperación enfocado al fortalecimiento de la Soberanía alimentaria bajo un enfoque
agroecológico. Siendo en este país la cuestión agraria el centro del debate político y social,
analizamos una experiencia innovadora promovida por una organización de la sociedad civil sueca,
el Centro Cooperativo Sueco-We Effect, con sus contrapartes, para la conformación de una
articulación entre organizaciones y movimientos campesinos que pueda impulsar un modelo de
producción agroecológica en el país. A través de una metodología de investigación social de tipo
estructural, se intenta analizar dicha experiencia, rescatando pautas y buenas prácticas sobre cómo
acompañar un proceso de este tipo desde la CID.
Palabras clave: cooperación internacional al desarrollo; movimientos campesinos; soberanía
alimentaria; agroecología; buenas prácticas.
Agradecimientos
El trabajo de investigación ha sido realizado gracias a la colaboración del Área de Cooperación de
la Universidad de Córdoba, España.
Introducción. Cooperación internacional y Soberanía alimentaria: un nuevo marco de acción.
En la última década se ha profundizado el debate sobre la efectividad y el impacto de las acciones y
programas en el marco de la Cooperación Internacional para el Desarrollo (CID). Por un lado se ha
cuestionado el insuficiente aporte a la Ayuda Oficial para el Desarrollo (AOD) por parte de los
países donantes (en el 2009 la AOD llegó a representar el 0,31% del Producto Interno Bruto en
lugar del 0,7% establecido por la Asamblea General de las Naciones Unidas en el 2002. OCDE,
2010); por otro lado, se ha puesto atención sobre la escasa eficiencia de las ayudas. En los Foros de
París (2005) y Accra (2008) cientos de entidades, entre socios bilaterales, internacionales,
Instituciones Financieras y Países en Desarrollo, expresaron la necesidad de promover nuevos caminos
y soluciones para que las ayudas internacionales pudieran alcanzar sus objetivos y determinar impactos
estables. Ya en 2005, el Informe de Desarrollo Humano del Programa de Naciones Unidas para el
Desarrollo (PNUD) denunciaba la necesidad de renovar y reestructurar la ayuda internacional, una
1 Instituto de Sociología y Estudios Campesinos (ISEC), Universidad de Córdoba. E-mail: [email protected]
2 ISEC-UCO. E-mail: [email protected]
de las armas más efectivas de la lucha contra la pobreza, apuntando a aumentar la cantidad de las
ayudas y a mejorar su calidad bajo un liderazgo nacional del país receptor.
Las debilidades de los programas inscritos en un marco de CID para dar respuestas a los problemas
de pobreza, hambre y malnutrición están analizados también por diferentes autores.
Según Pereira Nieto (2001) y González Norris y Jaworski (1990), la cooperación al desarrollo ha
servido a los intereses geopolíticos, económicos, militares y de imágenes de los países propulsores;
así, con el avance de la globalización y el dominio del pensamiento neoliberal, las políticas de la
ayuda se conforman con las políticas globales de los países dominantes. Por lo tanto, existe el riesgo
de implementar acciones que incrementan la polarización y el desarrollo desigual (Maestro y
Martínez Peinado, 2012). Según Alonso (2004), las ayudas han generado efectos negativos al
desincentivar el ahorro nacional, incrementar la dependencia de los países receptores,
incrementando aquí la corrupción y el poder de las burocracias. Carrino (2005) habla de
distorsiones producidas por las acciones de CID como el centralismo, la verticalidad y sectorialidad,
el asistencialismo, burocratismo y proyectismo; en síntesis, estas marcan una tendencia a poner en
práctica acciones sectoriales y de corto plazo, que producen pasividad y dependencia por parte de la
población beneficiaria y presentan trámites de gestión y financiación que implican una fuerte
burocracia (Carrino, 2005). También por Rodríguez Carmona (2009) retoma el “proyectismo” bajo
el nombre de “proyectorado” como un sesgo metodológico al canalizar los esfuerzos del personal de
las Organizaciones ejecutoras hacia los tecnicismos que subyacen en la estrategia de financiación.
Bajo este prisma, tales organizaciones se introducen en un círculo vicioso de elaboración y
presentación de proyectos sectoriales y de corto plazo para garantizar la supervivencia institucional
perdiendo de vista el objetivo de largo plazo de trasformación social.
Llistar (2008) identifica prácticas de anticooperación que han dominado el escenario de las ayudas
internacionales. El autor las define como el conjunto de interferencias negativas activadas desde el
Norte hacia el Sur que responden a un interés geopolítico del donante, difundiendo una cultura de
recepción pasiva entre los supuestos beneficiarios.
Desde la mitad de los años 80 las Organizaciones no Gubernamentales ocupan un papel mediador
entre los países donantes y los receptores de la ayuda, “canalizando de manera activa y constructiva
información, diagnósticos, y también propuestas, sobre los problemas del Sur, para buscar las
soluciones desde el Norte” (Gimeno y Gereda, 2009: 55). Por lo tanto, en torno a las acciones de
desarrollo, se genera un encuentro entre dos mundos, una transferencia del saber-hacer de los
operadores a los beneficiarios, que encuentra dificultades de establecerse y tener efectos dentro de
un sistema cuya lógica es diferente (Aboussi, 2011:109). Sea desde las Organizaciones de la
Sociedad Civil (OSC), de las ONG o del personal técnico e investigador vinculado al mundo de la
cooperación, emerge la necesidad de impulsar “otro tipo de cooperación” (Gimeno y Gereda 2009:
56) que tenga en cuenta una visión más amplia del desarrollo y redefina totalmente la relación
tradicional donante-receptor (Ferrero et al., 2009).
Se hace énfasis en la necesidad de promover un desarrollo participativo para diseñar procesos que
incluyan a los actores locales y “a las personas en todo el proceso de resolución de problemas, en el
debate sobre su propio desarrollo, y en la toma de decisiones al respecto” (Aboussi, 2011: 117).
Maestro y Martínez (2012) hablan de Cooperación para el Desarrollo reformista que se diferencia
de la prosistema por tener un sentido transformador, “de profundización democrática y de procesos
endógeno económicos capaces de dirigir la producción y la inversión del excedente a la cobertura
de las necesidades de las clases trabajadoras, a la lucha contra la exclusión y marginalización de los
pobres y al reequilibrio de la articulación rural-urbana, poniendo la soberanía del pueblo como
primer objetivo”(2012:829).
Según Ferrero et al. (2009) la sociedad civil tiene un rol central en las estrategias de lucha contra la
pobreza hacia un desarrollo sostenible. Para aumentar la eficacia de la ayuda, la sociedad civil y las
organizaciones que la conforman deben “articularse alrededor de la acción política y organizadora
de la ciudadanía, y no alrededor de su rol inversor o de prestador de servicios” (2009:189), es decir,
contribuir a la construcción de ciudadanía y su participación en las políticas publicas para la
reivindicación de sus derechos.
Para Aboussi (2012), el desarrollo participativo “es tarea de todos los actores de cooperación y hace
falta concebirlo como un proceso que pasa por la propuesta de nuevos modelos de ayuda al
desarrollo concertados en los foros mundiales y por un sistema de investigación que ayude a los
profesionales a ser más conscientes de las lógicas de solidaridad horizontales y verticales propias de
las sociedades en la diversidad de sus estructuras” (2012:117).
En esta línea, se ubican algunas propuestas concretas de procesos de desarrollo como son las que
plantean los paradigmas de la Soberanía alimentaria y la Agroecología. La Soberanía Alimentaria es
un concepto nacido en 1996 desde los movimientos campesinos, grupos de pequeños productores y
productoras, indígenas, mujeres y jóvenes de la sociedad rural reunidos en La Vía Campesina. Se
define como “el derecho de los pueblos a alimentos nutritivos y culturalmente adecuados,
accesibles, producidos de forma sostenible y ecológica, y su derecho a decidir su propio sistema
alimentario y productivo” (FMSA, 2007). Junto con la propuesta agroecológica, en su dimensión
político cultural, prioriza el fortalecimiento de la autonomía de las comunidades locales y se apoya
en las particularidades y potencialidades locales para buscar alternativas de manejos sustentable de
los recursos naturales (Cuéllar y Sevilla Guzmán, 2009; 2013). Ambos conceptos otorgan
importancia prioritaria a las formas de acción social colectiva (Sevilla Guzmán, 2006) y a los
procesos de cooperación social que construyen estilos alimentarios equitativos y sustentables (Calle
y Gallar, 2010) en un intento de democratizar nuestros sistemas alimentarios (Holt- Giménez y
Patel, 2010).
Los paralelismos entre las propuestas de desarrollo provenientes de la Soberanía alimentaria con
enfoque agroecológico y las nuevas corrientes de la Cooperación al desarrollo son muy interesantes.
En ambas propuestas se habla de enfrentar los problemas del hambre, la malnutrición y la
inseguridad alimentaria; así como de procesos de democracia de base, de participación, de
empoderamiento de la sociedad y de facilitar, desde el apoyo de agentes externo, la identificación y
desarrollo de los potenciales endógenos de cada territorio para abordar estos desafíos.
Así, dentro del marco de la cooperación internacional, se empiezan a plantear propuestas
relacionadas con la construcción de Soberanía alimentaria, a través de procesos de transición
agroecológica. Y, en esta línea, diversas organizaciones sociales y no gubernamentales, así como
instituciones de investigación, se están planteando en sus planes estratégicos este tipo de iniciativas.
Un elemento común a estas entidades es la necesidad de establecer, a nivel interno, procesos de
transición y re-estructuración para construir un nuevo marco de acción que permita enfrentar de
forma articulada los problemas globales como son el hambre y la malnutrición, desde estas
perspectivas (Guareschi et al., 2102, 2014), cuyas causas se reconocen como estructurales (HoltGiménez y Patel, 2010; Lang, 2010; Ploeg, 2010), y que se ubican arraigadas en aquellas medidas
que han contribuido a la ascensión del sistema alimentario industrializado (Ploeg 2010).
Una de las apuestas en este sentido se centra en la cooperación, entendida, por un lado, como el
apoyo a procesos de re-acción que surgen desde las comunidades campesinas de distintos contextos,
para responder a los impactos locales de causas estructurales globales. Y, por otro lado, basada en el
acompañamiento de procesos de largo plazo que refuerzan la construcción de articulaciones y redes
horizontales (Guareschi et al., 2012).
Los objetivos principales de estas nuevas propuestas de cooperación basadas en la Soberanía
alimentaria con perspectiva agroecológica son: visibilizar las experiencias locales agroecológicas;
fortalecer las organizaciones de base; y permitir la formación de una plataforma de propuestas de
estrategias a nivel regional y/o nacional (Guareschi et al., 2102, 2014, Holt-Giménez et al. 2010,
Jiménez Puente, 2007; Onoratti, 2006). Si bien esto se encuentra en la literatura y en los principios
rectores de estas organizaciones e instituciones, surgen de manera generalizada algunas cuestiones
al respecto ¿Cuáles estrategias se pueden concretar en terreno? ¿Cuáles son las ventajas y los
impactos a nivel local de estas nuevas estrategias de Cooperación al Desarrollo? ¿Cuál puede ser el
papel de una ONG que quiere acompañar este tipo de procesos?
En este contexto surge el interés de la investigación que da origen al presente artículo, basada en el
análisis de un caso práctico de cooperación al desarrollo, centrado en el fortalecimiento de un
proceso de articulación entre organizaciones campesinas, ONG y OSC, con el fin de construir un
modelo de desarrollo rural bajo el enfoque agroecológico y de Soberanía alimentaria. El caso
concreto estudiado es el de la conformación de la Plataforma de Desarrollo Rural Sostenible
(PDRS) en Paraguay, una articulación entre movimientos y organizaciones campesinas a nivel
nacional y territorial, apoyada por el Centro Cooperativo Sueco- We Effect (SCC), una organización
de la sociedad civil sueca, con el objetivo de promover y difundir un modelo de producción
agroecológica. Nuestros objetivos en el análisis de este caso han sido: (i) analizar el caso de la
PDRS como experiencia de cooperación al desarrollo, centrándonos en su propuesta organizativa,
su plan estratégico de acción y los intereses, necesidades y aspiraciones que han impulsado su
conformación; (ii) analizar el papel de la organización de Cooperación Internacional en este
proyecto y los cambios estructurales que requiere abrazar el paradigma de la Soberanía alimentaria;
(iii) visibilizar los aprendizajes de los cuales extraer pautas que nos propicia la experiencia como
aportaciones al marco de la construcción de una Cooperación para la Soberanía alimentaria.
Metodología
El trabajo de investigación se ha implementado entre los meses de septiembre y noviembre de 2013,
momento de finalización del primer año de la experiencia de articulación entre organizaciones
campesinas, y determinante para dar una respuesta a los debates y desafíos que emergieron hasta
ahora para dar continuidad al proceso.
Para responder a las preguntas de la investigación se ha diseñado una metodología de tipo
cualitativo o estructural: a través de 20 entrevistas semi-estructuradas, se ha desarrollado el proceso
de indagación con los siguientes actores sociales: los y las representantes de las organizaciones
campesinas que componen la plataforma, por un lado; la coordinación técnica y el comité técnico de
la misma, en segundo lugar; el coordinador en Paraguay del Centro Cooperativo Sueco- We Effect
(SCC), que es la organización de la sociedad civil que ha impulsado y financiado el proceso a través
de sus proyectos de cooperación; y por último a personas socias y representantes de una de las
Plataformas Locales que componen la Plataforma nacional. El criterio de selección de esta
diversidad de actores fue el de permitir una triangulación de la información, en el momento del
análisis de los datos. Así se pudo contrastar, por un lado las visiones desde lo nacional y lo local; y
por otro lado, las visiones desde las personas representantes de las organizaciones miembro de la
plataforma; las personas socias; las figuras técnicas de la misma, así como desde el rol de
coordinación externa de la contraparte financiadora e impulsora.
La Plataforma Local seleccionada fue la del Distrito de Horqueta, en el Departamento de
Concepción, por estar considerada como el “semillero” de la Plataforma nacional.
Las entrevistas apuntaron a evidenciar los siguientes elementos: (i) las necesidades y las inquietudes
que han impulsado la conformación de la PDRS; (ii) las dificultades que está encontrando la
articulación así como las ventajas que ofrece a las organizaciones implicadas, a nivel nacional y
territorial; (iii) los aprendizajes que están surgiendo desde esta experiencia de Cooperación
internacional, tanto para la organización que ejecutora del proyecto como para las organizaciones
sociales incluidas. Además se ha presenciado a las reuniones y asambleas (3) de la PDRS y
consultado los materiales producidos por el comité técnico y la coordinación técnica de la
Plataforma.
Resultados
1. La experiencia de la PDRS como proyecto de cooperación al desarrollo: sus orígenes,
objetivos y estrategias.
El proceso de conformación de la PDRS surge de la necesidad de articular las organizaciones
campesinas, bien de carácter político, bien productivo, con el propósito de promocionar acciones de
difusión de un modelo de producción agroecológica.
Dentro de esta motivación compartida, existen diferentes intereses según los actores entrevistados.
Por un lado, las inquietudes por parte del SCC, que está presente en el territorio paraguayo desde
los años 90 con sus programas de Cooperación internacional. Tras un periodo de re-estructuración
interna, el SCC optó por dirigir sus acciones hacia el apoyo directo de los movimientos campesinos
y organizaciones cooperativas locales con el fin de estrechar relaciones con los actores sociales que
representan a la agricultura familiar en el país.
El Representante del SCC en Paraguay relató como la organización, en América Latina, pasó de ser
una organización tradicional que trabajaba con las cooperativas agrarias en temas de créditos y
consumo, a una organización que se orienta a las organizaciones sociales impulsando experiencias
de cooperativismo autogestionario, basado en la economía solidaria. Si en principio su objetivo
consistía en “solucionar los problemas de pobreza de un grupo meta”, ahora las acciones apuntan al
“fortalecimiento de la organización social de los grupos meta bajo un enfoque político”
(Coordinador SCC) asumiendo un rol de asesoramiento técnico apostando a la conformación de
articulaciones y apoyando la lucha política.
Dentro de este marco de acción e inquietudes por parte del SCC, en Paraguay, ante la multiplicidad
de proyectos implementados con cada una de sus contrapartes, surgió la idea de hacerlos confluir en
una única estrategia en la que participaran todas las organizaciones, corrigiendo así la sectorialidad
y la dispersión de las acciones. Gracias a la disponibilidad de un excedente presupuestario, la ONG
vio la posibilidad de impulsar un “proceso articulado en torno a la formación de técnicos/as en
agroecología, desarrollando la metodología de campesino a campesino a nivel de asentamientos de
las organizaciones que trabajan con el SCC” (Coordinador SCC). Así, se planteó una línea
específica de acción dentro de un proyecto ya existente implementado con la contraparte
Coordinadora de Empresas Asociativas Rurales Departamentales (CEARD), llamada “Apoyo a
procesos de desarrollo rural sostenible”, con una doble finalidad: por un lado, dar formación
agroecológica al personal técnico ya operativo que mostraba escasa formación en este campo,
empleando una metodología de recuperación del saber campesino ya utilizada por ciertas
contrapartes del SCC y; por otro lado, avanzar una articulación en los asentamientos entre las
organizaciones de base para empezar la comercialización de forma asociativa y conjunta de los
excedentes.
En un segundo momento se optó por involucrar a otras articulaciones ya existentes en el país como
la Coordinadora Latinoamericana de Organizaciones del Campo-La Vía Campesina Paraguay
(CLOC-LVC) y la Coordinadora de Organizaciones Campesinas e Indígenas del Paraguay (COCIP).
Recién en 2013 quedó conformada una mesa nacional de representación de la articulación
denominada Plataforma de Desarrollo Rural Sostenible. Aquí el SCC propicia un apoyo, más allá
del financiero, de acompañamiento para el fortalecimiento político de la articulación hacia su propia
autonomía.
Por otro lado, la necesidad de trabajar en conjunto entre los distintos movimientos campesinos
surgió simultáneamente desde los territorios, donde las bases de las organizaciones aquí presentes
empezaron a colaborar para discutir un plan territorial de tipo productivo y otras estrategias
conjuntas para enfrentar las amenazas locales.
El “semillero” de la Plataforma a nivel territorial se ubica en el Distrito de Horqueta, en el
Departamento de Concepción, un territorio libre de cultivos de soja, pero amenazado por el avance
de la frontera agroexportadora, por la recién instalada empresa tabacalera y por la militarización de
su territorio a raíz de la lucha por parte del Estado contra el grupo armado del Ejercito del Pueblo
Paraguayo (EPP), que se sospecha arraigado en esta zona del país.
Aquí, las personas representantes y miembros de la Organización Zonal de Agricultura Ecológica
(OZAE), miembros de la Central Nacional de Organizaciones Campesinas Indígenas y Populares
(CNOCIP), y la CEARD empezaron a colaborar a finales de 2012 para la organización de una feria
denominada “la agroecología aplicada para el desarrollo territorial”, invitando a otras
organizaciones presentes localmente3:
“Lo que queríamos instalar era la defensa del territorio como tal. Nosotros entendemos por
territorio la cuestión geo-política, o sea todo lo que contiene nuestra biodiversidad en el territorio
que estamos incluyendo los arroyos, todos recursos naturales en su conjunto. Y más de eso, incidir
3Esta experiencia tiene fuertes antecedentes: desde 1998 miembros de OZAE y CEARD empezaron a formarse en técnicas
agroecológicas y como promotores y promotoras- gracias al apoyo de ONG locales que organizaron talleres de formación y
facilitaron viajes de intercambio dentro de la región latinoaméricana- trayendo habilidades y conocimientos a su territorio. De ahí,
hace 5 años se promovió un trabajo en conjunto con el Ministerio de Salud, el Ministerio de Agricultura y la Secretaría de Acción
Social para que sus técnicos apoyaran a las organizaciones campesinas en temas de desarrollo sostenible, agricultura agroecológica,
medio ambiente y nutrición (RNLCeard). Este trabajo se frenó con la destitución del Presidente Lugo, aunque desde la Plataforma
Local se está intentando retomar el diálogo con las instituciones locales.
en la parte política, especialmente empezando por el gobierno local hasta el gobierno nacional.”
(Representante OZAE)
La organización de la feria llamó la atención del SCC que visitó las experiencias locales invitando,
junto a campesinos y campesinas de otros Departamentos, a un grupo de Nicaragua y Bolivia dentro
de un programa de intercambio de experiencias.
A partir de 2013, entraron formar parte del proceso que ya estaba en marcha a nivel territorial: a. la
Coordinadora Nacional de Organizaciones de Mujeres Trabajadoras Rurales e Indígenas
(CONAMURI), b. otras bases de la CNOCIP ubicadas en las cercanías, c. y algunas personas
representantes de la Organización Campesina del Norte (OCN), es decir, tanto organizaciones que a
nivel nacional empezaron el proceso de articulación promovido por el SCC, como organizaciones
distritales que se encuentran en el territorio.
La experiencia territorial de Horqueta, retomada por el SCC, se volvió un detonador para la
conformación de Plataformas locales, en los departamentos de Caaguazú, San Pedro además de
Concepción, cada una con sus particularidades por contexto, problemáticas, amenazas y estrategias.
Empieza así una experiencia piloto impulsada, por un lado, por el SCC, con la intención de
fortalecer políticamente a los movimientos campesinos y por otro lado, por las organizaciones de
base, con la necesidad de impulsar una “práctica productiva de base agroecológica para resistir en
el campo a la invasión agroexportadora”(Representante LVC). La PDRS se conforma así como una
instancia de articulación o de encuentro entre la dimensión política y la económico-productiva con
enfoque territorial, centrándose en tres ejes: el productivo, el organizativo y la incidencia en
políticas públicas.
A través del eje productivo, que se enmarca dentro de un enfoque de agricultura sostenible, el
proyecto se orienta a retomar las prácticas tradicionales de las comunidades campesinas y
renovarlas poniéndolas en diálogo con técnicas agroecológicas adecuadas e innovadoras. De esta
forma se intenta valorizar el saber local y aportar nuevos conocimientos para el perfeccionamiento
de las prácticas agropecuarias. Así se quiere construir un modelo productivo para la producción de
alimentos que permita aterrizar las propuestas políticas a través de acciones prácticas:
“la Reforma Agraria Integral y el Desarrollo Sostenible de la Agricultura Familiar Campesina son
dos caras de la misma moneda, porque si tenés tierra y no tenés el modelo para organizar a esa
tierra, estás desapareciendo.” (Coordinador SCC)
Bajo el eje organizacional se pretende fortalecer a la articulación que la Plataforma representa tanto
a nivel nacional que territorial. Por un lado, tratar de coordinar esfuerzos, demandas y visiones entre
los movimientos campesinos para confluir en una única voz de reivindicación ante las instituciones
estatales; por otro lado, fortalecer las Plataformas locales y las capacidades humanas aquí presentes,
acompañando a las organizaciones de base en la definición de objetivos comunes y estrategias
concretas para hacer frente a las problemáticas que afectan a los territorios. Aquí se incluye también
la promoción de prácticas de producción y de comercialización asociativa.
El eje de incidencia en políticas públicas está fuertemente vinculado a los anteriormente citados: a
través de la experimentación de prácticas agroecológicas y de su impacto en el mejoramiento de las
condiciones de vida campesinas en un marco de fortalecimiento organizacional, que favorece una
mayor coordinación de las acciones, se puede llegar a la formulación de propuestas concretas para
presentar a las instituciones públicas y exigir un mayor apoyo a la Agricultura Familiar Campesina
dentro de un modelo agrícola alternativo al convencional.
Así, la Plataforma presenta: (i) una Mesa Política, conformada por dos representantes de cada
articulación/organización a nivel nacional que se reúnen con una función de toma de decisión de
carácter mayormente político-estratégico, además de compartir y discutir las principales
problemáticas que el sector campesino está viviendo en los distintos departamentos y a nivel
nacional; (ii) un comité técnico conformado por tres delegados técnicos, uno de cada
articulación/organización miembro, con función de apoyar a la mesa nacional; (iii) una
coordinación técnica a cargo de una persona que se ocupa de la coordinación técnica general; (iv) la
administración financiera, actualmente a cargo de la CEARD, que se ocupa de la gestión de los
recursos procedentes del SCC para la implementación de las actividades de la Plataforma; (v) cinco
Plataformas locales donde se debate sobre como enfrentar en la práctica las amenazas que las
comunidades rurales están sufriendo, se mueven análisis de contexto tanto a nivel político que
productivo y de comercialización y se buscan posibles soluciones y estrategias a nivel comunitario.
Entre las mesas locales y la mesa nacional existe una estrecha conexión, ya que lo que acontece a
nivel territorial influye sobre las decisiones a nivel nacional y viceversa.
2. El papel del SCC como organización de Cooperación Internacional en el proyecto de la
Plataforma de Desarrollo Rural Sostenible
El caso de la PDRS como proyecto impulsado dentro de un marco de CID nos permite reflexionar
sobre el papel que puede asumir una organización del Cooperación Internacional para acompañar y
fortalecer procesos agroecológicos hacia la soberanía alimentaria. Aquí se observa como la
organización impulsora del proyecto esté asumiendo un nuevo papel antes sus contrapartes, un rol
de acompañamiento en la conformación de una articulación horizontal entre movimientos y
organizaciones campesinas; papel que requiere ciertos cambios estructurales en la forma de “hacer
cooperación” por parte de la organización misma al asumir una perspectiva que ponga a las
poblaciones rurales en el centro, no sólo del análisis, sino también y sobretodo de la construcción
de propuestas. De hecho, los paradigmas de soberanía alimentaria y agroecología promueven las
iniciativas de re-acción que surgen de forma endógena desde los contextos locales, para dar
respuestas a problemas globales, a través de procesos de construcción colectiva/participativa.
Los principales cambios que se detectan de la experiencia analizada para abordar el enfoque de
soberanía alimentaria en la construcción de articulaciones agroecológicas se relacionan con:
a) El proceso de diseño e implementación de los proyectos: las acciones-proyectos no proceden de
la voluntad de una entidad impulsora, como podría ser el SCC, sino que están analizados y
consensuados por todas las partes que toman parte del proceso. Se observa de hecho como si, por
un lado, la idea de articular las organizaciones y movimientos campesinos que ya eran contrapartes
del SCC ha sido formalizada y concretada por el SCC mismo, por otro lado, el tipo de acciones,
tanto a nivel nacional que territorial y la forma que ha adquirido la Plataforma misma han sido
fruto de un análisis, de las decisiones y de las iniciativas espontáneas de los grupos implicados. De
hecho, el optar fuertemente hacia una dimensión de educación-formación ha sido una demanda
campesina; así mismo, las acciones de tipo productivo o las estrategias políticas que emergen desde
las áreas rurales han sido impulsadas por las comunidades locales. Además, la conformación de las
Plataformas locales ha sido también un resultado no previsto por el SCC: ello, al observar como en
los territorios se estaban dando procesos de articulación parecidos a los nacionales, ha avanzado un
acompañamiento a nivel comunitario para suportar a las comunidades locales en la definición de
sus propias acciones tanto a nivel productivo, de comercialización como a nivel de presentación de
proyectos hacia las instituciones distritales y departamentales.
b) El tipo de proyectos: se observa como los tipos de acciones-proyectos orientados al
fortalecimiento de la Soberanía alimentaria presentan una dimensión holística e integral qué
rebasan el mero aspecto técnico productivo típico de los proyectos de desarrollo rural. Esto
también por la heterogeneidad de los actores implicados, cuyas trayectorias y experiencias son
distintas. En el caso analizado, de hecho, se contemplan acciones de tipo formativo-educativo ya
que los movimientos campesinos, desde su tradición de reivendicación política, apuntan a formar
personal técnico y cuadros políticos que puedan volverse nuevos líderes para la lucha campesina,
además de presentar conocimientos y capacidades técnicas. Sin embargo, las cooperativas de
agricultores/as se orientan hacia un enfoque mayormente técnico-productivo, impulsando
sobretodo acciones de producción y comercialización. No obstante, uno de los pilares que
mayormente está suportado por el SCC es el de fortalecimiento organizacional, para permitir que la
articulación pueda integrarse llegando a representar una instancia única en la cual se identifiquen
todos los movimientos y organizaciones que la conforman y, al mismo tiempo, pueda volverse
autónoma e independiente en la tomas de decisión en todos los niveles (territorial y nacional). Esto
podría representar la base para incidir en las políticas públicas de forma eficiente: solo a través de
la unidad entre grupos campesinos se puede intentar avanzar propuestas al Gobierno para que una
experiencia piloto limitada a ciertos territorios pueda ser considerada como ejemplo a implementar
su amplia escala.
c) El empleo de una metodología participativa: el CSS ha optado por adoptar ciertas metodologías
participativas como herramienta fundamental para conformar una articulación que pudiese ser
horizontal, donde todos los actores se sientan representados. Los cambios metodológicos implican
un cambio estructural sobre el papel que la organización impulsora de las acciones asume: se trata
de ponerse en el mismo nivel de sus contrapartes transformándose en facilitadora y dinamizadora
de un proceso participativo donde los objetivos y las estrategias se construyen al caminar, a través
de un análisis compartida del contexto, de las problemáticas y de las potencialidades existentes.
d) La construcción de una comunicación horizontal y transparente: los cambios metodológicos y
del proceso de diseño de los proyectos requieren de la construcción de una comunicación basada en
un diálogo claro y directo en el respeto de cada postura. Esto implica compartir visiones e
inquietudes y las dificultades que cada uno debe de enfrentar por el papel que ocupa. Las
dificultades, entre contextos y perspectivas culturales tan diferentes, están servidas. Por una parte el
SCC ha tenido que enfrentar la desconfianza histórica de los movimientos campesinos hacia las
ONG que genera prejuicios y dificulta el diálogo y la colaboración entre partes. La dificultad de
instaurar relaciones directas y de confianza reside en una diferencia de visión y de trayectoria entre
actores por su naturaleza y características: una Organización que opera en el marco de la CID tiene
que enfrentarse con la burocracia y los tecnicismos de financiación, ejecución, y rendición de los
resultados de proyectos; las organizaciones y los movimientos campesinos pretenden dar
respuestas a sus asociados y mantener una relación fuerte con las bases. Esto genera dificultades en
relacionarse con ellas como contrapartes y encontrar una forma de articulación para planificar
trayectorias comunes. Por otra parte, la experiencia de la PDRS se encuentra en un un contexto en
el que las organizaciones campesinas están históricamente fragmentadas por razones políticas o de
liderazgo teniendo dificultad en encontrar una única voz de representación – situación favorecida
también por una estrategia por parte del Gobierno de negociar de forma individual con cada
movimiento campesino para impedir su agregación. Además existen a su vez divergencias de
trayectoria ya que los movimientos campesinos tienen un enfoque de reivindicación política y las
organizaciones cooperativas un enfoque de producción y comercialización. Sin embargo la
construcción de una articulación supone el facilitar la cooperación entre actores heterogéneos. A
pesar de las dificultades presentadas la instauración de una comunicación fluida y transparente ha
facilitado la transformación de las diferencias en una riqueza: ONG, OSC, movimientos y
organizaciones campesinas se revelan sujetos distintos pero complementarios que pueden asumir
cada uno un papel importante para el alcance de un objetivo común de soberanía alimentaria
generando sinergias entre sí. Se trata de analizar los puntos de fortaleza de cada uno, los recursos
humanos y materiales que pueden poner a disposición, las experiencias que pueden intercambiar y
de las cuales aprenden mutuamente, llegando a entrelazar una red multinivel desde los territorios,
hacia un ámbito nacional e internacional.
Así, el SCC ha desarrollado una labor de mediación entre las divergencias existentes entre las
organizaciones contraparte. Cuenta con la capacidad de tener una visión de conjunto más amplia,
por su condición de organización extranjera, lo que le permite devolver a la Mesa política de la
Plataforma reflexiones, orientaciones o consejos a nivel de fortalecimiento organizacional y político
sobre los cuales las organizaciones deberán discutir. En este caso el rol de la organización ejecutora
es la de facilitadora de un proceso, dejando el papel protagonista en la toma de decisión y la
definición de las acciones a las organizaciones reunidas en la Plataforma. El mantener cierta
flexibilidad y atención a lo que se mueve y surge entre las comunidades locales ha permitido que,
durante el año de transición que precede a la definición del proyecto, algunas de las acciones que se
pusieron en marcha no estuviesen previstas inicialmente, como es el caso de la conformación de las
Plataformas territoriales.
3. Los aprendizajes de los cuales extraer pautas que nos propicia la experiencia como
aportaciones al marco de la construcción de una Cooperación para la Soberanía alimentaria.
De la experiencia analizada se extraen algunas pautas para el acompañamiento de un proceso de
fortalecimiento de la Soberanía alimentaria con enfoque agroecológico desde el marco de la CID.
Estas se resumen en los siguientes puntos (Tabla 1):
Tabla 1: Pautas para la construcción de una Cooperación para la Soberanía alimentaria
ASPECTOS
VENTAJAS
Tener una mirada hacia lo que está surgiendo en Respeto de las iniciativas y metologías locales
consideradas
más
adecuadas
por
las
terreno (componente endógena)
comunidades mismas genera un mayor interés
entre las comunidades locales
Impulsar la instalación de capacidades humanas Formación de nuevos liderazgos;formación de
personal técnico agroecológico; instalar las
en los territorios
bases para que las comunidades puedan ser
autónomas políticamente y tecnicamente
Apoyar la articulación de las OSC
Mayor fuerza de negociación
organizaciones campesinas
para
las
Mantener el equilibrio entre la dimensión Respaldo práctico al discurso político
Soberanía alimentaria
práctica y política
de
Mantener el equilibrio entre el nivel de Mayor diálogo y reconocimento recíproco entre
articulación territorial y nacional
los líderes y las bases
Permitir el rol protagonista de las OSC
Autonomía de decisión para la construcción de
sus propopias propuestas
Mantener un nivel de comunicación basado en la Cooperación constructiva y de largo plazo
transparencia y sinceridad entre todos los actores
a) Tener una mirada hacia lo que está surgiendo en terreno (componente endógena de la
iniciativa): el proyecto de conformación de la PDRS ha nacido simultáneamente a nivel nacional
desde el SCC y los dirigentes campesinos y a nivel territorial desde las comunidades rurales. El
SCC ha sido capaz de recoger las exigencias y las ideas propuestas y puestas en práctica por los
movimientos y organizaciones campesinas en el Distrito de Horqueta para traducirlas en un
proyecto que pudiera abarcar otros territorios dándole un mayor alcance, una mayor fuerza,
profundidad y sostenibilidad futura.
Además el SCC ha recogido las demandas de los movimientos y organizaciones campesinas sobre
el aspecto de educación-formación. Así, ante las debilidades encontradas en el sector educativo y
técnico, los movimientos campesinos, apoyados por ciertas ONG, han empezado a organizar
programas de formación con un marcado carácter de reflexión y discusión política, basados en la
valorización del saber local, en la introducción de prácticas agroecológicas y en el intercambio de
experiencias. Desde las comunidades rurales surgen propuestas pedagógicas dentro del marco de la
educación popular, donde se conjuga reflexión y acción, pensamiento y práxis; se pone en práctica
la metodología “de campesino a campesino” (Cf. Holt Giménez, 2008) que favorece una relación
horizontal en la transmisión del conocimiento, la experimentación dentro de la dinámica del
“aprender haciendo” y la re-valorización del saber campesino en diálogo con prácticas
agroecológicas innovadoras. Esto permite una mayor participación por parte de los y las campesinas
en la construcción del conocimiento y de prácticas adecuadas para su contexto.
Por esto, la componente de proyecto de la PDRS vinculada al aspecto de formación-educación ha
respetado la metodología que ya estaba empleada en los cursos organizados individualmente por las
organizaciones y movimientos campesinos que componen la Plataforma. El respeto de las
iniciativas y metodologías empleadas por las comunidades locales ha permitido un mayor interés y
participación por parte de las comunidades locales hacia un proyecto orientado a fortalecer lo que
ya se estaba intentando realizar desde abajo.
b) Impulsar programas de formación e intercambios para la instalación de capacidades humanas
en los territorios tanto a nivel técnico como de análisis y debate político: a través de los cursos de
formación realizados por el proyecto de la PDRS se está apuntando a la formación de nuevos
liderazgos capaces de transmitir los aprendizajes recibidos entre los miembros de sus movimientos
y organizaciones. Así se intenta fortalecer a la población campesina para que pueda tener una base
técnica, política y de organización social para ir implementando sus actividades y proyectos de
forma autónoma, pudiendo contar con un personal técnico adecuado a la propuesta agroecológica y
de Soberanía alimentaria. Este elemento sobresale también del Informe técnico del primer año del
proyecto como un factor determinante para el buen éxito y la continuidad de la experiencia: “Las
capacidades humanas disponibles en los territorios marcan la temporalidad en los avances y
retrocesos de la propuesta, pues al ser los técnicos facilitadores de un proceso de construcción de
una propuesta de desarrollo local con enfoque territorial, queda en manos de los actores locales
impulsar sus propias dinámicas, la cual requiere un liderazgo diferente, que permita articular y
negociar con los diversos actores del territorio una propuesta de desarrollo sostenible, gerenciar la
construcción y aplicación de políticas pública que promueva la consolidación de la agricultura
familiar campesina, replantear la lógica del desarrollo genera crisis en la diversidad de las
organizaciones.” (Informe técnico PDRS, Noviembre 2013)
c) Apoyar la articulación de las organizaciones de la sociedad civil interesadas, tratando de
favorecer el equilibrio entre la diversidad de los actores: la construcción de una articulación entre
actores heterogéneos no está exenta de dificultades. Sin embargo, el proceso de acompañamiento
para la conformación y fortalecimiento de una articulación entre actores de este tipo se basa en la
necesidad de valorizar las diferencias presentes para que se vuelvan una riqueza para los demás.
Para que esto ocurra es propicio el mutuo reconocimiento entre las organizaciones/movimientos
involucrados, a través del análisis de las fortalezas y debilidades de cada uno. Esto permite detectar
los aspectos complementarios útiles en la construcción de una unidad. De hecho, resulta ser de
suma importancia para las organizaciones y movimientos campesinos consensuar una postura que
les dé fuerza en las negociaciones ante el Gobierno. En este sentido, uno de los principales logros
ha sido la promulgación a finales de 2015 de la ordenanza “por la cual se declara de interés distrital
la agricultura familiar campesina y se establece la zonificación agroecológica en el distrito de
Horqueta” (Base IS, 2016)
d) Mantener el equilibrio entre la dimensión práctica y política de la agroecología: de las
entrevistas sobresale la importancia de que la dimensiones práctica y de reivindicación política
procedan paralelamente para que se puedan obtener resultados tangibles que sustenten los discursos
teóricos. Alcanzar resultados prácticos y concretos aparece un elemento clave tanto para acercar a
aquellas familias campesinas que aún no están involucradas en el proyecto como para negociar con
el Gobierno. A través del proceso de articulación y debate, de hecho, las organizaciones y los
movimientos campesinos han identificado la práctica productiva agroecológica como una
herramienta de resistencia a la invasión agroexportadora pasando de una idea de lucha por la
conquista de la tierra, a la idea de defender la que se tiene y generar una propuesta productiva y
organizacional para su defensa. Dentro de este marco resulta fundamental el constante
acompañamiento técnico en las chacras, tanto en términos de producción, como de comercialización
y de elaboración de alimentos.
e) Mantener el equilibrio entre el nivel de articulación nacional y territorial, ambos fundamentales
para difundir las acciones tanto hacia arriba (incidencia en políticas públicas) como hacia abajo
(entre las comunidades campesinas como alternativa práctica): de la presente investigación
sobresale como la dimensión territorial se volvió fundamental para la construcción de la propuesta
misma: “Lo que es importante es lo que pasa en terreno: esto tiene que ser de ejemplo y
fortalecerse para que desde abajo se pueda construir hacia arriba”(Técnico CEARD)
De hecho, ante problemáticas comunes, en los territorios se vuelve más fácil superar las diferencias
entre organizaciones que a nivel nacional. Son las instancias locales/territoriales las que llevan a la
práctica las propuestas de la Plataforma nacional y, al mismo tiempo, las que enriquecen los debates
nacionales a través de la visibilización de su experiencia. Por esto las actividades de la Plataforma
se orientan al fortalecimiento de las capacidades humanas a nivel de base. Los programas de
formación basados en una metodología “de campesino a campesino” apuntan a una réplica a nivel
local, a través de las Plataformas locales, teniendo así un rápido efecto de difusión de capacidades
para establecer proyectos de vida sostenibles de las familias y de la comunidad. Es a través de los
intercambios distritales e interdepartamentales y de los cursos de formación organizados a nivel
nacional que se genera el enlace entre la Plataforma Nacional y las Locales. Así, se establece ese
necesario diálogo entre el discurso y la práctica, de manera que la población campesina puede
verificar, en lo concreto, las posibilidades de apostar por un modelo agroecológico orientado al
consumo de la familia.
f) Permitir en todo el proceso que las organizaciones sociales sean las protagonistas de la toma de
decisión sobre cuestiones políticas y organizativas; y
g) Mantener un nivel de comunicación basado en la transparencia y sinceridad entre todos los
actores incluidos en el proceso: la experiencia analizada nos muestra como el acercamiento y el
diálogo entre actores distintos está generando construcción de confianza y auto-reconocimiento. El
compararse con el “otro”, dentro de un marco compartido en cuanto a análisis de la situación actual
y objetivos futuros, está produciendo una valoración de lo que cada actor puede aportar al proceso,
en una visión de complementaridad. Para que esto ocurra resulta fundamental dejar un espacio de
intervención y toma de decisión a todos los actores involucrados en el proceso: el elemento clave
para poder llevar adelante las iniciativas expuestas ha sido la actitud de escucha y respeto hacia las
contrapartes. El SCC se han propuesto como facilitadores y acompañadores de procesos coconstruidos entre los que son los protagonistas de la vida en el campo, es decir, las comunidades
rurales y los movimientos campesinos que comparten una visión agroecológica y de soberanía
alimentaria.
CONCLUSIONES
La experiencia de la PDRS se enmarca en el intento de convertir a la organización campesina en un
actor social y político, tal y como señala Tomás Palau (1996). Según el autor este representaría el
paso más desafiante para que el sector campesino y las organizaciones que lo apoyan puedan
obtener un salto cualitativo en sus acciones. Del estudio realizado se observa de hecho que el
abrazar un paradigma de Soberanía alimentaria y agroecología por parte del SCC es causa y
consecuencia de un cambio en el modo de hacer cooperación, tanto con respecto a las metodologías
adoptadas, como a los tipos de proyectos impulsados y al rol que ocupa ante sus contrapartes. Así se
apunta a superar las distorsiones identificadas por Carrino (2005) por las políticas de ayuda. De
hecho, la iniciativa analizada se funda en una lógica horizontal donde la toma de decisiones está
repartida entre los actores participantes sin que esté concentrada en las manos de un único sujeto
que se encuentra en un eslabón superior de la escala jerárquica (superando el centralismo y la
verticalidad); integra en un único programa componentes que abarcan temáticas diferentes pero
complementarias (a nivel práctico-productivo, de comercialización, derechos, acceso a los recursos,
recuperación de la cultura local, de formación y de incidencia en políticas públicas, etc..) y distintos
niveles de alcance (territorial, nacional e internacional) (superando la sectorialidad); apunta al
fortalecimiento de las comunidades de base para el alcance de su autonomía (superando el
asistencialismo); la organización coordinadora del proyecto asume un rol de facilitadora del
proceso, y se hace cargo de la burocracia e intenta traducir las propuestas que surgen desde abajo
construidas de forma participativa en proyectos ejecutables (superando el burocratismo y el
proyectismo o proyectorado-Carmona 2009).
En este caso, el elemento central y transformador de las prácticas de cooperación propuestas desde
un marco de Soberanía alimentaria es la redefinición de la lógica donante-receptor (Ferrero et al.,
2009), lo que permite dar espacio a un conjunto de acciones y metodologías de trabajo innovadoras,
basadas en la participación de los actores involucrados que se vuelven aliados en torno a un mismo
proyecto. Así, las partes se encuentran obligadas a superar las dificultades generadas por diferencias
culturales o de trayectoria, revirtiendo la relación lineal y tradicional de transferencia del saberhacer de los operadores hacia los beneficiarios (Aboussi, 2011).
Este nuevo marco de cooperación se alinea con lo que Maestro y Martínez (2012) llaman una
cooperación reformista, basada en los procesos endógenos, en la profundización democrática,
donde la soberanía de los pueblos representa el principal objetivo. Para esto, el caso analizado nos
enseña el rol que puede tener la sociedad civil en la construcción de estrategias de desarrollo bajo
un enfoque de soberanía alimentaria, al articularse alrededor de acciones con una marcada
componente política y de formación de ciudadanía consciente (Ferrero et al, 2009). De hecho, la
PDRS tiene una fuerte componente formativa de la sociedad civil tanto a nivel de práctica
agroecológica como política vinculada a la reivindicación de sus derechos. Esta formación se
traduce, bien en cursos específicos, bien en intercambios de técnicas productivas y del análisis y
reflexión de la situación agraria. El consensuar una visión compartida de las causas de los
problemas del hambre y de la malnutrición permite juntar diferentes miradas, construir una voz
común y trabajar para la consecución de un objetivo compartido.
Así, las acciones de cooperación dentro de un marco de soberanía alimentaria abrazan los criterios
de cooperación flexibles, de mutuo apoyo, de supervisión recíproca y con dinámicas propias de
resolución de conflictos para apuntar hacia el cambio social agroecológico de abajo a arriba (Calle,
Vara, Cuéllar, 2013).
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