1 Estudio comparativo de la mentalización entre madres y personal educativo en interacción con niños(as) de 12 meses de edad Comparative Study between Mother’s and Teacher’s Mentalization in Interaction with 12 Months Old Children Chamarrita Farkas Pontificia Universidad Católica de Chile Claudia Carvacho Pontificia Universidad Católica de Chile Gabriela Badilla Pontificia Universidad Católica de Chile Patricia Mahias Pontificia Universidad Católica de Chile Claire Vallotton Michigan State University María Pía Santelices Pontificia Universidad Católica de Chile Erika Himmel Pontificia Universidad Católica de Chile Artículo de investigación que contó con la financiación otorgada por el Fondo Nacional de Desarrollo Científico y Tecnológico, FONDECYT Nº1110078, cuya investigadora principal es Chamarrita Farkas. 2 Correspondencia concerniente a este artículo puede ser dirigida a Chamarrita Farkas, Escuela de Psicología, Pontificia Universidad Católica de Chile. Ave. Vicuña Mackenna 4860, Macul, Santiago, Chile. E-mail: [email protected] 3 Resumen La Mentalización parental, entendida como la capacidad de comprender el comportamiento en términos de estados mentales y reflejárselo al niño a través del discurso, es un constructo clave en salud mental infantil. Adultos significativos con alta mentalización promueven un vínculo seguro y la propia capacidad del niño(a) de mentalizar y regular sus experiencias afectivas. El presente estudio analiza las semejanzas y diferencias en la mentalización de adultos significativos (madres, personal educativo), en sus interacciones verbales con niños de 12 meses en una situación de contar cuentos. La muestra estuvo compuesta por 234 adultos (109 madres y 125 personal educativo). Los resultados muestran que hay diferencias significativas entre las madres y el personal educativo, obteniendo tanto educadoras como técnicas niveles de mentalización mayor en comparación a las madres. Se aprecian además diferencias considerando nivel socio económico y educacional de las madres, y rol y formación posterior en el caso del personal educativo. El número de palabras incluidas en el discurso juega un rol clave en promover una mayor mentalización, discutiéndose su relevancia para la intervención. Palabras clave: Estados mentales, habilidades parentales, habilidades personal educativo, infancia temprana 4 Abstract Parental mentalization is a relevant construct in infant mental health and conceptualized as the ability to understand children’s behavior in terms of mental states and reflect it to the child through speech. Significant adults with a high level of mentalization promote security of attachment, and also foster children’s abilities to understand their own and others’ mental states, as well as to regulate their affective experiences. The present study analyzes the similarities and differences between adults with significant relationships to the child (mothers, teacher), in their verbal interactions with 12 month old children in a story telling situation. The sample was composed of 234 adults (109 mothers and 125 teachers). The results show significant differences between mothers and early child educators, teachers and assistants reach higher level of mentalization compared to mothers. Also variation in mentalization is related to mothers’ socio economical and educational levels, and to teachers’ positions (head teacher, assistant teacher) and post-baccalaureate training. Number of words included in the speech has an important role in promote higher mentalization. Its relevance for intervention is discussed. Key words: Mental states, parental skills, teacher’s skills, early infancy 5 Mentalización y parentalidad La mentalización es el proceso a través del cual la mente mediatiza la experiencia del mundo y le permite al individuo comprender y diferenciar los procesos mentales y emocionales intrapersonales e interpersonales, favoreciendo a lo largo del desarrollo la integración del Self (Fonagy, Gergely, Jurist, & Target, 2002; Zucchi, Huerin, Duhalde, & Raznoszczyk de Schejtman, 2006). El individuo va adquiriendo la capacidad para transformarse en un observador interno de sus procesos mentales y es capaz de construir representaciones de sentimientos, pensamientos, deseos y creencias que le dan sentido a sus experiencias internas; esto se conoce como Función Reflexiva (FR) (Fonagy, Steele, Steele, Moran, & Higgitt, 1991). La FR es la operacionalización de la capacidad mental que permite la mentalización (Fonagy, Target, Steele, & Steele, 1998) y representa un paso esencial en el desarrollo emocional y socio – cognitivo del ser humano que comienza a instalarse en la infancia temprana. La mentalización se desarrolla en un proceso interpersonal, en el contexto de la relación entre el niño(a) y sus adultos significativos (Fonagy et al., 1991), por lo que en los últimos años ha existido un interés creciente por relacionar la mentalización con el ejercicio de la parentalidad y comprender las dinámicas de la relación y características del adulto que favorecen en el niño la comprensión del mundo mental de sí mismo y los demás (Duhalde, & Duarte, 2003; Slade, 2005) y por tanto, la organización de su propio self (Fonagy et al., 2002). La importancia puesta en la parentalidad ha llevado el interés de los investigadores y clínicos a comprender la capacidad de los padres de tratar al niño(a) como un agente psicológico (Sharp, & Fonagy, 2008), como un sistema que puede razonar acerca de sí mismo y los demás, en términos de deseos y metas (Baron-Cohen, Tager-Flusberg, & Cohen, 1993 6 citados en Sharp & Fonagy, 2008). El adulto debe ser consciente de que el niño(a) es un agente psicológico con experiencias mentales, lo que le permitiría no sólo comprender el sentido de la conducta en el propio niño(a), sino que también reflejarle esa experiencia y responder de manera sensible a sus necesidades. El Funcionamiento Reflexivo Materno (FRM) es un constructo que operacionaliza la capacidad de mentalizar en el contexto de la relación de padres e hijos y se define como la capacidad de la madre para sostener en su mente la noción de que su hijo(a) es un sujeto que tiene sus propios sentimientos, deseos e intenciones (Slade, 2005), por lo que relaciona la conducta del hijo con los estados mentales de éste y de esa manera puede desarrollar un modelo mental de su experiencia (Zucchi et al., 2006). Esto le permitiría al adulto ir modelando e interpretando las reacciones del niño(a) a partir de un modelo mentalizador que lo orienta a comprender su comportamiento y descubrir su propia experiencia interna, a través de la experiencia que la madre tiene de él (Sharp, & Fonagy, 2008). Tanto las representaciones de la madre respecto a la relación con su hijo (FRM), como de la relación respecto a sus propios padres (FR y Apego Adulto), se consideran un aspecto crítico del ejercicio de la parentalidad que media la respuesta sensible hacia el niño(a) y la transmisión trasngeneracional del vínculo de apego (Lieberman, 1997; Slade, 1996, ambos citados en Zucchi et al., 2006). Por ello, cuando el adulto ayuda al niño(a) a procesar sus experiencias tempranas en términos de estados mentales, promueve la seguridad en el vínculo afectivo así como la auto regulación emocional y conductual (Fonagy et al., 2002). Por el contrario, bajos niveles de mentalización ponen en riesgo el desarrollo de los procesos mentalizadores en el propio niño(a) y la posibilidad de una adecuada regulación emocional, aumentando el riesgo de psicopatología (Sharp, & Fonagy, 2008). Mentalización, lenguaje y desarrollo 7 Si se considera que la mentalización es una capacidad que se adquiere y expresa en la interacción social del ser humano, el lenguaje es el canal que favorece la interacción simbólica. Por medio del lenguaje, los estados internos tienen un significado que puede ser comprendido y comunicado a otros, transmitiendo la interpretación respecto a la propia conducta y de los demás (Fonagy et al., 2002; Zucchi et al., 2006). A través del lenguaje es posible evaluar la mentalización del adulto significativo para el niño(a), ya sea a nivel representacional o en la interacción directa con éste. En la primera línea, existe evidencia que cuando un adulto significativo utiliza el lenguaje de forma comprensible y adecuada al referirse a su propio hijo(a), incluyendo una mayor cantidad de atribuciones mentales a su comportamiento, es capaz de considerarlo como un agente mental activo en la relación, capaz de expresar y entender emociones, pensamientos y sensaciones (Sharp, & Fonagy, 2008). Esto a su vez favorece el establecimiento de vínculos de apego seguro y promueve la adquisición temprana de la teoría de la mente (Meins, Fernyhough, Fradley, & Tuckey, 2001). En la línea de investigaciones que evalúan la referencia a estados mentales en las conversaciones directas que tienen los adultos significativos con el niño(a), existe evidencia de que llevar a cabo conversaciones sobre pensamientos y sentimientos que ayuden a comprender la razón que sostiene el comportamiento de las personas, está relacionado con la adquisición temprana de la FR en el niño(a) (Brown, Donelan-McCall, & Dunn, 1996). Esto ha llevado a plantear que el lenguaje tiene un rol central en la adquisición de la capacidad de mentalizar, ya que la comprensión de las palabras que refieren a estados mentales es crucial para el desarrollo de la habilidad de leer la mente, especialmente aquellas palabras utilizadas por los adultos que son significativos para el niño(a) (Smith, 1996). 8 De este modo, el lenguaje sería un mediador del proceso de mentalización que el adulto va transmitiendo al niño(a) a través de la interacción (Fonagy et al., 2002). Este proceso comienza a desarrollarse mucho antes de que el niño(a) pueda hablar, ya que se va construyendo de manera natural y espontánea en la interacción padres-bebé desde los primeros meses de vida (Main, 1991 citado en Sharp, & Fonagy, 2008). Un aspecto clave de esta interacción, son precisamente las verbalizaciones del adulto, que van evolucionando a medida que el niño(a) se desarrolla. Una serie de estudios han reportado sobre la relevancia de la cantidad y calidad del discurso del adulto en su interacción con el niño(a) a edades tempranas. Se ha demostrado que el tamaño del discurso (cantidad de palabras incluidas) de los padres se relaciona con el crecimiento del vocabulario en el niño (Huttenlocher, Haight, Bryk, Seltzer, & Lyons, 1991), y que el tamaño de este discurso se mantiene bastante estable mientras el niño(a) está aprendiendo a usar las palabras (Nelson, & Bonvillian, 1973). El tamaño del discurso se ha relacionado a su vez con el nivel socio-económico de los padres, mostrando aquellos de niveles más bajos un discurso más reducido (Gottfried, 1984; Heath, 1989). Un estudio realizado por Hart y Risley (1992) encontró altas correlaciones entre la cantidad y calidad del discurso del adulto con el status socio-económico de la familia y el subsecuente CI del niño. En la línea de la calidad del discurso, en una investigación de Taumoepeau y Ruffman (2008) se pudo observar que a los 15 meses de edad del niño los adultos incluyen en la interacción verbal con él, una mayor proporción de contenidos referidos a estados mentales de deseos, estados físicos y emociones, respecto de otros estados mentales. Posteriormente y tras un seguimiento, se observó que entre los 24 y los 33 meses de edad del niño(a) aumentaban las verbalizaciones del adulto que incorporaban estados mentales relacionados con las cogniciones y pensamientos. 9 De acuerdo a estos resultados, los autores sostienen que a mayor edad del niño, el adulto significativo tendría en consideración los procesos cognitivos y madurativos de éste para introducir nuevos estados mentales en la conversación. La incorporación gradual de estados mentales, desde los deseos hacia las cogniciones, tendría relación con que la madre ayuda a su hijo(a) a comprender primero los estados internos de éste, refiriéndose a los estados en términos de deseos y emocionales, ya que le serían más fáciles de reconocer en su etapa evolutiva. Posteriormente, el adulto introduce en el contenido narrativo pensamientos y cogniciones que tendrían relación con otras personas. Esta incorporación paulatina ayudaría al niño(a) a desarrollar procesos de mentalización adecuados los cuales van desde el niño consigo mismo y luego hacia otros, tomando en cuenta su propio desarrollo socioemocional (Kristen, Sodian, Licata, Thoermer, & Poulin-Dubois, 2012; Pascal, Aguardo, Sotillo, & Masdeu, 2008; Taumoepeau, & Ruffman, 2008). El adulto es capaz de distinguir que el niño(a) primero, tiene mayor conexión con las cosas que le pasan a sí mismo y luego, a los demás. En este sentido, el estado mental de “querer” podría ser considerado, como refiere Pascal y colaboradores (2008), como un estado mental básico, el cual nos permite ir modulando las emociones y los pensamientos propios para luego tener en consideración los estados mentales y conductas de los demás, que además, exigen una mayor capacidad de inferencia por parte del niño(a) (Kristen et al., 2012; Ruffman et al., 2002). Estos estudios permiten tener una orientación respecto a cómo el adulto puede favorecer en el propio niño(a) sus procesos de mentalización, que promueven a su vez la adquisición temprana de la teoría de la mente, el vínculo de apego seguro y la regulación afectiva. Si se considera que estos procesos evolucionan a lo largo del desarrollo, toma relevancia orientar estudios que evalúan la interacción entre el adulto y el niño(a) a edades tempranas del desarrollo. 10 Mentalización del personal educativo en la infancia temprana1 Queda en evidencia la relevancia que tiene para el niño(a) una adecuada mentalización de sus adultos significativos. Sin embargo, la mayoría de los estudios dedicados a evaluar esta capacidad en los cuidadores, han puesto el foco principalmente en la madre. De lo anterior, surge el cuestionamiento de la importancia que puede tener evaluar la mentalización de otros adultos significativos para el niño(a), como puede serlo el personal educativo que los atiende en jardines infantiles y salas cuna. Esto es especialmente importante si se considera que hay evidencia que indica que el personal educativo puede constituirse como una figura de apego cuando se involucra emocionalmente con el niño(a) y establece una continuidad en el vínculo a lo largo del tiempo, proveyendo soporte físico y emocional (Hamilton, & Howes, 1992 citado en Ewing, & Taylor, 2009; Howes, 1999). En este contexto, el niño(a) se siente más capacitado para reconocer al personal educativo como una fuente de apoyo, lo que lo llevaría a ser capaz de beneficiarse de las actividades de aprendizaje, y al mismo tiempo, debido a que siente que en esta relación puede expresar abiertamente sus emociones y preocupaciones, logra elicitar ayudas y guías apropiadas ante sus intentos de ajustarse al contexto escolar (Birch, & Ladd, 1997 citado en Buyse, Verschueren, & Doumen, 2011). Las relaciones cercanas y de apoyo del personal educativo son un importante predictor de los resultados de los niños(as) en la interacción social con sus pares a la edad de 4 años (Howes, Hamilton, & Matheson, 1994) contribuyendo además al ajuste social y emocional de los niños(as) en la escuela, tanto en el nivel preescolar como escolar (Baker, 2006; Pianta, & Steinberg, 1992; Pianta & Stuhlman, 2004). En familias de alto riesgo social, la relación del 1 Se entiende por Personal Educativo en la Infancia Temprana a Educadoras de Párvulo y Técnicas en Educación Parvularia que se encuentran al cuidado de niños(as) entre 0 y 4 años de edad. 11 niño(a) con el personal educativo tiene especial relevancia, ya que este vínculo puede constituirse como un factor protector, reduciendo la probabilidad de resultados problemáticos en su desarrollo y contribuyendo al desarrollo de competencias afectivas y cognitivolingüísticas (Burchinal, Roberts, Nabors, & Bryant, 1996; Phillips, McCartney, Scarr, & Howes, 1987, ambos citados en Belsky, 2003). En Chile, en los últimos años se ha dado especial atención a la educación de los niños y niñas menores de 6 años, ya que se asume que las intervenciones en esta etapa tendrían un importante impacto en el desarrollo cognitivo y socioemocional del niño(a) (Cunha et al., 2005, en Bassi, & Urzúa, 2010), aportando beneficios para sus madres y la sociedad en su conjunto (Consejo Asesor Presidencial para las Reformas de las Políticas de infancia, 2006). Desde esta política, el rol del personal educativo de salas cuna y jardines infantiles se define como central, en tanto se espera que logren establecer vínculos afectivos sólidos con los niños y niñas y promuevan un clima de afecto y seguridad en interacciones personalizadas adultoniño (Paniagua, & Palacios, 2005 citado en Sánchez, & Gómez, 2010), que los hagan sentirse queridos, seguros y aceptados. Algunas líneas de investigación reciente han puesto el foco en el contenido del discurso del adulto no familiar a cargo del niño(a). El estudio de Frampton, Perlman y Jenkins (2009) busca identificar, en contextos de cuidado no materno, elementos específicos del discurso del adulto que puede promover la comprensión del niño sobre la mente. Observaron 393 cuidadores a cargo de niños(as) entre 3 y 5 años, con el fin de determinar con qué frecuencia incorporaban en su discurso: 1) comentarios sobre estados mentales; 2) comentarios sobre la perspectiva de los otros; y 3) preguntas o cuestionamientos sobre actividades relevantes. Los resultados de la investigación indican que hay un mayor uso de comentarios sobre estados mentales por sobre las demás verbalizaciones, lo cual se pudo observar en el 22% de las interacciones observadas. Los autores consideran relevante este 12 resultado ya que estudios previos indican que en las madres la incorporación en el discurso de comentarios sobre estados mentales es bastante menor (Jenkins et al., 2003 citado en Frampton, et al., 2009), concluyendo que los niños(as), en el contexto educativo, están mayormente expuestos a conversaciones que promueven el uso de verbalizaciones con contenidos mentales que favorecen la comprensión del comportamiento y los estados internos. Por otra parte, Degotardi y Sweller (2012) realizaron un estudio orientado a evaluar la mente mentalizante (MM) en centros educativos, con el objetivo de conocer la prevalencia de dos índices de MM en el personal educativo: las descripciones de mente mentalizante (mindminded descriptions) y el habla mentalizante (mind-minded talk). Se observó la interacción del personal educativo con niños entre 0 y 2 años en sesiones de juego para determinar la presencia de comentarios sobre estados mentales en el discurso del adulto y se observó que el discurso sobre estados mentales constituyó el 19% de los comentarios de los cuidadores, lo que es levemente menor a la proporción encontrada por Frampton y colaboradores (2009), de un 22%, en niños de 3 a 5 años. Según los autores, dado que el estudio de Frampton fue realizado con niños mayores, es posible conjeturar que la diferencia se relacionaría con una tendencia en los adultos significativos de usar más lenguaje sobre estados mentales conforme los niños crecen. Asimismo, para los autores, los resultados de este estudio y los del estudio de Frampton irían en la misma dirección, indicando que el personal a cargo del cuidado de bebés y niños en centros educativos incluirían en su discurso más comentarios sobre estados mentales que las madres, si se compara con resultados de estudios realizados con díadas madre hijo en el contexto del hogar (Meins et al., 2003 citado en Degotardi, & Sweller, 2012; Taumoepeau & Ruffman, 2008). Los antecedentes hasta aquí expuestos, respaldan la relevancia de estudiar la capacidad de los adultos significativos para mentalizar las experiencias de los niños y niñas y el impacto 13 que esto tiene para promover un mejor desarrollo a nivel emocional, social y cognitivo. Asimismo, recientemente se ha considerado relevante el rol que cumple el personal educativo en este proceso y que además, algunas líneas de investigación han encontrado diferencias respecto a los adultos familiares, aunque aún ha sido un área poco estudiada y además, se han utilizado diferentes formas de evaluación. De lo anterior se desprende que pueden esperarse diferencias de matices de la mentalización entre madres y educadores, por tal motivo, el objetivo general del presente estudio, el cual busca describir y comparar la mentalización ambos grupos de adultos en interacción con niños(as) de 12 meses de edad. Específicamente se espera poder responder a la pregunta de si en una muestra de madres y personal educativo en la ciudad de Santiago de Chile es posible reconocer las diferencias en su mentalización, de acuerdo a lo reportado por estudios internacionales previos, tanto a nivel global como en las categorías específicas de mentalización que se pueden observar en el discurso. De ser así, analizar cuáles son estas diferencias, ver si respaldan lo reportado por otros estudios en el tema, y discutir sus implicancias para el desarrollo de los niños(as). Metodología Diseño El presente estudio utilizó una metodología cuantitativa, con un diseño descriptivo, transversal y comparativo. Se describe la mentalización en apoderados y educadoras en su interacción con los mismos niños(as) de 12 meses, y se comparan de modo de establecer sus semejanzas y diferencias. Se consideran además otras variables que influyen en estas diferencias como nivel socio económico (NSE) y nivel educacional, tanto de las madres como del personal educativo. 14 Participantes La muestra estuvo compuesta por 234 adultos, de los cuales 109 eran madres (46.6%) y 125 pertenecían al personal educativo (53.4%). La media de edad de las madres corresponde a 27.86 años (DS = 6.86, rango entre 15 y 44 años), y su nivel socioeconómico se distribuye en 51.4% de NSE bajo, 30.3% de NSE medio y 18.3% de NSE alto. De ellas, un 85.3% completó su escolaridad mínima obligatoria, un 47.7% presenta formación profesional o universitaria completa o incompleta, y un 7.3% tiene formación de postgrado. Las madres fueron evaluadas en interacción con sus hijos cuyas edades fluctuaban entre los 10 y 15 meses (Media = 12.1 meses, DS = 1.33), siendo 44% niñas y 56% varones, y que asistían en un 62.4% a salas cuna públicas, y en un 37.6% a salas cuna privadas. Los criterios de inclusión al estudio fueron que las madres vivieran con sus hijos(as), que los niños(as) asistieran a jardín infantil, que sus edades estuvieran en el rango de 10 a 15 meses y que ni la madre ni su hijo(a) presentaran psicopatología relevante. Respecto del personal educativo, la totalidad de las participantes son mujeres. La media de edad es de 33.95 años (DS = 11.35, rango entre 18 y 59 años), y su nivel socioeconómico se distribuye en 42% de NSE bajo, 57.1% de NSE medio y 0.9% de NSE alto. De ellas, un 30.3% son educadoras de párvulos y el 69.7% restante corresponde a técnicas en educación parvularia. Un 46.7% cuenta sólo con la formación técnica entregada en los años escolares, un 24.1% posee formación técnica o profesional posterior a la enseñanza media, el 30.3% posee grado universitario y el 2.5% posee un posgrado. El 65.6% de ellas trabaja en sala cuna pública y el 34.4% en una sala cuna privada. Las educadoras fueron evaluadas en interacción con niños(as) cuyas edades fluctuaban entre los 10 y 15 meses (Media = 12.04 meses, DS = 1.304), siendo 45.6% niñas y 54.4% varones. 15 Los criterios de inclusión al estudio del personal educativo fueron que tuvieran contacto con niños(as) cuyas edades estuvieran en el rango de 10 a 15 meses, y que trabajaran en los mismos centros en los cuales fueron captadas las madres. Instrumentos Medición de la Mentalización del Adulto Significativo (Farkas, Carvacho, Santelices, Mahias, Badilla, Vallotton & Himmel, en revisión). Este instrumento fue desarrollado para evaluar la mentalización de adultos significativos (padres, personal educativo, otros) en interacción con niños de 0 a 48 meses de edad. La evaluación considera una situación estructurada, en un contexto de lectura compartida. Consta de 2 formas, según la edad del niño(a). Ambas formas consideran un contexto de cuentos, pero en la primera el adulto relata la historia utilizando títeres, mientras que en la segunda lo hace empleando láminas. A su vez, ambas formas consideran dos cuentos que abordan una problemática que busca reflejar conflictivas propias a la edad y a la posible interacción con cada adulto, contándose con una forma para apoderados y otra para personal educativo. La situación completa es filmada, para luego transcribir y codificar el discurso del adulto. En este estudio se empleó la Forma A la cual considera la interacción con niños de 0-23 meses de edad. La codificación del instrumento incluye evaluar en el discurso del adulto en su interacción con el niño(a), el número de palabras utilizadas, así como la presencia/ausencia y número de menciones de 4 estados mentales (deseos y preferencias, cogniciones, emociones, atributos psicológicos) y 4 estados no mentales (pensamiento causal y asociaciones, pensamiento factual, vínculos con la vida del niño y estados físicos), para los dos cuentos. La proporción y tipo de categorías incorporadas en el discurso entrega una clasificación final de mentalización, donde una clasificación “alta” corresponde a la presencia de 5 o más categorías diferentes, una clasificación “adecuada” indica al menos la presencia de dos 16 categorías diferentes y que incluyan lenguaje causal y deseos, y la clasificación “baja” que refiere a la presencia de una o ninguna categoría, o que no se encuentren presentes lenguaje causal y deseos. Los estudios con el instrumento reportan una adecuada validez de contenido y un coeficiente Alfa de Cronbach de .70. Las filmaciones fueron codificadas por 6 codificadores independientes previamente entrenados, y cuya consistencia inter-jueces fue de .914 a .994 (Correlaciones con Master Code). Cuestionario Socio-demográfico. El Cuestionario Socio-demográfico utilizado en este estudio fue desarrollado por el equipo de investigación, con el objetivo de obtener información para caracterizar la muestra. La versión de la familia aborda antecedentes del niño(a) y su familia, nivel educacional y edad de la madre, y nivel socioeconómico. La versión para el personal educativo considera su rol (educadora versus técnica), edad, tipo de formación, años de experiencia, y NSE. Procedimiento y análisis de datos Las madres fueron contactadas a través de los jardines infantiles a los cuales asistían sus hijos(as), para lo cual se contó previamente con la autorización del centro educacional. Previo a las evaluaciones se solicitó la firma de una carta de consentimiento informado tanto de las madres como del personal educativo participante. La evaluación consistió en el llenado del cuestionario socio-demográfico por parte de las madres y del personal educativo. Las filmaciones de la interacción madre-bebé o personal educativo-niño se llevaron a cabo en el centro educativo, en una sala acondicionada para tal fin. Como requisito para realizar la filmación se cuidó siempre que la participación del niño(a) fuese voluntaria. 17 Los análisis estadísticos se realizaron con el SPSS® 19.0 para Microsoft Windows®. Inicialmente se obtuvieron los estadísticos descriptivos para la caracterización de la muestra y distribución de los adultos según su clasificación de mentalización, así como para el número las diferentes categorías mentales y no mentales consideradas por el instrumento. Posteriormente se realizaron análisis correlacionales entre NSE, edad y nivel educacional y la mentalización de las madres, y NSE, nivel educacional, formación, edad, y tiempo con el niño, y la mentalización del personal educativo, a través de correlaciones de Pearson (para las variables numéricas; edad y tiempo con el niño) y de Spearman (para las variables ordinales o dicotómicas; NSE, nivel educacional, formación). A continuación se estudiaron las diferencias entre las madres y el personal educativo (grupo completo y separando educadoras de técnicas) a través de ANOVA y Prueba t de Student, tanto para la clasificación de mentalización, como para las distintas categorías consideradas por el instrumento y finalmente se analizaron las diferencias y relaciones de los aspectos evaluados con el tamaño del discurso del adulto. Resultados Análisis descriptivos De las madres evaluadas, un 28.4% presenta una mentalización baja, mientras que un 71.6% una mentalización adecuada o alta. El personal educativo por su parte presenta en un 16% una mentalización baja, y en un 84% una mentalización adecuada y alta (ver Tabla 1 y Gráfico 1). Se puede apreciar en todos los grupos una distribución simétrica, con un predominio de mentalización adecuada. << Insertar aquí Tabla 1 y Gráfico 1 >> 18 En cuanto a las categorías (mentales y no mentales) que más frecuentemente aparecen, se advierte un predominio de las categorías de “lenguaje causal”, “deseos” y “estados físicos” (mismo orden de frecuencia para ambos grupos de adultos), pero difieren en la cuarta categoría más frecuente, siendo ésta la de “cognición” para las madres, y “emociones” para educadoras y técnicas. La Tabla 2 muestra la distribución de frecuencia de respuestas para todas las categorías, al igual que el Gráfico 2. << Insertar aquí Tabla 2 y Gráfico 2 >> Al revisar el “número de menciones” de dichas categorías (calculado en base a la proporción de menciones cada 100 palabras) se aprecia una distribución similar a la de las categorías presentes, en madres, educadoras y técnicas, aunque algunas diferencias son más notorias al observar los gráficos (ver Tabla 3 y Gráfico 3). En todos los adultos de la muestra las categorías de “lenguaje causal”, “deseos” y “estados físicos” son los que tienen más número de menciones en el relato, mientras que luego aparece “atributos” en las madres y “emociones” en el personal educativo. << Insertar aquí Tabla 3 y Gráfico 3 >> Cabe señalar además, que del total de menciones consideradas como mentalización, un 42.4% en las madres y un 49.9% en el PE corresponden a categorías mentales, mientras que el resto corresponden a categorías no mentales. Además, un 82% de menciones en las madres y un 75,3% de menciones en el PE corresponden a las categorías de “lenguaje causal”, “deseos” y “estados físicos” (ver Tabla 4). 19 << Insertar aquí Tabla 4 >> Análisis correlacionales En el caso de las madres, se aprecia una correlación leve entre una mayor mentalización y un NSE más alto (r = .190, p = .048), mientras que no se dan relaciones estadísticamente significativas con su edad y nivel educacional. Al analizar las categorías específicas, se observan correlaciones significativas entre una mayor presencia de “cogniciones” y una mayor edad de las madres (r = .239, p = .012), un nivel educacional más alto (r = .338, p = .000) y un NSE más alto (r = .324, p = .001). Un mayor nivel educacional de la madre se relaciona además con un menor número de menciones de “estados físicos” (r = -.292, p = .002), y un NSE más alto se relaciona con menos menciones de “emociones” (r = -.149, p = .026). Un mayor número de palabras en el discurso de la madre correlaciona con una mayor edad (r = .290, p = .003), un nivel educacional más alto (r = .316, p = .001), al igual que un NSE más (r = .307, p = .001). Respecto al personal educativo, sólo se aprecia una correlación leve entre una mayor mentalización y el cargo desempeñado (r = -.189, p = .039), teniendo las educadoras niveles de mentalización mayor que las técnicas. Al analizar las categorías específicas, se observan correlaciones significativas entre el rol profesional y las categorías de “deseos”, “estados físicos” y cantidad de estados no mentales, dándose en las educadoras una mayor presencia de deseos (r = -.204, p = .026), al igual que un menor número de menciones de estados físicos (r = .154, p = .025) así como de categorías no mentales (r = .136, p = .046). Una mayor edad del personal educativo se relaciona con un menor número de menciones de “lenguaje casual” (r = -.159, p = .020) y de categorías no mentales en general (r 20 = -.140, p = .039), mientras que un mayor nivel de formación se relaciona con una menor presencia de la categoría de “emociones” (r = -.292, p = .001). A mayor cantidad de años de experiencia profesional, se da una menor presencia de “estados físicos” (r = -.200, p = .029) y cogniciones (r = -.181, p = .049) en el relato. Finalmente, un mayor NSE del personal se relaciona con un menor número de menciones de “lenguaje causal” (r = -.155, p = .024), así como más menciones de “vínculos con la vida del niño” (r = .150, p = .028). Análisis comparativos Los análisis muestran que el personal educativo presenta significativamente una mayor mentalización en comparación a las madres (F = 7.157, p = .008). Se pueden apreciar además diferencias significativas en la mentalización de educadoras y técnicas (F = 4.350, p = .039) en el sentido de una mayor mentalización en las educadoras, por lo cual en los siguientes análisis ambos roles se presentan de manera separada. Así, las educadoras presentan una mayor mentalización que las madres (t = -3.040, p = .003), no así las técnicas. Análisis comparativos diferenciando por NSE. Al diferenciar por NSE, se aprecia que las educadoras en el NSE medio presentan significativamente una mayor mentalización que las madres (t = -2.325, p = .023). No se realizaron análisis con los NSE bajo y alto, ya que el número de educadoras en esos grupos era insuficiente. En el caso de madres y técnicas, se observó que las técnicas tenían significativamente una mayor mentalización en comparación a las madres en el NSE bajo (t = -2.082, p = .040), no dándose diferencias en cambio en el NSE medio. No había técnicas con NSE alto por lo cual estos análisis no pudieron hacerse. 21 Análisis comparativos diferenciando por tipo de institución. Al diferenciar por tipo de institución (pública versus privada), no se aprecian diferencias entre las madres o entre las técnicas, pero sí entre las educadoras, manifestando aquellas de centros públicos una mayor mentalización que las de centros privados (t = 2.321, p = .026). Ello podría relacionarse con su nivel de perfeccionamiento, mostrando las educadoras de centros públicos un mayor perfeccionamiento a nivel de formación de diplomados y postítulos (t = 2.985, p = .006) y Magister (t = 2.985, p = .006). A su vez, las educadoras presentan una mayor mentalización en comparación a las madres en los centros públicos (t = -4.326, p = .000), no así en los privados. Asimismo, al diferenciar por tipo de institución, no se dan diferencias significativas entre madres y técnicas. Análisis comparativos diferenciando por categorías específicas de mentalización. En relación a las categorías específicas, las educadoras presentan significativamente una mayor presencia de “lenguaje causal” (t = -2.708, p = .008) y de “emoción” (t = -5.533, p = .000) en comparación a las madres. Además se diferencian en que en su discurso las educadoras mencionan un mayor número de veces las categorías de “deseos” (t = -2.233, p = .027) y “emociones” (t = -3.868, p = .000), mientras que las madres mencionan más veces el “lenguaje factual” (t = 2.184, p = .031). Las técnicas por su parte presentan una mayor presencia y número de menciones de “emoción” (t = -8.398, p = .000 y t = -7.324, p = .000, respectivamente), y un mayor número de menciones de “deseos” (t = -2.757, p = .006) y “estados físicos” (t = -2.054, p = .042) en relación a las madres. Las madres por su parte muestran de manera significativa una mayor presencia y número de menciones de “lenguaje factual” (t = 2.288, p = .023 y t = 2.204, p = .029, respectivamente) y presencia de “cogniciones” (t = 2.097, p = .037). 22 Finalmente, las madres durante su relato incluyen menos menciones a estados mentales en relación a educadoras (t = -3.860, p = .000) y técnicas (t = -6.031, p = .000), y menos menciones a estados no mentales en relación a las técnicas (t = -2.342, p = .020). Asimismo, las madres mencionan menos veces en su relato las categorías de mentalización consideradas (media de 3.6 menciones en 100 palabras) en relación a educadoras (media de 5.0 menciones en 100 palabras) y técnicas (media de 5.1 menciones en 100 palabras) (t = 2.937, p = .004 y t = -2.139, p = .034, respectivamente). No se aprecian diferencias significativas entre madres y educadoras y técnicas, al considerar el número de palabras en el discurso. Otros análisis Aunque no se observan diferencias en el número de palabras que forman parte del discurso de madres y personal educativo, sí se puede apreciar que tanto en las madres como en el personal educativo un discurso más largo en la interacción con el niño se relaciona de manera significativa con una mejor mentalización, una mayor presencia de categorías mentales y no mentales, y una mayor cantidad de categorías totales (ver Tabla 5). A su vez, tanto en madres como PE un discurso más largo se correlaciona con un mayor número de menciones en casi todas las categorías evaluadas en ambos cuentos considerados por el instrumento, destacando especialmente las categorías de “lenguaje causal” y “deseos”, las cuales muestran correlaciones significativas en ambos cuentos, tanto para madres como para el personal educativo (ver Tabla 6). << Insertar aquí Tablas 5 y 6 >> Conclusiones y discusión 23 Un primer objetivo de este estudio fue analizar si se presentaban diferencias significativas entre la mentalización de madres y personal educativo chilenos en su interacción con niños(as) de 12 meses. Los resultados indican una mayor capacidad de mentalización en el personal educativo respecto a las madres, al evidenciarse que en su discurso incorporan una mayor proporción de comentarios sobre estados mentales y no mentales. Esta diferencia podría explicarse por la naturaleza de la tarea solicitada en la evaluación, que consistía en relatar una historia a partir de títeres. Para el personal educativo resulta más familiar la actividad de elaborar y contar historias, así como también, de hablar de lo que les ocurre a los personajes del cuento, ya que ésta es una práctica frecuente dentro de las actividades desarrolladas en salas cuna y jardines infantiles. Estos resultados son consistentes con lo encontrado en estudios previos que también muestran una mayor mentalización en el personal educativo en comparación a madres (Degotardi, & Sweller, 2012; Frampton et al., 2009), lo que podría indicar que es una tendencia que aparece debido a que el personal educativo asume un rol pedagógico en su relación con el niño que contribuye a poner en juego su capacidad de mentalizar. Estos resultados por otra parte son relevantes en tanto aportan a estudiar dichas diferencias en la población latinoamericana, la cual no había sido estudiada anteriormente. Además, el hecho de incluir en un mismo estudio a madres y personal educativo, en lugar de comparar con datos de investigaciones realizadas previamente como es el caso de los estudios citados, permite controlar de mejor manera los aspectos metodológicos de la recolección de datos, lo que se constituye como una fortaleza adicional del presente estudio. Estos resultados son de gran relevancia, si se considera que en el marco de las propuestas actuales, el personal educativo se constituye a temprana edad en figura de apego relevante para el niño(a) al entregarle soporte físico y emocional (Howes, 1999), constituyéndose en un predictor de las interacciones sociales del niño(a) a los 4 años de edad 24 (Howes et al., 1994) y favoreciendo su ajuste social y emocional en los niveles preescolares y escolares (Baker, 2006; Pianta & Stuhlman, 2004). En el contexto chileno, las políticas de educación temprana se han focalizado en los últimos años en aumentar la cobertura de atención de niños(as) menores de 6 años, admitiendo que las intervenciones en esta etapa tendrían un importante impacto en el desarrollo cognitivo y socioemocional de estos (Bassi, & Urzúa, 2010; Consejo Asesor Presidencial para las Reformas de las Políticas de infancia, 2006). Estos resultados por tanto son alentadores si se piensa que en la realidad chilena un porcentaje importante de niños que asiste a salas cuna lo hace durante un tiempo mayor que el que permanecen en su hogar, lo que implicaría que están siendo expuestos a un ambiente que sería favorable para su desarrollo, como es la interacción con educadoras con una adecuada capacidad de mentalización. Es posible que la diferencia encontrada tenga relación con que se ha ido instalando en educadoras y técnicas una clara conciencia de que el tipo de interacción que establezcan con los niños tiene implicancias importantes en su desarrollo y que por ello, exista una intencionalidad pedagógica que las lleve a incorporar en mayor medida en su discurso comentarios sobre estados mentales como una forma de reflejar la realidad al niño. Los lineamientos entregados por las bases curriculares podrían estar contribuyendo a esta toma de conciencia, ya que ponen especial énfasis en que el personal educativo de salas cuna y jardines infantiles deben constituirse como agentes orientados a potenciar el desarrollo integral de los niños y niñas, prestando atención a vertientes emocionales, motrices, cognitivas, sociales y comunicativas (Sánchez & Gómez, 2010). Al comparar madres, educadoras y técnicas controlando por su NSE, se puede apreciar que las educadoras presentan una mayor mentalización que las madres cuando ambas son del NSE medio, mientras que las técnicas sólo presentan una mayor mentalización que las madres 25 cuando ambas son del NSE bajo. Adicionalmente y relacionado con lo anterior, al diferenciar por tipo de institución (pública versus privada), se aprecian diferencias entre las educadoras, manifestando aquellas de centros públicos una mayor mentalización que las de centros privados. Además las educadoras de centros públicos presentan una mentalización significativamente mayor que la de las madres, no así en los centros privados. Este resultado es sumamente interesante, y probablemente pueda ser explicado por diferencias en el nivel de perfeccionamiento del personal educativo evaluado, mostrando las educadoras de centros públicos un mayor perfeccionamiento a nivel de formación de diplomados, postítulos y Magister, que las educadoras de centros privados. Por otra parte, también es posible que tal diferencia en los sectores de NSE bajo se explique por el mayor nivel educacional que tienen las educadoras, comparadas con las madres del mismo nivel. Este resultado es acorde a la inversión de recursos y desarrollo que se ha realizado en Chile en los últimos años en la educación pública focalizada en los primeros años de vida del niño(a), donde se ha promovido de manera importante la formación continua del personal educativo que se desempeñan en establecimientos públicos, porque se considera que en familias de mayor riesgo social, la relación del niño(a) con el personal educativo tiene especial relevancia, ya que este vínculo puede constituirse como un factor protector, reduciendo la probabilidad de resultados problemáticos en su desarrollo y contribuyendo al desarrollo de competencias afectivas y cognitivo-lingüísticas (Belsky, 2003). Al considerar el rol del personal educativo, se puede apreciar que las diferencias en términos de una mayor mentalización, se dan entre madres y educadoras, no así entre madres y técnicas, presentando a su vez las educadoras mejores niveles de mentalización que las técnicas. Los resultados del estudio no indican una asociación entre el nivel de mentalización y el nivel de formación del personal educativo, lo que es concordante con estudios previos (Degotardi & Sweller, 2012; Frampton et al., 2009). Se aprecian además algunas 26 correlaciones entre algunas categorías específicas evaluadas, y la edad del personal educativo, formación, años de experiencia y NSE, pero nada concluyente que permita entender estas diferencias. Si los resultados no indican que la formación es lo que establece esta diferencia, habría que indagar en otros elementos; por ejemplo, es posible postular que factores tales como el sistema de creencias con el que operan educadoras y técnicas haga una diferencia en cómo se relacionan con los niños y por ende, sea un factor que medie en la manifestación de la mentalización en su interacción con ellos. Autores como Daniels y Shumow (2003) han planteado que el modo en que se entienda el desarrollo dependerá de la teoría que esté a la base de las creencias de cada educador, y éstas implicarían prácticas específicas que presenten distintas cualidades. En el caso de las madres, y contrariamente a lo esperado, no se aprecia una relación entre su nivel de mentalización con su edad y nivel educacional. Sí hay una relación con un mayor NSE, pero esta correlación aunque significativa, es bastante débil, por lo que éste sería un predictor pobre de la mentalización materna. Otro resultado interesante se refiere a aquellas categorías específicas que aparecen con mayor frecuencia en el discurso de los adultos evaluados, siendo tanto para madres como para el personal educativo, “lenguaje causal”, “deseos” y “estados físicos”. Estos resultados son similares a lo reportado por el estudio de Taumoepeau y Ruffman (2008) quienes estudiaron a madres en interacción con niños de 15 meses y reportaron mayor frecuencia de “deseos”, “emociones” y “estados físicos” (lenguaje causal no fue considerado). Los resultados de este estudio vendrían a confirmar – tal como se planteó con anterioridad - que el adulto va adaptando su lenguaje en su interacción con el niño(a) a aquellos estados internos que le son más fáciles de comprender según su etapa evolutiva y va incorporando paulatinamente otros estados más complejos en su discurso, lo cual ayudaría al niño(a) a desarrollar procesos de mentalización más adecuados y tomando en cuenta su propio desarrollo socioemocional 27 (Kristen et al., 2012; Pascal et al., 2008; Taumoepeau, & Ruffman, 2008). Asimismo, se ha propuesto respecto a la categoría de “deseo” que ésta se introduce a temprana edad dado que tiene relación con la etapa de desarrollo del niño(a); se ha descrito que en edades tempranas del desarrollo el niño(a) adquiere la capacidad para entender que las acciones propias y de los otros son guiadas por deseos o intenciones (Tomasello, 1999), antes de adquirir la capacidad de representarse creencias. Aunque se observan algunas relaciones entre categorías específicas y los aspectos evaluados en las madres, las que más llaman la atención son en relación a la presencia de “cogniciones” en el discurso así como el número de palabras del mismo. El estudio muestra que madres de mayor edad, mayor nivel educacional y NSE más alto cuentan con una mayor presencia de “cogniciones”, lo cual hace pensar al igual que en el caso de las educadoras, que ello debe relacionarse con el modo en que ellas entienden y valoran el desarrollo de sus hijos(as) y con ciertas teorías y creencias implícitas que sustentan distintas prácticas de maternidad. Podría hipotetizarse que en estas madres prima el desarrollo profesional y los logros individuales, en una visión del desarrollo infantil donde la autonomía y el logro del éxito (escolar, social, personal) son ejes centrales y por tanto el desarrollo cognitivo es más importante para el logro de estos objetivos que el desarrollo emocional. Resultados similares se observan respecto del tamaño del discurso de las madres, donde a mayor edad, mayor nivel educacional y NSE más alto, se evidencia un discurso más extendido en su interacción con el niño. Investigaciones previas avalan la relación entre NSE de las madres y la cantidad de palabras que usan al hablar con el niño (Gottfried, 1984; Hart, & Risley, 1992; Heath, 1989) así como de la relación entre el tamaño del discurso de la madre con el crecimiento del vocabulario en el niño(a) y el desarrollo de su CI (Hart, & Risley, 1992; Huttenlocher et al., 1991). Por ello, esta diferencia observada en las madres se asemeja con lo ya descrito por otros estudios, y demuestra los elementos que se encuentran a la base 28 de la brecha educacional existente en nuestro país, y que impactan al niño(a) desde temprana edad. Las variables consideradas en el personal educativo en cambio no muestran relación con el número de palabras empleadas en su interacción con el niño(a) Aunque no se encuentran diferencias entre las madres y el personal educativo en cuanto al tamaño del discurso, sí se aprecia en ambos grupos de adultos que un discurso más largo en la interacción con el niño se relaciona de manera significativa con una mejor mentalización, una mayor presencia de categorías mentales y no mentales, y un mayor número de menciones en casi todas las categorías evaluadas. En otras palabras, podría plantearse de acuerdo a estos resultados, que el mejor predictor de la mentalización del adulto pareciera ser el número de palabras que emplea al hablar con al niño(a). En el caso de las madres hay diferencias significativas en tamaño del discurso relacionadas con la edad, nivel educacional y NSE, apuntando a factores más personales y contextuales, que incidirían en una mayor mentalización. En cambio en el caso del personal educativo no se reconocen factores en este estudio que se puedan relacionar con el tamaño del discurso, lo cual apuntaría más bien a una mezcla de factores personales y profesionales, donde además hablarle a los niños es parte del rol profesional. Las implicancias de este resultado son claras y sencillas, tanto para madres como para el personal educativo; si queremos promover una mayor mentalización en los adultos significativos, por todas las ventajas descritas que ello tiene en el desarrollo infantil, tenemos que en primer lugar lograr que los adultos utilicen un discurso más extenso al hablar con los niños. Algunas iniciativas en esta línea se han empezado a desarrollar desde el Programa Chile Crece Contigo (2012), en el cual se fomenta que los padres les lean cuentos en las noches a sus hijos(as). Posteriormente podría pensarse en intervenciones más especializadas, focalizadas en incrementar la mentalización a través de actividades concretas y en función de las categorías más adecuadas para la etapa del desarrollo infantil, pero en un primer momento 29 los esfuerzos debieran centrarse en incrementar el tamaño del discurso del adulto, lo cual como ya se describió anteriormente se ha relacionado además con el posterior desarrollo cognitivo y del lenguaje del niño. Referencias Baker, J. A. (2006). Contributions of teacher-child relationships to positive school adjustment during elementary school. Journal of School Psychology, 44, 211-229. doi.org/10.1016/j.jsp.2006.02.002 Bassi, M., & Urzúa, S. (2010). Educación en Chile: El Desafío está en la Calidad. Documento de trabajo. Banco Interamericano de Desarrollo. Belsky J. (2003). Child care and its impact on young children. En R.E. Tremblay, M. Boivin, & R. de V. Peters (eds.). Encyclopedia on Early Childhood Development [online]. 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(2006). Aproximación al estudio del Funcionamiento Reflexivo Materno. Facultad de Psicología UBA, Anuario de Investigaciones, 14, 215-221. 34 Tabla 1 Frecuencia de distribución de la muestra en las categorías de la clasificación de mentalización, para madres y personal educativo Porcentaje Madres Porcentaje PE Mentalización Baja 28.4 16.0 Mentalización Adecuada 61.5 65.6 Mentalización Alta 10.1 18.4 N = 234 adultos, 109 madres y 125 PE 35 Gráfico 1 Frecuencia de distribución de la muestra en la clasificación de mentalización, para madres, educadoras y técnicas 36 Tabla 2 Distribución de porcentajes de categorías presentes evaluadas por el instrumento, para madres, educadoras y técnicas Madres Educadoras Técnicas Lenguaje causal 85.3 97.2 89.2 Lenguaje factual 10.1 2.8 2.4 Vínculos 20.2 33.3 20.5 Estados físicos 79.8 77.8 79.5 Deseos 80.7 91.7 86.7 Cogniciones 48.6 55.6 33.7 Emociones 27.5 75 79.5 Atributos 19.3 22.2 21.7 N = 234 37 Gráfico 2 Distribución de frecuencia de categorías no mentales y mentales presentes, para madres, educadoras y técnicas 38 Tabla 3 Distribución de las medias en el número de menciones para cada categoría del instrumento, para madres, educadoras y técnicas Madres Educadoras Técnicas Lenguaje causal 1.21 1.55 1.49 Lenguaje factual .04 .01 .01 Vínculos .09 .14 .08 Estados físicos .77 .74 1.03 Deseos .95 1.32 1.30 Cogniciones .30 .39 .21 Emociones .17 .76 .92 Atributos .076 .088 .09 N = 234 39 Gráfico 3 Distribución de número de menciones de categorías mentales y no mentales, para madres, educadoras y técnicas 40 Tabla 4 Distribución de los porcentajes de menciones para cada categoría para madres y PE Madres Educadoras Lenguaje causal 32.2% 29.3% Lenguaje factual 1.1% 0.2% Vínculos 2.4% 2.0% Estados físicos 22.0% 18.6% Deseos 27.8% 27.5% Cogniciones 8.8% 5.4% Emociones 3.6% 15.1% Atributos 2.3% 2.0% Total 100% 100% N = 234 41 Tabla 5 Correlaciones entre número de palabras, categoría de mentalización, categorías mentales, categorías no mentales y total de categorías, para madres y PE N palabras Categoría mentalización Categorías no mentales Categorías mentales Total de categorías N palabras madres PE Pearson Correlation .373 .328 sig. .000 .001 Pearson Correlation .305 .356 sig. .001 .000 Pearson Correlation .369 .434 sig. .000 .000 Pearson Correlation .341 .444 sig. .000 .000 42 Tabla 6 Correlaciones entre número de palabras y la mención de distintas categorías del instrumento para madres y PE, para ambos cuentos N palabras madres Categorías Lenguaje causal Vínculos Estados físicos Deseos Cogniciones Emociones Atributos Cuento 1 Cuento 2 N palabras PE Cuento 1 Cuento 2 Pearson Correlation .222 .370 .542 .546 sig. .021 .000 .000 .000 Pearson Correlation .262 .202 sig. .006 .025 Pearson Correlation .524 .257 sig. .000 .004 Pearson Correlation .240 .426 .375 .395 sig. .012 .000 .000 .000 Pearson Correlation .224 .283 .309 sig. .020 .001 .000 Pearson Correlation .288 .187 sig. .003 .038 Pearson Correlation .239 sig. .013 N madres: 109. N PE: 125 Nota: Sólo se incluyeron en la tabla las correlaciones que resultaron significativas